Enrique G. Gallegos, Sartre y la filosofía de la subjetivación, Ed., UAM Cuajimalpa, México, 2021.
Hay algo siempre de mágico en las presentaciones de los libros. De hecho, diría que es un performance que tiene sus aristas, primero, porque en mi caso no conozco al autor; segundo, porque nos dirigimos a un público que no conoce el texto, salvo por el título, y tampoco tiene siquiera una ligera percepción acerca de los planteamientos que el libro ofrece; tercero, porque ese mismo público no tiene idea de qué va a escuchar. Es un albur.
Sucede poco, pero sucede que algunas veces estos momentos se ofrecen como plataformas de discusión, de inconformidades, de enfrentamientos, de rechazo beligerante, oficio de tinieblas diría yo, pero por lo general son momentos también de exaltación del autor, de su escrito, de su profundidad en el tratamiento de o de los temas que trató en el libro, incluso de la novedad que implica su planteamiento. Pero más que nada, estos momentos creo, son de una voluntad conmovida pues la publicación de un texto como el que hoy se presenta aquí es motivo de celebración: Sartre y la filosofía de la subjetivación de Enrique G. Gallegos
Déjenme decirles que cuando me invitaron a esta presentación, yo acepté de inmediato, y accedí a ello porque conocí el escrito desde sus primeros momentos, diría que lo leí aún cuando estaba en ciernes de ser publicado y, lo confieso, me gustó muchísimo. No tenía el gusto de conocer a su autor, y ahora lo hago de manera celebratoria, porque el libro es una obra que abre un enorme campo de investigación sobre un pensador que, como dice Enrique, “Cierta opinión popular ha querido reducir el pensamiento de Sartre al existencialismo; de esa manera logró que la efigie del filósofo penetrara en amplias capas sociales y en la jerga cotidiana, en los diccionarios de la lengua, en gifts, memes y manuales de comportamiento. Pero al reconducírsele a esa moda intelectual, también se corrió el riesgo de inhabilitarlo filosóficamente. Y como toda tendencia, es desplazada por otras más recientes, and so on”.
Tiene toda la razón, confieso que fui parte de esa “cierta opinión” que redujo a Sartre al existencialismo, hasta el momento en que leí este libro. A pesar de que estuve embargado por su pensamiento, a pesar de que leí con pasión a Sartre allá por los años 70. Es curioso, déjenme decirles que a Sartre lo vi varias veces por esos años. Alguna vez sólo le seguí sus pasos sobre todo cuando lo vi caminar por La Coupoule o entrar al café Dôme. Generalmente lo veía solo, otras acompañado de su hija adoptiva o de su secretario, otras fueron con “Castor”. Igual recuerdo haberlo visto por Montparnasse. Sobre todo, recuerdo una ocasión en que Sartre iba con la mano vendada pues recientemente un tal Gerard de Cléves había forcejeado con el filósofo en la puerta de su casa y con un puñal lo había herido en la mano. Fue en 1979, lo recuerdo vivamente porque un año después murió.
Yo no estuve ahí, sólo supe de su muerte, fue muy triste porque para mí, sin duda, fue uno de los pensadores más grandes que ha habido en la historia del pensamiento, y pienso que fue una muerte triste porque para ese entonces Sartre era sólo un viejo tembloroso, bastante descuidado en su indumentaria, pero, sobre todo, estaba ciego. Recuerdo que, contra en contra de mi convicción de no molestarlo, más que nada porque no me sentía capaz de armar una conversación con él, un buen día me quise acercar para saludarlo. Sólo lo saludé casi en un murmullo, pero de inmediato recibí una andanada de paraguazos que venían certeramente de la mano de Simone de Beauvoir que lo defendía de la gente que se le acercaba.
Es cierto, yo me quedé con la lectura de sus novelas, cómo olvidar “La Náusea”, “Los caminos de la libertad” o “La suerte está echada” o la colección de cuentos y novelas cortas que se llamó “El Muro”, o sus obras de teatro como “Las moscas”, una obra que se estableció en uno de los paradigmas del llamado Teatro de la Resistencia, es decir, en un ejercicio de clandestinidad. “A puerta cerrada”, “La puta respetuosa”, “Las manos sucias”, “El diablo y el buen dios”; y ya en el terreno filosófico, “El ser y la nada” fue todo un acontecimiento, recuerdo perfectamente el capítulo sobre la mirada, de enorme profundidad, o de “El existencialismo es un humanismo”, un escrito que es en realidad un manifiesto sobre la libertad del ser humano, es decir, una declaratoria en donde nos interpela de tal forma en que no cabe duda de que ser libre radica en escoger nuestro propio destino, pero esto necesariamente implica asumir con responsabilidad las consecuencias de todas nuestras decisiones.
Más aún, y como dice Bolívar Echeverría, en uno de sus ensayos sorprendentes: “En el contexto inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial en Europa, el existencialismo debe afirmarse como una corriente filosófico-política, y lo hace oficialmente con la conferencia de Jean-Paul Sartre “El existencialismo es un humanismo”. Para un discurso como el existencialista era entonces importante ser reconocido como “humanista” porque la renovación de una política de izquierda, en la que pretendía participar, estaba al orden del día y porque era necesario insistir, frente a los totalitarismos que se enfrentaron en esa guerra, que lo humano se juega en el destino de cada individuo, y no en el de las grandes entidades colectivas y sus metas incontrolables. La re-definición del “humanismo” se volvió indispensable. La que propuso Sartre trató de eludir el retorno a la metafísica, ese retorno que igual Heidegger rechazó, el otro gran “filósofo de la existencia.”[i]
No entraré aquí en los alegatos respecto de si se tenía que devolver o no un sentido a la palabra humanismo y de si justo “Carta sobre el humanismo”, es, entre otras cosas, una respuesta al “Existencialismo es un humanismo” de Sartre. Desde luego que esta obra “Si se la lee como un texto filosófico […] deja mucho que desear; es una introducción a la doctrina de su expositor que vulgariza y disminuye la radicalidad de lo que él tiene escrito en obras como Lo imaginario o El ser y la nada. Atrapada en el problema moral, simplifica exageradamente la complejidad de la relación entre ética y ontología, que es el núcleo de la filosofía de la existencia. Demasiado atenta a la política coyuntural, deja de lado la problematización de los límites de esta como actualización real de lo político. De todas maneras, allí donde se atiene al guion estrictamente filosófico que había preparado, especialmente al final la conferencia, Sartre alcanza a exponer de manera brillante la idea que el “existencialismo” defiende ante todo y que justifica su nombre: “[En lo que corresponde al modo der ser de lo humano,] la esencia está precedida por la existencia”; es decir, lo que el ser humano es en cada caso, su consistencia fáctica, sólo se sostiene en la asunción libre que él hace de ella”.[ii]
Para Heidegger, en cambio, lo que tiene sentido no es decir qué es el humanismo, sino desplegar la esencia “hombre” en toda su amplitud, en toda su extensión, refiriéndolo al lenguaje, cuestión que resulta por demás enormemente difícil en la medida en que la concepción usual del humanismo impide la percepción del ser, la vivencia del ser, tanto la del ser del hombre como la del ser de los entes sumiendo al ser, de nueva cuenta en el olvido. Quizá por ello mi desacuerdo con Sartre, quizá por ello, mi inclinación a verlo sólo como un “existencialista”, tal y como dice nuestro autor: Enrique G. Gallegos.
Yo, como muchos lectores de Sartre, estamos en ese territorio. Por esto mismo quiero plantear la originalidad de este libro como primer punto a destacar pues el mismo ofrece un arco enorme de posibilidades para que Sartre vuelva a ser leído sin el cliché de existencialista sino en el más contemporáneo de los problemas: la subjetividad. Con ello quiero decir que Enrique G. Gallegos verdaderamente comprendió que para volver hablar de Sartre en una suerte de agenciamiento deleuziano, sólo podía hacerse desde la perspectiva que ofrece, es decir, desde las relaciones que se dan entre subjetividad y subjetivación, es decir, desde esa mirada que extiende Deleuze sobre lo esencialmente fabricado y modelado en el registro de lo social. Me parece que no había otra posibilidad. Casi sepultado por un sin número de interpretaciones como un “existencialista” o un situacionista, Sartre ha estado separado de los foros intelectuales desde hace mucho tiempo, sólo rescatado por momentos, podríamos decir, sentimentales o como una suerte de pieza de museo.
Este estudio nos remite al concepto de subjetividad que para el escritor aparece en diferentes obras de Sartre y no, como se le ha considerado en innumerables casos al filósofo, desde la perspectiva del sujeto soberano, feliz expresión foucaultiana. Luego de la lectura de este libro quedo felizmente persuadido de que efectivamente hay que repensar a Sartre desde un mundo atravesado por reflexiones alrededor del estallido de las subjetividades.
La contextura de visión del autor sobre el trabajo sartreano tiene que ver con las dos obras fundamentales que son El ser y la nada así su deriva en la Crítica de la razón dialéctica, así como la novelística y las obras teatrales son obras que, según el autor, posibilitaron la concepción de la elaboración de la subjetividad y de la subjetivación política. De ahí que la originalidad que presenta el tema es excelente.
Permítaseme señalar que la lectura de este manuscrito ha reivindicado el trabajo sartreano, me ha permitido avistar nuevos derroteros en un pensador que, como señala el mismo autor se le ha cancelado por múltiples prejuicios pues se le pensó como un filósofo acabado o pasado de moda. Este manuscrito tiene esa virtud, lentamente, como de la mano nos va convenciendo de la actualidad de Sartre, nada más agradecible. Sobre todo, a partir de uno de los temas de nuestro tiempo: la subjetividad y la subjetivación.
Quiero ser más conciso: ¿en esta obra se está intentando encontrar una filosofía del sujeto en el pensamiento de Sartre? Más bien lo que encontramos en Sartre es una crítica a cierta filosofía del sujeto, a determinadas formas de concebir la subjetividad. La primera constatación que podemos encontrar en su filosofía respecto al problema de la subjetividad es la crítica a cierta concepción “endurecida” de sujeto: el sujeto de la consciencia, el Yo, el Cogito y la identidad, todos son tipos de subjetividad. Y es contra estos tipos de concepciones de subjetividad que el autor apuntará sus armas conceptuales.
¿Qué soy yo entonces? ¿En tanto sujeto, en tanto subjetividad? ¿Soy una persona, soy mamífero, soy un nombre?, ¿soy una consciencia, soy un inconsciente, soy flujos o soy “un viento que sopla”?
La investigación del profesor Gallegos, en un primer momento, busca exponer esta singular concepción de subjetividad en el pensamiento de Sartre; responder a estas preguntas así cómo presentar la variación conceptual que encontramos para pensar este problema. En el conjunto de las obras que se analizan encontramos diferentes conceptos que parecen remitir al problema de la subjetividad: producción de subjetividades, subjetividades, subjetivación, desubjetivación, sometimiento, sujeto, individuo, individuación, pre individual, ¿Es toda una misma cosa? ¿Una palabra sustituye otra? ¿Hay variación en el significado de un mismo concepto?
En un segundo momento, Enrique G. Gallegos piensa la actualidad del problema: ¿Sirve todavía hablar de la subjetividad? Si existe una crítica a las filosofías del sujeto, ¿por qué no abandonar el término? Como argumentó Peter Pál Pelbart, un concepto nunca muere cuando se quiere, solamente muere cuando nuevas funciones lo vuelven caduco. Y tal vez sea esto lo que ahora está contribuyendo Gallegos con Sartre: es decir, a construir nuevas funciones para el concepto de subjetividad o sujeto. Nos queda ver si funciona o no para los días presentes.
Uno de los intereses muy pronunciados de Enrique Gallegos en esta obra es la dimensión política, ver si tanto la subjetividad como la subjetivación funcionan para la actualidad política. ¿El concepto de subjetividad en Sartre sirve para explicar la subjetividad que somos hoy? ¿Qué es ser un sujeto político, es afiliarse a un partido? ¿Hay otras maneras de hacer política? En tanto sujeto político ¿Qué puedo hacer para transformar el mundo? ¿Se puede transformar el mundo todavía? ¿Queda lugar para este tipo de creencia? Lo que encontramos en Sartre es una relación esencial entre producción subjetiva y producción social, y luego, entre la producción de subjetividad y la producción general capitalista contemporánea.
Finalmente, sólo diré que la tesis que maneja el Enrique G. Gallegos en este libro y que descubre o deslinda en Sartre tiene la virtud de presentar una concepción de subjetividad y funcionamiento capitalista que privilegia la dimensión subjetiva de la producción (sin descartar la dimensión objetiva de la misma); en segundo lugar, una original concepción del funcionamiento de la propia subjetividad, que contempla por un lado las capturas (a la manera deleuziana como sujeción social y servidumbre maquínica) y por otro lado la libertad o fuga (los devenires revolucionarios que atraviesan los sujetos y las consciencias); y en tercero, una concepción de subjetividad que pone en jaque las definiciones del sujeto como unidad individual, identidad, consciencia, etc.
Me interesa en particular la importancia del problema de la producción de subjetividades para pensar una pragmática o micropolítica sartreana, si se puede y en esto el autor tiene la palabra. No sé si a partir de la producción de subjetividades que dilucida en el pensamiento sartreano se puede pensar una forma distinta de hacer política, o aún, una forma diferente de existir. En otras palabras, la condición para cualquier cambio, existencial, político, subjetivo, o incluso económico, es la producción de subjetividades. Recuerdo aquí lo que Deleuze encontraba en los últimos trabajos de Foucault y que, sin duda para el autor de esta obra que estamos exponiendo, no es extraño pues creo que sin duda puede aplicarse a su tesis en Sartre:
“(…) Foucault había desarrollado cada vez más al final de sus trabajos: que las luchas sociales, y la emergencia de nuevas luchas sociales, implican, suponen, nuevos modos de subjetivación. Lo cual era una manera de confirmar dos dimensiones: dimensión del poder y dimensión de la subjetivación, tal como se la descubría en los últimos libros de Foucault.”
Es decir, lo que advierto en este excepcional libro, es que la producción de subjetividades puede ser también llamada modos o procesos de subjetivación, o en como los modos de subjetivación son irreductibles a las determinaciones de los saberes y poderes, del lenguaje y de las relaciones entre fuerzas; diré que en esta dimensión se pueden presentar en esta teoría unas salidas a las imposibilidades del presente, o mejor, un estatuto de las resistencias. Pensar la resistencia y pensar la crítica pasa por un problema con los modos de subjetivación.
Para cerrar diría que la contribución de este libro, para mí, consiste en encontrar líneas de investigación actuales y con ello quiero decir, líneas de pensamiento que nos posibilitan investigar en función de dar respuesta a problemas vitales que nos acucian gravemente, pero más aún, nos permite advertir que en filosofía nunca nada está “superado” ni deja de ser algo que se tiene que volver a pensar. Sartre es un pensador que teníamos por “superado” u “olvidado” y este manuscrito nos lo hace ver como un pensador actual, contemporáneo, con líneas de trabajo que nos hablan de nuestro propio presente porque justo el problema de la subjetividad fue abordado en su tiempo y quedó impensado.
El autor da cuenta de este señalamiento, trabaja los problemas desde otro ángulo, desde otra dimensión que no había sido tocada para repensar a Sartre. El esfuerzo es notable, seductor, y nos insta a volver sobre nuestros pasos para dialogar de nueva cuenta con este filósofo. La lectura de este texto ha sido como advertir un juego de ajedrez bajo otras estrategias. Así, en términos teóricos el texto se sostiene desde la primer la primera línea hasta la última.
Notas
[i] Bolívar Echeverría, “El humanismo del existencialismo”, visto en http://bolivare.unam.mx/ensayos/el_humanismo_del_existencialismo recuperado el 17 de septiembre de 2021-
[ii] Idem