Sobre fotografía

Lídia Vives (España) – Ganadora categoría Fine Art, autorretrato “In my head”

 

Ciprian Vălcan

Universidad “Aurel Vlaicu” Arad-Rumania

 

1. Las fobias provocadas por la fotografía son determinadas por el rechazo a la identificación con la apariencia, la superficie, lo episódico, la rebelión contra la homologación de un estado pasajero, accidental, inauténtico. El miedo inducido por la fotografía es el miedo a la máscara, el miedo frente al verdadero rostro, evacuado definitivamente para dar paso al artificio impuesto por la imagen. O, desde otra perspectiva, el miedo al retrato funerario, el miedo frente a la implacable rigidez de los rasgos, el miedo de percibirse y ser percibido como objeto. La fotografía intenta bloquear la dinámica del rostro, intenta frenar su movilidad, esforzándose así por traerlo al ámbito de lo representable, arrancándolo de la zona de lo inefable que prohíbe cualquier figuración e impone ya sea la supremacía del amor ciego o una exigencia ética imposible de infringir.

 

2. Dos tipos de argumentos en contra de la fotografía:

 

A. Aquellos que creen que la distinción entre apariencia y esencia, superficial y profundo, fenómeno y cosa en sí es válida pueden construir una línea de argumentación basada en la imposibilidad de la fotografía de pasar más allá de la superficie. Para ellos, aceptar la fotografía significa aceptar la ocultación de las cosas realmente importantes, reducir los contornos del mundo a lo que es visible, rechazar la existencia de lo espiritual, apostar solo por la masividad de la presencia. De esta manera, en una primera etapa, la máscara reemplaza el rostro y, en un segundo momento, usurpa sus rasgos, finalizando la impostura. El fenómeno desplaza la cosa en sí, pero exige ser interpretado de acuerdo con sus atributos.

 

B. Aquellos que renuncian a describir el mundo en términos de origen platónico, aquellos que niegan la legitimidad de la distinción entre apariencia y esencia, proceden de manera diferente. Ellos no salen en busca de la verdad, no creen que haya una potencial “fotografía ideal” de cada uno, una huella ontológica personal que pueda ser descifrada situándonos en el punto de vista de la divinidad. Para ellos, la esencia es una pura abstracción, un constructo lógico carente de realidad, y cada individuo es solo una colección de impulsos, accidentes y actos sin ningún determinismo. En su caso, el principal vicio de la fotografía no es ocultar la verdadera imagen, la “fotografía ideal” de cada uno, ya que no existe, sino que su principal defecto es la pretensión de capturar la unidad del yo, de presentar la identidad del individuo en el modelo de la objetividad. Los seguidores de esta posición creen que el yo es una magma siempre en ebullición, una sucesión de estados y sensaciones sin ninguna unidad, una composición puramente contingente de acciones e imágenes, imposible de definir o representar, pero la fotografía es un intento de interpretar este conglomerado anárquico y puramente subjetivo utilizando las características del mundo material, recortándolo según las reglas utilizadas en el caso de los objetos, cosificándolo.

 

En el primer caso, la imagen verdadera es posible, aunque no accesible siguiendo estrictamente los principios de la representación, no obstante, la fotografía introduce una distorsión, hipostasiando lo accidental y pretendiendo traducir través de esta la naturaleza profunda del individuo. La fotografía sustituye la imagen con la máscara y la convierte en la única realidad aceptable. En la segunda situación, la imagen verdadera es imposible, pero la fotografía intenta inventarla, reduciendo las características del sujeto a rasgos puramente objetuales.

 

3. La tesis de Barthes es que, entre miles de imágenes convencionales, entre miles de máscaras plácidas puestas en circulación gracias a la técnica fotográfica, existen, de vez en cuando, fotografías-brecha, fotografías que rompen el blindaje de nuestro yo, permitiéndonos acceder de repente y sin ninguna preparación a su verdad más profunda, la cara inalterada de las muecas del mono social. Asimismo, estas fotografías funcionan como intuiciones fulgurantes, entregando de manera misteriosa la imagen verdadera del individuo, haciendo visible su forma esencial, llevando a primer plano la transparencia de su ser. Las fotografías-brecha no se detienen en los detalles del cuerpo, no permanecen en la superficie, sino que se filtran como por milagro más allá de la piel, más allá de la maquinaria rígida siempre visible, dejando traslucir el Eidos del individuo, dejando entrever su alma. La fotografía-brecha es como un icono, que abre, a través de lo visible, hacia lo invisible, permitiéndonos ver lo que, de hecho, no puede ser visto.

 

[1] Original inédito en rumano: “Despre fotografie”. Traducción al español y notas por Miguel Ángel Gómez Mendoza (Universidad Tecnológica de Pereira-Colombia). Se traduce y publica con autorización del autor.