Es el pensamiento mismo el que exige
este reparto de pensamiento entre amigos.
Deleuze y Guattari
Resumen
Este ensayo trata sobre la amistad de Jean Oury y Félix Guattari, como este encuentro fue fundamental para el desarrollo de una práctica clínica —y política— que tuvo lugar a partir de 1953 en la clínica La Borde en Francia. Influenciado por las propuestas de la psicoterapia institucional, así como interesado por la teoría psicoanalítica de Jacques Lacan, Jean Oury desarrolló durante toda su vida un modo de ser psiquiátrico singular que sobrevive hasta los días de hoy. Félix Guattari, aunque haya quedado conocido al lado de Deleuze, ha sido un importante aliado en esa experimentación clínica-política-estética.
Palabras clave: Jean Oury, Félix Guattari, psicoterapia institucional, esquizoanálisis, psicoanálisis, experiencia clínica.
Abstract
This essay deals with the friendship of Jean Oury and Félix Guattari, how this meeting was fundamental for the development of a clinical – and political – practice that took place from 1953 onwards at the La Borde clinic in France. Influenced by the proposals of institutional psychotherapy, as well as interested in the psychoanalytic theory of Jacques Lacan, Jean Oury developed throughout his life a singular psychiatric mode of being that survives to this day. Félix Guattari, although he became known alongside Deleuze, has been an important ally in this clinical-political-aesthetic experimentation.
Keywords: Jean Oury, Félix Guattari, institutional psychotherapy, schizoanalysis, psychoanalysis, clinical experience.
En la filosofía es común encontrar el nombre Félix Guattari acompañado de otro, el de Gilles Deleuze. D&G. Deleuze y Guattari es, sin duda, una firma que nace de una amistad conceptual de gran relevancia para la filosofía contemporánea. De ese ‘entre dos’ germinó una nueva imagen del pensamiento filosófico, rica en nuevos conceptos. Interesados en definir la función y naturaleza de la filosofía, en ¿Qué es la filosofía? —último libro que escribieron juntos—, Deleuze y Guattari dicen que ésta es una disciplina creadora tal como las artes y las ciencias. El producto específico de la creación filosófica es el concepto. Pero, para crear los conceptos el filósofo necesita amigos, intercesores. “Sin ellos no hay obra”.[1] Y esto sirve para toda creación del pensamiento —sea el arte, la filosofía o la ciencia. Como dice Donna Haraway, pensar es siempre pensar-con.
Guattari fue un hombre de muchos amigos. Nuestro ensayo trata sobre otra amistad, quizás menos conocida, menos exaltada que aquella con Deleuze, pero no por ello menos importante, incluso podemos decir que fue determinante en su vida. Ciertamente fue al lado de Deleuze que Guattari ganó fama, que activó una máquina de escritura filosófica, pero fue con Jean Oury que Guattari construyó una práctica clínica.
En agosto de 2022 se cumplieron treinta años de la muerte de Guattari, y durante todo este año diferentes eventos trataron de homenajear el autor, una forma de actualizar su pensamiento que se hizo eterno. Nuestro ensayo se inscribe en ese movimiento de mantener vivo su pensamiento. Nos dedicaremos en estas páginas a narrar un poco de ese encuentro entre Jean y Félix, el contexto político, histórico, estético y teórico que animó un trabajo clínico-teórico singular que nació de dicha amistad.
Nuestro interés por este tema nace de otro encuentro, el de quienes escriben estas líneas. Nuestra amistad tuvo lugar en la licenciatura, cuando una de nosotras estudiaba psicología y la otra historia. Estudiamos en la Universidade Estadual Paulista de Assis, en el estado de São Paulo, en Brasil. En tal universidad, una atención especial era dada a pensadores franceses en cuyo movimiento se inscribía Félix Guattari: Gilles Deleuze, Michel Foucault, Jacques Derrida etc. La facultad de psicología facilitaba a sus alumnos y alumnas una instancia en la clínica La Borde, y los nombres esquizoanálisis, Deleuze y Guattari, circulaban por los pasillos más allá del salón de clases. Veinte años después, nuestra amistad siguió y se fortificó. Una emigró a Francia y trabajó más de 15 años en la clínica La Borde —diez de ellos todavía con la presencia de Jean Oury—. La otra vive en México desde 2008, cambió de la historia a la filosofía e investigó sobre el pensamiento de Gilles Deleuze y Félix Guattari en sus trabajos de posgrado. Hoy, no sólo los recuerdos de nuestros tiempos de licenciatura animan la amistad, sino también la experiencia de ser extranjera, un cuestionamiento sobre un país natal en crisis política y subjetiva, y por supuesto, lo que nos lleva a escribir estas páginas, el interés por la actualidad del pensamiento de Guattari, los diálogos entre la filosofía y la clínica, y las relevancias teóricas y políticas de la práctica clínica realizada por Oury y Guattari.
Algunos elementos biográficos
Jean Oury nació el 5 de marzo de 1924. Pasó su infancia en el suburbio de París, entre los barrios La Garenne-Colombe y Nanterre, cerca de la estación de tren llamada ‘La locura’. Este paisaje de fábricas, terrenos abandonados, escombros industriales con pocos árboles, él llamará de su desierto o de su ‘ciudad interior’, su arrière pays. Jean es hijo de obrero, su padre trabajaba en la industria automovilística Hispano-Suiza. Su madre dirige una agencia inmobiliaria, pero él solía decir que ella hacía una especie de psicoterapia con los clientes que buscaban una casa.
En 1936, en Francia, hubo una gran efervescencia social, cultural y política. Es el año de la ‘huelga general’. Jean Oury decía que, a los 12 años, junto a su hermano mayor Fernand (ya educador en ese momento), llevó sándwiches a los obreros en huelga, y también participaba de las reuniones del Partido Comunista. En este mismo año, en oposición al movimiento de scouts católicos, emergieron iniciativas colectivas como los llamados Albergues para la Juventud. Estos albergues serán un terreno fértil para invenciones colectivas, animaciones de clubes, militancias políticas diversas y toda una lógica que no será ajena al movimiento de educación popular, de psicoterapia institucional y de clubes terapéuticos que vendrán después.
Oury siempre insistió sobre este primer terreno, de encuentros e influencias que fueron determinantes para el nacimiento de La Borde años después. A los doce años, poco antes de leer Marx, Oury lee al poeta de origen ruso Victor Serge, a quien dará gran importancia. Otro encuentro que podemos destacar es con el periodista brasileño Paulo Emilio Sales Gomes, quien llega a Francia en 1937 escapando de la dictadura de Getúlio Vargas. Quien los presenta es su hermano del medio, Paul. Jean Oury considera decisivo ese encuentro con ‘un tipo de una inteligencia suprema’, y hasta el final de su vida evocará esa amistad y la importancia crucial de Paulo como ‘pilar de la cultura’:
¡Tenía un conocimiento político internacional extraordinario y al mismo tiempo un conocimiento filosófico y literario que me dejó boquiabierto! Él frecuentaba mucho mi casa, puedo decir que se convirtió en parte de la familia. Se transformó en un gran crítico de cine, muy comprometido con la cineteca de São Paulo y especialista en Jean Vigo. Tuvo gran importancia para mí y para Fernand. Proust, Gide, ¡lo había leído todo! Fue Paulo Emilio también quien me hizo encontrar a Jean Dubuffet, Benjamin Péret.[2]
La madre de Oury soñaba con que los hijos fueran algo más de lo que era esperado por el medio social de donde venían. Según él, para su padre obrero, con que aprendieran a leer y escribir ya era suficiente. Su madre, en cambio, insistió en adquirir un viejo piano, como era la moda, para que él tuviera clases. Cuando Jean tenía cerca de 18 años tocaba seriamente el piano, hasta el punto de que su maestra le sugirió dejar todo, desistir de hacer medicina para prepararse para entrar a la escuela de interpretación en Roma y convertirse en director de orquesta. Oury, buen pianista, contaba eso en su entorno cotidiano con cierto orgullo, al afirmar que tal profesora no se había equivocado ya que de cierta manera él acabó volviéndose el director de orquesta de la polifonía institucional que siempre existió en La Borde.
Pierre-Félix Guattari nació el día 30 de marzo de 1930 en Villeneuve-les-Sablons, tercer hijo de una familia relativamente acomodada. Su padre tuvo diferentes trabajos, en fábricas, en el campo y en el comercio, hasta que en 1934 fundó su propia fábrica de chocolates. Félix pasó su infancia en la Garenne-Colombes, el mismo barrio operario por donde transitaba Oury.
Durante la Liberación, en los años 1945-1946, empieza sus actividades militantes ingresando al Movimiento Revolucionario de la Juventud, así como del movimiento laico de los albergues para la juventud. Con Jean Baumgarten[3] funda el círculo ‘Transición’ reuniendo alumnos de diferentes liceos. Durante la década de 1950, Félix participa de la revista ‘La vía comunista’ que tenía como subtítulo ‘órgano de oposición comunista’, que era constituida de comunistas libertarios, así como de anti-estalinistas. Comienza a estudiar farmacia, por deseo de la familia, pero nunca concluye el curso. En los años 1960, además de su compromiso con La Borde, Félix Guattari se involucró con una multiplicidad de movimientos políticos y sociales. Participó en diferentes grupos, revistas, asociaciones, radios libres, comités anti-colonialistas de oposición a la guerra de Argelia y a Vietnam, etc. Su militancia política fue intensa durante toda su vida, siempre fuera de los partidos y más allá de las representaciones, buscando la revolución molecular que transformaría a las subjetividades; tal transformación subjetiva encontró sus resonancias en los acontecimientos de mayo de 1968. Guattari ocupó un lugar activo en los movimientos contestatarios, como el 22 de marzo que encenderá París en mayo de 1968. François Dosse dice que Guattari se sintió como un pez en el agua en las barricadas de París.
El historiador Mathis Lorenzo afirma que las iniciativas políticas comenzadas en La Borde a inicios de los años 1960 tuvieron una gran influencia en el lugar ocupado por Guattari en estos acontecimientos.[4] Él incluso señala que, en La Borde, en la vanguardia, fueron desarrolladas prácticas irrigadas por valores que serían centrales durante los acontecimientos de 1968: la liberación del habla, la crítica a la alienación social o aún el cuestionamiento de la distinción entre la vida privada y la vida profesional. También indica que después de 1968 muchos militantes y pasantes acudieron a La Borde pues encontraron ahí un tipo de extensión del espíritu del 68. En los años 70, La Borde trabaja con el grupo CERFI.[5] Jean Oury llamó a ese periodo en varias de sus obras de ‘invasiones bárbaras’. Como si la clínica hubiera sido fetichizada por muchos militantes de extrema izquierda interesados en vivir una nueva experiencia de vida, olvidando que el primer objetivo del lugar era el de inventar un cotidiano para cuidar de personas mayoritariamente esquizofrénicas.
También al final de los años 1960, Guattari se encuentra con Gilles Deleuze, iniciando una amistad intelectual que resultó en los libros El Anti-Edipo (1972), Kafka: por una literatura menor (1976), Mil Mesetas (1980) y ¿Qué es la filosofía? (1990). Deleuze inicia a Guattari en la escritura, actividad que confiesa tener grandes dificultades para realizar.[6] Pero una vez que la máquina de escribir se pone en marcha, Guattari no se detiene. A continuación, escribió varios artículos y libros, entre los que destacan Psicoanálisis y transversalidad (1972), La revolución molecular (1977), El inconsciente maquínico (1979), Los años de invierno (1980-1985), Las tres ecologías (1989), Cartografías esquizoanalíticas (1989) y Caosmosis (1992).
La máquina clínica nunca dejó de existir en la vida de Félix. Más allá de su trabajo en La Borde, Guattari dialogó tanto con la antipsiquiatría como con el psicoanálisis, aunque sea desde un punto de vista crítico. Podemos decir que Guattari conjugó transversalmente las tres actividades que marcaron su vida: política, clínica y filosofía.
El encuentro
Jean y Félix se conocieron cuando el primero tenía 21 años y el segundo, 15. Fue el hermano mayor de Jean, Fernand Oury (1920-1998), quien organizó el encuentro. Sin título de profesor, procedente de la École Normale Supérieure, Fernand pudo hacer una equivalencia y convertirse en profesor de física. Será el maestro del joven Félix Guattari e impresionado por la singularidad del alumno, habla de él a su hermano. Pero Jean recuerda haber conocido a Félix incluso antes. Justo antes de ir a Saint Alban a hacer su residencia médica, antes de 1947, en el verano, durante el mes de agosto.
Oury se ocupaba con su hermano de los centros de recreación para los niños que no tenían vacaciones en Garenne. Félix debía tener unos 12 años. Recuerda no haberle prestado atención en ese momento, pero más tarde, cuando Fernand le presenta a Félix, recordará ese encuentro anterior.[7]
Fernand Oury organizó en la posguerra lo que se llamó “caravanas”, grupos de recreación organizados para los hijos de los trabajadores de Hispano (la fábrica donde trabajaba su padre) que no podían salir de vacaciones. Él organizaba viajes con jóvenes y comenta con su hermano Jean que en su grupo de caravana había un niño muy curioso que se llamaba Félix Guattari: en pleno calor desesperado de agosto, él usaba una camisa de frío con cuello de tortuga. Parecía no estar sensible al frío o al calor y usaba un calcetín verde y otro rojo, ¡no le importaba nada! ‘Este es el primer recuerdo que tengo que describe el camarada Félix’. Y recuerda Oury: “Aunque no era hijo de un obrero, era hijo de los pequeños burgueses propietarios de Monbana (una fábrica de chocolates en el centro de la Garenne), y procedía de un entorno algo diferente, había participado en la caravana. Éramos de la zona, de la calle de los campos de Philippe, de la llanura de Nanterre, de los terrenos baldíos”.[8]
Oury aclara que cuando empezó su residencia médica en Saint-Alban, al regresar a la Garenne, se encontraba con Félix, quien seguía en las caravanas, así como en los albergues para la juventud. Ellos hablaban de cosmología, analizaban minuciosamente la Cuarta Internacional, hacían eventos culturales una noche por semana con los hijos de los obreros de la Hispano, así como discutían de literatura y ciencias con otros estudiantes. En 1950, Félix empieza sus estudios de farmacia, por presión de su familia. Fernand le pide a Jean que acoja y oriente a su peculiar alumno. “Fernando me dijo: ‘Sobre todo, no lo hagas pedazos’. No me necesitaba a mí para hacerse pedazos”.[9] Es por influencia de Jean Oury que Félix va a abandonar sus estudios de farmacia y empezar los estudios de filosofía en la Sorbona. El encuentro y diálogo fue inmediato, regado de largas e interminables discusiones nocturnas. Oury le da a Félix una lista de dos páginas de libros para leer que van desde Lacan a la política, de la fenomenología a Sartre, lecturas variadas y él lo leyó todo, era todo lo que hacía en estos tiempos, dejando al joven médico impresionado.” ¡En Saumery le hice trabajar duro!”
El nacimiento de La Borde o la máquina bicéfala
La singularidad psiquiátrica desarrollada en La Borde está influenciada por la experiencia de Jean Oury en Saint-Alban, lugar emblemático[10] donde realizó su residencia entre los años 1947-1949. El hospital de Saint-Alban fue una experiencia revolucionaria en el ámbito de la psiquiatría, ya que tras servir de refugio a intelectuales (como Paul Eluard, Georges Canguilhem, Tristan Tzara, Frantz Fanon, etc.), resistentes e insurgentes en la Segunda Guerra Mundial, el hospital no volvió a ser el mismo. “El vínculo entre el hospital y la resistencia era tan orgánico que la contratación de los médicos internos tenía una estrecha relación con las redes de la Resistencia local”.[11] Desde 1942, su director, Lucien Bonnafé —”comunista y jefe del maquis del Alto Lozère”—, permite a los internos salir del hospital, estableciendo relaciones con la población local. En 1939, huyendo del régimen franquista de España, llega al hospital Francesc (François) Tosquelles, médico catalán y militante del POUM.[12] Tosquelles revolucionará los hábitos del hospital a partir de entonces y será una referencia para lo que Oury creará en La Borde.
Tras su experiencia en Saint-Alban, Oury pasó a trabajar en la clínica La Source o clínica de Saumery, sustituyendo a Solenès, amigo de Tosquelles. Trabajó hasta 1953, y ese trienio fue también una especie de germen de la “nueva y revolucionaria aventura” que sería La Borde en los años siguientes.[13]
“Organizamos cosas como un teste Rorschach colectivo por ejemplo […]. Félix conoció de cerca toda esta época […] Saumery ya era un medio muy peculiar. Brivette [que sería su secretaria en La Borde], también de las caravanas de la Garenne había venido a trabajar conmigo… Fue interesante todo ese periodo”.[14] También podemos destacar el inicio de las reuniones poéticas experimentales influenciadas por los surrealistas en las que Félix también participó denominadas: “les menthes à l’eau“, “aguas de menta” descritas posteriormente en el volumen 21 de la revista Recherches.
Jean Oury deja Saumery por desacuerdo con el funcionamiento general. Como los cambios de la reforma que había solicitado no se produjeron, en marzo de 1953, se va con 33 de los 40 pacientes hospitalizados. Sólo dejó a los que no podían caminar. Este acontecimiento, en el que participó Félix, forma parte del subversivo mito fundacional de la creación de La Borde y se relata en numerosas obras de Jean Oury.[15] Todavía hoy, cada nuevo trabajador o interno escucha a alguien de la clínica hablarle de este mítico pasaje de la historia del lugar. De hecho, este gesto inauguró un movimiento que sigue formando parte de una cierta idea de insubordinación revolucionaria que se recuerda cuando es necesario.
Oury mantenía buenas relaciones con el consejo de médicos de Loir-et-Cher, región en la que se encontraba la clínica de Saumery, y les avisó de su decisión. Alojó a los pacientes en hoteles y, tras un mes de incierto vagabundeo, encontró el actual castillo de La Borde a causa de un cedro, un imponente árbol presente en el parque. Félix participó en el traslado y el transporte de los pacientes. No había suficiente dinero para la compra. El propietario le dio unos meses para terminar de pagar la suma total y fue con la venta de madera de los numerosos árboles de la propiedad que la compra pudo ser en parte posible.
En la carta fundacional de la institución, la llamada “Constitución del Año 1” encontramos los tres principios organizativos ideales de la experiencia clínica que ahí empezaba: 1. el centralismo democrático que garantiza la preeminencia del grupo de gestión; 2. el paso del trabajo manual al intelectual y viceversa, que permite establecer una rotación de tareas y funciones; 3. la antiburocracia, es decir, la conformación de organizaciones comunitarias para distribuir las responsabilidades entre el grupo.[16] También, desde el principio, una apuesta por la creación y producción de subjetividades, por decirlo en términos de Guattari, o por la fuerza del Colectivo, un concepto pensado no como colectividad sino como máquina abstracta que paradójicamente permite la emergencia de la singularidad, por decirlo en términos de Oury.[17]
En 1955, dos años después de la fundación de La Borde, Jean Oury pidió a Félix que viniera a ayudarle permanentemente. Durante los años que precedieron a su llegada, tejieron una sólida amistad y diálogo. Fue la dimensión política y el espíritu vivaz de Félix lo que atrajo a Oury a primera vista, lo que le impulsó a ocupar un lugar bastante central en La Borde en la organización del trabajo y la vida cotidiana. Félix estaba conectado con el mundo, mientras él, Jean, estaba implantado en la clínica, asegurando la continuidad necesaria para el largo trabajo que quería realizar en torno a la Clínica de las Psicosis. Como no quería convertirse en un pobre campesino desconectado de París y de lo que ocurría a nivel internacional, Félix tenía esa función de “ministro de relaciones exteriores”. Incluso, según el propio Guattari, Oury le encargó que asistiera a los seminarios de Lacan y tomará notas para luego transmitirlas, ya que en ese momento tenía exceso de trabajo y no podía viajar a París.
En algunas entrevistas, Guattari nos cuenta un poco sobre esos primeros años en la clínica. En marzo de 1984, en una entrevista con su amigo Kuniichi Uno, dice que empezó a trabajar en la clínica con 23 o 25 años, al principio ayudando en la organización, haciendo “pequeñas actividades rápidas”; pero pronto se convirtió en responsable administrativo, función en la que admite tener un gran interés: “Todas las dimensiones institucionales, reglamentarias y otras me interesan mucho. Y me interesan en un sentido libidinal, no sólo en un sentido especulativo. Esto quizás me ha ayudado a entender, espero, lo que yo llamo el Eros burocrático de Kafka. El poder, las perversiones del poder en torno a reglamentos, esquemas y demás”.[18]
La entrada en la clínica coincide con algunas rupturas importantes en la vida de Félix. La primera es la ruptura con la trayectoria universitaria: abandona tanto los estudios de farmacia que había iniciado, como los cursos de filosofía que complementan su formación. Pero también representa una ruptura aún más radical, un cambio de vida al entrar en el mundo de la psicosis. “Entrar en el orden de los psicóticos, vivir con los psicóticos. Es decir, entrar en otro planeta, vivir con otras personas, gustar a otras personas.”[19] Pero si el trabajo en la clínica coincide con ciertas rupturas en su vida, también, por otro lado, continua aquello que ya estaba presente desde muy joven en Guattari: su militancia política. La clínica era en sí misma una apuesta política en términos de refundación de una práctica terapéutica, de creación de un espacio polifónico que pueda orquestar a partir de la locura. Todo eso le interesa a Guattari. El nacimiento de La Borde coincide también con el inicio de la Guerra de Argelia. Félix anima un periódico de oposición: La Vía Comunista, que apoya abiertamente al FLN (Frente de Liberación Nacional). Al igual que en Saint-Alban, los combatientes clandestinos de la resistencia argelina encuentran asilo en la Clínica.
Se pueden subrayar dos prácticas que diferencian La Borde de los hospitales convencionales serían el club terapéutico y la grille (la tabla). La noción de club terapéutico fue progresivamente elaborada y puesta en práctica por Tosquelles en Saint Alban y luego por Oury y Guattari en La Borde. Herramienta clave de la Psicoterapia Institucional, es un dispositivo paritario (todos participan) que organiza y crea instituciones de la vida cotidiana y facilita las relaciones sociales en el lugar donde se implanta. También permite una relación más transversal entre el “establecimiento”,[20] la parte administrativa y burocrática de una clínica u hospital y el resto de los miembros de la comunidad, pacientes y trabajadores. En La Borde, la dirección paga mensualmente una cantidad de dinero al club a través del Comité Hospitalario, intermediario entre la dirección y el club. En lugar de que la dirección contrate a personas para realizar determinados trabajos (puesto de atención telefónica, limpieza de determinadas zonas, conductores, lavavajillas), el club se encarga de estas tareas. Esto le permite entrar en el sistema de intercambios y gestión de un dinero colectivo y replantearse siempre la pertinencia de ciertos talleres o ciertos paseos. Un escenario de discusión y acceso a la palabra y a diversos intercambios está abierto a los pacientes y a los demás miembros del colectivo. Al inicio, Guattari es quien se encarga de la animación de numerosas reuniones del club.[21] Desde un punto de vista más clínico, esa práctica también proporciona una cartografía de los espacios temporales del servicio para permitir una lectura posterior de las trayectorias de cada uno en función de las múltiples relaciones transferenciales que se despliegan.
La segunda práctica es la tabla (la grille), la cual Guattari participó activamente en su establecimiento. Se trata de un organigrama cambiante de horarios y tareas, elaborado por un equipo de unos pocos monitores, y por Félix. Este equipo, a su vez rotativo, compone la organización de las tareas teniendo en cuenta una multiplicidad de factores “personales”, familiares y subjetivos, en una primera preocupación por agenciar afectaciones (donde cada uno se ve afectado para trabajar) y afectos. Este sistema de turnos de “autogestión” o “autogestión relativa” ha ido evolucionando desde la muerte de Félix y aún hoy ocupa mucho espacio institucional. La dificultad estriba a menudo en llenar los espacios vacíos y la amenaza de un jefe que decidirá quién trabaja dónde y cuándo nunca está lejos. Un artículo de Félix Guattari sobre la tabla[22] sigue siendo leído hoy por los nuevos trabajadores. Entre 2004 a 2021 –periodo en que Clara, una de las autoras de este ensayo, ha trabajado ahí–, la tabla siguió existiendo en pequeños equipos siempre difíciles de formar (miedo a convertirse en el objeto malo, el que controla a sus colegas, etc.) pero con un consenso colectivo de su necesidad de preservar una forma de trabajo original que tenga en cuenta la especificidad del trabajo con psicóticos.
Psicoterapia/análisis institucional
La teoría médica, las prácticas clínicas (en las que Jean Oury ejerció una función central) y la organización del trabajo (en la que Félix Guattari tuvo una posición preponderante) se inscriben en lo que Georges Daumezon y Philippe Koechlin denominaron en 1952: la psicoterapia institucional. Este movimiento psiquiátrico tuvo su origen en el trabajo reformador realizado por muchos jóvenes psiquiatras durante la Ocupación y la Liberación. En tanto movimiento reformador de la psiquiatría después de la Segunda Guerra Mundial, esta teoría/práctica ocupa una posición historiográfica paradójica: al mismo tiempo que es conocida, es poco explorada. Pero hay que señalar su contexto preciso de resistencia a la opresión y a la lógica concentracionista y segregacionista de la guerra. Sus profundas raíces están ligadas a todo lo que ocurrió durante la Ocupación.
Jean Oury siempre ha insistido en que la psicoterapia institucional no existe en sí misma.[23] Ella se funda en un análisis institucional permanente con el objetivo de identificar y superar los bloqueos que en la organización de la estructura y la atención pueden obstaculizar el despliegue de la acogida de las personas que acuden a ser tratadas. No se puede tomar como una etiqueta, una marca. Siempre pide definiciones provisionales para resistir el riesgo de una fetichización, de una cosificación, pero llega a afirmar que es quizás la “[…] puesta en marcha de todo tipo de medios para luchar, cada día, contra todo lo que puede hacer retroceder a un colectivo hacia una estructura concentracionaria o segregadora”.[24] Riesgo que, según él, siempre está presente cuando hay una aglomeración de personas, ya sea en un hospital, una escuela, un entorno empresarial, etc. Transformar la deambulación o el vagabundeo en una verdadera libre circulación requiere un trabajo considerable sobre el lugar y sobre las personas que trabajan en él para que un cierto coeficiente terapéutico pueda ser compartido entre todos, independientemente de su función, papel o estatus. Como afirma Jean Claude Polack, el psiquiatra que trabajó en La Borde de 1964 a 1976: “Factores de rigidez y de repetición, los estatutos deben estar envueltos por la rotación de las tareas, por la diversidad de las funciones, por la multiplicidad de investiduras. ¿Cómo podemos permitir que los esquizofrénicos “no se pasen” por rechazados o dueños del mundo si los médicos o los monitores siguen “pasándose” por eruditos o defensores de la norma?”[25]
En 1960, Oury creó junto con otros psiquiatras —12 en total, entre ellos, Tosquelles— un grupo de estudios sobre la práctica psiquiátrica, el Grupo de Trabajo de Psicoterapia y Socioterapia Institucional (GTPSI).[26] Este grupo tuvo una vida de cinco años, y culminó en lo que se conoció como la Sociedad de Psicoterapia Institucional (SPI). Los principios básicos de esta corriente que atraviesa la práctica en La Borde son, en primer lugar, una crítica de la propia institución, ya que “[…] sólo es posible ocuparse de los locos dentro de una institución que ha reflexionado sobre su propio modo de funcionamiento”.[27] La idea de estos psiquiatras es tratar el hospital antes de pretender tratar a las personas, es decir, poner en cuestión el modo asilar tradicional que se parece a un sistema de seguridad, de vigilancia, con el fin de crear un lugar sano donde la locura puede ser atendida y tratada en buenas condiciones. Se considera también que el establecimiento psiquiátrico es “patoplástico”, es decir, que influye en las formas de expresión de la locura. Esta observación reivindica que la gestión del hospital no debe ser asegurada por los administradores, sino por la figura del psiquiatra que debe ser responsable de la gestión y de la línea de cuidados si suponemos que el hospital es un agente terapéutico.
Además de la crítica institucional, tenemos otro principio: la naturaleza social y múltiple del tratamiento de la psicosis, que implica todo un trabajo sobre el “ambiente”, palabra muy costosa para Jean Oury, y que se confunde con la noción de vida cotidiana. La “cura” se aleja de la relación médico-paciente y se abre también a lo social: el tratamiento implica la intervención de nuevas agencias y conexiones sociales. En las palabras de Oury, se trataba de alcanzar la “transferencia disociada” propia de la psicosis. Al defender esta hipótesis, Oury va más allá de lo que sugiere su maestro Lacan en ese momento. Se sabe que para este último la psicosis es conocida por no realizar la transferencia como se opera en la neurosis. Ya para Oury, se trata de apostar por la fabricación cotidiana y siempre precaria de un Colectivo para crear coeficientes de ambientes diferentes y posibilidades de “injertos de transferencia” (a partir de las elaboraciones de Gisela Pankow, 1983) en un medio cuidador heterogéneo. El club terapéutico es el motor de este trabajo diario de relacionar las “partes” con un “todo”.[28] La insistencia en torno a la vida cotidiana proviene de la constatación de que sus gestos más básicos, como levantarse, empezar un día, quedan totalmente devastados en la psicosis y su peculiar forma de vivir el cuerpo, el tiempo y el espacio.
A partir de los años 40, como lo ilustra perfectamente la experiencia de Saint Alban y de François Tosquelles, estas orientaciones conceptuales propias de la psiquiatría impulsadas por los objetivos de tratamiento del hospital y de desarrollo de un entorno sano, se hacen presentes y para ello se desarrollan actividades de psicoterapia colectiva. En La Borde tenemos el caso del club terapéutico, talleres de todo tipo, muchas reuniones, pero también fiestas.
El interés por la invención de talleres terapéuticos colectivos, que ritmaba el ambiente hospitalario, no impidió el interés de los jóvenes psiquiatras por las nuevas tecnologías biológicas (la insulinoterapia, el electroshock y los neurolépticos que aparecen a partir de 1955) que indujeron una nueva esperanza terapéutica. Las técnicas colectivas y biológicas intentaron coexistir. Este trabajo sobre el entorno no sólo se tradujo en la utilización de nuevas técnicas médicas, sino también en la preocupación por una reorganización del trabajo psiquiátrico simbolizada por una de las innovaciones del movimiento: las reuniones. Estas se convierten en una nueva herramienta de gestión del personal, rompiendo la gestión médica tradicionalmente jerarquizada. Lugar de discusión, organización, información, formación, la reunión tiene una dimensión polimórfica que le hace especialmente interesante para trabajar con el entorno de un hospital psiquiátrico y formar a los enfermeros/as/monitores en psiquiatría.
Las experiencias políticas de los jóvenes Jean Oury y Félix Guattari encuentran un eco particular en esta nueva forma naciente de pensar un lugar que cuida la locura. Podemos decir que ambos supieron dotar a la locura de un aspecto creativo, es decir, en ese terreno inestable, vertiginoso, doloroso y peligroso que es la locura, ¿qué territorios existenciales se pueden construir? Se trata de una práctica analítica que intenta construir subjetividades que puedan superar el aislamiento, las tentaciones de muerte o la compulsión a la repetición. Un trabajo que más tarde Guattari destacó como paradigma estético, porque lo que está en juego, no es un proceso de racionalización, sino de existencialización, crea posibilidades existenciales para todos los implicados en el proceso -también los médicos, los cuidadores, los administradores, los encargados de limpiar y cuidar el lugar, los monitores, etc.[29]
Oury se interesa en particular por la creación, es el tema de su tesis. Vinculando la creatividad y la locura, quiere cuestionar la idea que sostiene que la locura sólo es negativa: ‘Yo presentaba esta creación como una especie de defensa biológica: intento de reconstrucción del mundo, función supletoria.’ En esta tesis Oury establece una conexión entre la fisura provocada por la lesión psíquica del psicótico, y una autoproducción: ‘El delirio mismo es productivo […] Yo hablaba de ‘conación’ estética.[30]
Esta énfasis en la creación resuena con las que Guattari escribiría más tarde en su libro Caosmosis, así como en otros diferentes escritos ecosóficos.
Lo importante no es la mera confrontación con una nueva materia de expresión, sino la constitución de complejos de subjetivación: individuo-grupo-máquina-intercambios múltiples. En efecto, estos complejos ofrecen a la persona posibilidades diversificadas de rehacerse una corporeidad existencial, salir de sus atolladeros repetitivos y en cierto modo resingularizarse. Se operan así injertos de transferencia que no proceden sobre la base de dimensiones “ya ahí” de la subjetividad, cristalizadas en complejos estructurales, sino de una creación y que, por ese carácter, dependen de una suerte de paradigma estético. Se crean nuevas modalidades de subjetivación, del mismo modo que un plástico crea nuevas formas sobre la base de la paleta de que dispone.[31]
¿Es todo esto un esquizoanálisis?
Hay que aclarar que esquizoanálisis es un término inventado y usado exclusivamente por Guattari con Deleuze. En una entrevista con Kuniichi Uno, a finales de los años 80, Guattari hizo algunas aclaraciones conceptuales sobre la psicoterapia institucional, el análisis institucional y el esquizoanálisis. Se apropia de la invención del término ‘análisis institucional’ —lo que no es cierto, Tosquelles ya usaba ese término en los años 40— y da a entender que ‘esquizoanálisis’ vendría a sustituir ese concepto anterior. Según él, el término análisis institucional sería una extensión de la psicoterapia institucional a otros campos: pedagogía, arte, economía, etc. El cambio de terminología busca establecer un análisis de las formaciones del inconsciente que estuviera vinculado al conjunto de los sistemas de producción. Guattari considera que este concepto rompe con un cierto tipo de “concepción interpersonológica” del análisis que el concepto de psicoterapia tendría.[32] Pero, como sabemos, Guattari siempre estaba cambiando los conceptos que usaba. El análisis institucional fue un término abandonado por él, y surgieron otros conceptos para nombrar la práctica que pretendía consolidar en su trabajo clínico-político: transferencia institucional, transversalidad, hasta llegar, junto con Deleuze, al término esquizoanálisis (que pronto será abandonado también, apareciendo en el lugar micropolítica, pragmática, ecosofía).
En cierto sentido, el esquizoanálisis es algo que tiene que ver con esta práctica de la terapia institucional, del análisis institucional. Podemos decir que hubo una oposición entre el psicoanálisis centrado en la neurosis, la psicopatología de la neurosis, y luego el esquizoanálisis centrado en la psicosis. Es decir, un descentramiento radical de las coordenadas de enunciación en relación con las que habían sido privilegiadas por Freud.[33]
La psiquiatra y psicoanalista Danielle Roulot (1943-2019), que trabajó en La Borde toda su vida y fue íntima de Jean Oury, tejiendo con él un intenso diálogo teórico en torno a la esquizofrenia, fue primero analista de Guattari y luego amiga y colega. En un bello artículo suyo publicado en la revista Chimères con motivo de la muerte de Jean Oury, pero escrito al día siguiente de la muerte de Félix Guattari, ella cuenta sobre un grupo que reunía a los tres más Lucien Martin, historiador de Blois, todos los jueves desde principios de los años 80 hasta la muerte de Félix. En este grupo discutían religiosamente varios temas que se les pasaban por la cabeza, y a Jean y Félix les gustaba contar sus sueños. Ella señala el pasado común que tuvieron en los suburbios parisinos, que parecía estar omnipresente en ambos y que siempre le hizo sentir que había llegado demasiado tarde en 1960 a La Borde. Incluso sus sueños parecían estar conectados. En este artículo dice que en un momento dado cuestionó a Félix: “¿qué pasa con todo esto del esquizoanálisis?”, a lo que Félix había respondido “eso es lo que se hace todos los días aquí”. De hecho, Danielle vivió y ejerció su práctica clínica en La Borde durante más de 50 años hasta su muerte. Para Jean Oury, que decía tener siempre un “coeficiente de inestabilidad” a cero, lo más importante era mantener una continuidad absoluta necesaria para quienes nunca tuvieron una “sensación continua de existir”(según Winnicott). Tejer una cotidianidad clínico-poética en medio del caos de la psicopatología y del mundo neoliberal. Félix encarnaba para él el movimiento, la evasión, la inestabilidad, los pasajes, las travesías de los continentes.
¿Y la antipsiquiatría?
La borde se asoció a menudo con iniciativas antipsiquiátricas que negaban la existencia subjetiva de las enfermedades mentales o que abogaban por el fin de la institución psiquiátrica. Sin embargo, La Borde y sus principales actores nunca se adhirieron a este movimiento. En la entrevista que concedió a François Dosse, Oury deja clara su postura: “[Félix] al mismo tiempo estaba fascinado por los antipsiquiatras. De ahí viene la confusión que la gente hizo, al vincular a La Borde con la antipsiquiatría. Eso siempre me enfureció”. Para Oury había un gran peligro en ciertas posturas antipsiquiátricas: “[…] son estetas muy peligrosos. Me gustaba el carácter impulsivo de Basaglia, pero no su política. Los pacientes se iban por la mañana y volvían por la tarde y el hospital estaba cerrado. Hubo pacientes que han desaparecido físicamente. Tal vez eso es la antipsiquiatría concreta, suprimen a los enfermos y desaparecen”.[34]
Ciertamente, la visión de la locura que se sostiene en La Borde es bastante particular, pero no pone en duda su existencia y afirma la necesidad de disponer de un lugar de acogida, abierto día y noche, todos los días del año, y que se necesita tiempo y espacio para trabajar tranquilamente. No basta con decidir racionalmente que el conjunto de la sociedad pueda acoger a los llamados locos para que esto ocurra, ni con obligarlos a adaptarse y producir en las sociedades que les excluyen. Los “pensionistas” (como se denomina a sus residentes en tratamiento terapéutico) siempre han destacado la posibilidad de amistad que el lugar favorece en contraste con las llamadas instituciones psiquiátricas tradicionales. La locura no se percibe como un estigma y los trabajadores no se sienten totalmente ajenos a ella. Sin negar la existencia de la locura, y afirmando la existencia de una “doble alienación”, social y mental, los labordianos sostienen una dialéctica entre cuidadores-cuidadores y cuidadores-cuidados. Así, una función cuidadora y la noción de responsabilidad se comparten entre todo el colectivo, rechazando así la habitual segregación entre los grupos que tratan y los que son tratados. En La Borde, tanto la concepción de la locura como de la clínica psiquiátrica es completamente diferente de las posturas antipsiquiátricas.
Guattari personalmente nunca se declaró antipsiquiatra, pero estableció un diálogo muy fructífero con sus principales representantes. En 1975, junto con Mony Elkaim, fundó la Red Alternativa a la Psiquiatría, que no era exactamente antipsiquiátrica, pero que contaba con la presencia de muchos representantes de esta corriente en sus reuniones, como Franco Basaglia, Robert Castel, Franco Rotelli y Giovanni Jervis.[35] La propuesta de Elkaïm y Guattari no estaba directamente en contra de la psiquiatría, no era una organización que tuviera como objetivo la destrucción de la psiquiatría, sin embargo, el proyecto fomenta el apoyo, una red de solidaridad a los movimientos innovadores del sector psiquiátrico que, por aislamiento, fueron combatidos y derrotados. Y Basaglia estuvo involucrado en la Red desde el principio, según François Dosse, la propuesta de que el proyecto se llamará Red Alternativa a la Psiquiatría fue de Basaglia. Pero Guattari nunca dejó de señalar su crítica a la antipsiquiatría.
“[…] Guattari no está de acuerdo con las posiciones extremistas de Basaglia. En 1970 se pregunta si no se trata de una ‘fuga hacia delante’, de un intento de ‘carácter desesperado’. Además, Guattari critica el carácter irresponsable de algunas posiciones de Basaglia, que se niega a dar medicamentos a sus pacientes (…). Guattari se pregunta si, pese a las buenas intenciones, no es una manera de negarle al loco el derecho de estar loco. La negación institucional de Basaglia sería entonces una denegación en el sentido freudiano de la singularidad de la enfermedad mental”.[36]
La relación con el psicoanálisis
A partir de los años 50, el movimiento de la psicoterapia institucional vio surgir a profesionales fuertemente comprometidos tanto con el mundo de la psiquiatría como con el del psicoanálisis. Hasta entonces, el psicoanálisis no estaba ausente del pensamiento psiquiátrico de la psicoterapia institucional, pero estaba más presente en forma de una transferencia de ideas que permitía pensar en los fenómenos colectivos o por la introducción de la atención psicoanalítica en algunos hospitales.
Todavía en Saint Alban, Tosquelles, igualmente simpatizante de la fenomenología alemana, comenzó a poner a prueba los conceptos psicoanalíticos sobre la psicosis y la vida colectiva. La influencia del psicoanálisis (y también de la fenomenología) en el trabajo desarrollado en La Borde fue enorme. La Borde redefinió la relación y el campo mismo del psicoanálisis con su impregnación en la psiquiatría de forma radical y sin precedentes. Tuvo un papel decisivo en la elaboración de una clínica de las psicosis, así como en el abordaje del sujeto, de su vivencia y de su historia. Durante mucho tiempo se dijo que La Borde, como Saint Alban en la formulación de Tosquelles, caminaba sobre dos piernas: una marxista y otra freudiana, una apoyando la lucha contra la “alienación social” masiva generada por cualquier estructura colectiva. La otra da acceso al tema del inconsciente, que es precisamente lo que se discute en la “alienación mental”. Una peculiar lógica de articulación vincula así el psicoanálisis lacaniano y el marxismo en una institución psiquiátrica que inscribirá consecuentemente a La Borde en la historia del psicoanálisis, así como de las alternativas políticas. La transmisión de la ética lacaniana de poner de acuerdo el deseo y mi acción estaba muy presente en la lectura de Oury hizo de Lacan. No dejaba de repetir que el deseo es inconsciente, inaccesible. De ahí la disputa con su amigo Félix por la idea de máquinas deseantes…
Si François Tosquelles se atrevió a hablar de transferencia polifónica y multirreferencial en la esquizofrenia, Jean Oury inventó la transferencia disociada. La transferencia en las psicosis es, pues, a la vez polifónica, multirreferencial y disociada; la transferencia disociada condensa los tres tiempos de la lógica de Lacan: el momento de ver, el momento de comprender, reducido a cero en un buen clínico, y el momento de concluir. A lo largo de las décadas de seminarios impartidos todos los sábados en La Borde y una vez al mes, los miércoles, en Sainte Anne, Oury aumentó lo que él llamaba su caja de herramientas y, como Félix Guattari, también se divirtió inventando conceptos y reinventando el psicoanálisis: la función -1, el colectivo (máquina abstracta), la función decisoria, la función diacrítica, la ciudad interior de cada uno, el “ça va de soi“, aquellos para los que todo es evidente, etc., la lista es larga.
Quizás una de las cosas que podemos destacar de las diferencias entre Oury y Guattari es la relación que cada uno tuvo con el psicoanálisis, o mejor dicho, con Lacan. Ambos asistieron a los seminarios, ambos fueron analizados por Lacan (uno 7 años, el otro 27), incluso, en los años 60 era un requisito hacer análisis, de preferencia con Lacan, para trabajar en La Borde. Fue Oury quien presentó a Lacan a Guattari, y en los años 50, si algo interesaba filosóficamente a Guattari y a Oury, era Lacan: “En aquella época en la Sorbona me llamaban Lacan […] Yo molestaba a todos con Lacan”.[37]
Oury tampoco queda atrás en la admiración. Dice que desde la primera vez que lo vio pensó: “Por fin hay alguien inteligente, voy a seguirle hasta la muerte”. Fue gracias a Lacan que Oury se decidió finalmente a estudiar psiquiatría, abandonando su plan de estudiar química-biología[38]. También fue gracias a Lacan que hizo la conexión con Tosquelles. Oury llegó a Saint-Alban completamente conmovido por la conferencia de Lacan de mayo de 1947, un texto que consideraba “la mayor referencia teórica de toda su actividad psiquiátrica”, y se encuentra con Tosquelles, que ponía a prueba a sus residentes haciéndoles leer las tesis de Lacan y al cabo de un mes les preguntaba qué les habían parecido.
Oury tardó hasta 1953 en establecer contacto personal con Lacan, pero a partir de entonces ya no abandonaría los seminarios y sobre todo el análisis, participando también activamente en la fundación de la Escuela Freudiana de París en 1964. “Sólo en 1953 fui a visitarlo y comenzó una cura que duró hasta 1980. Iba dos veces por semana, porque soy incurable”.[39]
Siguiendo las huellas de Oury, también en 1953, Félix comienza su análisis con Lacan que durará hasta 1960. Asistió a la Escuela Freudiana de París como analista y estuvo cerca de Lacan, fue considerado un estudiante brillante y se especuló que era el gran “heredero” del pensamiento lacaniano. Todo esto cambia por completo cuando Guattari se encuentra con Deleuze. Y como Deleuze aclara en sus entrevistas, fue Félix quien lo sacó del psicoanálisis, no al revés. Con la publicación de El Anti-Edipo, la ruptura es explícita y la relación se rompe definitivamente. Por parte del dúo, un tono agresivo y provocador, señalando todas las supuestas debilidades de la propuesta lacaniana. Por parte de Lacan, una aparente indiferencia total a estas críticas. Según la estudiante Catherine Millot: “Lacan estaba furioso y dio órdenes de no debatir en su escuela sobre este libro. Él mismo había guardado silencio, y en su seminario no se pronunció ni una palabra al respecto. Después de un tiempo mencionó el libro en un escrito, refiriéndose a Deleuze y Guattari como el águila schreberiana de dos cabezas”.[40]
En La Borde el libro no tuvo repercusión. “No, no hablamos del libro”, dice Oury en una entrevista con François Dosse. Su amiga y psicoanalista Nicole Guillet, que también trabajaba en la clínica, también entrevistada por Dosse, dice que, a diferencia del aprendizaje que había tenido en la práctica clínica con Guattari, sus libros nunca la ayudaron en su trabajo clínico, nunca terminó de leer El Anti-Edipo.[41] En un texto que Oury escribió tras la muerte de Guattari, publicado en la revista Chimères, menciona su posición respecto a la crítica de su amigo al psicoanálisis: “[…] me parecía demasiado masiva, reduccionista”.[42] El libro de Guattari “Psicoanálisis y transversalidad” encontró más eco, habló más de la realidad de los trabajadores labordianos.
Si hoy en día, dentro del psicoanálisis contemporáneo, El Anti-Edipo puede considerarse como un diálogo que nace dentro del propio psicoanálisis, en forma también de invitación a repensar algunos puntos, no era así en el momento de su publicación en el medio psicoanalítico francés en el que se situaba La Borde, aunque de forma marginal.
Jean Oury permanecerá fiel a Jacques Lacan y continuará analizándose con él hasta la muerte de éste. En el año y justo después de la muerte de Lacan, Oury comienza a dar un seminario gratuito en Saint Anne que mantendrá hasta abril de 2014, un mes antes de su muerte. Pero Oury no se convirtió en profesor universitario y no entró en la Escuela de la Causa Freudiana tras la muerte de Lacan. Un cierto psicoanálisis ortodoxo más centrado en la clínica de las neurosis nunca entendió del todo la propuesta de Oury y Guattari de extrapolar la noción de transferencia de los maestros Freud y Lacan para inventar una pragmática centrada en la polifonía de una institución y en las transferencias multirreferenciales que favorece.
La partida de los amigos
La polifonía de la que se enorgullecen La Borde y el movimiento de la psicoterapia institucional habrá sido puesta a prueba, ejemplarmente, por la infalible amistad conflictiva de Oury y Félix, incluso después del 68. Hasta el final, Félix se refería constantemente a la clínica analítica desarrollada por Oury, así como Oury se abrió permanentemente a las preocupaciones cartográficas, procedimentales y pragmáticas de Félix. Estamos de acuerdo con la afirmación de Jean Claude Polack[43] de que era evidente que el encuentro de sus “filosofías” provenía directamente del ejercicio de las multiplicidades que postulaban como su condición esencial.
Entre Oury y Guattari, muchas diferencias. De un lado, un sedentario, ligado a la disciplina médica, a la escuela de Lacan, a los gatos y a las burbujas de jabón; de otro, un ser del movimiento, inquieto, militante con un gusto manifiesto por las posiciones minoritarias, por el desorden y las provocaciones dadaístas, una especie de embajador. Pero entre ambos también, muchas afinidades, como por el surrealismo y las investigaciones del inconsciente. Además, ambos enfrentaron juntos a una difícil paradoja: pensar juntos la terapéutica de las psicosis y sus exigencias, desalienar sobre todo las propias herramientas terapéuticas que sobrecargan la enfermedad. Con las afinidades que mantenían con el surrealismo y las investigaciones del inconsciente.
Félix Guattari murió en la madrugada del 29 de agosto de 1992. Murió en La Borde de un paro cardíaco. Una muerte inesperada para todos sus amigos. Se trataba de un momento en el que Oury y Guattari estaban reaproximándose uno al otro. A pesar de las polémicas que sacudieron su amistad desde la llegada de Gilles Deleuze y de la escritura conjunta de obras que Oury consideraba una traición al movimiento psicoterapéutico institucional, Oury afirmó hasta el final que nunca dejó de dialogar con Félix. Cada vez que volvía a La Borde (Félix viajaba mucho), se veían y hablaban durante una hora al final del día, igual que al principio. En el texto que escribió en homenaje a su amigo, dice que dos semanas antes estaban sentados juntos, viendo una obra de teatro presentada por los internos de La Borde, y hablando de cómo “retener” todo lo que habían estado trabajando durante más de cuarenta años, que, a petición de Félix, llamaron “objeto institucional”.
“Félix nos deja hoy, bruscamente, sin estar preparados. Estamos desamparados. Más de cuarenta años de existencia casi en común, con un enorme trabajo en curso. […] Un duelo que acaba de empezar; un proceso de duelo que me parece terrible, a mí y a sus amigos, a sus numerosos amigos.
Así pues, ¿Félix ‘filósofo’? ¿’Psicoanalista’? … ¿Qué significa eso? Ante todo, un poder de arrastrar, de reunir”.[44]
En cuanto a Jean Oury, seguirá como director de la clínica hasta su fallecimiento el 15 de mayo de 2014 a las 11 de la noche en La Borde, a la edad de 90 años. Murió como en el poético título de uno de sus libros de 1980: “Las once de la noche en La Borde”, un libro centrado en la clínica de las psicosis. “Un silencioso ambiente circuló en la clínica cuando a primera hora del día 16 se conoció la noticia”, recuerda Clara, una de las autoras que les escribe.
La Borde sigue siendo hoy un lugar en el que reina una organización particular del trabajo con un rechazo manifiesto a las rígidas formas jerárquicas que suelen asociarse al sistema capitalista. Pero a partir de 1987, fecha en la que La Borde atraviesa grandes dificultades financieras debido a sus difíciles relaciones con el Estado y a sus obligaciones burocráticas y legales (como la de contratar prácticamente sólo a enfermeros y ningún otro oficio), comienza una progresiva normalización de la práctica psiquiátrica labordiana que tiende a acelerarse desde la muerte de Jean Oury.
La Borde vive al ritmo de las presencias colectivas que la animan, de sus vicisitudes y de las trayectorias existenciales que la componen. Una dimensión poética sigue estando presente en el bricolaje de la vida cotidiana a pesar de las presiones normativas externas e internas. El club terapéutico sigue cumpliendo una función muy importante para mantener viva esta forma de cuidar la locura y la cotidianidad. El equipo médico actual sigue estando formado, en su mayoría (3 de los 5), por personas que llegaron en 1980 y que llevan más de 40 años trabajando en la clínica. Los problemas de transmisión y los cambios de la cultura local y social son verdaderos desafíos.
Actualmente, la Agencia Nacional de Salud (HAS) no recomienda la psicoterapia institucional ni el psicoanálisis para el tratamiento de las psicosis y el autismo. Una cierta “antipsiquiatría” aficionada a las promesas de curas rápidas de las terapias conductuales y a los avances de la farmacología y las neurociencias tiende a convertirse en la norma de las llamadas “políticas de salud mental”. Los tiempos neoliberales que interfieren en la psicoterapia institucional, poniendo a prueba el delicado trabajo de acoger a los más frágiles. Porque, como decía Lucien Bonnafé (1992): “Juzgamos el grado de civilización de una sociedad por la forma en que trata a sus márgenes, sus locos y sus desviados”. Un fragmento del poema Tes pierres de gué que Jean Oury escribió con motivo de la muerte de Félix Guattari tiene su lugar aquí: Reste le sable et l’éternité du précaire, en castellano, “queda la arena y la eternidad de lo precario”. Finalizamos estas páginas con el poema completo:
“Tus caminos de piedras”
29 de enero de 1993
Cinco meses, día a día, Félix,
no se trata de evocar, d’e-vocar
sino de recoger, reunir, rencontrar el hilo
del tiempo
el tiempo que se desgasta, hasta la cuerda
la cuerda que atraviesa la opacidad
nunca agotando lo que es apenas máscaras
máscaras detrás de máscaras, sin fin,
que sólo el rostro soporta en uno
inalcanzable
Des-rostrificar: asesinato absoluto
Permanece la voz, la mirada, las mil y una
maneras,
los ritornelos… el tiempo que pasa
las travesías de universos
La caída, el torbellino, el agujero, las
interferencias
la inquietud
Pero lentamente, en la paciencia: la serenidad
en mantener, en asumir, en estos cataclismos
de fin de siglo
como él quería, en emergencia abductiva,
en redes
por las playas, por la creación de acontecimientos,
sin borrador … ‘sin flon flon’, sin tonterías
Un punto de parada, un punto de horror,
la muerte es siempre un accidente
una ruptura
Resta la arena y la eternidad de lo precario, el
silencio
y el ‘contracto’, inmemorial, de un diente
suspenso por un hilo
en la ecuación del humor.[45]
Bibliografía
- Bonnafé, Lucien, Désaliéner ? Folie(s) et société(s), PU du Mirail, Paris, 1992.
- Deleuze, Gilles, Conversaciones, Pre-Textos, Valencia, 2014.
- Dosse, François, Gilles Deleuze y Félix Guattari: biografía cruzada, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2009.
- Guattari, Félix, Caosmosis, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 1996.
- __________, Prácticas analíticas y practices sociales. De Leros a La Borde, Ediciones Casus-Belli, Madrid, 2013.
- __________, Confrontações / conversas com Kuniichi Uno y Laymert García dos Santos, n-1, edições, São Paulo, 2016.
- Lequenne, Michel y Péaud, Jean, “BAUMGARTEN Jean, dit VERGER”, en Le maitron, versión subida el 20 de octubre de 2008, modificada por última vez el 20 de diciembre de 2015. https://maitron.fr/spip.php?article15953 Consultado el 21 de octubre de 2022.
- Lorenzo, Mathis, Des fous et des normopathes. La clinique La Borde: une psychiatrie politique (1949-1986), tesis de Master 2 bajo la dirección de Jean Bérard y Olivier Wieviorka, Departamento de Ciencias Sociales, École Normale Supérieure Paris-Saclay, Defensa en julio de 2020.
- Oury, Jean y Guattari, Félix y Tosquelles, François, Pratique de l’institutionnel et politique, Matrice éditions, Paris, 2001.
- Oury, Jean, La Psychothérapie institutionnelle – de Saint-Alban à La Borde, Éditions d’une, Paris, 2016.
- ________, Le Collectif, Séminaire de Sainte Anne, Editions scarabées, Paris, 1986.
- ________, Onze heures du soir à La Borde, Essais sur la psychothérapie institutionnelle, Galilée, Paris, 1980.
- Oury, Jean et al., L’arrière-pays. Aux sources de la psychothérapie institutionnelle. Érès, Paris, 2020.
- Polack, Jean Claude, “La Borde en son temps”, Revista Multitude, https://www.multitudes.net/la-borde-en-son-temps/ consultado dia 24 de octubre de 2022.
- Dardy, Claudine et al., “Histoires de La Borde.10 ans de psychothérapie institutionnelle à Cour-Cheverny 1953-1963”, en Revue Recherche, Núm. 21, marzo-abril, 1976, Paris.
- Roulot, Danielle, “Greffe de transfert, bouture de fantasme”, en Chimère. Revue des schizoanalyses, 1990, pp. 95-110. https://www.persee.fr/doc/chime_0986-6035_1990_num_9_1_1719 consultado el 24 de octubre de 2022.
- Pankow, Gisela, L’Homme et sa psychose, Aubier Montaigne, Paris, 1983.
Notas
[1] Gilles Deleuze, Conversaciones, ed. cit., p. 200.
[2] Entrevistas de Jean Oury a Jean Claude Polack, filmadas en La Borde entre los años de 2012-2014. La intención de ese proyecto era realizar una película, todavía no concretizado.
[3] Sobre eso ver la nota de Michel Lequenne y Jean Péaud, “BAUMGARTEN Jean, dit VERGER”, ed. cit.
[4] Lorenzo Mathis, Des fous et des normopathes. La clinique La Borde: une psychiatrie politique (1949-1986), ed. cit.
[5] El CERFI o Centro de Estudios, Investigación y Formación Institucional fue fundado por Guattari en particular y fue responsable por la publicación de una revista, Recherches, entre 1967 y 1982. El número 21 de abril de 1976 está dedicado a : “Historias de La Borde. Diez años de psicoterapia institucional en la Clínica Cour-Cheverny”. En este número, vemos explícito en la apertura el texto “Constitución del año 1” escrito por Jean Oury y Félix Guattari el 1 de abril de 1953, en vísperas de la apertura de la Clínica de La Borde. Texto-intento de definición minuciosa de los modos de organización de la gestión colectiva del trabajo en la nueva clínica: centralismo democrático, precariedad de los estatutos y organización comunal del trabajo. Texto utopía. En esta edición, Oury y Guattari se presentan con los nombres respectivos de Odín y Óscar, el resto de los trabajadores permanecen en el anonimato.
[6] En 1953 escribe: en su diario: “¡Escribir! Quiero escribir. Se vuelve una necesidad imperiosa […] pero qué escribir. En primer lugar, acaso, mis dificultades para escribir […] Puedo hacer una literatura filosófica […] ¿No podría hacer una novela día tras día, conmigo, Micheline, JO [Jean Oury]. Algo que transmitiría y cristalizaría mis eviscamientos. Escribir un libro fue el gran mito de mi juventud.” François Dosse, Op. cit., p. 56.
[7] “El ‘juego’ había empezado muchos años antes, hacia 1945. Félix tenía unos quince años, y yo, veintiuno. Ya por entonces con una efervescencia de preguntas, de hipótesis. Él iba en las caravanas, organizadas por mi hermano Fernand, monitor, durante el verano. Fue entonces cuando lo conocí, y ya era el mismo de siempre. Una especie de abandono soñador, siempre queriendo conocerlo todo, matemáticas, física, piano… Pero ya tenía un cuestionamiento político concreto: Hiroshima, la situación en Madagascar, etc.” Jean Oury, “Para Félix”, en Prácticas analíticas y prácticas sociales, De Leros a La Borde, ed. cit., p. 94.
[8] Entrevistas de Jean Oury a Jean Claude Polack, filmadas en La Borde entre los años de 2012-2014. La intención de ese proyecto era realizar una película, todavía no concretizado.
[9] François Dosse cita a Jean Oury en Il, donc; François Dosse, Op. cit., p. 54
[10] Es bien sabido que en Francia, durante la Segunda Guerra Mundial, bajo el régimen de Vichy, 40.000 enfermos mentales murieron de hambre. Saint Alban escapó a esta regla con su revolucionaria forma de actuar. Ver: L’Hécatombe des fous, de Isabelle von Bueltzingsloewen, Flammarion, 2009. O su accesible artículo: https://www.cairn.info/revue-vingtieme-siecle-revue-d-histoire-2002-4-page-99.htm
[11] François Dosse, Op. cit., p. 61
[12] “En 1939, la llegada de una fuerte personalidad, François Tosquelles, cambia radicalmente los hábitos del hospital. Este psiquiatra catalán fue responsable del servicio psiquiátrico del ejército republicano español. Militaba en el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) [fue cofundador de este partido en 1935], y había huido de la España franquista cruzando los Pirineos a pie hasta llegar al campo de los refugiados españoles de Sept-Fons. Paul Bavet, que conocía la reputación de este ‘psiquiatra rojo’, al enterarse por otro psiquiatra catalán, Angels Vivès, de que Tosquelles se encontraba allí, lo libera y lo lleva a la clínica de Saint-Alban para que aporte su experiencia y su deseo de renovación. Ibidem, p. 60
[13] “Aquí llegan todas las relaciones de Jean Oury, una verdadera tribu que durante los fines de semana o en vacaciones colabora en la atención y en los talleres de recreación: ‘He llamado a Saumery el período a puertas cerradas’. En Saumery, Oury concibe su práctica psiquiátrica siguiendo la línea Saint-Alban: Sin esta articulación, la psiquiatría es una farsa. Tosquelles hablaba de la heterogeneidad policéntrica, y al mismo tiempo, de lo transdisciplinario. No se puede curar a nadie sin tener en cuenta su trabajo, su infancia, su situación material.” Ibidem, p. 63
[14] Entrevistas de Jean Oury a Jean Claude Polack, filmadas en La Borde entre los años de 2012-2014. La intención de ese proyecto era realizar una película, todavía no concretizado.
[15] Ver a Oury, Les racines de La Borde.
[16] François Dosse, Op. cit., p. 64.
[17] Ver Jean Oury, Le Collectif, Séminaire de Sainte Anne, ed. cit.
[18] Félix Guattari, Confrontaçóes /conversas com Kuniichi Uno e Laymert Garcia dos Santos, ed. cit., p. 92.
[19] Idem.
[20] Tosquelles hizo una interesante distinción entre “establecimiento” e “institución”, el primero se refiere a todo lo que es burocrático, las normas estatales, las leyes y la institución es lo que está vivo, lo que se puede establecer y desechar en cualquier momento. Esta noción de institución es totalmente diferente de la noción de la psiquiatría democrática italiana o de los antipsiquiatras. Sobre una discusión más amplia del concepto de institución ver Jean Oury, et al., Pratique de l’institutionnel et politique, ed. cit.
[21] “La circulación entre los diversos ámbitos se regula en el marco de innumerables reuniones de la clínica. Cualquier ocasión es buena para instaurar una nueva. Entre éstas, hay una que durante mucho tiempo fue una institución: la Subcomisión para la Animación de la Jornada (SCAJ). Fundada en 1955, funciona con regularidad cronométrica hasta 1965. (…) Guattari asume la animación de La Borde desde su llegada. Es un rol delicado, pues estas reuniones brindan informaciones de toda clase, organizan las actividades, pero también sirven de desahogo y de exposición de los diversos litigios en curso. François Dosse, Op cit., p. 77
[22] Disponible en el link: https://www.revue-chimeres.fr/Chimeres-no-34-La-grille
[23] Ver Jean Oury, Le Collectif, Séminaire de Sainte Anne, ed. Cit.
[24] Ibidem, p.9.
[25] Jean Claude, “La Borde en son temps”, ed. cit.
[26] Se ha publicado un hermoso libro que recorre la historia del GTPSI: Apprill Oliver, Le moment GTPSI (1960-1966), Une avant-garde psychiatrique, Epel Eds, 2013.
[27] François Dosse, Op. cit., p. 83.
[28] Danielle Roulot, “Greffe de transfert, bouture de fantasme”, en Chimère. Revue des schizoanalyses, ed. cit.
[29] El objetivo de esta puesta en práctica de los principios de la psicoterapia institucional no es crear racionalidad como tal, sino, antes bien, ‘desarrollar nuevas formas de subjetividad.’ François Dosse, Gilles Deleuze y Félix Guattari: biografía cruzada, ed. cit., p. 66.
[30]François Dosse, Op. cit., p. 65. Después de su libro basado en su tesis La Conación Estética, Oury también escribió “Creación y Esquizofrenia” en 1989. Este último fue traducido por Alicia Josefina Guerra Díaz y Daniel Segura Guerra y publicado en México en 2011 por la editora C&F ediciones.
[31] Félix Guattari, Caosmosis, ed. cit., p. 18.
[32] “Uno: Entonces la práctica en la clínica es esencial para concretizar el pensamiento sobre los esquizofrenénicos, por ejemplo.
Guattari: Sí. Después de eso vino la idea del esquizoanálisis. Crié la expresión análisis institucional porque, al início, la corriente Oury, Tosquelles, representaba la psicoterapia institucional. Psicoterapia me incomodaba, porque me parecía muy limitado. Usé ese término porque lo que la psicoterapia vehiculaba era algo que canalizaba el análisis sobre nociones personológicas, sobre una cierta concepción interpersonológica de análisis. Y yo creía que el análisis de las formaciones del inconsciente no estaba solamente ligada a las relaciones interpersonales que venían de la psicologia, de la psicopatologia etc., que esto correspondía a los conjuntos de los sistemas de producción. Entonces, para mí, la psicoterapia institucional era un caso particular de análisis institucional, que también tenía que ver con la pedagogia, el urbanismo, la vida social, la economía, el arte etc. Esto funcionó muy bien hasta 1968.” Félix Guattari, Confrontaçóes /conversas com Kuniichi Uno e Laymert Garcia dos Santos, ed. cit., p. 95.
[33] Ibidem, p. 96
[34] François Dosse, Op. cit., p. 431.
[35] Sobre esa red, en especial sobre la participación de una amiga mexicana –Sylvia Marcos– de Félix en la red, ver el artículo de Ana Patto publicado en esta misma revista “Sylvia Marcos, la amiga de Félix Guattari. Sobre política, clínica y amistad.”
[36] François Dosse, Op. cit., p. 432.
[37] Ibidem, p. 54.
[38] Oury quería estudiar las estructuras de “burbujas de jabón”. Esto inspiró un cuento literario de la escritora brasileña Lygia Fagundes Telles, esposa de su gran amigo Paulo Emilio Sales Gomes.
[39] François Dosse, Op. cit., p. 62.
[40] Ibidem, p. 265.
[41] Ibidem, 272.
[42] Jean Oury, “Para Félix”, en Prácticas analíticas y prácticas sociales, De Leros a La Borde, ed. cit., p. 94-95.
[43] Ibidem, p. 95.
[44] Idem.
[45] Jean Oury en Club de La Borde: «Tes pierres de gué», revista Chimères 1994/1 (N° 21), pp. 45-62, traducción libre de las autoras.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.