El psicoanálisis al servicio de la revolución: una lectura de la aproximación de André Breton al psicoanálisis

El psicoanálisis al servicio de la revolución: una lectura de la aproximación de André Breton al psicoanálisis

Retrato de André Breton por Max Ernst

 

 

Resumen:

A propósito del centenario del surrealismo se propone una lectura de la interpretación de André Breton al psicoanálisis, destacando las influencias desde las que este leyó a Freud, así como el énfasis dado al potencial revolucionario atribuido a su teoría.

 

Palabras clave: Psicoanálisis, Surrealismo, Automatismo, Sueño, Azar, Revolución.

 

Abstract:

On the occasion of the centenary of Surrealism, a reading of André Breton’s interpretation of psychoanalysis is proposed, highlighting the influences from which he read Freud and emphasizing the revolutionary potential attributed to his theory.

 

Keywords: Psychoanalysis, surrealism, automatisation, dream, chance, revolution.

 

 

Introducción

El reconocimiento de la influencia del psicoanálisis en el Surrealismo[1] fue declarado en más de una ocasión por André Breton. Ya en el “Manifiesto Surrealista” (1924), afirma que los descubrimientos psicoanalíticos “han sido de decisiva importancia”, al aportar una prueba fundamental del papel del inconsciente tanto en la existencia individual como en la colectiva. Breton reconoce la posibilidad de incorporar la teoría y la técnica psicoanalítica al proyecto general de revolución surrealista, cuyo objetivo es la integración de la totalidad de la actividad psíquica. En referencia a ello, escribe: “Si las profundidades de nuestro espíritu ocultan extrañas fuerzas capaces de aumentar aquellas que se advierten en la superficie, o de luchar victoriosamente contra ellas, es del mayor interés captar estas fuerzas, captarlas ante todo para, a continuación, someterlas al dominio de nuestra razón, si es que resulta procedente”.[2]

La inscripción del psicoanálisis a las influencias del Surrealismo debe entenderse entonces en relación con el proyecto esbozado en la cita anterior, esta incorporación resulta problemática desde varias aristas, una de ellas -quizá la principal- es el hecho de que siempre se trató de una aproximación teórica en tanto Breton nunca fue psicoanalizado, lo que resulta en una lectura realizada deliberadamente a distancia de la interpretación clínica (y sociológica) ofrecida por Freud, a esto hay que sumar el hecho de que las traducciones al francés de sus obras fueron tardías y relativamente escasas, por lo que la interpretación del surrealista se centra en unos cuantos conceptos (algunos de los cuales serían replanteados posteriormente por el propio Freud) en la que prevalecen -más que el psicoanálisis en sí- las influencias de tres fuentes más o menos veladas: la psicología “gótica”[3] de autores como F.W.H. Myers y Hervey-Saint-Denys, la parapsicología del siglo XIX (“El húmedo cuarto trasero del espiritismo” escribe a propósito Walter Benjamin) y  la obra de Pierre Janet[4].

Las relaciones de Freud con el Surrealismo fueron siempre marcadas por el signo del desapego científico -en una carta dirigida a Stefan Zweig (fechada en 1937) se refiere a los surrealistas como “locos en un 95.5%”-, mientras que en una de las misivas dirigidas a Breton confiesa: “A pesar de que recibo tantas pruebas del interés que usted y sus amigos tienen por mis investigaciones, yo mismo no soy capaz de aclararme qué es y qué quiere el surrealismo. Quizá no estoy hecho para comprenderlo. Yo que estoy tan alejado del arte”.[5]

Se destaca que estamos ante una relación desequilibrada, donde Breton se decanta por la admiración sesgada por una interpretación que se centra en la afirmación de un poder de subversión del psicoanálisis, Por tanto, es necesario realizar una revisión más exhaustiva, que se acerque a las fuentes originales de las ideas que Breton reconoce en deuda con Freud, Esta revisión tiene como objetivo principal proporcionar nuevas perspectivas que contrasten con las interpretaciones existentes que suponen, por un lado un “psicoanálisis del surrealismo” y por el otro la idea que hace del surrealismo una traslación de los conceptos freudianos al plano del arte, es decir un “surrealismo del psicoanálisis” Al priorizar los marcos interpretativos utilizados por Breton para analizar al Surrealismo, se abre la posibilidad de nuevas significaciones que muestran la vigencia de las ideas surrealistas bajo el enfoque crítico del psicoanálisis.

 

Un hombre cortado en dos: Histeria y escritura automática

Los orígenes de la relación entre el Surrealismo y el psicoanálisis puede ubicarse en el interés que despertó la experiencia de André Breton como auxiliar médico en el hospital militar de Saint-Dizier en 1917, ahí tuvo una doble oportunidad que a la postre habrán de ser decisiva para el futuro Surrealismo: por una parte, el contacto directo con los soldados internados tras volver de combate y por el otro el conocimiento de las teorías de la clínica francesa (dedicadas a fenómenos como el trauma y el automatismo):

En aquel entonces, todavía estaba muy interesado en Freud, y conocía sus métodos de examen que había tenido ocasión de practicar con enfermos durante la guerra, por lo que decidí obtener de mí mismo lo que se procura obtener de aquellos, es decir, un monólogo lo más rápido posible, sobre el que el espíritu crítico del paciente no formule juicio alguno, que, en consecuencia, quede libre de toda reticencia, y que sea, en lo posible, equivalente a pensar en voz alta. Me pareció entonces, y sigue pareciéndome ahora -la manera en que me llegó la frase del hombre cortado en dos lo demuestra-, que la velocidad del pensamiento no es superior a la de la palabra, y que no siempre gana a la de la palabra, ni siquiera a la de la pluma en movimiento.[6]

Durante su etapa de formación como médico, Breton fue influido principalmente por la escuela de neurología francesa de finales del siglo XIX, conocida como “Psychologie Nouvelle”. Sus principales exponentes, Charcot, Bernheim y Janet, fueron innovadores tanto en tratamientos como en teorías que ampliaron la atención hacia fenómenos previamente subestimados por la psiquiatría, como las manifestaciones de la histeria, la hipnosis y el sonambulismo.

Los experimentos de Charcot sobre la histeria en el hospital de La Salpêtrière fueron documentados en la “Iconographie photographique de la Salpêtrière”, publicada en 1878, esta obra  presenta las fotografías de Paulre Régnard de pacientes en diferentes fases de la histeria, Los estudios realizados por Jean Martin Charcot llamaron la atención de Breton por el aspecto extático despojado de religiosidad que retrataban, ya Charcot y sus colaboradores habían advertido una similitud entre los gestos de las histéricas y las santas medievales: “Las actitudes que ellas adoptan hacen pensar en las actitudes bajo las que representa a las místicas de la edad media, a las Santas más renombradas por su exaltación religiosa. (Regnard: Iconographie Photographique de La Salpêtrière)”.[7]

Cincuenta años después los surrealistas encabezados por Breton reconocerían su deuda con Charcot en el artículo “Cincuentenario de la Histeria” donde calificaban a sus investigaciones como “el más grande descubrimiento poético del siglo XIX”, el entusiasmo deriva del retrato de lo que consideran el goce de una vivencia extraordinaria acaecida en el ámbito de lo ordinario:

De este modo, mujeres corrientes parecían presa de las mismas visiones insólitas que otrora fueran consideradas de propiedad exclusiva de las fanáticas religiosas. Parecía que Charcot había demostrado con su estudio científico de la histeria la misma materialización del milagro que se había ensayado en poesía. Más aún, Charcot señaló que la histeria no se hallaba confinada a la clínica, sino que los casos de histeria eran más frecuentes de lo que previamente se había pensado.[8]

La materialidad de la realidad psíquica quedaba expresada en la frecuencia con que se presentaba la histeria durante ese momento histórico, la abundancia de los casos (que incluyen a pacientes masculinos) dan cuenta de la disponibilidad de un medio (el cuerpo) para expresar la realidad psíquica profunda, lo que llevará a los surrealistas a decir que: “La histeria no es un fenómeno patológico y puede, sin riesgo alguno, ser considerado como medio de expresión.”[9]

El estudio de la expresión de lo inconsciente mediante los síntomas de la patología mental conduce a Breton a concluir que existe una relación entre la actividad fuera de la consciencia y la libertad en sí, y que esta es la misma que se observa entre el lenguaje y la poesía, así, la idea de un funcionamiento automático de la mente se equipara con los principios que atribuía a la poesía de autores como Rimbaud o Lautréamont, en donde el escritor es equiparado a un instrumento que a semejanza del médium o de la histérica, comunica de manera automática esa otra realidad.

Se debe principalmente a Pierre Janet el apuntalamiento de los pilares sobre los que Breton habría de desarrollar su propia concepción del funcionamiento automático de la mente, sus investigaciones fueron publicadas en 1888 y se convirtieron en una lectura corriente para la época en que Breton estudiaba medicina, la innovación de Janet consistía en que su aproximación supone un fondo psíquico común del que surgen tanto la organización de la realidad sensible como los conceptos, considera que los productos de las actividades automáticas no son enteramente irracionales al mostrar aún en el delirio rastros de una organización involuntaria. Ejemplo de ello son los episodios en que ciertos pacientes con afecciones orgánicas de la memoria podían recrear actos o pensamientos aprendidos y aparentemente olvidados, a ese fondo común es al que habrá de dirigir Breton sus propias exploraciones, lo que devela un aspecto un tanto olvidado del Surrealismo: su vocación exploratoria de lo inconsciente tiene siempre como fondo su recuperación a favor de la transformación de la realidad, lo que coloca en un segundo plano a las consideraciones formales y estéticas así descubiertas.

Sin embargo, para Pierre Janet se trataba más de un método cuyos productos debían ser orientados a la interpretación tendiente a la cura, se debe a Breton y los primeros surrealistas la consideración de que la actividad automática era una vía de acceso inmediato a una totalidad de la consciencia necesaria para cumplir el propósito de “transformar el mundo, cambiar la vida”.

La influencia de Janet se observa también en el interés que desarrolló Breton hacia los fenómenos asociados al espiritismo (la sugestión, el trance, la telepatía); el psicólogo francés había propuesto que dichos fenómenos debían considerarse como muestra de una actividad psíquica común a todos los hombres y cotidianamente reprimida por la consciencia, este carácter de libertad respecto a la lógica le otorgaba ese valor superior y develaba con sus hallazgos la posibilidad de un lenguaje libre que habrá de constituir la fuente de una nueva poesía, al acceso de todo aquel dispuesto a explorar en carne propia los lindes de la consciencia, cumpliendo así el ideal de Lautréamont de que “La poesía será hecha por todos, no por unos cuantos”.

Si Charcot y Janet se habían detenido en las evidencias de las huellas de lo inconsciente manifestadas por el cuerpo Breton considera necesario continuar la exploración de la mente más allá de estas primeras aproximaciones, el automatismo se muestra en ese momento como insuficiente para dicha tarea, a lo que hay que sumar el descontento que le supone descubrir que los estados de sugestión no aportaban necesariamente un acercamiento a un inconsciente unificador[10], son además conocidos los episodios en que bajo el estado de hipnosis ocurrieron connatos de agresión entre los miembros del grupo.

Las exploraciones de Breton por las mansiones de la mente van de los pabellones clínicos de La Salpêtrière al “húmedo cuarto trasero del espiritismo”, las visiones del automatismo pierden entonces algo de su brillo inicial (en 1939 habrá de reconocerlo como “un continuo error”) en cuanto ellas reflejan únicamente un costado de la síntesis buscada:

 

 La visión nocturna no ha sido poca cosa, se trata

Ahora de extenderla, de lo físico a lo moral

Donde su imperio será ilimitado.[11]

 

El conocimiento aportado hasta ese momento por “la visión nocturna” del automatismo se muestra insuficiente para los propósitos revolucionarios de Breton, frente a las tendencias biologicistas de la clínica a hacer del estudio de la mente libre un instrumento para su represión y reajuste al orden imperante[12] o de -como en el caso de Myers y los representantes de la parapsicología- adscribir sus métodos al descubrimiento de una vida extraterrenal, el futuro líder surrealista dirige entonces su interés hacía los descubrimientos de Sigmund Freud, el psicoanálisis -desde su lectura particular- ofrece tanto una vía para la transformación de manera directa (“auto interpretación de los sueños personales, descubrimiento de los deseos auténticos”[13]) e indirecta (“redacción de textos automáticos sobre el modelo de las producciones patológicas”[14]),  comienza entonces una interlocución que devendrá principalmente en una incomunicación[15].

 

 

Un árbol elegido por la tormenta: El psicoanálisis según André Breton

El primer retrato que ofrece Breton de Freud se enmarca todavía dentro del espíritu dadaísta, la narración del encuentro de 1921 que tuvieron en Viena es más una caricatura que una crítica, ahí el padre del psicoanálisis es presentado como:

 

“Un pequeño viejo sin carácter que recibe en su consultorio de médico de barrio pobre. No le gusta gran parte de Francia, permaneció solo e indiferente a su trabajo. Sin embargo, me muestra con orgullo un folleto que acaba de publicarse en Ginebra y que no es otra cosa que la primera traducción al francés de cinco de sus lecciones. Intento hacerle hablar lanzando a la conversación los nombres de Charcot, de Babinski, (…), solo saco de él generalidades como: “Su carta, es lo más conmovedor que he recibido en mi vida” o “Afortunadamente, confiamos mucho en la juventud”.[16]

El interés de Breton es sintomático de la forma en que el psicoanálisis comenzó a introducirse en Francia, hecho caracterizado por un rechazo generalizado (con los psiquiatras y neurólogos más reputados a la cabeza), el propio Freud reconocerá en su autobiografía (1924) que: “Hallándome dedicado a la redacción del presente trabajo he recibido de Francia numerosos ensayos y artículos que testimonian de una violenta resistencia a la aceptación del psicoanálisis y contienen a veces afirmaciones totalmente inexactas relativas a mi situación como respecto a la escuela francesa”.[17]

Estas reacciones son explicadas por la traductora de Freud al francés como parte de cierto nacionalismo (por ejemplo, la escuela de la Psychologie Nouvelle pretendía la existencia de un “inconsciente galo”), que, exacerbado por la guerra, derivó en cierta germanofobia además de otros tantos prejuicios arraigados: “Su apego a la claridad lógica”, “su culto del gusto”, su respeto por el “simple sentido común” y su frecuente por no decir permanente, confusión de lo sexual con lo subido de tono”.[18] Pese a su tono ácido, el texto de Breton pertenece a otra corriente de opinión que comenzaba a tener cada vez mayor peso, Freud señala que fueron los literatos quienes afianzaran un giro en la valoración del psicoanálisis en Francia: “El interés por el psicoanálisis comenzó en Francia con los hombres de letras (…) para comprender este hecho, hay que recordar que el psicoanálisis, con la interpretación de los sueños, ha salvado los límites de una pura especialidad médica”.[19]

Breton – y con él el naciente Surrealismo- participarán activamente en este hecho, en el “Primer Manifiesto” se le alude con un reconocimiento que si bien siempre es ambiguo no cesará con los años, situación remarcable en tanto solo Freud y Lautrémont pueden ostentar ese estatus ante el carácter siempre voluble de Breton.

Otra aproximación relevante ocurre cuando la revista La Révolution Surréaliste publica en 1926 la primera traducción al francés de “¿Pueden los legos ejercer el análisis?, gesto que puede leerse como una justificación velada para los propósitos surrealistas, en tanto ahí el propio Freud señala que el psicoanálisis no puede adscribirse únicamente al ámbito médico, Breton adoptará de manera libre el método del autoanálisis, y lo hará el eje narrativo de tres de sus obras principales: “Nadja”, “Los vasos comunicantes” y “El amor loco”.

El surrealista dirigirá su autoanálisis a la búsqueda de los deseos auténticos expresados en la escritura, los sueños, y en los encuentros fortuitos que resultan decisivos o reveladores para la resolución de conflictivas que la consciencia no acababa de resolver, llega así a la conclusión de que resulta necesario desarrollar los medios para dar libre cause a esos deseos, para así aproximarnos al conocimiento de sus fuentes, el combate a los obstáculos que se interpongan en esa tarea se convierte entonces en tarea prioritaria para Breton, así, la creciente participación activa del movimiento en las luchas sociales provoca que el interés por el papel del super yo como instrumento represor de la “verdadera vida” se sume al estudio previo del automatismo y de los sueños.

Las consecuencias de una existencia sometida a la represión no son exclusivas del campo de la psicopatología, estas se traducen en la necesidad inherente del hombre de contraponer mediante el sueño, el amor, la creación artística o el humor negro un sentido que la existencia cotidiana ha perdido y que de no tomar acciones será irreversible:

Cuanto más se profundiza la patogenia de las enfermedades nerviosas, dice Freud, más se perciben sus relaciones con los otros fenómenos de la vida psíquica del hombre, hasta con aquellos a los que nosotros adjudicamos el máximo valor. Y vemos cómo la realidad, a pesar de nuestras pretensiones, nos satisface poco; así presionados por nuestras represiones interiores, emprendemos, dentro de nosotros, toda una vida de fantasía que, realizando nuestros deseos, compensa las insuficiencias de la existencia verdadera.[20]

Frente a esta carencia surge la necesidad de generar acciones de transformación efectiva fundadas en el propósito de materializar la realidad reprimida en tanto ahí puede radicar el sentido que ha perdido, de nueva cuenta Freud es referido como guía en tanto señala la posibilidad de recrear los efectos de la represión a través de la sublimación artística:

El hombre enérgico y que tiene éxito (“que tiene éxito”, cedo a Freud, por supuesto la responsabilidad de tal vocabulario) es el que llega a transmutar en realidades las fantasías del deseo. Cuando esta trasmutación fracasa, sea por circunstancias exteriores o por debilidad del individuo, este se aparta de lo real se refugia en el universo más agradable de sus sueños, y en caso de enfermedad transforma el contenido en síntomas. En ciertas condiciones favorables puede todavía encontrar como medio de pasar de sus fantasías a la realidad en lugar de separarse definitivamente de ella por regresión en el dominio infantil: quiero decir que, si posee el don artístico, psicológicamente tan misterioso, puede transformar sus sueños en creaciones artísticas en lugar de síntomas. Así escapa a la fatalidad de la neurosis, y encuentra, gracias a este rodeo, una conexión con la realidad.[21]

Breton lee en ese momento a Freud con un interés revolucionario, su interpretación del autoanálisis destaca tanto las posibilidades de transformación individual (en la forma de la interpretación del papel de los signos del inconsciente en la resolución de conflictivas que por vía de la consciencia no encuentran solución) como colectiva (en el surgimiento del “nuevo mito” de una sociedad no represora), resulta evidente que estas intenciones no se encuentran entre los propósitos de Freud, así como el hecho de que la apropiación surrealista del psicoanálisis no deja de apartarse de su fuente original a favor de las influencias veladas de las primeras concepciones de lo inconsciente por parte de Breton.

La implicación en la transformación de la realidad inmediata hace necesaria una concepción surrealista del materialismo, esta será expuesta por Breton en el “Segundo Manifiesto”, quien, citando a Engels, lo define como: “intuición del mundo, destinada a ser experimentada y convertirse en realidad.”[22], la intuición será analizada a partir de las premisas expropiadas al psicoanálisis bajo un esquema de oposición en el que se enfrenta con la realidad material, el surrealista sintetiza en el concepto de “azar objetivo” la libertad total de la potencia deseante con los medios que conducen a su realización: “El azar sería la forma de manifestación de la necesidad exterior que se abre un camino en el inconsciente humano (para intentar osadamente interpretar y conciliar sobre ese punto a Engels y Freud)”.[23] Breton equipara la dinámica entre lo consciente y lo inconsciente con el modelo del materialismo dialéctico, en tanto considera que los sueños, las imágenes, las palabras y los objetos forman parte de una única realidad material. La materia, en su forma más básica, es percibida principalmente como fuente de contradicciones, que deben superarse con la intervención de la imaginación y el deseo.

En su afán cada vez mayor de hacer del Surrealismo  un medio para transformar la realidad de manera directa  Breton y otros surrealistas prominentes (Aragon, Eluard, Péret) se afilian al Partido Comunista Francés en 1926, la alianza no prosperará principalmente por las tendencias de la política cultural del partido que tendía a la propaganda, otro motivo de diferencia involucra a Freud, en 1930 durante la Segunda Conferencia Internacional de los Escritores Revolucionarios, se reprueban las tesis de Freud por considerarlas “peligrosamente idealistas”, mientras que el Surrealismo, pese a todas las diferencias defendió en todo momento su carácter revolucionario.

Freud tomará relevancia tanto en la forma como en el contenido de la escritura de Breton, Nadja (escrito entre 1927 y 1928) comienza con la pregunta: ¿Quién soy?, para responderse, Breton recurre a la búsqueda de los determinantes inconscientes de sus relaciones (“¿por qué en efecto no se reduciría todo a saber con quién “ando?[24]); los encuentros que han resultado decisivos para su vida son analizados en búsqueda  de las pautas del deseo ahí inscritas, para su exposición recurre al tono objetivo de un caso clínico, se trata de retratar lo más fielmente posible: “Ciertas impresiones muy intensas, en absoluto susceptibles de ser contaminadas por la moral, ciertamente experimentadas como más allá del bien y del mal en los sueños y, posteriormente, también en aquello que se les opone, simplificando mucho, con el nombre de realidad, vienen a representar”.[25]

Carta del  Tarot diseñado por los surrealistas (“Tarot de Marsella”) que representa a Sigmund Freud

 

 

 

A lo largo de la obra, Breton fusiona la realidad y el sueño, la razón y la locura, creando una narración en la que los límites entre lo objetivo y lo subjetivo se desdibujan, invitando al lector a explorar los rincones más profundos de la mente humana, en tanto considera que el psicoanálisis pretende “expulsar al hombre de sí mismo” está destinado a “algo más que hazañas porteriles”.[26]

Breton rechaza tanto la intención clínica como el lirismo en el autoanálisis y apuesta por retratar los tropos del deseo según los modos fundamentales de los procesos inconscientes descritos por el psicoanálisis: “El deseo, si es verdaderamente vital, no se niega nada. De todas maneras, si la primera materia que utiliza le es hasta cierto punto indiferente, no es tan rico en cuanto al modo de tratarla. Sea en la realidad o en el sueño, está obligado, en efecto, a hacerla pasar por el mismo proceso: condensación, desplazamiento, sustitución, retoques”.[27]

En “Los vasos comunicantes” define su posición frente a Freud: retener el método y rechazar el idealismo implícito en suponer como entidades independientes a la realidad psíquica y a la realidad material, en ese sentido reclama a Freud la afirmación “la realidad psíquica es una forma de existencia particular que no debe confundirse con la realidad material”[28], por otra parte,  considera que Freud se equivoca al negar el carácter profético del sueño, para ello argumenta que atarlo a la revelación del pasado “es negar el valor del movimiento”, cuestiona también la reserva de Freud respecto a la exposición del contenido sexual de sus propios sueños, el psicoanalista anticipándose a este tipo de reclamo escribió: “Que aquellos que llegaran a reprocharme esta reserva (…) traten de ser ellos mismos más explícitos”, el surrealista acepta el reto y expone sus propios sueños como “observador imprudente y sin tacha”[29].

La dinámica inconsciente imaginada por Breton replantea la teoría del poeta como vidente proponiendo que la cualidad de “médium” está al alcance de cualquiera, considera que las mentes de los individuos son una suerte de recipientes interconectados unos con otros, la realidad es concebida como instantes de un flujo constante en el que no hay diferencias entre la realidad onírica y el estado de vigilia.

Para Breton las manifestaciones de la realidad inconsciente son a priori las manifestaciones de la realidad en sí, en tanto para ocurrir deben sintetizar las necesidades del deseo con su realización (que pueden ser el lenguaje, los objetos, los sueños, las obras y los encuentros), en ese sentido justifica la urgencia de los medios para su realización, las reservas de Freud son contrapunteadas por el reclamo de una liberación total del deseo.

La atribución por Breton de un núcleo revolucionario en la teoría freudiana, (descubierto en su afirmación de la sexualidad como motor primario de la actividad humana irreductible a la razón[30]) lo hace considerar a Freud un sucesor de Sade”[31]; la misma cualidad liberadora será referida al “humor negro” en el que el surrealista encuentra el vehículo infalible para la superación de las restricciones del super yo:

 

“Sería el momento, dice Freud, de familiarizarnos con ciertas características del humor. El humor no solo tiene algo de liberador, análogo en ello al ingenio y a la comicidad, sino también algo de sublime y elevado, características que no se encuentran en los otros dos órdenes de adquisición del placer por una actividad intelectual. Lo sublime tiende evidentemente al triunfo del narcisismo, a la invulnerabilidad del yo que se afirma victoriosamente. El yo rehúsa dejarse atacar, dejarse imponer el sufrimiento por realidades externas, rehúsa admitir que los traumatismos del mundo exterior puedan afectarle; y aún más, finge incluso, que pueden convertirse para él en fuente de placer”.[32]

Tras la muerte de Freud Breton considera de vital importancia la continuidad de esta faceta revolucionaria, en tanto el psicoanálisis puede utilizarse (al igual que la psiquiatría) para propósitos contrarios a la liberación del hombre: “Más próxima a nosotros, la Muerte de Freud basta para volver incierto el porvenir de las ideas psicoanalíticas, con lo que una vez más un ejemplar instrumento de liberación amenaza convertirse en instrumento de opresión.[33] La apropiación de Breton da cuenta entonces de un potencial transformador de la realidad total por parte del psicoanálisis, los sesgos derivados de la elusión del análisis (justificados en una interpretación personal del modelo del autoanálisis) no anulan otras exploraciones de esta posibilidad.

 

¿Vasos comunicantes? Convergencias y desavenencias entre Breton y Freud

Las referencias de Breton a Freud revelan una perspectiva que va más allá de las expectativas convencionales de los lectores freudianos. Estas alusiones sugieren que las similitudes en la exploración del inconsciente adoptan formas distintas según el contexto. Mientras que Freud aborda principalmente el inconsciente desde una perspectiva clínica, centrada en la terapia y el análisis individual, Breton lo aborda desde una perspectiva revolucionaria. En el enfoque clínico de Freud, el énfasis recae en la comprensión profunda de la psique humana y el tratamiento de trastornos mentales. Por otro lado, la aproximación revolucionaria de Breton implica una exploración más amplia y radical del inconsciente, buscando desafiar las normas sociales establecidas y liberar el potencial creativo y subversivo del individuo y la sociedad en su conjunto. Esta divergencia en enfoques no solo refleja las diferentes perspectivas de ambos pensadores, sino también la naturaleza multifacética y adaptable de las ideas freudianas cuando se aplican en diversos contextos y disciplinas.

Tanto Freud como Breton mostraron una influencia distintiva en sus respectivas esferas: ambos tenían el poder de decidir quién era admitido y quién era expulsado de las sociedades que dirigían. Esta dinámica de exclusión evidencia un obstáculo para la comunicación, ya que ninguno estaba dispuesto a comprometerse con propósitos que desviaran su atención de las metas que consideraban prioritarias. Sin embargo, más allá de estas diferencias, es posible observar similitudes en las formas en que abordaban temas aparentemente comunes, como el interés por el automatismo, los sueños y la relación entre causalidad y casualidad. Estas afinidades revelan conexiones más profundas que merecen una exploración detallada para comprender mejor sus puntos de convergencia.

Si el interés por la asociación libre constituye la primera articulación, el valor que se le atribuye marca la primera coyuntura, ni la psicología, ni la parapsicología, ni el psicoanálisis piensan a los productos del automatismo como entidades terminadas, para Breton la primer prueba que contradice tales argumentos es el lenguaje mismo, la práctica de la asociación libre en la escritura de obras como “Los campos magnéticos” o “Pez soluble” le convence que “la velocidad de la palabra es mayor a la del pensamiento”, en ese sentido parece tener más interés por lo que Patrick Waldberg denomina “velocidades progresivas”[34] del pensamiento que por el sentido que adquieran las palabras en un momento ulterior, es decir, el sentido otorgado al método radica más en un llamado a la experiencia de lo inconsciente[35] que a una interpretación subsiguiente.

Respecto al sueño y su interpretación, el Surrealismo desafía al psicoanálisis al resaltar la continuidad como un fenómeno que trasciende las explicaciones conscientes de la realidad. Al cuestionar el privilegio de la consciencia, el Surrealismo subraya la omnipotencia del sueño, abogando por su revalorización en el entendimiento de la experiencia humana. Más que estudiar el sueño por sí mismo, Breton propone mostrar su participación activa en la revolución de la realidad, sugiriendo que las fronteras entre lo consciente y lo inconsciente se desdibujan, permitiendo una comprensión más profunda y subversiva de la existencia.

Podría señalarse que la elusión de la interpretación de la represión primaria es consecutiva  de la elusión del proceso analítico, el autoanálisis muestra sus limitaciones en tanto se sustenta únicamente en el análisis de los “residuos diurnos” que Breton conecta en una serie que apunta siempre al futuro -de ahí la afrenta a Freud, al negarles este un valor premonitorio-,  la apertura de Breton a contar y analizar los sucesos de su vida rara vez dan cuenta de su infancia mostrando siempre a un sujeto adulto heterosexual, monógamo, libre y revolucionario; el reclamo a Freud respecto a su prudencia es rebatido con el argumento de que se trata de una tendencia de exhibicionismo infantil superada, y si bien, en la contrarréplica Breton defiende la duración de la infancia esta nunca juega un papel central en su interpretación de la represión.

La diferencia radica en que la idea de represión en Breton está ligada necesariamente a las prohibiciones externas, que desde su perspectiva son las determinantes de las represiones introyectadas; el análisis de la represión inconsciente es desplazado por la urgencia de la acción transformadora, a la vuelta atrás dirigida a la comprensión de una terapéutica futura Breton antepone lo que Georges Bataille ha denominado una “moral del instante”[36], cuyas directrices son según Breton la poesía, el amor y la libertad, lo que supone -pese a la priorización del instante- una teleología de una sociedad no represiva.

El surrealismo abraza la idea de una sociedad no represiva donde la poesía (pensada como la libertad manifestada en palabras), el sueño (en la forma de los signos que dan forma al autoanálisis y de la experiencia del ensoñamiento), el humor (como triunfo del yo sobre el super yo) son medios para la superación[37] de las limitaciones impuestas por las normas del entendimiento, por las convenciones morales y por las leyes sociales. Esta visión contrasta con la perspectiva de Freud, quien considera que la represión es inevitable en la vida social debido a la necesidad de mantener el orden, pese a los costos psicológicos que conlleva. Aunque Freud no visualiza una sociedad completamente libre de represión, sugiere la posibilidad de encontrar un equilibrio entre las demandas de la civilización y las necesidades individuales para minimizar los efectos negativos en la salud mental, en ese sentido, las articulaciones surgen en tanto los medios propuestos por Breton como señala Pontalis tienden a “plantear en todas las circunstancias las prerrogativas del espíritu de lo posible, ante el aparato de muerte que es, en el fondo, la realidad”.

 

 

 

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Notas

[1] Utilizaré la mayúscula inicial para referirme al conjunto de métodos e ideas promulgados por André Breton, para diferenciarlo de una idea más general del surrealismo, paralelo a este pero que no se ciñe enteramente a sus definiciones, algunos autores que pueden citarse como representantes de este surrealismo “heterodoxo” son Antonin Artaud, Georges Bataille, René Char y Balthus.
[2] Breton, André, Manifiesto del surrealismo, ed. cit., p.26.
[3] El término -utilizado por Jaques Lacan- engloba autores que realizaron investigaciones proto científicas en torno a fenómenos como el sueño, la sugestión y el “yo profundo”.
[4] “Si examinamos la monumental obra de Janet, nos topamos con el mismo vocabulario que André Breton transformo luego en un léxico para los surrealistas al atribuir a palabras como “realidad”, “naturaleza”, “angustia”, “amor fou”, “automatismo” y libertad humana” significados que nunca antes habían tenido en literatura.” (Balakian, Anna, André Breton, Mago del surrealismo, ed. cit., p. 51.
[5] Breton, André. Los vasos comunicantes, ed. cit., p. 156.
[6] Breton, André, Manifiestos del surrealismo, p.41.
[7] Balakian, Anna, Orígenes literarios del surrealismo, ed. cit., p.31. Cfr., Andre Breton, Le Cinquentenaire de l’Hystérie”, ed. cit.
[8] Idem.
[9] Idem.
[10] Esta idea es la que distingue las investigaciones de Breton de las de los espiritistas, mientras el surrealismo busca unificar al sujeto, en una realidad total el espiritismo se decanta hacia una huida idealista en un más allá posible.
[11] Breton, André, Antología, ed. cit., p. 207.
[12] Breton advierte desde sus días como asistente médico el abuso que sufren los pacientes psiquiátricos, en “La Revolución Surrealista” posición que será compartida por el Surrealismo como atestigua la “Carta dirigida a los dirigentes de asilos mentales” redactada por Artaud y Desnos y publicada en La Revolución Surrealista, la crítica más fuerte se encuentra en Nadja, ahí denuncia que “en los manicomios se fabrica a los locos, como en la cárcel a los delincuentes”, esta posición anticipa la crítica de la “Antipsiquiatría” de los años 60.
[13] Durozoi, Gérard, Lecherbonnier, Bernard, André Breton, La escritura surrealista, ed. cit., p. 146.
[14] Idem
[15] Al respecto ver Pontalis, Jean -Bertrand, Les vases non communicants, en  http://dormirajamais.org/pontalis/, consultado el 20/03/2024
[16] Breton André, Entrevista con el profesor Freud, incluido en Los pasos perdidos, ed. cit., p.89.
[17] Freud, Sigmund, Autobiografía, en: https://www.academia.edu/12103659/Autobiograf%C3%ADa_por_Sigmund_Freud, p.11
[18] Durozoi, Lecherbonnier, André Breton, La escritura surrealista, ed., cit., p. 147
[19] Freud, Sigmund, Presentación autobiográfica, ed., cit., p.58
[20] Breton, André, Segundo manifiesto del surrealismo, en Manifiestos del surrealismo, ed., cit.
[21] Ibidem., p. 205.
[22] Ibidem., p.183.
[23] Breton, André, El amor loco, ed. cit., p.24.
[24] Breton, André, Nadja, p. 9, en cursivas en el original
[25] Ibidem, p.36.
[26] Ibidem, p.20.
[27] André Breton, Los vasos comunicantes, ed. cit., p. 113.
[28]  Ibidem., p.18.
[29] Ibidem., p. 28.
[30] “El mundo sexual, pese a los sondeos memorables, en la época moderna, que realizaron Sade y Freud, no ha dejado de oponer, que yo sepa, a nuestra voluntad de penetración del universo su irrompible núcleo de noche,” Breton, citado en Chénieux Gendron, El surrealismo, ed., cit., p.249.
[31] Esta imputación es cuestionada por Lacan en “Kant con Sade”.
[32] Ibidem, p. 12.
[33] Breton, André, Segundo Manifiesto del surrealismo, incluido en Manifiestos del surrealismo¸ed., cit., p.183.
[34] “Mediante el ejercicio de esas velocidades progresivas, todas muy superiores a la cadencia normal, la coherencia tradicional del relato es abolida para dar paso a una coherencia afectiva, impulsiva, indescifrable a primera vista, pero que se nutre de las sorpresas perturbadoras o desconcertantes del sueño.” Waldberg, Patrick, Dadá, la función del rechazo, El surrealismo, la búsqueda del punto supremo, ed., cit., p. 57.
[35] Lo que no es equivalente de una anulación total de la consciencia y sus productos, como señala Ferdinand Alquié: “Al surrealismo no le gusta perder la razón, le gusta todo lo que la razón nos hace perder”, Filosofía del surrealismo, ed. cit., 139.
[36] V. Bataille, “El surrealismo y su diferencia con el existencialismo”, en Para leer a Bataille, ed. cit., p. 450.
[37] En el sentido del materialismo dialéctico.