“El destinatario de una carta
no coincide con el destino de la misma:
el último rebasa siempre al primero”.
Daniel Gerber
Resumen
El presente artículo es una búsqueda para saber qué es y cómo es la carta de amor en el mundo moderno, pensando las siguiente pregunta: ¿el amor aún tiene carta en la era de la técnica moderna?… Aún. Sin embargo, es esencial escribirla para vivir un amor verdadero, haciendo que la carta llegue por fin a su destino sin parangón donde el amor no cesa de no escribirse.
Palabras clave: amor, carta, técnica, poesía, modernidad, capitalismo.
Abstract
This article is a search to know what is and how is the love letter in the modern world, thinking the following question: Does love still have a letter in the era of modern technique?… Still. However, it is essential to write it to live a true love, making the letter finally reach its unparalleled destination where love does not stop not being written.
Keywords: love, letter, technique, poetry, modernity, capitalism.
Yo deseo comenzar el presente artículo realizando una crítica a la técnica moderna como realización de la metafísica de la presencia que impide el ex-sisitir, es decir, el hallarse expuesto al ser. Esto debido a que se trata de un fenómeno que es provocado por el Ge-stell que impide la cercanía de la verdad con lo que es, produciendo la lejanía del mundo y el olvido del ser, porque uno de los objetivos del capitalismo con la técnica moderna es colocar el ente en el mercado totalitario emplazándolo como mercancía. Por esta razón, voy a citar la siguiente pregunta que ha formulado Jorge Alemán (1951-): “[…] ¿qué es el deseo cuando la época de la técnica ha apresado toda la trama de objetos en una voluntad de goce?”.[1] Yo por mi parte me pregunto lo siguiente: ¿qué es una carta de amor? Más aún: ¿el amor aún tiene carta en la era de la técnica?
La palabra carta: proviene del griego charta derivado de χάρτης, que se refería concretamente a la hoja de papel hecha de papiro en la cual se solía escribir cartas. Así, desde la antigüedad: en papiros y pergaminos se han escrito desde cartas de amor hasta la historia de la humanidad. De esta manera, una carta es un medio de comunicación escrita por un remitente para un destinatario. Actualmente existen diversos tipos de cartas: carta abierta; carta acordada; carta astral; carta blanca; carta cuenta; carta de ajuste; carta de amparo; carta de ciudadanía; carta de contramarca; carta de crédito; carta de derechos; carta de dote; carta de emplazamiento; carta de examen; carta de fletamento; carta de gracia; carta de guía; carta de hermandad; carta de hidalguía; carta de marca; carta de marea; carta de naturaleza; carta de pago; carta de personería; carta de porte; carta de quita; carta de repudio; carta de Urías; carta de vecindad; carta de venta; carta desaforada; carta dotal; carta ejecutoría; carta forera; carta magna; carta náutica; carta orden; carta otorgada; carta pastoral; carta puebla; carta real; cartas credenciales; cartas expectativas; entre otras.[2] Pero: ¿y la carta de amor? ¿Cuál es la esencia de la carta de amor? Es decir: ¿qué es lo que hace que una carta sea una carta de amor en la era de la técnica? De acuerdo con Emanuel Lévinas (1906-1995): al ir en busca de un sentido de trascendencia, hace falta ir más allá de la esencia.[3] Con base en ello, yo deseo que no nos quedemos en la carta a nivel de lo ente, sino que sea posible el abrirnos a la dimensión del ser del ente en una heteronomía de amor al otro. Pero, para comenzar a responder a estas preguntas, yo voy a poner de manifiesto la filosofía de Martin Heidegger (1989-1976) de su obra “La pregunta por la técnica” del año 1953, escrito donde se propuso preparar una relación libre con la técnica correspondiendo a su esencia y experimentándola en su delimitación. Para lograrlo, voy a parafrasear lo que él plantea partiendo de advertir que será necesario no representarnos y dedicarnos sólo a lo técnico, ya que, como él bien pensó, la esencia de la técnica no es, en absoluto, algo técnico. De ahí que nos preguntemos qué es la técnica y retomemos que la concepción corriente de la técnica es aquella que la concibe como un medio para un fin y un hacer de los sujetos, razón por la cual esta definición puede llamarse la determinación instrumental y antropológica de la técnica, y si bien esta definición de la técnica es correcta hasta para la técnica moderna, no obstante, lo correcto no es aún lo verdadero, ya que no nos muestra su esencia. Por lo tanto, la técnica no es simplemente un medio sino un modo de desocultar, lo cual abre un ámbito distinto para su esencia, es decir, el ámbito del desocultamiento: la verdad. De ahí que la tekné sea una forma de la aletheia, y como desocultar sea un producir. Al respecto, Martin Heidegger (1953) escribió lo siguiente: “La técnica es un modo del desocultar. La técnica presencia en el ámbito en el que acontece desocultar y desvelamiento, aletheia, verdad”.[4] Ahora bien, el mismo Heidegger nos dice que esto vale tanto para el pensar griego como para la técnica manual, pero no así para la técnica moderna, debido a que aun cuando ésta es también un desocultar, la técnica moderna es un desocultar provocante, es decir: una imposición o en palabras de Heidegger: “[…] El desocultar imperante en la técnica moderna es un provocar que pone a la naturaleza en la exigencia de liberar energías, que en cuanto tales puedan ser explotadas y acumuladas”.[5] Lo constante para este filósofo alemán, es el modo como está presente todo lo que se refiere al desocultar provocante, por lo tanto el trabajo de la técnica moderna desoculta lo real como constante, esto es lo dispuesto o das Ge-stell, el cual pensado con base en el marxismo: es el capitalismo, siendo lo dispuesto la esencia de la técnica y el destino del desocultamiento. De esta manera, debemos saber que existen dos tipos de técnica: la tekné antigua y la técnica moderna.
El peligro que trae consigo la modernidad en tanto era de la técnica, de acuerdo con Martin Heidegger, es que se nos imponga el desocultar provocante como única forma de acceso al ente por medio de un constructo artificial, relegando el ser al olvido y dejando de lado la verdad, así como el sentido originario del ser. Por lo tanto: el peligro es que los sujetos ya no se encuentran consigo mismos y con su esencia, y también es un peligro el hecho de que el Ge-stell vela el producir como poiesis y el desocultar en cuanto tal, velando así aquello en lo cual la verdad acontece: el Ereignis o acontecimiento apropiador. Así, el peligro de la esencia de la técnica en la configuración del sujeto moderno es que éste se rehúsa a la llamada de la verdad por el desocultar originario, entregándose a la pro-vocación de lo dispuesto como lo único posible. Sin embargo, el mismo Heidegger puso de manifiesto un pensamiento poético de Friedrich Hölderlin (1770-1843): “Pero, donde hay peligro crece también lo salvador”.[6] Es decir: aún podemos reconducir nuestra esencia que nos hace ser, para ser sujetos que dejan ser y que somos dejados ser en libertad, lo cual recibe el nombre de: Gelassenheit.
Dejar ser en libertad: tal es la función del amor contra la técnica moderna en tanto consumación de la metafísica de la presencia. Es por ello, que en el presente artículo yo deseo poner de manifiesto un fundamento ontológico para una filosofía de la educación, esto porque la técnica moderna instrumentaliza al sujeto de la educación al enajenarlo e instrumentalizarlo. Pero aprender por fin a amar haciéndonos libres, es una de las tareas ético-políticas del arte subversivo con base en la educación, siendo ello lo que yo deseo llevar a cabo con el género literario epistolar al escribir sobre el amor, que en sí mismo es ya un acto revolucionario perteneciente a una filosofía de la educación cuya misión pedagógica es liberadora. Aquí, surge la siguiente pregunta: ¿por qué el arte de escribir una carta de amor en la era de la técnica es un acto subversivo y revolucionario? Lo que yo pienso es que escribir con amor es un acto de liberación, con respecto al fetichismo del objeto técnico emplazado como mercancía en el mercado capitalista neoliberal. Si bien, no todo objeto técnico es un fetiche, al ser emplazado como mercancía en el entramado de relaciones capitalistas, obnubila u obtura el estado de abierto del Dasein, lo cual implica ser empleado como fetiche sobre la falta en ser del sujeto. Tal es la operatividad del engranaje del Ge-stell, siendo en este sentido que debemos pensar las palabras de Jacques Lacan (1972): “[…] el capitalismo forcluye las cosas del amor”.[7] Sin embargo, existe otra manera de relacionarnos con el objeto técnico con base en la obra de arte, concretamente con la carta de amor, porque, como bien dijo Martin Heidegger (1950): “[…] el arte es el acontecer de la verdad”.[8] Dicho lo anterior, la pregunta aquí es la siguiente: ¿Cómo el Ge-stell forcluye la carta de amor? El capitalismo por medio de la técnica moderna provoca un engranaje, donde el entramado de relaciones sociales instrumentaliza al sujeto al éste no relacionarse en comunión con otros sujetos, sino que, al serle impuesto un tipo de relaciones entre cosas, así mediatiza a los sujetos con el objeto técnico emplazado como mercancía fetichista, relegando el ser del ente al olvido al eludir el acontecimiento de su verdad, así como al velar la esencia que hace ser al sujeto y que lo deja ser en libertad: el amor verdadero.
Contra esta operatividad del Ge-stell en la era de la técnica: ¿cómo acceder a la verdad del ser haciendo que una carta de amor llegue por fin a su destino?… Para ello debemos preguntarnos qué es la verdad y cómo la verdad puede acontecer. Pero primero debemos diferir qué es el entramado de relaciones capitalistas, para poder vivir de otra manera con base en el arte en tanto acontecimiento de la verdad del ser, al encontrar un amor verdadero en la era de la técnica devolviendo al amor su carta en dicha era. Por ello mi pregunta aquí es la siguiente: ¿cómo con base en escribir una carta de amor podemos captar el ente en su ser? Lo que yo pienso con base en la filosofía de Heidegger: es que la carta de amor no es narrar el ente, sino captar el ente en su ser con base en el arte en tanto acontecimiento de la verdad, que es la verdad del ser.
En este estricto sentido es que el amor aún tiene carta en la era de la técnica. Al respecto, lo que yo sostengo es lo siguiente: sino captamos el ente en su ser no podremos acceder al amor verdadero, al tiempo en que sólo narramos el ente en el lenguaje sin acceder al ser por el camino de la verdad. ¿Será que presos en lo ente no tendrá carta el amor? ¿Para liberarnos debemos pasar a la apertura del ser con base en el estado de abierto del Dasein dejando que el amor suceda? Sin embargo, no todo lo que nos afecta es amor verdadero. El amor real deja suceder el ser y deja ser en libertad. No obstante, si se consumase el peligro que representa el que el Dasein en la era de la técnica esté encerrado en el ente sin apertura al ser, el amor no tendría carta en dicha era. Lo que yo pienso es que el amor aún tiene carta en la era de la técnica, pero para que su escritura sea un efecto de amor poético: nosotros debemos dejar que el amor suceda al acontecer con la verdad del ser, esto porque hemos olvidado su sentido originario, debido al peligro que es la técnica moderna en tanto ésta emplaza al ente y a la physis como existencias, relegando al olvido el sentido originario del ser. ¿Debemos entonces realizar un advenimiento apropiador del amor para darle al amor carta en la era de la técnica? Sí, el sujeto debe acoger y hacer suya la carta de amor, para que el amor vuelva a tener carta en la era de la técnica, con base en el acontecimiento de la verdad del ser. El sujeto moderno debe aceptar lo propio del amor, y no caer en el peligro que es ya el concebir el modo del desocultar provocante de la técnica moderna cómo único modo de lo posible, para no negarse al llamado de la verdad originaria: el amor. Siendo ello lo que nos debe importar realmente. Ahora bien, el amor sólo pide amor incondicional, porque, como bien enseñó Jacques Lacan (1972): “[…] el amor pide amor. Lo pide sin cesar. Lo pide… aun. Aun es el nombre propio de esa falta de donde en el Otro parte la demanda de amor”.[9] Mi pregunta es la siguiente: ¿el sujeto en la modernidad desea un amor verdadero con base en la apertura de su falta en ser, o desea emplazar el objeto técnico y la physis produciéndolos como entes hechos mercancía obturando el estado de abierto del Dasein? Es en este sentido, yo deseo acceder a la verdad del ser con base en una carta de amor en la era de la técnica que llegue por fin a su destino: el otro del amor. Una vez más Lacan:
“[…] – Y entonces, entonces, el amor, ¿el amor es siempre recíproco? – ¡Pues claro, claro que sí! Por eso hasta inventaron el inconsciente para percatarse de que el deseo del hombre es el deseo del Otro, y que el amor, aunque se trate de una pasión que puede ser la ignorancia del deseo, no por ello es capaz de privarlo de su alcance. Cuando se mira de cerca, se pueden ver sus estragos”.[10]
Por lo tanto, a modo de conclusión podemos decir que mientras existan dos sujetos que deseen un amor verdadero, al ser el amor siempre recíproco por quienes lo desean realmente: el amor aún podrá tener carta. Recordemos que donde crece el peligro, crece también lo que salva. La carta de amor aún puede tener lugar, en el sentido del estado de abierto del Dasein y el tener que ser para ser. Aquí deseo reiterar mi pregunta fundamental, cuya respuesta vendrá después del evento (Ereignis) y en la apertura de dicho evento: ¿el amor aún tiene carta en la era de la técnica? Para responder, yo voy a retomar el siguiente pensamiento que he construido con base en la filosofía de Martin Heidegger para centrar en él mi reflexión: escribir una carta de amor no es narrar el ente, sino el arte de captar el ente en su ser con base en el acontecimiento poético de la verdad o Ereignis. Es en este sentido, que el problema radica en que el sujeto en la modernidad o desea un amor verdadero con base en la apertura de su falta en ser, o quiere emplazar el objeto técnico y la physis produciéndolos como entes hechos mercancía obturando el estado de abierto del Dasein. Por lo tanto, debemos separar el amor incondicional del fetichismo moderno, para lo cual lo que debemos hacer es realizar la pregunta que interroga por el sentido del ser, para así poder saber qué es el desocultar originario accediendo a la esencia de la carta de amor y con ello saber qué es lo que la hace ser a una carta de amor en sí misma, que en el mundo moderno está rodeada del entramado de relaciones capitalistas en la era de la técnica, con lo cual posteriormente podremos ir más allá con base en la trascendencia del arte para que sea posible que la carta de amor emerja en tanto efecto poético de lo imposible. Para ello, debemos pensar el ser con base en la carta de amor en la era de la técnica desde el evento o Ereignis, para poder saber cómo somos en el mundo en cuanto el ser con y el habitar poéticamente la tierra, para que así: la carta pueda tener lugar en tanto efecto de amor verdadero. Con base en el arte el ser acontece desocultando, y el sujeto puede tener como verdad una carta de amor en tanto efecto poético de lo imposible, teniendo a su vez la posibilidad de ir más allá de la escritura para ser ahí donde los amorosos sujetos puedan tener en el acto de amor un destino sin parangón. Así, el ser no es el ente, el ser es paso, es un pasar imposible de definir. Pero es un paso que hace camino para andar hacia el amor y su misterio. Es viviendo de esta otra manera, que una carta de amor llega siempre a su destino sin parangón, siendo ahí donde el sujeto y el prójimo son dejados ser en libertad.
Bibliografía
- Alemán, J. Lacan en la razón posmoderna, Miguel Gómez Ediciones, Málaga, 2000.
- Heidegger, M. Caminos de bosque, Alianza, Madrid, 2010.
- Heidegger, M. Filosofía, ciencia y técnica, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2007.
- Lacan, J. El seminario de Jacques Lacan: libro 20: aún, Paidós, Buenos aires, 2009.
- Lévinas, E. De otro modo que ser, o, más allá de la esencia, Sígueme, Salamanca, 1987.
- Real Academia Española. En línea, en: <https://dle.rae.es/>.
Notas
[1] Alemán, J. Lacan en la razón posmoderna, Miguel Gómez Ediciones, Málaga, 2000, p. 49.
[2] Real Academia Española. Carta. <https://dle.rae.es/carta>. Consultado: 7 de marzo de 2022.
[3] Lévinas, E. De otro modo que ser, o, más allá de la esencia, Sígueme, Salamanca, 1987.
[4] Heidegger, M. La pregunta por la técnica. En: Heidegger, M. Filosofía, ciencia y técnica, Editorial Universitaria, Santiago de Chile, 2007, p. 127.
[5] Heidegger, M. La pregunta por la técnica, ed. cit., p. 128.
[6] Heidegger, M. La pregunta por la técnica, ed. cit., p. 145.
[7] Lacan, J. El saber del Psicoanalista: Seminario 19, 1972.
[8] Heidegger, M. El origen de la obra de arte. En: Heidegger, M. Caminos de Bosque, Alianza, Madrid, 2010, pp. 11-62.
[9] Lacan, J. El seminario de Jacques Lacan: libro 20: aún, Paidós, Buenos Aires, 2009, p. 12.
[10] Lacan, J. El seminario de Jacques Lacan: libro 20: aún, ed. cit., p. 12.
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