Una reflexión en torno al Dispositivo en Foucault

 

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IMAGEN TOMADA DE LA CUENTA DE FACEBOOK MAL-DE-OJO

 

Resumen

El presente artículo explora algunas cuestiones en torno al dispositivo foucaultiano, particularmente, las relacionadas con la heterogeneidad de los elementos que le componen. Explora, además, la lectura que Deleuze y Agamben hacen de lo no-dicho. Por otro lado, en la parte final, compara la racionalidad del dispositivo con algunos elementos de la complejidad.

Palabras clave: dispositivo, positividad, visibilidad, Foucault, Deleuze, Agamben.

 

Abstract

This article explores some issues around the foucauldian apparatus (dispositif), particularly those related to the heterogeneity of the elements that compose it. It also explores Deleuze and Agamben’s reading of the “not-said”. On the other hand, in the final part, he compares the rationality of the apparatus (dispositif) with some elements of complexity.

Keywords: apparatus (dispositif), positivity, visibility, Foucault, Deleuze, Agamben.

 

 

[…] ¿son las oficinas el castillo? Y aun cuando las oficinas pertenezcan al castillo, ¿son las oficinas el lugar donde Barnabás puede entrar? Él entra en oficinas, pero sólo son una parte de todas ellas, después hay barreras y detrás hay más oficinas […] Puede entrar en una oficina, pero ni siquiera parece una oficina, más bien una antesala de las oficinas, quizá ni siquiera eso, quizá se trate de una habitación donde se tiene que mantener a todos aquellos que no pueden entrar en las oficinas.

Kafka, El castillo.

 

Hablar del dispositivo en Foucault, a sabiendas que tal será leído, muy probablemente, desde un dispositivo de vigilancia moderno (de esos que hoy, y desde que iniciara la pandemia, se han hecho imprescindible), parece una suerte de traición o inconsistencia, tal, sin embargo, es la expresión material del síntoma, la muestra irrevocable de que el francés tenía razón al precavernos sobre su despliegue, sobre su incidencia en la subjetividad (o subjetivación, como solía decir Foucault).

 

Digo dispositivo y, sin duda, para muchos, estoy a punto de decir un par de obviedades, pues, todos sabemos, en su uso práctico (en el día a día), qué es un dispositivo. Evidentemente, es una palabra de uso corriente, por ello, se corre el riesgo de hacer pensar al que escucha o lee que estamos a punto de decir algo poco filosófico. Lo que es más grave, se puede objetar que la labor filosófica, que es creación de conceptos, no debe recurrir a una palabra tan común (de la cual se tiene una precomprensión tan basta y marcada) para abordar una reflexión que pretenda ser profunda.

 

Pese a ello, las líneas que siguen están dedicadas al dispositivo, pues, como trataré de mostrar, tal noción tiene mucho aún que aportar, en ella se asoman intuiciones complejas que es necesario dilucidar.

*

Más de treinta y cinco años han pasado desde la muerte de Michel Foucault y, sin duda; podríamos decir, es actualmente uno de los filósofos más comentados y citados. Su importancia viene de haber apuntalado categorías y conceptos que permitieron hacer una ontología de nosotros mismo o, como solía decir él, una ontología del presente. En grado tal pudo discernir lo que se estaba viviendo, las transformaciones que se estaban sufriendo, que, no sería errado afirmar: el final del siglo pasado, tanto como el inicio de éste, han sido foucaultianos. “Tecnología”, “dispositivo”, son algunos de los términos que demuestran que, ya en su lenguaje, estaba colocado en un presente demasiado presente.

 

Dispositivo fue uno de los conceptos de más calado en el trabajo de Foucault. Aparece como una noción madura, de hecho, se sitúa como uno de los conceptos claves dentro de la analítica del poder. Tal noción queda apenas esbozada tanto en Vigilar y castigar como en La voluntad de saber. Sólo será en una entrevista de 1977, titulada El juego de Michel Foucault, donde trataría de definirla extensamente, ahí dirá lo siguiente:

 

Aquello sobre lo que trato de reparar con este nombre es […] un conjunto resueltamente heterogéneo que compone los discursos, las instituciones, las habilitaciones arquitectónicas, las decisiones reglamentarias, las leyes, las medidas administrativas, los enunciados científicos, las proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas. En fin, entre lo dicho y lo no dicho, he aquí los elementos del dispositivo. El dispositivo mismo es la red que tendemos entre estos elementos. […] Por dispositivo entiendo una suerte, diríamos, de formación que, en un momento dado, ha tenido por función mayoritaria responder a una urgencia. De este modo, el dispositivo tiene una función estratégica dominante […]. He dicho que el dispositivo tendría una naturaleza esencialmente estratégica; esto supone que allí se efectúa una cierta manipulación de relaciones de fuerza, ya sea para desarrollarlas en tal o cual dirección, ya sea para bloquearlas, o para estabilizarlas, utilizarlas. Así, el dispositivo siempre está inscrito en un juego de poder, pero también ligado a un límite o a los límites del saber, que le dan nacimiento, pero, ante todo, lo condicionan. Esto es el dispositivo: estrategias de relaciones de fuerza sosteniendo tipos de saber, y [que son] sostenidas por ellos.[1]

 

De esta cita tomó relevancia, en su momento, la cuestión de lo dicho y lo no-dicho. Para aquellos familiarizados con la obra de Foucault “lo dicho” refería, concretamente, al aspecto discursivo de la arqueología. Señalar lo no-dicho, como elemento también relevante del análisis, hacía pensar que lo discursivo, desplegado en la primera parte de su trabajo, era limitado. Siguiendo la ruta posterior en el trabajo de Foucault, parecía evidente, lo no-dicho refería a las relaciones de poder. Así, lo dicho sería lo discursivo y lo no-dicho estaría constituido por el poder.

 

De entre todos los comentaristas sólo Gilles Deleuze, en su momento, se aventuró en una lectura diferente sobre lo dicho y lo no-dicho. Deleuze nos presenta una pareja base en su interpretación de Foucault: Ver y hablar. Con esto refiere a las condiciones de posibilidad de ver y hablar o, mejor dicho, las condiciones de posibilidad de la visibilidad y la enunciabilidad. Dice Deleuze: “Lo discursivo tiene relaciones discursivas con lo no-discursivo, es decir, el enunciado tiene relaciones enunciativas con lo no-enunciado, con lo visible”.[2] Son interesantes los datos biográficos que Deleuze aporta en torno a la miopía de Foucault y la importancia, por tanto, que para el autor de Las palabras y las cosas tenía la vista. Una pasión por ver, señala Deleuze, es la impronta que reluce en el trabajo de Foucault.[3] Siguiendo estas tesis, Foucault se interesa por encontrar, en una época, lo que la define, “por lo que ve y hace ver y por lo que dice y hace decir”,[4] porque, como señala Deleuze, “un régimen de “decir” es la condición de todas las ideas de una época, mientras que un régimen de “ver” es la condición de todo lo que hace una época.[5]

 

No es difícil encontrar argumento a favor de lo que dice Deleuze, por ejemplo, tantos Las palabras y las cosas como Historia de la locura en la época clásica, el elemento pictórico refiere a un tipo de experiencia. El Bosco, Brueghel, Goya, Velázquez, Magritte, aportan experiencias que trascienden los ámbitos discursivos, de hecho, sin éstos, la exposición de los textos quedaría incompleta.

 

Para resaltar la importancia de la visibilidad, Deleuze establece un interesante paralelismo entre el Hospital y la prisión. Ambos son arquitecturas donde se ve, son lugares que hacen ver o implican cierta manera de ver. Una arquitectura es, sí un agregado de piedras (cosas), pero es, antes que nada, un lugar de visibilidad, dice Deleuze: “Antes de esculpir piedras, lo que se esculpe es la luz”.[6] De esta manera, la arquitectura es la instauración de un campo de visibilidad. La prisión y el hospital son esculturas de luz. El dispositivo, en todo caso, supondría un engarce entre estas dos condiciones de posibilidad del decir y del ver, esto es, lo discursivo y lo visible (o no-discursivo), aunque entre ellos, como explica, existe una “no relación”.[7] En fin, sin duda, agotar lo que dice sobre este tema Deleuze pasa por una exposición amplia de su curso, dicha tarea rebasa las posibilidades de este escrito. Lo que a primera vista salta es que Deleuze está preocupado por ampliar la experiencia de lo no-dicho y, por tanto, del dispositivo.

 

Otra lectura interesante a este problema es la que nos ofrece Giorgio Agamben.[8] El italiano inicia su análisis del dispositivo con una filología, o más correctamente, un rastreo, en el trabajo de Foucault, de ese concepto. Su estrategia consiste en estudiar una idea arqueológica cercana al dispositivo, esta es, según Agamben, positividad.[9] Podemos asentir a lo señalado por Agamben pues dicho concepto se puede encontrar desde la Historia de la locura en la época clásica. En ese texto, la positividad es aquello que da cuenta del discurso de la locura, lo que de ella se puede decir, concretamente, lo que de ella dice la psicología o la psiquiatría.[10] Frente a esta positividad, detrás de ella, previa a ella, nos encontramos con la ausencia de obra, con el silencio de la locura. Como si la positividad fuese todo aquello dispuesto por el saber en torno a la locura, como algo, ajeno, de hecho, a la misma, como un orden discursivo impuesto sobre el fenómeno.

 

Es en Arqueología del saber que podemos constatar, de manera más evidente, el lugar de la positividad. Dirá ahí Foucault que la positividad de un discurso: “[…] define un campo en el que pueden eventualmente desplegarse identidades formales, continuidades temáticas, traslaciones de conceptos, juegos polémicos. Así la positividad desempeña el papel de lo que podría llamarse un a priori histórico”.[11] Si alguna duda cabe que esta positividad se encuentra cercana a la posterior noción de dispositivo vale la pena reconocerle dos características más, dirá Foucault “[…] este a priori (condición de realidad) debe dar cuenta de los enunciados en su dispersión”[12] esto, sin duda, recuerda la relación de conjuntos heterogéneos. Agregando la posterior noción de acontecimiento dirá: “El a priori de las positividades no es solamente el sistema de una dispersión temporal; él mismo es un conjunto transformable”.[13]

 

Regresando a Agamben, éste señala que el concepto de positividad lo toma Foucault de Jean Hyppolite que, a su vez, lo habría reconocido en el trabajo de Hegel. Efectivamente, es en el capítulo tercero de “Razón e historia” (de la Introducción a la filosofía de la historia de Hegel) que Hyppolite desarrolla dos ideas en este autor: positividad y destino. Ahí la positividad es un término que se encuentra en el contexto de la oposición entre religión natural y positiva. La religión natural es propia de la naturaleza humana, mientras que la religión positiva es histórica y comprendería el conjunto de creencias, de reglas y de rituales asumidos por el culto en cierto momento histórico. Hyppolite trata de explicar con una pregunta a la religión positiva “¿Qué es lo positivo, en efecto, si no es lo dado, lo que parece imponerse desde el exterior a la razón?”.[14] Hyppolite cita a Hegel que habría señalado: “Una religión positiva implica sentimientos que están más o menos impresos mediante constricción en las almas; acciones que son el producto de un mandamiento y el resultado de una obediencia…”.[15] En una nota, por demás interesante, Hyppolite agrega que es a cuento de esta positividad que Hegel piensa por primera vez la relación amo y esclavo. Esto quiere decir que es justo en una religión positiva donde “[…] el hombre es un esclavo frente a Dios, obedece a Mandamientos que son extraños a su voluntad y su razón”.[16] Una religión positiva es, por tanto, una religión fundada sobre la autoridad. La religión positiva hace de Dios un amo, pero del hombre hace un esclavo y le desarrolla sentimientos de esclavo. Dice Hegel, a cuento de la positividad, “este elemento histórico se nombra, en general, autoridad”.[17]

 

¿Qué podemos concluir entonces de este giño que ha hecho Agamben para definir el concepto de dispositivo en Foucault? que reconoce, en el fondo de este concepto, latir una intuición hegeliana.[18] Además, y quizá más importante, desde esta lectura de Agamben, el francés se encuentra ocupado en desentrañar la estructura autoritaria e impuesta detrás de la positividad. En la parte genealógica, dispositivo es una forma de rebautizar ese problema, una manera de acercarse a los juegos de poder que constituyen a la subjetivación y que suponen la presencia de un elemento autoritario de base.

Agamben señala otro rasgo de vital importancia: el dispositivo es, más que una tecnología de poder, un concepto operativo que tiene un carácter general. Su función, como concepto es desplazar del centro a la discusión los Universales: Estado, Soberanía, Ley, Poder. Después, el texto de Agamben describe las tres acepciones que enmarcan el concepto de dispositivo en Foucault y que revelan tres sentidos: sentido jurídico, tecnológico y militar.[19] Hasta ahí va de la mano con Foucault, en lo que sigue, desentraña la raíz latina de la palabra dispositivo (dispositio) y su cercanía con la oikonomía griega, además, nombra como heredera de este problema a la Gestell, tema de la reflexión heideggeriana. Dejo hasta aquí en análisis de Agamben sobre el dispositivo pues lo sucesivo es más bien su propuesta que se decanta, por cierto, por una profanación del mismo.[20]

 

Confrontando las lecturas antes analizadas; mientras Deleuze amplía el campo de comprensión de aquello señalado como no-dicho, abordando un horizonte de experiencia nuevo. Agamben (sin poner el acento en la separación entre lo dicho de lo no-dicho) buscaría dilucidar el carácter del dispositivo en su conjunto. Me parece que una de las principales contribuciones de Agamben es subrayar que en el dispositivo existe un elemento central que ordena sin hablar y dispone sin argumentar. Lo más importante en la reflexión sobre el dispositivo es el elemento autoritario que ha “dispuesto” el orden de la realidad y, sobre todo, de la vida, de ahí la necesidad imperiosa de su profanación, según Agamben. En ese sentido, la interpretación de Agamben se muestra propositiva e implica colocarse en resistencia frente a estas disposiciones.

 

Es acá que quiero señalar algunas cosas, retomar elementos de estas dos lecturas para aportar algunas intuiciones complementarias. Quiero reparar, primero, en los conjuntos heterogéneo y en que el dispositivo sustituye los conceptos tradicionales como Estado y Soberanía ¿Por qué los sustituye? Porque éstos se comprenden, tradicionalmente, desde una lógica causalista y lineal. En ese sentido, el dispositivo es mucho más un concepto complejo que, hasta cierto punto, se puede entender más desde la lógica de un bucle recursivo, donde el fenómeno social no tiene una fuente causal.[21] El dispositivo demuestra que no se puede recortar la realidad, que cualquier intento por encontrar una representación de la misma es, meramente, arbitrario.[22] El dispositivo no puede ser seccionado, para ser comprendido debe entenderse como una red de sentido que articula elementos diversos. De hecho, aún lejanos y disimiles, los elementos forman parte de un solo entramado.

Por otro lado, el dispositivo, es transversal, la escuela sigue el modelo de la fábrica, la fábrica el de una cárcel, la cárcel, de hecho, es un tipo de escuela.[23] René Lourau, con el análisis institucional, por lo menos en lo transversal, es cercano a la reflexión sobre el dispositivo, aunque, claro, en su explicación de los devenires de la institución es hegeliano.[24] Como el mismo Deleuze lo muestra, la conformación de las instituciones, sus discursos, tiene una procedencia sui generis: el hospital tiene como base el discurso jurídico, más que el médico, esto es, en el hospital no se cura.[25]

 

Además de lo señalado, el dispositivo es dinámico, ello lo muestra su carácter de acontecimiento, por otro lado, en tanto que estratégico, está condicionado por una serie de elementos de naturaleza temporal e histórica.

 

Pasemos a otras características menos evidentes que, el mismo Foucault, omite. El dispositivo trabaja por acumulación, se va desplegando a todas las esferas de lo humano, imponiendo un sentido, obturando otras posibilidades y modos de vida. Imprimiendo su lógica a todos los espacios, las formas, etc., en otras palabras, tiende a la totalidad. Dispositivo es la palabra que emplea Foucault para dar cuenta del despliegue de una cierta racionalidad que, a lo largo y ancho de las cosas, los saberes, las relaciones, establece su dominio de saber-poder sobre la vida. En su afán expansivo, el despliegue del dispositivo contiene, en su interior, todas las contradicciones.[26]

 

Al inicio de El orden del discurso Foucault se pregunta, a cuento de la censura y del orden que implica todo discurso ¿qué hay de malo con que la gente hable?[27] Esta no es una pregunta menor pues el francés ve, detrás de las palabras, luchas, peligros que harían tambalear la autoridad del discurso.[28] Encabalgándonos con esta pregunta, podemos decir, pensando en la tendencia a la totalidad del dispositivo ¿qué hay de malo en que quede un espacio sin llenar o un discurso sin decir? ¿Qué hay de peligroso en la falta de disposición, pero, en realidad, en toda falta?

 

Como sabemos, pese a este despliegue del dispositivo, y justo por ello, siempre hay casillas negras, líneas de fuga, espacios lizos, intersticios, etc. Los cuales, sin duda, muestran la naturaleza porosa del dispositivo, donde su totalidad se desvela como pretensión y simulacro. Estar en el dispositivo es estar dentro y fuera, implica estar cruzado por una racionalidad, pero, al mismo tiempo, encontrase a las márgenes de la misma.

 

Hoy día, es necesario pensar el dispositivo, partir de sus conjuntos heterogéneos complejos para plantera, también, una resistencia, igualmente, compleja y heterogénea, que se despliegue en sus poros e intersticios. Pasar de una descripción de la red de discursos, de lo no-dicho y lo dicho, a la elaboración de una cartografía dinámica del dispositivo de resistencia. Ello, sobre todo, en un mundo que, se avizora, será saturado por dispositivos y por una gobernanza cibernética que pretende eliminar toda conjura, suprimiendo las contradicciones del azar humano. Es de ese dispositivo del dispositivo que hay que precaverse pues podría abarcar la totalidad de la realidad y, aunque esa realidad sea sólo virtualidad, nadie lo puede negar, su importancia rebasará con creces a aquello que solemos nombrar realidad. La virtualidad del mañana ya está siendo dispuesta hoy, de ahí la importancia de pensar, de nuevo, el concepto de dispositivo.

 

Epílogo

 

Los avatares de Kafka habitan en un dispositivo. El señor K, en El castillo, aunque no lo sepa, vive en una oficina, en una extensión del castillo, nada en realidad está fuera de él, cada casa, hasta la misma niebla que le impide llegar al castillo, parece estar dispuesta para que él esté y no esté dentro. El otro señor K de El proceso, igualmente, nunca está seguro de si tal casa, tal edificio, es una oficina o no, no sabe de qué se le acusa, ni quién le acusa, la autoridad es anónima, más bien existe una racionalidad que el no entiende pero que se encuentra, transversalmente, cruzando a todos los elementos heterogéneos de la mítica ciudad. Pocos como Kafka han mostrado que la autoridad no se guarda en corazón de la ley, ni que es un trascendental que opera como un gran Otro; la autoridad, se encuentra, capilarmente, en la piel del dispositivo, en cada fragmento de éste (así en un cuarto que parece oficina como a las puertas, custodiada por cualquier vigilante). Inversamente, nos ha enseñado Kafka, que cada espacio es un intersticio donde todo señor K, ese que somos nosotros en cada caso, hace de las suyas. Pensar así es hacer de cada espacio y tiempo, de cada elemento heterogéneo del dispositivo, también, un espacio de resistencia.

 

Bibliografía

  1. Agamben, Giorgio, “¿Qué es un dispositivo?”, Sociología, año 26, número 73, 2011.
  2. Bateson, Gregory, Espíritu y naturaleza, Amorrortu, Buenos Aires, 2002.
  3. Deleuze, Gilles, El saber: curso sobre Foucault, Cactus, Buenos Aires, 2013.
  4. Foucault, Michel, Arqueología del saber, Siglo XXI, México, 2001.
  5. Foucault, Michel, Dits et écrits II, Quarto Gallimard, París, 2001.
  6. Foucault, Michel, El orden del discurso, Tus Quets, Barcelona, 2005.
  7. Foucault Michel, Entre filosofía y literatura, Paidós, Barcelona, 2003.
  8. Hyppolite, Jean. Introducción a la historia de la filosofía de Hegel, Calden, S/C, 1970.
  9. Lourau, René, El análisis institucional, Amorrortu, Buenos Aires, 2001.
  10. Morin, Edgar, Introducción al pensamiento complejo, Gedisa, Madrid, 1994.

 

Notas

[1] Michel Foucault, Dits et écrits II, pp. 229.
[2] Gilles Deleuze, Foucault: Curso sobre el saber, p. 28.
[3] Ibid. pp. 27 y 28.
[4] Ibid. p. 16.
[5]  Ibid. p.16.
[6] Ibid. p.20.
[7] Ibid. pp. 29 y30.
[8] Al respecto, véase: Giorgio Agamben, ¿Qué es un dispositivo? Passim.
[9] Ibid. p. 250.
[10] Foucault M., “Prefacio”, en Entre filosofía y literatura, p. 123.
[11] Foucault, Arqueología del saber, p.216.
[12] Ibid.
[13] Ibid. p. 217.
[14] Hyppolite, Jean, Introducción a la filosofía de la historia de Hegel, P. 41.
[15] Ibid. pp.41 y 42.
[16] Ibid. p. 42.
[17] Ibid. p. 43.
[18] En gran medida el trabajo de Foucault trata de romper con la influencia hegeliana reinante, sin embargo, como señala en El orden de discurso, es necesario saber, hasta qué punto, los recursos que se levantan contra él (contra Hegel), no son, también, una astucia suya. Al respecto, véase: pp. 68-76.
[19] Giorgio Agamben, ed. cit., p.253.
[20] Ibid. pp. 260-264.
[21] Al respecto, véase: Edgar Morin, Introducción al pensamiento complejo, P.104.
[22] Gregory Bateson, hace un análisis interesante sobre la división del universo en partes, sin embargo, como muestra, tal división obedece a la mera conveniencia no al carácter propio del fenómeno. Al respecto, véase: Espíritu y naturaleza, pp. 49-51.
[23] René Lourau, El análisis institucional, p.12.
[24] Para más información en torno a esta afirmación, véase: El análisis institucional, Passim.
[25] Gilles Deleuze, ed. cit., pp. 22 y 23.
[26] Por ejemplo, que podemos ver movimientos “revolucionarios” que, a lo interno, despliegan una lógica del dispositivo de vigilancia sobre el comportamiento y, en ocasiones también, sobre el deseo de sus integrantes.
[27] Ibid. p.14.
[28] El discurso de la locura (la psicología, la psiquiatría, el moralismo), igualmente, busca exorcizar su seducción, sus riesgos, domesticarla.

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