El acontecimiento Marx. Althusser reloaded

Caricatura de Louis Althusser: tomada de la página Facebook de la Sociedad de Filosofía Aplicada

 

Resumen

 

El pensamiento de Marx, su impacto e influencia en los movimientos sociales y en la imaginación de los siglos que le sucedieron, puede ser caracterizado como un acontecimiento, una hendidura en la historia; desde la perspectiva de Louis Althusser ese fue su rasgo más sobresaliente, definitorio: la irrupción, la disrupción. Desde luego la obra del autor de El Capital forma parte de una tradición filosófica, histórica, política y cultural, que puede reconstruirse y. también, preservarse.

 

Pero para Louis Althusser, todos los aspectos de las elaboraciones del autor de Miseria de la Filosofía que puedan insertarse sin más en la historia de los saberes de Occidente constituyen elementos que no singularizan su pensamiento; se trataría de discursos que no podrían caracterizarse propiamente como marxistas, en la misma medida de su embonar de manera no conflictiva con producciones teóricas anteriores. Para Althusser, en los textos que son propiamente de Marx hay algo inaudito, algo disruptor, incluso escandaloso, que el estudio erudito, escolar o escolástico, tiende a perder.

 

Palabras clave: Marx, acontecimiento, diferencia y disrupción, Althusser, althusserismo

 

 

Abstract

 

Marx’s thought, its impact and influence on social movements and on the imagination of the centuries, can be characterized as an event, a rift in history; from the perspective of Louis Althusser that was his most outstanding, defining feature: the irruption, the disruption. Of course, the work of the author of Capital is part of a philosophical, historical, political and cultural tradition, which can be reconstructed and preserved.

 

But for Louis Althusser, all the aspects of the elaborations of the author of Misery of Philosophy that can be inserted without further ado in the history of Western knowledge, constitute elements that do not single out his thought; These would be discourses that could not be properly characterized as Marxist, to the same extent as their fit in a non-conflictual way with previous theoretical productions. For Althusser, in the texts that are properly Marx’s there is something unprecedented, something disruptive, even scandalous, that scholarly study, scholarly or scholastic, tends to lose.

 

Keywords: Marx, event, difference and disruption, Althusser, althusserism

 

 

1

 

El pensamiento de Marx, su impacto e influencia en los movimientos sociales y en la imaginación de los siglos que le sucedieron, puede ser caracterizado como un acontecimiento, una hendidura en la historia, corte en el agua que deja una estela -o quizá un relámpago en la noche” como caracterizó en algún momento Georges Bataille a esa noción-; tal vez esa irrupción, esa sustracción inaudita a la cadena de la causalidad a que se refiere Alan Badiou en su texto ya clásico El Ser y el Acontecimiento[1]. Aparición que hace ver que lo imposible es que lo posible tenga límites -por seguir en clave batailleana-, la novedad del acontecer, a pesar de ser ella misma instantánea, evanescente, fugaz, deja sin embargo una huella, una incisión, marca-signo de su ausencia, de su haber emergido, un recuerdo -tal vez inconsciente o mítico- la leyenda de una realidad que, en un punto, fue otra, diferente increíble, inaudita. La materialidad del acontecer instaura la posibilidad del cambio, de la transformación real que no significa la simple continuidad de lo que ha venido sucediendo, por más que ese devenir fuese progresivo, mejorado, corregido. Que lo nuevo es posible, tal es el mensaje que el relámpago trae consigo y transmite a los que llegan después de su emergencia, aun cuando la luz se haya desvanecido, aun cuando ya los cielos se hayan vuelto oscuros.

 

Los acontecimientos, señala Alan Badiou, en su abrupta interrupción de la cadena de las causas y de la continuidad del Ser, hacen nacer nuevas posibilidades para lo humano:

 

“Un acontecimiento, para mí, es algo que revela una posibilidad invisible o incluso impensable. Un acontecimiento no es por sí mismo la creación de una realidad, es la creación de una posibilidad, abre una posibilidad. Él nos dice que hay una posibilidad que había sido ignorada”.[2]

 

Los acontecimientos siembran semillas, ideas que devendrán guías de acción para aquellos dispuestos a subirse a la estela dejada por el relámpago, para aquellos dispuestos, entonces, a devenir sujetos de la historia.

 

“El acontecimiento no es, de alguna forma, más que una propuesta. Él nos propone alguna cosa. Todo dependerá de la manera en que esta posibilidad propuesta por el acontecimiento es agarrada, trabajada, incorporada en el mundo. Esto último es lo que yo llamo un “procedimiento de la verdad”. [3]

 

 

Caricatura de Marx leyendo a Althusser, tomada de Crisica.org

 

 

No se trata, en esta compleja filosofía platónico-hegeliana-marxiana de Badiou, de una nueva visión idealista por la que, justamente, las ideas, las sugerencias emergidas de diversos sacudimientos sociales, harían la historia, serían su motor, sino que las nociones brotan ellas mismas de la materialidad de los acontecimientos, son efectos, no causas.

 

El acontecer de la Comuna de París, por ejemplo, dio nacimiento a la Idea inaudita, dislocada, desaforada, de que los trabajadores pudieran ejercer el poder. Pero no fue el concepto de la gobernabilidad obrera lo que dio lugar a la Comuna, sino a la inversa, fue la acción de los hombres y mujeres que se ajetrearon y desvivieron esos meses en París, lo que dejó la estela a la que pudieron subirse los bolcheviques y tantos otros luchadores proletarios a lo largo de dos siglos.

 

El pensamiento de Karl Marx, desde la perspectiva de Louis Althusser, tuvo como rasgo más sobresaliente, definitorio, esa cualidad del acontecer, del irrumpir, el relampaguear en la noche, que hubo caracterizado a la Comuna y a otras desgarraduras. “El Capital fue una bomba de la que la burguesía nunca podrá recuperarse” dijo en algún momento el autor de Pour Marx, porque el marxismo sería esa incisión que, en su cauda, seguiría cortando a la cultura burguesa; pero para ser tal, para significar efectivamente ese tajo, su nacimiento mismo debió efectuar una ruptura de la cadena de la causalidad del pensamiento occidental.

 

Desde luego la obra de Karl Marx posee muchas dimensiones y su discurrir puede, con frecuencia, ubicarse en la línea histórica del devenir de varias disciplinas. Es posible conectar muchas de sus teorías con autores y obras antecedentes de la economía o de la historiografía, y de esa manera incluir un capítulo dedicado a Marx en las historias de cada una de esas áreas disciplinarias. El autor de El Capital forma parte, sin duda, de una tradición que puede reconstruirse y también, desde luego, preservarse.

 

Pero para Louis Althusser, todos los aspectos de las elaboraciones del autor de Miseria de la Filosofía que puedan insertarse sin más en la historia de los saberes de Occidente constituyen elementos que no singularizan su pensamiento; se trataría de discursos que no podrían caracterizarse propiamente de marxistas, en la misma medida de su embonar de manera no conflictiva con producciones teóricas anteriores. Para Althusser, en los textos que son propiamente de Marx hay algo inaudito, algo disruptor, incluso escandaloso, que el estudio erudito o escolástico tiende a perder. Desde el comienzo, ya en vida del pensador alemán, su decir significó un sacudimiento, un fantasma asediador de Europa. ¿Por qué la palabra de Karl Marx, en el momento de su aparecer, tuvo ese filo desafiante? ¿Qué fue lo que cortó el aliento y llamó escándalo? Eso, ese elemento resquebrajante es justamente lo que Althusser llama “la filosofía de Marx” y es lo que en su obra se propone esclarecer.

 

La filosofía de Marx es el acontecimiento Marx.

 

 

2

 

La filosofía de Marx afirma Althusser, se encuentra “en acto” en su obra, especialmente en El Capital, y no en la forma de reflexión o tratado explícito sobre la disciplina. Porque, en efecto, no encontramos en el corpus marxista un estudio o una construcción sistemática de un sistema filosófico. Está su tesis doctoral, sus estudios iniciales sobre la filosofía del derecho de Hegel, los Manuscritos Económico-Filosóficos del 44, su polémica con Proudhon en Miseria de la Filosofía, su introducción y notas dispersas para la redacción de El Capital en los Grundrisse y, en fin, sus observaciones sobre la dialéctica hegeliana en sus cartas y en el famoso “postfacio” a El Capital. Pero todo ello no da lugar a un texto o perspectiva unificados, sino que se trata, con frecuencia, de intervenciones al calor del debate político o de ejercicios de autoesclarecimiento que las más de las veces no fueron pensados para su publicación. En cualquier caso, parece haber una cierta disparidad entre esas reflexiones o metareflexiones de Marx sobre su quehacer, y los textos de historiografía, economía o crítica de la economía política a los que dedicó la mayor parte de sus afanes.

 

Cuando se comparan los conceptos, teorías, argumentos, estrategias retóricas y hallazgos en El Capital o en el Manifiesto del Partido Comunista, con las notas filosóficas del autor, parece haber una distancia, una no correspondencia entre unas y otras. Esto se hace patente, por ejemplo, al cotejar las reflexiones sobre la noción de “trabajo” en los Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844 y lo dicho sobre la misma categoría en El Capital. Nos enfrentamos a vocabularios y problemáticas difícilmente equiparables. No siempre las distancias son tan grandes, pero en general parecería que Marx, aunque pone en acto en su obra una filosofía completamente nueva, cuando se propone hablar explícitamente de ella, se ve constreñido a emplear términos que no hacen honor a la novedad – y el acontecimiento- que representa su propio pensamiento.

 

El ejemplo más claro lo encontramos en el empleo que hace Marx de vocablos hegelianos en el primer capítulo de El Capital. El propio autor nos informó en su momento de los motivos de recurrir a ese vocabulario:

 

“Hace cerca de treinta años, en una época en que todavía estaba de moda aquella filosofía, tuve ya ocasión de criticar todo lo que había de mistificación en la dialéctica hegeliana. Pero, coincidiendo precisamente con los días en que escribía el primer volumen de El Capital, esos gruñones, petulantes y mediocres epígonos que hoy ponen cátedra en la Alemania culta, dieron en arremeter contra Hegel al modo como el bueno de Moses Mendelssohn arremetía contra Spinoza en tiempo de Lessing: tratándolo como a “perro muerto”. Esto fue lo que me decidió a declararme abiertamente discípulo de aquel gran pensador, y hasta llegué a coquetear de vez en cuando, por ejemplo, en el capítulo consagrado a la teoría del valor, con su lenguaje peculiar”.[4]

 

Recurrir a terminología hegeliana, precisamente en el capítulo inaugural de su principal obra, no constituye un homenaje menor de Marx hacia Hegel. Menos aún cuando justamente antes del texto citado arriba, declaró radicalmente: “Mi método dialéctico no solo es fundamentalmente distinto del método de Hegel, sino que es, en todo y por todo, la antítesis de él”. [5]

 

¿Es solo por un reclamo de respeto que Marx condesciende en usar un léxico hegeliano? ¿Un gesto de desagravio exterior a pesar de la obsolescencia interna de una filosofía pasada de moda? Las cosas no son tan simples. Sabido es que el autor de El 18 Brumario de Luis Bonaparte consideraba a la de Hegel como una dialéctica mistificada que habría que voltear sobre sus pies para descubrir en ella su semilla racional. Pero había un plus en el texto hegeliano que hacía de su recurrencia, de su reiteración, algo más que un cuestión diplomática y superficial. Hablamos de una potencia, de una suerte de martillo filosófico que el autor de El Capital quiere reivindicar:

 

“La dialéctica mistificada llegó a ponerse de moda en Alemania porque parecía transfigurar lo existente. Reducida a su forma racional, provoca la cólera y es el azote de la burguesía y de sus portavoces doctrinarios, porque en la inteligencia y explicación positiva de lo que existe abriga a la par la inteligencia de su negación, de su muerte forzosa; porque, crítica y revolucionaria por esencia, enfoca todas las formas actuales en pleno movimiento, sin omitir, por tanto, lo que tiene de perecedero y sin dejarse intimidar por nada”.[6]

 

El pensamiento de Hegel no constituía un animal fenecido, porque hubo en él una forma de acontecimiento, una fuente de cólera y azote que Marx quisiera traer e investir sobre sí mismo, como si deseara encontrar el reflejo de su propia filosofía rupturante en la obra de su antecesor. Pero recuperar la terminología hegeliana, no es suficiente para que Marx sea capaz de aprehender su novedad, su escándalo propio.

 

A este respecto Louis Althusser enfatizará tozudamente que Marx solo es Marx porque rompe radical y abiertamente con Hegel. Se afirma en Para Leer El Capital:

“[…] hemos podido establecer, con bastantes pruebas para afirmarlo, que el discurso de Marx es en su principio extraño al discurso de Hegel, que su dialéctica (…) es totalmente diferente a la dialéctica hegeliana”.[7]

 

La producción de Marx remata Althusser, “solo ha sido posible al precio de una ruptura con Hegel”. Hay, en efecto, diferencias cruciales de Marx con el autor de la Fenomenología del Espíritu, auténticas rupturas epistemológicas, en varios registros, pero sobre todo en lo que se refiere a la comprensión, específicamente marxista, de la contradicción como algo no sintetizable y otras cuestiones vinculadas, como la idea de totalidad abierta y el materialismo.

 

 

Fotografía de Marx y Althusser: tomada de Izquierda. Org

 

 

3

 

En su búsqueda por recuperar la filosofía de Marx, es decir, repetir, reflejar hoy el sacudimiento provocado en su tiempo por el acontecimiento Marx, Louis Althusser recurrió a varias herramientas conceptuales. La primera de ellas fue la filosofía de Gastón Bachelard, especialmente sus trabajos sobre la dinámica de las teorías científicas y su noción acuñada como “ruptura epistemológica”. Así, fue objeto de escándalo en su momento la partición althusseriana de la obra de Marx en un periodo hegeliano y otro marxista, marcada por el corte en elaboraciones conceptuales clave que giraban en torno al abandono, por parte del autor de El Capital, de toda forma de humanismo teórico y del vocabulario aristotélico-hegeliano. Muchos párrafos escritos directamente por Marx fueron calificados entonces, por Althusser, de no-marxistas y hubo que sopesar las consecuencias y efectos de la supervivencia de terminologías anteriores a la supuesta ruptura epistemológica, en las obras fundamentales de la madura crítica de la economía política. No pocos lectores denunciaron la soberbia o el teoricismo implícitos en el propósito de enmendar la plana al autor del Manifiesto del Partido Comunista, más aún utilizándolo a él mismo como pretexto. Althusser, sin embargo, no aspiraba a ser más marxista que Marx, sino que simplemente quería aprehender la novedad radical, la profundidad de la revolución que, según el filósofo francés, había traído El Capital a la cultura humana.

 

Más de tres lustros después de la publicación primera de Lire le Capital y Pour Marx, Althusser reconoció ante la filósofa mexicana Fernanda Navarro, lo inadecuado de sus primeros intentos de sobreponer o imponer a la obra de Marx cierto tipo de filosofía bachelardiana o estructuralista al uso:

 

“Creo que, de alguna manera, erramos el blanco, en tanto no le dimos a Marx la mejor filosofía que convenía a su obra. Le dimos una filosofía dominada por “el aire del tiempo”, de inspiración bachelardiana y estructuralista que, aunque sí da cuenta de una serie de aspectos del pensamiento de Marx, no creo que pueda ser llamada una filosofía marxista. Objetivamente, esta filosofía permitía una inteligencia coherente del pensamiento de Marx, pero hay demasiados textos suyos que la contradicen como para poder considerarla su filosofía”.[8]

 

Al final de sus días Althusser consideraría que la filosofía que mejor recogería el aliento de Marx sería alguna suerte de “materialismo de los encuentros”, con base epicúrea, que lamentablemente ya no alcanzó a desarrollar.

 

 

4

 

¿Cómo tendría que ser una filosofía para ser la de Marx, para corresponder a su acontecimiento?

 

Debería ser una revolución en la filosofía. De entrada, por el carácter de su enunciación, no podría efectuarse como un discurso más de las aulas, ni como un capítulo entre otros de alguna historia de la filosofía como la de Frederick Copleston, por ejemplo. Algo de su disruptora ejecución -en el sentido musical de la palabra- ha sido captado, por ejemplo, por Maurice Blanchot quien observa que en la escritura de Marx conviven, dificultosamente, en perpetua disyunción, tres lenguajes. El primero, lento, es el discurso del logos, del espíritu, del pensamiento; el tercero es el decir, más lento aún, del quehacer científico. El segundo es caracterizado en los siguientes términos por Blanchot:

 

“El segundo lenguaje es político: es momentáneo y directo, más que breve y más que directo, pues cortocircuita todo lenguaje. No contiene ya un sentido, sino una llamada, una violencia, una decisión de ruptura. No dice nada, propiamente hablando, es la urgencia de lo que se anuncia, unida a una exigencia impaciente y siempre excesiva, puesto que el exceso es su única medida: de esta forma al llamar a la lucha e incluso (lo que nos apresuramos a olvidar) postulando el “terror revolucionario”, recomendando “la revolución permanente” y siempre designando la revolución no como una necesidad a plazo fijo, sino como inminencia, pues el distintivo de la revolución es no brindar demora, si abre y atraviesa el tiempo brindándose para ser vivida como exigencia siempre presente”.[9]

 

La filosofía marxista es la revolución inminente en la filosofía misma, es un discurrir que corta, rompe, descoyunta el fluir de la tradición del pensamiento. La filosofía de Marx es la irrupción del decir político en el ámbito de las filosofías. Para serlo requiere darse como una multiplicidad, como una diversidad de registros, incidiendo y escindiéndose de muchas maneras. Continúa Blanchot:

 

“EI ejemplo de Marx nos ha ayudado a comprender que el lenguaje de escritura, lenguaje de contestación incesante, debe constantemente desarrollarse y romperse bajo formas múltiples. EI lenguaje comunista es siempre a la vez tácito y violento, político y sabio, directo, indirecto, total y fragmentario, lento y casi instantáneo. Marx no vive cómodamente con esta pluralidad de lenguajes que siempre tropiezan y se desunen en él. Incluso si esos lenguajes parecen converger hacia el mismo fin, no podrían ser vueltos a traducir uno a otro, y su heterogeneidad, la separación o la distancia que les descentran, les hacen no contemporáneos y tales que, produciendo un efecto de distorsión irreductible, obligan a los que tienen que soportar su lectura (la práctica) a someterse a una modificación incesante”.[10]

 

Siguiendo el propósito althusseriano de recuperar el acontecimiento Marx, podemos retomar las observaciones de Maurice Blanchot sobre la pluralidad de sus lenguajes y proponer la hipótesis de que la filosofía de Marx no sería una manera nueva del filosofar, sino que sería muchas formas novedosas a la vez; diversos modos de enunciación y argumentación, simultáneos o consecuentes, al grado de que, acaso, lo más correcto sería hablar de una pluralidad, es decir, no de la, sino de las filosofías de Marx.

 

Estudiando sus obras de madurez, especialmente El Capital, Louis Althusser revela una clave que podría servirnos de guía para el descubrimiento progresivo de la(s) filosofía(s) marxistas que hagan honor a su carácter de acontecimiento. Esa clave es la lectura misma, la práctica del leer, del decodificar significantes. La filosofía de Marx no sería, en último término, sino en una manera de leer. De ahí el imperativo althusseriano: Lire le Capital. Una lectura filosófica de El Capital es -afirma Althusser- todo lo contrario de una lectura inocente.” Es una práctica de decodificación que propone de entrada una pregunta: “¿Qué es leer?”.

 

“[…] en la historia de la cultura humana, nuestro tiempo se expone a aparecer un día como señalado por la más dramática y trabajosa de las pruebas: el descubrimiento y aprendizaje del sentido de los gestos más “simples” de la existencia: ver, oír, hablar, leer, los gestos que ponen a los hombres en relación con sus obras, y con las obras atragantadas en su propia garganta que son sus “ausencias de obras”.[11]

 

En esta reconfiguración de los actos simples, Marx, con su filosofía, nos habría llevado a reinventar el leer, así como Freud no guio a la reinvención del escuchar:

 

“A partir de Freud comenzamos a sospechar lo que quiere decir escuchar, por lo tanto, lo que quiere decir hablar (y callarse); comenzamos a sospechar que ese “quiere decir” del hablar y del escuchar descubre, bajo la inocencia de la palabra hablada y escuchada, la profundidad de un segundo discurso, completamente distinto, el discurso del inconsciente. Me atrevería a sostener que a partir de Marx deberíamos comenzar a sospechar lo que, por lo menos en la teoría, quiere decir leer y, por tanto, escribir”.[12]

 

Hay aquí un peculiar anacronismo en el recorrido metodológico de Althusser, pues es la enseñanza posterior de Freud sobre la escucha, la que le permitió descubrir la subversión de Marx sobre la lectura[13]. En cualquier caso, la novedad de Marx, su escándalo, radicaría en la proposición de una práctica no religiosa, completamente secular, atea, de la lectura.

 

Mientras que, para los cabalistas, pero también para Galileo, Hegel, o incluso el joven Marx, leer significó descubrir, en cada letra, la esencia abstracta en la transparencia de su existencia concreta; ubicarse ante el signo como cifra del Gran Libro del Mundo -el cosmos como portador del orden divino, la verdad profunda cifrada en un texto, la interpretación como epifanía bíblica-; Althusser encuentra en el Marx maduro una práctica diferente a la que bautiza como “lectura sintomática” y que

“[…] descubre lo no descubierto en el texto mismo que lee y lo refiere, en un mismo momento, a otro texto, presente por una ausencia necesaria en el primero”.[14]

 

La filosofía de Marx, su novedad recuperada, consistiría entonces en la búsqueda no de una verdad oculta en las cosas, esencial, profunda, una legalidad existente ahí afuera -en el gran libro del mundo creado por la divinidad- en espera de ser aclarada y desvelada, sino precisamente de la ausencia de tal dictado primigenio; se trataría de aprehender los actos fallidos, las fallas del texto, sus desgarraduras, las ausencias que lo organizan.

 

En la Crítica de la economía política, la lectura de Marx no consistiría en localizar los errores o inconsistencias en las obras de Adam Smith o David Ricardo, sino en reparar en los extraños gestos por los que esos autores se dedican a ofrecer respuestas a preguntas que ellos mismos nunca formularon interrogantes ausentes, silenciosas; soluciones no demandadas a problemas que no se presentaron, respuestas a cuestiones calladas, no enunciadas explícitamente. En Para leer El Capital, el ejemplo que pone Althusser de la lectura sintomática de Marx se refiere a la forma en que el autor de El Capital deconstruye las indagaciones de Smith y Ricardo en torno al asunto del “valor del trabajo”, para mostrar que, en realidad, los dos economistas estaban tratando de resolver un tema diferente, no enunciado, incluso tal vez no pensado por ellos, a saber, el problema del valor de la fuerza de trabajo. Señala Atlhusser con relación a esto:

 

“No es, pues, Marx quien dice que el texto clásico no dice, no es Marx quien interviene para imponer al texto clásico, desde fuera, un discurso revelador de su mutismo es el texto clásico mismo el que nos dice que se calla: su silencio son sus propias palabras”.[15]

 

Sin recurrir a ninguna violencia de la interpretación, Marx habría leído los silencios inscritos en el texto mismo de la economía política clásica. Frente a la pregunta por el valor del trabajo, Smith y Ricardo emitieron siempre el mismo discurso: “El valor del trabajo es igual al valor de los medios de subsistencia necesarios para el mantenimiento y la reproducción del trabajo”. A lo que responde Althusser glosando la crítica que realizada por Marx:

 

“Pero como el trabajador no es el trabajo, el término final de la frase desentona con el término del comienzo: no tienen el mismo contenido y la ecuación no puede escribirse, porque lo que se compra con el salario no es el trabajador, sino su “trabajo”. Y esta primera expresión “trabajo” ¿cómo situarla en la segunda: “el trabajador”? Hay, por lo tanto, en el propio enunciado de la frase, precisamente a nivel del término “trabajo” al comienzo de la respuesta y al final de la respuesta, algo que falta”.[16]

 

Althusser cita entonces directamente a Marx haciendo balance de la situación:

 

“El resultado al que llegaba el análisis no era, pues, resolver el problema tal como se presentaba en el punto de partida, sino cambiar completamente los términos”.[17]

 

La Crítica de la Economía Política lee a sus antecesores y enuncia el silencio que recorre a la disciplina, a saber, el concepto de fuerza de trabajo, la interrogante no formulada que organizaba la respuesta ofrecida. Así, habiendo leído originalmente la pregunta ¿Cuál es el valor del trabajo? Marx habría producido una respuesta y un cuestionamiento diferentes:

 

La respuesta se torna en: “El valor de la fuerza de trabajo es igual al valor de las subsistencias necesarias para el mantenimiento y la reproducción de la fuerza de trabajo”, y su pregunta se produce entonces en la forma siguiente: “¿cuál es el valor de la fuerza de trabajo?[18]

 

Hay nociones que habitan los textos, las teorías, como sus ausencias, sus exclusiones y silencios. Lo que descubre la lectura sintomática de Marx, es que lo que es dable de ver para una teoría, no depende de una atención cuidadosa a la dotación del mundo, ni está determinado por la prolijidad de los autores, sino que responde a reglas de construcción intrínsecas al campo problemático-conceptual de la teoría misma, que determinan lo que dicha teoría puede pensar o no. En este sentido, concluye Althusser, la aportación marxista consiste en señalar que, más allá de todo empirismo, conocer no es observar o ver, sino producir. El conocimiento es una construcción, una práctica teórica y no una observación y desciframiento simples del supuesto texto divino inscrito en el cosmos.

 

Si esa práctica de la lectura es en verdad lo que realizó Karl Marx para fundar el acontecimiento de su pensar, el propósito de Althusser fue aplicarle a El Capital, recursivamente, esa nueva práctica del leer y así descubrir, por fin, la inaudita filosofía puesta en acto en ese libro. A reserva de recuperar y continuar en otro momento el trabajo realizado -y lamentablemente dejado trunco- en ese sentido por el autor de Pour Marx, es necesario subrayar que la gran aportación de Louis Althusser, de su filosofía e intervención constante en la esfera intelectual y política de su tiempo, consistió en colocar al marxismo en la raíz fundacional de algunas de las filosofías más radicales, aportativas e inquietantes de nuestra era. Las elaboraciones que asociamos a los nombres de Jacques Lacan, Michel Foucault, Jacques Derrida, Alan Badiou, Jacques Ranciere, Gilles Deleuze, Slavoj Zizek, Giorgio Agamben o, en nuestro medio, Carlos Pereyra, Sergio Pérez Cortés o Cesáreo Morales, entre otros, se construyeron todas en diálogo polémico -a veces ríspido, ruptural-, con la recuperación del acontecimiento Marx articulada por el profesor de la Ecole Normal Superieur. Sobre el efecto en México de la recuperación del sacudimiento Marx por el althusserismo, en los años ochenta Cesáreo Morales hizo la siguiente consideración que, a mi parecer, sigue siendo vigente:

 

“El marxismo althusseriano abrió las compuertas de enormes ríos de pensamiento. La teoría del discurso, la historia y la filosofía de las ciencias, el análisis literario y la teoría del Estado, todas esas brechas serpentearon en facultades y escuelas, también en el terreno de la política. Fueron momentos de siembra de recursos teóricos inmensos que todavía hoy producen efectos”.[19]

 

Louis Althusser hizo de Marx, plenamente, nuestro contemporáneo al proponer que su filosofía consistía en una reflexión renovada, inédita, del acto en apariencia simple del leer. Y las filosofías de los autores que acabamos de mencionar son, cada una, en tanto ellas mismas pueden ser vistas como sendas teorías de la lectura, una ejecución singular del marxismo en nuestro tiempo: cada una de ellas es, en un sentido profundo, una filosofía de Marx

 

Lo mismo que será de Marx, en el porvenir, toda filosofía que haga acontecer, en el horizonte, ese relámpago que sacuda al Occidente capitalista y abra la estela en que otro mundo sea posible.

 

 

Bibliografía

 

  1. Althusser, Louis, Filosofía y marxismo. Entrevista con Fernanda Navarro, Siglo XXI Editores, México, 2005
  2. Althusser Louis, “Prefacio: de El Capital a la filosofía de Marx”, en Althusser Louis y Balibar Ettienne, Para leer El Capital, Siglo XXI Editores, México, 1969
  3. Althusser Louis y Balibar Ettiene, Para leer El Capital, Siglo XXI Editores, México. 1969
  4. Badiou, Alain, L´etre et l´évenement, Ëditions du Seuil, París, 1988
  5. Badiou, Alain y Tarby, Fabien, La philosophie et l’événement, Éditions Germina, Francia, 2010
  6. Blanchot, Maurice, “Los tres lenguajes de Marx”, La risa de los dioses, Taurus, Madrid, 1976
  7. De la Fuente Lora Gerardo “Freud y Althusser”, en Martínez, Ruiz, R (Coord.). Filósofos después de Freud. UNAM/ Itaca,México, 2015
  8. Derrida, Jacques, Espectros de Marx, Editorial Trotta, Madrid, 1995
  9. Martínez, Ruiz, Rosaura (Coordinadora), Filósofos después de Freud. UNAM/ Itaca, México, 2015
  10. Marx, Carlos, El Capital. Crítica de la Economía Política, Tomo 1, 2ª edición, 13ª reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México, 1978
  11. Morales, Cesáreo, Fractales. Pensadores del acontecimiento, Siglo XXI Editores, México, 2007

 

 

Notas

 

  1. Alain Badiou, L´etre et l´évenement,ed. cit.
  2. Alan Badiou y Fabien Tarby, La philosophie et l’événement, p. 19
  3. Idem.
  4. Carlos Marx, El Capital. Crítica de la Economía Política, ed. cit, p. XXIII-XIV
  5. Ibidem., p. XXIII
  6. Ibidem., p. XXIV
  7. Louis Althusser, “Prefacio: de El Capital a la filosofía de Marx”, en Louis Althusser y Etienne Balibar , Para leer El Capital, ed. cit, p. 57
  8. Louis Althusser, Filosofía y marxismo. Entrevista con Fernanda Navarro, ed. cit., p. 26-27
  9. Maurice Blanchot, “Los tres lenguajes de Marx”, La risa de los dioses, ed. cit., p. 90
  10. Idem.
  11. Louis Althusser, “Prefacio…, ed., cit., p. 20
  12. Ibidem., p. 20-21
  13. En un texto anterior he desarrollado un análisis detenido acerca de la relación de Althusser con Freud. Véase, Gerardo de la Fuente Lora, “ Freud y Althusser”, en Martínez, Ruiz, Rosaura (Coord.). Filósofos después de Freud, ed cit.
  14. Louis Althusser, “Prefacio…, ed. cit, p. 33
  15. Ibidem., p.27
  16. Idem.
  17. Carlos Marx citado por Althusser en Louis Althusser, “Prefacio…, ed. cit, p. 28
  18. Idem.
  19. Cesáreo Morales, Fractales. Pensadores del acontecimiento, ed. cit., p. 85