Cibersuperstición: un modo de manifestación del fenómeno supersticioso

Resumen:

En este texto comparto la propuesta del término “cibersuperstición” para referirnos a los modos específicos en que se manifiesta el fenómeno supersticioso a través de la Dimensión Virtual Tecnológica del Mundo (DV-T-M), a la par que señalo que esto no excluye la interconexión y casi hibridación con la Dimensión Terrenal del Mundo (DTM). De ahí entonces que se refiera a pensar el fenómeno supersticioso integrando la lógica de la red. Desenvolver dicho término es parte también de posibles búsquedas argumentativas que defiendan, como en los enfoques postfenomenológicos y afines, la idea de que las tecnologías influyen en nuestra experiencia del mundo y en la relación entre este, nosotros y el Planeta Tierra. A ello agrego la propuesta de que nosotros, igualmente, somos mediadores entre los objetos y la Naturaleza que las posibilita en términos físicos.

Palabras claves: cibersuperstición, superstición, agencia, dimensiones, temor, postfenomenología

 

Abstract:

In this paper, I introduce the term of “cybersuperstition” to denote specific ways in which the superstitious phenomenon manifests through the Technological Virtual Dimension of the World (DV-T-M), while acknowledging its interconnectedness and quasi-hybridization with the Terrestrial Dimension of the World (DTM). Thus, it entails considering the superstitious phenomenon within the framework of network logic. Likewise, it represents a distinct mode of experiencing fear within this same logic. Elaborating on this term is also part of potential argumentative endeavors that advocate, as in postphenomenological approaches and related ones, the notion that technologies influence human experience and the relationship among humans, the world, and Planet Earth. Additionally, I suggest it serves as a foundation for contemplating how we also act as mediators, as creators, between objects and the Nature that enables them in physical terms.

Keywords: cybersuperstition, superstition, agency, fear, cybertheology, postphenomenology.

 

 

I Introducción

 

El último siglo y medio de reflexión teórica nos ha mostrado que, al parecer, los postulados clásicos de orden onto-esencialistas tienden a ser demasiado reduccionistas. Los avances científicos sobre todo dentro del ámbito de la biología, la física, la genética y la neuropsicología, por ejemplo, han redireccionado el camino por el cual transitaba lo que el hombre, aparentemente, era. Junto a estas ramas del conocimiento andaban (a veces completamente hibridadas) ramas de la filosofía que también ponían en tela de juicio este carácter inamovible de la esencia apoyando más una idea de indeterminación del ser y por lo mismo prestando mayor atención a los modos de ser, teniendo en cuenta la importancia que conlleva lo circundante para la constitución de este.

No obstante, si tuviésemos que hablar de rasgos “esenciales” que como seres nos han acompañado durante la vida -si pensáramos lo esencial en su estrechísima relación con lo ético y/o lo moral- uno de ellos sería, indiscutiblemente, el temor. El temor se manifiesta por razones que transitan predominantemente por tres caminos: tememos como consecuencia de la necesidad de supervivencia en un planeta que se nos aparece como hostil, de lo cual se sigue la angustia ante la incertidumbre y falta de control. Y esta inseguridad de orden físico estrictamente natural y existencial se expande hasta penetrar en las dimensiones menos tangibles de nuestra existencia como lo son la ética (temo no hacer el bien), o la moral (temo no actuar correctamente y ser culpado) o la psicológica-espiritual (temo ser juzgado); incluso tememos debido a nuestra capacidad de especular, consecuencia de la dimensión espaciotemporal interior .De ahí que incluso compartiendo la idea de la indeterminación del ser -humano-   haya cuestiones que pudiésemos pensar como permanentes acompañantes de nuestra especie como lo es el sentir temor, o la conciencia de saber que sentimos temor. Una de las manifestaciones del temor, o en otras palabras, uno de los modos del temor es la superstición. Esta última considero que no se relaciona con el miedo (como suele pensarse), sino con el acto específico de la palabra que nos ha ocupado en las últimas líneas. Supersticio implica un sobre estar, es decir, se refiere a lo que vive y perdura por encima de lo que está, que pervive en la mente de las personas más allá de contener un sentido especulativo; por lo mismo se vuelve una especulación que se respeta. A su vez el temor, timor, -ōris, también es una especulación, una sospecha sobre la cual se toma una determinación activa: se actúa de manera individual sobre lo que se sospecha debido a que esta (la sospecha) se respeta, más allá de su carácter especulativo. Es por ello que considero que al hablar sobre la superstición, el término adecuado es temor y no miedo, debido a que la primera es una emoción especulativa, provocada por el respeto a una sospecha que nos hace evitar o huir de situaciones de peligro imaginario, siendo por lo mismo una reacción anticipada al futuro; mientras que la segunda es una sensación que surge por una acción determinada y se apodera de las personas allí presentes con el fin de protegerlas. De esta forma, si bien Vyse (1997, p.201) plantea que la superstición se alimenta de la incertidumbre ante situaciones incontrolables, yo señalaría que, efectivamente, se alimenta de la incertidumbre de situaciones incontrolables, pero también lo hace de situaciones hipotéticas, o especulativas. Por lo mismo, la superstición es consecuencia del constante temor que experimenta el ser humano ante un plameta que se le presenta como algo completamente desconocido. Por lo mismo, tal comportamiento funciona como regulador de una, a veces, incontrolable ansiedad que nos provoca el hecho de no saber qué va a ocurrir-con nosotros. Así se regula la tensión que se genera en nuestra dimensión psicológica de la vida al querer alcanzar un objetivo, creando un sentimiento de control y predictibilidad ante situaciones percibidas como caóticas y fuera de control (Keinan, 2002; Schippers & Van Lange, 2006; Damisch et al., 2010).

A partir de este modo de aparecer del temor (a través del prisma de la superstición) es que podría, entonces, ir apuntando hacia lo que es de mi interés abordar en este texto: como mismo hay modos de manifestación del temor (siendo uno de ellos la superstición), hay a su vez modos de manifestación y de experimentar el fenómeno supersticioso. Particularmente, una de las formas a través de las cuales se manifiesta es a partir de su experiencia desde una Dimensión Virtual-Tecnológica del Mundo (DV-T-M)[1], pero sin olvidar que la experiencia del mundo a partir de la virtualidad no excluye a esta otra dimensión más anclada a lo físico- que sería una Dimensión Terrenal del Mundo (DTM). Con esto quiero decir que la relación entre la DV-T-M y la DTM es recursiva. Ello, en otras palabras, significa que tanto una como la otra cohabitan y se crean, se recrean y se experimentan por el sujeto de manera complementaria.

 

II Sobre la superstición

 

Desde algunas perspectivas filosóficas la superstición ha sido abordada como una confianza firme en la causalidad: cuando A ocurre, B también debe ocurrir, sin importar la relación que un elemento C posea con la segunda parte de la ecuación. En Hobbes, por ejemplo, la superstición es el resultado, en gran parte, de una comprensión deficiente o incorrecta de las causas naturales de los eventos. Por lo mismo localizaba sus causas en el miedo y la ignorancia humanas, que llevaban a las personas a atribuir poderes sobrenaturales a eventos naturales o a objetos[2]. Esta interpretación errónea de la causalidad, según el filósofo empirista, conduce a creencias irracionales y supersticiosas. Wittgenstein, tres siglos después, continúa recalcando esta asociación que se ha establecido entre la causalidad y la creencia supersticiosa:

No hay ningún modo posible de realizar una inferencia de la existencia de una situación a la existencia de otra enteramente distinta. No hay nexo causal que justifique una inferencia tal. No podemos inferir los eventos del futuro a partir de los del presente. La superstición no es otra cosa que la creencia en el nexo causal. (Wittgenstein, 1974, p. 135).

Esta tendencia a la comprensión causal de lo existente -tema que crucial en la historia de la filosofía- ha ido muy de la mano con el desarrollo de hábitos. Así, si la causalidad se refiere a la relación de causa y efecto entre eventos, el hábito se refiere a las acciones o comportamientos aprendidos y repetidos que se realizan de manera regular siendo estos provocados y definidos por asociaciones causales determinadas. Muchos hábitos se derivan de la comprensión causal de un hecho o fenómeno, aparados por la creencia (y el respeto a esta) de que es así. En tal movimiento la superstición se basa en la creencia y temor de que B suceda si se permite que su posible causa A ocurra. Lo interesante a señalar es que, si bien en la Naturaleza lo causal pareciese escapar de nuestro control de cambio, bajo el fenómeno supersticioso el agente -en este caso, humano- tiene mayor injerencia en que aunque A aparezca haya ciertas maneras de que no tenga como consecuencia una determinada resolución B. Por lo mismo, sería plausible hablar de una creencia supersticiosa y un acto supersticioso, en donde la creencia supersticiosa es una convicción irracional sobre el significado de ciertos eventos o situaciones, mientras que el acto supersticioso es también una creencia pero que incluye una reacción activa como respuesta a esa creencia. Las creencias supersticiosas pueden influir tanto en los comportamientos y realización de actos supersticiosos como en la convicción de que hay formas de controlar o influir en los resultados percibidos de eventos futuros. Ello me lleva a pensar en una doble articulación de este fenómeno donde, en tanto creencia pasiva podríamos pensar al ser humano como un posible agente sin apenas injerencia en el cauce de las cosas y los hechos, mientras que como creencia activa tenemos un papel mucho más definitorio lo cual implica tener mayor injerencia en la determinación destinal hacia la cual puede derivar lo causal. En otras palabras, cuando hablamos de superstición hablamos de la posibilidad de que los individuos pueden alterar su destino o suerte, tanto de manera positiva como negativa, dependiendo del acto supersticioso. Es una relación de causa-multiplicidad de efectos que el hombre interpreta debido a distintas cuestiones biológicas, psicológicas y sociales que le permiten dar significado a su entorno. Creencia y acto se unen para conformar al individuo supersticioso en una triádica danza en donde se cree en algo, se respeta esa creencia, se teme y, en la mayoría de los casos, se intenta contrarrestar ese específico temor de una manera perentoria y precisa. Es por ello que debemos evitar pasar por debajo de una escalera, o tocar madera luego de expresar en palabras algo que no queremos que suceda, o cruzar los dedos cuando queremos que algo suceda, evitar romper un espejo, creemos en el mal de ojo y en que hay maneras de cortarlo: ya sea a través de rituales como baños con sal o limpieza con ciertas hierbas, o el uso de talismanes entre los cuales destaca el ojo de Nazar -también conocido como Ojo turco u ojo de Santa Lucía. Con ello vemos que las prácticas asociadas a la superstición están atravesadas tanto por acciones específicas como por objetos necesarios para que esta acción tenga efecto.

Es aquí donde los medios de comunicación, analizándolos desde una postura postfenomenológica, son importantes en el estudio de la superstición. Estos ocupan una posición destacada al desempeñar un papel fundamental en la difusión y promoción de concepciones supersticiosas. La importancia, en este caso, radica en su capacidad inherente para diseminar mensajes y productos que están estrechamente relacionados con la noción de destino y buena fortuna. Como vehículos de transmisión de información y narrativas culturales, actúan como agentes moldeadores de la cosmovisión colectiva, influyendo en la percepción y concepción de fenómenos asociados con la superstición.  La difusión de contenido audiovisual, publicitario y narrativo, que frecuentemente incluye representaciones de prácticas supersticiosas, contribuye a su normalización y aceptación en la sociedad contemporánea. De este modo, los medios de comunicación emergen como agentes que pueden mediar, que no solo informan, sino que también participan activamente en la configuración de la realidad social. Por consiguiente, la reflexión filosófica revela la importancia crítica de los medios de comunicación en el estudio de la superstición, al reconocer su influencia significativa en la propagación y legitimación de estas concepciones. Dicha comprensión invita a cuestionar el papel ético y social de los medios de comunicación en la promoción de creencias supersticiosas, así como a examinar las implicaciones más amplias de su influencia en la formación de la conciencia colectiva y la percepción del mundo.

 

III De la ciberteología a la cibersuperstición

Los medios de comunicación han, en muchas ocasiones, determinado el sentido y la práctica que realizaremos para contrarrestar algún posible efecto permeado por lo supersticioso. Esto conlleva implicaciones de orden filosófico debido a que implica, primeramente, un posicionamiento agencial: las objetos técnicos-tecnológicos pueden agenciar de manera determinante nuestros modos de ser y de actuar en el mundo. Dentro de esta postura se encuentra la postfenomenológica, rama filosófica que examina la interrelación recíproca existente entre los seres humanos y la tecnología en su fenomeidad (Ihde, 1995, p. 34). Atendiendo a sus orígenes fenomenológicos, extrae sus datos de la experiencia y retoma la noción de intencionalidad como invariante de la experiencia: toda conciencia es conciencia de algo. Así, subjetividad y objetividad, consciencia y fenómeno (lo que Husserl denominó noesis y noema) son dos extremos distintos de la polaridad de la experiencia. Es por ello que la postfenomenología enfatiza en el papel que tienen las tecnologías en la mediación de esta relación intencional al constituir, tanto al sujeto humano como a su mundo. Siguiendo tal postura, considero que hay que analizar seriamente el papel de la tecnología, con relación a la experiencia humana de la vida.  Debemos partir del hecho y la concientización de que estamos en un momento histórico, cultural y existencial donde la tecnología se reafirma como agente directo en los procesos de percepción y autopercepción del ser humano[3]. Precisamente, por el grado de agenciamiento a causa de la determinación que ejercen sobre nosotros los artefactos técnicos y tecnológicos, concluyo que también influyen en las formas con las cuales conformamos, incluso, nuestros juicios morales y estéticos. Bajo esta línea, considero posible hablar de cibersuperstición, denominando así los específicos modos bajo los cuales se experimenta el fenómeno supersticioso cuando este se manifiesta a través de algún medio tecnológico relacionado a Internet.

Un antecedente a mi propuesta de estudiar fenómenos religiosos y/o místicos que se manifiestan a causa de la interacción cibernética, o que se desenvuelven en ella, se puede localizar en la propuesta de Spadero el cual propone el término “ciberteología”.  Ello refiere a una propuesta de aproximación al fenómeno religioso que se manifiesta a través de los entornos virtuales tecnológicos.  Busca pensar la fe a la luz de la lógica de la Red. Su propuesta desarrollada en “Ciberteología. Pensar el cristianismo en tiempos de la Red” intenta analizar el modo en que la lógica de la Red, con sus potentes metáforas que trabajan en nuestro imaginario, puede modelar la escucha y la lectura de la Biblia, el modo de comprender la Iglesia y la comunión eclesial, la Revelación, la liturgia, los sacramentos – temas clásicos de la teología sistemática. Por otro lado, pone en evidencia cómo Internet ha marcado pautas específicas de la construcción de la identidad religiosa de las personas. La reflexión ciberteológica es, entonces, un conocimiento reflexionado a partir de la experiencia de fe atravesada por loes medios. Es teología en el sentido de que responde a la fórmula fides quaerens intellectum, por ende, no solamente su estudio se reduce a una reflexión sociológica sobre la religiosidad en Internet, sino que le interesa pensar la fe como un fenómeno psicoespiritual y filosófico que libera un impulso cognoscitivo en un tiempo en que la lógica de la Red señala el modo de pensar, conocer, comunicarse, vivir. Bajo esta línea, en la concepción ciberteológica de Sapdero se agrupan cuatro interpretaciones que propone Susan George: la primera la encuadra como teología de los significados de la comunicación social en los tiempos de Internet y de las tecnologías avanzadas. La segunda la entiende como una reflexión pastoral sobre cómo comunicar el Evangelio con las capacidades propias de la Red. La tercera la interpreta como el mapa fenomenológico de la presencia de lo religioso en Internet. La cuarta considera la Red como lugar de las capacidades espirituales. Se trata, como se ve, de una tentativa interesante, aunque inicial, de definir un campo de reflexión. Por otra parte, Debbie Herring, en cybertheology.net ha distinguido tres secciones: “teología en”, “teología del” y “teología para” el ciberespacio. La primera recoge materiales teológicos disponibles en Red; la segunda ofrece una lista de contribuciones teológicas al estudio del ciberespacio; la tercera consiste en reunir lugares en que se hace teología en Red (foros, sitios, mailing lists…). Estas distinciones son interesantes y aportan más claridad, enriqueciendo la reflexión.

Tras acercarme a este concepto no pude evitar pensar que, si Internet es un lugar propicio para analizar la experiencia religiosa y comprender algunas de sus más recientes formas de manifestación, también lo sería (incluso más) para analizar la experiencia supersticiosa en una de sus múltiples manifestaciones, teniendo en cuenta que Internet ya es, en su totalidad, una experiencia que puede considerarse de esa naturaleza. Por lo mismo, si Spadero considera que la ciberteología busca pensar la fe bajo la lógica de la red, yo consideraría que la cibersuperstición haría referencia a pensar la superstición integrando la lógica de la red. Dicha delimitación aportaría al estudio del temor en relación con Internet, pues la cibersuperstición sería también una forma de pensar el temor bajo la lógica de esta. A mi propuesta terminológica también podríamos aplicar las tres secciones que propone Herring quedando de la siguiente manera: podríamos hablar de una superstición “en”, “del” y “para” el ciberespacio.  Sobre esto hablaré en el próximo apartado.

 

IV En torno a la cibersuperstición

 

Cibersuperstición sería una categoría destinada al análisis específico en que se manifiesta el fenómeno religioso a través de la lógica de la red virtual tecnológica que nace debido al florecimiento de Internet. Ello quiere decir que tanto la creencia como el acto supersticioso están atravesados, en algún punto, por algo que ocurre en la DV-T-M que es Internet. Esta relación entre superstición y tecnología no es algo novedoso. Las tecnologías, justamente, han donado mayor status ontológico a este tipo de creencias y prácticas, por contradictorio que pueda sonar mi afirmación. La Carta de los Cielos (fig.1) es el referente más antiguo que tenemos de una cadena de cartas de cadenas, por ejemplo. El texto detalla una amistad epistolar imaginaria entre Jesucristo y el Rey Abgaro de Edesa, y el objetivo principal de la amenaza de Anón eran los receptores que decidían tirar la carta a la basura en lugar de copiarla a mano y redistribuirla. La Carta de los Cielos incluía su propio comunicado, estableciendo las estructuras básicas de las cadenas de misivas. Con la llegada de las formas virtual tecnológicas de experimentar el mundo también llegan modos específicos para poderlas experimentar. En el caso de las cadenas pasamos de la lectura en papel y reproducción manual de esta para luego compartirla de casa en casa y de puerta en puerta, a la transmitirla a partir del correo postal, o fotocopiarlas, y luego compartirla vía correo electrónico o a través de redes sociales donde el deber de compartirla radica en el reenvío.

Tomando como ejemplo las epístolas en cadena, podemos pensar múltiples fenómenos de esta índole que, si bien en “esencia” pareciera no se transforman, sí se modifican en su forma de experimentarla. De manera más simple: no puedo librarme de una maldición epistolar electrónica si no la comparto por esta vía. La creencia en la maldición y el acto de compartir continúan presente, pero en cada movimiento los modos en que se manifiesta la creencia y las prácticas en las cuales se ejecuta se modifican (creo que la maldición se ha lanzado a través de un mensaje transmitido por Internet y actúo a través de medios electrónicos y espacios virtual tecnológicos para contrarrestarla). Otra cuestión de índole filosófica que se pone de manifiesto es la comprobación de la aceleración de la vida contemporánea, proceso que podríamos rastrear bajo esta línea a partir de las formas en las cuales se ha modificado el compartir una cadena, o más bien, el tiempo que se requiere invertir en compartir una cadena. Si para la Carta de los Cielos se debió invertir mínimamente un par de horas en su copia y en compartirla, en estos momentos no nos serían necesarios más de diez segundos para reenviarla. Podríamos creer que actualmente tendríamos más posibilidad de sortear los efectos de la maldición. Sin embargo, la misma estructura y lógica de la red (que en su constitución toma en cuenta la velocidad del intercambio de la información, o en términos más filosóficos, responde a una temporalidad propia) encuentra la forma de garantizar que la “maldición” pueda continuar interpelando al usuario y alcanzando que tema. Para lograrlo han reducido la cantidad de tiempo en el cual se puede compartir el mensaje: once, diez, cinco minutos; otras más extremas lo restringen a uno (fig.2). Lo mismo podríamos aplicar a múltiples creencias supersticiosas que han encontrado en la DV-T-M un espacio propicio para poderse manifestar debido a que ya son caminos por los cuales transitamos en esta, nuestra vida actual. Es, como cualquier otra región, un espacio con sus fronteras simbólicas, sus ínsulas, sus maravillas e imaginarios poéticos correspondientes lo cual implica una especie de ampliación topológica de lo que puede ser habitable por los humanos y, por qué no, por otras especies a través de los humanos[4].

Otros ejemplos son el ciberchamanismo o la manifestación virtual que, si bien resguardan un sentido indudablemente comercial, no eliminan el hecho de que quien las ejecutan lo hace porque considera que sí son factibles y que en algunos casos de no realizarse pueden finalizar en una irrevocable mala fortuna. Una de las manifestaciones supersticiosas que ha encontrado pulposo espacio bajo estos modos virtual-tecnológicos es el del Mal de Ojo y, por extensión, la utilización de un ícono en forma de Ojo de Nazar para protegerse. Tradicionalmente, ciertas partes del cuerpo se han asociado con poderes sobrenaturales, pero indiscutiblemente, la vista y el poder de los ojos son los que más han atraído la imaginación humana y los que han dado origen a mayor número de supersticiones. Siendo el espejo del alma, y también la luz del cuerpo, la buena mirada del ojo llena el resto del cuerpo de luz; sin embargo, la mala mirada oscurece. Justamente por ello, no hay mejor nicho que los espacios virtuales-tecnológicos (específicamente las redes sociales) para que el fenómeno supersticioso del Mal de Ojo se despliegue. Siendo plataformas creadas primordialmente para la exposición masiva del otro o de lo otro ante los demás, se vuelve un espacio donde con facilidad pueden aflorar sentimientos de envidia que son detonantes para la mala mirada. La envidia – que es a mi juicio el atributo universal del Mal de Ojo- desde su propio origen etimológico señala un modo de ver. Es un ver (vidi) con enojo al o hacia (in-) el otro, o lo otro. Este ver con enojo hacia el otro implica un proceso intersubjetivo y transubjetivo debido a que si bien implica una serie de factores que exceden a otro específico (transubjetivo) la intención del envidiar, aunque puede ser plural (puedo envidiar a varias personas a la vez), necesariamente se inserta de manera activa en una relación binaria (yo envido a una persona o envidio a todas las personas que trabajan en La casa Blanca -en ese caso lo que envido es la oportunidad de trabajar en la Casa Blanca que se encarna en una serie de sujetos que allí laboran-). A su vez, la envidia en sí encierra también un sentido fantástico e imaginal, basado en una especulación constante: envidio lo que he visto que tienes y lo envidio porque “debería” tenerlo yo, lo cual lleva aparejado una noción de “justicia” en donde alguien merece algo y el otro no. Esto no quita que haya otro tipo de envidia menos negativa que más que en el debería la carga recae en el también (yo también debería tener eso) a la cual popularmente llamamos “envidia sana” y que continúa siendo envidia porque busca la igualdad (también) desde la comparación (yo no lo tengo y tú si). La mirada envidiosa se alimenta entonces de cuán expuesta se encuentra la persona sobre la cual se deposita. Porque para ser percibidos es necesario cierto grado de exposición de lo que uno es o aparenta ser.  Las redes sociales, entonces, al estar destinadas a la mirada del otro, o a la mirada de nosotros hacia nosotros mismos (selfies) extienden la cantidad de personas con quienes podemos establecer una relación bastante voyerista y por ende expande las oportunidades de sentir envidia y de “echar o recibir Mal de Ojo”. Dentro de otros medios de comunicación (como podría ser el caso específico de la televisión, por ejemplo) la envidia al otro provocada por la mediación tecnológica que es el televisor y todo lo que él implica (shows, realities, etc.)  se extendía a la posibilidad o actualidad de que alguien apareciese en algún programa, o en algún comercial (figuras públicas, actrices, presentadores), incluso incluyo a aquel que por alguna razón apareció en la tele en algún momento. Pero, con el desarrollo y auge de las tecnologías cibernéticas-digitales y las posibilidades interaccionales que encierran, se extienden la cuantía de personas que se exponen de manera efectiva a través de imágenes (incluidas imágenes de textos). A su vez, desde una perspectiva filosófica hay una extensión de la mirada posibilitada por la existencia de los medios tecnológicos físicos y materiales, lo cual significa que los artefactos tecnológicos no son solamente medios en tanto herramientas, sino que de entrada son en sí posibilidad de existencia y, por ende, de experiencias para los seres humanos. Las recientes tecnologías digitales, como cualquier otro tipo de tecnología, no pueden ser prensadas solamente como herramientas (McLuhan, 1996, p.13), sino que la red más que un instrumento es un “ambiente” en el que vivimos y que, por lo mismo, nos condiciona (Spadero, 2014, p.8).

Las redes sociales como “ambiente” en el que también vivimos, reiteran la necesidad de considerar como espacios existentes e integrados   aquellos que se gestan y se reproducen dentro del propio ecosistema virtual. Como mismo ocurre en una D-T-M, en las redes sociales nos mostramos como “seres interesantes”, como seres performáticos y peformativos, seres que “apare-semos” (Rivas, 2022) lo cual se traduce en que hacemos una curaduría de nosotros mismos en dependencia del contexto en el que nos encontremos y de cómo se crea una relación en donde también intervienen el deseo propio y las posibilidades que el mismo ambiente nos da al menos en potencia. La oportunidad de conformarnos de cierta forma que atraiga la mirada ajena se enriquece al presentarnos de manera virtual ante el otro, trascendiendo las fronteras no solo espaciales, sino temporales a las que estamos habituados a vivir en una DTM.  A esto se suma que la posibilidad masiva de compartir información de manera casi instantánea trajo consigo la oportunidad de exponernos ante el otro con miras a tener disímiles oportunidades (hacer amigos, encontrar trabajo, tener fama), pero para aquellos supersticiosos, trae consigo la oportunidad de que mayor número de personas tengan acceso a las dimensiones aparentemente más privadas de lo privado (el interior del hogar, seres queridos durmiendo, lugares visitados, regalos íntimos, pruebas de embarazo, ultrasonidos, etc.). Da la oportunidad de que tengan acceso a los logros y buenas nuevas que se comparten y, por lo mismo, tengan la oportunidad de mirar mucho… con buenos y con malos ojos[5]. Para contrarrestar eso tenemos, entonces, el ícono de Nazar, o de ojo turco virtual que nos protege de la mala mirada provocada por la exposición virtual (fig.3).

 

A partir de los ejemplos anteriormente planteados podríamos delinear algunas características muy visibles de cómo le fenómeno de la superstición en su manifestación cibernética tiene características que responden al “para”, “en” y “del” ciberespacio. “En” englobaría, pues, todo acto supersticioso que se experimenta en la red: la imagen digital de la cadena o del ícono del Nazar, el reenvío a través de artefactos tecnológicos que están dentro de la dimensión virtual-tecnológica que florece a partir de la red. Por otra parte, “del” referiría a los textos que contribuyen o informan sobre las prácticas supersticiosas en el ciberespacio: aquí podríamos incluir tanto textos teóricos que expliquen el fenómeno (como este texto, por ejemplo), pero también textos esotéricos de divulgación, o tutoriales enfocados a guiarnos en cómo contrarrestar “maldiciones” con prácticas que incluyen la interacción en la DV-T-M. Finalmente, “para” podríamos enmarcarlo en las prácticas supersticiosas que se modifican para ser comprendidas bajo la lógica de la red: la modificación del tiempo del reenvío, nuevamente la utilización del ícono de Nazar acompañando una publicación para que proteja tanto lo compartido como la integridad física de quien lo comparte, entre otras. Esto, nuevamente, nos puede llevar a pensar en torno a las cuestiones agenciales que rodean las reflexiones desde un enfoque postfenomenológico que desde mi postura, reitero, considera que los artefactos técnicos y tecnológicos tienen una relevancia moral y agencial (no de consciencia) fuerte en su relación con nosotros. Cuando hablo de artefactos tecnológicos vale aclarar que los incluyo no solo en su dimensión ontológica o física, sino que también hago énfasis en su existencia en tanto medio. Recordando al siempre interesante McLuhan cuando sentencia que “el medio es el mensaje”, el fenómeno supersticioso al estar atravesado (o mediado) por esta experiencia concreta que es la virtualidad tecnológica se modifica en sus formas de manifestación y en las prácticas que la rodean. Por ello, hablar de cibersuperstición podría animar a determinar formas específicas a través de las cuales se experimenta este fenómeno y, por extensión, también podría contribuir a pensar en una especie de sistema ramificado de comprensión de cómo el temor se manifiesta en nuestras vidas.

 

V Últimas anotaciones

 

A lo largo de este artículo he estado haciendo referencia a dos dimensiones del mundo humano a las cuales he llamado Dimensión Terrenal del Mundo (DTM) y Dimensión Virtual Tecnológica del Mundo (DV-T-M). Como bien significa la palabra dimensión en su sentido psicosocial, estas, o estas, no son necesariamente excluyentes y en el contexto de este texto sería sumamente erróneo pensar que lo son. El mundo, siempre mundo humano, es una dimensión establecida sobre otra dimensión que sería el Planeta Tierra. Dentro de este, nuestro mundo humano, también tenemos múltiples dimensiones las cuales son la base, o la explicación primaria de la multiplicidad de modos de ser y que en su despliegue complejiza, hasta volver casi imposible, el estudio certero de lo que somos. Por ende, son múltiples (para no decir infinitas) las dimensiones que cohabitan en nuestro mundo. En dicha relación multidimensional las dimensiones coexisten, se retroalimentan, encontrando siempre su punto de unión en el ser humano. Es por ello que la DTM y la DV-T-M no son exclusivas ni cerradas. No lo son debido a que somos nosotros quienes servimos de mediadores, de conectivos raizales entre ambos, siéndolo no solo de estas dos dimensiones sino también de la dimensión que protagoniza la Naturaleza Planetaria y aquella otra aparentemente artificial a la cual llamamos mundo. Floridi justo para señalar esta inagotable e interesante interacción entre estas dos específicas dimensiones propuso el término “Onlife” el cual describe la forma de vida que emerge de la interconexión entre el mundo online y el offline. En “Onlife Manifesto: Being Human in a Hyperconnected Era” argumenta que estamos entrando en una nueva era en la que las fronteras entre lo digital y lo físico se desdibujan cada vez más, dando lugar a una realidad híbrida en la que nuestras experiencias en línea y fuera de línea están interconectadas de manera integral. Esto implica, entonces, que nuestras identidades, relaciones, actividades y experiencias se construyen de manera simultánea en el mundo digital y el mundo físico, y que ambos mundos interactúan de manera compleja y dinámica para dar forma a nuestra vida cotidiana. Para el filósofo italiano entender esta interconexión es crucial para comprender y abordar los desafíos éticos, sociales y culturales que surgen en la era digital. Bajo esta línea, por lo mismo, es necesario mencionar el interesante proceso interaccional que se da entre la experiencia de la superstición a través de la virtualidad tecnológica y la dimensión propiamente terrenal. Así, encontramos que las acciones realizadas para protegernos de maldiciones no solamente se quedan en la protección a través de la lógica de la red (ícono de Nazar), sino que también se refuerza con prácticas fuera de la red. Un ejemplo de ello es la fig.2 en donde para sortear el mal augurio es necesario compartir el mensaje, pero también “rezar tres Padres Nuestros y tres Avemarías”. Esta imagen muestra excelentemente el tipo de fusión interdimensional que se da debido a la integración de la lógica de la red a la lógica de nuestra existencia en su totalidad.

 

VI Conclusiones

 

En este texto he querido proponer el término cibersuperstición para referirnos a los modos específicos en que se manifiesta el fenómeno supersticioso a través de la DV-T-M, a la par que señalo que esto no excluye la interconexión y casi hibridación con la DTM. De ahí entonces que la cibersuperstición se refiera a pensar el fenómeno supersticioso integrando la lógica de la red. Igualmente, sería un modo específico de experimentar el temor bajo esta misma lógica. Abordar tales tópicos tan situados y concretos siempre son parte de una reflexión mayor que las necesita para su óptimo desarrollo. De ahí que desenvolver este término sea parte también de una búsqueda argumentativa que defienda, como en los enfoques postfenomenológicos y afines, la idea de que las tecnologías influyen en la experiencia humana y en la relación entre los humanos, el mundo y el Planeta Tierra. La postfenomenología se centra en el papel de las tecnologías tanto como mediadoras entre nosotros y el Planeta, pero también -propongo yo- pueden servir de base para reflexionar en torno a cómo somos nosotros también mediadores, en tanto creadores, entre los objetos y la Naturaleza que las posibilita en términos físicos. A su vez, reafirma la postura agencial fuerte que plantea que las tecnologías, artefactuales o no, impactan de manera contundente en nuestra percepción y comprensión del mundo. Es decir, no son simples herramientas neutrales, sino que están integradas en nuestras vidas de maneras complejas y a menudo subestimadas. De ahí entonces que pensar en los modos específicos en los cuales se manifiesta y se vive el fenómeno supersticioso a través de la DV-T-M puede por un lado aportar a los estudios en torno al fenómeno religioso y esotérico en la red, a la vez que puede servir como complemento argumentativo a los estudios postfenomenológicos y a aquellos sobre la relevancia moral de los artefactos técnicos y tecnológicos – tema de gran interés entre los pensadores interesados en la Filosofía de la Tecnología y el Giro empírico holandés. Y bueno, por qué no, todo esto también podría ser útil para estar alertas a las maldiciones, a los males de ojos, a los oscuros deseos que sobre nosotros se arrojan ya sea de manera presencial o a través de pantallas. Porque en este mundo – nuestro mundo – prevalece la envidia, la competencia insana, la incomprensión. Y cada espacio que aparece en este, nuestro mudo, se convierte en un medio a través del cual potencializarlas. Entonces, por si acaso, es mejor protegerse desde todos los frentes. Uno nunca sabe…

 

Anexos

(Fig. 1) Carta de los Ángeles

Fig. 2

Fig. 3

Ícono del ojo de Nazar perteneciente a Facebook.

 

 

Referencias

 

  1. Bilal Lakhani, M. “Evil Eyes on Facebook”, The express Tribune   https://tribune.com.pk/story/953898/evil-eyes-on-facebook , 2015 (Consultado el 2 de octubre del 2022).

2. Damisch Lysann, Barbara Stoberock, Thomas Mussweiler,“Keep Your Fingers Crossed! How Superstition Improves Performance”, Psychological Science 21(7), 2009, 1014-20

3. Emily A. Vogels, Lee Rainie, Haley Nolan, “Teens, Social Media and Technology 2022” Pew Research Center, 2022.

4. Hobbes Thomas, Leviathan, Hackett Pub Co Inc; Edición Underlined, Notations, 1998.

5. Floridi, L., Onlife Manifesto: Being Human in a Hyperconnected Era, Springer, New York, 2014.

6. Ihde, Don, Bodies in Technology. University of Minnesota Press, Minneapolis, 2002.

7. McLuhan Marshall, Understanding Media, Oxford University Press, USA, 2008.

8. Miceli, Calogero A. “A Story about Jesus Outside the New Testament.” Inquisitive Minds Podcast (Posted 27 February 2016).

9. O’Brolcháin, F., Jacquemard, T., Monaghan, D., O’Connor, N., Novitzky, P., and Gordijn, B. “The convergence of virtual reality and social networks: threats to privacy and autonomy”, Sci. Eng. Ethics, 2016, 22, 1–29, https://doi.org/10.1007/s11948-014-9621-1 (Consultado el 2 de Enero del 2024).

10. Pérez Morales, Amanda Rosa. “Mal y (tecno)barbarie ahora”, PARÁLISIS, Vol. I, 2021 https://paralisis.mx/mal-y-tecno-barbarie-ahora/ (Consultado el 7 de Enero del 2022).

11. Pérez Morales, Amanda Rosa, Guiochin, Nidia (Coords.), Depresión Visual, Fides, CDMX, 2024.

12. Rivas López, V. G., Apare-ser. La poética de la configuración, Biblos, CDMX, 2021.

13. Rivas López, V. G, Pérez Morales, Amanda. Rosa., & Reyes Monreal, M. (2022), Dialektika: Revista De Investigación Filosófica Y Teoría Social 4(9), 2022, 1–18. https://doi.org/10.51528/dk.vol4.id68) (Consultado el 4 de febrero del 2022).

14. Roiz Célix, M.,Nuevas supersticiones de masa, medios de comunicación e ideología del conformismo. Barataria. Revista Castellano-Manchega De Ciencias Sociales, 2016(5), 36–50, https://doi.org/10.20932/barataria.v0i5.257 (Consultado el 10 de Febrero del 2024).

15. Solly, Meilan. “Before Chain Letters Swept the Internet, They Raised Funds for Orphans and Sent Messages From God.” Smithsonian Magazine. 2 Julio, 2020, https://www.smithsonianmag.com/history/chain-letters-swept-internet-they-raised-funds-orphans-and-conveyed-messages-god-180975005/. (Consultado el 10 de noviembre del 2021)

16. Stevenson, A. (2016). “My Belief in the Evil Eye is Feeding My Anxiety”, VICE, en  https://www.vice.com/en/article/wd7y55/my-belief-in-the-evil-eye-is-feeding-my-anxiety (Consultado el 15 de Octubre 2022)

17. Verbeek, P,P, Moralizing Technology: Understanding and Designing the Morality of Things, Chicago Press, Chicago,2011)

18. Van Arsdale, Daniel W. Chain Letter Evolution . 2016, NY, https://carryiton.net/chain-letter/evolution.html (Consultado el 5 de abril del 2024).

19. Vyse, S.A. Believing in Magic: The Psychology of Superstition. New York: Oxford University Press. 1997.

20. Wittgenstein (1974). Tractatus Logico-Philosophicus, Routledge, Londres,1974.

21. Yoo, Youngjin (2102) “7 Digital Materiality and the Emergence of an Evolutionary Science of the Artificial”, en Materiality and Organizing: Social Interaction in a Technological World, Oxford University.

 

Notas 

[1] Esta distinción la establezco, entre otros textos, en el artículo “Imagen e Identidad en la Dimensión Virtual del Mundo: un enfoque postfenomenológico” (Rivas López, V. G., Pérez Morales, A. R., & Reyes Monreal, 2022) M. (2022). Sin embargo, he decidido agregar a la DVM la condición de “tecnológica” (DV-T-M) debido a que me refiero a un tipo de virtualidad específica, diferente en algunos aspectos al sentido de virtualidad pretomista en tanto virtud – al cual ya me he referido específicamente en otros textos y eventos académicos-, o al sentido de virtualidad literaria o artística de la cual nos hablan E. Souriau y D. Lapoujade, entre otros.

[2] Sacerdote jesuita, director de la revista “La Civiltà Cattolica” y consultor del Consejo Pontificio de la Cultura y del Pontificio Consejo de las Comunicaciones Sociales

[3] V. Hobbes en Leviathan or The Matter, Forme, and Power of a Common-Wealth Ecclesiasticall and Civilcp, cp.XI.

[4] Esto responde a una postura dentro de la postfenomenología nombrada tesis fuerte de la relevancia moral, a la cual se adhieren, entre otros, D. Ihde y P. P. Verbeek. Esta tesis plantea que los artefactos técnicos son capaces de cambiar nuestra relación con el mundo en forma fundamental, por lo que pueden tener consecuencias morales potencialmente graves que van más allá de las intenciones de sus diseñadores. También afirma que las tecnologías contribuyen activamente al modo en que los seres humanos desarrollan una comprensión específica de lo ético (Pérez Morales, 2021). Para un estudio más detallado, consúltese P. P. Verbeek (2011).

[5] Hago referencia a la innumerable cantidad de páginas y cuentas dedicadas a la recolección de fotos, videos y reproducciones en tiempo real de entidades vivas de cualquier orden: desde organismo microcelulares hasta animales con estructuras orgánicas más complejas.

[6] Sobre el tema específico del Mal de Ojo y el Ojo de Nazar mediado por las redes sociales, consúltese mi capítulo “Formas virtual-tecnológicas del Mal de ojo y el Ojo de Nazar: apuntes descriptivos”, próximo a salir en Pérez Morales & Guichin (Coords.) Aquí realizo un análisis descriptivo tanto del fenómeno como de su manifestación iconográfica.