NICOLAES MAES “LA ESPÍA”
Resumen
Este trabajo es un ejercicio de lectura particular del texto “A la escucha” de Jean-Luc Nancy en la cual se destacarán los elementos del vínculo y la producción subjetiva acentuando de estos elementos que bordean el texto considerándoles no solo presentes sino constitutivos del abordaje en torno a la escucha, con su modo de reproducirse como de las particularidades que atraviesan el espectro sonoro y la relación que entabla con los sujetos.
Palabras clave: escucha, vínculo, producción subjetiva, posición subjetiva, relación en sí, resonancia sonora.
Abstract
This essay is an exercise of a particular way of reading the text “Listening” by Jean-Luc Nancy in which is emphasized the elements of linkage and subjective productions, accentuating the elements that border the text considering them not only present but constitutive of the approach around listening, with its way of reproduction and the particularities about the sound spectrum and the relationship with subjects.
Keywords: listens, bund, subjetive production, subjetive positioning, relationship itself, sound resonance.
El texto de “A la escucha” de Jean-Luc Nancy me parece un texto que permite amplificar reflexiones sobre temáticas en torno a la escucha como sentido, recorriendo sus características y los modos en que se constituye, como también la construcción de posturas subjetivas que rodean la escucha en el sujeto. Pero estos temas se extienden en muchos ámbitos, con lo que respecta a este trabajo se tratará de abordar el texto desde una lectura específica ubicada en la relación entre la producción subjetiva y el vínculo, temas que aparecen en el texto de Nancy.
La escucha es un elemento constitutivo del sujeto siendo un sentido humano, pero esta dimensión también tiene características conformadas por los procesos subjetivos de la vida social que lo componen. Poder o no escuchar demarca una serie de elementos importantes del proceso de la experiencia social del sujeto. De igual forma, la injerencia de la escucha construye posturas subjetivas al grado de generar “figuras” producto de la preponderancia de su influencia en los sujetos, configurándolos, conformándolos para un quehacer, a una actividad. La escucha también genera modificaciones subjetivas en los sujetos conformándolos, produciendo posturas que disponen ciertas predisposiciones, de ahí la frase “a la escucha”, la cual destaca un posicionamiento.
Por ello el trabajo se centra en las particularidades de la producción subjetiva con respecto al proceso de vinculación, pues creemos que en ese rubro hay muchos elementos a destacar sobre “estar a la escucha”, porque parece que el autor retoma la problemática, aunque no directamente, es una temática que atraviesa el trabajo de manera constante.
De ahí en más, solo quisiera decir que es un homenaje de mi parte al autor, que ha sido una voz escrita que ha acompañado muchas reflexiones particulares y me ha llevado a ampliar mi interés por las problemáticas sobre la escucha y los sonidos. Este texto es una ampliación de ese dialogo que ha despertado la “voz en off” que el autor ha extendido en este texto y este es resultado de mis exploraciones particulares.
Partamos de una pregunta que nos hace Nancy “¿Qué es existir según a la escucha, por y para ella, y qué elementos de la experiencia y la verdad se ponen en juego allí?”,[1] poniendo varios elementos dentro de la cuestión: primero, plantea que hay una posibilidad de existencia dispuesta a la escucha, es decir, a la construcción de un sujeto de la escucha; consecuentemente esbozara que de esta disposición emergerán dos elementos fundamentales, la experiencia y la verdad como resultado de las practicas subjetivas.
La pregunta nos encamina a cuestionarnos sobre las resonancias de la escucha a partir del posicionamiento del sujeto además de comprender que estar a la escucha es una disposición para el sentido en dos acepciones: como “entendimiento” el cual sostiene una verdad, y como escucha, como “lo sonoro”, pensando que lo sonoro nos remite al sonido como lo audible, lo sensitivo (por ello mismo, cercano a la experiencia). Estos puntos no son equidistantes, sino que se entremezclan, muchas veces no hay puntos de diferenciación. Entre ambos erigen la condición del sujeto situado para la escucha. Nancy dirá entonces que “estar a la escucha” es una “tonalidad” ontológica, una construcción de un sujeto, de los atravesamientos que tejen la trama subjetiva.
La tonalidad ontológica planteada despierta la siguiente pregunta ¿Cuál es el fundamento de “estar a la escucha”?, toda disposición hacia la escucha tiene la intención de articular un sentido; un sonido extraño en la noche nos hace poner atención, pues en sí, el ruido ya nos ha producido un sentir; luego, “aguzamos” el oído para saber lo que produjo el ruido. El sentido de la experiencia y del entendimiento son lo que encarnan la disposición del sujeto a la escucha. “En todo decir (y quiero decir en todo discurso, en toda cadena de sentido) hay un entender, y en el propio entender, en su fondo, una escucha; lo cual querría decir: tal vez sea preciso que el sentido no se conforme con tener sentido (o ser ‘logos’), sino que además resuene”.[2]
“Resonar” es una condición específica de lo sonoro,[3] donde el sentido tiene una condición específica: el sentido es de difícil acceso debido a la condición resonante: apenas lo aprehendemos y se nos escapa en su vibración, alcance y propagación. Suponiendo un primer instante espontaneo, posiblemente se nos escape el sentido “originario”, las resonancias se propagan y resuenan en su propagación, no hay un origen o un momento primero, hay eco, propagación; en una posición de escuchante, logramos aprehender el sentido de la experiencia y el entendimiento, pero no implica que su resonar termina, pues se extiende a las implicaciones mismas que el sentido produce. Incluso que genere un sentido en un sujeto solo nos habla de la condición ampliada del sonido y su condición de propagarse en tanto verdad, experiencia y sentido múltiple.
Por ello, estar “tendido” hacia el sentido es una postura, en tanto se “está-ahí”, como también es la necesidad de ponerse en disposición para la aprehensión del discurso y la experiencia que la producción sonora transmite.
Estar a la escucha es siempre estar a orillas del sentido o en un sentido de borde y extremidad, y como si el sonido no fuese justamente otra cosa que ese borde, esa franja o ese margen: al menos el sonido escuchado de manera musical, es decir, escogido y escrutado por sí mismo, no, empero, como fenómeno acústico (o no solo como fenómeno acústico) sino como sonido resonante, sentido en que se presume que lo sensato se encuentra en la resonancia y nada más en ella.[4]
El sentido como un “borde” parece ser una metáfora que condensa idóneamente las exploraciones de Nancy. Inaprensible, el sentido será un hueco, como un “barranco”, un espacio por llenar o intransitable, por eso solo logramos “estar a las orillas”, es la cercanía más próxima de la escucha.
El sentido es lo más lejano y próximo a nosotros y la postura de “estar a la escucha” implica ponerse en tensión, ante el sentido, orillándose al entendimiento y la experiencia; tensionarse, resonar.
La “resonancia” es el modo en que aprehendemos el sonido y por ende el sentido, partiendo de una condición especifica: al tocar una cuerda de guitarra o un tambor hacemos resonar el cuerpo del instrumento, se tensa y produce un sonido que emitirá a su vez un sentido, siempre transmitido y que resonará en el cuerpo del escucha. La resonancia no solo es un modo en que se propaga lo sonoro, sino también cómo cobra relevancia en la experiencia subjetiva y a su vez, el modo en que el sentido puede retumbar en el sujeto. Resonar es propagar el entendimiento y la experiencia aprehendida, transmitida y emitida, nunca simétricamente, siempre particular, puesta en tensión al borde de la reproducción sonora, “re-sonar”, sonar otra vez, sentir otra vez, entender otra vez.
Además de la reproducción sonora incesante que implica la resonancia, Nancy nos dirá que “[…] sonar es vibrar en sí mismo o por sí mismo”,[5] es decir, la resonancia también es un “acto de sí”, se extiende como parte de la conformación subjetiva, parte de los atravesamientos que constituyen a los sujetos, sobre todo con respecto al espectro sonoro. “Re-sonar” no solo remite al modo en que lo sonoro se dispersa o toca los sujetos, sino a los ecos subjetivos que produce en él. El sonido entonces es producto de la experiencia y el entendimiento y viceversa, la resonancia es la naturaleza de como el sonido se reproduce y conforma a los sujetos, entre entendimiento y experiencia es como el sonido logra tomar parte en el acto de sí de los sujetos. De igual forma, estar a la escucha es una conformación subjetiva que es producida por un posicionamiento expresado en la disposición del sujeto: “[…] estar a la escucha será siempre estar tendido o en un acceso al sí mismo”.[6] Resonar es un acto de doble dirección, toca al sujeto, le hace sonar en sí mismo, produce ecos “de sí”, pero también lo hace parte de la reproducción sonora; al ser tocado por la resonancia sonora, el sujeto también es un participante activo, se vuelve un receptáculo que reproduce desde sí el sentido del sonido, ya forma parte de su despliegue. “[…] el sentido y el sonido comparten el espacio de una remisión, en el que al mismo tiempo remiten uno a otro, y que, de manera muy general, ese espacio puede definirse como el de un sí mismo o un sujeto. Un sí mismo no es sino una forma de remisión: está hecho de una relación consigo o de una presencia a sí”.[7]
El “sí mismo” entonces será entendido por el autor, como una remisión, como una pauta entre un adentro y afuera, con el que tengo una relación, de propiedad (en tanto propio) como ajeno, por eso puedo establecer una relación con ello. Esto nos lleva “a las orillas del sonido” y la postura ante la escucha, nos conduce a concebir el registro sonoro que remite al sujeto. La pregunta será ¿Qué sujeto?
El sujeto de la escucha en dos sentidos, uno conformado por el resonar de la escucha y otro por el posicionamiento para la escucha. Estas dos características específicas que no se reducen al “emisor-receptor” clásico del modelo comunicativo, son dos modos de concebir la influencia de lo sonoro en el sujeto; pensemos por la injerencia sonora como un aspecto por el que la generalidad de los sujetos estamos atravesados. Mientras que el posicionamiento hacía la escucha podría remitirnos a un “disponerse para la escucha” o “modificarse para la escucha”. Ambas nos remiten a la “tonalidad ontológica” antes rescatada del autor, pero cada una parte de supuestos diferentes y tiene niveles de injerencia diferentes; para el primero (también para el segundo) es un atravesamiento en su conformación, es el sonido siendo parte constitutiva de sí, entre muchos otros elementos sensoriales; para el segundo, significa relegar a los demás aspectos sensoriales dándole una preponderancia constitutiva a la escucha en su quehacer continuo.[8]
Estas dos maneras de comprender a los sujetos las introduce Nancy y parece que nos remiten al problema de este escrito, pues al pensar la relación que se establece con el espectro sonoro nos induce a pensar la constitución de un “sí mismo” como “instancia subjetiva” que permite entablar una relación con el exterior, que cobra importancia a partir en ese vínculo pues se encuentra en tensión en tanto es “sí misma” para la injerencia externa que hay en el sujeto. En ambos destinos subjetivos podemos comprender distintas dimensiones del proceso que implica “sujetarse” en la escucha.
En el recorrido hecho hasta ahora, Nancy introduce uno de los problemas planteados en este texto, pues nos mete a la encrucijada sobre la injerencia que tiene lo sonoro en el sujeto; para ello nos dirá que es en tanto hay una resonancia en el “sí mismo”, a la vez, nos dice que no se refiere al “sí mismo” como una “instancia singular”, de un sujeto concreto. El siguiente elemento por considerar se centrará entonces en ver de qué manera está articulado este “sí mismo”, así como su expresión y los procesos constitutivos.
Dirá que al referirse a un “sí mismo” no habla de un “yo” concreto, pues este surge de la remisión infinita del espectro sonoro, la cual también encuentra fundamento en la conformación de un “él”, un “sujeto-otro”. Entonces Nancy establece la tensión del “sí mismo” entre un “él-yo” para decirnos que no trata de una “concretud particular”, ajena o cercana. Dirá que “Cuando estamos a la escucha, estamos al acecho de un sujeto”[9] (remitiéndonos a una instancia que “en sí” no se puede reconocer como tal), que con respecto a la acción audible se dispersa en resonancia.
Acechar no es un acto de vigilancia, advierte, sino de “remisión simbólica”[10] (en el caso del sonido), es decir, a la espera de un sentido, pero uno que remite, que apunta (¿apuntala?) a un “proceder”. En este texto se considera que dicho punto de partida tendría lugar en las mismas particularidades que atraviesan el sonido: experiencia y entendimiento como procesos circulantes en el proceso de aprehensión de sentidos por parte de los sujetos a la escucha. El acecho como una práctica subjetiva que intenta comprender el fundamento del sonido, entonces significará abrirse en la búsqueda de sentido, en una actividad productora de comprensión (por ello la experiencia y el entendimiento como elementos constitutivos del sonido y la escucha).
Si bien Nancy no renuncia a la idea de un sujeto concreto, porque incluso ahora nos invita a reflexión sobre el “estar al acecho” de uno, en tanto escucha como también del productor de sonido, es necesario comprender a que sujeto del “sí mismo” nos orilla a comprender. La siguiente cita da pie a seguir ampliando la reflexión con respecto al tema:
Estar a la escucha es, por tanto, ingresar a la tensión y el acecho de una relación consigo mismo: no, es necesario subrayarlo, una relación <<conmigo>> (sujeto supuestamente dado), ni tampoco con el <<sí mismo>> del otro […] sino la relación en sí, para decirlo de alguna manera, según forma un <<si mismo>> o un <<consigo>> en general, y si algo semejante sucede acaso al final de su formación. Esto significa, por consiguiente, pasar por alto el registro de la presencia a sí.[11]
A partir de esta cita, Nancy nos lleva a una comprensión de esa dimensión de “sí” en los términos en que significa estar a la escucha; no es una propiedad concreta de un sujeto mismo u otro, sino uno que surge de la “relación entre sí”, es decir, es a partir de que hay un mismo y otro que se puede formular la postura del escucha, pero no porque su particularidad de presencia posibilite el acto de la escucha o la producción sonora, sino porque es el medio que los relaciona el que produce la posibilidad de entablar esta postura.
Al decirnos que debemos “ingresar a la tensión y al acecho” invita a esclarecer tanto características como modos de comprensión del “sí mismo”: a partir de la tensión producida por la relación entre “mismo y otro” entendiendo que son procesos asimétricos o irresolubles, estos se dan a partir de esta tensión generada por su propia relación; como lo es el acecho del sonido que nos expresa la “naturaleza” del sonido, pues al expresarse como resonancia, “captar” el sonido implica la modificación del sujeto para entablar esa modulación o posición de comprensión ante el espectro audible. En ambos casos debemos ingresar, entrometerse si se quiere, en un proceso que tense y permita aguzar el sentido del sonido, poniendo en tensión las posturas subjetivas dentro de la relación establecida. Ingresar a la tensión del sonido es una postura subjetiva, estar a la escucha significa ponerse en disposición del vínculo, de establecer contacto con el “sí mismo” del sonido.
Se dibuja en el desarrollo de Nancy entonces un horizonte de comprensión: el sonido es experiencia y entendimiento, el cual se dispersa, resuena, produciendo una serie de alcances sonoros y por ende, de sentido que propician amplificaciones en las experiencias y los entendimientos producto de la vinculación, del “relacionarse con sí mismo”, entrando en el proceso subjetivo de la resonancia en “sí mismo y consigo” como acto de multiplicidad del proceso de constitución de un “sujeto para/de la escucha”.
Además, nos dirá:
Por esa razón, la escucha […] puede y debe aparecérsenos no como una figura del acceso al sí mismo, sino como la realidad de ese acceso, una realidad, por lo tanto, indisociablemente <<mía>> y <<otra>>, <<singular>> y <<plural>>, así como <<material>> y <<espiritual>> y <<significante>> y <<asignificante>>. Esa presencia no es, en consecuencia, la posición de un estar presente […] Es presencia en el sentido de un <<en presencia de>> […] Por eso es, ante todo, presencia en el sentido de un presente que no es un ser […] sino, más bien, un venir y un pasar, un extenderse y un penetrar.[12]
La escucha no es un acceso al sí mismo en tanto no hay una singularidad (ya no digamos individualidad) en su proceso, sino es en tanto multiplicidad de elementos que lo conforman, es imposible pensar un sentido propio de la escucha porque está construida por atravesamientos. Que la naturaleza del sonido sea entendida como un resonar, es decir, una producción incesante de sonidos que se amplifican y diversifican en su “relación en sí”, en su ser en tanto relación.
El sonido como presencia amplifica la complejidad de la escucha pues al entender que no es imperante en tanto un presenciar o “estar-ahí” (pensando en la parte fenomenológica) sino en un presente espacio-temporal, un momento que converge con respecto a lo que llamamos sujeto. Nancy habla de un “extenderse” y “penetrar” pues el sonido en tanto es captado por un escucha no es que se acote anidado en quien llega a percibirlo, sino que se toca al sujeto solo para amplificarse, reproducirse en tanto experiencia y entendimiento pues, aunque haga que el sujeto “comprenda” y “vivencie” el sonido este siempre tendrá una modificación en tanto no es una experiencia y entendimiento “dado”, sino “dándose”. Pero es necesario destacar también el penetrar pues supone tener una injerencia en el sujeto en tanto es una conformación de atravesamientos vinculares y subjetivos.
La realidad del sonido y, por tanto, la naturaleza de estar a la escucha, siempre se da en tanto una relación, ni otra ni mía, solo es-entre-dos, sin disociación entre ambos. Esta es una encrucijada que emerge de las reflexiones de Nancy, pues solo existe en tanto hay una relación, no en una disociación de cada parte, pero para que una relación exista debe haber esta diferenciación entre lo “mismo” y lo “otro”. La “relación en sí” es una producción de estas partes, pero no en tanto nos remite a una entidad propia o externa, es en el tiempo y espacio en el que se suscita: “[…] estar a la escucha es estar al mismo tiempo afuera y adentro, estar abierto desde afuera y desde adentro, y por consiguiente de uno a otro y de uno en otro”.[13]
Además, Nancy dirá que “[…] esa presencia siempre está, entonces, en la remisión y el encuentro”,[14] con ello da más pistas sobre las condiciones de la relación en sí como productora del sonido y la escucha. Habrá que ubicar la remisión como condición que caracteriza la naturaleza del sonido en tanto se reproduce, expande y amplifica, teniendo en cuenta siempre que el sonido es experiencia y entendimiento es a partir de estas dos instancias que lo constituyen como podemos comprender que se extiende, en tanto hay punto de encuentro en la relación, en tanto hay algo que el sonido transmite más allá de ondas físicas. Es por estos dos componentes que el sonido es en tanto hay una relación, pues experiencia y entendimiento solo surgen de los atravesamientos subjetivos compuestos por una trama social, es por ello por lo que el sonido se amplifica, en tanto se reproduce debido a sus condiciones subjetivas producto del vínculo.
Nancy habla de una producción sonora y de la escucha en tanto es una composición social, indivisible del proceso de vinculación: solo constituye un sí mismo en tanto es una instancia de reproducción, producto de un presente espaciotemporal, no particularizado en una instancia concreta. El sujeto del que nos habla Nancy es una serie de atravesamientos, de resonancias experienciales y de sentido: “[…] el sujeto de la escucha siempre está aún por venir, espaciado, atravesado y convocado por sí mismo, sonado por sí mismo”.[15] El sujeto de la escucha no cesa de aguzar, retumbar, tensionar; es en tanto no deja de devenir.
(Homenaje)
Escuche “por ahí” que murió. Escuché que su presencia había acabado. Parecía extraño pues particularmente nunca había pensado que cesaría. Busqué y era cierto, incluso vi que ceso de venir hace más de un mes y yo jamás lo pensé ni sentí que lo dejase de hacer. Hay que darle vueltas al asunto; ¿Qué acabo de él? ¿Quedó algo de él? ¿Qué es esto a lo que recurro para leer y luego escribir?
Busqué el libro de referencia, hojeé los mil elementos que destaqué de su obra y di con una referencia al final del segundo capítulo (antes de iniciar el “Coda”) particularmente interesante para el momento: “[…] esa piel tensa sobre su propia caverna sonora, ese vientre que escucha y se extravía en sí mismo al escuchar el mundo y extraviarse en él en todos los sentidos, no son una <<figura>> para el timbre ritmado, sino su propia apariencia, mi cuerpo golpeado por su sentido de cuerpo, lo que antaño se llamaba su alma”.[16]
Encontré lo que hallaba al acudir a sus reflexiones, señaladas por las mías: una particularidad del “sí mismo”. El alma, el hombre, no son más que atribuciones que damos al extravío del mundo sonoro en el sí mismo, son la apariencia del sentido y la experiencia que tocaron un sujeto-caja-de-resonancia, lo atravesaron y lo fueron conformando. Nancy, uno que resonó en una dimensión escritural, me respondió sobre sí mismo en ese fragmento y además produjo eco de caverna a caverna.
Bibliografía
- Foucault, Michel; “Clase del 3 de marzo de 1982” en La hermenéutica del sujeto, Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 2006
- Nancy, Jean-Luc, A la escucha, Amorrortu editores, Buenos Aires, 2015.
Notas
[1] Nancy Jean-Luc, “cap. 1” en A la escucha, Op. cit., p.16.
[2] Ibidem, p.18.
[3] Aunque el propio Nancy nos invita a pensar la posibilidad de hablar sobre un “ruido visual”.
[4] Nancy Jean-Luc, Op. cit., p.18.
[5] Ibidem p. 21.
[6] Ibidem p. 25.
[7] Ibidem p. 24.
[8] Con respecto al tema, Michel Foucault trabaja sobre la “ascesis filosófica” en donde profundiza sobre la conformación del sujeto, pensando en una “técnica para la vida”, idea muy emparentada con sus reflexiones sobre las “Tecnologías del yo”, pensando en el “arte de la escucha”. Véase Foucault, Michel, “Clase del 3 de marzo de 1982” en La hermenéutica del sujeto, Editorial Fondo de Cultura Económica, México, 2006, pp. 315- 336”.
[9] Jean-Luc Nancy, Op. cit., p. 25.
[10] Ibidem p. 25.
[11] Ibidem pp. 29-30.
[12] Ibidem pp. 30-32.
[13] Ibidem p. 33.
[14] Ibidem p. 38.
[15] Ibidem p. 46.
[16] Ibidem, p. 88.
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