Resumen
El entorno tecnológico constituido por la comunicación centrada en las redes sociales a llevado a la “comunicación abierta” en la que cada individuo puede publicar, es decir, expresar sus sentimientos y opiniones de una manera visible para la sociedad en su totalidad, mientras que antes podían publicar solamente aquellos que pasaban la aduana de la editorialización o gate keeping de los medios de comunicación tradicionales, los cuales eran centralizados. Solamente publicaba la gente con algún tipo de credencial. En cambio, según la famosa queja de Umberto Eco, en las redes sociales publican hordas de imbéciles sin ninguna credencial. En este texto examinamos cómo ello generó no solamente el estridente progresismo de las “víctimas” y sus “aliados” que buscan “cancelar” a los “victimarios”, sino que, además, el progresismo es un fenómeno de resentimiento social que asimila al viejo fenómeno de la pugnacidad comunista.
Palabras clave
Comunismo, progresismo, envidia, resentimiento, redes sociales, víctimas
Abstract
The technological environment constituted by communication centered on social media has generated “open communication,” in which everyone can publish, that is, express their feelings and opinions in a way visible to society, while previously it was possible to publish only for those who passed the control of editorialization or gate keeping of traditional media, which were centralized. Only people with some type of credential published. On the other hand, according to Umberto Eco’s famous complaint, hordes of imbeciles without any credentials are published on social media. In this text we examine how this generated not only the strident progressivism on social media of the “victims” and their “allies” who seek to “cancel” the “victimizers”, but also progressivism as a phenomenon of social resentment that assimilates the old phenomenon of communist pugnacity.
Keywords
Communism, progressivism, envy, resentment, social media, victims
Las redes sociales y el paso del comunismo al progresismo
El entorno tecnológico constituido por la comunicación centrada en las redes sociales ha generado lo que con exactitud podemos llamar la “comunicación abierta”, consistente en el hecho de que cada individuo puede publicar,[1] es decir, expresar sus sentimientos y opiniones de una manera en la que en principio son visibles para la sociedad en su totalidad, mientras que antes de dichas plataformas publicar era posible solamente para aquellos que pasaban la aduana de la editorialización o gate keeping de los medios de comunicación tradicionales, los cuales eran centralizados. Solamente publicaba la gente con algún tipo de credencial. En cambio, según la famosa queja de Umberto Eco, en las redes sociales publican hordas de imbéciles sin ninguna credencial.[2] En este texto examinamos cómo ello generó no solamente el estridente progresismo de las “víctimas” y sus “aliados” que buscan “cancelar” a los “victimarios”, sino que, además, el progresismo es un fenómeno de resentimiento social que asimila al viejo fenómeno de la pugnacidad comunista.
1. La heterogeneidad social en tanto la heterogeneidad política del e-tribalismo
Debemos empezar nuestra consideración por una exposición breve y simplificada del hecho de que la heterogeneidad social contemporánea puede devenir fácilmente heterogeneidad política que fractura la forma política “nación”, lo cual es un hecho bien conocido, en especial a partir de la experiencia de lo que el marxismo llama “lucha de clases”. Así, en la revolución francesa se enfrentó “el pueblo” contra los nobles y los clérigos, y décadas después, el enfrentamiento entre “el proletariado” y “la burguesía” devino moneda corriente. En la actualidad occidental la heterogeneidad sociodemográfica sexual devenida heterogeneidad nacional de carácter político es el caso paradigmático y es el de mayor alcance para destrucción de la identidad nacional porque las mujeres son “transversales”, es decir, están en todos lados, en todos los grupos sociodemográficos, además de que son la mayoría de la población y en todos los lados han desarrollado, más o menos, la mentalidad de grupo aparte. Pero la misma estructura comprende a una multitud de heterogeneidades sociodemográficas devenidas maneras o modos de la heterogeneidad política, como se expresa en el hecho de que organismos gubernamentales mexicanos nos dicen en sus spots publicitarios que las legislaturas ahora son “diversas e inclusivas” porque representan[3] a mujeres, a indígenas, LGBTIQ+, discapacitados, etc. En este caso la representación nacional legislativa, es decir, parlamentaria, queda supeditada a la heterogeneidad sociodemográfica convertida en heterogeneidad psicológica y, por tanto, política, en tanto autocomprensión como grupo aparte. El hecho es que la gente se piensa y se reconoce no desde la pertenencia nacional sino a un cierto grupo particular, lo que ahora se llama “tribu identitaria”. Sí, soy mexicano, pero antes que eso soy y debo ser reconocido como mujer, discapacitado, LGBTIQ+, indígena, etc. El resultado es la ambigüedad de que los representantes legislativos del pueblo sean antes que eso, representantes del pueblo como nación, son representantes de alguna “minoría identitaria”.[4] De hecho, sistemáticamente son representantes de la “minoría” correspondiente antes que representantes del pueblo, como ocurre, por ejemplo, con los diputados “transexuales”, pero no solo con ellos, como se muestra cuando al aprobar una iniciativa legislativa en favor de la mujer, todas las diputadas se felicitan entre ellas transpartidariamente como grupo autoconsciente definido en diferencia pública y militante contra los hombres – lo que es la transversalidad partidaria de la “minoría” femenina en la cámara de diputados –, mientras estos normalmente apoyan la iniciativa – de lo contrario pasarían por misóginos – y quedan reducidos a meros observadores del festejo de la legisladoras.
El “ahora les toca a las mujeres” podría ser parafraseado como “por el bien de todos primero las mujeres”, lo cual es una forma retórica de expresar que por alguna razón – el “patriarcado sistémico” o “estructural” en tanto “opresión histórica de las mujeres”, según reza el discurso – el bienestar social depende de que los intereses de los hombres sean supeditados a los intereses de las mujeres. Se trata de algo que opera como un chantaje, a saber, por el bienestar y la estabilidad social “ahora les toca a las mujeres”, si no es así, “esto va, a la corta o a la larga, al precipicio”, y si no al precipicio, al algo menos conveniente que lo actual. Claro, también está la argumentación puramente moralista: independientemente de que sea conveniente socialmente o no, el que les toque “a las mujeres” es lo “justo”, lo “correcto”, lo concordante con una “moralidad superior por fin descubierta y que estamos alcanzando”. Por supuesto, el mismo patrón conceptual, que también lo es moral, es válido respecto de cualquier otra “minoría”. En el caso norteamericano además de las mujeres están los negros, en el mexicano los indígenas, en ambos están los LGBTIQ+, los discapacitados y en los EE – UU también están los negros y los “latinos” – a veces “lantinx” –, y en ambos casos muchas otras “minorías”, como los obesos, los jóvenes o los ancianos bajo el título técnico del “edadismo” (ageism). Tales “diversidades” aparecen en la conciencia pública, en “lo político” y “la política” en todos los países occidentales, cada vez más y con variaciones locales. Así, si en México están los indígenas LGBTIQ+, en Canadá está la “minoría” two souls o “dos almas” que corresponde a los indígenas canadienses de “género fluido” o “no binarios”.[5] Obviamente la “minoría” más grande son las mujeres y es la que en EU – UU junto con los negros y los latinos tiene más fuerza, mayor presencia social. Pero el caso del colectivo Combahee River[6] de mujeres negras lesbianas en los EE – UU o el de los indígenas de “dos almas” en Canadá, o las “mujeres afromexicanas” en México, muestran lo que han señalado diversos autores, como, digamos, Francis Fukuyama, a saber que las “identidades” “minoritarias” se multiplican[7] indefinidamente. Un caso llamativo hoy en día es en España el de los vagabundos gay jóvenes, que se formula como el de “las personas gay jóvenes en condición de calle”.[8]
Como el patrón o estructura mental cognitivo moral es que se trata de “minorías” o grupos “oprimidos”, “excluidos”, “vulnerables”, y eso “histórica” y “sistemática” o “estructuralmente”, se ha desarrollado un activismo muy extendido que lleva, como lo muestra el caso mexicano con “la legislatura de la diversidad, la paridad y la inclusión”, a que un programa político con mucha fuerza – y que es fundamental para la actual radicalización política – consiste en que las “minorías oprimidas” obtengan “restitución”, que sean “compensadas” de algún modo. Justamente eso es la actualmente obsesivamente mencionada y en principio buscada “equidad” que poco a poco y cada vez más claramente substituye las expresiones “paridad” e “igualdad” – cosa que trataremos adelante – , “equidad” que lleva a que en México se anuncie cada vez más que las “minorías” necesitan y tienen su representación particular, justamente como minorías – uno de los casos actuales son los 25 escaños reservados para indígenas en las elecciones legislativas del 2024[9] –, en diferentes instancias, en principio en las legislativas. Pero se trata no solo de las representaciones de la institucionalidad electiva, sino de algo como una representación derivada, en parte simbólica, no como representación por cuota electoral sino como presencia laboral en todo tipo de instancia a través de las famosas “cuotas de minoría”, empezando por las de “género”, en la totalidad de las instituciones públicas y corporaciones privadas. Por eso actualmente en México – y en todo Occidente – es moneda corriente que, por ejemplo, asociaciones patronales establezcan cada vez con mayor frecuencia programas DEI, es decir de “diversidad, equidad e inclusión”.[10]
El asunto dista de ser meramente simbólico, hace explícito que lo que cuenta ya no es el estatus de ciudadanía en su definición por la igualdad democrática ante la ley, sino la adscripción del individuo a una o varias minorías identitarias. El asunto tiene, pues, una gran densidad política. Se trata de la subordinación de la ciudadanía y la igualdad democrática a la diversidad identitaria. La heterogeneidad social real pasa a ser heterogeneidad política, sedimentada legal e institucionalmente, porque en la dinámica descrita hay un cambio psíquico, mental: los individuos crecientemente ponen por delante no el ser mexicanos, norteamericanos, canadienses, franceses, ingleses, españoles, etc., no el ser ciudadanos de las naciones correspondientes, sino el ser miembros de una fracción nacional en tanto identidad irrenunciable, esencial, como lo era la pertenencia a las tribus arcaicas. Si se es mujer, no se puede renunciar a serlo, se pertenece a la “tribu” de las mujeres, si se es negro, tampoco se puede renunciar a ello, pertenece uno a la “tribu” de los negros, si se es gay, se es y pertenece uno a la “tribu” gay. Lo mismo vale para el caso subjetivo, de tal manera que si se es “transgénero” se pertenece a la “tribu” correspondiente, y el mismo tipo de pertenencia esencialista, irrenunciable, abarca a los individuos de “género fluido” y a los “no binarios” de todo tipo: pertenecen a la “tribu” del caso, por ejemplo, en el caso de los que esencialmente se consideran “fluidos”, eso, ser “fluidos” es su esencia fija. No puede, pues, extrañar el que el término para esta situación sea el de “tribalismo identitario”,[11] el cual es la forma actual dominante de la heterogeneidad política en las naciones occidentales y la base para la actual radicalización que se expresa como polarización política radica en que los grupos o fracciones nacionales cuasi tribales enfrentados perciben a los rivales – al hombre blanco heterosexual y nativo y con ingresos – como un peligro existencial, es decir, estructural y sistémico. Justamente, la radicalización según líneas identitarias ocurre bajo la forma o estructura psíquico política extrema que se expresa en ver a los rivales como amenaza existencial.
2. El enemigo existencial, la envidia y el resentimiento
Por supuesto, existe una versión de radicalismo ligada a la tradición de “lo económico” y que es, más que la socialista o la socialdemócrata, la izquierda más radical, la “revolucionaria”, que en cierto sentido sigue en esencia los pasos del comunismo en sus versiones marxista, leninista o maoísta. Para simplificar hablemos simplemente de “comunismo”. Este se caracteriza siempre porque tiene una visión de lucha existencial, de vida o muerte, a la que llama “lucha de clases”. El quid del asunto es que, aunque los comunistas se mezclan en las luchas por “lo económico” nunca se limitan a ello. De hecho, los comunistas ven a los socialistas, los socialdemócratas y los sindicalistas, como contemporizadores con “la burguesía”, como alguien que se restringe a la lucha por “lo económico” y deja de lado la idea maximalista de una “lucha de clases” a muerte del “proletariado” contra la “burguesía” por la “supresión del capitalismo” mediante “la toma violenta del poder por parte del proletariado”. Los comunistas, desde Marx y en todas sus versiones, se mueven siempre en la idea del enemigo existencial que tiene que ser eliminado en “la lucha final”. No es que la “burguesía” quiera acabar con el proletariado, ya que lo necesita para “explotarlo”, pero no le permite suprimirse a sí mismo como “proletariado” precisamente “explotado” por la “burguesía”. No es que la “supresión de la burguesía” signifique que el “proletariado” dejará de existir como “trabajador”, sino que será trabajador, pero ya no “explotado” por los “capitalistas”. Entonces, la “burguesía” es el enemigo mortal no en la realidad capitalista, sino para llegar a la realidad comunista en la que, según la teoría, ya no habría explotación. En ese sentido, el de impedir la “misión histórica del proletariado” de destruir al capitalismo y convertir al proletariado en trabajador no sujeto a la explotación, es que la burguesía, y sus “lacayos”, incluidos los simples sindicalistas, socialdemócratas, etc., son el “enemigo mortal”. Indudablemente se trata de una teoría extraña y muy original, pero lo importante es la posición maximalista que impulsa porque durante una buena parte del siglo XX fue un factor endógeno – al interior nacional – central de radicalización política, especialmente virulento.
Ahora que China y Rusia son capitalistas, cada una a su modo – Branco Milanovic habla de China como “capitalismo político” –,[12] y que en todo el mundo el asunto de “la toma violenta de poder por el proletariado” ha sido hecho a un lado, lo que existe es un izquierdismo muy básico, pero también de un maximalismo simplista que busca radicalizar toda protesta en términos vagos de “justicia social”, la cual es contrapuesta a la “creciente desigualdad” o a la “concentración del ingreso”. A diferencia del comunismo de inspiración marxista, que no veía el problema en términos cuantitativos – “desigualdad” o “redistribución del ingreso” – sino de la cualidad de “clase” en términos de la propiedad o no de los medios de producción, los neo izquierdistas elementales, sucesores del maximalismo comunista, se escandalizan porque hay gente con un ingreso muy elevado, sin importar cuál sea el ingreso de los demás en términos absolutos. Hace un par de años, cuando se anunció que Jeff Bezos había rebasado la marca de riqueza personal de 200 mil millones de dólares, un grupo de estos neo izquierdistas se presentó a las puertas de su residencia con una guillotina[13] simbolizando que había que decapitarlo. Por supuesto que una de las causas de la radicalización política más aducidas es la “concentración del ingreso en pocas manos”. Sobre esto hay una gran discusión. En extremos opuestos estarían por un lado el cantor de la lucha contra la “desigualdad” y por la “redistribución”, Thomas Piketty[14] – claro que no es el único economista en esa línea, todo izquierdista, desde el simple estudiante de secundaria, pregona lo mismo – y por otro el norteamericano Branco Milanovic quien considera que la pobreza se redujo drásticamente en los últimos 40 años. Piketty se pone un trabajo fácil que equivale a demostrar que los capitales actuales son los más grandes de la historia, lo cual no tiene nada de extraordinario incluso desde el punto de vista marxista, pues la inmensa riqueza de la que goza la sociedad contemporánea depende justamente de los saltos cualitativos tremendos que ha dado la productividad social gracias, precisamente, a la concentración de los capitales. Ya Marx mismo veía como el gran logro del capitalismo concentrar la riqueza de tal manera que eso “desatara las fuerzas productivas”. Sin las grandes concentraciones de capital en los últimos dos o tres siglos un académico como Piketty no existiría más que en la versión de monje en un monasterio. Si se deja de lado el problema de la envidia, que trataremos abajo, el problema no es la concentración de la riqueza sino la eliminación de la pobreza, lo cual, como quedará claro, al envidioso resentido no le importa porque para él lo importante no es que él no sea pobre, sino que haya otros que tienen más o mucho más que él, y como veremos, ahora el entorno mediático electro digital está ahí para ayudarlo a contagiar y dispersar la envidia.
Sea como sea, el tema de la “redistribución de la riqueza” da para agitación izquierdista de manera permanente porque cualquier desigualdad – no solo económica, como veremos abajo – sirve para hablar de “injusticia”. Entre los grupos izquierdistas que, especialmente en los países desarrollados, aprovechan cuanta oportunidad tienen para demandar la “justicia social” quemando autos y destruyendo negocios, hay que contar a los que se auto denominan Antifa (antifascistas) y también los Black Block (los bloques negros).
Lo interesante de la idea de la “desigualdad social” como “concentración del ingreso” es que la lucha contra la misma no tiene conceptualmente ningún límite más que el comunismo total en términos de igualdad absoluta de la riqueza material – la cual podría ser tasada en términos de valor de todos los activos de cada persona si es que se encontrara la manera de que tal valor no fluctuara o de hacer ajustes según las fluctuaciones, algo imposible –. No puede extrañar, entonces, que muchos viejos comunistas simpaticen con la lucha por la “justicia social” en los términos del ideal de la redistribución completamente igualitaria del ingreso porque eso, si se lograra – independientemente de las relaciones de propiedad sobre los medios de producción, que es el caballito de batalla del marxismo y el comunismo clásicos – sería una igualdad que en la práctica desembocaría en la destrucción del capital en tanto acumulación de riqueza altamente productiva. Un caso así sería el de una sociedad de campesinos y artesanos donde todos fueran igualmente poco productivos, de tal manera que ninguno despuntara acumulando riqueza y si alguno lo hiciera habría un mecanismo – cuál, eso es otro asunto – para quitarle el ingreso excedente por encima del ingreso de los demás. Por otra parte, resulta razonable preguntarse si tal ideal corresponde a un igualitarismo proveniente del resentimiento social y, sobre todo, de la envidia. La hipótesis de la envidia no puede ser descartada como simple subjetivismo – es decir, como subjetividad meramente individual –. Por su parte Fukuyama asocia la identidad con el resentimiento, como lo muestra el título de su libro Identidad: la demanda de dignidad y la política del resentimiento.
Ya Marx decía que el salario tenía un componente social que iba más allá de lo que podrían ser las necesidades de subsistencia puramente fisiológicas del trabajador. Para ilustrar la idea usemos el ejemplo de que una fiesta de cumpleaños de los hijos del trabajador no es algo que se necesite en términos de la subsistencia de la familia, pero sí es un uso o costumbre socialmente establecido, como puede ser, para poner otro ejemplo, una cena de navidad. Entonces si el salario no alcanza para tales festividades la situación va en detrimento del nivel de vida socialmente establecido. Esto es importante porque economistas como Milanovic han mostrado que en general la gente, especialmente en el Occidente desarrollado, tiene sus necesidades básicas ampliamente cubiertas, en general. A diferencia de lo que ocurría todavía al inicio del siglo XX, en los últimos 40 años la gente en el mundo entero es muy boyante. En general posee un techo o puede alquilarlo, pero sin duda posee ropa, calzado, enseres domésticos y comida más que suficientes, a la par de disfrutar de una diversificación muy grande de su consumo, como lo muestra, por ejemplo, el fenómeno de la tienda minorista digital Amazon, la cual vende para el consumo de masas todo tipo de productos y utensilios de los más variados que son y que hubieran sido impensables al inicio del siglo XX. Todo eso sin mencionar enseres relativamente costosos como aparatos de sonido, televisores, “pantallas gigantes”, autos estándar y, en especial, los teléfonos inteligentes, y sin olvidar el turismo. Si todas esas cosas son fabricadas industrialmente y son vendidas en mercados nacionales muy desarrollados y si la gente viaja tanto como lo hace ahora, inclusive por avión, es porque las amplias masas de la población distan mucho de vivir en la miseria. La miseria material, que normalmente se piensa al grado del hambre y la desposesión amplia, en el Occidente desarrollado – salvo los casos desgraciados – es una leyenda urbana que cultivan con esmero los izquierdistas y los progresistas.
Un índice importante de la afluencia del nivel de vida en las sociedades “industriales” es que los niños vayan masivamente a la escuela, cosa que en la sociedad campesina y en las primeras fases del desarrollo industrial era impensable. Los salarios en general son lo suficientemente elevados como para que “la familia” pueda en general prescindir del trabajo infantil. Pero dejando de lado a los niños, el hecho es que desde hace un número significativo de décadas los jóvenes y no tan jóvenes que simplemente se dedican a “estudiar” son a nivel mundial un buen número de millones, y son gente que no produce ingreso o lo produce marginalmente siendo sostenidos durante un buen número de años por los padres o por programas de subsidio especiales.
El hecho, pues, es que incluso los sectores más pobres tienen acceso a una gran cantidad de satisfactores que hubieran sido impensables hace 80 o 90 años, digamos en la época de La Gran Depresión en los EE – UU. Sin embargo, el que la gente no viva en la miseria – como les gusta pensar a los Social Justice Warriors herederos del comunismo –, no quiere decir que no se compare con quien tiene más y mejores satisfactores que ella. Que se compare, por ejemplo, con quien tiene un mejor auto, hace viajes más lejanos y va a mejores hoteles, con quien come en mejores restaurantes o usa ropa más costosa. Quien tiene un auto modesto no es un miserable, pero sí puede tener envidia de quien tiene un auto de “alta gama”. Quien puede darse algunos días de vacaciones tampoco es un miserable pero sí puede envidiar a quien simplemente viaja o viaja más lejos o a un lugar más atractivo o se hospeda mejor que él.
Se tiene, pues, la posibilidad de la envidia ligada con el resentimiento. Para subsistir no se necesita satisfactores de alta calidad, por ejemplo, un Mercedes Benz o un iPhone de “tope de gama”, o un Rolex o ropa y aditamentos de diseñador, ni asistir a escuelas de élite. sin embargo, es posible desear todo eso y desarrollar envidia y resentimiento contra quien lo tiene. El asunto se agudiza cuando se compara zonas urbanas o residenciales enteras, incluyendo las zonas de compras, de entretenimiento, etc. Si todo el mundo tuviera un automóvil de alta calidad eso no quiere decir que no se comparara con los que tienen un automóvil de gran lujo, si todo el mundo tuviera una vivienda urbana amplia y de buena calidad eso no quiere decir que no se comparara con quienes poseen una mansión, si todo el mundo pudiera viajar a la playa una semana, eso no impediría que se comparara con quien puede hacer largos viajes a playas exóticas paradisíacas.
De la comparación puede, en la sociedad moderna de masas y bastante secularizada y con ciertas tradiciones democráticas, surgir con facilidad la envidia. Un factor para ello es la ostentación de la riqueza, la cual, dicho sea de paso, es imposible sin los medios de difusión de masas. Ya McLuhan en 1964 señaló el enojo que se había producido entre los norteamericanos cuando la prensa de los años 20 o 30 del siglo XX publicó fotografías de millonarios en amplios prados montando y siendo atendidos por sirvientes de librea que les llevaban bebidas a sus monturas para refrescarse.[15] Recientemente el gobierno chino ha llamado a los nuevos millonarios del país asiático a no hacer ostentación de su riqueza. Obviamente, para vivir nadie necesita de champaña, ni de campos y caballos para jugar al polo, ni de los sirvientes correspondientes, ni de viajes exóticos en hoteles boutique o “gran turismo”. Todo eso no corresponde a los usos o factores a los que Marx se refería cuando hablaba del componente social en el monto del salario. Sin embargo, lo que sí ocurre es que la envidia por no tener acceso a ciertos satisfactores, aunque se viva bien y hasta muy bien, es una realidad subjetiva de alcance social. De hecho, sería posible decir que en la sociedad moderna de consumo y sin apenas pobreza, y menos aún miseria, la envidia puede desarrollarse con toda facilidad a factor social que hace que “un mayor ingreso”, extraordinario o no, pueda ser visto como una afrenta a quienes no lo perciben. Los medios de comunicación de masas con sus constantes vistazos a la opulencia son la condición de posibilidad de una amplia envida que cristaliza como resentimiento social. Ningún campesino inglés echaba un vistazo a ninguna mansión señorial inglesa, ningún obrero alemán echaba un vistazo al interior de la mansión de un fabricante como Borsig o Siemens. Las amplias masas trabajadoras y campesina europeas no tenían idea alguna del lujo de la Riviera Francesa, ni de los centros de recreación y los casinos de la burguesía y la aristocracia europea en Europa Central. Aquí, como en muchos casos vale el dicho de que “ojos que no ven, corazón que no siente”, pero hace algunos años los ojos eran los de los paparazzi y ahora los ojos son las omnipresentes pantallas no solo televisivas sino de los dispositivos móviles con su interminable flujo de publicidad y de las propias indiscreciones en las plataformas digitales de muchos de los muy afluentes.
No conozco ningún estudio sobre la envidia en el Occidente contemporáneo, pero es claro que se puede utilizar la “desigualdad en la distribución de la riqueza” para generar con facilidad resentimiento y envidia, un malestar que opere como factor de perturbación y radicalización política. Claro, esto supone un entorno comunicativo de masas, pero sobre todo abierto, como lo es el electrodigital centrado en las redes sociales, donde cualquiera puede convertirse en miembro de las legiones de imbéciles de las redes sociales señalados por Eco, pero en especial ser parte de legiones de envidiosos resentidos e insidiosos generados por dichas redes. Se ha demostrado en diferentes contextos el efecto de contagio de las emociones, incluidas las redes sociales.[16] No hay razón por la cual el resentimiento generado por la envidia no sea una emoción de amplio contagio en los medios electrodigitales. Un estudio sobre los activistas conocidos como Social Justice Warriors en el que hubiera modo de captar los elementos de envidia y de resentimiento en su psique podría ser muy revelador. La idea no tiene nada de absurdo. Hay muchas maneras de que en especial los activistas de variadas causas sociales abriguen resentimientos canalizados mediante su activismo “político”. En particular puede sonar cruel el decir que los activistas de la igualdad, que siempre van por el mundo bajo la guisa de idealistas, en realidad pueden ser gente con resentimiento generado por la envidia, pero la duda de si es así, es perfectamente válida como pregunta científica. Lo difícil es que alguien se ponga a hacer los estudios correspondientes; correría el peligro de ser linchado por las “buenas conciencias”, para empezar las de los activistas mismos. En cualquier caso, dado el entorno de la comunicación abierta y los medios de masas, la única manera de acabar con la envidia y el resentimiento que causa es eliminar a “los que más tienen”, por lo menos a los que tienen “mucho más” que la “gran mayoría”. Por lo menos estos son para los izquierdistas de la “justicia social” el enemigo existencial para el que el simbolismo de la guillotina es por demás patente.
3. Del resentimiento por la “concentración de la riqueza” a la “diversidad”
El marco de la “justicia social” es muy eficiente para generar heterogeneidad política a través del activismo, si no profesional por lo menos sistemático, ya que utiliza cualquier realidad socioeconómica alejada de la utopía comunista de la igualdad material absoluta, es decir, cualquier grado de heterogeneidad social material para confrontar a “los que menos tienen” (ahora los “oprimidos”) con “los que más tienen” (ahora los “privilegiados”). Es decir, cualquier grado de disparidad en el ingreso puede ser convertido en factor subjetivo, mental, para que tal disparidad material opere como factor político de confrontación. En este caso, según vimos, el factor “social” en la tradición marxista, que va más allá de la mera subsistencia material, es la subjetividad de la envidia y el resentimiento. No es que no se pueda vivir, incluso con mucha comodidad respecto a situaciones históricas previas – vida urbana, educación, salud, seguridad, etc., generales muy benignas comparadas con las anteriores –, sino simplemente que no se vive como “los ricos”, porque “esos sí que viven bien”. Nótese que, en las situaciones tradicionales previas a la gran industrialización capitalista con producción de masas y extensos mercados nacionales e internacionales, la gente tenía prácticamente que arrancar ella misma artesanalmente sus satisfactores a la naturaleza, la alimentación, el vestido y unos cuantos enseres, los cuales nunca eran estandarizados. Hoy en día, por más que los activistas de la “justicia social” se agiten por la desigualdad, todo, prácticamente todo el mundo, en vez de luchar con la naturaleza vive urbanamente comprando todo los satisfactores, los cuales son producidos de manera estandarizada, empezando con la alimentación semi procesada o completamente procesada en las tiendas – en las urbes casi nadie mata ya no digamos una res ni un cerdo, ni siquiera un pollo, sino que compra las partes deseadas del animal correspondiente en las tiendas –, mientras que la ropa y los enseres, incluyendo pantallas de todo tipo, producidos industrial, estandarizadamente, los puede pedir online, y con ellos también puede pedir online hasta la comida preparada. Salvo algunos ancianos, drogadictos y gente enferma, nadie, absolutamente nadie, es miserable. Sin embargo, la comparación social a la que se refería Marx en su Das Kapital, lleva con facilidad al resentimiento como cristalización de la envidia, y la división entre “ricos” y “pobres” es vaga, dado que casi siempre habrá alguien a quien uno pueda envidiarle su nivel de vida. Entonces bajo el activismo de “justica social” amplio basado en el entorno comunicativo de masas, las diferencias de ingreso material se convierten en una heterogeneidad psicológica vaga, flotante, pero siempre presente, que opera eficientemente minando la cuádrupla básica de la homogeneidad nacional étnica, cultural, territorial e histórica, dando por resultado heterogeneidad política. Las viejas “clases sociales” del comunismo de inspiración marxista son substituidas por los “pobres” y los “ricos”.
Claro, la heterogeneidad política bajo el modelo “desigualdad del ingreso” o “concentración de la riqueza” se potencia enormemente cuando la sociedad carece de la homogeneidad sociohistórica básica constituida por la cuádrupla de etnicidad, cultura, territorio e historia comunes. Así, cuando un grupo etnocultural es más afluente que otro y se vive en el “mismo territorio” – como los judíos en la Europa de los siglos XVI al XX, o los chinos en el Vietnam previo al Vietnam comunista, etc. –. las fricciones pueden ser muy amplias generado fraccionamiento político intenso. Sin embargo, analíticamente hay que ser conscientes de que la heterogeneidad política generada por la envidia devenida resentimiento, debe ser comprendida en sí misma porque puede operar aun en las condiciones de homogeneidad étnica cultural, territorial y geográfica. En particular, en el caso de México la heterogeneidad política proveniente de la envidia y el resentimiento opera fuertemente entremezclada o, podríamos decir, en resonancia, con la heterogeneidad étnica, cultural y geográfica, lo cual lleva a que sea más difícil de distinguir por sí misma. Los resentidos esconden su envidia bajo diferencias o heterogeneidades reales como ser indígena, moreno, mujer, LGBTIQ+, discapacitado, etc.
En el caso de la heterogeneidad política sobre la base de la heterogeneidad económica de la “disparidad del ingreso” y, si se prefiere, de la “concentración de la riqueza”, que es el caballito de batalla de todo “intelectual de izquierda” y de todo partido o político populista, ya no se trata de la vieja idea marxista comunista de la heterogeneidad consistente en la existencia de diferentes “clases sociales”, como las tradicionales de “proletarios industriales”, campesinos, artesanos, empleados, “capitalistas”, “oligarquía financiera”, etc., sino de la heterogeneidad del ingreso, o renta, provenga esta de donde sea. Es decir, se llega a la muy simplista y básica fractura de la sociedad entre “ricos” (“privilegiados”) y “pobres” (“oprimidos”), la cual es muy vaga pues tanto la pobreza como la riqueza tienen grados y, según examinamos, la pobreza en la actualidad es básicamente un problema “social”, es decir, es el caso subjetivo que surge no de la miseria sino por la comparación con la gente que es más rica que uno y que siempre va a existir, hasta entre los hombres más ricos del mundo.
Ese terreno de desigualdad dentro de la bonanza social generalizada fue lo que llevó desde los años 70s del siglo XX a que los partidos comunistas desaparecieran en toda Europa o se convirtieran en algo así como caricaturas y que desde antes había llevado a que el comunismo nunca echara realmente raíces ni en los EE – UU ni en Canadá. Durante la fase final de la Guerra Fría, lo que menos interesaba a los trabajadores de la Bundes Republik Deutschland, eran la “revolución comunista” y el comunismo oficial de la vecina Deutsche Demokratische Republik. En general en Occidente se había llegado ya en los años 70s a una época – que perdura en lo esencial hasta el día de hoy – de bienestar desbordante, con gran lejanía de la miseria social como para que hubiera una “lucha de clases”. La lucha por la “justicia social” atizando envidia y resentimiento estaba presente, pero era muy marginal, es decir, el efecto radicalizador político de la desigualdad y heterogeneidad económica era y sigue siendo en el Occidente desarrollado muy débil en sí mismo. Esta fue la gran desgracia del comunismo de inspiración marxista leninista en el mundo occidental y lo llevó a su aggiornamento o modernización socialdemocratizante que lo desradicalizó. Esa transformación de los comunistas o su desaparición como partidos dejó en pie o generó a los grupos Antifa, Black Block y Social Justice Warriors – todos son más o menos lo mismo, pues en realidad son grupos de activistas violentos pero dispersos y sin verdadera organización fija y que actualmente son individuos que se autoconvocan a través de las redes sociales –. Y la “izquierda” en general, la restante, buscó nuevos contingentes sociales que ya no fueran los “trabajadores aburguesados” – recuérdese a nuestro presidente diciendo hace unas semanas que la Ciudad de México se ha “hamburguesado”[17] porque los indicios eran, desde 2021, que su partido Morena, de “izquierda”, ya no tenía la mayoría en la ciudad –, y la izquierda encontró a la mano tales contingentes en las feministas, los ecologistas, los antirracistas, para empezar, a los que sumó a los LGBTIQ+ y va sumando a toda nueva minoría que se autoperfila como tal, digamos, en el caso de México, a las “mujeres afromexicanas” o en el de Canadá a los ya mencionados “indígenas de dos almas” o en España a los vagabundos “gay jóvenes”. Todos son contingentes favoritos de la izquierda sumada al progresismo de amplio alcance que lucha contra lo que ahora se llama, de manera genérica, pero con una muy conveniente vaguedad omniabarcante, “privilegio”.
La izquierda vive en el patrón mental de que el capitalismo es siniestro y hay que eliminarlo, todo bajo la frase de Marx muy conocida y de gran efecto retórico de que “los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo y de lo que se trata es de transformarlo” (Tesis 11 sobre Feuerbach). Los izquierdistas son, pues, algo así como los apóstoles o, si se prefiere, los profesionales dedicados a “cambiar del mundo”, lo que en el marco del nuevo progresismo que substituye o deglute al izquierdismo tradicional, se formula como “hacer del mundo un lugar mejor”. Ahora en vez de la “izquierda”, se tiene al nuevo progresismo que incluye desde los niños y adolescentes de secundaría hasta las grandes corporaciones globales, todos queriendo “dejar marca” o “hacer la diferencia”. En ese contexto del progresismo omniabarcante que ha devorado a la izquierda tradicional de todo tipo, comunista, socialdemócrata, “pobrista” latinoamericana, o lo que sea, el activismo para “cambiar el mundo” ha encontrado y encuentra cada vez más contingentes para fraccionar la sociedad en una muy vaga y ambivalente “lucha por la justicia social” y contra el “privilegio” embebida de envidia transformada en resentimiento.
Cuando se dice, con razón, que vivimos en la época de la ira (Pankaj Mishra)[18] se puede añadir que en lo esencial tal ira es la manifestación radicalizada del resentimiento que, en Occidente, está basado en la envidia. Y lo cierto es que, al resentimiento, devenido a su vez ira, habrá que agregar la compasión. Entre los resentidos iracundos y los compasivos culposos se ha desarrollado una hipersensibilidad social que hace que una gran parte del público occidental, si no es que la mayoría, sea ahora de “izquierda”, es decir, progresista, incluyendo a las corporaciones gigantes GAFA (Google, Apple, Facebook y Amazon), al gobierno[19] declaradamente pride[20] de Biden,[21] al de Justin Trudeau y a la totalidad de las instituciones internacionales occidentales. Todos abrazan del ideario conocido como DEI (diversidad, equidad e inclusión), es decir, todos están por la “justicia social”. El hecho es que mundo occidental institucional se ha hecho de izquierda multicolor y multibandera, es decir “progresista”, incluida la OTAN [22] y la Unión Europea, como lo muestran la política exterior oficial alemana de la Señora Baerbok [23] que es oficial y declaradamente “feminista”[24] y los ejércitos “inclusivos”, pride, de la OTAN y de los propios EE – UU.[25] Todo esto es de lo más interesante y es una forma clave en la actualidad de heterogeneidad social real devenida heterogeneidad política y operando para la radicalización política disolvente de la figura nacional.
4. De la heterogeneidad por la riqueza a la heterogeneidad identitaria
Hacia un nuevo tipo de resentimiento omniabarcante
La situación que se atraviesa en Occidente desde la aparición y expansión de las redes sociales es, en verdad, de lo más interesante y peligroso, porque el asunto de la “justicia social” ha devenido muchísimo más amplio que un mero residuo cuasi marxista de la desigualdad económica con el “rico” o “muy rico” como variedad de enemigo existencial que exige ser perseguido hasta acabar con él. Ahora la “lucha por la justicia social” ya no se centra en la desigualdad económica, sino que la nueva forma estructural de esa lucha representa una manera muy eficiente para generar heterogeneidad política porque ha evolucionado hacia un activismo mucho más amplio, omniabarcante, en el marco del ideario DEI, el cual tiene una vaga compatibilidad con el izquierdismo de todo tipo incluido el de origen marxista. Este ideario es un marco muy eficiente y amplio para la radicalización política a partir de la transformación de la subjetividad, es decir, de la generación de heterogeneidad política con base en envidia convertida en resentimiento (que llega al odio), a partir de la heterogeneidad socio demográfica real en Occidente. El hecho es que la heterogeneidad económica es ahora un asunto que queda absorbido y tiene sentido apenas en términos de la heterogeneidad sociodemográfica.
El asunto debe ser visto en su justa dimensión. El Occidente desarrollado, pongamos de ejemplo a la otrora democracia ejemplar que era los EE – UU o a Francia o al Reino Unido o a Canadá o a España, está muy lejos de la miseria material, sin embargo, es un conjunto de sociedades muy heterogéneas en términos sociodemográficos. En particular con base en la migración Occidente no es ningún ejemplo de la cuádrupla básica de la homogeneidad social: Occidente no es homogéneo ni étnica, ni cultural, ni históricamente; ya ni siquiera Noruega, Suecia o Dinamarca lo son. Bajo lemas como el multiculturalismo y el pluralismo y por efecto de la migración, los países occidentales se han convertido en una mezcla cada vez más abigarrada de lenguajes, dialectos, etnias, religiones, usos y costumbres para los cuales los códigos nacionales constitucionales que establecen la igualdad democrática de los ciudadanos ante la ley son cada vez no solo algo más etéreo y menos relevante, sino realmente carente de sentido por chocar de frente con la realidad social. Un ejemplo palmario de eso lo son los motines y desmanes desatados por la izquierda y los musulmanes en las grandes ciudades francesas al triunfo de la agrupación de Marie Le Pen en la primera vuelta de las elecciones legislativas francesas. Esa sociedad está irreparablemente partida, la nación francesa como marco común de autocomprensión de los individuos con pasaporte francés está en bancarrota, y no es el único caso.
Curiosamente, en choque con el ideario DEI que sacraliza la heterogeneidad sociodemográfica bajo el título de “diversidad”, se medio mantiene la ficción jurídica de que individuos realmente muy diversos son ciudadanos formalmente iguales de naciones democráticas. El problema es que tales “ciudadanos” no se sienten iguales ni quieren ser iguales más que muy tangencial y ambiguamente. Y lo que es más llamativo, la llamada “acción afirmativa” lleva a que la igualdad ante la ley sea dejada de lado progresivamente mediante legislaciones que sujetan la igualdad formal del ciudadano a la ventaja sistemática para los “grupos vulnerables”, es decir, las “minorías identitarias”, en primer lugar, las mujeres, pero no solo ellas.
Las razones para la inmigración han sido variadas según el país occidental de que se trate, tan diversas que, por ejemplo, México está deviniendo un país de inmigración derivada, constituida por gente que quería ir a los EE – UU, pero acaba varada en México, donde el gobierno actual no solo invitó a la migración, sino que ha utilizado el lema de que “migrar es un derecho humano”. En los EE – UU una razón histórica fue el esclavismo y luego la migración de gente de todo el mundo, hasta de los países exsocialistas, atraídos por la tierra de las “posibilidades ilimitadas”. En el Reino Unido y Francia el pasado colonial ha sido factor central en la migración hacia ambos países. En el caso amplio de Occidente se tiene que la múltiple heterogeneidad real étnica y cultural, histórica y de origen territorial, no es ni con mucho la única, sino que suma a otros elementos de heterogeneidad real, en particular a la generada por el movimiento feminista, ya que en todos los países occidentales el ser hombre o ser mujer es algo que cuenta cada vez más en términos subjetivos y por ello en términos políticos, llevando a legislaciones en las que la diferencia sexual – devenida “género” – opera en contra de la igualdad formal de los ciudadanos declarada las cartas magnas respectivas. No hay un solo país occidental en el que la ciudadanía no se encuentre ya políticamente dividida de manera profunda de acuerdo con el sexo, a lo que se suman las heterogeneidades étnicas, cultural (lingüística, religiosa, de usos y costumbres), histórica y de origen geográfico, para lo cual la migración ha devenido un factor central. Todas las mencionadas son heterogeneidades sociodemográficas reales, pero se les suman muchas otras heterogeneidades de reciente desarrollo y en multiplicación indefinida. Entre ellas están las de los LGBTIQ+, las definidas por términos como el edadismo (ageism), el discapacitismo (disableism), la de los indígenas o aborígenes mexicanos, norteamericanos, canadienses, la de vagabundos gay jóvenes, etc.
A primera vista tal proliferación de heterogeneidades resulta extraña pero lo cierto es que, dado el entorno mediático abierto con centro en las redes sociales, dichas heterogeneidades calan en la conciencia pública porque todas las minorías se autopromueven en ellas como víctimas históricas y rápidamente encuentran eco en las instituciones comandadas por partidos ávidos de votos. Así, por ejemplo, en México las “mujeres afromexicanas” hicieron su aparición en un video en YouTube a mediados de 2018 y ya para la toma de posesión de la presidencia por parte de López Obrador en su discurso aparecieron por primera vez – y a partir de ahí sistemáticamente en documentos oficiales – las “comunidades afromexicanas”. Recientemente, en un spot radiofónico de las autoridades electorales se explicaba que dichas autoridades velan por los derechos electorales de los afromexicanos, de los miembros de la “diversidad sexual y LGBTIQ+”, y de las comunidades indígenas, esto a pesar de que sin hacer hincapié en las heterogeneidades la carta magna mexicana garantiza tales derechos simplemente como derechos de los ciudadanos, no de las minorías. En Occidente los derechos individuales son pospuestos y substituidos lentamente por los “derechos de las minorías”, estos son ya el núcleo efectivo de lo que fueron los “derechos humanos”.
No hay que ser de la minoría “afromexicana” o de la “diversidad sexual”, por ejemplo, para tener derechos electorales; basta en principio con ser ciudadano mexicano ya que la definición de mexicano da la igualdad democrática ante la ley, justamente al margen de toda “identidad minoritaria”. Pero no, por alguna razón nunca totalmente explícita, ahora los derechos constitucionales generales tienen que ser vistos como derechos de las “minorías” en tanto “minorías”, no en tanto ciudadanos individuales iguales ante la ley todos entre sí. La primera razón que se esgrime para tanta insistencia en las minorías como minorías es la de la “necesidad de visibilizarlas”, de ponerlas en la conciencia pública, porque habrían sido “excluidas” y, con ello y muchas otras cosas, “oprimidas”; la segunda razón está ligada a la “opresión” que sufrirían todos los que tienen una “desventaja”, cualquiera, realmente cualquiera, frente a otros, como quedará claro más adelante. En todo caso, la heterogeneidad sociodemográfica real se convierte en heterogeneidad política identitaria. Tanto a) la heterogeneidad política clásica marxista de clase social como b) la izquierdista derivada de la desigualdad de ingreso queda absorbidas actualmente en c) la heterogeneidad política identitaria. Así, ya no cuenta el ser blanco pobre sino ser blanco, eso pesa más que ser pobre, dado que según el credo DEI el blanco, cualquiera, es un “privilegiado”, “opresor” de carácter “sistémico” o “estructural”. Por eso la “izquierda” ha abandonado a los trabajadores blancos, pero también simplemente a los trabajadores negros porque ahora cuenta más que ser hombre que ser negro, ya que los hombres, todos, serían, nuevamente de acuerdo con el ideario DEI, “privilegiados” que “oprimen sistémica”, “estructuralmente”, a las mujeres. En todos los casos, se impone el resentimiento contra los “privilegiados” u “opresores sistémicos”, donde los hombres de cualquier tipo son los primeros.
5. La identidad: del resentimiento al odio
El privilegio y la opresión
Central en esta situación es que la heterogeneidad política en tanto heterogeneidad identitaria avanza sin límite alguno. Por un lado, los activistas encuentran o delimitan cada vez más identidades minoritarias. La invención de la “rueda del privilegio y la opresión”, de la cual hay bastantes versiones, pero la dada en la figura 1 es una de las más conocidas y sirve bastante bien para lo que nos interesa mostrar. Véase que entre las identidades oprimidas – que son lo diametralmente opuesto a las identidades opresoras, o privilegiadas – están cosas como la desventaja de no ser joven, la de no ser atractivo, la de ser infértil, la de no ser de origen europeo o bien, entre muchas otras, la vieja izquierdista de ser trabajador o pobre. En otras palabras, todo lo que sea percibido como una desventaja social es denunciado como parte de un sistema indefinidamente diferenciado de modos o formas de opresión, que se corresponden con tipos de heterogeneidad social. Martin Gurri señala, con razón, que se trata de una diversificación o conversión de la diferencia socio demográfica en una heterogeneidad cada vez más vaga, ya que entre las desventajas o ventajas socio demográficas están cosas tan sutiles y difíciles de definir con precisión como el tener o no “buen matrimonio y vida familiar”[26] o, simplemente, tener “sentido del humor, felicidad”. De hecho, se llega al extremo de considerar la seguridad económica y el amor materno, y hasta es simple gozar de salud, como un “privilegio”.[27]
De acuerdo con la figura 1, cada eje de la opresión y el privilegio define identidades y en la práctica las que son llamadas “minorías” son las identidades “oprimidas” y, en principio, convocadas a “cambiar el mundo” mediante la “resistencia”. La expresión “minoría” se usa de manera cuasi sinónima con “oprimido(s)”, de tal manera que en el uso dominante entre los activistas y las instituciones y corporaciones ser de una minoría es ser “oprimido” y ser “oprimido” es ser de una minoría. Los conjuntos “minoría” y “oprimidos” pueden ser pensados de diferente manera, pero tienen los mismos elementos – en teoría de conjunto se llama la misma extensión –. Según La Casa Blanca esas minorías deben ser pensadas como “comunidades en desventaja”.[28]
Figura 1.
Pero debe notarse que la idea de las “comunidades en desventaja” propia de la simple heterogeneidad socio demográfica no se queda en la diferencia o diversidad cualitativa, sino que también recoge la diferencia cuantitativa, se trata de un derivado o ampliación de la idea de la “desigualdad del ingreso”. En la figura 1 la diversidad cuantitativa solo queda implícita cuando, por ejemplo, se tiene el eje del “racismo” “blanco” / “gente de color” y adicionalmente el eje del “colorismo” “claro, pálido” / obscuro”. La heterogeneidad cuantitativa, es decir, que las “minorías” tiene grados de minoridad, porque una misma desventaja tiene grados, se plantea explícitamente en la figura 2. Si bien la rueda del “privilegio” en este caso se refiere al ámbito académico resulta ilustrativa en varios sentidos.
Figura 2. UKRIO Reserarch Integrity Office
Por un lado, la rueda recoge la tradicional preocupación de la izquierda por la “desigualdad de la riqueza”, como se muestra en la parte inferior izquierda donde aparece la gradación de “rico” a “pobre” pasando por la “clase media”. Fuertemente ligada a la riqueza, pero separada de ella está el rubro material de la calidad de la vivienda, la cual también admite una gradación cuantitativa que va de ser propietario hasta ser vagabundo, pasando por ser arrendatario. Por supuesto, tales gradaciones pueden refinarse ya que se puede ser propietario de una casa o bien de un departamento, y ambos casos permiten muchas gradaciones todavía, que van desde la mansión o el departamento en Central Park hasta pequeñas cabañas perdidas en las montañas o departamentos de mala muerte en el Bronx o en una banlieue francesa, por ejemplo.
Por otro lado, la rueda del privilegio y la opresión en la versión de la figura 2 se diferencia de la versión de la figura 1 en que en la figura 2 todas las cualidades – “diversidades” o heterogeneidades – se presentan en grados. Así, mientras en la figura 1 la cuestión racial se presenta en la oposición polar simple de “blancos” y “gente de color”, en la figura 2 se tiene el rubro o cualidad “color de piel” y este se gradúa desde “obscuro”, pasando “varias tonalidades”, hasta “blanco”. Como podía esperarse, la heterogeneidad sexual entre hombres y mujeres también resulta con gradaciones. Normalmente se distingue entre los hombres como “privilegiados” y las mujeres como “oprimidas” por aquellos, por un lado y, por otro, los hombres y las mujeres heterosexuales como opresores de las minorías LGBTIQ+, pero en la figura 2 esas polaridades quedan reordenadas mediante gradaciones en los rubros o cualidades “género” y “sexualidad”. En este último rubro de heterogeneidad se tiene la gradación de “privilegio” u “opresión” que va desde el “hombre heterosexual” que “oprime” desde al “hombre gay” hasta a la “mujer lesbiana”, los “bisexuales”, los “pansexuales” y los “asexuales”, y los últimos son “oprimidos” tanto por el “hombre heterosexual” como por el “hombre gay”, con lo que se satisface la idea de que los hombres de cualquier tipo oprimen a todas las demás “sexualidades”, empezando por las mujeres. Continuando con la idea el “privilegio” de los hombres en general, en la figura 2 tenemos que en la heterogeneidad definida por el rubro de “género” también hay una gradación del “privilegio” y la “opresión”, que va desde el “hombre cis” (heterosexual o gay que se piensa como el hombre que es) que es un “privilegiado” que “oprime” a la “mujer cis” (heterosexual o lesbiana que se piensa como la mujer que es) y ambos son “privilegiados” que “oprimen” a los “transexuales” (que rechazan el sexo que tienen), los “intersexuales” (personas con rasgos hermafroditas) y los “no binarios”.
En síntesis, se tiene que la diferencia o heterogeneidad cualitativa no excluye sino que debe incluir la heterogeneidad meramente cuantitativa. No solo se tiene heterogeneidad por el tipo de privilegio / opresión sino también por una gradación cuantitativa de la misma, con lo que la “desigualdad del ingreso” es solo uno de una variedad abierta, indefinida, de tipos desigualdades que también son cuantitativas.
Finalmente, la figura 2 se suma a la figura 1 en mostrar las sutilezas que pueden existir en la definición de los rubros cualitativos de la heterogeneidad socio demográfica. Si en la figura 1 se tiene heterogeneidades sutiles como la del atractivo físico o su carencia, la fertilidad o la infertilidad, en la figura 2 se tiene la muy sutil heterogeneidad consistente en la “estabilidad” o “inestabilidad familiar”, que recuerda el señalamiento de Gurri sobre una “buena vida familiar”, y la cual en este caso también tiene una triple gradación, resultando que tener una familia estable es un “privilegio”, como podía esperarse del patrón de envidia y resentimiento que está en el fundamento de todos los ejes o heterogeneidades “privilegio” / “opresión”.
6. Conclusión
Del luchador comunista al millonario activista DEI
En el marco de la comunicación abierta que son las redes sociales se tiene, pues, que la “lucha por la justicia” social enfilada contra el “privilegio” y la “opresión”, en tanto realización de una envidia y resentimientos contagiosos a partir del activismo de “minorías” y sus “aliados” en la redes sociales y que contagia hasta la institucionalidad occidental, genera una amplísima heterogeneidad social en términos políticos – Haidt la llama fractura[29] social, un “después de Babel” – a lo largo de todo tipo de diferencias o diversidades sociodemográficas reales, así sean tan sutiles como tener buena presencia o no, o el simple estar sano o enfermo, etc. Esta heterogeneidad política a partir de heterogeneidad sociodemográfica, devenida conciencia colectiva gracias a la hipersensibilidad propiciada por las redes sociales, absorbe a la vieja y tradicional fractura social marxista en “clases sociales” enfrentadas, pasando por la conversión de tal fractura o heterogeneidad en la simple “desigualdad en el ingreso”, y luego diversificándola hasta llegar a una fractura indefinida, sin límite claro alguno entre “opresores” o “privilegiados” y las correspondientes “minorías oprimidas”. Se trata de una fractura social sin límite claro alguno en cualidades (de ventaja y desventaja) que van desde la diferencia sexual entre hombres y mujeres y las diferencias raciales hasta sutilezas como el atractivo físico o la estabilidad familiar o el disfrutar o carecer del amor materno. Estas cualidades pueden admitir otras cualidades que, además, también admiten diferencias cuantitativas, gradaciones. Es evidente que tal heterogeneidad sociodemográfica devenida heterogeneidad política es un campo flotante y vago para perturbación y la radicalización política que opera contra la nación como forma de comprensión común. Se trata de una confrontación en la que, por definición, el hombre blanco heterosexual nativo resulta el “opresor” de todas las “minorías, el “privilegiado” máximo, de hecho, el enemigo público número uno según a) las “víctimas” y b) sus “aliados” blancos. Si bien importa el nivel de ingresos, este resulta secundario frente al conjunto de “privilegios” que, según el credo DEI, posee. El hombre blanco, trabajador o no, no tiene futuro con los progresistas, a menos, claro, que él mismo sea un progresista, es decir, “aliado” de las minorías oprimidas. De hecho, un fenómeno interesante es que una gran parte de los blancos pretendida o realmente “culposos” son simpatizantes de las “minorías” y cuentan entre los activistas más radicales en contra de los blancos “opresores”. Los viejos comunistas devinieron social justice warriors para los cuales el ingreso o riqueza es algo supeditado a la identidad de “minoría”. Por ello multitud de sujetos blancos de elevados ingresos y no pocos millonarios blancos forman fila para expiar la culpa de su blanquitud como activistas del credo DEI. Tal es el resultado del entorno comunicativo electrodigital generando una hipersensibilidad social que ha subsumido al viejo izquierdismo comunista.
Anexo
Los derechos individuales supeditados a los derechos de “minoría”
Uno de los ejemplos más claros de la supeditación y substitución de facto de los derechos individuales a los derechos de tribu identitaria nos lo ofrece la Carta canadiense de los Derechos y las libertades, cuya sección 15 tiene dos apartados y reza como sigue:
“15 (1) Todo individuo es igual ante y bajo la ley y tiene el derecho a la protección igual y al beneficio igual de la ley sin discriminación y, en particular, sin discriminación basada en la raza, el origen nacional o étnico, el color, la religión, el sexo, la edad o discapacidad mental o física.”
Sigue el subtítulo de “Programas de acción afirmativa” y exactamente a continuación se dice:
“15 (2) La subsección (1) no excluye ninguna ley, programa o actividad que tenga su objeto la mejoría de las condiciones de individuos o grupos en desventaja incluyendo aquellos que están en desventaja a causa de la raza, el origen nacional o étnico, el color, la religión, el sexo, la edad o discapacidad mental o física.”[30]
No se necesita gozar de grandes luces para darse cuenta de que la subsección 2 anula sin más la sección 1, es decir, la igualdad ciudadana ante la ley resulta suspendida en nombre de la “equidad” en favor de las “minorías” a ser obtenida mediante los “programas de acción afirmativa”, que son, exactamente, la discriminación legal, estructural y sistemática contra el hombre blanco heterosexual nativo. Por eso se le llama también, de manera un poco menos hipócrita, “discriminación positiva”.
Bibliografía y vínculos
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Notas
[1] Para la discusión precisa de este concepto central para la problemática contemporánea que atraviesa la democracia liberal, véase, Alberto J. L., Carrillo Canán, “La censura en las redes sociales. De publicar a mandar mensajes”, ed. cit.
[2] En realidad Eco usa el plural: “Las redes sociales les dan el derecho de hablar a legiones de imbéciles”. Véase, Gianluca, Nicoletti, “Con i social parola a legioni di imbecilli”, ed. cit.
[3] Véase: Fabiola Martínez, “Tendrán grupos vulnerables 9 candidaturas en el Senado”, ed. cit.
[4] Se trata de que la representación de “minoría” no represente a la nación sino de que tengan la “agenda” de la minoría correspondiente, por ejemplo: “Una política para atender las problemáticas indíegenas, (sic!) es la aprobación de acciones afirmativas [discriminación negativa] en materia de cuotas electorales en México, para garantizar un mínimo de asientos en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión para los pueblos originarios. Sus representantes populares [ que no son del pueblo o nación sino de la minoría del caso] impulsarían la agenda legislativa relacionada con este grupo poblacional.” En: Cámara de Diputados LXV Legislatura, Acciones afirmativas en materia electoral para que la población indígena acceda el poder legislativo en México [SAE-ASS-01-23]. Enero del 2023, ed. cit.
[5] Véase: 2-Spirited People of the 1st Nations, “Annual Report 2023”, ed. cit.
[6] Ver Combahee River Collective, “The Combahee River Collective Statement (1977) Primary Document”, ed. cit.
[7] Confróntese, Francis Fukuyama, “Against Identity Politics. The New Tribalism and the Crisis of Democracy”, ed. cit.
[8] Véase: Vicente Quintero, “El 40% de los jóvenes en condición de calle son parte de la comunidad LGBT”, ed. cit.
[9] Véase: “Dado que la concentración de población indígena y afromexicana en 25 distritos (…) supera el 60%, el INE determinó que las candidaturas que en ellos se postulen deberán pertenecer a esos grupos. Además, deberán observar principios de paridad de género (…)”. En: Régimen Electoral Mexicano 2024 Elecciones Federales y Locales Coordinación de Asuntos Internacionales INE, ed. cit.
[10] Por ejemplo, ver, “De la aceptación a la inclusión”, ed. cit. y también véase, McLean Company, “Create a People-First DEI Strategy”, ed. cit.
[11] Francis Fukuyama, “Against Identity Politics. The New Tribalism and the Crisis of Democracy”, ed. cit.
[12] Ver Branko Milanovic, Capitalism, Alone: The Future of the System That Rules the World, ed. cit.
[13] Véase: Redacción Clarín, “Macabro: instaló una guillotina frente a la casa de Jeff Bezos porque acumuló 200.000 millones de dólares”, ed. cit.
[14] Ver Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI”, ed. cit.
[15] Confróntese con Marshall McLuhan, ed. cit., p. 200.
[16] William J. Brady, Molly J., Crockett, Jay J. Van Bavel, “The MAD Model of Moral Contagion: The Role of Motivation, Attention, and Design in the Spread of Moralized Content Online”, ed. cit.
[17] Confróntese, JoseCardenas.com (Todas las noticias todas las voces), “CDMX se ha “hamburguesado”: AMLO”, ed. cit.
[18] Pankaj Mishra, Age of Anger: A History of the Present, ed. cit.
[19] Ver, Aamer Madhani (Associated Press), “Biden hosts Pride Month celebration at White House, voices LGBTQ+ support”, ed. cit.
[20] Ver President Biden/ @POTUS (The White House / Washington wh.gov), en X, https://x.com/POTUS/status/1667715777145847808?lang=es, ed. cit.
[21] Ver, Briefing Room, “FACT SHEET: President Biden Signs Executive Order Advancing Diversity, Equity, Inclusion, and Accessibility in the Federal Government”, ed. cit.
[22] Confróntese, NATO, “Diversity, inclusion and accessibility at NATO”, ed. cit.
[23] Confróntese, Deutschlandfunk, “Baerbocks Leitlinien Was ist feministische Außenpolitik?”, ed. cit.
[24] Confróntese, Auswaertiges Amt, “Leitlinien für feministische Außenpolitik: Außenpolitik für alle”, ed. cit.
[25] Ver, David Vergun, “DOD Pays Tribute to LGBTQ+ Service Members”, ed. cit.
[26] Véase, Martin Gurri, “How the identity cult captured America Equity was born in an ideological graveyard”, ed. cit.
[27] Esto aparece en al final impresionante del texto La historia de mis privilegios, https://letraslibres.com/revista/michael-ignatieff-la-historia-de-mis-privilegios/#wpcf7-f85682-o1
[28] Confróntese, The White House, “Executive Order On Advancing Racial Equity and Support for Underserved Communities Through the Federal Government”, ed. cit.
[29] Jonathan Haidt, “Why the past 10 years of American life have been uniquely stupid”, ed. cit.
[30] Véase, Centre for Constitutional Studies, “Equality Through Affirmative Action – Section 15(2)”, ed. cit.