Mundos paralelos. La imaginación reaccionaria en Carl Schmitt

 

Resumen

El propósito del presente artículo es profundizar en la filosofía del arte de Schmitt, partiendo de que esta, al parecer, no ha sido lo suficientemente valorada al analizar su pensamiento político. Su teoría, en la que se contrastan forma y ausencia de forma, catolicismo y romanticismo, teología y política, también puede comprenderse como una alternativa entre el nihilismo y la imaginación. Las dos principales conclusiones son que lo que podría considerarse una estética schmittiana debe tomarse en cuenta como el elemento clave para entender el corpus de su ideario y que la imaginación no solo es un camino para la reforma política, sino que también puede asumir una misión políticamente reaccionaria.

Palabras clave: Carl Schmitt, estética, imaginación, reacción, nihilismo.

 

Abstract

The purpose of this article is to delve deeper into Schmitt’s philosophy of art, on the basis that this, it seems, has not been sufficiently valued when analyzing his political thought. His theory, which contrasts form and formlessness, Catholicism and romanticism, theology and politics, can also be understood as an alternative between nihilism and imagination. The two main conclusions are that what could be considered a schmittian aesthetics must be taken into account as the key element to understand the corpus of his ideology and that imagination is not only a path to political reform, but can also assume a politically reactionary mission.

Keywords: Carl Schmitt, aesthetics, imagination, reaction, nihilism.

 

 

Introducción

 

Una manera particular de ver el nexo entre política e imaginación es cuestionar la tarea política de la facultad imaginativa. En un primer momento, solo parecen existir dos opciones: por una parte, imaginar una alternativa a la realidad que pueda ser fuente de emancipación y, por otra, puede resultar la causa de todo sometimiento, pues la utopía aparece como justificación de cualquier sacrificio y de diversas formas de represión. En síntesis, la imagen de otro lugar puede ser, a la vez, el impulso a cambiar el presente y la razón de la aceptación y de la resignación a ese mismo presente. La primera es imaginación que libera; la segunda es imaginación que oprime. Revolucionaria la primera y reaccionaria la segunda. Un ejemplo de la primera perspectiva en el espectro de la filosofía política está en Bloch[1], para quien la imaginación es un sueño que desquicia el principio de realidad, un método para no caer en la aceptación pasiva del presente, un salto cualitativo hacia lo bello con un auténtico valor revolucionario. En cambio, la segunda tesis se refiere a la crítica de la ideología. Cuando el sueño se realiza, ya no es necesario realizarlo; y el capitalismo, recuerda Benjamin[2], se presenta como el sueño en el que todo sueño se realiza. En estos términos, una suerte de fuerza imaginativa otorga una desconcertante satisfacción a esperanzas y ambiciones que, sin embargo, nunca se realizan auténticamente.

 

Carl Schmitt no pertenece a ninguna de las vías descritas. La idea que el pensador alemán tiene de la imaginación es, de hecho, con respecto a este esquema, impura. De la primera perspectiva, Schmitt mantiene la idea de que la facultad imaginativa sirve para construir una alternativa al presente político-cultural y no para justificarlo, pero comparte con la segunda el carácter reaccionario. En esta perspectiva, la imaginación aparece como rechazo de una contemporaneidad a la que querría oponer una imagen alternativa. En definitiva, y como se pondrá de relieve en lo sucesivo, Schmitt ve, en la imaginación, una forma de rechazar toda una época histórica.

 

La tesis que aquí se intenta defender es, pues, en primer lugar, que, en el pensamiento de Schmitt, la imaginación es una respuesta teórico-política al problema del nihilismo y, en segundo lugar, que solo puede entenderse a partir de las relaciones que mantuvo, durante sus años en Múnich, con artistas y escritores como Konrad Weiss, Hugo Ball, Franz Blei y Theodor Däubler, por citar solo algunos. Acerca del vínculo con este último, comenta Garofalo:

 

Ni siquiera la desvanecida amistad con Däubler que Schmitt menciona en Ex Captivitate Salus (situándola[3] después de la primera guerra mundial, sin ulteriores especificaciones) había afectado su sentimiento de adoración por aquel ‘magnífico poeta… de la palabra poderosa’, como lo describe en una carta a Hansjörg Viesel de 1973. En 1955 y 1956 y después en 1976, con ocasión del centenario del nacimiento de Däubler, Schmitt volvería a tratar el tema en los términos habituales en artículos periodísticos[4].

 

Estos contactos con el mundo bohemio de Schwabing —barrio situado al norte del centro histórico de Múnich y conocido por ser lugar de encuentro de artistas—, entre 1915 y 1921, no deben interpretarse, simplemente, como una muestra de la curiosidad intelectual de Schmitt. Más bien, representan el momento y el modo en que Schmitt reflexionó sobre la crítica política de una contemporaneidad desprovista de cualquier gran valor, junto con la esperanza de pensar colectivamente una alternativa radical. Pare decirlo más explícitamente, Schmitt buscó afinidades espirituales en los artistas. Esto se hace mucho más evidente que nunca, cuando, en su vida posterior, se identificó realmente con muchos de sus contactos de juventud; en primer lugar, con Däubler, por quien tuvo siempre una estima incomparable. Schmitt buscó personajes similares a él,[5] con la esperanza de encontrar en el arte la respuesta para salir del caos político de la época.

 

Múnich es su segunda estación como estudiante y Estrasburgo después, donde enseñaba Laband, con cuyos planteamientos metodológicos el joven Schmitt no se identifica. Se mete ya de lleno en ambientes literarios expresionistas y queda cegado por la obra de Theodor Däubler Das Nordlicht, un poema sobre la atracción que la luz y el sol ejercen sobre los hombres.

 

El año 1910 es doctor (summa cum laude) con un trabajo titulado Über Schuld und Schuldarten (Sobre la culpa y sus formas). En 1914 tiene ya terminado el trabajo que será aceptado dos años después en Estrasburgo como habilitación para la obtención de la venia legendi: Der Wert des Staates und die Bedeutung des Einzelnen y es en ese mismo año cuando publica su ensayo sobre la obra de Däubler. Lo vemos pues atento a graves cuestiones jurídicas, pero también a la creación literaria y ello le conduce a Múnich, donde vive la bohemia del Schwabing.[6]

 

De hecho, hay que recordar que Schmitt fue testigo, desde Múnich, de acontecimientos políticos especialmente significativos para su reflexión teórica: el derrumbe del Segundo Reich, los inicios atrofiados de la República de Weimar y, sobre todo, la agitación social de 1918. La crítica schmittiana mira de cerca a un presente incapaz, a sus ojos de producir una forma nueva y epocal de orden estético-político.[7] La exigencia de la forma y el miedo al caos son dos temas que acompañan la entera reflexión schmittiana. La primera vez que esta alternativa aparece, en 1916, en un escrito dedicado a Das Nordlicht de Theodor Däubler, se vincula con un contraste entre imaginación y nihilismo.[8]

 

La imaginación es, entonces, para Schmitt, la posibilidad de concebir una alternativa a la política contemporánea.[9] Esto permite destacar, cómo, según su opinión, la estética y la filosofía política se pertenecen íntimamente: en una primera fase, parece posible responder a través del arte a una crisis que es política y, en una segunda, se llega incluso a decretar la esencia estética de la forma política. Para llegar a este desconcertante anuncio, que, al mismo tiempo, revela el vacío constitutivo de lo político, es necesario, en primer lugar, definir lo que Schmitt entiende por nihilismo. En segundo lugar, hay que considerar la imaginación como un terraplén, como una respuesta defensiva al desafío que plantea el pensamiento de la nada, y, por último, mostrar cómo la imaginación representa un punto de vista privilegiado para comprender la existencia de una peculiar concepción de la estética de Schmitt, que, a menudo, ha sido subestimada por los estudiosos y que pareciera sustentar su teoría de lo político.

 

Política y nihilismo en Carl Schmitt

 

Hay un nihilismo radical en el pensamiento de Carl Schmitt y, sin embargo, también es un severo crítico del nihilismo. Es difícil, si no imposible, hablar en términos generales de la relación Schmitt-nihilismo y es posible encontrar, al menos, tres lecturas de su ideario muy diferentes entre sí: las dos primeras pretenden llevar al jurista alemán a las filas del nihilismo moderno, mientras que la última entiende a Schmitt como el oponente más radical del nihilismo.

 

El 1941, Leo Strauss abordó el pensamiento schmittiano en una conferencia titulada El nihilismo alemán. La propuesta de Strauss consiste en leer el pensamiento de Schmitt junto con el de Spengler, Jünger y Heidegger. De acuerdo con el filósofo político germano-estadounidense, todos serían los portavoces del nihilismo alemán y constituirían una triada de teóricos capaces de allanar el camino al nazismo. Sin embargo, a los ojos de Strauss, el nihilismo alemán no se basa, realmente, en un motivo nihilista, ni se identifica con un velle nihil, no querer nada. El nihilismo alemán no sería la mera versión germana de “algo relacionado con la pérdida del centro y con la crisis de sentido, que depende de la desaparición de un punto de vista privilegiado o absoluto sobre el todo”[10] o de “una especie de escepticismo radical del hombre frente a la posibilidad de conocer la verdad”.[11] El nihilismo alemán no es el deseo de destruirlo todo, sino algo concreto: la civilización moderna, cuya negación, sin embargo, no está guiada por una clara concepción positiva. Por ello, Strauss[12] prefiere hablar de un nihilismo limitado que, solo más tarde, se convierte en un nihilismo absoluto.

 

Hay que añadir, no obstante, que la interpretación de Strauss no es el único modo de ver a Schmitt como nihilista. Hay un nihilismo aún más radical que puede detectarse en su pensamiento, tal y como se evidencia en las obras de aquellos que lo interpretan desde la teología política.[13] Aquí, la teología política no es fundamentación de la política en la teología, sino búsqueda radical de una fundamentación que debe confiarse al corte de la decisión. La decisión sería, en esta perspectiva, una opción trágica para el pensamiento schmittiano. Esta permite la creación de un orden, pero, el mismo tiempo, estaría revelando que ese orden no es otra cosa que una creación decidida. El pensamiento de Schmitt, desde este punto de vista, sería nihilista porque la forma política se revela carente de todo fundamento ontológico.

 

Por último, Schmitt también puede leerse como el mayor enemigo del nihilismo,[14] entendido este como incapacidad del mundo burgués de asumir la responsabilidad de sentido. Es notable la estima de Schmitt[15] por la idea de Donoso[16] según la cual el liberalismo se reconoce porque, a la pregunta “¿Jesús o Barrabás?”, responde convocando una comisión de investigación que aplaza eternamente la decisión. De este modo, el nihilismo al que se opondría Schmitt coincidiría con la ausencia de sentido provocada por la incapacidad de decidir propia del mundo burgués y del parlamentarismo que lo caracteriza.

 

Pese a que son tres interpretaciones diferentes, es importante subrayar que ninguna de ellas pone en duda que el enemigo teórico-político de Schmitt es la emergencia de las masas. No existe, en la filosofía política schmittiana, una definición única del concepto de nihilismo. De hecho, existen dos formas de entenderlo: positivamente, es un acontecimiento excepcional que exige una decisión; negativamente, es ausencia de forma.[17] En el primer caso, Schmitt es un nihilista; en el segundo, representa al oponente más decidido del nihilismo. Es esta segunda comprensión del nihilismo la que interesa en el análisis de la imaginación. Schmitt acusa a la modernidad de nihilismo y la respuesta defensiva que elabora reside en el poder de la imaginación. Aparece, así, con toda claridad, la oposición fundamental entre forma y amorfismo que impregna todo el pensamiento schmittiano. La imaginación resulta ser, entonces, una de las herramientas para criticar su contemporaneidad cultural, filosófica y, sobre todo, política, buscando estructurar una alternativa posible. En El nomos de la tierra, emerge con gran claridad que, en este marco de ideas, el nihilismo es, ante todo, un adversario político, y la imaginación es una fuerza formativa. En esta obra, Schmitt distingue el nihilismo de la anarquía, viendo en aquel al mayor enemigo político.

 

En vista de la extraña confusión que reina en toda esta discusión, es preciso sobre todo distinguir con toda claridad entre la anarquía de la Edad Media y el nihilismo del siglo XX. La ordenación medieval de Europa fue seguramente muy anárquica, según he mencionado anteriormente, si se le aplican las medidas de una empresa moderna que funciona sin problemas, pero pese a todas las guerras y disputas no era nihilista mientras no había perdido su unidad fundamental de ordenación y asentamiento.[18]

 

Por otra parte, existe un nihilismo político, que llega a su cima en el siglo XX, y que es criticado por Schmitt por ser una fuerza entrópica que disuelve la forma y al que contrapone la facultad imaginativa como fuerza centrípeta. Para el jurista alemán, la fuerza imaginativa es una forma de estructurar una alternativa al presente, pero que tiene una deriva integralmente reaccionaria. Podría definirse la imaginación de Schmitt como una imaginación reaccionaria, ya que se sitúa contra un presente progresista. Esto contribuye a tener una nueva mirada de la imaginación, que evita caer en la idea de que esta, por su naturaleza, es, necesariamente, un principio de liberación, de deconstrucción de las leyes de la realidad presente y/o una vía privilegiada de reforma política.

 

La imaginación reaccionaria

 

La premisa que subyace al análisis de la imaginación en Schmitt es que la reflexión estética y la reflexión política están estructuralmente conectadas dentro de su pensamiento. Se trata de una tesis a menudo negada en la historia de su recepción. Sin embargo, Schmitt la afirma varias veces: no solo cuando reconoce como fuente esencial El origen del drama barroco alemán de Benjamin,[19] sino, sobre todo, cuando señala que su teoría de la política debe interpretarse a partir del poema Canto a Palermo de Theodor Däubler. Es aquí, explicita el jurista alemán, donde identificó su propia teoría de la enemistad, la famosísima distinción entre amigo y enemigo. Además, es bien sabido, pero, posiblemente, no suficientemente estudiado, que Schmitt introdujo su propia definición de lo político de modo paralelo a la estética, argumentando que la política se basa en las categorías amigo-enemigo del mismo modo que la estética se basa en las categorías bello-feo.[20] El punto que aquí quiere subrayarse es que la imaginación juega un papel importante en toda la teoría política de Schmitt, pero, especialmente, en las obras que escribió durante los años de Múnich y, en concreto, en su análisis de Das Nordlicht de Theodor Däubler.

 

Es difícil saber cómo conoció Schmitt la obra de Däubler. ¿Por qué iba un jurista a leer a un poeta nacido en Trieste de padres alemanes que, habiéndose trasladado a Florencia, en 1907, participaba en el movimiento futurista local? Aunque Garofalo[21] y Nienhaus[22] han esbozado algunas teorías, no se ha llegado, todavía, a una explicación definitiva de que Schmitt conociera la obra de Däubler. Pareciera, más bien, que fue su interés por la estética lo que conllevó su encuentro con algunas figuras cimeras de la poesía. Frente a la decadencia de su época, buscó una respuesta en afinidades espirituales y, de hecho, Däubler, a sus ojos, no es solo un poeta, sino uno de esos personajes con los que le gusta identificarse, como, por ejemplo, Donoso.

 

Das Nordlicht es una especie de poema épico expresionista, una cosmogonía basada en la idea de que el sol es el padre de todas las cosas. Como todo deriva del sol, quiere volver a él. La Tierra misma trata de vencer la fuerza de la gravedad para lograr ese retorno, pero también cada individuo que, en su interior, conserva su núcleo solar. Aquí radica la importancia de la aurora boreal: es una guía hacia las partes solares que cada individuo conserva en su interior. La aurora boreal es el camino hacia una progresiva espiritualización y es este el punto que interesa a Schmitt: el poema däubleriano es la forma de oponerse a una época carente de espiritualidad. El Nordlicht es “tan profundo como la época es falsa, tan grande como la época es pequeña, tan lleno de espíritu divino como la época está vacía de él; la compensación de la época de la espiritualidad, más que un libro del tiempo, el libro de la eternidad. Hace contrapeso a la época mecanicista”[23].

 

La poesía se opone entonces a la cultura contemporánea y lo hace como imagen alternativa. El escrito de Schmitt se divide en tres partes: Elementos históricos y estéticos, El problema espiritual de Europa y Actualidad. Es cada una de estas partes, el autor pone de manifiesto cómo, en su perspectiva, la grandeza de Däubler no radica tanto en su crítica de un aspecto particular de la ideología del presente, sino, más bien, en ofrecer una alternativa radical a la misma. Es aquí, propiamente, que entra en juego el tema de la imaginación.

 

Para Schmitt, en Däubler, “lo decisivo es la fuerza imaginativa”, en él hay “una fuerza irreductible de la imaginación, capaz de dar vida al mito”[24]. Schmitt quiere hacer de Däubler el poeta alemán capaz de crear una nueva mitología germánica basada en la imaginación. Se trata aquí de una respuesta a la época nihilista, fuerza fantástica, poder de la imagen, Kraft Zum Bild. Es, precisamente, en la relación entre imaginación y mito donde hay que detenerse; lo que Schmitt tenía en mente era una mitopoiesis formativa. Si, de hecho, la acusación que dirige al nihilismo es la de haber negado la forma, la imaginación, su adversario más radical, es una fuerza capaz de garantizar un orden, de ponerse del lado de la forma.

 

La imaginación es, pues, como ya se dijo, mitopoiesis formativa y, en este sentido, coincide con lo que Schmitt llamaría más tarde katechon. Pese a que el katechon solo está documentado en los escritos de Schmitt a partir de 1942, en 1974, Schmitt escribió a Hans Blumemberg que había estado recopilando material sobre el katechon durante más de cuarenta años.[25] Schmitt afirmó que su obsesión permanente estaba en la relación entre la anomia social y el dar forma, el caos y las fuerzas estabilizadoras. La imaginación es lo que garantiza el orden de este mundo, es la oposición radical al caos anómico provocado por el nihilismo. Así pues, si, en Schmitt, la oposición entre forma y amorfismo es siempre central, lo mismo puede decirse de la alternativa entre imaginación y nihilismo. La imaginación tiene, de esta manera, la tarea de poner freno a los resultados inmanentistas de la modernidad. La modernidad es carencia de forma nihilista dado su carácter inmanentista. Por tanto, puede hablarse de una imaginación reaccionaria. Se trata, entonces, de una imaginación que siempre está y sigue estando vinculada al principio revolucionario, pero que está cargada de un signo irremediablemente opuesto.

 

Conclusión

 

Tratar el nihilismo y la imaginación en la obra de Schmitt es, también y especialmente, una forma de investigar la relación entre política y estética que impregna todo su pensamiento. Un ejemplo destacado es Romanticismo político. Como es bien sabido, se trata de un título paradójico: para Schmitt, no hay nada político en el romanticismo. Por el contrario, el romanticismo resulta impolítico, precisamente, porque repudia el poder vinculante de la forma. Esto lo repite en distintas oportunidades: hay tan poco romanticismo político como lirismo político.[26] “Donde comienza la actividad política, termina el romanticismo político”[27]. Subjetivismo y ocasionalismo son las dos categorías a través de los cuales se critica al movimiento romántico por negar la forma e intentar eliminarla. Así, pues, son dos las principales razones de crítica: en primer lugar, no fue capaz de producir una forma válida para su época, es decir, no fue capaz de producir una autorrepresentación adecuada; además, habría proclamado la necesidad de liberarse de toda estructura formal, viendo en ella una máscara engañosa que ocultaría una realidad auténtica.

 

Como se verifica en el análisis de los poemas de Däubler, el blanco polémico de Schmitt es la política liberal contemporánea que tendría su génesis en el movimiento romántico.[28] A esto hay que añadir que también la crítica a la República de Weimar tiene su origen en una crítica de la estética romántica. El romanticismo es, así, para Schmitt, un principio de desorden a través del cual construir, en negativo, la reflexión sobre la forma que seguirá, poco después, en el ensayo Catolicismo romano y forma política. La forma, por tanto, lejos de ser una categoría marginal, asume una centralidad cada vez mayor, precisamente, cuando se entiende en su duplicidad: la forma de Schmitt es estético-política.

 

El nihilismo, visto como carencia de una metafísica que postule un orden o sentido de algún tipo, es un mal político, y la imaginación es la respuesta estética a la crisis política que conlleva el nihilismo. Aunque, a menudo, negada o marginada por los intérpretes, la estética desempeña un papel central en la construcción de la teoría política schmittiana. Sin embargo, Schmitt no entiende la estética como una mera filosofía del arte. Si se la reduce a eso, queda como poco más que un divertimento para intelectuales. El jurista alemán, por el contrario, ve la estética como algo mucho más significativo y la relación entre nihilismo e imaginación es una forma privilegiada de verificar la importancia que tiene en la totalidad de su ideario. En efecto, la imaginación muestra la centralidad que, desde su punto de vista, tiene una teoría de la forma que aparecerá en los textos posteriores al análisis de Das Nordlicht de Däubler.

 

Así, en Schmitt, pueden identificarse dos nociones de estética: la estética como filosofía del arte y la estética como teoría de la forma, sentido este último que siempre adquiere una deriva política porque la política es una lucha por el poder y la autoridad en la sociedad, y la estética es una forma en la que esta lucha se manifiesta. Los presupuestos de esta concepción se encuentran en las relaciones de Schmitt con artistas y literatos durante los años de Múnich, especialmente con Theodor Däubler. La estética resulta ser, en esta comprensión, una morfología y, más concretamente, una morfología política, entendida no como teoría de las formas políticas sino como propuesta de una política de las formas, que consistiría en desvelar el contexto político y social más amplio en el que se arraigan elementos estéticos como la arquitectura o la cultura visual. Según esta perspectiva, la estética refleja las tensiones y los conflictos en la sociedad y puede ser utilizada como herramienta para promover una determinada visión política.

 

De acuerdo con lo anterior, la teología política no es solo, como se ha dicho repetidamente, una inserción de términos teológicos en el léxico político destinada a justificar lo existente; se revela, por el contrario, como el anuncio desconcertante de la vacuidad de lo político en virtud de la cual los conceptos políticos fundamentales permanecen indefinidos. Schmitt argumentaba que, a medida que la influencia de la religión en la sociedad disminuía, los conceptos políticos se secularizaban, pero aún conservaban su conexión con la teología en términos de su origen y significado. Aunque los conceptos políticos se independicen de su base religiosa, siguen arraigados en ella y mantienen su carácter parasitario en relación con la distinción amigo-enemigo.

 

De este descubrimiento se desprende que el léxico político no puede ser sino parasitario. Desde el marco teórico schmittiano, la reflexión política nunca se da en pureza sino siempre como tributaria de metáforas o analogías derivadas de otros campos como el teológico y, sobre todo, el estético.

 

 

Notas

[1] E. Bloch, El principio esperanza, trad. de Felipe González Vicén, Trotta, Madrid, 2004.
[2] W. Benjamin, Libro de los pasajes, trad. de Isidro Herrera Baquero, Luis Fernández Castañeda y Fernando Guerrero, Madrid, Akal, 2005.
[3] Parece que el autor se refiere a la ruptura de la amistad.
[4] L. Garofalo, Su Nicolás Gómez Dávila studioso del diritto e Carl Schmitt cultore di Theodor Däubler, Editoriale Scientifica, Napoli, 2019, p. 92.
[5] J. Freund, Vista de conjunto sobre la obra de Carl Schmitt, trad. de María Victoria Rossler, Editorial Struhart & Cía, Buenos Aires, 2002.
[6] F. Sosa Wagner, Carl Schmitt y Ernst Forsthoff: Coincidencias y confidencias, Marcial Pons, Madrid, 2008, p. 10.
[7] P. Bürger, Carl Schmitt oder die Fundierung der Politik auf Ästhetik. En Bürger, C. (Ed.). Zerstörung, Rettung des Mythos durch Lichtt, Frankfurt am Main: Suhrkamp, 1986, pp. 170-176.
[8] C. Schmitt, Theodor Däublers “Nordlicht”, Napoli, Edizione Scientifiche Italiane, 1995.
[9] M. Saralegui, The Politics of Time. Introduction to Carl Schmitt’s Political Thought, Santander, Cantabria University Press, 2021.
[10] V. Possenti, Il nichilismo teorético e la “morte della metafisica”, Roma, Armando, 1995, pp. 7-8.
[11] M. Fazio, Historia de las ideas contemporáneas, Madrid, Ediciones Rialp, 2012, p. 244.
[12] L. Strauss, El nihilismo alemán, trad. de Germán Prósperi. En Esposito, R., Galli, C. y Vitiello, V. (Comps.). Nihilismo y política,  Buenos Aires, Manantial, 2008, pp. 125-150.
[13] J.F. Kervégan, Che fare di Carl Schmitt, Roma-Bari, Laterza, 2016.
[14] H. Bredekamp, Walter Benjamin’s esteem for Carl Schmitt. En Meierhenrich, J. y Simons, O. (Eds.). The Oxford Handbook of Carl Schmitt, New York, Oxford University Press, 2016, pp. 679-704.
[15] C. Schmitt, Interpretación europea de Donoso Cortés, trad. de Francisco de Asís Caballero, Madrid, Rialp, 1952.
[16] J. Donoso Cortés, Obras de Don Juan Donoso Cortés, Marqués de Valdegamas, ordenadas y precedidas de una noticia biográfica por Don Gavino Tejado. Tomo Cuarto. Ensayo sobre el catolicismo, el liberalismo y el socialismo considerados en sus principios fundamentales, Madrid, Imprenta De Tejado, Editor, 1854.
[17] C. Galli, Genealogía della política. Carl Schmitt e la crisi del pensiero político moderno, Bologna, Il Mulino, 1996.
[18] C. Schmitt, El nomos de la tierra en el derecho público de gentes del “Ius publicum europaeum”, trad. de Dora Schilling Thon, Struhart y Cía., Buenos Aires, 2003, p. 37.
[19] C. Schmitt, Hamlet o Écuba: la irrupción del tiempo en el drama, trad. de Román García Pastor, Universidad de Murcia, Murcia, 1993.
[20] C. Schmitt, El concepto de lo político, trad. de Rafael Agapito, Alianza Editorial, Madrid, 1999.
[21] L. Garofalo, Intrecci schmittiani, Il Mulino, Bologna, 2020.
[22] S. Nienhaus, Carl Schmitt fra poeti e letterati. En Schmitt, C. Aurora boreale. Tre Studi sugli elementi, lo spirito e l’attualità dell’opera di Theodor Daübler, Edizioni Scientifiche Italiane, Napoli, 1995, pp. 5-48.
[23] C. Schmitt, Theodor Däublers “Nordlicht”, ed. cit., p. 89.
[24] Ibidem, p. 61.
[25] H. Blumenberg y C. Schmitt, L’enigma della modernità. Epistolario 1971-1978, Laterza, Roma-Bari, 2012.
[26] C. Schmitt, Romanticismo político, trad. de Luis A. Rossi y Silvia Schwarzböck, Universidad Nacional de Quilmes, Buenos Aires, 2000.
[27] Ibidem, p. 239.
[28] J.P. McCormick, Carl Schmitt’s Critique of Liberalism, Cambridge University Press, Cambridge, 2011.