¡No hay mal que por bien no venga!

18615dd0-1aad-46a9-b8ca-75e596458a94
Id: 18615dd0-1aad-46a9-b8ca-75e596458a94

 

 

Son mas de la una de la tarde cuando Cristina se acerca a mi y me pregunta si puede sentarse, Yo estoy en el jardín, escribiendo en una mesa mientras espero a otra paciente, pero le digo que sí y le pregunto por qué vino al hospital.

 

— “es que no podía dormir y mi hijo se asustó”, creyó que me iba a volver a enfermar, pero yo me siento bien

 

Cristina es una mujer de unos 45 años regordeta y jovial que se extraña de que su hijo que no es una persona descuidada, no haya venido a visitarla ni a buscarla cuado prácticamente está dada de alta.

 

Vino aquí por primera vez a los veintisiete años, hace quince, relata que la curaron y regresó hace dos años, ahora siente que no tenían por qué haberla internado. Tiene cinco hijos, cuatro hombres y una mujer. La mujer que es la de en medio está casada y tiene dos hijos así que Cristina tiene ya dos nietos. Ella se sintió ya completamente curada cuando nació su nieto que la abraza y le dice abuela.

 

Hace quince años su esposo al que ella amaba amenazó a toda la familia de muerte. Les dijo que abriría el gas para que todos murieran. Estaba borracho y Cristina piensa que tal vez también drogado. “era un buen padre y todos nos asustamos mucho, nos traumó. Escapamos, pero lo metimos a la cárcel. Después nos separamos yo tenía veintisiete años y fue entonces que yo vine por primera vez al hospital.

 

Él después se dedicó a tener muchas mujeres con las que tenía hijos que reconocía y registraba. No se cómo le hacía para separarse de una y hacer lo mismo con otra. A él lo conocí en la secundaría, cuando nos separamos el mas chico de mis hijos tenía tres años.

 

A mi me internaron porque quise matar a mis hijos. Ellos me tenían miedo, dormían todos en el techo de la casa, aunque lloviera, pero no lo hice, decían que era difícil vivir conmigo, me enojaba con ellos porque no hacían esto o lo otro. A veces el impulso de matarlos era muy fuerte y luego me calmaba. Así pasaron muchos años hasta que un día sentí que todo cambió, eso fue hace dos años cuando en la iglesia hicieron un rezo por mi al Espíritu Santo, ¿ha oído hablar de eso?.

 

Sentí que algo muy grande había cambiado en mí, no fue la medicina la que me curó fue DIOS ya no volví a tratar mal a mis hijos.

 

Pero fíjese doctora, no hay mal que por bien no venga, si mi esposo no hubiera hecho eso tal vez ellos no hubieran aprendido a hacer muchas cosas. Después que él se fue ellos tuvieron que hacerse de comer, trabajar, lavar la ropa. Ahora saben de obligaciones, con mi esposo tal vez hasta sirvienta hubiéramos tenido y ellos se hubieran vuelto atenidos, flojos. El mayor ya va a terminar la carrera en la universidad tecnológica, todos estudian y mi hija ya se caso.

 

— Y entonces ¿por qué vino esta vez al hospital?

— Cuando no puedo dormir no pienso nada, sólo me da por lavar ropa interior durante la noche, sólo eso lavo, me empezó a preocupar el que mi hijo no tenía para la renta y pensaba si hubiera estado su papá, no hubiera habido ese problema, si yo lo quería bien ¿Por qué nos querría matar?

 

Cristina Coloca su locura precisamente allí en ese lugar donde el padre falta y su síntoma, su acto es el mismo que el del marido, es una locura a dos de aniquilación de los hijos.

 

El padre intenta matar a su familia precisamente el día que firma su planta en PEMEX, va a la cárcel y cuando sale inicia una vida sexual al parecer caótica donde las mujeres y los hijos se multiplican sin hacer dique, sin poder parar. Cristina renucia al parecer a las relaciones sexuales y queda fijada al acto de aniquilación de sus hijos que sólo cesa después de la intervención de Dios y el nacimiento del nieto. Su carácter de abuela parece remendar el hilo de la filiación que intentaba romper su esposo y continuar ella. El ser abuela re-establece la continuidad de la familia, la posibilidad de que otros vivan.

 

Cristina sonríe, me dice que me veo muy tranquila y apacible, pero es ella realmente la que merece estos adjetivos.

 

Mi encuentro con Cristina fue el 20 de junio del 2006.