LA MUJER DEL PELO ROJO

FOTOGRAFÍA DE DIDIER MÉNDEZ

 

Carmen Tinajero
Testimonio clínico vivido en el Hospital psiquiátrico.
Tepoztlán, Mor. noviembre de 2021.

 

Una mujer de pelo rojo atrapa mi mirada en el salón de rehabilitación

Es hermosa, es joven, lleva la chispa de la locura inscrita en el cuerpo

parece ocupar todo el recinto de la fiesta en la semana cultural del hospital psiquiátrico

Se mueve con soltura, está en su casa

Su prisión no es la institución que le da el uniforme de loca sino el cuerpo que la contiene y hace  al mundo bailar a su ritmo, sin parar.

 

Casandra fiel a su nombre miente, envolviendo  su verdad en la locura que revela su belleza

Con bermudas y el saco de cuadros reglamentario, transforma el horror en fascinación. La dimensión freak la posee, y la nombra reina de los marginados.

No puedo dejar de verla, grabo su imagen en mi y busco sus palabras

 

Dormía en medio de mis padres dice, y mientras ellos cogían crecí como una flor salvaje. Tenía ocho años y no sabía, aún no sé, qué hacer con eso. . .

 

En medio de los locos muertos, vivo, ansiando correr mientras ellos duermen.

El mundo daba vueltas cuando mi madre me contaba de sus amantes y mi padre de sus amores jóvenes con niñas como yo.

 

Cuando crecí les fui poniendo nombre a mis vivencias: miedo, encantamiento, dulzura, consentida, piel, lujuria, dinero, ambición, tristeza, engaño, desolación, juegos, cuerpos desnudos, ¿paidofilia? sudor, asco, placer . . .

Sin saber qué hacer con las palabras que eran yo y ellos, me fundía en el insomnio de las noches nuestras.

 

Yo he sido fichera (porque a mis padres les gusta el dinero) anoréxica,  bulímica y drogadicta.

Me gusta vomitar, no puedo evitarlo después del sexo oral.

 

Mi padre tenía sesenta años y mi madre diecinueve cuando me tuvieron y luego entre mis hermanos me escogieron . . .

¡Se productiva! me decían, me dicen . . . y lo soy,

Soy fichera, sé ganarme la vida, que da vueltas en la magia de existir

Porque eso no es todo, conocí a un hombre del que me enamoré.

Conocí el amor cuando me sujetaba a sus pies,  fui su esclava y bebí con él, la amargura del engaño . . .

 

Casandra, Casandra, gritaba mi maestro de Derecho cuando venía el placer y yo pensaba en ese novio al que mentí y amé como imposible.

 

Me eché a andar como Antígona. ¿Qué mas podía hacer?

Dormía en la calle porque  la cama de asfalto olía mejor que el semen de mi padre.

 

Soy Casandra si, la condenada a vivir la verdad como mentira, la condenada a perder . .  . a la que nadie cree. Soy loca . . .

 

Loca, encerrada; muda de tanto hablar, abandonada en el manicomio donde bailo ahora  drogada con pastillas controladas  . . .  soy Casandra, soy sola, soy yo.

 

 

 

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