Resumen
El propósito del siguiente artículo es explorar cómo surgen los comunes entendidos como relaciones de cooperación y responsabilidad en el terreno de las interacciones sociales, y cómo su concreción se dificulta frente a subjetividades neoliberales. A través de un análisis de las interacciones sociales como encuentros entre cuerpos, se muestra que, para hablar de relaciones de cooperación y responsabilidad, se necesitan los siguientes elementos: 1) mantenimiento de la autonomía de los participantes, 2) apertura interactiva hacia la corregulación y hacia los otros cuerpos, 3) vulnerabilidad mutua y 4) cuidado interactivo. Tales elementos se dificultan frente a subjetividades neoliberales como las del sujeto empresario de sí y el sujeto endeudado, ya que, al privilegiar las relaciones instrumentales, obstaculizan el surgimiento de rupturas, imaginarios distintos e interacciones diversas más allá de las preservadas por interés capitalista.
Palabras clave
Silvia Federici, comunalización, interacciones sociales, responsabilidad, enactivismo, sujetos neoliberales
Abstract
The purpose of the following article is to explore how commons understood as relations of cooperation and responsibility arise in the field of social interactions, and how their concretization is difficult in the face of neoliberal subjectivities. Through an analysis of social interactions as encounters between bodies, it is shown that, in order to speak of relationships of cooperation and responsibility, the following elements are needed: 1) maintenance of the autonomy of the participants, 2) interactive openness towards co-regulation and towards other bodies, 3) mutual vulnerability, and 4) interactive care. Such elements are difficult in the face of neoliberal subjectivities such as those of the entrepreneur of the self and the indebted subject, since, by privileging instrumental relations, they hinder the emergence of ruptures, different imaginaries and diverse interactions beyond those preserved by capitalist interest.
Keywords
Silvia Federici, communalization, social interactions, responsibility, enactivism, neoliberal subjects
Introducción
El siguiente escrito tiene como finalidad explorar cómo surgen los comunes entendidos como relaciones de cooperación y responsabilidad en el campo de las interacciones sociales, y, paralelamente, analizar qué dificultades enfrenta la concreción de tales relaciones en los contextos contemporáneos de exacerbación neoliberal. Para tal cometido, divido el trabajo en dos secciones: en la primera titulada “Los comunes como relaciones de hacer-común”, recupero la propuesta de los comunes de Silvia Federici y complejizo su comprensión de los comunes como relaciones de cooperación y responsabilidad con elementos de la cognición enactiva, centrándome en las interacciones sociales. La segunda sección lleva por nombre “Neoliberalismo y la anulación de los comunes” y ahí, a través de la recuperación de dos figuras subjetivas claves del neoliberalismo contemporáneo: el sujeto neoliberal como empresario de sí y el sujeto endeudado, analizo cómo las redes neoliberales dificultan el surgimiento de los comunes y cierran espacios para construir formas diversas de relacionarnos. Finalmente, ofrezco conclusiones y puntos de partida para próximas reflexiones.
Los comunes como relaciones de hacer-común
La constante expansión, diversificación e intensificación del neoliberalismo a través de dispositivos de captura subjetiva hacen difícil pensar en rincones de la vida que no hayan sido ya copados por la lógica capitalista. Hoy en día ya no solo nos enfrentamos a la disciplina de los cuerpos a través de estructuras como la escuela, la cárcel y la familia, o al control ideológico mediante creencias, normas y costumbres, sino también al control mediante prácticas voluntarias; las cuales, además de regir la conducta, hacen que los individuos busquen su propia transformación personal asumiendo como propias las dinámicas capitalistas. Así, el control no solo sucede en los aspectos físicos, sino también en los campos del deseo, la imaginación, la identidad, las aspiraciones y emociones de los sujetos. De ahí que autores como Byung-Chung Han hablen de una psicopolítica como esta nueva mutación del neoliberalismo.[1]
Ante este panorama, surge la pregunta sobre cómo hacer frente a las lógicas del capitalismo, cómo integrar formas distintas de relacionarnos y de vivir que no se asienten en la acumulación de riquezas como único interés, acumulación que, cabe mencionar, esconde prácticas de dominio y explotación. Silvia Federici en su libro “Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes” nos ofrece una posibilidad para reconocer los escenarios de resistencia ya existentes, y para imaginar muchos otros que busquen dinámicas distintas a las capitalistas, a saber, la política de los comunes[2].
Desde esta autora, la comprensión de los comunes conlleva ciertas características generales: en primer lugar, implica la existencia de una propiedad compartida, ya sea en forma de riqueza natural o social —tierras, recursos, aptitudes, conocimientos, etcétera— a la cual todos los comuneros tienen acceso y, además, no está a la venta. En segundo lugar, los comunes deben ser espacios autónomos en los cuales se desarrollen habilidades para el autogobierno y la participación plena a través de asambleas y otras formas de democracia directa. En tercer lugar, Federici señala que los comunes no son cosas, sino relaciones sociales que enfatizan el hacer-común, relaciones de cooperación y responsabilidad entre personas y respecto a la tierra, los bosques, los mares y otros animales.[3] En este sentido, los comunes —en tanto relaciones— intentan reconciliar los lazos sociales que las lógicas capitalistas han roto o desdibujado, vinculando e integrando no solo a los sujetos, sino a estos con su entorno, y con ello, generan comunidad.
Ahora bien, ni los comunes ni la comunidad están dados de forma ajena o independiente de las condiciones materiales y de las relaciones que se articulan entre los participantes, en otras palabras, es imposible asumir a un grupo de personas o, en una escala mayor, a una colectividad global como comunidad por el simple hecho de compartir un espacio o tiempo específico. Más bien, la articulación de una comunidad y, consecuentemente, de los comunes pende de las relaciones que se gesten entre los involucrados. Por ello, la filósofa italiana rescata la necesidad de la comunalización como aquella práctica de cooperar, debatir, negociar y aprender a llevar los conflictos y desacuerdos entre involucrados a fin de mostrar la interdependencia entre los mismos y con su entorno.[4]
Este aspecto de los comunes en tanto relaciones es la que me interesa explorar, ya que, si bien la autora enfatiza que aquellos implican relaciones de cooperación y responsabilidad entre los involucrados, no queda claro cómo se logran aquellas cualidades en las relaciones sociales concretas. En otras palabras, quedan al aire preguntas como: ¿Cómo propiciar el desarrollo de la comunalización? ¿Cómo surgen las relaciones sociales que privilegian la cooperación y responsabilidad de los involucrados? ¿Es posible generar este tipo de relaciones en contextos de exacerbación neoliberal? En este sentido, considero prudente mover el campo de análisis a una escala menor, al nivel de las interacciones sociales concretas y desde ahí pensar qué elementos entran en juego a la hora de relacionarnos y cómo algunos de estos favorecen el desarrollo de relaciones más responsables y cooperativas que, en última instancia, puedan potenciar la creación de los comunes.
Un marco conceptual interesante para pensar cómo nos relacionamos proviene de la cognición enactiva, en específico, de la comprensión de las interacciones sociales. Éstas son tematizadas como redes autónomas y autosustentables de procesos relacionales emergentes y dinámicos, donde los involucrados participan en la corregulación para mantener la interacción sin perder su autonomía, al tiempo que forman una creación de sentido participativa[5].[6] Ahora bien, al hablar de interacciones sociales como redes de procesos relacionales es preciso enfatizar que éstas suceden entre cuerpos lingüísticos, es decir, los participantes son asumidos como cuerpos que se van individuando a partir del flujo de expresiones[7] dirigidas a uno mismo y a los otros. Lo cual no quiere decir que el cuerpo se reduzca a esta dimensión lingüística, sino que ésta se relaciona con otras dimensiones como la orgánica y sensoriomotora, que hacen de los cuerpos, en general, procesos abiertos, cambiantes y en movimiento de autoconstitución con otros cuerpos y con el entorno.[8]
De esta definición podemos recuperar varios elementos valiosos para nuestra investigación. En primer lugar, al ser procesos relacionales emergentes y dinámicos, las interacciones sociales abren posibilidades para relacionarnos de manera diversa en función de las condiciones presentes en cada situación, de manera que es imposible instaurar una estructura universal válida para toda interacción. Así, por un lado, las normatividades sociales pueden guiar cómo nos relacionamos en determinados contextos —por ejemplo, en un salón de clases, en el cine, en una protesta, etcétera—, y, por otro lado, la historia concreta de cada cuerpo guía una manera de interactuar en función de las experiencias pasadas —por ejemplo, si los cuerpos han experimentado violencias o represiones en encuentros pasados, su manera de vincularse con otros se verá influenciada por estas experiencias—. No obstante, al mantener el carácter emergente y dinámico, en cada interacción social es posible sedimentar, innovar o transformar tanto las influencias sociales como las maneras de relacionarse de cada cuerpo específico. Por tanto, al interactuar, los involucrados crean un sentido compartido que se acompaña de las historias de otros cuerpos, de su historia particular, de las influencias o normatividades sociales y de las condiciones materiales específicas del encuentro.
En segundo lugar, la corregulación de las interacciones sociales conlleva asimetrías interactivas, es decir, por momentos un participante puede regular mayormente la interacción mientras el otro se acopla y viceversa.[9] Ello con la finalidad de navegar en conjunto los momentos de coordinación y rupturas que se presentan y, así, crear un sentido compartido. En los casos donde la asimetría es absoluta y se niega la autonomía de un participante para ejercer sus poderes de acción sobre la regulación de la interacción, entonces se habla de dominio y no de interacción social. Este punto es clave, ya que el mantener relaciones de dominio sobre otros cuerpos implica negar su participación en la regulación de la interacción y, al mismo tiempo, negarlos como agentes sociales.
Además, recuperando a Sara Ahmed, podemos añadir que cada interacción funciona como un momento de contacto emocional entre cuerpos, es decir, en cada contacto, las emociones producen superficies y fronteras de los cuerpos: los otros nos impresionan y dejan sus impresiones como marcas en nuestros cuerpos, al mismo tiempo que nosotros dejamos huellas en los suyos.[10] Ahora bien, las emociones en tanto relaciones entre cuerpos no son asumidas como innatas o ajenas a las circunstancias históricas, sino que las emociones conllevan ya investiduras de normas sociales, de ahí que las emociones que surgen en cada momento de contacto —o interacción— también dependan de las historias compartidas entre cuerpos y de la historia de cada cuerpo particular. Un ejemplo claro de cómo las emociones producen superficies y fronteras entre cuerpos son las experiencias de racismo, pues en éstas se pone de relieve el desagrado hacia ciertos cuerpos fruto de historias compartidas, las cuales saturan ciertos signos —en este caso el color de piel de los cuerpos— con emociones y moldean los encuentros.[11]
En suma, este análisis de las interacciones sociales desde el enactivismo y los aportes de Sara Ahmed nos permiten observar y traer a cuenta cómo las interacciones sociales son procesos relacionales, dinámicos y emergentes entre cuerpos, donde todos los involucrados se relacionan a partir de su historia singular —que es una historia compartida de otros encuentros pasados con otros cuerpos—, de las historias compartidas sobre cómo interactuar que se consolidan en normas sociales, y de las oportunidades para sedimentar, innovar o transformar que emergen en cada interacción. Así, en cada interacción o contacto entre cuerpos se juegan tanto las historias de esos cuerpos singulares, como las historias compartidas pasadas que guían cómo corregular el encuentro, al mismo tiempo que se abren orientaciones y caminos para futuras interacciones y se van transformando los cuerpos de los involucrados. Cada expresión, acto o emoción involucrada en los contactos, por tanto, participa tanto de lo individual y social como de las experiencias pasadas, y habilita futuros encuentros entre cuerpos.
Dicho lo anterior, ahora retomo las preguntas sobre cómo propiciar que las interacciones sociales fomenten la cooperación y responsabilidad entre los involucrados para, así, incentivar la creación de los comunes. Al respecto, señalo que, en primera instancia, tales interacciones sociales no pueden fundarse en la anulación de los poderes de al menos un involucrado para regular la interacción, es decir, no pueden surgir de una asimetría total, pues ésta implica dominación y negación de un cuerpo como agente. De ahí que no sea posible hablar en general de interacciones sociales y mucho menos de relaciones de cooperación y responsabilidad en encuentros mediados por la negación y dominación de los cuerpos. Lo cual, no obstante, no implica afirmar que tales interacciones deben mantener en todo momento un sentido de horizontalidad plena, pues, como mencioné, las asimetrías sobre quién regula mayoritariamente una interacción pueden ayudar a la corregulación. De esta manera, sugiero que no se deben idealizar las interacciones de cooperación como encuentros sociales sin asimetrías, sino que la cooperación implicaría navegar esas asimetrías conforme a las especificidades de las circunstancias interactivas y de los cuerpos involucrados, cuidando que no se llegue a la asimetría plena.
En segundo lugar, dado que las interacciones sociales son procesos relacionales emergentes y dinámicos, que atraviesan periodos de coordinación y rupturas, entonces se debe mantener cierta apertura para navegar juntos la corregulación y la creación de sentido participativa. Esto implica apertura a los momentos de coordinación y de quiebre y, paralelamente, creatividad para explorar formas distintas de relacionarse con otros y mantener o recuperar la coordinación interactiva.
Fourlas y Cuffari enfatizan la apertura no solo para mantener la interacción, sino hacia los otros cuerpos involucrados en aquella como punto clave. Los autores distinguen entre interacciones basadas en significados solipsistas e interacciones significativas: las primeras se caracterizan por mantener nociones objetivadas de los otros —a través de prejuicios, estereotipos, sesgos y demás—, que reducen su participación y limitan el campo de posibilidades para la creación de sentido participativa. En cambio, las interacciones significativas se caracterizan por asumir a los otros como cuerpos complejos, cambiantes y contradictorios, de los cuales no se tiene un conocimiento total.[12] Así, es posible apuntar que, además de reconocer a los otros como agentes en la corregulación interactiva, las relaciones que busquen la cooperación deben fomentar interacciones significativas.
Paralela a la apertura, desde el enfoque enactivo se propone la vulnerabilidad mutua como rasgo fundamental para lograr tales interacciones significativas. La vulnerabilidad aquí se entiende como la capacidad para afectar y ser afectado por otros cuerpos al momento de la interacción, lo cual implica 1) no asumir un conocimiento pleno del otro, 2) tampoco asumirnos como cuerpos acabados y sin posibilidades de transformación, 3) permitir la corregulación de la interacción, 4) ser capaces de leer las expresiones de los otros y 5) adecuarse a tales expresiones para mantener un flujo de coordinaciones y rupturas interactivas. Lo cual conlleva también un sentido de cuidado interactivo: para que surja una interacción significativa, se requiere que las partes involucradas cuiden que se mantengan las posibilidades de participación de todos los involucrados, al tiempo que se mantiene la apertura y vulnerabilidad para transformarse mutuamente en los contactos.
Considerando la vulnerabilidad y apertura en los contactos entre cuerpos, Fourlas y Cuffari reconocen que se requiere un entrenamiento en la incomodidad para encontrar formas de co-ajustar el afrontamiento o contacto entre cuerpos.[13] Un apunte similar ya se encuentra en Sara Ahmed, ya que para la autora británica la posibilidad de cuestionar y cambiar las emociones con las cuales nos relacionamos con las normas y los cuerpos radica en una forma de trabajo para moverse y ser movido por las emociones, es decir, conlleva aprender a trabajar con y en las heridas de los cuerpos, que salen a la superficie como huellas de lesiones pasadas en el presente para resignificarlas y permitir el surgimiento de emociones distintas frente a los cuerpos. Así, las emociones en tanto relaciones con otros cuerpos no solo permitirían relacionarnos de ciertas maneras, sino también vislumbrar futuros distintos para orientarnos hacia los otros de maneras diferentes.[14]
Finalmente, sobre el papel de la responsabilidad en las interacciones sociales cabe apuntar que ésta no puede pensarse como un asunto de uno a uno, es decir, como si cada cuerpo fuera responsable de manera absoluta sobre los actos en la interacción o, en caso contrario, como si no se pudiera adjudicar responsabilidad a ninguno de los involucrados, dado que se trata de una creación de sentido compartido, que pende de la influencia de factores socioculturales y de las circunstancias concretas de cada encuentro. Fourlas y Cuffari retoman la propuesta de responsabilidad moral compartida de Colombetti y Torrance para afirmar que hablar de responsabilidad en las interacciones sociales conlleva reconocer que ningún participante tiene control total y aislado ni sobre su propio comportamiento, ni el del otro, ni sobre las relaciones que surjan en la interacción, sino que la responsabilidad descansa de manera diferenciada y compartida entre los agentes involucrados, y también sobre las circunstancias e influencias socioculturales concretas.[15]
De esta manera, los autores recurren a los poderes de reflexión crítica y de autocontrol presentes en potencia en los cuerpos para reconocer que los involucrados deben rendir cuentas sobre sus actos e influencias en las interacciones sociales, pero este rendir cuentas o responsabilidad debe tener en consideración tanto la historia singular de navegación por las expresiones y actos pasados de cada involucrado como la historia interaccional concreta que se presente, incluyendo los factores socioculturales y ambientales específicos del contacto entre cuerpos.[16]
Desde el enactivismo, estos poderes de reflexión crítica y autocontrol fundamentan los actos éticos explícitos, es decir, aquellos que requieren la reflexión y que pueden desencadenar cuestionamientos acerca de los marcos y normas sociales que guían las interacciones, así como sobre la responsabilidad compartida sobre los actos de cada cuerpo. No obstante, también es posible hablar de actos éticos pre reflexivos o de un hacer ético pre reflexivo, que se va formando a través de las experiencias pasadas, e implica qué tan hábilmente participamos en las interacciones cuidando la vulnerabilidad de la interacción y de los cuerpos involucrados.[17] Retomando la noción de comunalización de Federici como aquella práctica para aprender a cooperar, debatir, negociar y llevar los conflictos entre participantes, señalo que tal comunalización requeriría tanto de actos éticos explícitos como de actos éticos pre reflexivos, es decir, de un saber ético reflexivo y de un saber ético pre reflexivo que se ejercite con la práctica.
En suma, con lo abordado en este apartado, enumero algunos de los elementos y condiciones que considero necesarios para hablar de relaciones de cooperación y responsabilidad desde las interacciones sociales: 1) mantenimiento de la autonomía de los participantes, es decir, no puede tratarse de relaciones de asimetría interactiva absoluta, como son las relaciones de dominio, 2) apertura interactiva hacia la corregulación y navegación conjunta, así como apertura hacia los otros cuerpos, asumiéndolos como cuerpos complejos, cambiantes y contradictorios, 3) vulnerabilidad mutua para afectar y ser afectado en las interacciones, así como apertura para transformarse con ellas, y 4) cuidado interactivo entendido como cuidado por mantener las posibilidades de participación de todos los involucrados y por mantener una apertura a las transformaciones tanto a nivel individual como social. Dicho lo anterior, en el siguiente apartado, problematizo la concreción de estos elementos en las subjetividades neoliberales.
Neoliberalismo y la anulación de los comunes
La constante expansión de las lógicas capitalistas a todos los rincones de la vida —incluyendo las subjetividades— dificulta la creación y mantenimiento de los comunes que nos propone Silvia Federici; de modo que es posible analizar cómo las influencias capitalistas obstaculizan todas las áreas de los comunes, desde la existencia de una propiedad comunal que no esté a la venta y el reconocimiento de espacios autónomos con autogobiernos, hasta el surgimiento de relaciones sociales que enfaticen el hacer-común o comunalización. En este apartado, me enfoco únicamente en el nivel de los comunes como relaciones basadas en la cooperación y responsabilidad para analizar cómo las redes neoliberales dificultan el surgimiento de tales relaciones y cierran los espacios para construir formas distintas de relacionarnos. Para tal cometido, propongo retomar dos figuras o formas de subjetividad claves del neoliberalismo contemporáneo: el sujeto neoliberal como empresario de sí y el sujeto endeudado para vislumbrar cómo aquellas influyen y posibilitan ciertas maneras de interactuar socialmente.
En primer lugar, habría que reconocer la nueva articulación del neoliberalismo que posibilita hablar de tales subjetividades, es decir, del afinamiento de las mallas de captura subjetiva neoliberal que incluye a las fantasías, deseos, aspiraciones, emociones e inconsciente de los sujetos, lo que Byung-Chung Han reconoce como la era de la psicopolítica.[18] Esta configuración del capitalismo no solo controla a los cuerpos de manera coercitiva, sino también de manera amable, seductora e incitante; donde el poder capitalista se vuelve inteligente, facilitador y afirmativo de las subjetividades en lugar de prohibitivo. De ahí que los sujetos no se asuman como oprimidos o explotados, sino como sujetos en constante transformación individual a través de prácticas voluntarias que reproducen las lógicas capitalistas.
Es en esta mutación del capitalismo que aparece el sujeto neoliberal como empresario de sí, aquel que se asume a sí mismo como una empresa, buscando la optimización de todos sus recursos y el mejor rendimiento de su cuerpo y sus potencialidades —intelectuales, sociales, sexuales, emocionales, etcétera— para obtener mayores ganancias sobre su propia explotación. Lo interesante es que estos sujetos no se reconocen como explotados por las lógicas capitalistas, sino como libres y dueños de sí, capaces de invertir en sí mismos y, así, convertirse en los empresarios que la lógica capitalista asocia como sujetos exitosos y felices. En pocas palabras, se trata de la despolitización de los sujetos mediante la capitalización de los sujetos por ellos mismos. Ya no hay necesidad de un amo externo que los obligue a trabajar, los sujetos empresarios de sí en tanto sujetos de rendimiento absolutizan la vida a la necesidad de trabajar y se convierten en dueños y trabajadores de sí mismos al mismo tiempo y en todas las esferas de la vida.[19]
¿Cómo repercute tal subjetividad empresaria de sí en las interacciones sociales? ¿Por qué y cómo dificulta la formación de relaciones de cooperación y responsabilidad compartida? Para analizar las implicaciones de esta configuración neoliberal es preciso reconocer que al hablar de subjetividad y de su captura por parte del neoliberalismo siempre hablamos de capturas y subjetividades de cuerpos, es decir, que los cuerpos no son accesorios o secundarios a las subjetividades, sino constitutivos de aquellas y de sus potencialidades, de ahí que el poder neoliberal capture las subjetividades en la complejidad de los cuerpos —tanto en aspectos físicos, emocionales y sexuales como en los relativos al deseo, las fantasías y al inconsciente—. Solo reconociendo a los sujetos como cuerpos es que podemos tender un puente con las interacciones sociales desde la perspectiva enactiva, pues ésta reconoce a las interacciones sociales como encuentros interactivos entre cuerpos.
Dicho lo anterior, el primer elemento a rescatar es que los sujetos empresarios de sí enfatizan las relaciones instrumentales con los otros, es decir, al buscar ante todo la ganancia y optimización de los recursos, asumen a los otros como medios para su beneficio, dificultando las relaciones ajenas a esta lógica, pues “entre empresarios no surge una amistad sin fin alguno”.[20] Tal reducción de los otros a medios se puede leer dentro de las interacciones solipsistas propuestas por Fourlas y Cuffari como una mirada objetivada de los otros, que reduce su participación y limita el campo de posibilidades para la creación de sentido compartido en las interacciones. En otros términos, al llegar a cada interacción con un propósito fijo como es el utilizar al otro —ya sea físicamente o a través de sus habilidades o conocimientos—, se reduce la complejidad del otro cuerpo a un recurso para el beneficio propio.
Así, si bien puede haber un trabajo de reconocimiento de los otros como agentes y partícipes de la corregulación interactiva, ésta se reduce a la búsqueda de ganancias, lo cual aniquila cualquier atisbo de apertura, vulnerabilidad y cuidado interactivo, ya que no existe apertura a la complejidad de los otros cuerpos ni apertura a desviar la corregulación a caminos que no participen de la lógica capitalista instrumental. Tampoco existe vulnerabilidad mutua para afectar y ser afectado por los otros cuerpos ni para transformarse en conjunto. Mucho menos se pretende un cuidado interactivo, pues en estas relaciones entre empresarios de sí no se busca un cuidado de la corregulación ni de los cuerpos involucrados, sino un uso y explotación de los otros para maximizar las ganancias.
Otro elemento relevante aquí es que, al preservar este tipo de interacciones sociales instrumentales, los sujetos no solo asumen a los otros como cuerpos acabados y reducidos a medios, sino también a sí mismos como medios para su auto explotación, he aquí lo grave de esta configuración subjetiva neoliberal. El reproducir estas interacciones instrumentales hace que, simultáneamente, el sujeto empresario de sí reduzca su campo de posibilidades de generación de sentido, sus potencialidades y desenvolvimientos sociales, así como su concepción propia al de una empresa. Lo cual conduce a la desvinculación de sí mismo con la complejidad de su cuerpo, con los otros y con el ambiente en general. En suma, el sujeto empresario de sí como explotador de sí mismo no es capaz de formar interacciones significativas que promuevan dichas vinculaciones y propicien el surgimiento de los comunes.[21]
Tal dificultad para construir interacciones significativas, así como sentidos de comunidad con los otros que no obedezcan lógicas de mera ganancia lleva a los empresarios de sí a asumir los problemas sociales como fallas individuales. Con ello, se desdibujan las estructuras y condiciones socioculturales que propician el surgimiento de tales problemáticas, y se dificulta aún más hablar de responsabilidad compartida tanto en los niveles macro como en las interacciones sociales concretas entre cuerpos; dado que se presupone que cada participante en la interacción tiene control total sobre su actuar, que es posible guiar de manera precisa la interacción a través de lógicas instrumentales, que los cuerpos no traen consigo historias pasadas que influyen en su manera de interactuar, y que factores históricos socioculturales y ambientales no afectan la interacción. El poder de reflexión crítica presente en potencia en todos los cuerpos —y elemento clave para pensar la responsabilidad compartida— se ve disminuido por dicha reducción de los sujetos y de la interacción social a las dinámicas instrumentales.
Finalmente, la dificultad de los sujetos empresarios de sí para construir los comunes en tanto relaciones se puede adjudicar en parte a las emociones involucradas en las interacciones instrumentales. Como mencioné, la distinción del poder neoliberal en estas configuraciones radica en ser amable, seductor y atractivo en lugar de represor; así, las relaciones instrumentales con los otros y hacia sí mismos vienen acompañadas de emociones positivas, de satisfacción personal y aprobación social vinculadas a ser exitoso (Han, 2014). De esta manera, si la reducción de los otros y de sí mismos a medios para obtener ganancias está acompañada de emociones positivas y de aprobación social, y si estas emociones —recordando a Sara Ahmed— son relaciones que ya moldean una forma de orientarnos hacia los cuerpos, entonces el surgimiento de perspectivas distintas y críticas sobre las dinámicas capitalistas se vuelve más complicado y, consecuentemente, la construcción de comunes se aleja del horizonte.
La segunda forma de subjetividad es la del sujeto endeudado. Maurizio Lazzarato defiende que, a partir de las crisis financieras de finales del siglo XX, la economía como centro de la política se articula en función de la deuda, paralelamente, ésta funciona como diferenciador de los sujetos, distinguiendo entre acreedores y deudores. La deuda como dispositivo de control neoliberal no solo propicia una estructura económica de desigualdad, sino que organiza la conducta de los sujetos, en palabras de Lazzarato, “es la deuda la que disciplina, domestica, fabrica, modula y modela la subjetividad.[22]
En el terreno de las interacciones sociales, podríamos señalar que las deudas, por un lado, moldean cómo llegan los sujetos a la interacción, pues las experiencias pasadas de vivir endeudado y de estructurar todas las esferas de la vida en función del pago de esa deuda que aumenta potencialmente ya predisponen cómo interactúan los cuerpos endeudados. Por otro lado, la deuda al funcionar como diferenciador de los sujetos —acreedores/deudores— instaura una asimetría entre estos al interactuar, la cual puede dificultar las relaciones de cooperación entre sujetos.
No obstante, el punto que más me interesa resaltar es la temporalidad que configuran las deudas en los sujetos y cómo aquella repercute en la imposibilidad de los comunes. Las deudas reducen el futuro y las posibilidades de los sujetos a las relaciones de poder presentes, pues al prestar dinero se asegura disponer del tiempo futuro del sujeto deudor para saldar esa deuda, en pocas palabras, se objetiva el futuro de los sujetos para mantener las lógicas deudoras que mantienen el ritmo capitalista.[23] La cuestión con esta configuración de la temporalidad es que no solo moldea las interacciones sociales presentes a través de una sensación de vivir en una sociedad sin tiempo, sino también condiciona las interacciones futuras al impedir imaginar rupturas o caminos diferentes a los establecidos por el capital. Si, como mencioné en al apartado anterior, la posibilidad para cuestionar y cambiar las formas en las que nos relacionamos con otros cuerpos requiere un constante trabajo para imaginar y crear futuros distintos de manera conjunta, entonces la captura del tiempo a través de las deudas dificulta tal trabajo y propicia la continuación de las dinámicas capitalistas.
Sintetizando, ambas formas de subjetividad neoliberal —sujeto empresario de sí y sujeto endeudado— dificultan el surgimiento de los comunes en el nivel de las interacciones sociales al, por un lado, reducir las relaciones con los otros a la búsqueda de ganancias, donde los otros cuerpos son reducidos a medios sin importar la complejidad, transformación y contradicciones que presenten. Lo cual dificulta las posibilidades de apertura —de la interacción y hacia los otros—, vulnerabilidad mutua, cuidado interactivo y responsabilidad compartida en el terreno de las interacciones concretas. Por otro lado, las deudas como organizadores tanto de la economía política como de las subjetividades aniquilan el surgimiento de rupturas, imaginarios distintos e interacciones diversas más allá de las preservadas por las dinámicas capitalistas al encapsular la temporalidad.
Conclusiones
A través de esta trayectoria conceptual, he ofrecido herramientas para responder a las interrogantes planteadas desde un inicio, a saber, cómo surgen los comunes en tanto relaciones sociales de cooperación y responsabilidad, y qué dificultades enfrenta la concreción de tales relaciones en los contextos contemporáneos de exacerbación neoliberal. En un primer momento, al tender un puente entre los comunes como relaciones y las interacciones sociales desde el enactivismo, he señalado que para hablar de relaciones de cooperación y responsabilidad en los encuentros concretos entre cuerpos eran necesarias ciertas condiciones o elementos: 1) el mantenimiento de la autonomía de los participantes en la interacción, 2) la apertura interactiva hacia la corregulación y navegación conjunta, así como apertura hacia los otros cuerpos, asumiéndolos como cuerpos complejos, cambiantes y contradictorios, 3) la vulnerabilidad mutua para afectar y ser afectado en las interacciones, así como apertura para transformarse con ellas y 4) el cuidado interactivo entendido como cuidado por mantener las posibilidades de participación de todos los involucrados y por mantener una apertura a las transformaciones tanto a nivel individual como social.
En segundo lugar, al vincular esta comprensión de las interacciones sociales con las subjetividades neoliberales del empresario de sí y del sujeto endeudado, he mostrado que la concreción de las relaciones de cooperación y responsabilidad se dificulta en grado sumo. Ello dado que desde los sujetos como empresarios de sí se exacerban relaciones instrumentales de los otros y hacia sí mismos; lo cual dificulta las posibilidades de apertura —de la interacción y hacia los otros—, la vulnerabilidad mutua, el cuidado interactivo y la responsabilidad compartida en el terreno de las interacciones concretas; elementos clave para articular los comunes en el nivel de las relaciones. Finalmente, desde el sujeto endeudado nos enfrentamos a la captura temporal de las interacciones sociales a las lógicas capitalistas, la cual obstaculiza el surgimiento de rupturas, imaginarios distintos e interacciones diversas más allá de las preservadas por interés capitalista.
No obstante, aún considero que es posible crear distintos caminos e interacciones diversas, dado que —como se mostró en el primer apartado— las interacciones sociales son procesos relacionales emergentes, dinámicos e inacabados, de modo que, a pesar de la exacerbación neoliberal por capturar todos los rincones de la vida y de las subjetividades, las interacciones siempre guardan un sentido de exceso más allá de las intenciones de los involucrados, un exceso que permite la creación de sentidos distintos y diversos a través de la creatividad y apertura para navegar los flujos interactivos entre coordinaciones y rupturas. La apuesta aquí sería señalar el trabajo y compromiso conjunto por propiciar tales creaciones de sentido distintas.
Bibliografía
- Ahmed, Sara, La política cultural de las emociones, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2015.
- Di Paolo, Ezequiel, Elena Cuffari y Hanne De Jaegher, Linguistic Bodies. The Continuity between Life and Language, Massachusetts Institute of Technology, London, 2018.
- Federici, Silvia, Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes, Traficantes de sueños, Madrid, 2020.
- Fourlas, George y Elena Cuffari, “Enacting Ought: Ethics, Anti‑Racism, and Interactional Possibilities” en Topoi, Vol. 41, Núm. 2, 2022, pp. 355-371.
- Han, Byung-Chul, Psicolopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, Herder, México, 2014.
- Lazzarato, Maurizio, La fábrica del hombre endeudado. Ensayo sobre la condición neoliberal, Amorrortu, Buenos Aires, 2013.
Notas
[1] Byung-Chul Han, Psicolopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, ed. cit., p.25.
[2] Federicci resalta los comunes —en plural— en lugar de lo común para enfatizar la diversidad de maneras en las cuales la puesta en marcha de lo común se aterriza en función de los contextos.
[3] Silvia Federici, Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes, ed. cit., p. 171.
[4] Ibidem., p. 141.
[5] La creación de sentido participativa o el participatory sense-making no puede asumirse como la mera suma de intenciones de los participantes, sino como una creación emergente y conjunta que excede sus intenciones y participa de la creatividad y dinamismo que brotan de cada interacción. Ezequiel Di Paolo et al, Linguistic Bodies. The Continuity between Life and Language, ed. cit., p.140.
[6] Ibidem., p. 139.
[7] El término en inglés es utterances y hace referencia a un amplio sentido de actos enactuados por cuerpos lingüísticos que demandan y crean participantes, es decir, nacen en el contexto de las interacciones sociales dialógicas. Tales expresiones engloban palabras, sonidos, gestos, miradas y demás actos que participan de una interacción social dialógica. Ibidem., p. 174.
[8] Ibidem., p. 195.
[9] Aunque aquí solo se mencionan las asimetrías en función de roles de regulador-regulado, otras asimetrías pueden influir en la interacción, como las asimetrías impuestas socialmente. Por ejemplo, asimetrías de edad, género, etnia, religión, etcétera, que pueden influenciar cómo interactúan los participantes.
[10] Sara Ahmed, La política cultural de las emociones, ed. cit., p.28.
[11] Ahmed denomina pegajosidad a la cualidad de los signos para saturarse de emociones y permitir la alineación de cuerpos específicos.
[12] George Fourlas et al, “Enacting Ought: Ethics, Anti‑Racism, and Interactional Possibilities”, ed. cit., p. 365.
[13] Ibidem., p. 365.
[14] Sara Ahmed, La política cultural de las emociones, ed. cit., p. 304.
[15] George Fourlas et al, “Enacting Ought: Ethics, Anti‑Racism, and Interactional Possibilities”, ed. cit., p. 367.
[16] Idem.
[17] Ezequiel Di Paolo, et al, The Continuity between Life and Language, ed. cit., p. 313.
[18] Byung-Chul Han, Psicolopolítica. Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder, ed. cit., p. 25.
[19] Ibidem., p. 18.
[20] Ibidem., p. 13.
[21] Byung-Chung Han enfatiza cómo esta autoexplotación es una forma de autoagresividad que convierte a los sujetos explotados no en revolucionarios, sino en depresivos. Ibidem., p. 18.
[22] Maurizio Lazzarato, La fábrica del hombre endeudado. Ensayo sobre la condición neoliberal, ed. cit., p. 53.
[23] Ibidem., p. 54.