Schmitt, McLuhan y el fracaso electro-digital de la democracia liberal. De la heterogeneidad social a la polarización como heterogeneidad política

Carl Schmitt-Marshall McLuhan

 

“Los diferentes pueblos o grupos sociales y económicos que se organizan ‘democráticamente” tienen el mismo sujeto ‘pueblo’ de manera meramente abstracta. In concreto las masas son heterogéneas sociológica y psicológicamente.”

Carl Schmitt[1]

 

“(…) Babel es (…) es una historia sobre la fragmentación de todo. Se trata de la ruptura en añicos de todo lo que había parecido sólido, de la dispersión de lo que había sido una comunidad. Es una metáfora para lo que está ocurriendo no solo entre los rojos y los azules, sino dentro de la izquierda y dentro de la derecha, tanto como dentro de las universidades, las compañías, las asociaciones profesionales, los museos e incluso las familias.”

Jonathan Haidt[2]

 

“Soy negro”[3]

Resumen

Hace 100 años Carl Schmitt planteó el concepto de “homogeneidad política” como base de la democracia, contrariamente, la heterogeneidad social sería incompatible con la democracia. En los EE – UU actuales tenemos una democracia liberal fallida a causa de la polarización política que es la consecuencia necesaria de tres factores: a) la heterogeneidad social real por encima de la igualdad formal democrática, b) el efecto psicológico de los medios electro digitales y, finalmente, 3) las propias libertades democráticas. Estos tres factores conjuntamente llevan necesariamente al tribalismo identitario en tanto la polarización política actual que divide a los EE – UU irreparablemente porque destruye todo sentimiento de pertenencia nacional, toda “homogeneidad política”. En este trabajo recurrimos a Carl Schmitt y Marshall McLuhan para explicar el fracaso de la democracia liberal norteamericana.

 

Palabras clave: Schmitt, McLuhan, democracia, homogeneidad política, heterogeneidad social, medios electrodigitales

 

Abstract

100 years ago, Carl Schmitt raised the concept of “political homogeneity” as the basis of democracy, on the contrary, social heterogeneity would be incompatible with democracy. In the current US – USA we have a failed liberal democracy due to political polarization that is the necessary consequence of three factors: a) real social heterogeneity above formal democratic equality, b) the psychological effect of electro-digital media and, finally, 3) the very democratic liberties. These three factors together necessarily lead to identity tribalism as the current political polarization that divides the US irreparably because it destroys any feeling of national belonging, any “political homogeneity.” In this paper we turn to Carl Schmitt and Marshall McLuhan to explain the failure of North American liberal democracy.

 

Keywords: Schmitt, McLuhan, democracy, political homogeneity, social heterogeneity, electro-digital media

 

 

  • 1. La forma operativa y política de la polarización

 

Desde la elección de Trump en 2016 apareció el tema del “retroceso democrático”, tema que en los EE – UU está asociado con el de la “polarización política”. La democracia liberal en los EE – UU consiste básicamente de a) procedimientos representativos de discusión para llegar al acuerdo, en el congreso y en el senado, y b) de las elecciones de representantes y del presidente del país. Teóricamente el acuerdo de los representantes deja satisfechos a sus representados y las votaciones dejan satisfechos a los electores, sobre todo la elección presidencial. Electoralmente se pierde o se gana y todo demócrata lo sabe y está de acuerdo con que así sea. Sin embargo, a) la polarización hace muy difícil el acuerdo parlamentario porque el disenso se da respecto de materias muy divisivas, las cuales los representados consideran innegociables, asuntos existenciales. Se tiene además b) que ahora las materias de disenso insalvable han avanzado a núcleo de la lucha por la presidencia, por lo que la elección presidencial no deja satisfechos a los perdedores y, ambos, perdedores y ganadores, ven la elección como el punto de partida para un ajuste de cuentas contra los rivales, considerados una amenaza existencial. En otras palabras, la democracia norteamericana ha dejado de funcionar como tecnología para alcanzar el acuerdo social. Se tiene que a) la discusión parlamentaria no logra acuerdo sobre lo que más divide a la población, b) la elección presidencial deviene la oportunidad de avasallar a la parte contraria, con ello dicha elección dejó de ser la conclusión temporal del disenso.

 

Operativamente la polarización política consiste en que las cámaras de representación no pueden ya llegar al acuerdo sobre lo que más inquieta a la población y que la elección presidencial es campo de encono y este continúa después de ella. Sean quienes sean los representantes y quien encabece el ejecutivo la perturbación social no amaina.

 

Políticamente la polarización consiste en que “los otros” son vistos como un peligro existencial y como alguien con quien, de alguna manera, hay que ajustar cuentas, idealmente excluyéndolo de la esfera pública, lo cual, equivale, por lo menos, a despojarlos de los derechos democráticos, a convertirlos en parias políticos e incluso someterlos a procesos de reeducación.[4]

 

La inutilidad de los parlamentos para el acuerdo profundo y el carácter radicalmente polémico de la elección presidencial son la forma institucional de la polarización política. En especial, el carácter polémico, no pacificador ni conciliador, de la elección presidencial prefigura una situación schmittiana en la que aparece el “enemigo” interior, y ese enemigo interior es el “otro”, el que ya no es “igual”, “homogéneo” con uno, sino “heterogéneo”, el “desigual” radical porque en esa su desigualdad es inaceptable como ciudadano dado que significa la “negación real”[5] de la “propia forma de la existencia”.[6] Ese, en los términos de Schmitt, es el que sistemáticamente es excluido de la “igualdad” propia de la democracia. Los EE – UU actuales están desarrollado con rapidez la figura formal de la “heterogeneidad política”, se trata de una democracia en la que mediante la “política de la identidad” se cultiva sistemáticamente la tendencia a excluir al “otro” visto como “enemigo” a “cancelar”. La “cancelación” es la figura mínima del ajuste de cuentas.

 

  • 2. La polarización política, el pluralismo y la heterogeneidad

 

Como señalamos arriba, el tópico del “retroceso democrático” en Occidente cobró fuerza a partir de la elección presidencial de Donald Trump en 2016 y justamente a partir de esa elección tal retroceso es asociado con la “polarización política”, que en el caso de los EE – UU se da entre los dos grandes partidos pero pasando por lo que ahora se conoce como “tribus identitarias”, por un lado las de los conservadores, asociadas con el partido republicano y, por otro, las de los “liberales” o “progresistas”, asociadas con el partido demócrata.[7] Así, a diferencia de situaciones previas, la “polarización política” actual en los EE – UU coincide con la lucha entre las “tribus identitarias”.[8] Tales “tribus” son la manifestación de una heterogeneidad social cuyo carácter actual problemático queda obscurecido por la inercia cognitiva y el peso moral asociados con los términos “diversidad” y “pluralismo”. La ideología “liberal” lleva a que ambos términos se refieran a la heterogeneidad social dándole un tinte positivo, porque el liberalismo parte del acuerdo mediante la discusión y para ello se da por sentado que la “diversidad” y el “pluralismo” no son materia de “contradicción existencial”,[9] sino solo de una enriquecedora discusión de puntos de vista diversos.[10] Así, la ideología “liberal” es la de una presunta bondad social intrínseca del pluralismo o de la diversidad, connotación positiva que está ausente de la expresión “heterogeneidad social”. Sin embargo, el hecho es a) que la polarización política contemporánea en los EE – UU está asociada con la heterogeneidad social norteamericana y b) que esta heterogeneidad no corresponde a la figura del “pluralismo” entendido como simple diversidad de meros puntos de vista que pueden ser compatibilizados mediante los métodos democráticos de la discusión pública y la negociación entre los representantes populares en las cámaras. Por el contrario, la heterogeneidad dominante en los EE – UU tiene que ver con diferencias existenciales en el sentido schmittiano – que amenazan al ser propio mismo[11] – que no se zanjan mediante discusión, por lo que dicha heterogeneidad impide de raíz el acuerdo democrático. Siendo así las cosas, resulta razonable dejar de lado por el momento los términos “pluralismo” y “diversidad” connotados positivamente y retomar el término “heterogeneidad” tal como hace exactamente 100 años lo consideraba el teórico del derecho Carl Schmitt, es decir, como algo simplemente incompatible con el acuerdo democrático. Para Schmitt en la democracia no puede existir la “heterogeneidad política”. Así planteada la cuestión es indigerible para la ideología liberal. Sin embargo, vale la pena explorar su alcance para entender su significado y explorar su valor explicativo para el fenómeno de polarización política y el retroceso democrático actuales.[12]

 

En este texto combinaremos a) el enfoque de Schmitt sobre la relación problemática entre democracia como acuerdo y la heterogeneidad social con b) la tesis de McLuhan de que la tecnología eléctrica hace obsoleta la representación y la delegación, las cuales son figuras básicas de la democracia representativa, figuras con las cuales la democracia liberal canaliza el pluralismo o diversidad de las meras opiniones para llegar a acuerdos. Pero lo que está en juego en las democracias liberales hoy en día no son puntos de vista, opiniones, sino diferencias existenciales que expresan una heterogeneidad social devenida en heterogeneidad política. Ocurre que a) la “revolución digital” potencia b) la heterogeneidad social como factor de conflicto y desacuerdo, convirtiéndola en c) heterogeneidad realmente política, la cual desemboca en d) la polarización. Por eso la democracia norteamericana se ha reducido notablemente a un solo elemento principal, a saber, las votaciones presidenciales, en las que las tribus demócratas y republicanas se enfrentan entre sí sin que el resultado sea, ni en lo más mínimo, la deposición de la confrontación. La democracia norteamericana es hoy en día básicamente una del mero enfrenamiento en la votación, votación para la cual la discusión previa es irrelevante porque tal discusión no lleva a ningún acuerdo, mientras que los vencidos y los vencedores electorales no son simplemente individuos más o menos agrupados en partidos sino miembros de “tribus identitarias” que son tan belicosos antes de la elección presidencial como después de ella y arrastran a los partidos a su pugnacidad tribal simplemente porque a través de los medios imponen el clima social.

 

  • 3. Schmitt, la democracia y la homogeneidad social

 

Para quien no conoce de Carl Schmitt más allá del hecho de que el jurista ingresó al partido nazi (1933) y asoció importantes esfuerzos teóricos (de 1933 a 1936) con su militancia en dicho partido, puede resultar sorprendente que durante los años 20s del siglo pasado Schmitt fue un teórico y un partidario ferviente de la democracia en tanto lo que se conoce como “democracia directa”, a la que él llamaba “democracia inmediata”, analizándola en el marco de la “democracia de masas moderna”, al tiempo que desarrolló ideas complejas sobre la democracia en general y su relación con el parlamentarismo en particular. Para la idea schmittiana de la democracia la noción de la “homogeneidad” o “igualdad del pueblo” es central. En este respecto aquí nos referiremos principalmente al texto de Schmitt aparecido en 1923 titulado Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus (La situación histórico espiritual del parlamentarismo actual).[13]

 

En el “comentario preliminar” a la obra recién señalada Schmitt formula el “principio” de que

 

[t]oda democracia verdadera se basa en que no solamente lo igual sea manejado como igual, sino, con consecuencia inevitable, lo no igual sea manejado como no igual. Es decir, a la democracia pertenece necesariamente, primero, homogeneidad y, segundo – en caso necesario – la expulsión o la aniquilación de lo heterogéneo.[14]

 

A continuación, Schmitt ilustra tal “principio” recordando “dos ejemplos de democracia moderna”.[15] Uno de ellos sería la “Turquía actual con su evacuación radical de los griegos y su turquización del país sin miramiento alguno”. El otro sería “(…) el municipio australiano, el cual mediante leyes migratorias mantiene alejada la inmigración indeseada y, como otros dominios, solo admite aquellos inmigrantes que corresponden al right type of settler.”[16] A lo anterior, Schmitt agrega que

 

[l]a fuerza política de una democracia se muestra en que sabe eliminar o mantener alejado lo extraño y los desigual amenazante para la homogeneidad. Es que con la cuestión de la igualdad no se trata de jugueteos abstractos, lógico aritméticos, sino de la substancia de la igualdad. Se le puede localizar en determinadas cualidades psíquicas y morales, por ejemplo, la diligencia ciudadana, la areté – la democracia clásica de la virtus (vertu) –. En la democracia de los sectarios ingleses del siglo XVII [la homogeneidad] se basa en la concordancia de las convicciones religiosas. Desde el siglo XIX [la homogeneidad] consiste sobre todo en la pertenencia a una nación determinada, en la homogeneidad nacional.[17]

 

Los fragmentos anteriores establecen sin lugar a dudas que para Schmitt se da en general la correspondencia, por así decirlo, de los conceptos de “democracia” y de “homogeneidad” entendida esta como “homogeneidad nacional”, y que, en particular, “desde el siglo XIX”, la “homogeneidad democrática”[18] es exactamente la “homogeneidad nacional”. Como veremos la precisión de este último concepto, “homogeneidad nacional”, es fundamental.

 

El concepto schmittiano de la “homogeneidad nacional” es mucho más complejo de lo que puede parecer a simple vista y de lo que sugiere la cita última cita de Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus con su referencia de la homogeneidad religiosa de los sectarios ingleses. Para entender tal concepto tenemos que recurrir a un pasaje de otra obra central de Schmitt, a saber, Verfassungslehre (Teoría constitucional, Verfassungslehre, 1927), obra en la que la “igualdad democrática” y la “homogeneidad democrática” son un tema central.[19]

 

La idea decisiva de Schmitt sobre la “igualdad” o la “homogeneidad del pueblo” entendido, “desde el siglo XIX como nación”, incluye, sin lugar a dudas, elementos nativistas, es decir, étnicos, lingüísticos, religiosos tradicionales etc., pero el “pueblo” como nación “homogénea” admite amplias heterogeneidades en todos los respectos recién señalados a condición de que se de el peso psicológico de una historia común a través de grandes eventos, los que, justamente, constituyen al pueblo como nación. Así, según Schmitt,

 

[l]o decisivo son la experiencia común de la vida histórica, la voluntad consciente para dicha experiencia común, grandes sucesos y metas. Auténticas revoluciones y guerras victoriosas pueden superar las contraposiciones lingüísticas y fundamentar el sentimiento de copertenencia nacional, incluso cuando no se habla la misma lengua.[20]

 

En otras palabras, son los grandes sucesos de los que surge una “nación” lo que verdaderamente forja la homogeneidad como la areté, mencionada arriba, la “igualdad de carácter”,[21] es decir, la posesión común “determinadas cualidades psíquicas y morales[22] en la que consiste la “homogeneidad nacional”. Frente al peso psicológico de la historia compartida del grupo nacional elementos nativistas como “un lenguaje común (…) por sí solos no son lo decisivo (…)”.[23] Lo mismo vale para diferencias económicas, sociológicas y ciertas diferencias religiosas o étnicas, según Schmitt.[24]

 

Es importante subrayar el carácter psicológico del recurso de Schmitt a los “grandes sucesos y metas” históricos como “condicionamiento psíquico” – podría decir McLuhan – de la “igualdad” en tanto “igualdad de carácter” que determina la “homogeneidad nacional” por encima de multitud de heterogeneidades reales en el seno de la nación, porque lo cierto es que “[i]n concreto las masas son heterogéneas sociológica y psicológicamente.”[25] Nótese, que Schmitt habla de la “voluntad consciente”, es decir, de la actitud de pertenencia a la misma nación – “copertenencia nacional” – por encima de las heterogeneidades reales de los individuos y los grupos, a partir de dichos “grandes eventos y metas”. La actitud de “copertenencia nacional”[26] basada en los grandes eventos históricos, es la “psique individual y colectiva” – como dice McLuhan – capaz de hacer que la multiplicidad de heterogeneidades sociológicas y psicológicas pase a un segundo plano en el que no afecta a la “identidad y homogeneidad democrática” .[27] Miembros de diferentes “clases” o “profesiones” (diferencias sociológicas), diferentes tipos humanos , hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales, etc. (diferencias psicológicas), pueden muy bien tener la actitud de pertenecer a una misma nación.

 

  • 4. La homogeneidad nacional y la heterogeneidad social

 

El papel del recurso de Schmitt a los eventos históricos como igualadores nacionales queda claro a partir de la discusión sobre la homogeneidad en el texto Die geistesgeschtliche Lage des heutigen Parlamentarismus. En este texto Schmitt dice que

 

[t]al vez existan ejemplos aislados del caso idílico de que una comunidad se baste a sí misma en todo sentido, de que al mismo tiempo sus miembros también disfruten de una feliz autarquía y cada uno sea tan similar a los demás física, psíquica, moral y económicamente, que se dé la homogeneidad sin heterogeneidad, lo que en las democracias campesinas primitivas o en los Estados de colonos puede ser posible un cierto periodo.[28]

 

La mención de “casos idílicos” de una “homogeneidad sin heterogeneidad” ayuda a aclarar la inicialmente misteriosa afirmación de Schmitt de que “(…) la igualdad es políticamente interesante y valiosa solo mientras (…) exista por lo menos la posibilidad y el riesgo de una desigualdad [heterogeneidad].”.[29] En otras palabras, según Schmitt se tendría el caso “idílico” de las democracias de iguales “sociológica y psicológicamente”,[30] aquellas en las que reinaría la homogeneidad total física, psíquica, sociológica, moral y económica. Frente a dicho caso se tiene el caso “políticamente interesante y valios[o]”[31] en el que la homogeneidad se da en el medio mismo de la “heterogeneidad sociológica y psicológica”.[32] Este es el caso no idílico, normal, el que resulta valioso para la reflexión sobre el problema del acuerdo social democrático. Es aquí, precisamente, donde aparece la peculiaridad y la potencia de la teoría de Schmitt de la democracia basada en lahomogeneidad nacional”. Tal democracia es posible solamente bajo el peso psicológico de la pertenencia al mismo pueblo en tanto nación devenida a través de grandes eventos históricos. Si dejamos de lado por el momento a tales eventos como el “condicionamiento psíquico” (McLuhan) de la igualdad u homogeneidad en tanto “copertenencia nacional”,[33] lo interesante es que tal homogeneidad es básicamente psicológica, existiendo en y sobrentendiendo un entramado complejísimo de heterogeneidades o desigualdades reales de todo tipo sin eliminarlas, solo neutralizándolas “políticamente”, neutralización que al mismo tiempo es la constitución de la “nación” o “pueblo”.[34]

 

Por supuesto, Schmitt sabe de la importancia de las igualdades o similitudes físicas, psíquicas, morales, religiosas, lingüísticas, sociológicas, económicas, etc., para lo que de manera superficial podemos llamar la cohesión social, y en su escrito Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus las tiene muy en cuenta cuando se refiere, según vimos, a que “[a] la democracia pertenece necesariamente, primero, homogeneidad y, segundo – en caso necesario – la expulsión o la aniquilación de lo heterogéneo”.[35] Si bien la conciencia nacional supone la neutralización de heterogeneidades, estás pueden ser tan grandes que las heterogeidades no sean simplemente neutralizadas sino que tenga que llegarse a “la expulsión  o la aniquilación de lo heterogéneo”.[36] El lector atento recordará que al inicio de este texto postulamos que la polarización política en los EE – UU tiende a la exclusión de “el otro”, es decir, del heterogéneo, y para ello la vía más sencilla es la de la eliminación de sus derechos políticos, su conversión en paria político. Por supuesto, Schmitt tiene muy clara esta posibilidad, como se verá a continuación, pero antes de tocar el asunto, debemos entender el papel de la expresión “político”.

 

Dos fragmentos ayudan a aclarar la situación hermenéutica. El primero ya lo conocemos y es donde Schmitt nos dice que “[l]a igualdad es políticamente interesante y valiosa solo mientras (…) exista por lo menos la posibilidad y el riesgo de una desigualdad”.[37] Lo que cuenta en ese fragmento es el adverbio “políticamente”. En el siguiente fragmento importa especialmente el adjetivo “política”:

 

La substancia política que atañe a la democracia no puede residir en lo meramente económico. De la igualdad económica no se sigue todavía ninguna homogeneidad política, si bien – negativamente – grandes desigualdades económicas pueden eliminar o amenazar una homogeneidad política existente por lo demás.[38]

 

Ciertamente también grandes desigualdades “psicológicas o sociológicas”, y de todo tipo, pueden “eliminar o amenazar” la “homogeneidad política”.[39] Si embargo, lo central es que la “homogeneidad” muy especial que concierne a la “democracia” según Schmitt no es una mera igualdad en algún respecto específico como la lengua, la tradición, la religión, la etnia o la situación económica, ni tampoco la función sociológica, etc., y ni siquiera la igualdad en la suma de tales respectos. Si bien todos esos respectos cuentan, y más todavía conjuntamente, “desde el siglo XIX”, según Schmitt, para definir la “pertenencia a una nación”,[40] lo realmente importante es el peso psicológico, condicionado por eventos históricos de gran calado, de la pertenencia a una nación. Existe la “homogeneidad nacional” cuando se da esa conciencia, que se manifiesta como toda una actitud o psique, como usa McLuhan este término, es decir, en el sentido de un marco o patrón cognitivo y moral que determina los pensamientos y las ideas puntuales. En este nivel de la discusión para Schmitt “nación” y “pueblo” son términos intercambiables.[41] El “pueblo” no es para Schmitt ninguna suma o agregado de elementos con características “físicas” o “psíquicas” o “sociológicas” o “ideológicas” homogéneas cualesquiera; eso no cuenta “políticamente” porque no define a un “pueblo”. Ser parte de un “pueblo” y la existencia de tal “pueblo”, es un estado o modo de existencia – individual y colectivo – que no se da más que por el peso psicológico de la comunidad determinada, condicionada, por “grandes eventos” históricos.

 

Insistimos aquí en la importancia de las nociones “político”, “políticamente”, “lo político” y el “pueblo”. La “homogeneidad política” es la “substancia política” de la “nación” o “pueblo”. Es esa “psique colectiva e individual” (McLuhan) la que es la “igualdad políticamente interesante y valiosa”, ella es la “homogeneidad” específicamente “política”, que constituye, precisamente a la “nación” como “pueblo”. La “homogeneidad nacional” no consiste en la igualdad de las esencias que definen conjuntos, por ejemplo, el simple color de la piel o el ser creyente de una religión particular o de la pertenencia a una misma clase social – digamos la clase obrera –. Dichas características conjuntistas esenciales no constituyen la nación en su homogeneidad ni solas ni sumadas. La nación – o pueblo – no es ningún simple conjunto ni tampoco ninguna unión de conjuntos sociales, pero tales conjuntos, con la heterogeneidad “abstracta, lógico aritmética”[42] que los caracteriza, “(…) pueden eliminar o amenazar una homogeneidad política (…)”,[43] según quedará claro más abajo.

 

  • 5. La exclusión como medio para lograr la homogeneidad política o nacional

 

Ahora bien, el concepto específicamente “político” de la homogeneidad que “(…) atañe a la democracia (…)” de ninguna manera hace abstracción de las heterogeneidades en los diferentes respectos que definen las esencias conjuntistas, como el lingüístico, el religioso, el étnico, el cultural, el ideológico, etc. Estas homogeneidades reales son importantes y por ello Schmitt remite a ciertos ejemplos de ello, cuestión que Schmitt introduce diciendo:

 

Por lo demás hay que decir que una democracia –porque a una igualdad siempre pertenece una desigualdad– puede excluir a una parte de la población dominada por un Estado sin dejar de ser democracia, [decir] que incluso en general hasta ahora a una democracia siempre pertenecieron esclavos u hombres a los que de alguna forma se les negaron derechos totalmente o a medias y fueron mantenidos alejados del ejercicio el poder político, ya sea que se les haya llamado bárbaros, incivilizados, ateístas, aristócratas o contrarrevolucionarios.[44]

 

Conviene señalar que exactamente aquí entra la figura de lo que al inicio de este trabajo llamamos el paria político por haber sido excluido de los derechos políticos y que eso se ha planteado públicamente por militantes “liberales” con toda seriedad y con sentido de urgencia en los mainstream media de los EE – UU como un “necesario arreglo de cuentas” contra los trumpistas.[45]

 

La negación de derechos, la exclusión política, es un mecanismo muy conocido para eliminar al otro percibido como radical o peligrosamente diferente. Así nos dice Schmitt a continuación que

 

“[n]i en la democracia de la ciudad ateniense, ni en el imperio mundial inglés, tienen igualdad de derechos políticos todos los habitantes del dominio estatal. De los más de 400 millones de habitantes del imperio mundial inglés más de 300 millones no son ciudadanos ingleses. Cuando se habla de democracia inglesa, de derecho universal a votar y ser votado y de igualdad ‘universal’, en la democracia inglesa se ignora a cientos de millones con la misma autoevidencia con la que se ignoró a los esclavos en la democracia ateniense.”[46]

 

Poco más abajo Schmitt señala que

 

“[l]as colonias, los protectorados, los mandatos, los acuerdos de intervención y formas semejantes de dependencia le permiten hoy en día a una democracia dominar a una población heterogénea sin convertirla en ciudadanos, hacerla dependiente del Estado democrático y sin embargo mantenerla alejada del Estado. Ese es el sentido político y jurídico de la bella fórmula: en términos de derecho interior las colonias son exteriores y en términos de derecho internacional son interiores.”[47]

 

Más abajo Schmitt agrega que si se hiciera del derecho electoral igualitario para todos los habitantes del imperio inglés “el fundamento de su totalidad”, tal imperio “(…) no podría durar ni una semana; los de color sobre votarían a los blancos por una mayoría inmensa. Sin embargo, el imperio mundial inglés es una democracia. Algo similar ocurre con Francia y con otros poderes.”[48] La nación inglesa en tanto democracia, descrita por Schmitt, no coincidía, nunca coincidió con el “imperio mundial” o “dominio estatal” inglés, lo mismo que la actual “mancomunidad británica” –la commonwealth de su majestad–.

 

Del ejemplo de los “de color” y los blancos, y de su carácter de ser solo “habitantes” del reino o bien de ser “ciudadanos”, en el caso inglés queda claro que las heterogeneidades materiales[49] son decisivas para pertenecer o no la nación, a la democracia, porque justamente tales heterogeneidades materiales son la expresión de la ausencia de una “homogeneidad política”: “los de color” del “imperio mundial inglés” no son parte de la historia “nacional” inglesa, ni siquiera por haber participado en las guerras del imperio inglés. No por nada aún hoy en día los famosos gurkas “ingleses” luchan como una agrupación aparte, por sí misma, en los conflictos en los que los involucra el Reino Unido. Recuérdese también que durante la Segunda guerra mundial los negros norteamericanos luchaban en agrupaciones separadas de negros y que en parte eso todavía ocurrió en la guerra de Vietnam (1955-1975) aunque a media guerra los negros devinieron ciudadanos norteamericanos de pleno derecho. Se trata de que las heterogeneidades materiales –coincidentes con las esencias conjuntistas[50]– pueden ser tan grandes que operen en contra la “homogeneidad política”, es decir, del peso psicológico que determina la pertenencia y la experiencia común con base en grandes eventos históricos. Es entonces que la desigualdad o heterogeneidad deviene “interesante políticamente”, ya que amenaza la “homogeneidad nacional” que constituye el “pueblo”, la “nación”.

 

Lo anterior es coherente con la tesis de Schmitt de que mientras la igualdad económica no garantiza la homogeneidad política, “negativamente” se tiene que “(…) grandes desigualdades económicas pueden eliminar o amenazar una homogeneidad política existente por lo demás.”.[51] La tesis de Schmitt al respecto parece confirmada por el hecho de que, por ejemplo, los países eslavos del Pacto de Varsovia durante La guerra fría eran bastante homogéneos económicamente –a más de ideológica y étnicamente– y sin embargo nunca se llegó siquiera a esbozar la fusión nacional entre ellos.[52]

 

En la discusión anterior ha quedado totalmente al margen la noción precisa de Schmitt de “democracia”, lo cual es un asunto asaz complejo que no podemos desarrollar aquí y que hemos tratado en otro lugar.[53] Sin embargo, para los objetivos de este texto baste con señalar aquí que Schmitt no se aleja en ningún momento de la comprensión de la democracia en relación con el acuerdo social, si bien él rechazaría la noción de “mecanismo para lograr el acuerdo” como tecnológica o instrumental. Schmitt tiene una noción “política” de la democracia, a saber, en primer lugar, como modo de existencia excepcional del pueblo, de un pueblo determinado, bajo una situación extrema, una situación “política” en la que el pueblo se constituye como tal realizando la democracia como “democracia inmediata” al afirmar su soberanía –mediante la “aclamación” o el “referendum” en el marco de la famosísima distinción schmittiana entre “el amigo y el enemigo”. En cualquier caso, la democracia es justamente el acuerdo “unánime” del pueblo –Schmitt se apoya de manera central en la idea de Rousseau de la volonté géneral sin fisuras–,[54] por lo que a continuación consideraremos si la democracia parlamentaria o liberal contemporánea sigue siendo el mecanismo para el acuerdo de la nación democrática, así sea por mayoría, no por unanimidad.

 

  • 6. La polarización, la democracia liberal y las alternativas de unidad nacional

 

Si bien el concepto mismo de “democracia” de Schmitt es secundario para nuestro interés sobre el “retroceso democrático” en el marco de la “polarización política” contemporánea, sobre todo en los EE – UU, la relación de dicho concepto con el problema de la “heterogeneidad” social es muy importante para comprender las crecientes dificultades para lograr el acuerdo democrático liberal en Occidente. Lo interesante para nuestra problemática es un factor que no está presente en lo absoluto en las consideraciones de Schmitt, a saber, la relación entre los medios electro digitales y la heterogeneidad social y, complementariamente, la relación de esta dupla con la democracia.

 

De entrada, podemos afirmar sin ninguna duda que en Occidente la heterogeneidad social es potenciada por los medios electrodigitales hasta el extremo en el que la homogeneidad democrática o nacional en términos de Schmitt, es decir, consistente en el peso psicológico de la pertenencia a una misma nación, ha quedado destruida de raíz, es ya prácticamente inexistente.[55]

 

En el segundo epígrafe a este texto mencionamos la idea crítica del psicólogo social J. Haidt de la “fragmentación de todo”, quien siguiendo a M. Gurri señala “el poder de las redes sociales como un solvente universal que rompe los lazos y debilita las instituciones”.[56] Haidt cita a Gurri diciendo que “[l]a revolución digital ha fracturado ese espejo [el contenido unificado de los medios como reflejo de la sociedad], y ahora el público habita esos fragmentos (…). Así el público (…) está altamente fragmentado y básicamente es mutuamente hostil. Se trata de gente mayormente gritándose la una a la otra (…)”.[57] Es claro que Haidt y Gurri se están refiriendo al estado de la conciencia nacional norteamericana portada o reflejada por los medios norteamericanos: estos no unifican sino que disuelven, todo se fragmenta, y la conciencia nacional está fragmentada, es decir, en realidad ya no existe. En todo caso se trata de una metáfora para la disolución de la homogeneidad de la nación en los EE – UU. Lo que queda es la simple heterogeneidad. Claro, los medios no actúan en el vacío sino en el conjunto creciente de heterogeneidades reales que caracteriza a los EE – UU. Este país es tan heterogéneo realmente que no se necesita de nada del otro mundo para que tales heterogeneidades pasen de ser una mera amenaza a la conciencia nacional, para que, con el concurso de los medios, realmente la destruyan, transformándose en una heterogenedidad política en el sentido de Schmitt, cosa que ya es la realidad palpable y profunda en los EE – UU; justamente se trata de la polarización política que se ve como el “retroceso democrático” en ese país.

 

De hecho, la idea de Schmitt de una conciencia –actitud– de “copertenencia a una nación” es algo similar a lo que comúnmente es referido con expresiones como “mito” o “relato nacional”, “conciencia nacional”, etc., que supone, justamente, un marco básico de acuerdo nacional, el acuerdo que es compartido por todos los que tienen conciencia de su copertenencia a la nación del caso. Esa conciencia, que parcialmente corresponde a lo que Schmitt considera el factor o peso psicológico que lleva a los individuos y a los grupos a ser “homogéneos” en el sentido no material sino político de ser todos miembros por igual, iguales, de una nación, es aquello cuya ausencia se manifiesta en la polarización política de los EE – UU y, en general, de un cierto número de países occidentales.[58]

 

Ciertamente, como lo señaló Schmitt hace exactamente 100 años, en todos lados, incluidas todas las naciones que definen el mapa mundi, “(…) las masas son heterogéneas sociológica y psicológicamente (…)”, pero la conciencia nacional es la dimensión psicológica que garantiza la cohesión nacional a la gran mayoría de efectos prácticos, tanto en Occidente como en Oriente, en todos lados, con democracia o sin ella. Sin embargo, el problema de la polarización política en Occidente muestra que tal cohesión y tal conciencia se han debilitado en grado variable, siendo el caso de los EE – UU uno en el que tal debilitamiento es mayor, lo cual resalta si se compara con sus rivales geopolíticos Rusia y China. Ahí la heterogeneidad en los múltiples respectos enumerados por Schmitt parece estar sujeta realmente a una “homogeneidad política” que se corresponde con el peso psicológico de los grandes eventos históricos señalados por Schmitt, en especial “revoluciones auténticas y guerras victoriosas”, además, en ambos casos, del peso psicológico de una historia civilizatoria añeja. Dejando de lado que la revolución de independencia norteamericana y la Guerra civil así como la SGM son eventos que no parecen tener ningún peso decisivo para mitigar la polarización norteamericana actual y también que hace ya más de medio siglo que los EE – UU no han tenido realmente ninguna “guerra victoriosa” que influya en la conciencia de copertenencia (como ocurrió con la Segunda guerra mundial), se tiene que los EE – UU son desde su inicio una nación muy heterogénea realmente y, de hecho, crecientemente heterogénea – “plural” o “diversa”, se dice con benevolencia optimista –, para la cual el término de “nación civilización” parece quedar muy grande. En ese contexto la famosa influencia cultural, el soft power del American way of life puede ser evaluada de diversas maneras en su efecto sobre diferentes regiones del mundo, pero, como sea, por grande que pueda ser tal influencia, la misma no muestra ninguna fuerza a efecto de mitigar la polarización política en los EE – UU mismos; muy por el contrario, el tribalismo que la caracteriza se ha convertido en un “producto” de exportación – la ideología woke – que también tiene efectos polarizantes, que replica los norteamericanos, en otros lugares occidentales, incluyendo México. No solo es que los EE – UU no mitiguen su polarización, sino que ahora la exportan de múltiples maneras como ideología woke que contribuye a debilitar, en mayor o menor grado la conciencia nacional en todo Occidente. Incluso se puede señalar a los organismos internacionales con asiento en la ONU y otros como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional no como soft power sino como algo abiertamente coercitivo –, con ideología woke, solamente no militar – que tiene efectos deletéreos sobre la conciencia nacional en el resto del mundo fuera de los EE – UU.

 

Somos muy conscientes de que la respuesta liberal – ideológica, pues – estándar a lo recién dicho será que antes que una homogeneidad política con la base psicológica de la copertenencia nacional, lo que impera en Rusia y en China es la unidad política impuesta por dictaduras o autocracias. Suponiendo que así sea, queda en pie el problema central de la relación actual entre democracia y heterogeneidad social en Occidente. Occidente no puede eliminar ni esconder su polarización señalando con dedo flamígero a las “autocracias”. ¿Puede la democracia liberal lidiar con la amplísima heterogeneidad social que deriva en la polarización política de los EE – UU, para empezar? Desde el punto de vista liberal, con mayor exactitud, de la ideología liberal, la autocracia es en sí misma un problema mayúsculo, aunque no se vea por ningún lado ni Rusia ni en China algo siquiera lejanamente parecido a la polarización que convulsiona a los EE – UU. Teóricamente, no ideológicamente, está abierta la posibilidad de que la democracia liberal sea ya hoy en día incapaz de superar el problema de la polarización política[59] y que, contrastantemente, los modelos ruso y chino, califíqueseles como se les califique, simplemente conlleven un tipo de unidad política –si se quiere no se le llame “conciencia nacional” ni “homogeneidad política”– que sea inmune a la polarización que sufre Occidente y cuya causa es la combinación fatídica de a) heterogeneidad real, b) democracia representativa y c) medios electro digítales.[60]

 

Con lo anterior podemos pasar a abordar brevemente la razón de que actualmente la democracia liberal parezca, por lo menos, incapaz de superar la polarización política funcionando nuevamente como mecanismo de acuerdo nacional. Dicho de otra manera, dejemos de lado el problema de por qué Rusia y China están al margen de la polarización y concentrándonos en por qué los EE – UU están atrapados en ella.

 

  • 7. La heterogeneidad social identitaria

 

A estas alturas está claro que la unidad nacional y la heterogeneidad social en múltiples respectos y hasta cierto grado pueden ser compatibles, lo han sido y lo son en diferentes casos, incluyendo a los EE – UU por lo menos durante la mayor parte del siglo XX.[61] Sin embargo, desde de los años 50s de dicho siglo la heterogeneidad nacional en el marco democrático aumentó en los EE – UU a partir de la migración, en especial de mexicanos y otros grupos latinoamericanos, y desde entonces hasta la fecha la heterogeneidad por migración no ha hecho más que crecer. Pero la migración no es el mayor aspecto de la creciente heterogeneidad de ese país. Un asunto especial se plantea con el sufragismo devenido un potente movimiento feminista y con la lucha anti racista de los negros y también el movimiento LGBT+, como verdaderos portadores de la ideología woke. Estos casos merecen una mención especial. En principio los migrantes, los negros y las mujeres estuvieron excluidos del voto de diferentes maneras. Esto corresponde claramente a consideraciones de Schmitt en su texto Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus. Recordemos aquí el punto de partida. Schmitt dice que:

 

“[r]acionalmente el derecho universal e igualitario a votar y ser votado no es otra cosa que la consecuencia de la igualdad substancial de los iguales en el círculo de los iguales y no va más allá de tal igualdad. Un derecho tal igualitario tiene sentido donde existe homogeneidad.”[62]

 

Sin embargo, en Verfassungslehre, Schmitt reconoce “tendencias generales” del “principio de la democracia”[63] y cuenta entre ellas el tener “[e]l mayor número posible de votantes, la disminución de la edad para votar y el derecho de las mujeres al voto.”[64] Si bien Schmitt está hablando de Alemania y ocasionalmente también del Reino Unido y de Francia, en cualquier caso priva en esas “tendencias” la idea de lograr “la mayor cantidad posible de votantes”.[65] A eso Schmitt agrega que tal idea responde a una “incomprensión”[66] que proviene “los métodos del individualismo liberal”,[67] a saber, que de lo que se trata es del “mero recuento de los resultados de la elección”.[68] Lo que lleva a Schmit al diagnóstico de que “(…) una idea aritmética, puramente cuantitativa, a obscurecido el concepto específicamente político de la democracia.”.[69] Esa idea “aritmética” es conjuntista, “lógico aritmética”, y consiste en tomar a la mayor cantidad de grupos de habitantes, haciendo caso omiso de toda sus heterogeneidades reales, como el gran conjunto de los votantes y de los elegibles para la representación y para el ejecutivo – nacional y estatal –. La tendencia es tomar a los “habitantes” de un “dominio estatal” – como dice Schmitt – como si fueran “ciudadanos” de una “nación”, con el peso psicológico correspondiente a esto último.

 

Pero Schmitt tiene razón en que la suma de conjuntos no significa de ninguna manera que, sin más, los individuos reunidos en el gran conjunto que es la unión de todos los subconjuntos sociales –de clase, de sexo, de raza o etnia, religiosos, lingüísticos, etc.– de un país, tenga la voluntad de pertenecer a la misma nación considerando a los demás sus “iguales”. El peso psicológico de la historia común puede no solo retroceder sino desaparecer por completo bajo ciertas condiciones. Simplemente mencionemos de pasada el movimiento BLM y sus “aliados” en los medios, las instituciones, las universidades y el gobierno de Biden, que impulsan el Proyecto 1619, que pretende reformular la historia de los EE – UU como la de una vergonzosa opresión de los esclavos negros, de manera tal que se plantea abiertamente que todo lo que lograron históricamente los EE – UU no es el resultado de una experiencia común, compartida, sino de una división profunda cuya dinámica fue la explotación de los negros de múltiples, infinitas maneras, brutales y también sutiles, de tal manera que los norteamericanos no deben estar orgullosos de su nación sino, por el contrario, avergonzados de la misma.

 

El Proyecto 2019, impulsado poderosamente por la administración de Biden, los medios formales y las universidades, da oportunidad de que los blancos se incorporen a ese relato o mito nacional del “racismo sistémico” o “estructural” a condición de que acepten su “culpabilidad” pasada y presente por esa historia y compensen política (cuotas raciales) y materialmente (compensaciones monetarias) a los negros. La vergüenza del esclavismo exigiría, entonces, la penitencia de la “restituciónpolítico monetaria. Los blancos que hacen suyo tal relato son aceptados subordinadamente a la nueva homogeneidad nacional constituida por los negros antirracistas y los blancos culpables arrepentidos y subordinados, lo cual es bastante ambiguo porque de que Pelosi y una cauda de importantes políticos blancos norteamericanos pongan públicamente – ante los medios – la rodilla en el suelo para pedir perdón histórico a los negros, eso no quiere decir que el establishment blanco “progresista” se subordine a los negros.

 

Los blancos que no acepten tal relato son los “heterogéneos”, los “no iguales”, que amenazan a la nueva conciencia nacional vengativa – “restitutiva” – de los negros y ambiguamente culposa de los blancos “aliados”. Por supuesto, tal choque identitario fue central en la campaña presidencial de 2020 y estuvo encabezado por el choque tribal en las redes sociales. Haidt está equivocado en “Why the past 10 years of American life have been uniquely stupid”, cuando afirma que lo que pasa en los EE – UU (la polarización política) no es un “asunto de tribalismo sino del fraccionamiento de todo”. Por supuesto que es un asunto de tribalismo. Ahí está como uno de los elementos más significativos el Proyecto 1619. Ciertamente, también las tribus se dividen en subtribus, por ejemplo, la de los negros en la de los hombres negros y la de las mujeres negras feministas que piensan que tienen cuentas que saldar tanto con los hombres blancos como con los negros, aunque más con los primeros. Y a la tribu de las mujeres negras se le agrega –nosotros no lo hacemos, esa es la dinámica real en la “democracia de masas” que son los EE – UU–la subtribu de las mujeres negras lesbianas,[70] a esta la tribu la de la subtribu de las mujeres negras lesbianas inmigrantes, a esta la de las mujeres negras lesbianas inmigrantes de trasfondo de clase trabajadora, etc., etc. El “fraccionamiento de todo” no significa que en la dimensión política se llegue a los individuos puros y simples, lo que sería el verdadero “fraccionamiento de todo”, sino solamente que las tribus se pueden fraccionar en subtribus de manera teórica – y en parte prácticamente – de manera indefinida.

 

Ahora bien, eso es lo que ocurre, nosotros no lo inventamos, no somos responsables de ello, no es lo que deseamos ni lo que repudiamos, solo lo describimos, tratando de encontrar sus causas y de prever sus consecuencias. La pregunta primera, pues, es cómo es posible. Lo que se tiene, por un lado, es la realidad consistente en las heterogeneidades conjuntistas, lógico aritméticas, que hemos mencionado – y muchas más, como la variedad amplísima de los LGBTQI+, los minusválidos de diferentes tipos, los indígenas norteamericanos, los ancianos o, contrariamente los jóvenes, los obesos, la numerosas minorías religiosas, etc., etc. –, que se subdividen de manera indefinida en lo que mencionamos al principio como “diversidad” que se nos presenta en el discurso público –ya no liberal meramente – como algo positivo, en la cauda de la noción liberal de “pluralismo”, como “diversidad enriquecedora” y “creativa” y por tanto “productiva”.[71] Según lo discutido a partir de Schmitt, lo que fue destruido ya en los EE y por lo menos desde 2015 – así, en tiempo pasado, no es algo que esté pasando apenas –, fue el peso psicológico de la conciencia nacional norteamericana. En vez de simplemente norteamericanos, aparecieron los individuos pertenecientes a una o a muchas tribus, por ejemplo, negros, negros lisiados, negros sin trabajo, etc., etc. La multiplicación de las identidades. El que ahora un tipo se sienta antes que norteamericano negro,[72] y a lo más negro norteamericano, es un cambio radical. Es el gran cambio propio de la polarización política actual. Lo mismo pasa con las mujeres a partir del potente movimiento feminista en todos los países nórdicos incluidos los EE – UU: ya ellas no son antes que nada norteamericanos sino norteamericanas, es decir, antes que otra cosa mujeres. Se trata de un tema que no podemos desarrollar aquí, pero el feminismo, ahí donde es potente, parte literalmente a una nación en mujeres y hombres[73] y, lo que es peor, con la muy fuerte tendencia a poner a los hombres como enemigos irredimibles.[74] Tal es el resultado de la ideología del “patriarcado estructural”, paralela a la teoría del “racismo estructural” promovida por los activistas negros y sus aliados blancos. Las feministas, sin hacerlo tan explícito tienen su propio proyecto análogo al Proyecto 1619 de los negros, solo que este va mucho más atrás, es el Proyecto de la noche de los tiempos, porque desde tal obscuridad provendría la opresión “sistémica” de las mujeres por parte del hombre, “opresión” la cual habría permitido construir no solo los EE – UU sino la totalidad de la historia humana. Tal es la idea feminista abrazada por cada vez más mujeres y bastante explícita, aunque sin el título “proyecto”.

 

Por un lado, pues, está la heterogeneidad real, conjuntista lógico-aritmética, que se impone sobre la “voluntad” de pertenencia nacional, de hecho la disipa porque, por ejemplo, los negros o las mujeres o los LGBT+ son eso antes que norteamericanos, como lo testifica una inmensidad de hechos, tales como los futbolistas negros que se niegan a levantarse y hacer honores al himno y la bandera norteamericana al inicio de los encuentros, o la “marcha de las mujeres” en 2016 en Washington. Pero por el otro lado está el entorno mediático que genera una “psique social” – McLuhan – “victimista”. Ciertamente ya hemos desarrollado este asunto con amplitud en otros lugares,[75] pero es necesario retomar aquí los elementos principales e incluir en ellos la crisis de la representación y la delegación, las cuales son aspectos centrales de la democracia liberal – totalmente opuesta al concepto schmittiano de “democracia inmediata” como lo sugiere el término “inmediata” contrastando con “representación” y “delegación” –.

 

  • 8. La heterogeneidad “política” y el “enemigo interior”.

 

Ocurre que hay ciertas condiciones –psíquicas, recurriendo a McLuhan[76]– que llevan a que se considere como “iguales”, como “homogéneos”, al mayor número posible de los habitantes de un cierto dominio estatal que se toma a trasmano de la nación histórica en el sentido de Schmitt. Se trataría, entonces, de la idea “liberal” que desconoce la “substancia política” de la nación viendo a esta esencialmente como formada por la suma de los individuos habitantes de la misma.

 

Claro que la idea “liberal”, “aritmética”, de la “nación” y por consiguiente del “pueblo”, como simple suma de “individuos”, desconoce necesariamente todas las heterogeneidades reales de la población en todos y cada uno de los respectos, dado que los individuos con derecho al voto son solo eso: unidades formales totalmente homogéneas en esa su formalidad. Es claro que esa formalidad es lo que corresponde a la noción de voto universal al margen de toda heterogeneidad al interior de “dominio estatal”. Tenemos que “[i]n concreto las masas son sociológica y psicológicamente heterogéneas (…)”[77] pero “in abstracto[78] se supone que son algo homogéneo, formado por individuos iguales, aunque “[n]i jurídica, ni política, ni sociológicamente se trate de algo realmente igual.”[79] Eso no es un problema mientras la población psicológicamente –aunque no sea en el sentido fuerte, “político” de Schmitt, a partir de tener un “enemigo”– se considere principalmente como coperteneciente a la nación, que en realidad es lo que sucede en la democracia liberal funcional.[80] Obviamente, tal formalismo universalizante no impera cuando o donde se excluye del voto a algún sector, por ejemplo, las mujeres norteamericanas antes del 19 de mayo de 1919 o los negros en los EE – UU antes del Acta de derechos al voto de 1965. En cualquier caso, la universalización de los derechos políticos mediante la postulación de la igualdad formal, que no es más que una “igualdad sin substancia”,[81] aclara Schmitt, de individuos aritméticamente considerados como unidades contables, tiene por límite al propio Estado ya que “(…) naturalmente los extraños, los que no pertenecen al Estado, quedan excluidos (…)”[82] y ciertamente se trata de la “exclusión tajante”.[83] Es decir, en la práctica la idea liberal del individuo como miembro de la nación hace abstracción consciente del peso psicológico de la historia común y reduce la copertenencia nacional al hecho jurídico, no político, de que individuos completamente heterogéneos en una gran cantidad de respectos posean todos el estatuto de “ciudadanos” a partir de un simple certificado expedido por el Estado correspondiente. La homogeneidad aritmético-jurídica substituye a la “homogeneidad política” de la historia común de Schmitt.[84] Con un hecho meramente jurídico se abstrae de que “[i]n concreto las masas son heterogéneas sociológica y psicológicamente.” La idea, tan aceptable para el liberalismo, de que los EE – UU sean “una nación de migrantes” es conforme con tal abstracción meramente jurídica de que el pasaporte norteamericano haga innecesario el peso de la historia común.[85] Justamente el Proyecto 1619, tan ardientemente defendido por los “liberales” blancos, muestra que los EE – UU ya no tiene una historia común.[86] La pregunta es cómo se llegó a esto.

 

Si bien la heterogeneidad en algún respecto –hombres, mujeres; blancos, negros, heterosexuales, homosexuales, etc.– no necesariamente es heterogeneidad política[87] en el sentido fuerte de Schmitt porque en principio ni las mujeres ni los negros ni los homosexuales son un enemigo de los hombres blancos, pero, según Schmitt, tal heterogeneidad real tampoco llega a ser “homogeneidad política” y “nacional” en el sentido de Schmitt sin la presencia de un verdadero enemigo, de un verdadero “extraño”. Este sería el existencialmente amenazante y, con ello, políticamente heterogéneo, de manera tal que las mujeres y los negros y homosexuales podrían fungir como homogéneos con los hombres blancos dada la presencia del enemigo.[88] Esto nos lleva a una situación en la que la “homogeneidad” o “igualdad sin substancia”, puramente “lógico aritmética”, no solo entre los hombres blancos y las mujeres y los negros, sino entre todos los grupos sociológicos, étnicos, religiosos, lingüísticos, etc., ha llevado ya a una heterogeneidad análoga a la política, es decir, la que prefigura la posibilidad de la guerra civil. Tal situación es la ausencia de la amenaza de un enemigo externo combinada con algo que empuja a una confrontación entre los grupos internos “sociológica y psicológicamente heterogéneos”. Ese algo es una psique social pugnaz, que convierte todo tipo de diferencia de grupo en un motivo para la confrontación. Tal es la dinámica de las “identidades” que constituyen el actual panorama político, sociológico y, sobre todo, psicológico de los EE – UU.

 

  • 9. La heterogeneidad, los medios y la crisis de la representación

 

En lo anterior hemos mencionado varias veces la noción de “psique social”[89] de McLuhan, y se trata de formas o patrones cognitivos, morales y de comportamiento que son el “efecto” de las formas tecnológicas.[90] Son estas las que condicionan cierta “psique social”. Según hemos discutido con detalle en otros lugares, los medios eléctricos en general y en especial los electro-digitales generan una psique cuya forma está dada en lo esencial por la dupla emotiva “compasión e ira”. Se trata de que la comunicación audiovisual en tiempo real y ominabarcante pone a cada individuo en contacto con todo lo inquietante, lo perturbador y, generalmente, se trata de a) algún tipo de “desgracia” que le sucede a alguien, lo cual lleva a que socialmente, de manera masiva, se sienta “compasión” por la víctima. También generalmente se trata de b) alguna “agresión” u “ofensa” o “injusticia” contra alguien, lo cual también lleva a la “compasión”, pero en este caso además se levanta la “ira” o “indignación” contra el culpable. El compadecido deviene pues, en la conciencia pública, una “víctima”, concomitantemente el “ofensor” deviene un “victimario”. Ahora bien, dada la variedad amplísima de la heterogeneidad “sociológica y psicológica” de las masas, lo común es que la dupla de víctima y victimario no se quede en el nivel aritmético de la heterogeneidad, el nivel de, por ejemplo, “un (simple) hombre alcoholizado atropelló a un (simple) niño”, sino que ocurre que “un hombre blanco alcoholizado atropelló a un niño negro”. Esto lleva de las muy elementales y simples compasión e indignación genéricas universales, a la compasión y la ira bajo el lente del moralismo de lo racial. Ya no se trata, simplemente de un alcohólico y un infante genéricos, sino de un incidente racial porque ahora no solo se trata de esperar justicia contra un simple individuo –Robert– y en favor de otro –Thomas–, sino de exigir que se haga justicia en contra de un blanco y en favor de un negro. En el centro del asunto queda un representante de la “tribu” de los blancos y la totalidad de la “tribu” de los negros exigiendo justicia para “un” negro. Se trata no de un conflicto entre individuos concretos sino de la pugnacidad tribal.[91] Lo decisivo es que el evento está en los medios, normalmente de manera audiovisual y se genera una oleada de emotividad que va más allá de la desgracia personal del infante potenciándose hasta la “indignación” e “ira” racial. Lo que está en juego ahora no es la desgracia de una persona sino una ofensa identitaria, racial. Los blancos “aliados” de los negros pasan al ataque contra los blancos “fachos” en general, los cuales, además, se parte de ello sin dudarlo ni un momento, son no solo racistas sino también patriarcales y homófobos, por lo menos. Con ello se gesta un incidente de choque tribal que recorre la nación norteamericana interconectada electro digitalmente como reguero de pólvora impulsado por la velocidad instantánea de los contenidos digitales, desde los periódicos, el radio y la TV en sus plataformas digitales, hasta las redes sociales mismas. Por supuesto, el incidente no se queda ahí sino que se agrega a una lista interminable y abierta de “ofensas” raciales –que llegan tan lejos como hasta 1619–, convirtiéndose en una manifestación más del “racismo sistémico” de los “fachos” “supremacistas” “homófobos” y “patriarcales”, entre muchas otras cosas “estructuralmente” “ofensivas” y “opresivas”. Media nación queda inflamada en ira contra los “supremacistas”, mientras que otra parte de la nación reacciona a la defensiva. Esta parte es aquella con la que los “liberales” woke llaman a “ajustar cuentas”, pero para ello hay que ganar próxima la elección presidencial en primer lugar.

 

Ahora bien, tales explosiones de conflictividad rebasan por completo las posibilidades de discusión de las cámaras de representantes, el Congreso y el Senado, así como la dinámica de las instituciones judiciales. Lo que se dirime en los medios en la WEB (online) y en las calles (offline) no es pasible de negociación, incluso si tratándose de un incidente como “un policía blanco disparó a un hombre negro”, se llega a formular una demanda como el “retiro de fondos a la policía”. Tal exigencia, que se supone dirigida a la protección de los negros, es un asunto que, la experiencia lo muestra, no puede ser desahogado mediante una discusión racional y la negociación correspondiente, sino que solo puede ser impuesto por una mayoría legislativa o de otro tipo en alguna instancia de representación, a partir de intensas confrontaciones online y eventualmente offline. En la instancia de representación se impone una cosa tal, pero la imposición no zanja ninguna disputa, la confrontación con marco racial, es decir, identitario, sigue totalmente activa y puede hacerse más virulenta. La votación de los delegados o representantes resulte como resulte, no pacifica el ánimo social de ninguna manera porque lo que enciende la discusión desde su base es el hecho de una heterogeneidad social que es insalvable porque se enfrentan dos grupos que no se ven como copertenecientes a una nación sino como un peligro existencial el uno para el uno el otro. Los parlamentos y representaciones no pueden manejar eso, no están diseñados para ello. Las instituciones judiciales tampoco pueden hacerlo, pues están diseñadas para juzgar a individuos y satisfacer legalmente a individuos, pero ahora se trata de imponer vicariamente un castigo moral restitutivo a la “tribu” de los blancos para satisfacción moral de la tribu de los negros. Se llega al contrasentido liberal de juzgar ya no a individuos sino a una tribu en nombre de otras tribus, un contrasentido que es la figura judicial de la polarización política. La judicialidad democrática, es decir, el Estado de derecho mismo, pieza central de la democracia liberal, queda pervertido por la polarización política.

 

  • 10. De la heterogeneidad social a la heterogeneidad política: aparece el enemigo

 

Lo nuevo, con lo que nadie puede lograr acuerdo político conciliador, es la “política de la identidad”, el “victimismo” de las “victimas estructurales”. La propia idea de “estructural” lo dice. Las “víctimas” y sus aliados parten de la existencia de una estructura perversa, “opresiva”, que requiere de cambios radicales que no pueden ser negociados, sino que tienen que ser impuestos como parte de un ajuste de cuentas en progreso, por lo menos como el inicio de tal ajuste: una restitución inicial a la que deben seguir muchas más de manera indefinida. Esa innegociabilidad que rebaza a toda representación como organismo de discusión y negociación, ya sea local o nacional, es lo mismo que tiene su efecto en la elección presidencial. Ninguno de los polos quiere menos que avasallar al otro bando y lograr el ajuste de cuentas, ajuste que tiene la tendencia a la exclusión política del otro.*

 

Ahora bien, son los medios electro digitales el factor que, dada la heterogeneidad social real en multitud de respectos, constituyen el motor de la polarización política porque generan la psique pugnaz que caracteriza a las “victimas” y sus “aliadosblancos en la dinámica de ajuste de cuentas contra los “victimarios”, “los otros”, “los supremacistas”, “los fascistas”, “los opresores”, aquellos que deben ser excluidos mediante la “cultura de la cancelación”, para empezar, pero idealmente llegando a convertirlos no solo de facto sino de jure en parias políticos, en los excluidos de la legalidad democrática y que son realmente declarados desde el gobierno demócrata de Biden, sin ambages, como una “amenaza existencial para la democracia”.[92]

 

Esa psique pugnaz de las “víctimas y sus aliados”, así como la respuesta igualmente pugnaz de los “victimarios”, está marcada por la forma eléctrica del tiempo real, el cual significa, como lo hemos discutido con detalle en otras partes,[93] que la posibilidad cognitiva de reflexionar, de argumentar, de recurrir a la objetividad, queda descartada. En las redes sociales la dinámica es la de la pugna inmediata, la de la respuesta agresiva sin previa reflexión, sino como siempre reflejo según construcciones moralistas.[94]

 

En todo ese contexto vale la pena señalar como un último elemento la obsolescencia de la representación en el entorno eléctrico, caracterizado por la velocidad instantánea de la información. McLuhan lo plantea muy claramente:

“Conforme crece la velocidad de la información, se tiene la tendencia de la política a alejarse de la representación y la delegación de los votantes hacia el involucramiento de la comunidad entera en los actos principales de la decisión. Bajas velocidades de la información obligan a la delegación y la representación.”[95]

Lo que ocurre es que los representantes ya no pueden discutir nada que sea de interés para la comunidad porque antes de que aborden el asunto por parte de los representantes, este está ya en todos los medios y ya se definieron las posiciones pugnaces e irreflexivas, innegociables.[96] También es conocido el fenómeno análogo en términos de aplicación de la ley, del Estado de derecho. Ya es normal que haya un “juicio” público en los medios antes del “jurídico”. Es evidente, por ejemplo, que en el juicio al policía Derek Chauvin por la muerte del negro George Floyd, de antemano estaba ya resuelta la culpabilidad de Chauvin porque de lo contrario esa noche hubiera ardido por lo menos una veintena de ciudades norteamericanas. Eso, la radicalización emotiva de todo problema al margen de las instancias institucionales, ya sea legislativas o judiciales, es lo que significa en la actualidad el “involucramiento de la comunidad entera en los actos principales de decisión” al que se refiere McLuhan. Lo que debe ser claro es que todo evento que involucre a las minorías identitarias está siempre ya, instantáneamente, en los medios electro digitales con todo el ardor de la pugnacidad de las “víctimas” y sus “aliados” contra los “victimarios”. En otras palabras, la polarización política significa en la actualidad electro digital que las instituciones de representación están ya rebasadas frente a cualquier problema álgido, y las instituciones judiciales están igualmente amenazadas por una dinámica que las somete al juicio de la turba actuante online y que en cuestión de minutos se puede convertir en turba offline capaz de cometer infinidad de tropelías, como se mostró con el “asalto al capitolio” en enero de 2021 y, previamente, en la primavera de 2020 los numerosos y amplios disturbios motivados por la muerte de Georg Floyd. Podemos, pues, decir que la polarización política significa no solamente que las instituciones de representación y los procesos electorales son ya obsoletos para lograr el acuerdo social, sino que incluso hay que dudar de que las instituciones judiciales puedan cumplir con sus funciones. Las turbas heterogéneas, confrontadas profundamente en términos existenciales, no encuentran ya ningún freno a su enemistad en la copertenencia nacional, es decir, en la “homogeneidad política” de Schmitt, porque el peso psicológico de la historia común norteamericana ha desaparecido en lo esencial, con lo que la polarización política no es otra cosa la expresión de una nación heterogénea políticamente que ha surgido de la heterogeneidad real, “sociológica y psicológica” profunda, potenciada por los medios electro digitales, debido a los cuales los realmente heterogéneos han devenido en verdad políticamente heterogéneos en los términos de Carl Schmitt: las tribus demócratas y las tribus republicanas no se aceptan ya como pertenecientes al mismo país, mutuamente desean excluirse las unas a las otras. Tal situación es el fracaso profundo, y según parece irreparable, de la democracia norteamericana. La pugnacidad bajo la forma “compasión e ira” que es el efecto psíquico de los medios electrodigitales convirtió la heterogeneidad real en heterogeneidad político-psicológica, según la cual los EE – UU están divididos en enemigos en sentido schmittiano. Carl Schmitt y McLuhan ayudan a entenderlo.

 

 

Bibliografía y abreviaturas

  1. Byung Chul-Han, In the Swarm. Digital Prospects, The MIT Press, Cambridge, 2017.
  2. Carrillo Canán, Alberto J. L. (2023). “Los medios electro digitales, la indignación y la polarización política en Occidente”, en Reflexiones Marginales, https://reflexionesmarginales.com/blog/2023/05/29/los-medios-electro-digitales-la-indignacion-y-la-polarizacion-politica-en-occidente/ Consultado el 28 de junio 2023.
  3. Carrillo Canán, Alberto J. L. (2022). “El concepto de lo político de Carl Schmitt: Elementos arqueológicos”, en Reflexiones Marginales, https://reflexionesmarginales.com/blog/2022/11/25/el-concepto-de-lo-politico-de-carl-schmitt-elementos-arqueologicos/. Consultado el 28 de junio 2023.
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  18. McLuhan, M. (1994). Understanding Media. The Extensions of Man [1964]. Cambridge: The MIT Press.
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  20. Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus. Zehnte Auflage. Duncker & Humblot, Berlin, 2017.
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Notas

[1] Cfr., Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit.
[2] Cfr., “Why the past 10 years of American life have been uniquely stupid”, ed. cit.
[3] Cfr., Shapire. A., “Algunas claves para entender Francia hoy”, https://twitter.com/aschapire/status/1675141265451540486?t=SpbI-6kU21A3zm0RJ9Q8kg&s=08
[4] Esto es literal, no se trata de ninguna exageración. Se llega incluso a proponer procedimientos de “ajuste de cuentas” similares a los de la Revolución cultural china, con actos “rituales” públicos que conlleven un costo al prestigio a los contrarios – en este caso los trumpistas –, lo cual los convertiría en parias políticos. Véase el texto de M. Gessen Why America Needs a Reckoning with The Trump Era, en The New Yorker (2020). Véase también Serwer, Adam, “The Crisis of American Democracy Is Not Over”, (2020), quien propone tratar a los trumpistas como “enfermos”. Todo, claro, sobre la base, como dice Gessen, de que “[l]a elección no eliminó este dolor, furía, miedo y desamparo, especialmente porque no se trató de ningún triunfo aplastante (…)”. Nótese el razonamiento: se reconoce que no se aplastó a los trumpistas y por eso se propone ajustar cuentas con lo que es casi la otra mitad del país, como si fuera fácil que una mitad del país persiguiera públicamente a la otra mitad para convertirla en parias políticos.
[5] Cfr.Schmitt, C., Der Begriff des Politischen: Text Von 1932 Mit Einem Vorwort und drei Corollarien, ed. cit., p. 37.
[6] Cfr. Idem.
[7] Ya en septiembre de 2018 F. Fukuyama señaló que el partido democrata es un federación de tribus identitarias. Véase “Against Identity Politics. The New Tribalism and the Crisis of Democracy”, ed. cit.
[8] Cfr., Kuran dice que “(…) el verdadero problema que confrontamos es que ya no confiamos en el gobierno pero que ya no confiamos el uno en el otro. [ ] Kuran lo llama el problema de las ‘comunidades intolerantes’, y sostiene que en los EE – UU de hoy en día hay dos comunidades tales: los ‘activistas identitarios’ preocupados con asuntos como el de la igualdad racial y de género, y la coaliciónnativista’, gente que sospecha de la inmigración y del cambio cultural. [ ] Cada una de estas comunidades se define a sí misma en términos de su oposición a la otra [algo en sí mismo proto schmittiano]. Viven en mundos diferentes, desean cosas diferentes y casi no tienen nada en común. No hay ninguna base real para el acuerdo y, por tanto, ninguna razón para comunicarse. [ ] La consecuencia práctica de esto es una política arruinada por el tribalismo. Peor aún, dado que las líneas de fractura corren tan profundamente, toda disputa política deviene un drama existencial inmanjable, con cada lado convencido de que el otro no simplemente está equivocado sino que es su enemigo mortal.” En Illing, Sean, “20 of America’s top political scientists gathered to discuss our democracy. They’re scared”, ed. cit.
[9] Cfr., Schmitt, C., Der Begriff des Politischen: Text Von 1932 Mit Einem Vorwort und drei Corollarien, ed. cit., p. 52.
[10] Schmitt plantea que el liberalismo intenta disolver al contrincante viéndolo como “un competidor desde el lado de los negocios” o bien como “un oponente en una discusión” Ibidem, p. 15. Para el liberalismo, “[e]n la región de lo económico no hay, desde luego, ningún enemigo sino solo competidores, y en un mundo totalmente moralizado y etizado tal vez solo hay oponentes en una discusión.” Ibidem, p. 16. Claro que eso desdibuja por completo el concepto de “lucha”. Para Schmitt “[l]os conceptos amigo, enemigo y lucha adquieren su sentido real especialmente mediante su relación cn la posibilidad real del asesinato. La guerra sigue a la enemistad puesto que es la negación real de otro ser.” Ibidem, p. 20.
[11] Una indicación de la gravedad o densidad existencial de las contraposiciones que constituyen la polarización política en los EE – UU la dan los términos en boga “cancelación”, “racismo estructural o sistémico”, “patriarcado estructural”, “homofobia estructural”, etc., así como “supremacistas”, “fascistas”, etc. Sobre esto volveremos más abajo.
[12] Agreguemos aquí lo que durante mucho tiempo fue obvio pero cada vez resulta más extraño en la academia: la academia está para entender la realidad, para buscar la verdad, no para tomar posiciones ni morales ni políticas. Este es un lugar dondeconviene hacer algunas precisiones conceptuales. Se puede describir y entender la democracia sin ser demócrata en el sentidod de defender la democracia ideológicamente. También se puede defender la democracia en una práctica política concreta – por ejemplo en México – sin ser ideólogo de la democracia. La democracia como realidad social no es lo mismo que la ideología democrática, pero lo normal es que se confunda la democracia como realidad social y la democracia como ideología. Si uno separa estas dos realidades tan distintas entre sí, queda claro que uno puede defender una democracia concreta sin defender la ideología democrática pretendiendo que la democracia es una solución universalmente aplicable e, incluso, bondadosa. En una situación histórica determinada, se puede ser defensor de una democracia concreta sin ser ideólogo de la democracia como solución universal al problema del acuerdo político.
[13] Aunque por ahora no tenemos forma de saber exactamente el año de aparición del material que citaremos. El ejemplar del texto que obra en nuestro poder no es la primera edición de 1923 sino la décima edición, de 2017, siendo que la segunda edición apareció en 1926 y la tercera apenas en 1961, y a partir e ahí hubo la ediciones 4, 5 y 6, esta en 1985, año de la muerte del autor y, como no tenemos acceso a ninguna de la ediciones previas, no podemos constatar qué se modíficó en cada edición, si es que se modificó algo. Respecto de las ediciones de la sexta a la décima resulta razonable suponer que ocurrieron simplemente para reponer las previas ya agotadas en librería. Lo que sí es seguro es que a la segunda edición, la de 1926, se añadió un “comentario preliminar”, que precede a la introducción al texto y el cual contiene cierto número de referencias y citas de obras de diferentes autores aparecidas entre 1924 y 1926 incluido; el conjunto del texto, no solo el comentario introductorio, contiene referencias de esos mismos tres años, pero no más allá, lo que apunta – pero que no podemos constatar por ahora – a que las modificaciones del texto de 1923 ocurrieron solamente en la segunda edición, de 1926.
[14] Cfr., Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit., p. 13-14.
[15] Ibidem, p. 14.
[16] Idem.
[17] Idem. Las cursivas al interior de una cita son del autor del texto citado a menos que se indique otra cosa. Como en este caso las cursivas ya fueron utilizadas por el autor, nuestro énfasis se muestra con los subrayados.
[18] Ibidem, p. 23.
[19] Sobre este tema véase Carrillo Canán, Alberto J. L., El concepto de lo político de Carl Schmitt: Elementos arqueológicos. ed. cit.
[20] Cfr., Schmitt, C., Verfassungslehre, ed. cit., p. 231.
[21] Idem.
[22] Cfr., Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit., p. 14.
[23] Idem.
[24] Para la discusión extensa del asunto véase Carrillo Canán, Alberto J. L., El concepto de lo político de Carl Schmitt: Elementos arqueológicos. ed. cit.
[25] Cfr., Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit., p. 34.
[26] Cfr., Schmitt, C., Verfassungslehre, ed. cit., p. 231.
[27] Ibidem, p. 237.
[28] Cfr., Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit., p. 14.
[29] Idem.
[30] Ibidem, p. 34.
[31] Ibidem, p. 14.
[32] Ibidem, p. 34.
[33] Cfr., Schmitt, C., Verfassungslehre, ed. cit., p. 231.
[34] No podemos desarrollar aquí el asunto en su complejidad, pero “lo político” tiene que ver con “el pueblo”, con la existencia de los individuos de la nación como “pueblo”. Para la discusión extensa del asunto véase Carrillo Canán, Alberto J. L., El concepto de lo político de Carl Schmitt: Elementos arqueológicos. ed. cit.
[35] Véase Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit., p. 14.
[36] Ibidem, p. 13-14.
[37] Esta frase adquiere un sentido más profundo y claro en la teoría de Schmitt cuando se es consciente de que adelanta la idea más definida de Der Begriff des Politischen de que “lo político” en su sentido básico, profundo, remite a la constitución de “el pueblo” – la polis – en la distinción “amigo – enemigo”, donde el enemigo es, “por lo menos la posibilidad” de un “extraño” que resulte una amenaza para el propio “ser real”. Véase Der Begriff des Politischen: Text Von 1932 Mit Einem Vorwort und drei Corollarien, ed. cit. §3, en particular la tesis de que “[e]nemigo es solamente una posibilidad real, por lo menos eventual, de que una totalidad de hombres en lucha este frente a otra totalidad del mismo tipo.” Ibidem, p. 16. En otras palabras, volviendo al fragmento de Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, la pertenecia nacional muestra su valía en el “caso de urgencia” de la posibiliad de la guerra.
[38] Cfr., Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit., p. 14.
[39] Véase el caso de los disturbios franceses en estos días finales de junio de 2023.
[40] Ibidem, p. 14.
[41] Nuevamente para la discusión extensa del asunto véase Carrillo Canán, Alberto J. L., “El concepto de lo político de Carl Schmitt: Elementos arqueológicos.” ed. cit.
[42] Véase Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit., p. 14.
[43] Idem.
[44] Ibidem, p. 15.
[45] Véase las referencias explícitas en los textos indicados en la primera tercera de pie de página de este trabajo. Pero el asunto es más amplio de lo que puede parecer a primera vista si se toma en cuenta que el gobierno de Biden y los grandes medios que les son afines – y estos desde las redes sociales – ha utilizado la figura de “los bots rusos” y lo que los rusos llaman “operación especial en Ucrania” para plantear abiertamente la existencia de un eje enemigo que corre desde Trump y los MAGA (los trumpistas) hasta Xi-Yingpin, pasando por Putin. Con ello se consituye la figura del “enemigo interior” añadiéndola al “enemigo exterior”. En particular tenemos según J. Robb que “[l]os EE – UU postimperiales se están desintegrando, y el concenso gubernamental es que una larga lucha con grandes enemigos existenciales resolverá el problema.” (Cfr. Robb, John. America ‘Needs’ Enemies, ed. cit.) Esos enemigos existenciales van desde los MAGA hasta lo que se llama el eje “autocrático” internacional completo. Sobre los MAGA véase, por ejemplo, Gambino, Lauren, “Biden warns US democracy imperiled by Trump and Maga extremists”, ed. cit. Sobre el eje Trump, Rusia y China véase Collinson, Stephen, “As China, Russia, and Trump challenge the old rules of global politics, G7 aims to shore them up”, ed. cit.
[46] Cfr., Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit., p. 15.
[47] Idem.
[48] Ibidem, p. 15s.
[49] Con la expresión “materiales” – ya sea como calificativo para las heterogeneidases o las homogeneidades o igualdades, nos referimos a los numerosos respectos como el étnico, lingüístico, religioso, sociológico, económico, psicológicos, el sexo, etc., que definen a grupos sociales como conjuntos aritméticos. Usamos el término intercambiablemente con “reales”, “heterogeneidades reales”.
[50] Schmitt se refiere a dichas esencias como “jugeteos albstractos, lógico matemáticos” Ibidem, p. 14.
[51] Idem.
[52] La conciencia histórica común es un asunto central para entender la virulencia del “problema nacional” en la ideología comunista y su análogo, el problema del nativismo, en el caso la ideología liberal. Sobre este segundo caso véase Chua, Amy. Tribal World. Group Identity Is All. ed. cit. La nación comunista Yugoslvia surgida al término de la SGM y su disolución con la subsiguiente Guerra de los Balcanes puede ser visto un caso schmittiano de antología respecto de la historia común y la voluntad de pertenencia.
[53] En Carrillo Canán, Alberto J. L. (2022). “El concepto de lo político de Carl Schmitt: Elementos arqueológicos”, ed. cit. presentamos una discusión básica, aún incompleta del asunto, y esperamos tener la oportunidad de complementarla en un trabajo posterior, en particular tratando la crítica de Schmitt al parlamentarismo.
[54] Toda está teoría se encuentra desarrollada hasta el nivel jurídico que incluye el detalle de las formas políticas como formas institucionales y legales en los escritos Volksentscheid und Volksbegeheren (El referendum y la inicitativa popular, 1926) y la ya mencionada Verfassungslehre (Teoría constitucional 1927). El famosísimo escrito Der Begriff des Politischen (1932) es, antes que otra cosa, una puntualización del carácter polémico – en el sentido griego de confrontación armada – del concepto de “pueblo” ligado al concepto de “democracia” en Schmitt.
[55] Sobre esto ver Carrillo Canán, Alberto J. L. (2023), “Los medios electro digitales, la indignación y la polarización política en occidente”, ed. cit.
[56] Cfr. Haidt, Jonathan. “Why the past 10 years of American life have been uniquely stupid”, ed. cit.
[57] Idem.
[58] Ciertamente, en los EE – UU se asiste, como lo señala Haidt, a la “fragmentación de todo” (ver el segundo epígrafe a este texto, tomado de Haidt, Jonathan. “Why the past 10 years of American life have been uniquely stupid”, ed. cit. Idem.), pero Haidt tiende a dejar de lado que en tal fractura tendencialmente omniabarcante existe la división principal entre “la izquierda” y “la derecha”, los “rojos” y los “azules”, aunque en cada bando haya fracturas más pequeñas. Esa línea de fractura principal corresponde a una heterogeneidad tal que no son una mera rareza los autores que consideran en serio la posibilidad de una guerra civil en los EE – UU, ver, por ejemplo Kyeyune, Malcom. “Would America survive a civil war? The US army could not withstand an insurgency”, ed. cit.
[59] Temor que claramente asalta a Haidt inquietándolo profundamente. Véase Haidt Jonathan. “Soy extremadamente pesimista respecto al futuro de las democracias”, ed. cit. y Martínez, Mas, Salvador, “La democracia es algo frágil y funciona mejor cuando está gestionada desde el centro”, ed. cit.
[60] Ver la discusión de la tríada de la inestabilidad política en mi último texto Carrillo Canán, Alberto J. L. (2023). Sabemos que muchos autores, por ejemplo en México Macario Schettino, tienen sus razones para suponer que sin democracia liberal se pierde la posibilidad de crear riqueza. Sin discutir esta convicción, se puede ser abierto a la idea de que la democracia liberal esté agotada y, entonces, como se hace en filosofía con los llamados “experimentos mentales”, preguntarse qué sigue, cuáles son las perspectivas de un mundo con la democracia liberal fracasada. ¿Se trata simplemente de una catátrofe de proporciones bíblicas?
[61] Aunque aquí no podemos abordar el tema, el caso de la democracia en la India es muy significativo en el contexto de este trabajo. La India es un país altamente heterogéneo en términos reales, más incluso que los EE – UU, y también es desde hace más de medio siglo la democracia más grande del mundo. Sin embargo, cuando se habla de “retroceso democrático”, la India bajo el gobierno de Modi, quien recurre ampliamente a los medios electro digitales, utilizando la “desigualdad” religiosa entre hindúes y musulmanes, es un ejemplo de tal retroceso, estando ya desde hace tiempo, en el campo de lo que ahora se llama “democracias iliberales” con tendencias “autocráticas”. Véase Ferrero, Isa. “La mayor lucha por la democracia tiene lugar en la India”, ed. cit., y Roy, Arundhati, “El desmantelamiento de la democracia india”, ed. cit.
[62] Véase Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit., p. 16.
[63] Véase Schmitt, C., Verfassungslehre, ed. cit., p. 252.
[64] Idem. Para una exposición análoga, que reconoce las mismas “tendencias” véase Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit., p. 35.
[65] Cfr., Schmitt, C., Verfassungslehre, ed. cit., p. 252.
[66] Idem.
[67] Ibidem, p. 252.
[68] Idem.
[69] Idem.
[70] Ver Eisenstein, Zillah (1978). “The Combahee River Collective Statement”, ed. cit.
[71] Resulta muy interesante constatar que el Departamento de defensa norteamericano ha twiteado en febrero de 2023, como parte de una política ya vieja, que la “diversidad” de todo tipo, en particular la LGBT+, es parte fundamental de la “presteza militar” del ejército norteamericano. Al respecto véase U.S. Department of Defense, “Diversity, Equity, Inclusion Are Necessities in U:S. Military”.
[72] En medio de los actuales disturbios franceses apareció el significativo video que se presenta aquí, en el que un negro francés no dice que él es francés sino “negro” (minuto 1:26). Todo el video es un documento de un país, en este caso Francia, fragmentado por la eterogeneidad social. Se trata de la falta de una historia común que hace que la heterogeneidad real devenga sin más heterogeneidad política, se trata de un caso que muestra a las claras que una nación no es, como lo piensan lo proone la idelogía liberal, la suma de los que tienen el pasaporte corresondiente. Véase: https://twitter.com/aschapire/status/1675141265451540486?t=SpbI-6kU21A3zm0RJ9Q8kg&s=08
[73] En el caso mexicano piénsese en que ya no existen los mexicanos sino los mexicanos y las mexicanas, los profesores, sino los profesores y las profesoras, los niños, sino los niños y las niñas, lo diputados, sino los diputados y las diputadas. En el desvaído Occidente que es México la división nacional en la tribu femenina y la masculina es no solo omnipresente sino cada vez más profunda.
[74] En el caso de México eso se manifiesta en la persecución implacable desde las instituciones de los términos masculinos eliminándolos en giros en los que ya no se habla de los trabajadores sino de “las personas trabajadoras” (FONACOT), de los investigadores sino de “las personas investigadoras” (CONACYT). Lo masculino sería el sello del “mal” que se retrotrae al “patriarcado” como “opresión sistémica” que se remonta a la noche de la historia.
[75] Véase por ejemplo Carrillo Canán Alberto J. L. (2023). “Los medios electro digitales, la indignación y la polarización política en occidente”, ed. cit.
[76] Ibidem.
[77] Véase Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit., p. 34.
[78] Idem.
[79] Ibidem, p. 35.
[80] En realidad toda democracia funcional contemporánea – y no solo ella – tiene sus enemigos potenciales, a saber, todos los otros dominios estatales. Los largos años de paz en Occidente después de la Segunda guerra mundial esconden el hecho de que en toda frontera empieza la región del otro, de aquel que, por lo menos “como posibilidad”, como lo dice Schmitt, es el enemigo. Un momento de reflexión muestra que la totalidad de la cotidianeidad de la vida pública en cualquier país está subtendidad por la idea de que los connacinales no son alguien contra con quien uno vaya a luchar una guerra. Es decir, los años de paz occidentales no eliminan el hecho de que al otro lado de la frontera están los otros, los enemigos potenciales.
[81] Cfr., Schmitt, C., Die geistesgeschichtliche Lage des heutigen Parlamentarismus, ed. cit., p. 18.
[82] Ibidem, p. 17.
[83] Idem.
[84] Un caso realmente interesante que nos devuelve al concepto fuerte de nación de Schmitt es el decreto expedido por el presidente ruso Putin, de otorgar la nacionalidad – el documento – rusa a todo aquel individuo extranjero y sus familiares directos que sirva un año en las filas del ejército ruso en la guerra contra Ucrania. Nótese que quién haga eso tiene una voluntad clara de pertenencia a Rusia y que en este caso el documento atestigua que los rusos le reconocen sin reservas esa voluntad de pertener y corresponden a ella viéndo al sujeto del caso como coperteneciente a ellos a partir de un verdadero evento histórico con mayúsculas.
[85] Aunque sabemos que los norteamericanos también han utilizado el expediente de ciudanización putinista en algunas de sus guerras recientes.
[86] Nótese que para los negros el Proyecto 1619 es un proyecto de venganza – “restitución” – cargado de resentimiento, mientras que paras sus aliados blancos es un proyecto de culpabilidad y vergüenza. Un “dominio estatal” – como dice Schmitt – con una parte de la población resentida y otra parte culposa, parece ser una base muy fracturada psicológicamente como para lograr una conciencia nacional basada en una historia común de grandes eventos históricos, como lo plantea Schmitt.
[87] El lector cuidadoso notará que el concepto de “homogeneidad política” de Schmitt no puede sin más contraponerse a la idea de “heterogeneidad política”. Lo político es para Schmitt la situacion en la que los habitantes de un “dominio estatal” realmente existen como pueblo. Eso supone la “homogeneidad política”. La carencia de la misma significa que los habitantes del “dominio” en cuestión no son un pueblo, no existen como tal – caso del Imperio universal inglés, por ejemplo, y también de muchos otros –. En el peor de los casos, si esa heterogeneidad pasa a ser una contraposición “existencial” de los contrapuestos, es decir, realmente algo “político”, ubicado en la dimension de la contraposición “amigo – enemigo”, entonces es porque ha surgido para cada grupo el “enemigo interior”, es decir, porque se está ante la posibilidad real de la guerra civil. Esta es la que asoma atrás de lo que puede ser llamado “heterogeneidad política”, término que de manera estrictamente schmittiana no tiene sentido: solo hay “homogeneidad política”, no “heterogeneidad política”. La primera conlleva el enemigo exterior, la segunda conllevaría el enemigo interior o la posibilidad de la guerra civil. Sin embargo, por facilidad, en este texto utilizamos varias veces la expresión “heterogeneidad política”, y es posible compatibilizarla con Schmitt pensando en el “enemigo”, en primer lugar interno y, por extensión, el externo.
[88] Ver el artículo sobre la revaloración de las “guerras culturales” norteamericanas en presencia de la guerra en Ucrania. Véase DiResta, Renée, “The Ukraine Crisis Briefly Put America’s Culture War in Perspective. When something real happened, Americans found a way to pay attention”, ed. cit.
[89] Véase McLuhan, M. (1994). Understanding Media. The Extensions of Man, ed. cit., p. 63.
[90] Este asunto es la parte nuclear de nuestra teoría mediológica de inspiración mcluhaniano kantiana, véase por ejemplo Carrillo Canán, Alberto J. L., “Los medios electro digitales, la indignación y la polarización política en occidente”, ed. cit.
[91] Como ocurre en estos momentos en Francia.
[92] Cfr., Gambino, Lauren, “Biden warns US democracy imperiled by Trump and Maga extremists”, ed. cit.
[93] Cfr., Carrillo Canán, Alberto J. L. (2022), “Atrapados entre la emotividad y el razonamiento estratégico. La virtuosidad digital y el vaciamiento de la democracia”, Reflexiones Marginales.
[94] Eso que John Robb llama “patrones cultivados” que solo requieren de un “disparador” de la ola de agresión digital. Cfr., Robb, J. (2020), “Trigger, Pattern, Tribe”, en: Global Guerrilla Report.
[95] Cfr., McLuhan, M. (1994). Understanding Media. The Extensions of Man, ed. cit., p. 204.
[96] Hablando del concepto de representación Byung Chul-Han, de manera muy similar a McLuhan, dice que la participación directa del usuario de los medios digitales en la comunicación “(…) le está poniendo fina la era de la representación. En su lugar, cada uno quiere estar presente personal y directamente – presentar su opinión sin ningún mediador. La representación está cediendo su lugar a la presencia o la copresentación.” Ver: Byung Chul-Han, In the Swarm. Digital Prospects (2017), p. 16., ed cit. Un poco más adelante refiere una interesante declaración de un político alemán: “La observación constante de los medios ha convertido en imposible, para nostros [los políticos] que alguna vez podamos discutir tópicos y posiciones provocativos o impopulares francamente en un contexto confidencial. Usted tiene que contar siempre con que alguien filtre el asunto a la prensa.” Ibidem., p. 16.