Una mirada filosófica al cine de zombis

 

 

La fotografía es lo real, el cine es 24 veces lo real por segundo.

Le petit soldat (1960)

 

Los muertos están entre nosotros […] estos sonámbulos suponen la mayor amenaza para la humanidad,

aparte de la humanidad en sí misma. Llamarlos a ellos

depredadores y a nosotros presas sería impreciso.

Max Brooks, (2013)

Resumen

Se intenta indagar el sentido que emerge de las representaciones cinematográficas de la figura del zombi, para proponer una lectura bajo la cual el zombi prorrumpe como el monstruo arquetipo de la sociedad contemporánea, haciendo un paralelo con el planteamiento del filósofo coreano Byung-Chul Han y su obra La sociedad del cansancio, en la cual manifiesta que cada época tiene sus enfermedades emblemáticas. Así se busca reinterpretar su afirmación y sostener que cada época no sólo tiene sus enfermedades emblemáticas, sino sus monstruos arquetípicos como un juego de espejos en el que la humanidad proyecta su propio reflejo. Una de las explicaciones que da cuenta del porqué del zombi y su creciente aceptación en el imaginario colectivo cinematográfico contemporáneo.

Palabras clave: zombi, cine, arquetipo, imaginario, posmodernidad, sin futuro.

 

Abstract

An attempt is made to investigate the meaning that emerges from the cinematographic representations of the figure of the zombie, to propose a reading under which the zombie emerges as the archetypal monster of contemporary society, making a parallel with the approach of the Korean philosopher Byung-Chul Han and his work The Society of Fatigue, in which he states that each era has its emblematic illnesses. This is how it seeks to reinterpret his statement and argue that each age not only has its emblematic diseases, but also its archetypal monsters as a game of mirrors in which humanity projects its own reflection. One of the explanations that gives an account of the reason for its growing acceptance in the contemporary cinematographic collective imagination.

Keywords: zombie, cinema, archetype, imaginary, postmodernity, no future.

 

El zombi como monstruo arquetipo de la sociedad contemporánea

 

En 1932 apareció White Zombie, la primera representación cinematográfica de la historia en la que aparecen zombis, fue producida por Edward y Victor Halperin, con un guion de Garnett Weston. De ahí en adelante proliferarán las expresiones de lo monstruoso dibujado en los zombis como lo no humano en filmes icónicos como: Night of the living dead (1968) de George A. Romero. El cine de zombis atravesó todo un escalafón de representaciones que partía del género de ficción atravesado por el terror hasta llegar al de la comedia con producciones como Zombieland (2009) con la dirección de Ruben Fleischer y producida por Gavin Polone. En 2007 aparece I Am Legend un film postapocalíptico de Francis Lawrence que nos presenta a los zombis bajo un aura distinta a la de los filmes clásicos, pues podemos advertir que los zombis parecen sostener vínculos afectivos entre ellos. Mientras que en World War Z (2013), dirigida por Marc Forster, los zombis se manifiestan como hordas sumamente veloces. Cerrando con Army of the Dead (2021) de Zack Snyder donde vislumbramos zombis ágiles y fuertes.

 

Se considera prudente manifestar que es justamente a partir del siglo pasado que las historias de esos entes monstruosos surgen como ventanas a la sociedad contemporánea. Todo tiempo y lugar crea imágenes de lo monstruoso que emanan como producto de las creaciones de la subjetividad humana. Tal vez no sea coincidencia que las representaciones cinematográficas que encarnan al zombi hayan surgido en el siglo XX, cuando se comienza a vislumbrar el fin del proyecto de la modernidad y se encuentra cierto eco con el nacimiento de la posmodernidad que, tal y como sostiene Jean-François Lyotard en su obra La posmodernidad. Explicada a los niños: “[…] la posmodernidad se impone sobre el pensamiento de las Luces, sobre la idea de un fin unitario de la historia, y sobre la idea de un sujeto”.[1] El hombre descubre que el progreso, en el sentido de llegar a un telos, no existe, que los relatos del progreso son eso, grandes relatos. Sólo nos queda, en palabras de George Steiner, una nostalgia que se dio a partir de la decadencia del hombre y de las sociedades[2], porque al desvanecerse la idea de progreso pareciera que la vida, entendida como un conjunto de experiencias, proyectos y metas, perdió sentido.

 

Dudábamos de estos grandes relatos o mitologías como los nombra Steiner, pero teníamos hambre de ellos, anhelábamos una profecía con garantías, pero el sentido es aquello que no ofrece garantías y se crea aun cuando no sepamos con certeza cómo. Hace tiempo el sentido se encontraba encarnado en la religión. La religión le daba al hombre una imagen completa de sí mismo, Dios aparecía como el supremo creador; más tarde, el sentido se enraizó a la razón. El positivismo se encargó de lanzar toda idea y especulación de corte mítico al rincón de la falsedad. Todo aquello que no fuese demostrable y hablará en términos accesibles al método científico resultaba ser parte de, la denominada, etapa “infantil” del hombre. En la actualidad tenemos otros sentidos que se presentan con un carácter de absoluto. Uno de estos ejemplos es el capitalismo que, dentro del ámbito económico, se presenta como la única alternativa para Occidente. Pues, el derrumbe y aparente fracaso del campo socialista dejó al capitalismo como el único sistema plausible y se llegó a pensar que era la única formación social viable[3], pues tal y como señala el crítico y teórico literario Fredric Jameson: hoy parece más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Así el capitalismo se erige como un sistema ideológico que permea las construcciones y sentidos de la sociedad actual, que buscan decir que la realidad es unidireccional y niega toda posibilidad de un futuro más allá de él.

 

Las representaciones cinematográficas se entrañan en los ámbitos sociales, políticos, económicos y culturales, señala el filósofo Jorge Fernández Gonzalo: “Las producciones sobre zombis se han ofrecido a menudo como barómetro de ciertas inquietudes sociales”.[4] He ahí la importancia de pensar en cuál es el sentido que se erige y muestra dentro del imaginario del mundo cinematográfico del que emerge la figura del zombi. Quizá de ahí nace nuestra fascinación por ese monstruo arquetípico de la sociedad contemporánea, que en el siglo XXI se extenderá en la industria cinematográfica a partir de la encarnación de los futuros distópicos que parece se avecinan con el fracaso del proyecto moderno donde la idea de progreso se diluye, y la metáfora del zombi se transforma en un mecanismo para “[…] entender el entorno mediatizado que nos rodea: desequilibrios financieros, pasiones reducidas al pastiche de su expresión hiperreal, modelos de pensamiento afianzados por el poder y consolidado en la puesta en práctica de la maquinaria capitalista”.[5]

 

Podemos advertir el germen de las posibilidades pandémicas en las representaciones tempranas del cine de zombis, no obstante, será ya en las representaciones cinematográficas contemporáneas en las cuales germinen esos brotes pandémicos que devienen en la instauración de los recurrentes escenarios distópicos y postapocalípticos hoy tan comunes.

 

Las posibilidades creativas y revolucionarias del cine anidan en su sensibilidad y discursividad transgresora capaz de avizorar las sintomatologías propias de las nacientes patologías de la sociedad contemporánea, mucho antes de que estas puedan cuajar en discursos reflexivos gestados ya sea por la historia, la sociología y/o la filosofía, dado que tal y como afirma Lyotard al hacer alusión al cine: “[…] permite al destinatario descifrar rápidamente las imágenes y las secuencias y, por tanto, llegar sin problemas a la conciencia de su propia identidad al mismo tiempo que a la del asentimiento que recibe, de esta manera, por parte de los demás, ya que estas estructuras de imágenes y de secuencias forman un código de comunicación entre todos”.[6]

 

El cine ha servido como un espejo capaz de proyectar las ansiedades que nos habitan, los miedos que logran vincularnos, esos que nos pueden ayudar a explicar la popularidad del zombi en los últimos años, pues en el cine: “[…] los miedos humanos echan fuertes raíces en la memoria, se expanden y ramifican al ritmo exuberante de la voz que crea y transmite el rumor”.[7]

 

El filósofo surcoreano Byung- Chul Han propugna en su obra La sociedad del cansancio que cada época ha tenido sus enfermedades “emblemáticas” producidas por el paradigma de lo social, sostiene que el siglo XXI, desde un enfoque patológico, estaría en el paradigma de la violencia neuronal, pues: “[…] el aparato psíquico del sujeto de rendimiento contemporáneo, que se violenta a sí mismo, que está en guerra consigo mismo […] el sujeto de rendimiento que se cree en libertad, se halla tan encadenado como Prometeo”.[8] Así como Han nos invita a pensar y comprender la sociedad contemporánea a partir de la figura del Prometeo cansado deseamos extrapolar la metáfora y señalar que cada época no sólo tiene sus enfermedades emblemáticas, sino, además, un monstruo arquetípico. Por ello, es que habremos de sostener que las representaciones cinematográficas del cine contemporáneo develan al zombi como el monstruo de nuestra era. Ese ente que nos permite analizar el reflejo de los miedos humanos que abreva en nuestras atormentadas existencias.

 

El zombi entendido como el monstruo arquetípico de la sociedad contemporánea posibilita explorar nuestros miedos y conocer los miedos que compartimos de los demás dentro del seno de lo social. Han afirma que hay interacciones entre los discursos de lo social y lo biológico y a partir de ello propugna la emergencia de un cambio paradigmático en la comprensión y articulación de las dinámicas dentro de las enfermedades sociales de cada época, de manera afín sostenemos que hay un nexo inextricable entre las producciones cinematográficas y los sentires de malestar social que anidan en la figura del zombi, pues: “[…] El mismo Romero lo había dejado claro en una entrevista a la publicación Scifiworld: «todas mis películas sobre zombies han surgido a partir de ideas, al observar lo que está ocurriendo a nivel cultural o político, en el momento en que la película se está rodando»”.[9]

 

He ahí la propuesta de pensar las representaciones del zombi bajo una mirada filosófica. El zombi suscita imaginarios postapocalípticos que emanan de las ansiedades del mundo actual, donde el hiperindividualismo se ha instaurado y nos deja como huérfanos ante el horizonte desgarrado de un capitalismo voraz. En el zombi las fronteras entre lo propio y extraño se ciñen con rapidez, la destrucción del otro se hace valer en nombre de la auto conservación, pues tal y como sostiene Max Brooks en su Best Seller Zombi. Guía de supervivencia. Protección completa contra los muertos vivientes (2013) “[…] la persona que se infecta de algún modo, deberá ser inmediatamente eliminada”.[10] Premisa que se repite una y otra vez en las producciones audiovisuales, recordemos la exitosa y popular serie norteamericana The Walking Death en su segunda temporada, en el episodio “Nebraska”, donde Rick Grimes y su grupo “eliminan” a los familiares de Hershel Greene que se habían transformado en caminantes, motivo por el cual Hershel los tenía contenidos en el granero. Hoy, al parecer, las sociedades desaparecen, y no por la obra, tal y como acontece en las ficciones de la pantalla, a causa de una horda de zombis, sino porque tal y como señala Peter Sloterdijk recuperando a Bismar: “[…] las sociedades sólo son sociedades mientras imaginen con éxito que lo son” y hoy la fantasía de la imaginación productiva se desvanece con rapidez y nos empuja a pensar que la política como el arte de lo posible es insostenible, pues hemos perdido la “[…] aptitud para salvaguardar el ámbito de la política frente a los excesos de lo imposible”.[11]

Así que al voltear la mirada al cine de zombis debemos tener presente que:

 

El único problema habrá de ser que, en esa búsqueda denodada, es posible que el lector acabe por toparse con un espejo al final del laberinto, y que la imagen de estos hambrientos caminantes le devuelva no otra cosa que su reflejo deformado, todo aquello que creía suyo visto ahora en estado de descomposición por efecto de esa otra plaga, mucho más velada que todos los cadáveres del mundo alzándose de la tierra, pero igual de virulenta, que supone el desarrollo de un nuevo capitalismo afectivo y mediático al que asistimos expectantes.[12]

 

El zombi ha prevalecido en las ficciones que oscilan entre un presente que se manifiesta como apocalíptico y un futuro postapocalíptico que se asume como la cancelación del mismo. De forma que el voraz consumo y la alta demanda del cine de zombis proviene de nuestra imposibilidad no ya de construir un futuro sino de imaginarlo. Habitamos en un bucle infinito que nos obliga a vivir en un presente eterno, arrojados más allá de la historia, más allá del sentido, condenados a vivir en el abismo de lo “monstruoso” del colapso económico, la crisis medioambiental y el fracaso de lo humano. Nos hemos convertido en esos seres en los que ya no reconocemos ni el más mínimo resquicio de “humanidad”, porque qué es lo humano después del fin del proyecto moderno y el auge del discurso transhumanista contemporáneo.

 

Los zombis son esos muertos que deambulan, existen ufanos en esa sed voraz de carne. Tal vez es allí donde nos mostramos más cercanos a ellos con nuestra sed insaciable de objetos y cosas en la que nos ha sumergido el capitalismo tardo moderno. Nuestras vidas, si es que aún podemos llamarlas así, se han reducido a un constante consumir. El futuro nos ha sido arrebatado y con él toda posibilidad de felicidad. No se ha equivocado Jameson al sostener que hoy nos es más fácil imaginar el fin del mundo antes que el fin del capitalismo y su sistema de consumo en el que no hay lugar para la felicidad, recordemos a Sigmund Bauman, quien afirma que en el mundo actual todas las ideas de felicidad siempre acaban en una tienda. En consonancia argumentativa los planteamientos de Lipovetsky en La felicidad paradójica, tienden a señalar que la actual civilización del deseo vive en una multiplicación infinita de “necesidades”, pues las sociedades capitalistas contemporáneas han inaugurado nuevas jerarquías de objetivos y nuevas formas de relacionarnos con las cosas. Nuestro “vivir” mejor se traduce como un vivir con “confort” y más que sujetos, más que ciudadanos somos consumidores.

 

En el cine de zombis los escenarios distópicos ya sean apocalípticos y/o postapocalípticos dan cuenta de un mundo más allá del capitalismo, pero también más allá de la vida tal y como la conocemos. ¿Será que la premisa que subyace a todos estos filmes es que no hay vida, formación, ni sentido fuera del capitalismo y su sistema de consumo? Tal vez no son ellos, los zombis, sino nosotros los condenados de la pantalla.

 

Bibliografía

  1. Bazin, André, ¿Qué es el cine?, Ediciones RIALP, Madrid, 1990.
  2. Brooks,Max, Guía de supervivencia, Books4pocket, 2013.
  3. Fernández Gonzalo, Jorge, Filosofía zombi, Ediciones Anagrama, Barcelona, 2011.
  4. Fernández Juárez, Gerardo, Antropologías del miedo, Calambur Editorial, España, 2008.
  5. Han, Byung-Chul, La sociedad del cansancio, Herder Editorial, Barcelona, 2012.
  6. Lyotard, Jean-François, La condición postmoderna, Cátedra, Madrid, 2006.
  7. Lyotard, Jean-François, La posmodernidad. Explicada a los niños, Gedisa Editorial, México, 2008.
  8. Sloterdijk, Peter, En el mismo barco. Siruela, Madrid, 2008.
  9. Steiner, George, La nostalgia del absoluto, Siruela, Madrid, 2007.
  10. Valenzuela Feijóo, José, Libertad y razón: Rousseau, Hegel, Marx, LOM ediciones, México, 2006.

 

Notas
1 Lyotard, Jean-François, La posmodernidad. Explicada a los niños, ed. cit., p. 13.
[2] Cfr. Steiner George, La nostalgia del absoluto, ed. cit., p. 22.
[3] Cfr. José Valenzuela Feijóo, Libertad y razón: Rousseau, Hegel, Marx, ed. cit., p. 137
[4] Fernández Gonzalo Jorge, Filosofía zombi, ed. cit p. 11.
[5] Ibidem, p. 12.
[6] Lyotard, Jean-François, La posmodernidad. Explicada a los niños, ed. cit., pp.15-16.
[7] Fernández Gonzalo Jorge, Filosofía zombi, ed. cit., p. 8.
[8] Han Byung-Chul, La sociedad del cansancio, ed. cit., 2012, p. 9.
[9] Fernández Gonzalo Jorge, Filosofía zombi, ed. cit., p. 12.
[10] Brooks Max, Zombi. Guía de supervivencia, ed. cit., p. 3.
[11] Sloterdijk Peter, En el mismo barco, ed. cit., p. 13.
[12] Fernández Gonzalo Jorge, Filosofía zombi, ed. cit., p. 13.