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Resumen
Se traza una aproximación general a la Teoría Sintérgica ideada, sistematizada y propuesta por el psicofisiólogo y filósofo mexicano Jacobo Grinberg Zylberbaum, quien investigó sobre la naturaleza de la experiencia y la consciencia, y que abordó tal cuestión desde diversos paradigmas y horizontes, desde la neurofisiología hasta la comprensión chamánica de la existencia. La obra de Grinberg es un hito para la filosofía y la ciencia; su metodología se constituye de elementos propios de la ciencia positiva, en tanto que su enfoque es cuantitativo, objetivo y de tercera persona, así como también confluyen en su obra elementos de un enfoque cualitativo, subjetivo y de primera persona, principalmente desde la fenomenología de la experiencia y la percepción.
Palabras clave: sintergia, fenomenología, neurofenomenología, ontología, consciencia, naturaleza.
Abstract
A general approach to the Syntergic Theory conceived, systematized and proposed by the Mexican psychophysiologist and philosopher Jacobo Grinberg Zylberbaum, who investigated on the nature of experience and consciousness, and who approached such question from diverse paradigms and horizons, from neurophysiology to the shamanic understanding of existence. Grinberg’s work is a milestone for philosophy and science; his methodology is constituted by elements of positive science, insofar his approach is quantitative, objective and from the third-person perspective, as well as elements of a qualitative, subjective and first-person perspective, mainly from the phenomenology of experience and perception.
Keywords: syntergy, phenomenology, neurophenomenology, ontology, nature.
Conjetura lo invisible por lo visible.
Solón de Atenas
Grinberg, una luz oscurecida
Este breve texto se propone dar una mirada general y panorámica a la teoría sintérgica de Jacobo Grinberg Zylberbaum, psicofisiólogo y científico mexicano que se dedicó al estudio de la conciencia a través de sus correlatos fisiológicos y fenomenológicos, guiado por el cuestionamiento sobre la génesis de la experiencia, sobre cómo es que algo es dado a la consciencia en una experiencia individual, propia y particular. Para ello, pensamos hacer tal abordaje a partir de tres conceptos que se determinan y significan mutuamente, a través de los cuales es posible hacer una presentación sintética de los postulados principales de la teoría sintérgica y la neurofisiología de Grinberg. Tales conceptos son: experiencia, consciencia y unidad. Además, nos centraremos en el texto “Sintergia. La creación de la experiencia”, el cual reúne la obra de Grinberg hasta 1988, año en el que nuestro autor llega a la conclusión de que “[…] todo lo que existe no es más que un nivel particular de conciencia, incluso lo que llamamos materia”.[1]
Sobre Grinberg, una gran nube de incertidumbre y oscuridad se ha posado. Su desaparición en diciembre de 1994[2] es tan sólo la punta del iceberg que representa el impacto que tuvo el pensamiento del científico mexicano, quien en fechas realmente próximas a su desaparición se encontraba en planes de viajar al Tíbet para estudiar los estados de meditación profunda de los monjes tibetanos, después de la obtención de evidencia y resultados de laboratorio que sugerían la existencia de la comunicación intercerebral espontánea en personas que se habían correlacionado a partir de la meditación en conjunto. En el documental “El secreto del Doctor Grinberg”,[3] encontramos una mayor profundización en las inconsistencias y problemas que se presentaron alrededor de la desaparición de Grinberg y los intentos por dar con él, documental en el cual queda de manifiesto la escandalosa participación de instituciones gubernamentales nacionales y extranjeras para encubrir y entorpecer la investigación, hasta el punto de directamente impedirla.
Grinberg se dedicó a la investigación de fenómenos desatendidos y desestimados por la ciencia hegemónica y positiva, tales como la visión extraocular, los estados modificados de consciencia, el chamanismo, etc., siempre conjuntando una metodología de doble abordaje y comprobación: desde la primera persona, de enfoque cualitativo, y la tercera persona, de tipo cuantitativo. Este periodo de investigaciones y publicaciones dispersas, de aproximadamente quince años, apenas comenzaba a consolidarse en un cuerpo teórico unificado, por lo que hemos de considerar lo que tenemos de su obra como un camino en construcción, que abrió una amplia gama de senderos por transitarse, muchos de los cuales hoy —a veinte seis años de su desaparición— aún yacen a la espera de ser puestos en discusión, tanto por la inmensa cantidad de información a la cual tenemos acceso, como por el curso mismo de las disciplinas de las que Grinberg fue interlocutor y exponente, como la neurofisiología y la física contemporánea —relativista y cuántica—, que con sus descubrimientos y postulados no contradicen o refutan la teoría sintérgica, sino que parecen clarificar y dar mayor sustento a la teoría del psicofisiólogo.
Metodología objetiva y vivencia originaria: trascendencia del positivismo
La gran vigencia y valor que expresa el pensamiento de Grinberg se debe en mayor medida al temperamento del autor, que siempre se describió como una persona extremadamente metódica, que no era capaz de concluir o de hipotetizar algo sin tener el sustento adecuado a nivel experimental —sin ser esto un motivo de rechazo a otros entendimientos—. Si bien se interesó por fenómenos poco ortodoxos, encontró la forma de estudiarlos a través del método científico, pues él mismo expresaba[4] que la ciencia no se trata de una agenda temática sobre aquello que es o no ciencia, sino sobre la aplicación de un método determinado que, si es correctamente aplicado, puede ser de provecho para el estudio de todo tipo de fenómenos. Pero ello no significó que Grinberg se posara sobre tales fenómenos desde una posición de cosificación y objetivación, desde una comprensión externa e impuesta a estos, sino que se interesó también por la comprensión interna de los fenómenos, por su contenido experiencial y cualitativo dado sólo desde la primera persona, por lo que no se conformó con dar una visión metodológicamente depurada y presentada en resultados cuantitativos, sino que siempre buscó conciliar tal visión con sus correlatos cualitativos y fenomenológicos, incluso desde la participación activa e inmersiva en algunos de ellos, como cuando se dedicó a observar y participar en las prácticas chamánicas mexicanas, que plasmó en su serie Chamanes de México,[5] de donde resalta su legendario encuentro con Pachita,[6] chamana que entraba en trance y decía que su cuerpo era tomado por el espíritu de Cuauhtémoc —a quien se refería como el hermano— , quien realizaba toda clase de procedimientos quirúrgicos a través del cuerpo —la materia— de Pachita, valiéndose únicamente de un cuchillo de monte y elementos muy rudimentarios, pero con una eficacia del cien por ciento en operaciones tan complejas y delicadas como trasplantes de órganos, operaciones a corazón abierto e incluso neurocirugía.[7]
A partir de lo anterior, es posible ver el polimorfismo de la obra de Grinberg como un intento por agotar la mayor cantidad posible de vías hacia la comprensión de los fenómenos en los que centró sus investigaciones, apelando tanto a una metodología científica como a una participación interna en estos, manteniendo en el eje nuclear de su pensamiento a las evidencias y posibilidades neurofisiológicas, pues es estudiando a los mecanismos neuronales y a la naturaleza del espacio que llega a sus conclusiones tan fascinantes sobre la naturaleza de la consciencia. El espacio es, pues, el punto de partida para la comprensión de la composición y estructura de la totalidad, pues dice Grinberg que “[…] todo lo que existe es el espacio en diferentes niveles o grados de organización. El espacio es la base y el fundamento de todo y, al mismo tiempo, es uno. En segundo lugar, si tenemos una profunda comprensión de las características del espacio, comprenderemos en su esencia la experiencia, el tiempo y la materia”.[8]
Vemos que para Grinberg el espacio es lo más fundamental que sustenta todo lo que es, en un sentido estrictamente ontológico, el espacio es condición de posibilidad para el ser mismo. Cuando Grinberg se refiere al espacio como base y fundamento de todo, que es al mismo tiempo uno, está pensando en que la estructura del espacio es una que interrelaciona al todo con el todo a través del todo mismo, y piensa así en una totalidad como instancia máxima de unificación, cuestión que nos remite al pensamiento de Spinoza, a través de las palabras mismas de Grinberg: “[…] al leer a Spinoza y su convicción de que el universo en su conjunto es una unidad, no podemos hacer menos que preguntarnos cuál es la diferencia real entre sus pensamientos y los planteamientos actuales que consideran al cerebro como una unidad compuesta de estrellas neuronales”.[9] Con esto es ya manifiesto que la unidad no es un mero concepto auxiliar, sino el presupuesto mismo del que parte y al que llega el entramado total de la teoría sintérgica de Grinberg, tan cercana al pensamiento ontológico de Spinoza, pues considera que la totalidad es esencialmente una unidad, y que incluso desde la particularidad su estructura y funcionamiento es de interconexión, de coherencia y simetría, de síntesis de energía, de sintergia. Esto significa, adelantando un poco las conclusiones de Grinberg, que la estructura del cerebro es mimética respecto de la del espacio, y por ello es posible la interacción entre ambos,[10] como ya veremos a continuación al hablar sobre la comprensión neurofisiológica y fenomenológica de la experiencia.
La consciencia como cualidad de la experiencia: unificación y resultado
La luz, desde un punto de vista estrictamente físico, tiene una naturaleza electromagnética, fotónica. El sonido son los cambios en la presión del aire que se transmiten en forma de ondas. El frío es una disminución de la energía cinética. El mundo externo, considerado en sus características físicas, es un caldo de energía en el que vivimos los seres humanos. No hay nada en ese caldo que pueda parecerse, ni siquiera mínimamente, a la forma en que nosotros lo percibimos o lo sentimos. Incluso la actividad de nuestro cerebro es completamente diferente a nuestra experiencia subjetiva. Desde un punto de vista global, el cerebro funciona como una máquina homogenizada que transforma los diferentes tipos de energía externa que lo impregnan de una energía similar: la actividad de sus neuronas y del entramado de los nervios.[11]
Lo que Grinberg nos dice pareciera ser evidente, pero el hecho es que constituye una suerte de giro copernicano, pues lo que es normalmente considerado un estímulo inicial, como el fenómeno de la luz, es en verdad el resultado de una serie de procesos neuronales altamente complejos: la luz no es algo dado externamente sino un producto nuestro. Esto se acerca mucho a la fenomenología de Edmund Husserl, la cual persigue un objetivo común con Grinberg: la clarificación sobre lo dado y su dación, del hecho mismo que algo aparezca a la consciencia. Desde la fenomenología husserliana pensamos que
No existe ni un sujeto puro ni un objeto puro. Todo objeto presupone un sujeto y todo sujeto presupone un objeto. Ambos, sujeto y objeto, están mediados por el mundo donde la objetividad y la subjetividad tienen lugar. Lo que significa que el presupuesto de toda experiencia y el horizonte de todo “darse” con sentido, es el mundo de la vida. El mundo de la vida es, por consiguiente, la instancia trascendental o condición de posibilidad a la que toda experiencia singular remite y que en toda experiencia está implicado.[12]
Vemos que la subjetividad y la objetividad son sólo posibles como perspectivas derivadas de una correlación originaria entre el sujeto y el objeto, el humano y el mundo, que es previa a toda distinción o concepción que pueda tenerse de uno u otro. Desde la neurofisiología, la cuestión es clave: la experiencia es el resultado de la interacción del cuerpo -mediante el campo neuronal[13]-y la matriz informacional del espacio. Los mecanismos cerebrales estarían encargados de la transformación de la energía —de los estímulos electromagnéticos y las reacciones electroquímicas— en materia, en objetos, como el resultado de la experiencia, como su cualidad, a la que Grinberg denomina consciencia.[14] La consciencia es, pues, el hecho de que algo sea dado a la experiencia, de que los fenómenos se constituyan como tal, de que el espectro electromagnético mute en color, y de que las vibraciones acústicas devengan en canto. Experiencia, consciencia y unidad ahora nos remiten a su resultado último: el Yo.
Inclusión, convergencia y evolución. El Yo
Para comprender adecuadamente cómo es que el Yo sintetiza y expresa a tales conceptos, es necesario hablar antes de la inclusión como base de la evolución.
La evolución es la tendencia a la complejificación y organización de entidades capaces de originar patrones de energía cada vez más complejos. La evolución comienza y termina con el espacio, pues el espacio es la organización energética menos compleja (en un universo vacío) y la más compleja (en un universo lleno de campos neuronales en expansión). […] el proceso más constante ha sido la tendencia hacia la complejidad, cuyo aumento es paralelo a la tendencia de los grandes conjuntos a organizarse mediante el proceso de inclusión.[15]
La inclusión como base de la evolución refiere a que, desde las partículas elementales hasta las redes neuronales, la integración de múltiples elementos da lugar a una unidad con propiedades no incluidas previamente en los elementos que la conforman, por ejemplo, una molécula expresa propiedades no incluidas de manera individual en los átomos que la constituyen, creciendo así de átomo en molécula, de molécula en célula, tejidos, etc., hasta llegar a las redes neuronales humanas como la estructura más compleja conocida que opere a partir de tales procesos de inclusión y convergencia, que la estructura misma del espacio, sintérgica, también expresa. Pero no son los procesos neuronales de inclusión y convergencia de la información los que ocupan la cúspide de la evolución —en la concepción de Grinberg—, sino su resultado: la consciencia. No se habla de un concepto abstracto de consciencia, sino de aquella que siempre es dada como propia, como yoica. El hecho de que algo sea dado a la consciencia, para un Yo, es la cúspide de la evolución.
Pero esto no debe tomarse como una pretensión de establecer asimetrías ontológicas que funden determinadas normativas morales y prácticas, como hablar de una superioridad del humano respecto del mundo y el resto de entes vivientes, sintientes y no sintientes, por el hecho de que su cerebro sea cúspide en la evolución —desde el horizonte de comprensión de Grinberg—, pues la única pretensión es pensar al Yo como el más alto nivel de inclusión y convergencia de la información del ser humano, que es un ente entre entes con la particularidad de tener un cierto nivel de consciencia -sin afirmarse exclusiva del género humano.[16] Para entender adecuadamente el sentido en que es entendido el Yo para Grinberg, cómo es que éste aparece y por qué es considerado el último nivel de convergencia e inclusión de la información y por ello es la cúspide de la evolución, es necesario hablar de la observación.
El Yo aparece junto con la consciencia —que es la cualidad de la experiencia— como un punto de observación desde el cual la experiencia es presentada como un todo, ya que es el mayor nivel de convergencia en cuanto a capacidad de inclusión de la información,[17] y por ello es la condición trascendental de que algo sea presentado fenomenológicamente, pues no es que el Yo sea un mero componente empírico de la experiencia, ni se está pensando en un Yo como resultado de la experiencia histórica de vida proyectada en una unidad psicológica, sino que pensamos en un Yo trascendental que pese a ser condición de posibilidad, y por ello participa de un ámbito pre-fenomenológico, es también observable. Antes de hablar de la autoalusión como posibilidad y propiedad del Yo —en tanto que nivel último de convergencia e inclusión de la información—, es pertinente profundizar más en sus cualidades fenomenológicas y trascendentales.
Cuando tenemos una experiencia, que se presenta como consciencia a un Yo —en tanto que observador—, como, por ejemplo, cuando percibimos un objeto, tenemos la sensación de que ello es dado de manera externa o interna, lo que constituye un problema de concepción e interpretación de la experiencia, pues consideramos que las cosas están objetivamente en el mundo esperando a ser reflejadas en la consciencia subjetiva a manera de un reflejo isomórfico y no como productos nuestros,[18] como hemos visto ya fisiológica y fenomenológicamente. Por ello, surge la pregunta de “[…] si existe un mecanismo capaz de detectar la secuencia de activación y decidir si un percepto viene del mundo externo o interno, ¿a quién informa ese mecanismo? Aún más, ¿quién se da cuenta de la activación gestáltica y de sus transformaciones en patrones compuestos, descriptos y órdenes motoras? En otras palabras, ¿quién es el observador del interior del cerebro?”.[19] Grinberg piensa en la paradoja del observador: si hay una estancia ante la cual es reportada la experiencia, ¿en dónde se ubica tal estancia? Si es dentro del cerebro, en realidad ésta no gozaría de la independencia y estatuto ontológico para situarse como último nivel de convergencia, ya que supondría un mayor nivel de inclusión y convergencia en el cual la estancia del observador también sería parte de lo que se reporta al observador, introduciendo una reductio ad infinitum sobre el observador último. Por otro lado, si tal estancia se ubica fuera del conjunto de procesos cerebrales, ¿cómo es que se encuentra en una relación tan directa como para ser el nivel último de integración y convergencia de tales procesos cerebrales? Pareciera que esto sería regresar a las discusiones fundadas en la dualidad cuerpo-mente, en donde la mente es siempre una especie de maquinista, sobre todo desde la concepción cartesiana del sujeto como res cogitans y el cuerpo como res extensa. Por su parte, Grinberg agrega que
[…] en realidad, todos los procesos, activaciones y respuestas del cerebro suponen la existencia del Yo, por lo que la localización de este Yo en una zona restringida, unidad o retículo, es un error de concepto. Sin embargo, el análisis psicológico muestra que este Yo no tiene acceso a todas las actividades que forman parte de él, y que el Yo es sencillo, como una unidad separada del resto de estas actividades. Por tanto, hay una contradicción entre la concepción holística y la sensación fenomenológica introspectiva del Yo.[20]
Tal contradicción entre el Yo como resultado de la totalidad de los procesos fisiológicos que toman lugar en el sistema nervioso y el campo neuronal, y la aparición del Yo como un observador cuya observación se limita a la experiencia como resultado y no a su proceso de gestación, puede ser sorteada únicamente desde la integración entre la perspectiva de la totalidad y la de la particularidad, en donde la simultaneidad es clave. Grinberg ofrecerá su solución a tal paradoja y contradicción al pensar al Yo como la unidad del conjunto de procesos de activaciones gestálticas —generación de imágenes sensoriales— desde las distintas modalidades sensoriales —olfativa, visual, kinestésica, etc.—; por lo que el Yo no es un elemento entre los procesos neuronales de inclusión y convergencia de la información, ni tampoco es una entidad externa e independiente que lleva a cabo tal procesamiento, sino que es simultáneamente lo que aparece -las imágenes/cosas- y aquello a lo que algo aparece —el observador—. Esto demuestra que el Yo no es el fundamento de la dualidad entre sujeto-objeto, sino su trascendencia, o dicho con mayor propiedad: la dualidad sujeto-objeto se funda en la indistinción originaria entre el sujeto y el objeto, entre lo externo y lo interno, pues estos se presentan de manera simultánea en un sistema considerado como un todo.[21] Llegado este punto, será más claro hablar de la autoalusión.
Meditación autoalusiva, el sí mismo como verdadero Yo y la visión extraocular
La autoalusión es la capacidad del Yo de poder observarse, o sea, de que el Yo también aparece a sí mismo como parte de la consciencia, como un elemento constitutivo de la experiencia. Pero no es que el Yo sea una cosa entre otras, sino que es el punto de referencia de la dación de las cosas; la cuestión es que es posible identificarse con el observador y tomar consciencia del sí mismo como un nivel de integración de la experiencia situado en la cúspide de todos los procesos psicológicos, fenomenológicos, fisiológicos, etc., ya que es el resultado último de la creación de la experiencia. Pero la capacidad de autoalusión no está activa en su totalidad, y ni siquiera en un punto óptimo o regular, sino cada vez más limitada por el ajetreo constante de la vida, la pérdida de prácticas de meditación o concentración, de exploración mental, el uso desmedido de dispositivos y de entretenimiento audiovisual, etc., además de que el Yo ha sido desde antaño entendido desde distintas concepciones y horizontes que gestaron una amplia gama de sentidos e interpretaciones acerca de su naturaleza, convirtiendo aquello que nos es más propio en algo ajeno y extraño, algo que, si bien aparece a cada instante de nuestra experiencia consciente, es raramente observado e identificado en su plenitud, o tan siquiera como algo más allá de una cosa entre cosas. Por ello, Grinberg rescata la importancia de la vipassana, una técnica de meditación budista —llamada por él meditación autoalusiva— que
[…] supone la observación del propio yo en el presente, integrando la totalidad del yo en las observaciones. Esta totalidad se observa incorporando sus elementos a un nuevo todo que a su vez se observa. Esta técnica contemplativa autoalusiva es de hecho un desarrollo algorítmico. […] Es una técnica algorítmica de hace al menos 2 500 años. Su base es la suposición de que el observador es el que unifica la información y actúa por consiguiente como uno de los más potentes mecanismos de inclusión.[22]
Pero ¿cómo se realiza tal técnica? La meditación consiste en que el observador unifique e integre los elementos que aparecen en su experiencia consciente, para ello comienza a respirar profunda y naturalmente, situado en una posición cómoda, y a observar los elementos que aparecen en su consciencia, como pueden ser los ruidos, aromas, sensaciones táctiles e incluso imágenes visuales, pero no los observa centrando su atención objetivamente, sino remitiéndose a la observación misma, al hecho de que todo aquello vaya ocurriendo. Si la meditación se va desarrollando adecuadamente, los estados fenomenológicos del sujeto se irán modificando, y aquello que era percibido de manera inconexa y separada —pues la atención del observador se encontraba dividida y puesta de manera individual en cada cosa— ahora se presentará como parte de un todo con mayor grado de coherencia e inclusión. La vivencia introspectiva y fenomenológica de primera persona es muy difícil de mentar, pues ésta constituye una experiencia íntima del sí mismo, por lo que no es representable a manera de un fenómeno dado a la consciencia, sino que es la consciencia que se hace consciente a sí misma bajo la forma de una totalidad, y ello no es comunicable de alguna forma que provoque su vivencia o comprensión espontánea. Pero no significa que no sea posible un intento de aproximación.
La integración de los elementos de la consciencia en mayores niveles de convergencia, a partir de la observación del Yo -que es quien observa y lo observado simultáneamente- es posible, según la explicación fisiológica de Grinberg, gracias a los procesos neuronales de algoritmización de la información. Un algoritmo es entendido como un programa o conjunto de instrucciones que tiene la propiedad de reconstruir enormes cantidades de información,[23] por lo que representa un ahorro energético importantísimo y expresa la capacidad de inclusión y convergencia de la información de la que es posible a partir de sus diversos niveles de complejidad. Fisiológicamente, Grinberg postula la existencia de algoritmos neuronales,[24] los cuales estarían encargados de la activación de acciones concretas a partir de la sintetización, inclusión y convergencia de la información recibida —de manera dispersa— y transferida —unificadamente— por los receptores neuronales hacia el sistema nervioso central, en donde las diferentes estructuras neuronales se encargan de continuar con la síntesis de la información, cada vez con mayor capacidad de algoritmización; por ello es factible postular la posibilidad de que estimulando determinadas zonas cerebrales, con los potenciales electromagnéticos adecuados, sea posible reproducir una acción.[25] En su transducción fenomenológica, estos mecanismos fisiológicos implican la posibilidad de que haya mayor grado de inclusión y convergencia de los componentes fenomenológicos a partir de la observación de la observación, a través de una técnica de algoritmización que logre unificar el Yo como último nivel de convergencia de la información; tal técnica puede ser la vipassana.
A partir de lo anterior, pensemos que la vivencia de la unificación del Yo se presenta como una consciencia de mayor coherencia, con una atención plena que logra observar relaciones inadvertidas en niveles de convergencia inferiores,[26] integrando toda la experiencia en lo que Grinberg considera que es la vivencia del sí mismo. Esta vivencia del sí mismo es la integración total de los elementos conscientes que aparecen como resultado del proceso de creación de la experiencia, ya que incluso en los niveles más plenos de la meditación no es posible acceder a los procesos inconscientes que dan génesis a la experiencia consciente, no obstante, la importancia de la meditación autoalusiva no radica en hacer consciente el proceso de creación de la experiencia, sino en la integración y expansión de la consciencia a su aquí y ahora. Tal integración y expansión no implica la supresión del Yo, sino su trascendencia. La experiencia se presenta como una todo unificado, en donde el observador se reconoce parte esencial y constitutiva de ella, reconoce que es producto de su interacción y conexión con la totalidad de la existencia, en términos de Grinberg, hablamos de que la interacción entre el campo neuronal y el campo cuántico expresan la íntima y originaria interconexión del todo con el todo a través del todo mismo. Grinberg atreve una intuición:
Resulta tentador especular que tal vez la interacción entre los campos cuántico y neuronal sea la contrapartida fisiológica de la unidad y unicidad. Esto es, que todo cerebro se encuentra funcionalmente conectado con el resto del universo. También se podría afirmar que el procesador central y el proceso que activa la dimensión cualitativa de la estructura energética de la experiencia están más relacionados con ese todo que con un circuito neuronal específico y concreto, o incluso que con el cerebro en su totalidad. Por tanto, lo que realmente vive la experiencia es el todo que se manifiesta en cada uno de nosotros.[27]
El procesador central al que refiere Grinberg es el mecanismo que integra los niveles de inclusión y convergencia hasta alcanzar la generación de la experiencia consciente y del Yo en tanto que observador, y piensa que se encuentra más relacionado con el todo que con el individuo en particular en el que toman lugar tales procesos, esto fundado las conclusiones a las que llega al estudiar el fenómeno de la visión extraocular.[28] Tal fenómeno consiste en la obtención de imágenes visuales sin utilizar los receptores retinianos, o sea, con los ojos privados de actividad, de manera que no tenga lugar la captación de información visual, por lo que no existen elementos visuales en la configuración del campo neuronal.[29] La posibilidad de tal fenómeno se debe, según los resultados obtenidos por Grinberg,[30] a que la información visual presente en el campo cuántico es decodificada e integrada a la experiencia de manera directa por el procesador central, sin necesidad de ningún tipo de mediación en la obtención de la información. Este fenómeno no es recurrente, y su entrenamiento, si bien puede ser proporcionado por alguien sin la capacidad de tener visión extraocular, se mostró efectivo únicamente en menores de quince años.[31]
Las niñas y niños que participaron en el experimento mostraban gran ímpetu, seguridad y desarrollo respecto del sí mismo,[32] y desarrollaron rápidamente sus habilidades de maneras diversas, llegando incluso a tener visión de órganos internos e identificación de enfermedades y padecimientos,[33] así como leer y desplazarse sin problemas.[34] Las investigaciones de Grinberg sobre este fenómeno llamarían mucho la atención por las posibilidades mismas que se implicaban a partir de la evidencia y los postulados teóricos derivados, no obstante, no han recibido el mérito y la visibilización que les corresponde, ni en los momentos en que Grinberg las desarrolló ni incluso hoy en día. Ello no significa que Grinberg no se mantuviera en contacto y discusión con otros científicos que se encontraban investigando cuestiones similares, pues de las últimas actividades que tenía programadas era continuar con el estudio de los potenciales transferidos[35] y profundizar en la interacción entre el campo neuronal y el campo cuántico, sobre cómo es que la totalidad parece acaecer de manera particular a partir de la generación de la experiencia consciente. A partir de esto último —y para ir concluyendo—, es pertinente volver a reflexionar en torno a la unidad bajo la luz del pensamiento de Spinoza, con quien Grinberg mantiene cierta cercanía en cuanto a concepciones ontológicas, ya que, si para Spinoza la totalidad es la substancia y el humano es un modo finito mediato de ésta, para Grinberg la totalidad será el entramado total de la existencia y el humano una estancia de experiencia particular que es producto de tal totalidad. En ambos casos, parece que hablamos de una totalidad que no sólo se autoproduce, sino que también se vive y experimenta a sí misma.
Sintergia, panteísmo y heraclitismo: la totalidad autopoiética y autoexperienciante
Grinberg menciona una intuición bastante tentadora, pero nada apresurada, y piensa que lo que realmente vive nuestra experiencia es el todo manifestándose en cada uno de nosotros, por lo que nuestra consciencia particular no es más que un modo de la totalidad de experimentarse y tener vivencia de sí misma. Spinoza piensa a la substancia —o Dios— como un ser infinito de infinitos atributos,[36] que comprende en sí a todas las cosas,[37] pues todas ellas constituyen parte de su esencia —que implica la existencia—[38] ya que se siguen de la necesidad de su naturaleza,[39] o sea: todo lo que es, es Dios, es parte de la substancia, pero no partes a manera de divisiones, pues la substancia es indivisible,[40] sino a manera de fragmentos que la constituyen, como una unidad que muta en multiplicidad, y que nuevamente, bajo la forma de la multiplicidad, remite a su unidad originaria. Desde la concepción de Spinoza, es impropio hablar de divisiones entre el pensamiento y la extensión, entre el sujeto y el objeto, entre lo divino y lo profano, etc., pues todo ello constituye únicamente perspectivas fundadas y derivadas de una única totalidad; la experiencia humana misma, desde su carácter finito, no es más que un modo mediante el cual la substancia se produce a sí misma, somos substancia, pero no en su totalidad, y expresamos su esencia eterna e infinita.[41]
Heráclito de Éfeso solía decir: “[…] no escuchando a mí, sino a la Razón (lógos), sabio es convenir que todas las cosas son Uno” (DK 22 B 50),[42] y con ello postulaba la interconexión entre todas las cosas, regidas bajo un principio único, el lógos, que fundamenta y da sustento a todo lo que es. Pese a la multiplicidad de interpretaciones gestadas alrededor del pensamiento de Heráclito —por su propia naturaleza críptica—, es casi un entendido común el interpretar su pensamiento como una ontología de la totalidad, que parte de la particularidad —la perspectiva humana— y se extiende hasta pensar al todo como una unidad integral, pero ya que ésta no aparece así de primer momento, pues “[…] la armonía oculta es superior a la manifiesta” (DK 22 B 54),[43] parece que vivimos constantemente bajo el supuesto de que tenemos una inteligencia propia y particular, como si estuviésemos separados del mundo y de sus elementos constitutivos, y estuviésemos esperando únicamente a reflejar el mundo exterior en nuestra particularidad, y no concebimos que en realidad nuestra experiencia particular es resultado de una interconexión y correlatividad con la totalidad.
Pero es por nuestra inseparabilidad con el todo que Heráclito piensa que “[…] a todos los humanos les está concedido conocerse a sí mismos y ser sabios” (DK 22 B 116),[44] entendiendo que “[…] ser sabio es virtud máxima, y sabiduría es decir la verdad y obrar de acuerdo con la naturaleza escuchándola” (DK 22 B 112),[45] esta verdad refiere a que todas las cosas son una, y por ello participamos de un mundo único y común, incluso si nuestra experiencia particular, en devenir, expresa sólo una perspectiva de la totalidad. Actuar conforme a la naturaleza —escuchándola—, parece referir al hecho de que debemos hacer consciente nuestra correlación con la totalidad y a partir de ello determinar nuestro modo de ser. Esto implica un cambio profundo en la forma de concebir las relaciones intersubjetivas, subjetivas y objetivas, pues se reconoce que estas se fundan en una originaria interconexión del todo con el todo a través del todo mismo, y que el humano, con su propia vivencia de mundo, comprende a partir de categorías y conceptos que son siempre asignados a posteriori del encuentro con la totalidad, o sea, que —volviendo a la fenomenología husserliana—[46] la relación entre el humano y su mundo —la particularidad y la totalidad— es previa a todo aquello que pueda pensarse o decirse respecto de ella, y con la neurofisiología de Grinberg, podríamos decir que es previa incluso a su propio aparecer fenoménico a la consciencia, parece que la simultaneidad es un rasgo decisivo, pues no hay una primacía temporal o una linealidad, sino una génesis mutua, una codeterminación en la que no es posible concebir una sin la otra. Spinoza y Heráclito enfatizan que el conocimiento adecuado es aquel que se funda en la totalidad y la particularidad como elementos de una unidad originaria y última, de la que todo parte y a la que todo llega, en y por la que todo acaece, que se autodetermina en tanto que totalidad, y es determinada por su propio principio en tanto que particularidad.
Conclusiones. Comprensión sintérgica y originaria de la vida
La Teoría Sintérgica de Jacobo Grinberg es un esfuerzo por ofrecer una respuesta a la pregunta por la creación de la experiencia, detrás de la cual se sintetiza la interrogante por la naturaleza misma de la existencia, por cómo es que se estructura la totalidad, qué es la realidad y cuál es el papel que desempeñamos en la melodía absoluta del ser. Grinberg exploró distintas vías de comprensión y no se cerró a un único paradigma, ni mucho menos se limitó por prejuicios o presupuestos cientificistas, por ello se acercó a fenómenos generalmente dejados de lado por la dificultad de su aproximación y comprensión, desde prácticas de meditación hasta la posibilidad de la telequinesis y la visión extraocular, pasando por los estados modificados y expandidos de consciencia, las sustancias enteógenas y las prácticas chamánicas. Su obra es tan diversa y convergente que, en textos como “La Luz Angelmática” y “El Yo como idea”,[47] se expresa desde narrativas místicas y de fantasía con un profundo sentimiento espiritual, así como desde una narrativa científica y rigurosa, hablando de correlatos neurofisiológicos, mecánica cuántica y detallando metódica y puntualmente la forma en que desarrolla sus experimentos y formula y consolida sus hipótesis y conclusiones. La cercanía que alcanzan sus postulados con el pensamiento de distintas personalidades a lo largo de la historia no resulta fortuita, pues mantienen en el centro de su reflexión a la vida, pensada desde la totalidad y la particularidad, con la experiencia consciente —presente— como punto de partida, desde la cual se alcanza al todo expandiendo y trascendiendo al Yo, a partir de la introspección del sí mismo, que llega a encontrar su identidad con la totalidad.
Para terminar, solamente resta seguir exhortando a la lectura y recuperación de la obra de Grinberg, de restaurar el diálogo tan necesario entre distintos horizontes y sabidurías para la comprensión de lo que es común a todos y todas, de aquello en lo que toda vida y actividad se funda, lo que nos es más próximo, íntimo y familiar, pero que al mismo tiempo es tan misterioso y enigmático que las interrogantes a su alrededor nunca cesan, sino que mutan y cambian junto con el devenir de la totalidad, pues parece que un rasgo esencial y fundamental de la totalidad es su autognosis, el hecho de que no sólo se produce y determina a sí misma, sino que también se experimenta y conoce, ya que incluso si la experiencia particular parece única e individual, ésta se circunscribe en un flujo inmenso de experiencias en interconexión y constante comunicación, en codeterminación, que constituyen todas al unísono el desenvolvimiento mismo de la existencia. A partir de ello, lo que hagamos con nuestra vida, con nuestra experiencia, será determinante para el modo en que se siga comprendiendo y valorando la existencia, y mucho de lo que hoy ocurre en el mundo, como las catástrofes medioambientales, las crisis económicas y sociales, espirituales, etc., están en directa relación con nuestra forma de concebir la relación del humano con el mundo, de cómo establece su interacción con los demás entes sintientes y no sintientes, de a dónde dirige la finalidad de sus acciones y cómo configura y determina los medios para llegar a ella. La comprensión sintérgica de la existencia, el panteísmo de Spinoza, la doctrina heraclítea, la fenomenología husserliana, etc., son tan sólo vías hacia la intelección y el conocimiento del sí mismo, cuya apertura se extiende a la eternidad e infinitud de su propia naturaleza, cuya identidad con la totalidad lo hace mutar en todo y nada, vida y muerte, en experiencia, consciencia y unidad.
Puesto que el universo nos contiene, nosotros también somos elementos constituyentes de esa gran conciencia. Por ser sus elementos, nuestros movimientos, palabras, gestos o acciones lo alteran. Aun un pestañeo es una alteración de todo el universo. No alcanzamos a ver los cambios que provocamos, porque no somos lo suficientemente sensibles y también porque un elemento no puede ver el conjunto del que forma parte. Nuestra muerte es sólo un ligero desequilibrio en toda la superestructura de interacciones; si es cierto que al morir dejamos de ser nosotros mismos, persistimos como elementos interactuantes. En eso consiste la inmortalidad.[48]
Bibliografía
- Adelgaster, I. “Jacobo Grinberg. La Teoría Sintérgica”. Vídeo de YouTube. 10m5s. Publicado el 16 de marzo de 2018. https://www.youtube.com/watch?v=kMv0ZUkk9LM
- Cuellar, I. Dir. El secreto del Doctor Grinberg. Polar Star Films España, 2020.
- García Gual, Carlos. Los siete sabios (y tres más). Alianza Editorial, Madrid, 1989.
- Grinberg Zylberbaum, J. El Yo como idea. INPEC México, 1994.
- Grinberg Zylberbaum, J. La Luz Angelmática, INPEC México, 1991.
- Grinberg Zylberbaum, J. Las creaciones de la existencia. Editorial Trillas, México, 1976.
- Grinberg Zylberbaum, J. Los Chamanes de México III: Pachita, INPEC,México, 1990.
- Grinberg-Zylberbaum, J. La creación de la experiencia. Lunaria Ediciones, México, 2020.
- Herrera Restrepo, D., “Husserl y el mundo de la vida”. Revista de las ciencias del espíritu. Universidad de San Buenaventura, 2010, vol. 52, núm., 153.
- Mondolfo, R. Heráclito. Textos y problemas de su interpretación, 8ª. ed. Traducción de Oberdan Caletti, Siglo Veintiuno Editores, México, 1986.
- Ruiz Gómez, C. “Entrevista a Jacobo Grinberg”. Vídeo de YouTube. 20m56s. Publicado el 27 de diciembre de 2016. https://www.youtube.com/watch?v=2JR3jY6C1Ng
- Spinoza, Baruch. Ética demostrada según el orden geométrico. Traducción de Vidal Peña. Editora Nacional, Madrid,1980.
- Vértiz De La Fuente, C. “La extraña desaparición del doctor Grinberg”. PROCESO. Publicado el 3 de octubre de 2020. https://www.proceso.com.mx/reportajes/2020/10/3/la-extranadesaparicion-del-doctor-grinberg-250369.html
Notas
[1]Jacobo Grinberg Zylberbaum, Sintergia. La creación de la experiencia, ed. cit. p. 12.
[2]Columba Vértiz De La Fuente, “La extraña desaparición del doctor Grinberg”, PROCESO, https://www.proceso.com.mx/reportajes/2020/10/3/la-extrana-desaparicion-del-doctor-grinberg-250369.html
[3]Ida Cuellar, El secreto del Doctor Grinberg, ed. cit.
[4]Isar Adelgaster, “Jacobo Grinberg. La Teoría Sintérgica”, vídeo de YouTube, 10:05, publicado el 16 de marzo de 2018, https://www.youtube.com/watch?v=kMv0ZUkk9LM.
[5]Que consta de VII volúmenes, publicados todos por el Instituto Nacional Para el Estudio de la Conciencia (INPEC) entre 1987 y 1990.
[6]Cfr. Jacobo Grinberg Zylberbaum, Los Chamanes de México III: Pachita, ed. cit.
[7]Chelo Ruiz Gómez, “Entrevista a Jacobo Grinberg”, vídeo de YouTube, 20:56, publicado el 27 de diciembre de 2016, https://www.youtube.com/watch?v=2JR3jY6C1Ng.
[8]Jacobo Grinberg Zylberbaum, Sintergia. La creación de la experiencia, ed. cit. p. 13.
[9]Ibid., p. 11.
[10]“El campo neuronal, hablando en términos generales, tiene su capacidad de interactuar con el campo cuántico de forma continua y congruente porque su organización concuerda con aquella del campo cuántico, cuyos rasgos distintivos son la convergencia de la información, el alto grado de conexión entre las partes y la existencia de diferentes niveles de coherencia. A pesar de la diferencia de complejidad, el campo neuronal y el campo cuántico comparten una organización común debido a que el cerebro ha evolucionado como modelo del espacio”. Ibid. p. 66.
[11] Ibid., p. 29.
[12] Daniel Herrera Restrepo, “Husserl y el mundo de la vida”, Franciscanum Revista de las ciencias del espíritu., ed. cit., p. 264.
[13] “Hemos propuesto que la activación de poblaciones de células neuronales implica interacciones altamente complejas. Si consideramos a cada neurona como un emisor y un receptor de descargas electroquímicas, y si la transmisión de cada carga eléctrica entre células crea un campo local de energía, entonces debe formarse un campo global energético como resultado de la respuesta de una población. […] Ese campo, como hemos visto anteriormente, se llama el campo neuronal” Jacobo Grinberg Zylberbaum, Op. cit., p. 94.
[14] “El sonido escuchado, el color considerado como experiencia visual, o el sabor y el olfato vividos como experiencias son diferentes y únicos en el sentido de que pertenecen a dimensiones no contenidas en la actividad física de las neuronas, axones y dendritas, pero tienen, con bastante seguridad, alguna relación con estas actividades” Ibid, p. 28. “La cualidad de la experiencia, por tanto, no es la actividad del sistema nervioso, sino su resultado. Este producto es una distribución espacio-temporal de la energía que fluye como información en regiones específicas del sistema nervioso” Ibid., p. 31.
[15] Ibid., pp. 73-74.
[16] Es interesantísimo que el horizonte teórico de Grinberg concibe la existencia de la consciencia humana como el desarrollo más complejo de la capacidad de la experiencia, pero no se descarta el hecho de que otros seres sensibles tengan una modalidad particular y única de experiencia, que ha de producir su contenido cualitativo -su consciencia– acorde a su estructura fisiológica. A partir de esto, pensemos que la consciencia humana es cúspide de entre los demás niveles de consciencia —de entes sintientes— por su capacidad de inclusión y convergencia de la información, pero ello no hace que el humano sea más o menos valioso, sino que únicamente describe su particularidad; visto de otro modo, el humano rápidamente podría notarse carente e inferior si se le comparase arbitrariamente con otros vivientes —así como él mismo lo hace—, y podríamos llamarlo lento respecto de un leopardo, ciego respecto de un águila o una lechuza, o simplemente considerar que por no producir su propio alimento y tener que estar vagante por la vida es inferior a las algas que yacen en la mar.
[17]“Podemos hablar de niveles de convergencia, cada uno de los cuales es más inclusivo y potente que el otro. Los descritos, el lenguaje y el pensamiento abstracto en general deben ser el resultado de diferentes niveles jerárquicos de convergencia, el último de los cuales es posiblemente la conciencia del Yo” ibid. p. 35. “El yo es el proceso de abstracción definitivo, el que no puede ser reducido porque en su seno tiene lugar la reducción final de la información”. Ibid., p. 51.
[18] “Puesto que somos incapaces de percibir directamente el proceso neuronal responsable de la creación de nuestras imágenes visuales, porque únicamente tenemos acceso al producto final de ese proceso, suponemos la existencia de un mundo exterior independiente y separado al que tenemos acceso, y olvidamos que lo que vemos es el producto de nuestra transformación de un mundo exterior al que no tenemos acceso directo. Esta miopía es la responsable del énfasis que ponemos en el mundo material y del olvido del papel que jugamos en la creación de la experiencia”. Ibid., p. 124.
[19] Ibid., p. 46.
[20] Ibid, p. 47.
[21] Ibid, pp. 47-48.
[22] Ibid, pp. 54-55.
[23] Ibid, p. 52.
[24] Ibid, pp. 53-54.
[25] “Realizamos un experimento en el que enseñamos a gatos a responder a dos estímulos condicionados con dos tipos de conductas diferentes: pulsar una palanca hacia la derecha o hacia la izquierda. Se registraban los potenciales provocados por ambos estímulos en estructuras polisensoriales tales como el núcleo talámico inespecífico, el núcleo caudado y la corteza frontal, y posteriormente se estimulaban esas estructuras con ondas eléctricas que se parecían morfológicamente a los potenciales específicos provocados. En algunos gatos resultó posible estimular directamente uno de los dos tipos de comportamiento. Aunque esta evidencia no fue concluyente, indicó que la información manejada en una estructura polisensorial altamente convergente puede afectar y activar una reacción compleja en el animal”. Ibid., pp. 53-54.
[26] “Hay diferentes niveles de realidad, cada uno de los cuales difiere en su capacidad de algoritmizar la información. En una serie algorítmica como la que posiblemente acompaña a la actividad de los circuitos de convergencia, la información que no esté relacionada en uno de los niveles lo estará en el siguiente. Como la conciencia se caracteriza por operaciones en las que se extraen relaciones entre partes de la información, la naturaleza algorítmica de los procesos neuronales comparte una organización y una dinámica comunes con la activación de la conciencia” Ibid., p. 54.
[27] Ibid., p. 128.
[28] Ibid., p. 113-128. Jacobo Grinberg Zylberbaum, La Luz Angelmática, ed. cit., pp. 159-177.
[29] Ibid., pp. 125-126.
[30] “Por lo que sabemos en este momento, el fenómeno de la visión extraocular y de la visión ocular normal no difieren en ningún aspecto esencial. Lo más misterioso del proceso de la percepción es la transformación de la estructura energética del percepto en la cualidad de la imagen; es la estructura dada por el patrón de interferencia resultante de la interacción entre el campo cuántico y el neuronal. El proceso cerebral espacial del que surge esta estructura es enormemente complejo y aún dista mucho de ser comprendido, pero no hay cambios cualitativos casi milagrosos en él. Dicho de otra forma, la luz no existe ni en los circuitos cerebrales encargados de dar forma al campo neuronal, ni en el patrón de interferencia que resulta de la interacción del campo neuronal con el campo cuántico. Sin embargo, la luz existe en la imagen visual. […] Resulta sugestivo pensar que cuando el sistema nervioso alcanza un alto grado de unificación interna mediante la activación de circuitos y estructuras integradoras de alto nivel se consiguen altos niveles de coherencia inter e interhemisférica, y así el campo neuronal y los procesos energéticos resultantes posibilitan la interacción del sistema nervioso con algún nivel energético espacial representativo de la totalidad del universo, y que precisamente ese contacto es el responsable de los diferentes niveles que puede alcanzar nuestra conciencia y de la cualidad de la experiencia. En este caso, el procesador central estaría más próximo a la totalidad que a la existencia de un desencadenamiento de algún circuito cerebral específico o campo neuronal” ibid., pp. 123-124.
[31] Ibid., p. 122.
[32] Descubrimos una manifestación visible de una capacidad psíquica para motivar a los niños a aprender técnicas que les ponían en contacto con su verdadero yo. Por esta razón seguimos acentuando la importancia de la meditación centrada en la experiencia del Yo y en la pregunta: ¿Quién soy yo?” idem.
[33] “Todos los niños decidieron aprender a usar su capacidad extraocular para percibir zonas corporales afectadas por el dolor o por alteraciones de los tejidos. Los niños describían los órganos y otros aspectos del interior del cuerpo sin la ayuda de ningún manual de anatomía. Localizaban espontáneamente zonas anormales, como si emitieran señales que podían reconocer y discriminar fácilmente. En casos de infecciones, se animó a los niños para que destruyeran los agentes patógenos emitiendo energía por sus dedos” ibid., p. 120.
[34] Ibid., pp. 117-121.
[35] Un potencial es un valor que aparece al medir la actividad cerebral de un individuo sometido a determinados estímulos. El potencial transferido es aquel que aparece de manera espontánea en un individuo sin necesidad de estímulos directos, pero que surge a partir del estímulo de potenciales en otro sujeto, puesto que su actividad cerebral está relacionada. En el experimento de Grinberg, tal correlación intercerebral se dio a través de la meditación en conjunto de ambos individuos. Para los detalles, ver el capítulo “Comunicación, gravitación, unidad”, ibid., pp. 97-112.
[36] “Por Dios entiendo un ser absolutamente infinito, esto es, una substancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita” E, I, D6
[37] “Todo cuanto es, es en Dios, y sin Dios nada puede ser ni concebirse” E, I, P15.
[38] “A la naturaleza de una substancia pertenece el existir” E, I, P7. “La existencia de Dios y su esencia son uno y lo mismo” E, I, P20.
[39] “De la necesidad de la naturaleza divina deben seguirse infinitas cosas de infinitos modos (esto es, todo lo que puede caer bajo un entendimiento infinito)” E, I, P16.
[40] “No puede verdaderamente concebirse ningún atributo de una substancia del que se siga que esa substancia puede ser dividida” E, I, P12.
[41] “Dios es eterno, o sea, todos los atributos de Dios son eternos” E, I, P19. “Todo lo que se sigue de la naturaleza, tomada en términos absolutos, de algún atributo de Dios, ha debido existir siempre y ser infinito, o sea, es eterno e infinito en virtud de ese atributo” E, I, P21.
[42] “«οὐκ ἐµοῦ, ἀλλὰ τοῦ λόγου ἀκούσαντας ὁµολογεῖν σοφόν ἐστιν ἓν πάντα εἶναί»” Hippol., Refut., IX, 9.
[43] “ἁρµονίη ἀφανὴς φανερῆς κρείττων” Hippol., Refut., IX, 9, 5.
[44] “ἀνθρώποισι πᾶσι µέτεστι γινώσκειν ἑωυτοὺς καὶ φρονεῖν” Stob. Floril., III, 5, 6.
[45] “τὸ φρονεῖν ἀρετὴ µεγίστη, καὶ σοφίη ἀληθέα λέγειν καὶ ποιεῖν κατὰ φύσιν ἐπαΐοντας” Stob., Floril., I, 178.
[46] Daniel Herrera Restrepo, Op. cit., pp.250-251.
[47] Cfr. Jacobo Grinberg Zylberbaum, El Yo como idea, ed. cit.
[48] Jacobo Grinberg Zylberbaum, Las creaciones de la existencia: ed. cit., p. 92.
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