Resistencia intersticial

 

 

Pablo Lazo, Lucha en las fracturas. Por una resistencia intersticial, Gedisa, México, 2021.

 

He leído con mucho interés el libro de Pablo Lazo Lucha en las fracturas. Por una resistencia intersticial, publicado apenas en el 2021 por la editorial Gedisa. Veo un libro documentado, resguardado por un aparato teórico contemporáneo, por la reflexión que en su búsqueda escapa a la determinación, a la nomenclatura. Así, tejido por autores que no quieren sujetarse sino soltarse, el libro de Pablo se desprende también, o algo de ahí se desprende, para establecer una propuesta propia.

 

Pienso que desde 1968, la historia contemporánea ha encontrado en el acto de la rebeldía una danza escapatoria a todo el determinismo político, económico, cultural, religioso. Esa rebeldía se desenvuelve de manera muy diversa, tenemos la negación o tenemos la confrontación como venas circulatorias de algo que es congénito a la acción misma de rebelarse: la resistencia. Resistir supone un incumplimiento del designio social, es una rebeldía contra la sociedad misma en su constitución, atendiendo a la normalización de la moral, de la ley, de la regla y la norma. Resistir supone también una incomodidad para todo poder, es una interrupción en la electricidad del poder, a mayor interrupción mayor fragmentariedad de los lazos que sujetan las condiciones del designio del orden.

 

Pablo entrevé dos formas de resistencia, una cíclica, a la que podríamos llamar tradicional, y sobre la que, desde una lectura de la filosofía política, quizá sustentado ese asunto desde el acto de la negación en Hegel, la resistencia es frontal, a-simbólica, esclerótica. Es fácil reconocer en ello las teorías de los movimientos sociales como colectividades que resisten en su presunción de desmontar el poder. Lo anti o lo contra son distintivos en su fenomenología. ¿Acaso no muestra la experiencia social un agotamiento de las luchas sociales bajo los parámetros clásicos, a veces con la impronta de parecer movimientos ya absorbidos, nacidos ya digeridos por el propio poder?

Frente a ello, la segunda forma de resistencia aparece nominada como resistencia intersticial. Creo que formular lo intersticial como fenómeno social es la propuesta principal y el mayor núcleo de debate en la propuesta de Pablo. Sobre la base de una variada conceptualización aparecen acercamientos al esclarecimiento del tema: “La resistencia intersticial, en lugar de establecer como lugar de lucha una confrontación en un solo sentido de oposición, actúa ‘por entre’ los huecos e intersticios de poder”. Este planteamiento de Pablo propone ya una posición ontológica diferencial del acto de rebelarse en el mundo contemporáneo.

 

¿Cómo asumir una resistencia intersticial en la historia contemporánea? Para un pensamiento tradicional le costará asumir que lo que resiste se manifiesta como una manifestación súbita del deseo de ser y no-ser a la vez como colapso de la existencia. Quizá una diferencia sustancial entre la resistencia tradicional y la intersticial sea su genealogía, que puede obedecer a la conectividad, a la medialidad, a la estetización, todos fenómenos de un tiempo cuya necesidad no es la negación sino la afirmación. La estética, que ubicamos en América Latina desde los años 90 a la resistencia como un acto performativo y se demarca del arte, es por su naturaleza una antinaturaleza, tal como la caracterizaba Clement Rosset, es decir, artificio que suspende la credibilidad del ser. Ser suspendiendo el ser abre una fractura, se produce una desfiguración (defacement) de la que hablaba Michel Taussing, se produce una desculturalización del ser para entregarse a una naturalidad del no-ser. Este gesto es propio de un tiempo performativo, mediatizado, cuyas formas de la participación se han expandido, donde los leguajes se han abierto, donde los cuerpos participan en su eventualidad como agentes onto-rebeldes.

 

Es complejo también comprender una resistencia que se encuentra en plena fluidez, que no se puede petrificar. La resistencia intersticial, señala Pablo, se manifiesta en un continuo fluir, en la movilidad permanente la sujeción de su acontecer por parte del poder se vuelve complicada, imposible, porque el poder suele tratar con estructuras. La resistencia intersticial no tiene estructura, escapa a las formas tradicionales de organización. Lo que distingue su valor de resistencia es la transferencia de la organización al uso de cibermedios, acciones comunicacionales atravesadas por factores performativos. Estas condiciones producen lo que Pablo denomina un nomadismo inquieto, el acto de fluir, de no detenerse, de no estructurarse, incide en la nomadía como acto de resistencia. El nomadismo contemporáneo no es una renuncia, sino el encuentro con la otra naturaleza humana, con el otro poder, con los otros. La resistencia intersticial se sostiene en su acontecer, es de hecho, el acontecer mismo, es acontecimiento que altera, distorsiona.

 

A través de esta base conceptual, la resistencia intersticial es llevada a un análisis minucioso, temas como la reconfiguración de la democracia, la formación de estados anímicos de renovación, subjetividades, inacciones transformadoras; autores, Badiou, Nietzsche, Michel Foucault, Deleuze, Derrida, Agamben quizás omito alguno, esbozan un mapa complejo en tratar la resistencia bajo el precepto de su antagónico, el poder.

 

Un libro compuesto por capítulos que son acompañados de investigaciones empíricas, ejemplos que trazan bosquejos claros de acontecimientos complejos, tan innovadores como el análisis de la resistencia en la cibersociedad de las redes. Sospecho que, en su conjunto, el libro Lucha en las fracturas contiene una pregunta e hipótesis no declarada, ¿no será la resistencia contemporánea un acontecer político-estético de despolitización del poder? Hay un movimiento contemporáneo en las formas de resistir que involucra el desinterés capitalista-industrial en el poder, habitáculo de energías experimentales, fuente de una espiritualidad soberana, que pone en crisis el orden mismo de lo social, que injerta una condición parasitaria en las figuras de la gobernabilidad, que crea un enmudecimiento y tautología en la voz del amo, del gerente, del gobernante, del dueño, del propietario, del inversionista.

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