Ruelas J. (1901). La madre muerta, óleo sobre tela.[i]
[i] Julio Ruelas, 1901, La madre muerta, óleo sobre tela. Sin datos. Recuperado de: https://ljz.mx/22/06/2020/julio-ruelas-negras-orillas-del-abismo/
“Quiero pintar el silencio perfecto”
Joke J. Hermsen “La melancolía en tiempos de incertidumbre”.
Resumen
El presente estudio explora el concepto de “silencio a gritos” en la obra de Julio Ruelas, entendido como una paradoja cargada de tensión y significados. A través de una aproximación filosófica y estética, se examina cómo el silencio es una presencia activa que evoca la melancolía, la muerte y la angustia existencial. Apoyándonos en las reflexiones de Emil Cioran y Charles Baudelaire, destacaremos la manera en que se constituye un lenguaje donde el silencio se manifiesta mediante símbolos, atmósferas y vacíos significativos. Se estudiarán tres piezas clave: “Fauno niño”, “La madre muerta” y “El ahorcado”, donde se evidencia cómo el artista logra transformar el silencio en el espacio de lo inefable, estableciendo un diálogo con lo sublime y lo trágico de la existencia humana.
Palabras clave: silencio a gritos, Julio Ruelas, melancolía, muerte, existencialismo, angustia
Abstract
This study examines the concept of “silence out loud” in the plastic art of Julio Ruelas, understood as a paradox full of tensions and meanings. Through a philosophical and aesthetic approach, we will examine how silence operates as an active presence that evokes melancholy, death, and existential anguish. Based on the reflections of Emil Cioran and Charles Baudelaire, the analysis will foucus on the construction of a visual language in which silence manifests itself through symbols, atmospheres, and significant emptiness. We will analyze three important paintings: “Child faun”, “Dead mother”, and “The hanged man”, reveling how the artist transforms silence into a space of the ineffable, and creates a dialogue with the sublime and the tragic aspects of human existence.
Key words: Silence out loud, Julio Ruelas, melancholy, death, existentialism, anguish
Introducción
El silencio, como fenómeno complejo y multifacético, ha sido objeto de reflexión en diversas disciplinas, desde la filosofía hasta las artes visuales. Tradicionalmente, se entiende como la ausencia de sonido, sin embargo, esta concepción resulta reduccionista y limitante. Por ello, partamos del supuesto de que el silencio absoluto no existe como entidad fija, sino que es una construcción subjetiva y relativa. En lugar de concebirlo como un vacío, podemos entenderlo como una presencia activa, cargada de significados múltiples, como lo refiere Terrón Blanco, académico de la Universidad de Barcelona y director del Departamento de Comunicación Audiovisual, en su ensayo “El silencio y la narración fotográfica”: “Lo que nos lleva a mantener que la nada, el silencio, es una construcción de lo que “allí podría haber”, el propio silencio.”[1] Esto subraya que el silencio no es equivalente a la nada, sino, un espacio habitado por posibilidades interpretativas, moldeadas por diversos factores como los contextos individuales, culturales, religiosos, entre otros.
Dentro de este marco, la filósofa, ensayista y novelista Susan Sontag en su libro “Estilos Radicales”, donde elabora un análisis sobre la expresión artística y estética en diversos ensayos, propone una lectura del silencio como un término retórico, cuyas nociones afines—como el vacío, la reducción o el grado cero—poseen una compleja gama de aplicaciones dentro de una retórica tanto espiritual como cultural.[2] Estas concepciones del silencio resultan fundamentales en el arte, comenta la autora, ya que configuran estrategias para mirar y escuchar, estimulando la experiencia artística y propiciando una aproximación conceptual y consciente a la obra.
En el ámbito artístico, el silencio participa tanto de la experiencia contemplativa como de la carga simbólica que adquiere la obra de arte a través de múltiples significados. No obstante, no se manifiesta de manera literal. Como señala la escritora Maria Jesús Gónzalez Olivar, al analizar las creaciones artísticas de la muestra Silences, el silencio en las obras de arte se presenta como “una suerte de presencia que emana de ellas y sugiere un estado de ánimo particular para el espectador.”[3] Así, el silencio en el arte existe a través de sus propios simbolismos, manifestándose como una presencia, un estado que habita en objetos, personajes, colores y atmósferas, configurando un ambiente de silencio en la obra.
Dichas configuraciones del silencio que habitan y conforman la obra de arte se convierten en un lenguaje propio que comunica más allá de lo evidente, abriendo espacio a múltiples lecturas. En este sentido, la obra de Julio Ruelas Suárez (21 de junio de 1870, Zacatecas-16 de septiembre de 1907, París), encarna el silencio de manera intensa y compleja, como una presencia activa y desbordante. Ruelas, artista de origen zacatecano, fue un personaje complejo que no se identificó a sí mismo en una corriente artística determinada, sin embargo, se le puede relacionar con el decadentismo, el simbolismo y el romanticismo, e inclusive ha sido vinculado con el realismo existencial, una perspectiva propuesta por el escritor e historiador mexicano Justino Fernández.
Es importante señalar que, si bien no es el objetivo de este estudio profundizar en la biografía del artista zacatecano, hay que tomar en cuenta algunas consideraciones al respecto, con el fin de contextualizar su producción artística. Ruelas, vivió entre México y Europa, lo que le permitió empaparse de las influencias propias tanto de su tiempo como del constructo sociocultural de los países en que vivió, principalmente Alemania, Francia y México. Sus aportaciones como ilustrador principal en “La Revista Moderna”, lo suscriben dentro de los círculos intelectuales de su época, este grupo de personajes, señala Sullivan (1996) artista visual estadounidense en su libro “Arte Latinoamericano del siglo XX”, impulsaron un modernismo de raíz simbolista y se les denominaba como “los románticos”.
Así mismo, a Ruelas se le puede ubicar entre los denominados artistas malditos, no solo por su arte, sino también por su estilo de vida, que estuvo lleno de excesos y bohemia, lo que contribuyó probablemente a su temprana muerte a la edad de 37 años a causa de la tuberculosis. En este sentido, el crítico de arte Jorge J. Crespo de la Serna refiere que su estancia en París, fue atormentada e irregular, situación que el mismo artista expresaba en las cartas que le enviaba a su familia, donde se quejaba por falta de dinero y deudas.[4]
En este marco proponemos analizar la obra de Ruelas a través del concepto silencio a gritos. Este término refleja una contradicción inherente: un silencio que no es en sí mismo pasivo ni inerte, sino que posee una carga emocional y filosófica tan intensa que “grita”, se manifiesta y se expresa en lo inefable. Esta paradoja se adapta particularmente bien a las representaciones de Ruelas, donde la quietud está imbuida de un grito silencioso, una violencia emocional que se transmite no solo a través de las formas, sino también a través de los vacíos y las ausencias de sus obras.
Pensar la problemática del silencio en la producción de Julio Ruelas implica evidenciar su vínculo con la melancolía y muerte, dos constantes en su corpus artístico: este “gritar en silencio” se convierte en un espacio donde se condensan estas categorías. Influenciado por la estética simbolista, decadentista y romántica, Ruelas logra mantener su vigencia al abordar temas universales de la condición humana, como la muerte, la fantasía, la sexualidad y el dolor. Estas temáticas no solo son definitorias de su estilo artístico, sino que también están profusamente ligadas a la visión del silencio como un espacio de reflexión existencial.
Su imaginario transita entre universos de cadáveres, laceraciones y otras representaciones, como paisajes, retratos y las denominadas máscaras. Estas imágenes no solo reflejan las inquietudes del artista inmerso en su contexto histórico, sino que las trascienden, al plasmar cuestiones existencialistas: como el tránsito entre la vida y la muerte o la angustia y el deseo, elementos que continúan interpelando al espectador.
Con el fin de articular este análisis, se propone abordar las aportaciones teóricas, poéticas y filosóficas de Emil Cioran y Charles Baudelaire, cuyas disertaciones ofrecen una base sólida para la reflexión en torno al silencio a gritos en la obra de Ruelas. Cioran, filósofo y escritor de origen rumano, se erige como el pensador del pesimismo radical, a través de lo que podría definirse como un pesimismo existencialista, el autor reflexiona sobre la condición humana, abordando verdades fundamentales como la muerte, el suicidio, el sufrimiento y el absurdo de la vida: insoportable, pero también una forma de resistencia. Mientras que Baudelaire, poeta y ensayista francés, fue precursor de importantes vanguardias como el simbolismo y el parnasianismo, además de representar la figura del poeta maldito. En su poesía, cargada de angustia y rebeldía, fue una fuente esencial de inspiración para Ruelas. En suma, sus planteamientos constituyen una indagación extrema sobre el desencanto, la fatiga, el exilio, la podredumbre y el suicidio, entre otros temas, revelando así las facetas más oscuras de la condición humana.
En este marco de estudio, se analizarán tres piezas clave de la producción artística de Julio Ruelas: “Fauno niño”, “La madre muerta” y “El ahorcado”. Estas obras, realizadas en distintos momentos de su carrera y bajo diversas influencias, ofrecen una visión del modo en que se configura el silencio en su pintura. A través de estas composiciones, el artista ilustra la presencia de la melancolía y la muerte, a través de un silencio cargado de significados, un espacio de lo inefable.
Ruelas J. (1896). Fauno niño, óleo sobre cartón[5].
Como se observará, en su trabajo, el silencio se materializa en la simbología, la atmósfera y la disposición de los elementos visuales: en la quietud de los personajes, en los espacios vacíos que los rodean, así como en la suspensión entre lo presente y lo ausente. Esta evocación del silencio se erige como una metáfora visual de lo indecible de la existencia humana.
Así pues, este análisis pondrá de relieve cómo el silencio a gritos, entendido como una forma de silencio cargado de tensión y significados, atraviesa la obra del artista zacatecano, generando un espacio donde lo visual adquiere una potencia expresiva singular, evidenciando la presencia latente del dolor, la pérdida y, en suma, de la condición humana.
El “silencio a gritos” como clave interpretativa en la obra de Julio Ruelas
El silencio a gritos, como se observa, implica una contradicción inherente, al fusionar dos términos opuestos: el silencio y el grito. Este oxímoron genera una retórica profundamente sugestiva, que añade matices y paradojas al análisis del silencio en la obra de Julio Ruelas. En ese sentido, señalaremos algunos teóricos que arrojan luz al concepto del silencio a gritos. La filósofa Johannetta Hermsen, en su libro “La melancolía en tiempos de incertidumbre”, menciona que este término fue el título de la exposición Silence Out Loud de Joost Zwagerman en 2015 en Holanda, cuya traducción puede ser 231 o “silencio ensordecedor.”[6] Según Hermsen, la exposición no se limitaba a la ausencia de sonido o al deseo de callar, sino que exploraba la “pluriformidad visual de lo inaudible,”[7] capturando la intensidad abrumadora del silencio.
En la obra de Ruelas, este silencio a gritos funciona como un mecanismo que interpela al espectador, sumergiéndolo en los espacios y personajes que habitan sus pinturas. Como señala Hermsen en sus reflexiones sobre el silencio en el arte, este “parece una condición para ver las cosas con una mirada nueva o hablar a gritos con una nueva voz.”[8]
Este hablar a gritos que cobra fuerza en la obra de Ruelas, se manifiesta a través de la presencia activa de la muerte y la melancolía, que habita en las representaciones visuales del dolor, la pérdida y la fantasía oscura, donde las imágenes expresan angustia, son sublimes, pero muchas veces también grotescas y violentas.
Así mismo, podemos explorar también el grito contenido, en el que el silencio de sus obras transforma el aparente vacío en una presencia emocional y existencial. Esto se percibe en la desolación de sus personajes y en sus paisajes, donde la inmovilidad y la atmósfera opresiva sugieren una tensión latente. Este grito contenido no solo alude a la desesperación y la soledad, sino que también funciona como una denuncia de la realidad desde un pesimismo que pone de manifiesto lo trágico de la existencia.
Dicha filosofía resuena con las reflexiones de Emil Cioran y Charles Baudelaire, donde encontramos cierto romanticismo oscuro, marcado por una visión profundamente pesimista de la existencia. La sentencia de Cioran, que escribe en su obra “Brevario de podredumbre”: “El poeta se traicionaría si aspirase a salvarse: la salvación es la muerte del canto, la negación del arte y del espíritu,”[9] parece una prolongación de la figura del poeta maldito baudelairiano, atrapado en la angustia existencialista de la que no puede ni quiere escapar, pues se negaría a sí mismo y por ende, a su arte.
Como se ha comentado, la definición de poeta maldito se ajusta perfectamente con la vida y obra de Ruelas. Podríamos señalar que Ruelas, como poeta maldito, abrazó el silencio de una forma particular, que se opone a la idea de un silencio apacible, contemplativo más relacionado con la paz interior y la calma. Por el contrario, el silencio a gritos, como ya se ha vislumbrado, es tenso y angustiante.
Este silencio que es angustia y tensión lo observamos en las reflexiones de estos dos autores, encontrando importantes convergencias en relación con el silencio a gritos en la obra de Ruelas, como se verá. Podemos definir al silencio baudelairiano como propio de las representaciones de la noche, el horror, las tinieblas, lo sombrío, la eternidad, la muerte y el sueño. Por su parte, las reflexiones de Cioran al respecto, nos permiten entrever como el silencio pertenece también al luto, al infinito, al suicidio y la fatiga existencial. En Ruelas estas cuestiones son visibles tanto en sus temáticas como en sus atmósferas. Ejemplos de ello son numerosos, por ejemplo: en “El pastor suicida” la representación del suicidio se suscribe a estas formas del silencio en su fuerza trágica y existencial.
A partir de estas claves filosóficas, podemos comprender cómo la obra de Ruelas se funde en este silencio a gritos. Las reflexiones de ambos autores permiten conceptualizar el silencio, en su faceta más lúgubre, violenta y sublime, en sus creaciones, llevándonos a una meditación profunda sobre la condición humana en su expresión visceral, melancólica y trágica.
Desde esta perspectiva, es posible hablar de la violencia simbólica, que podemos definir como aquella violencia que no es física, sino que se manifiesta en el plano existencial y psicológico, presentándose en el universo artístico a través de los símbolos, generando una opresión silenciosa, proyectando el abismo interno del ser humano. Así mismo, retomando la figura del poeta maldito, también se suscribe en esta violencia simbólica: el sufrimiento del poeta no solo se convierte en una agresión interna, sino también en una forma de resistencia contra las expectativas de la sociedad. Así, el poeta no solo es marginado por la sociedad, sino que su propia grandeza lo convierte en un ser trágico, incapaz de encontrar consuelo.
Tanto en la obra de Ruelas, como en la vida del artista, la violencia simbólica se evidencia en el vacío emocional y melancólico que se experimenta al contemplar sus piezas, así como en la angustia que expresaba en sus cartas. Sus figuras desoladas y solitarias, así como sus paisajes, parecen ser víctimas de esta violencia, reflejando una desconexión con el mundo. Sin embargo, también manifiestan una resistencia ante el peso exacerbante de la existencia.
Así pues, este silencio a gritos en la creación artística de Ruelas resulta en un llamado urgente que invitan a una reflexión existencial. Estas configuraciones representan solo una ventana inicial al vasto universo de significados y retóricas que habitan el imaginario del silencio en la obra de Julio Ruelas. A partir de estas premisas, podemos adentrarnos más directamente en el análisis de su obra plástica.
Manifestaciones del silencio a gritos en la obra rueliana
Las manifestaciones del silencio en la obra de Ruelas expresan ese grito contenido que se rebela contra la podredumbre de lo cotidiano, donde la muerte y la melancolía convergen en una retórica que magnifica lo inherente a la condición humana en sus facetas más oscuras. Ambas se entrelazan en su imaginario visual, generando composiciones donde la ausencia, el sufrimiento y la violencia surgen en ese existencialismo decadente, que opera como una metáfora de lo inefable.
La dialéctica entre silencio, muerte y melancolía recorre toda su producción artística, destacando en aquellas obras donde la expresión de los personajes, la atmósfera y los simbolismos articulan el vacío emocional. Como se observa en la primera obra a analizar: el “Fauno niño”, donde la mirada ausente del personaje amplifica esta sensación de vacío, generando una atmósfera que invita a una reflexión sobre el sufrimiento. Aquí, el silencio no solo habita en la quietud del personaje, sino que se extiende como una resonancia de tristeza y pérdida.
La melancolía, en este sentido, se manifiesta como un eco de angustia existencial, reflejado en la expresión serena pero inquietante del personaje. Así, la figura del fauno adquiere un carácter melancólico, y en su silencio visual transmite un grito existencial contenido. Este sentimiento de desolación encuentra eco en las palabras de Cioran en “Brevario de podredumbre”, cuando afirma: “Así la melancolía emana de nuestras vísceras y alcanza el vacío cósmico.”[10] Las palabras de Cioran reflejan esa misma constante presencia de la muerte que impregna la obra de Ruelas, donde la melancolía no es solo un sentimiento pasivo, sino una resistencia frente a la inevitabilidad de la desaparición.
Esta idea resuena en “Fauno niño”, donde la mirada ausente del personaje no solo evoca desolación, sino que también sugiere una inmersión en un espacio infinito y silencioso, donde el límite entre el mundo interior y exterior se disuelve en la contemplación melancólica. Esta melancolía va de la mano con la soledad, una soledad que en “Fauno niño” se evidencia a través del personaje representado. En este marco, Cioran, en “En las cimas de la desesperación”, reflexiona: “¿Qué sentido adquiere la soledad en la melancolía? ¿No está acaso vinculada al sentimiento de lo infinito, tanto interior como exterior? La mirada melancólica permanece inexpresiva mientras sea concebida sin la perspectiva de lo ilimitado.”[11]
Como se observa el fauno, como figura mitológica, acentúa la melancolía: aunque tradicionalmente se le asocia con la protección de los bosques, en el imaginario rueliano también encarna el sufrimiento humano. La flauta de Pan, tradicionalmente asociada con esta criatura, evoca tanto el dolor erótico como el funerario, insertándose en la atmósfera de silencio con una resonancia melancólica. Su melodía, lejana y evanescente, nunca se concreta del todo, quedando suspendida en un limbo de posibilidades no realizadas, como un eco que se disuelve en el vacío.
El simbolismo infantil también juega un papel crucial en la creación de esta atmósfera melancólica. Como señala Hermsen, la melancolía no solo está vinculada al miedo a la muerte, sino también a la pérdida de la infancia.[12] “Fauno niño”, con su reminiscencia mitológica, está cargado de la añoranza por la infancia perdida, un tiempo más puro, pero también más frágil.
La evocación de la infancia perdida se entrelaza con otro elemento clave en la obra de Ruelas: El color negro refuerza la atmósfera de duelo y melancolía, convirtiéndose en un elemento esencial en la construcción de este silencio visual.
Dentro de dicha construcción visual, el uso del negro, según señala el poeta y crítico de arte Juan Eduardo Cirlot en su “Diccionario de símbolos”, se convierte en otro vehículo del silencio melancólico.[13] Asociado con las tinieblas y lo desconocido, el negro añade misterio y profundidad al vacío presente en la obra, revelando y ocultando a la vez. Este color, presente en las composiciones de Ruelas, nos recuerda el peso de la oscuridad que permea la existencia humana, transformando el silencio en un abismo insondable que interpela al espectador.
La presencia del color negro en sus piezas, cobra un papel central, especialmente en “La madre muerta”, pues este color aparece en gran parte de la obra, por contraste, la cabeza de la madre resalta, conectando con el simbolismo místico que la cabeza representa, especialmente en relación con la muerte. Esta figura se erige como un punto focal, que llama la atención del espectador.
La relación del negro con la muerte es amplia en diversas tradiciones simbólicas. Como señala Jean Chevallier, escritor, filósofo y teólogo francés, en su “Diccionario de Símbolos”, este color se asocia con figuras mortuorias como los caballos y bueyes de la muerte, así como con los murciélagos de la noche, reforzando su vínculo con el inframundo y la transición entre la vida y la muerte.[14] Asimismo, el castillo negro, símbolo de lo perdido y condenado, y el sol negro de las culturas prehispánicas mexicanas, consolidan la conexión del negro con la oscuridad, la muerte, la melancolía y el tránsito entre planos de existencia.
Esta conexión entre la muerte y la melancolía encuentra una resonancia particular en el contexto cultural mexicano, que Ruelas maneja con profundidad, integrando un simbolismo que es a la vez personal y colectivo. La madre en su obra, adquiere una carga simbólica compleja, marcada por la dualidad entre la vida y la muerte, evocando la ambivalencia de la naturaleza materna, que Chevallier describe como conectada con la tierra, el mar, la vida y la muerte,[15] pues del vientre materno nacemos y a la tierra regresamos al morir. Esta figura materna es tratada de manera notablemente distinta a otras representaciones femeninas en la obra de Ruelas, a las cuales a menudo les otorga un carácter más sombrío o incluso misógino.
Ruelas J. (1890). El ahorcado, óleo sobre cartón.[16]
Así pues, el negro también crea un espacio de reflexión sobre la memoria y el luto, convirtiéndose en un eco de la pérdida y remitiendo a prácticas históricas de representación de la muerte. Una de ellas es la fotografía post-mortem, popular en el siglo XIX y extendida a diversas partes del mundo, incluida México. En este contexto, la imagen de la madre, inmaculada y serena, adquiere el carácter de una “inmortalización” simbólica, un ritual de duelo que la congela en una representación idealizada y solemne. La pieza artística, cargada del silencio de la nostalgia, sugiere ese instante de detención, donde la muerte y la memoria se entrelazan en un mismo espacio atemporal.
Estas configuraciones de la muerte encuentran un eco en la visión de Cioran, quien percibe en ella no solo un final, sino una transformación que otorga un nuevo sentido a la existencia. Como señala en su reflexión en “Brevario de Podredumbre”: “Todo lo que prefigura la muerte añade una cualidad de novedad a la vida, la modifica y la amplía.”[17]
En Ruelas, la obsesión con la muerte resulta en un vehículo para la reflexión sobre la fugacidad de la existencia y la intensidad del sufrimiento. Su arte nos permite observar como su inminencia transforma la vivencia humana, atravesada también el apremio de la melancolía.
Finalmente, analizaremos la obra “El ahorcado”, en la que el silencio desempeña un papel fundamental en la expresión de cada uno de los personajes, cuya presencia genera sensaciones complejas en el espectador. En esta composición, la muerte se erige como el eje temático central. A partir de la disposición de los personajes en primer plano (de izquierda a derecha: Fernando Servín, la Muerte y Alejandro Ruelas), el artista confiere a cada figura un simbolismo evidente, pero de gran profundidad interpretativa.
El silencio en esta obra emerge de manera cruda y violenta. Se manifiesta en múltiples dimensiones: en la quietud de Servín, en la serenidad que lo envuelve y en el gesto de la Muerte, cuyo grito se convierte en una muda e imperturbable expresión de la fatalidad. Asimismo, el aura que rodea la cabeza de Alejandro Ruelas introduce un silencio grotesco, en contraste con la calma meditativa de Ruelas y Servín. Estos elementos configuran una atmósfera de profunda introspección, como si todo quedara suspendido en un instante atemporal, donde las emociones flotan en la quietud, conteniendo el sufrimiento.
Este silencio se extiende a la figura del autorretrato: Ruelas, al colocarse en segundo plano, parece observar y contemplar con una calma que no perturba la escena, un acto que podría interpretarse como un símbolo de distanciamiento. El silencio aquí puede ser interpretado como una respuesta interior a la muerte, un momento en el que el arte se convierte en un espacio introspectivo, donde el artista se conecta con su propio sufrimiento y su conciencia de la finitud humana. La sutileza melancólica que permea “El ahorcado” no solo alude a una sensación de pérdida, sino a una reflexión profunda en la que el silencio se convierte en el medio para explorar la mortalidad, la desesperación y el inevitable paso hacia la nada.
Además, la necesidad de autorretratarse en semejante escena evidencia un inquietante nexo con la muerte, que no solo se erige como la protagonista de la obra, sino también como un espacio de reflexión en el que Ruelas se inscribe. El silencio que emana de la escena intensifica su carácter ominoso, como un susurro que solo los muertos pueden escuchar. En este marco, el suicidio y la interpretación de Alejandro Servín como representación de este acto constituyen un tema recurrente en la narrativa rueliana, encontrando un eco en las reflexiones de Cioran, quien lo define como la “violencia última contra uno mismo”, clave en su pensamiento. En esta pintura, la crueldad, la degradación, el miedo y la muerte configuran una visión del mundo en la que la desesperanza y la violencia son inherentes a la condición humana.
En cuanto a la Muerte como personaje, se presenta en la obra con una expresión burlona y grotesca, pero también silenciosa. Aunque su carcajada podría interpretarse como un grito macabro, el gesto de la calavera que domina la escena está enmarcado por un silencio que intensifica su presencia ominosa. Esta imagen no solo resalta la quietud de la muerte, sino que también subraya la transitoriedad de la vida, evidente en el contraste con la luz que se filtra a través de la pequeña ventana del fondo. La luz actúa como un recordatorio de que la vida persiste más allá de este espacio cargado de muerte, mientras que todo dentro de la escena parece suspendido en un instante detenido por el silencio.
Este silencio que envuelve la escena no es un vacío pasivo, sino una manifestación del tormento existencial que se intensifica por su propia naturaleza. Esta idea refuerza la noción de que el silencio en la obra de Ruelas no es pacífico, sino un eco de angustia, donde la muerte y la melancolía se entrelazan en un lenguaje visual silencioso que funciona como un clamor interno.
La vida y la muerte son parte de un todo; sin embargo, el privilegio de conectarse con la muerte se convierte en una necesidad espiritual para el artista, quien, en este caso, se encuentra en la silenciosa habitación que la muerte habita, mientras afuera, en el mundo, la vida resplandece en su continuo fluir. El silencio aquí se convierte en el medio de unión entre ambas dimensiones: la vida que se manifiesta fuera de la habitación y la muerte que impera en su interior. Como bien señalara Baudelaire en “Las flores del mal”, en su poema La muerte de los pobres: la muerte es la puerta abierta a nuevos misterios.[18] En este sentido, el silencio en la obra de Ruelas adquiere una dimensión misteriosa, funcionando como un umbral que nos confronta con la eternidad y la incertidumbre del “más allá”.
En este sentido, “El ahorcado” se presenta como un medio para explorar la profundidad emocional del tema de la muerte. La quietud en la escena, la frialdad cromática y la distancia emocional del autorretrato del artista, nos invitan reflexionar sobre la finitud humana, utilizando el silencio como lenguaje para enfrentar lo inabarcable de la mortalidad. Ruelas, al colocarse a sí mismo en segundo plano y dar protagonismo a la Muerte, nos invita a contemplarla como una presencia constante en nuestras vidas, la verdad última de la existencia humana.
Conclusión
A lo largo de este análisis, hemos desarrollado una perspectiva particular sobre el silencio en la obra rueliana y su vínculo con la muerte y la melancolía. Este silencio se manifiesta en su arte a través de lo que hemos denominado como silencio a gritos, una categorización compleja, como se ha evidenciado a través de este estudio. Este concepto, rico en matices dialécticos y retóricos, ha permitido reflexionar sobre cómo el silencio puede convertirse en una presencia activa, cargada de significados.
En este marco de estudio, los planteamientos teóricos del silencio a gritos analizados en los lienzos de Julio Ruelas permiten que la experiencia estética se entrelace con la filosófica, de la mano de Emil Cioran y Charles Baudelaire. Sus reflexiones sobre el pesimismo, el suicidio, la muerte y la melancolía, atravesadas por un existencialismo y un romanticismo oscuro, sirven como clave para comprender la presencia del silencio en la obra de Ruelas.
A partir de las contribuciones de estos teóricos y mediante el análisis de sus postulados filosóficos y poéticos, se ha logrado establecer y fortalecer la conexión entre el silencio a gritos, la muerte y la melancolía, creando un entramado lógico que se manifiesta de diversas formas en las obras del artista zacatecano aquí analizadas.
Cada obra de Julio Ruelas presenta una manifestación particular del silencio, lo que permite observar distintas facetas del concepto de silencio a gritos. En “Fauno niño”, el silencio se caracteriza por una cualidad psicológica y contenida, evocando una quietud inquietante; en “La madre muerta”, el silencio funerario y de luto adquiere una densidad palpable, reforzado por la simbología del color negro; finalmente, en “El ahorcado”, el silencio se manifiesta en su forma más violenta y ominosa, cargada de una complejidad simbólica que abarca desde el suicidio hasta la decapitación, reflejando la intensidad y los contrastes presentes en las escenas retratadas.
Lo que se aprecia a través de esta indagación, a partir de la selección de obras y de su análisis en el marco del silencio a gritos, es como la obra de Julio Ruelas se expande más allá de los lienzos para convertirse en una experiencia filosófica, donde lo visual y lo emocional se entrelazan en una manifestación casi palpable de lo inefable de la naturaleza humana, en su faceta más oscura y cruda. Este silencio trasciende las formas de su representación tradicional para envolver al espectador en una atmósfera que se siente profundamente.
Las imágenes que conforman este silencio a gritos permiten explorar la profundidad de lo que implica el silencio en el análisis del arte plástico. Al ser interpretado a través de objetos visuales, el silencio se revela no como una mera ausencia de sonido, sino como un espacio cargado de simbolismo, significados e imágenes. Este enfoque invita a una experiencia estética que puede evocar no solo visualmente, sino también sensorialmente, rememorando olores, sonidos y otras percepciones. De este modo, el silencio se configura como una dimensión compleja y multifacética, inherente a la naturaleza misma de la obra artística.
En este sentido, su obra ofrece una experiencia emocional que desafía la percepción tradicional del silencio en el arte, invitando a los espectadores actuales a explorar las sombras de la melancolía y la muerte con una sensibilidad que sigue siendo relevante hoy en día.
Su obra, no solo ofrece una experiencia emocional que desafía la percepción tradicional del silencio en el arte, sino que también interpela al espectador contemporáneo. Las reflexiones que hemos desarrollado en este análisis siguen dialogando con una sensibilidad actual marcada por la incertidumbre y la fugacidad de la existencia. De esta manera, el silencio a gritos en Ruelas no solo remite a las complejidades emocionales de su tiempo, sino que continúa resonando en nuestra época, reafirmando su vigencia y poder evocador.
Bibliografía
- Baudelaire, Charles. https://ciudadseva.com/texto/la-muerte-de-los-pobres/
- Cioran, E.M. En las cimas de la desesperación. Éditions de l’Herne, 1996.
- Cioran, E.M. Brevario de podredumbre. URL: https://monoskop.org/images/d/dd/Cioran_EM_Breviario_de_podredumbre.pdf
- Chevalier, Jean. Diccionario de símbolos. Herder editorial, 2000.
- Crespo de la Serna, Jorge J. Julio Ruelas en la vida y en el arte. Fondo de Cultura Económica, 1968.
- Del Conde, Teresa. Julio Ruelas. México: Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, 1976.
- Fernández, Justino. El arte del siglo XIX en México. EUA: Universidad de Texas, 1967.
- González Olivar, María Jesús. “El silencio sonoro de las artes visuales”. https://www.womanessentia.com/arte-y-cultura/arte/exposicion-silences-rath-museum-artes-visuales-silencio/,
- Hermsen Joke. La melancolía en tiempos de incertidumbre. Amsterdam: Siruela, 2019.
- Sáez Mateu, Ferran. La superficie: la vida entre pantallas. Madrid: ED Libros, 2018.
- Sontag, Susan. Estilos Radicales. España: Penguin Random House, 2007.
- Sullivan, Eduard J. Arte latinoamericano del siglo XX. España: Nerea, 1996.
- Terrón Blanco, José Luis. El silencio y la narración fotográfica. España: Universidad Autónoma de Barcelona, 2021.
Notas
[1] José Luis Terrón Blanco, El silencio y la narración fotográfica, ed., cit., p. 3.
[2] Susan Sontag, Estilos radicales, ed., cit., passim.
[3] Maria Jesús González Olivar, “El silencio sonoro de las artes visuales”, https://www.womanessentia.com/arte-y-cultura/arte/exposicion-silences-rath-museum-artes-visuales-silencio/, consultado el 17 de febrero de 2025.
[4] Véase Jorge J. Crespa de Serna, Julio Ruelas y en el arte, ed., cit., passim.
[5] Julio Ruelas, (1896). Fauno niño, óleo sobre cartón. Sin datos. Recuperado de: https://ljz.mx/22/06/2020/julio-ruelas-negras-orillas-del-abismo/
[6] Véase Joke J. Hermsen, La melancolía en tiempos de incertidumbre, ed., cit., p. 47.
[7] Idem.
[8] Ibidem, p. 48.
[9] Emil Cioran, Breviario de la podredumbre, ed., cit., p. 20. Consultado en línea:
https://monoskop.org/images/d/dd/Cioran_EM_Breviario_de_podredumbre.pdf.
[10] Ibidem, p. 21.
[11] Emil Cioran, En las cimas de la desesperación, ed., cit., p. 24.
[12] Hermsen Joke, La melancolía, ed., cit., p. 24.
[13] Véase Juan Eduardo Cirlot, Diccionario de símbolos, ed., cit.
[14] Idem.
[15] Idem.
[16] Julio Ruelas, (1890). El ahorcado, óleo sobre cartón. 12.5x 15 cm. Recuperado de: https://es.artsdot.com/@@/ARCSEX-Julio-Ruelas-Autorretrato-con-Fernando-Serv%C3%ADn-y-Alejandro-Ruelas-%28El-ahorcado%29
[17] Emil Cioran, Breviario de la podredumbre, ed., cit., p. 11.
[18] Charles Baudelaire, poema La muerte de los pobres. Consultado en línea: https://ciudadseva.com/texto/la-muerte-de-los-pobres/