Exploraciones en teoría social: ensayos de imaginación sociológica

 

De Marinis, Pablo (coord.). Exploraciones en teoría social: ensayos de imaginación sociológica. Buenos aires: colección IIGG-CLACSO, 2019.

 

Imaginar otra manera, una nueva, de hacer circular los pequeños y precarios frutos de nuestras reflexiones, de las exploraciones de quienes nos proponemos pensar el misterio de lo social parece ser, en nuestra época, algo casi imposible. Es la imposibilidad emergente del carácter repetitivo de un conjunto de decires, de elaboraciones uniformizadas pero con pretendidos aires de gloria, iteradas una y otra vez en sus formas y en sus referentes, en los gestos provenientes de dialectos en el fondo muy específicos pero que, congelándose y perdiendo su viveza original con la violencia de cada aplicación, terminan apareciendo como el Lenguaje, como la matriz, la única posible matriz expresiva de investigadores, docentes y estudiantes del campo de las ciencias sociales y humanas. Quien se arriesgue, en este escenario, a otro tipo de enunciación, quien busque recorrer la aventura de hacer suya la complejidad del escurridizo objeto de la indagación social, debe asumir una apuesta necesariamente situada en el orden de la invención, debe desplegar su imaginación para crear la palabra justa, buscar el término que conmueva, trazar lo impensado de un recorrido conceptual y metodológico que saque a la luz la inevitable discordancia entre nuestros esquemas heredados y el carácter de un mundo que, de cierto modo, permanece siempre inédito.

 

La valía de este libro, editado hace ya casi tres años e intitulado Exploraciones en teoría social. Ensayos de imaginación metodológica, radica precisamente en que sitúa -de modos diversos, heterogéneos y a veces incluso contradictorios entre sí- el problema de la relación entre el método y la teoría social en el terreno de la creación, de una parcela de libertad, podríamos decir, que demanda incesantemente de cada uno de sus capítulos una extraordinaria cuota inventiva, por no decir fantasiosa. ¿Qué tiene que ver la teoría social con la fantasía? ¿No caería impotente, este exigente pedido de ingenio, ante cada nuevo desfile de las híper-modernosas y visiblemente democratizadoras normas de citado compartidas por absolutamente todos, ante las mismas frases hechas bien usadas en papers elaborados a partir de unas cuantas citas precisas en las cuales se sumerge tan frecuentemente, desapareciendo de inmediato en ellas, el sujeto de la crítica?

 

La respuesta de la compilación a este interrogante, a mi entender (las respuestas, mejor dicho, porque son varias y muy diferentes), sería(n) un rotundo no: no puede ni debe -el rol creativo de la teoría social y sociológica- poder desvanecerse en su misma impotencia. Enmarcado en aquella tenebrosa escenografía de lo que tal vez podría llamarse una escritura cada vez más estilizada de lo social, este volumen parece darnos la pista de una creatividad sociológica que se presenta, por el contrario, como la condición de la pregunta por el método y del ensayo de su posible resolución.

 

O como dice de Marinis en la introducción: “No aspiramos a ofrecer aquí un manual de recetas, de esas que resulta imperioso seguir al pie de la letra (…) Procuramos, más bien, ofrecer una fuente de posibles inspiraciones para la imaginación teórica de una gran diversidad de públicos (…)” (2019: 10). La representación del lector y la lectora que tienen los autores de este libro no es, siguiendo sus palabras preliminares, una que se adecue a criterios temáticos, a delimitaciones institucionales o demarcaciones más amplias, propias de las áreas mismas en que se divide el mundo social. Antes bien, quien se adentre en sus páginas será, probablemente, por la vía de la inquietud, esa suscitada por la inconformidad respecto de los métodos, o incluso por la manera en que nos hemos planteado la pregunta por el método, y por lo tanto quien lea será quien esté “siempre a la pesca de nuevos estímulos para otra imaginación” (2019: 10) Esta pesca no se la figuran, las y los autores de esta obra conjunta, como una que pueda desarrollarse en la calma bahía de la abstracción formal metodológica en un aula o en el fondo del océano pacífico de los textos del pasado donde se hallaría, aún prístino e idéntico a sí mismo, el alimento que en la cena nos daría energías para ir hacia ese imaginar Otro. Más bien su novedad se sostiene en que se captura con las manos en pleno oleaje, cerca del barullo del gentío pero también de los escritos en movimiento, omitiendo casi intencionalmente el uso de la caña como método incuestionado y atrapando uno por uno cada pez en movimiento; el propósito fundamental del libro es “mostrar teorías `en acción´, exploraciones de lectura y escritura en teoría social/sociológica” (2019: 11).

 

Si se trata de “exploraciones”, aclara de Marinis, no es por su carácter “exploratorio” sino más bien en el sentido de experimentación, de un tantear los objetos y teorías ya familiares o de un incursionar sobre lo todavía no pensado. Todo esto en un contexto signado por la idea de un “retroceso de la teoría” que el coordinador del volumen revisa con detalle, al punto de ponerlo en cuestión. De hecho, si la teoría sostiene algo de su carácter fundamental es tanto porque su enseñanza en las carreras universitarias de ciencias sociales y humanas sigue teniendo un lugar más que relevante, como porque las referencias teóricas continúan siendo ineludibles en cualquier investigación. De modo que los ensayos de este libro aspiran tanto a funcionar como materiales de estudio y enseñanza, como también hacer las veces de insumos para la elaboración de “marcos teóricos”. Pero quizá el rasgo más distintivo de esta apuesta colectiva sea cómo está habitada y atravesada por un conjunto de tensiones que dialogan entre sí, cuatro de las cuales anticipa de Marinis: sociología/otras ciencias sociales y humanas o teoría social/teoría sociológica; Norte/Sur o centro/periferia; texto/contexto; teoría “abstracta”/teoría “aplicada”. La primera tensión está traccionada en gran parte por las diversas pertenencias disciplinares y trayectorias de los y las integrantes del grupo que hace el libro, que tiene como resultado la enorme variedad temática del libro: de la teorización sociológica a la pregunta por los cortocircuitos entre sociología y otras ciencias sociales y humanas, de la filosofía a la psicología social, del análisis del discurso a la epistemología, de la crítica literaria a la historia, etcétera. La segunda tensión implica la pregunta por las relaciones entre centro y periferia respecto principalmente del interrogante por la teoría, una pregunta que, lejos de intentar saldarse aquí desde el rastreo de las “recepciones” locales, se atraviesa de principio a fin asumiendo y desplegando “`la simultaneidad´ [dice de Marinis] incluso de nuestras propias producciones con otras a las que el campo académico da su lugar, en otras latitudes” (2019: 15). La tercera tensión, texto/contexto, intenta ser tramitada buscando demostrar que los textos ni flotan por los aires carecientes de cualquier tipo de enraizamiento cultural, ni son puro efecto o determinación contextual. La última tensión, aclara el compilador del volumen, implica que los y las autoras del libro no entienden la teoría “teoricistamente”, como si se compusiera de afirmaciones abstractas, sino que está ligada cada vez a problemas tangibles, localizados y restringidos, para los que se requiere, podríamos decir, un trabajo, un trabajo con teoría. La introducción continúa haciendo un recuento del recorrido de cada uno de los capítulos, y finaliza atravesando brevemente la larga y densa trayectoria institucional, bibliográfica, lectora y escritora del equipo de investigación que le da su firma al libro.

 

El primer capítulo es el de Fermín Álvarez Ruiz (pp. 29-68), Hacia una crítica de la totalidad eurocéntrica como fundamento para estudios de teoría social de (y desde) el sur. El ensayo se propone como objetivo “recuperar y discutir un problema específico de la sociología latinoamericana y del “Sur” en general: el imperativo de legitimar, en comparación con las sociologías del “Norte”, su autonomía, su alcance y, particularmente, los términos de su relación con la producción de teoría” (2019: 29). Para ello, comienza sosteniendo que este imperativo de legitimación de la actividad teórica del “Sur”, que exige dar cuenta de lo específico la de sociología local en relación con las del centro, está presente incluso en los “institucionalizadores” de la sociología latinoamericana, como Gino Germani. Así, Álvarez Ruiz sostiene que trabajos contemporáneos como los de Martuccelli y Svampa, Chernilo y Mascareño y Horacio González, intentan delinear la especificidad y el estatus de la sociología local, sin poder evitar interrogarse por la autonomía, dependencia o conflicto que los enfoques de la región mantienen con las sociologías del centro. En esta línea, el autor propondrá “un abordaje del imperativo de legitimación de la producción de teoría, centrado en una crítica de los presupuestos (…) teóricos que lo sustentan” (2019: 35). Pues esos presupuestos, como la división del trabajo intelectual entre centro/teoría/universalismo y periferia/empiria/particularismo, hacen emerger jerarquizaciones específicas por las cuales las teorías del “Sur” -dado su pretendidamente irremediable punto de vista particularista- quedarían excluidas de la posibilidad de ofrecer una caracterización universal de las sociedades contemporáneas. Uno de esos supuestos es, como mostrará Álvarez Ruiz a continuación, una forma específica de entender la totalidad.

 

De esta manera, encontramos un primer apartado precisamente dedicado al problema de la totalidad, donde el autor comienza sosteniendo brevemente que se trata de una cuestión presente en la sociología desde sus inicios, esto es, que estaba tanto en Saint-Simon y Comte como en Durkheim y en el materialismo histórico. Luego, vuelve sobre sobre la división internacional del trabajo intelectual para afirmar que, en efecto, si esa división conlleva implícita la asunción de que centro y periferia conforman una totalidad en la que cada parte participa de manera específica, entonces es necesario preguntar: ¿qué concepto de totalidad se pone en juego al establecer tal cosa? “¿Cuál es la lógica que subyace al modo de entender la relación entre las distintas partes que integran el campo internacional de la producción sociológica como una totalidad?” (2019: 39). Para abordar esos interrogantes, Álvarez Ruiz se apoya en una serie de trabajos de Boaventura de Sousa Santos y Aníbal Quijano, quienes han formulado críticas a esa noción de totalidad que opera como presupuesto de la división internacional del trabajo intelectual y sobre el que se basa el imperativo de legitimación teórica. Una totalidad, para ellos, “eurocéntrica”. El objetivo de Álvarez Ruiz es, recuperando estos cuestionamientos, delimitar un trabajo teórico específico que habilite la reivindicación del punto de vista del “Sur” como un enfoque no necesariamente particularista, pues “es posible disputar el universalismo de las teorías del “Norte” sin renunciar a un enfoque totalizante sobre lo social y sin, a la vez, ignorar los diferenciales de poder (…) entre centro y periferia” (2019: 39). Para ello, revisa las distintas críticas a la totalidad eurocéntrica: en un segundo apartado, la de Sousa Santos y, en un tercer apartado, la de Aníbal Quijano. El caso de Santos le permite a Álvarez Ruiz volver sobre la relación entre la totalidad y la “lógica de la escala dominante” desde la que se constituye a lo particular como no-existente, y vincular así la hegemonía de esa escala con la necesidad de legitimar la producción de teoría en el “Sur”. Por otra parte, en Quijano, el imperativo de legitimación de teoría y la concepción de la división internacional del trabajo intelectual que lo sostiene “se presentan como un efecto de la `colonialidad del poder´ en el plano del conocimiento, es decir, del `eurocentrismo´” (2019: 58). Este último enfoque, afirma el autor del capítulo -tomando distancia del de Sousa Santos-, abre la posibilidad de concebir la producción de teoría en la periferia de otro modo: sacarla (a través de la lógica de la “heterogeneidad histórico-estructural”) de su lugar de mero particularismo, sin transformarla en una nueva visión totalizante autónoma que ignore los diferenciales de poder. Es en esa última lógica entonces en la que se detiene Álvarez Ruiz en las conclusiones, porque habilita una nueva relación con las teorías en el Sur que no se limita a modificar la forma en que las observamos en relación con las del Norte, sino que también habilita el despliegue de un tipo de producción teórico-analítica específica (que sea otra cosa que una mera operación de visibilización). En otras palabras, permite la emergencia de enfoques que no se circunscriben a la encarnación de un punto de vista “alternativo” u “original” respecto de las teorías del centro, sino que por el contrario “representan una mirada que viene a disputar las pretensiones universalistas de las teorías del ‘Norte’ que tienen como presupuesto la totalidad eurocéntrica y, de esa manera, figurar una concepción totalizante de la realidad social que revele diferenciales de poder, tensiones y contradicciones” (2019: 63).

 

El siguiente capítulo es de Daniel Alvaro (pp. 69-87) y se titula Deconstrucción de la sociología. Una tentativa metodológica. Alvaro parte del diagnóstico de la casi inexistencia de cruces entre sociología y deconstrucción, entendiendo a esta última como “una acción de desmontaje del corpus conceptual de la metafísica” (2019: 70), y recordando que no se trata ni de una destrucción, ni una simple negación, análisis, crítica, método ni operación. Es cierto que distintos campos del conocimiento, sostiene el autor, hacen uso de la deconstrucción, pero este no es el caso de la sociología. El capítulo busca analizar los motivos de ese distanciamiento y promover un desplazamiento en sentido contrario; para esto, comienza revisando el debate entre Habermas y Derrida en torno al problema de la razón y los límites (que Derrida desdibuja) entre filosofía/literatura y lógica/retórica, y a partir de esta discusión, pregunta: “¿En nombre de qué razón quienes nos dedicamos a la sociología deberíamos privarnos de emplear la deconstrucción como tantos otros lo han hecho en ámbitos más o menos cercanos al nuestro?” (2019: 76). En segundo lugar, se pregunta por las implicaciones de llevar la deconstrucción al terreno sociológico y por lo que esa maniobra supone metodológicamente; en rigor, este ensayo no propone ni una sociología deconstructiva ni una deconstrucción sociológica, sino que antes bien su propuesta “apunta a producir una incisión en la trama del texto sociológico, lo que equivale a abrirlo, a separar su hilos para comprender mejor la formación y los dibujos de un tejido que se expande con cada lectura” (2019: 79). En tercer y última instancia, Alvaro argumenta en favor de una deconstrucción de la sociología, recuperando sus anteriores investigaciones en las que desplegó la estrategia deconstructiva respecto del par comunidad/sociedad (en Marx, Tönnies y Weber) a partir de un movimiento “que no es propiamente sociológico, pero tampoco se identifica con `lo otro´ de la sociología” (2019: 85).

 

El capítulo de Alejandro Bialakowsky y Ana Belén Blanco (pp. 89-150) lleva por nombre Multitudes y `estilos fundacionales´. Una lectura en simultáneo de textos del sur y del norte. La pregunta general aparece de inmediato: ¿qué es lo que se juega en la emergencia de dos obras claves simultáneas? Será a partir de textos argentinos y franceses, de fines del siglo XIX y principios del XX, que el texto desplegará un “abordaje simultáneo” que se distancia tanto del énfasis en la “recepción” como en las “particularidades locales”. Una simultaneidad ligada a los vínculos espaciales y temporales, atravesados por relaciones sociales, “de una modernidad que surge `ya siempre´ conectada, esto es, simultánea (…)” (2019: 90). El interés de Bialakowsky y Blanco es captar las afinidades y tensiones entre obras del heterogéneo campo ya mencionado, leyéndolas en esta clave simultánea para captar la manera en que concibieron la “fundación” de la sociología. Esas afinidades constituirán para los autores “estilos fundacionales”, más específicamente dos estilos, uno protagonizado por José María Ramos Mejía y Gabriel Tarde, y el otro por Ernesto Quesada y Émile Durkheim. Dos grandes líneas de fundación que estarán diferenciadas principalmente por el tratamiento de las multitudes como problema epocal y teorético (para los primeros será central, para los segundos, marginal). Así, los autores sostienen que esa pregunta por las multitudes ocupa un lugar privilegiado en los debates fundacionales de la disciplina. La hipótesis del capítulo es que ese tratamiento diferencial se encuentra ligado al desarrollo de las “marcas estilísticas” que caracterizan cada propuesta sociológica. Para desplegar esa hipótesis, dividirán su texto en tres apartados: en primer lugar, se arrojan un conjunto de reflexiones sobre qué se entiende por teoría sociológica en el “Norte” y en el “Sur”; en segundo lugar, se caracterizan las encrucijadas teóricas y epocales simultáneas que signan el mapa de discusiones respecto del problema de las masas y el “cientismo” social (a partir de tres dimensiones que se vinculan en los cuatro autores a estos problemas, a saber, a) cómo conciben la autonomía disciplinar; b) qué metáforas y lenguajes utilizan; c) la perspectiva sobre lo social en general que movilizan); y, por último, desarrollan dos estilos “fundacionales” a partir de esas tres dimensiones centrales. El abordaje simultaneo permite “construir”, así, estas dos formas distintivas de fundar la sociología: “el estilo de las masas” (Ramos Mejía y Tarde) y “el estilo de las divisiones sociales” (Durkheim y Quesada).

Sobre colectivos y estilos de pensamiento, textos y contextos (y una nueva ronda de análisis sobre las semánticas sociológicas de la comunidad) es el tercer capítulo escrito por Pablo de Marinis (pp. 151-195). Quien lo lea encontrará allí, en primer lugar, un repaso de la labor investigativa previa del autor, a través de una reflexión sobre las relaciones entre los conceptos (sociológicos) de comunidad y sus contextos. De Marinis recuerda dos hallazgos: primero, sus trabajos permitieron entender que “comunidad” puede adquirir una variedad de registros (como hito histórico o punto de arranque; como tipo ideal; como grado cero de la socialidad; como el nombre de una utopía; como artefacto sociotecnológico que recompone lazos sociales). Segundo, el problema de la comunidad en la teoría sociológica no puede desligarse de la cuestión de las traducciones, pues hay siempre un entrelazamiento cultural de todos los conceptos sociológicos. En el caso de lo que el autor llama semánticas sociológicas de la comunidad, pueden destacarse dos: la alemana y la anglosajona. La pregunta que, de cierto modo, sirve así de hilo al capítulo es la siguiente: “¿es posible problematizar el ineludible enraizamiento cultural de los conceptos sin caer en las trampas del esencialismo, del culturalismo, del determinismo y otros variados `ismos´ (…)”? (2019: 153). Esto lleva a de Marinis a problematizar la relación texto/contexto, a partir de los conceptos sociológicos de comunidad y los contextos en los que se gestan y despliegan, intentando no caer en las dos típicas situaciones en las que recaen las teorías sociales (la defensa de una casi total autonomía del texto, más propia de trabajos de la teoría sociológica, y la postulación de una casi absoluta determinación del contexto, más característica de una “sociología de los intelectuales” o de una “historia de las ideas sociológicas”). El capítulo busca situarse en algún punto intermedio, para lo que recupera a un autor poco conocido y aún menos trabajado en el campo en el que se inscribe el libro, Ludwik Fleck: en sus reflexiones de Marinis encuentra claves interpretativas para pensar la relación texto/contexto en relación con el concepto sociológico de comunidad, sobre todo en la semántica alemana.

 

De esta forma, el capítulo se divide así: en primera instancia, el autor repasa la cuestión de la existencia de distintas semánticas sociológicas de la comunidad; en un segundo apartado, aborda los principales conceptos de Fleck en torno a la “sociologización del conocimiento”, dos de los cuales le interesan principalmente a de Marinis: el “colectivo de pensamiento” y “estilo de pensamiento”. El movimiento y el juego entre y con estos dos conceptos habilita así un abordaje peculiar y potente de la relación texto/contexto, en donde los textos “tienen su contexto de gestación/desarrollo/crisis/transformación en el marco de determinados colectivos de pensamiento, bajo las condiciones y limitaciones que imponen determinados estilos de pensamiento y partiendo de ciertas preideas o protoideas” (2019: 176). Así, y con el agregado de otras nociones de Fleck como círculo esotérico, círculo exotérico y Stimmung, de Marinis nos recuerda que no hay ningún texto que esté por fuera de un contexto definido aquí por todos esos conceptos que, por cierto, relativizan, la idea de genio o autor individual, y que el autor utiliza para complejizar incluso sus propias investigaciones antecedentes.

 

El cuarto trabajo del libro es el de Eugenia Fraga (pp. 197-226), La `teorización sensibilizadora´: humanismo crítico e intervención en las ciencias sociales. Al igual que el capítulo anterior, aquí Fraga pone en el centro de la escena una figura no muy conocida, la de Edward Albert Shils[1], movilizando sus obras más importantes para reflexionar sobre tres preguntas: ¿qué es la teoría sociológica? ¿Cómo se trabaja teóricamente en sociología? ¿Por qué y para qué se teoriza sociológicamente? Para abordar esos interrogantes, la autora se hace eco de la “metaforología” de Hans Blumenberg, entendiendo que las metáforas habilitan generar un lenguaje y una lógica con fuerza propias, y que ponen en juego, así, ciertos “estratos fundamentales” de aquello que se busca transmitir. El interés metaforológico, en este caso, no se separa de una preocupación por cómo lo teórico se conecta con la vida, y así Fraga nos ofrece el análisis de un conjunto de metáforas con las que pensamos la teoría: como semilla y como revelación, como mirada y como tiempo (primer apartado); como marco y como edificación, como conciencia y como apertura (segundo apartado); como humanismo y como sensibilidad, como cuerpo y como dinámica (tercer apartado); como reconocimiento y como crítica, como iluminación y autocomprensión (cuarto apartado).

 

Este original despliegue de las imágenes asociadas a la teoría en sociología es, probablemente, uno de los estudios que más justicia le hace a esa parte del título del libro que alabamos al comienzo (imaginación metodológica), puesto que aquí la teoría parece no ser entendida desde algún criterio demarcatorio respecto o bien de sus rasgos propios sostenidos en cierta esencia o técnica, o bien respecto de una ciencia empírica ingenua que sería lo contrario de nuestras rigurosas reflexiones. Antes que nada, el abordaje de Fraga hace énfasis, a partir de la obra de Shils, en -lo que quizá podría llamarse- la dimensión imaginaria de la teoría (lo cual, en un sentido muy concreto, aparece en el primer apartado, “la teoría como semilla” de la sociología, que se construye a partir de la imaginación). Otro carácter destacado de este capítulo (y compartido con varios de los trabajos del libro, como los de Álvarez Ruiz y Sasín) es el no abandono de la preocupación por la pretensión de la universalidad de la teoría. Al menos, nos dice Fraga, ese es el ideal de Shils: “Cuanto más abarcativo es el alcance de la teoría, significa que más preocupada se encuentra por las potencialidades humanas y sus determinantes en una escala universal (…)” (2019: 205). Ese universalismo, desde esta perspectiva, se liga a una preocupación por lo humano, a la concepción de la sociología como una disciplina humanista (pero no por eso menos crítica, como tiende a sostener demasiado rápidamente una lectura muy en boga y contemporánea a nosotros, porque en rigor la teoría sociológica es para Fraga, recuperando a Shils, una forma fundamental de autocomprensión y de autotransformación colectiva). La autora concluye estableciendo cinco metáforas desde las que se puede pensar la teoría sociológica (física, cartográfica, arquitectónica, cristiana, iluminista), resaltando cuatro cualificaciones o vectores que la constituyen (abierta, consciente, empática, crítica), y sosteniendo finalmente que la teoría sociológica, al compartir imágenes y conceptos con todas las grandes áreas de lo humano a lo largo de la historia, puede entenderse como teorización sensibilizadora, es decir que ella debe precisamente sensibilizar a los seres humanos para rastrear, proteger y resaltar “lo humano del ser humano”. Así, Fraga defiende “un trabajo teórico sensible, crítico y con pretensión de intervención práctica” (2019: 224).

 

¿Qué es el contexto? Reflexiones a partir del análisis materialista del discurso se titula el quinto capítulo, escrito por Ana Grondona (pp. 227-267), quien empieza preguntándose por el problema del contexto para la investigación en teoría sociológica: “¿Qué implica situar algo en su contexto? ¿Qué es “eso” que situamos? (…)” (2019: 227). Para darle vueltas a estos interrogantes, la autora toma como punto de partida el “giro contextualista” protagonizado por Quentin Skinner en la década de 1960 y sostenido contra la perspectiva transhistórica y su noción de “ideas-unidad” que, para ese entonces, hegemonizaba el campo de las discusiones al respecto.

Primero, Grondona revisita la crítica de Jacques Derrida a Austin (para quien, en su teoría de los speech acts, el “contexto” era central pues remitía a la performatividad de la enunciación, es decir a la intención del sujeto hablante), constituida por la idea de que el contexto es insaturable (las condiciones de saturabilidad que Austin establecía suponían un sujeto libre, señor de sí y de su querer-decir). Lo que permite entender esta imposibilidad es la noción de iterabilidad (constitutiva de la estructura del lenguaje en general, y por lo tanto del acto de habla), que marca la radical posibilidad del fracaso de los actos de habla o, en otros términos, marca que no puede partirse de la idea de una conciencia libre y plena que suture el contexto. Grondona vuelve desde aquí a Skinner para decir que al entender un texto, una teoría o una obra como un acto de habla, uno se encuentra con dos obstáculos específicos: primero, que el sujeto no es dueño de su querer-decir; segundo, que precisamente se trata de entender escritos, es decir de la materialidad misma del texto como escritura, que no puede sustraerse nunca del “problema de la ausencia”, pues “la no presencia en general, y la no presencia de mi querer decir en particular son constitutivos de las escritura como tal” (2019: 232). Si la historia intelectual de Koselleck asume la asincronía semántica de los conceptos en virtud de la cual superan su propio contexto, a Grondona le interesará aquí, en relación con aquella materialidad significante, la asincronía del texto y no del concepto. Esa materialidad tiene una historicidad, la historicidad del texto en virtud de la cual la autora propone otro collage, ya no el de las ideas-unidad transhistóricas, pero tampoco el de la historia intelectual desde la cual el sentido de un escrito radicaría en la intención del autor, sino el de un montaje, sostenido en el supuesto de las temporalidades múltiples que atraviesan todo texto, es decir, “de su constitutivo anacronismo/heterocronismo/pluricronismo” (2019: 234).

Esto le permite pensar a la autora el problema del contexto desde un punto de vista materialista (segundo apartado), más específicamente desde el análisis materialista del discurso que tuvo su máximo exponente en Michel Pêcheux, y que entiende a la producción de discursos como una práctica material sui generis, por la cual el sujeto, más que hablar, es hablado por discursos ya existentes, discursos Otros que lo preceden y que lo habitan desde dentro (una alteridad constitutiva, pues, en el interior del discurso). La idea de construir un corpus en función de múltiples materialidades, temporalidades y espacialidades, una idea contraintuitiva para quienes provenimos del ámbito de las ciencias sociales -siempre prontos a “morder el anzuelo del sujeto de enunciación” (2019: 241)- esa idea, decíamos, se pondrá en práctica a través del abordaje de “Germani y la cuestión juvenil…” (tercer apartado), un ejercicio por el cual Grondona intentará mostrar que “la delimitación del contexto con el que un texto dialoga y en el que se inscribe es necesariamente una operación de recorte, es decir, resultado de hipótesis sobre las temporalidades y espacialidades (…)” (2019: 248). Un abordaje, pues, de un artículo de Germani con cuatro versiones (1968-1978) y de los ecos de ellos en otros textos del joven Germani cuando arribó a Argentina en 1934, le permite a la autora encontrar resonancias entre ambas series y poner en práctica un modo de entender los escritos capaz de asir las diversas y heterogéneas temporalidades que los habitan, esas que quedan invisibilizadas por las perspectivas que no están dispuestas a atender a la materialidad especifica de lo textual y que se apuran a dar por evidente a qué denominamos `contexto´” (2019: 259). Concluye su ensayo, Grondona, con una idea que, desde mi perspectiva, gobierna enigmáticamente una cierta ética de la escritura que atraviesa todo este libro: “No hay por qué presuponer que al hablar (y mucho menos al escribir) sepamos (o gobernemos) qué estamos diciendo y a quién” (2019: 262). ¿No es algo como esto, de cierto modo, lo que sostenía de Marinis en la introducción cuando decía que este libro colectivo no se figuraba ningún lector en particular más que uno movilizado por la inquietud? ¿Qué es la inquietud que nos lleva a leer un libro sino el efecto de una relación con nuestro propio no saber (no saber qué, no saber a quién)?

 

El capítulo número seis es de Victoria Haidar (pp. 269-303) y se intitula Entre la formulación de problematizaciones y la organización del corpus. Herramientas para escribir la historia del presente. Este trabajo retoma dos grandes corpus provenientes de países del norte (el primero, formado por los seguidores de Foucault en Francia que estudian las tecnologías de poder del siglo XIX, como por ejemplo Castel y Donzelot; el segundo, los estudios anglosajones de la gubernamentalidad, también deudores y herederos del filósofo francés), para proponerse el objetivo de ampliar el corpora de la historia del presente a través de la inclusión de otros escritos del campo del ensayo y la crítica literaria argentinas. Otro capítulo más de la compilación, por tanto, que pone a dialogar de un modo no lineal y novedoso un conjunto de escritos de ambos “polos” geográfico-político-intelectuales de la dicotomía que de Marinis señalaba en la introducción como una de las tensiones que atravesarían en efecto el libro (Norte/Sur o centro/periferia).

 

Esto no significa que la autora omita la existencia de condiciones periféricas de producción de textos, pero tampoco impide la postulación de un “tiempo” de la producción compartida por quienes escriben en el Sur y en el Norte. Retomando una serie de trabajos de David Viñas y Josefina Ludmer emergentes en las décadas de 1980 y 1990, Haidar buscará constituir un tercer corpus de la historia del presente, puntualizar una serie de aspectos que han sido desatendidos por las bibliografías del “Norte” sobre esa historia, escribiendo pues a la vez su capítulo específicamente “argentino” y latinoamericano.

 

Así, en un primer apartado, se elaborará un retrato de la historia del presente desde el canon de estos estudios, evitando (al criticar sugerentemente y con perspicacia) no seguir una serie de clichés circulantes al respecto, como por ejemplo la repetida frase de que los governamentality studies son una “analítica” y no un método o una teoría. Haidar hace énfasis en cómo esos estudios articulan las preguntas y objetos de investigación en términos de “problematizaciones”, y busca puntualizar en particular los procedimientos desde los que las y los historiadores del presente producen esas problematizaciones, repasando puntualmente los -reconocidos- ejemplos de François Ewald (L’Etat providence), Nikolas Rose (Governing the soul) y Robert Castel (Las metamorfosis de la cuestión social). En el segundo apartado se desarrolla la propuesta específica de la autora, sostenida en la elaboración de un nuevo corpus a partir de los textos de Viñas y Ludmer, pues ellos no se inscriben de modo explícito en la tradición arqueogenealógica, pero explotan algunos de sus recursos: ellos “articulan las preguntas de investigación en términos de `problematizaciones´ y despliegan análisis orientados a exhibir las fracturas y las temporalidades de sentidos múltiples y discontinuas (…)” (2019: 284). En rigor, nos dice Haidar, en esas lecturas elaboradas en Argentina el presente no es ni una época histórica ni un “tema” sino una “interrogación” relativa a las condiciones culturales de posibilidad del estado liberal argentino. Haidar atraviesa y recupera estos textos para concluir, en un tercer apartado, que Viñas y Ludmer permiten introducir una novedad en la historia del presente porque “ponen en diálogo elementos de diferentes procedencias (…) horadando, de ese modo, la autonomía de cada texto y profundizando el efecto de `rarificación´ que, como se explicó, caracteriza la historia del presente” (2019: 298). Las -ensayísticas- historias del presente que vienen del “Sur” se diferencian, así, de las producciones francesas y anglosajonas “tanto por el apego a la coyuntura (…) como por el esfuerzo por teorizar el `contexto´ de los textos que articulan” (2019: 299).

 

En séptimo lugar tenemos el escrito de Mariano Sasín (pp. 305-340), Investigación teórica, semántica y comunicación. El lugar de lo masivo en la teoría de los sistemas sociales autopoiéticos (un ejercicio de aplicación). Este trabajo retoma la obra de Niklas Luhmann asumiendo que ella busca elaborar una teoría general para la sociología, y también que la teoría sociológica, teoría de lo social o de la sociedad, debería tener un alcance universal. Es decir, hay aquí una construcción de una teoría general para la sociología, una unificación teórica de la misma a partir de la distinción de un único objeto específico de observación, la comunicación, esto es, la única operación socialmente observable. Si la investigación teórica, desde una perspectiva luhmanniana, observa comunicaciones; si la sociedad es entendida como un entramado recursivo de observaciones, la pregunta que guiará este capítulo será la siguiente: ¿cuáles son los criterios específicos de las comunicaciones sociológicas y, dentro de ella, de la investigación teórica? (2019: 307). Al autor le interesa efectuar un cruce entre una investigación de cuño luhmanniano por la investigación teórica y la pregunta por la semántica específica de lo masivo en la teoría de Luhmann. La intención de Sasín, como él mismo sostiene, es pensar de qué modo queda configurada la relación entre la propia descripción de observación de la teoría sociológica y el objeto que esta describe. En tanto esa teoría observa observándose observarse, se trata de “observar la teoría sociológica mientras observa a la sociedad observándose a sí misma” (2019: 308).

 

El capítulo se estructura en cinco partes: primero, el autor efectúa una serie de aclaraciones preliminares en relación con el uso de ciertos conceptos y su vínculo con la propuesta de descripción de la investigación teórica; segundo, repone los argumentos centrales de Luhmann respecto del posicionamiento de la comunicación como operación basal de los sistemas sociales; derivado de ese posicionamiento y en tercer lugar, se comprende la relación entre el desarrollo de los medios de difusión de la comunicación y la masificación de la sociedad, sosteniendo que puede interpretarse a la sociedad moderna, en o desde Luhmann, como una sociedad de masas; cuarto, presenta las consecuencias teóricas de la inclusión de los medios de masas como un sistema funcionalmente diferenciado de la sociedad moderna; quinto y de modo conclusivo, analiza la relación entre los medios de masas y la sociología como modos de la autodescripción social.

 

El aporte específico de este complejo y fascinante escrito es por lo tanto, si se nos permite, doble. Por un lado, se caracteriza -en el cuarto apartado- a la sociedad moderna a partir del desarrollo de los medios de comunicación de masas, que logran excluir la interacción entre presentes y garantizar así la continuidad ininterrumpida y la abundancia de operaciones necesarias en relación con la forma de su diferenciación: “la sociedad moderna es una sociedad marcada (…) por la masividad de sus componentes. Lo masivo, concluyo, es asimismo, en la propia obra de Luhmann, un recurso semántico puesto al servicio de la descripción sociológica de la sociedad moderna (…) ” (2019: 331-332). Por otro lado, la teoría sociológica funciona, nos dice Sasín como conclusión, en tres niveles que se anudan entre sí: como esquema de referencia (marco teórico), como forma de observación sociológica de la propia sociología, y como una teoría de la sociedad, siendo este último sentido uno por el cual la teoría sociológica cumple la función social de la sociología. La teoría sociológica como teoría de la sociedad tiene el rol de elaborar una descripción científica de la sociedad en la sociedad, es decir, una autodescripción.

 

El octavo y anteúltimo capítulo es el de Emiliano Torterola (pp. 341-377), Para un análisis metateórico de las redes conceptuales. Contribuciones al paradigma sociológico integrado y la teoría del público en la sociología clásica.  El autor comienza describiendo dos desplazamientos que hubo en el campo de la teoría sociológica desde al menos tres décadas: el aumento de estudios teóricos meta-analíticos, que son causa y a su vez efecto de un segundo desplazamiento, el reconocimiento de autores clásicos e incluso marginales, como Simmel, Tarde y Park (estos últimos podrían vincularse entre sí, sostiene Torterola, por tres apuestas articuladas y soslayadas durante el siglo XX: el acercamiento de la disciplina al estudio de la psicología, el estudio de las formas de subjetividad e intersubjetividad, y el desarrollo de conceptos fundamentales como la masa, la multitud y el público). Los dos grandes objetivos del capítulo se corresponden en esta línea con aquellos dos movimientos, el ejercicio metateórico y el renacer de los clásicos: por un lado, Torterola busca formular una herramienta para el estudio sistemático de teorías basada en el Paradigma Sociológico integrado de George Ritzer, cuestionando cómo este último no diferencia claramente el objeto de observación metateórico, del teórico y del empírico. Así, el autor de este capítulo propone considerar a los conceptos y las redes de conceptos y nociones como unidades de análisis de la metateoría; por otro lado, aunque entrelazado con el anterior objetivo, Torterola busca contribuir a la recuperación y revitalización de una teoría del público en el período inicial de la disciplina.

Así, en un primer apartado, revisa la propuesta teórica de Ritzer, el abordaje integrador de los paradigmas y las teorías, es decir que analiza con detalle esa herramienta elaborada por aquel, el Paradigma Sociológico Integrado o PSI. Una herramienta que, a partir de dos continuos (micro-macro, subjetivo-objetivo) permite diferenciar tres grandes paradigmas dentro de la condición multiparadigmática de la disciplina: el paradigma de los hechos sociales, el de la conducta social, el de la definición social. El planteo de Torterola parte, como adelantamos, de una problematización y un cuestionamiento: “¿cuál es el objeto de reflexión de la teoría y cuál el de un modelo analítico sistemático como el PSI?” (2019: 350). En un segundo apartado, el autor sostiene siguiendo a Margaret Somers que la unidad de análisis metateórica deben ser los conceptos y las nociones, pues ellos son los elementos nucleares de las teorías, y porque se ofrecen como observables y rápidamente identificables para la labor metateórica. En el apartado tres, Torterola realiza un análisis integral de las redes conceptuales de la teoría del público de Robert Park, un análisis exhaustivo y detallado de las dimensiones (microobjetiva, macroobjetiva y microsubjetiva) y de las relaciones entre ellas, definiendo las redes de conceptos y nociones de cada dimensión y los vínculos entre ellas. Esto lo lleva a sostener que la sociología psicológica de Park se ubica más cerca de una “sociología de la acción social que de una “sociología del sistema social”. En el próximo apartado, pasa a estudiar la propuesta de Park en las décadas de 1920 y 1930, donde integra a su teoría una “teoría del sistema social a partir de un modelo ecológico y un análisis sociohistórico de la civilización urbana moderna, abordando en este caso las redes conceptuales en la “ecología humana”, para luego examinar en segunda instancia el lugar del público en las redes conceptuales de la sociología urbana. El interés final de Torterola en este punto es articular, a través de un esquema integrador y sintético, las redes conceptuales del paradigma ecológico y las nociones presentes en la sociología de la vida metropolitana. Esto aparece en un quinto apartado, donde ofrece un análisis integrador de las redes conceptuales de la ecología urbana en Park, centrado en la teorización del Público. En sexto lugar y en calidad de consideraciones finales, el autor concluye sosteniendo que “con la determinación de los conceptos y las redes de conceptos y nociones como unidades formales de análisis, el PSI gana precisión y potencial explicativo en su objetivo de comprender, evaluar y comparar las teorías sociales” (2019: 372). Este aporte arrojó, en el caso de Park, el hallazgo de que “aun cuando las definiciones y caracterizaciones (…) de público en Park (…) no atravesaron prácticamente modificaciones a lo largo de su obra, sí mutaron sus significados” (2019: 372).

 

El último ensayo de esta compilación es el de Juan Ignacio Trovero (pp. 379-404), y lleva por título De la teoría a la teorización. Algunos aportes para el trabajo en/con teoría en sociología. El interrogante del que parte es más que claro: ¿qué se entiende por teoría en sociología? Trovero busca aportar algunas herramientas, particularmente para quienes trabajan en ese campo, en el campo de las teorías sociales y/o sociológicas. Para esto, y siguiendo un gesto que, como ya vimos, es representativo de este libro colectivo en su totalidad, retoma dos figuras poco conocidas: Gabriel Abend y Richard Swedberg. En ellos, el autor del capítulo encuentra una concepción de la teoría restringida y pragmática, que en el caso del primero se constituye a partir del análisis de los usos de la teoría (de un análisis semántico respecto de cómo el significante teoría es desplegado en la práctica de nuestro propio campo), y que en el caso del segundo se desarrolla a través de una serie de recomendaciones y reglas de procedimiento para el “proceso de teorización”. Examinar estas perspectivas le permitirá a Trovero seguir su objetivo: trazar el arco que va de la teoría a la teorización.

 

De este modo, en un primer apartado encontramos una revisión de la pregunta por la teoría en la historia de la sociología, desde los clásicos hasta hoy: el autor comienza por ocuparse de los clásicos de la disciplina (Marx, Durkheim, Weber), siguiendo con Parsons, Merton y, más acá en el tiempo, Luhmann y Habermas, para llegar finalmente a la “lógica teórica” y a la “metateoría” postuladas por Alexander y Ritzer respectivamente.  Estos últimos trabajos se dan en paralelo a un momento de supuesta decadencia, crisis o muerte de la teoría sociológica de los 90’ a esta parte (como ya anticipaba de Marinis en el texto introductorio), momento que no impide sin embargo el despliegue de una pregunta por el lugar de la teoría. De hecho, este interrogante, nos recuerda Trovero, llega hasta la actualidad, como puede verse en la circulación de debates sobre el rol del quehacer teórico en las revistas más reconocidas del medio sociológico, como Sociological Theory. En este marco es que quien escribe el capítulo -con motivaciones que, como veremos a continuación, no se desligan de una preocupación educativa o didáctica, es decir una preocupación concerniente al rol de la teoría en/para la enseñanza en ciencias sociales- interrogará a Abend y Swedberg sobre la palabra teoría y la práctica teórica.

 

Así, en un segundo apartado que versa sobre el análisis de Abend respecto del significado y los usos de esa palabra, Trovero retoma principalmente “The meaning of theory” (2008), donde se busca distinguir entre los diversos usos de “teoría”, “teórico” y “teorizar”, partiendo de un diagnóstico definitivamente realista: no siempre sabemos qué queremos decir con estos términos. Si algunos autores se habían ya preguntado por el significado ontológico, evaluativo o teleológico de la teoría (qué es una teoría, qué es una buena teoría, para qué es la teoría), la pregunta de Abend (y de Trovero) será más bien semántica: ¿qué significa “teoría” en el lenguaje sociológico? La investigación en cuestión encuentra siete usos diferentes, que el lector o la lectora podrán ver resumidos con detalle a través de la escritura (y la traducción) de Trovero. El diagnóstico, una vez más, es que la palabra teoría en nuestro medio está plagada de ambigüedades léxicas, y la solución para Abend consistirá que elaborar un proceso colectivo de discusión y negociación al respecto, sostenido a la vez en la aceptación del pluralismo como principio. De cierto modo, más allá de estar o no de acuerdo con el racionalismo práctico, si puede llamarse así, de Abend, lo cierto es que esta compilación parece ser un aporte sustancial en este sentido (en buena hora, porque con el diagnóstico de Abend, por el contrario, es difícil no estar de acuerdo). En el tercer apartado, Trovero estudia la manera en la que Swedberg, haciéndose eco de la tradición pragmatista, hace foco, en Theorizing in Sociology and Social Science: turning to the context of Discovery (2012), en la teorización como proceso y no tanto en la teoría (concebida generalmente como un producto final). Swedberg tiene un objetivo pedagógico: no ocultar el proceso de producción de la teoría, para que los estudiantes aprendan a teorizar su propio trabajo empírico y no simplemente usar teorías “de otros”. Así, Trovero repasará las etapas y las reglas de procedimiento identificadas por Swedberg, deteniéndose especialmente en la “enseñanza de la teorización”: de nuevo, los estudiantes deben aprender a teorizar por sí mismos, es decir que se trata, para Swedberg y Trovero, de convertir el teorizar en un proceso “profundamente democrático”, pues “no se aprende leyendo sobre ellos, sino utilizándolos”, es decir, “No hay recetas ni mapas” (2019: 400). De esta manera, Trovero finaliza sosteniendo en las conclusiones que ambos autores abordan las acepciones de la “teoría” al trazar un arco que va de la teoría a la teorización.

 

Tenemos en nuestras manos, entonces, un libro complejo, amplio, diagonal, políticamente incorrecto, original y didáctico, que busca explorar los caminos de la imaginación en teoría, que trabaja densos problemas teóricos teniendo siempre en mente la necesidad de sostener la pregunta por la metodología. Es decir, un libro inquieto por su propia metarreflexión sobre un hacer que no es nunca ni meramente praxis, ni solamente pensamiento, sino que implica el trabajo material -con lápiz y papel pero también con un cuerpo enteramente atravesado por el diálogo y la discusión- sobre problemas que circulan entre autores, geografías, políticas, imágenes, historias y, por qué no, también ideas. Esta obra, me animo a arriesgar, es y será más fructífera cuando transite entre estudiantes y docentes, en las aulas, entre los pupitres y las manos, unas manos iniciáticas y otras no tanto, pero no, de ningún modo porque se trate de un trabajo simple o simplista, ni porque solo sea interesante para investigadores o círculos académicos, sino al contrario: hay que reconocerle, hoy más que nunca, al espacio de la enseñanza el lugar que se merece, el de ser lo que es, esa fuente inagotable de imaginación, creatividad, y de apertura del mundo por vía de la pregunta. Es esto lo que caracteriza, a mi entender, la experiencia al interior de los confines de lo áulico; y precisamente, también, lo que mejor describe a esta incisiva producción colectiva del Grupo de Estudios sobre Problemas y Conceptos de la Teoría Sociológica del Instituto de Investigaciones Gino Germani (Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Argentina).

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas

[1] No hace falta decir a esta altura que este es un rasgo sobresaliente del libro en su totalidad, la recuperación de pensadores sociales que se salen del mainstream del campo de las ciencias sociales.

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