Resumen
El presente ensayo pretende exponer la aparición del mito del Estado como nueva forma de comunidad política, la cual pretende reemplazar la política de la Edad Media, la cual proponía la política de los dos poderes: La espiritual y la temporal. A lo que haré una breve explicación de la división de poderes, así como su erosión con la reforma protestante y su fin con la propuesta hobbsiana del Estado Leviatán. Con el fin de esta separación de poderes, el Estado se asume como nueva comunidad espiritual e inicia el mito de la auto-salvación del hombre por medio de la política.
Palabras clave: Estado, iglesia, política, espiritual, temporal, Hobbes
Abstract
The present essay aims to expose the emergence of the myth of the State as a new form of political community, which aims to replace the policy of the Middle Ages, which proposed the policy of the two powers: The spiritual and the temporal. To which I will make a brief explanation of the view of powers, as well as its erosion with the Protestant reform and its end with the Hobbsian proposal of the Leviathan State. With the end of this separation of powers, the State assumes itself as a new spiritual community and initiates the myth of the self-salvation of man through politics.
Keywords: State, church, politics, spiritua l, temporal, Hobbes
Primera parte: Inicio de la separación de poderes y su confusión con la reforma
En esta primera parte pretendo exponer cómo surgió la división de poderes que tuvo su origen en la edad antigua, en la patrística, y se desarrolló en la Edad Media. La razón de la separación fue el cristianismo. Posteriormente con la reforma protestante, la división de poderes se sigue manteniendo, pero se vuelve confusa. Por lo que Lutero y Calvino, autores que cito en el presente trabajo, ponen la autoridad espiritual en los príncipes o reyes, en el caso de Lutero, y con Calvino, el Clero tiene que gobernar a los súbditos con disciplina política.
El orden político medieval: Entre el orden espiritual y político
La Edad Media se caracterizó por la tradición que podríamos denominar: la división de poderes temporales y espirituales. El poder temporal era ejercido por los reyes y el emperador, los cuales se encargaban de administrar los bienes temporales como el alimento, el dinero, entre otras cosas. El rey era entendido como un servidor del pueblo. Mientras que la autoridad pertenecía al poder espiritual de la Iglesia católica encarnado en el Papado, el cual se encargaba de decir que era lo bueno y lo malo en las acciones de los hombres.
Esta división de poderes tiene sus orígenes en la tradición política que surge, de manera indirecta, con el cristianismo. El cristiano primitivo tenía en su conciencia la prioridad de obedecer a Dios sobre el emperador. Es decir, si una orden del emperador violentaba los mandamientos que Dios había revelado a su comunidad (Iglesia), el cristiano no solo no tenía que desobedecer, sino incluso expresar su disgusto. Esta prioridad no significa una posición anárquica contra el emperador, pues sabía que estaba dentro de un orden político que no podía violentar, sino que estaba primero la comunidad espiritual, la Iglesia, sobre las leyes civiles.[1] La Iglesia se entendió como una comunidad que estaba fuera del ámbito político, pero que sería un factor para renovar la experiencia política.[2]El historiador judío Ullmann ilustra la nueva forma de concebir los dos poderes que se encarnaban con la figura del Papa y el emperador.
“En uno de sus tratados, Galesio profundiza considerablemente estas ideas […] argumenta contra la identificación imperial de los poderes real y sacerdotal, asegurando que tan solo Jesucristo había sido rey y a la vez sacerdote, y que justo a partir de Jesucristo las funciones del rey y del sacerdote habían sido diferenciadas. Ninguno de los dos tenía que intervenir en los asuntos del otro […] Las cuestiones materiales, aseguraba, eran competencia de los reyes, quienes necesitaban de los pontífices para su propia salvación […] La soberanía referida a materias básicas y vitales pertenecían al entre las atribuciones del papa, pero la gestión real de las materias mundanales correspondía al rey”.[3]
El cristianismo separo de la política la representación de la verdad. Es decir, el poder político ya no tenía que decir nada del cosmos, y se limitaba a ser un servidor del pueblo. La verdad será mostrada por el nuevo poder espiritual emergente que es la Iglesia. Sin embargo, no se debe de entender como una verdad que se conoce plenamente, sino que es una verdad que se irá profundizando cada vez más en la historia.[4] Aquí el cristianismo hace consiente al hombre de la historia, pero ese es otro tema.
El malestar del poder civil romano contra el cristianismo era entendible si se entiende la forma de concebir el poder político en la Antigüedad. El poder del rey o del emperador se entendía como una representación del cosmos y de la divinidad. Esta era la tradición del mundo pagano, en el cual el poder político tenía que ser una imitación del cosmos, por lo que la desobediencia al emperador era un atentado contra la religión del gobierno civil.[5] Esta visión del mundo pagano se puede encontrar en un escrito del pensador platónico Celso en defensa del paganismo frente al cristianismo emergente, en el cual resalta la defensa de la representación divina del emperador frente a la “des-divinizacion” del poder político que ocasiona el cristianismo:
“Apeguémonos a este principio: Jamás, en ningún modo, es bueno que abandonemos a Dios, ni de noche ni de día, ni en público, ni en privado. Debemos continuamente, bien con nuestras palabras, nuestras acciones, e incluso cuando no hablamos ni obramos, mantener nuestra alma hacía Dios. Puesto esto, ¿Qué hay de mal en procurar atraer la benevolencia de aquellos que Dios le dio poder, y en especial a los reyes y poderosos de la tierra? Pues ellos fueron elevados a esos lugares por la intervención divina”.[6]
Así la separación del poder político y religioso, temporal y espiritual, es una revolución que el mundo pagano vio peligroso en el cristianismo. El pagano temía que el cristianismo le arrebatara el cosmos encantado con el que fundamentaba su comunidad. Con esta separación, el cristianismo logra separar verdad de la representación, como bien señala Voegelin.[7]
Esta división de poderes ha sido la revolución más grande de la historia del pensamiento político.[8] El rey ya no podía pretender ser una divinidad encarnada, ni una representación del cosmos, sino un simple servidor del pueblo y con un poder al cual estaba sometido: El poder espiritual.
Las batallas entre el Papa y el emperador en la edad media son una muestra de que los poderes ahora estaban divididos, y la representación de la verdad estaba fuera del alcance de la política. El poder espiritual, a diferencia del temporal, pretenderá ser de dimensión universal en la figura de la Iglesia católica. Para los medievales, la Iglesia es el fundamento espiritual que une a todas las naciones europeas. El rompimiento con la idea de Iglesia Universal se verá con la tradición protestante, el cual se empezara con la idea de Iglesias nacionales al servicio del príncipe y del Estado. [9]
Esta comunidad apolítica fundamenta la acción política con la idea de “Ley natural”, la cual es creada por Dios para que todos los hombres conozcan el bien y la verdad. Esta ley natural es la clave para combatir las tiranías que el poder político llegue a ejercer sobre los súbditos. Porque la razón humana tiene que alinearse a la ley natural, y esa ley está sobre cualquier potestad. Tomas de Aquino afirma:
“Como todas las cosas que se encuentran sometidas a la divina providencia están reguladas y medidas por la ley eterna, según consta por lo ya dicho (a.1), es manifiesto que participan en cierto modo de la ley eterna, a saber, en la medida en que, bajo la impronta de esta ley, se ven impulsados a sus actos y fines propios. Por otra parte, la criatura racional se encuentra sometida a la divina providencia de una manera muy superior a las demás, porque participa de la providencia como tal, y es providente para sí misma y para las demás cosas. Por lo mismo, hay también en ella una participación de la razón eterna en virtud de la cual se encuentra naturalmente inclinada a los actos y fines debidos. Y esta participación de la ley eterna en la criatura racional es lo que se llama ley natural”.[10]
Esta verdad que inicia el cristianismo tiene por nombre: Verdad escatológica.
La teología civil de los protestantes: Lutero y Calvino como “redivinizadores” de lo político
a) Martin Lutero
El rompimiento con esta visión medieval entre la división del poder espiritual y terrenal puede encontrar sus primeros grandes pasos en el protestantismo. Si bien es cierto que en la edad media estos pasos se buscaban dar sobre todo con la figura de Dante Alighieri con la Idealización del Imperio e incluso con el nuevo milenarismo escatológico de Joaquín Fiore, sin embargo, en el protestantismo el poder político se asume como nueva cabeza de la Iglesia.
Esta nueva forma de concebir la Iglesia buscaba romper con la universalidad de la autoridad de la antigua Iglesia para comenzar una nueva. Pero para esto se deberá sustituir la antigua jerarquía por una nueva. Así Lutero ve los príncipes como obispos por “necesidad”, cuando la antigua jerarquía quedó fuera de la nueva Iglesia. Incluso el Príncipe tendría que ser el encargado de instruir espiritualmente al pueblo. El poder político secular, para Lutero, tiene un carácter divino, pues ha sido Dios el que ha encomendado el poder político para el cuidado del pueblo.[11]
“Por esto sería lo mejor, y es el único remedio que queda, que los reyes y príncipes, la nobleza, las ciudades y las comunidades comenzasen a abrir un camino a la reforma”.[12]
Así, Lutero abre la puerta a la idea de Iglesia nacional. Son ahora los príncipes de cada nación quienes deben dirigir la comunidad cristiana en la que nacen. Lutero ve en el poder secular aquel poder que protege de la violencia a los hombres que están en constante conflicto. Hay que decir que Lutero se refiere a los hombres que no viven la fe, pues aquellos que viven la fe no necesitarían del poder político. Pero el hombre sin fe es por naturaleza malo y tiende a violentar al otro. El poder secular es el único que puede poner freno a la violencia que ejercen los hombres en la tierra. Por lo que ante el poder secular de los príncipes se debe una obediencia pasiva.[13]
“No hay mejores obras que obedecer y servir a todos los que están colocados por encima de nosotros como superiores. Por esta razón también, la desobediencia es un pecado mayor que el asesinato, la lujuria, el robo y la deshonestidad y todos estos puedan abarcar”.[14]
Esta antropología pesimista y ver al poder político como único freno a la violencia será apropiada por Hobbes.
Si bien es cierto, Lutero siempre distinguió la Iglesia del poder político con la tesis de los dos reinos, no pudo detener el poder de los príncipes para obtener el lugar dejado por la Iglesia católica como resguarda del poder espiritual. El luteranismo ya establecido en Alemania instituyó iglesias nacionales, donde se fue erradicando la presencia de la Iglesia católica, el cual era el freno más fuerte para el poder secular desde la edad media. El poder político vuelve a soñar con obtener el poder espiritual.
b) Calvino
El pensamiento de Calvino fue más radical en su modo de percibir el poder político. A diferencia de Lutero, donde sus reflexiones políticas fueron de manera indirecta, en Calvino encontramos una mayor importancia. A diferencia de Lutero, a Calvino no le interesa la vivencia personal de la fe, sino que la fe cristiana debe de constituir un orden político que busque erradicar el mal en el mundo.[15] El misterio en el calvinismo se vuelve un tema superfluo, no tiene importancia en la nueva Iglesia que instaurara y que buscara reemplazar el orden político de la Iglesia católica.[16]
En primer lugar, concibe a la Iglesia como el poder religioso que debe de gobernar todos los asuntos políticos. Esto a diferencia de la Iglesia católica medieval que se encargaba de dar forma al contenido político, la Iglesia calvinista busca que la Iglesia sea el gobierno político.[17]
En segundo lugar, el calvinismo se entendió a sí mismo como una Iglesia disciplinaria que buscaba el “reino de los hombres santos” sobre el vulgo. Lo que se buscaba era la obediencia total a la nueva Iglesia y ya no la Iglesia como reconciliadora de Dios con los hombres como lo que buscaba la Iglesia católica.[18]
La Iglesia y el Estado se combinan en una nueva entidad artificial donde el poder espiritual ahora se mezcla con el temporal, pues, aunque Calvino seguía manteniendo la superioridad del poder espiritual, esta superioridad se debe ver en los fines que del poder político: el reino de Dios y de los santos en la esfera intramundana. El obispo se va a entender ahora no como un pastor espiritual, sino como aquel que debe gobernar terrenalmente al pueblo que lo lleva a su perfección disciplinaria en la comunidad política. El fin de esta nueva Iglesia es la transformación del mundo en un Reino de Dios.[19]
Así, con Calvino, cerrado el horizonte de la trascendencia obliga que la visión racional del hombre se centre en la salvación terrenal y ya no trascendente, debido a que la salvación trascendente ya está determinada por Dios, y los hombres no aspiran a cambiar esa decisión divina. Esto es la oportunidad para que la política ocupe el lugar de la religión trascendente. El nuevo mito de la salvación de los hombres en el mundo por medio de la política se va formando con el protestantismo, y tendrá a su principal teólogo civil al británico Thomas Hobbes.
Un mito teológico civil llamado Leviatán o el Dios mortal: El fin de la separación de poderes
La fragmentación de la comunidad espiritual que la Iglesia católica creo en Europa fue llevando poco a poco a nuevas consideraciones sobre lo que debe de ser ahora la nueva Iglesia que unirá las voluntades hacía un nuevo cuerpo místico. Esta nueva forma de concebir la política tendrá un rompimiento fuerte con el mundo medieval, pues ya no se da mediante un lazo natural entre los hombres, el cual la Iglesia católica se apoyaba para la idea de Iglesia universal, sino mediante un contrato. Esta nueva comunidad es artificial, no se hace por lazos naturales entre los seres humanos, sino por una concordancia entre voluntades. El artífice de la nueva comunidad artificial es Thomas Hobbes.
La teoría política de Hobbes si bien apoyó los absolutismos de los reyes sobre los súbditos, su teoría política no pretende limitarse a apoyar un absolutismo. Hobbes pretende la creación de una nueva comunidad donde todas las voluntades se encarnen libremente en un soberano que las represente. Un cuerpo que emule el cuerpo místico de Cristo en un poder civil. Tendrá razón Voegelin que el tema principal del contrato no es solamente el elegir a un soberano que tendrá el poder absoluto, sino todas las voluntades que eligen una representación de todas sus voluntades. La Commonwealth es la personalidad que hará su propia historia.[20]
“Existen cristianos en los dominios de diversos príncipes y Estados, pero cada uno de ellos está sujeto al Estado del cual él mismo es un miembro, y, por consiguiente, no puede estar sometido a los mandatos de ninguna otra persona. Por tanto, una Iglesia que sea capaz de mandar, juzgar, absolver, condenar o llevar a cabo cualquier otro acto, es cosa idéntica a un Estado civil, que conste de cristianos; y se denomina Estado civil, en cuanto los súbditos de él son hombres, e Iglesia en cuanto son súbditos de ella son cristianos”.[21]
Esa nueva Iglesia Hobbes la llama El Estado. El Estado es un dios mortal al cual los hombres deben su defensa y su paz y el cual al ser establecido por Dios mediante la figura del soberano,[22] debe borrar la idea de división de poderes, para que el soberano sea dueño absoluto del poder religioso y civil.[23] La separación entre el poder espiritual y temporal, no solo es una división absurda, sino peligrosa para la nueva Iglesia, porque ahora el poder civil, El Estado, es el reino de Dios en la tierra, como lo afirma en su libro XXXV del Leviatán:
“El reino de Dios es un Estado civil, en el que Dios mismo es soberano, primero por la virtud del Antiguo pacto y después por el Nuevo, donde reina por su vicario o representante, los mismos pasajes probarán también que, después de haber venido de nuevo nuestro Salvador en su majestad y su gloria, para reinar eternamente, el reino de Dios debe de existir sobre la tierra”.[24]
Esta división de poderes que el cristianismo realizo ya no tiene sentido, como lo afirma en otra de sus obras titulada: Behemoth.[25] La división entre el poder político y poder espiritual solo viene a desestabilizar el nuevo reino de Dios, el Estado, por lo que el soberano tiene una tarea encomendada directamente por Dios. El soberano es ahora el vicario de Dios en la tierra, remplazando la figura del Papa.[26] Esta tarea del soberano como nuevo vicario de Dios es defendida por Hobbes con la figura de Abraham. El cual Dios le da a Abraham una soberanía espiritual, como el que defendía la Iglesia católica, sino una civil.
“Que nadie sino Abraham en su familia, y nadie sino un soberano en un Estado cristiano puede saber lo que es y lo que no es la palabra de Dios. En efecto, Dios habló solamente a Abraham, y sólo él fue capaz de saber lo que Dios dijo, e interpretarlo para su familia: y, por consiguiente, también, los que ocupan el lugar de Abraham en un Estado son los únicos intérpretes de lo que Dios ha manifestado”.[27]
Con la figura de Moisés pretende fundamentar que el reino civil y sacerdotal son una misma cosa y que al ser Moisés sacerdote y rey de un pueblo, tiene el derecho de regular el gobierno y la religión. El soberano tiene ahora su fundamento teológico para esta tarea.
“Moisés, tenía, bajo Dios, la soberanía sobre los israelitas en cuestiones de civiles y también en las religiosas: Porque Moisés fue el único que habló con Dios, y, por consiguiente, solo él podía decir al pueblo lo que Dios quería de ellos”.[28]
Toda esta teología que Hobbes arma es la nueva simbolización de la nueva Iglesia. El Estado se configura como la nueva Iglesia, donde todas las voluntades se personifican en el soberano. Lo político es ahora el nuevo fundamento del cosmos, encerrando ahora las conciencias individuales en lo que el soberano afirma como cierto y falso. En el libro XXIX del Leviatán, Hobbes ve con buenos ojos que el soberano sea el encargado en prohibir libros y actitudes que puedan dañar la unidad de la Commonwealth.[29] Esta nueva teología es un retorno a la concepción de la religiosidad civil pagana, pero ahora con un fundamento cristiano, pues a diferencia de la política pagana no busca la imitación de un cosmos, sino que busca llegar a una plenitud en el mundo mediante el reino de Dios en el mundo que es el Estado. Se llega crear a uno de los mitos gnósticos de la modernidad: La salvación del hombre por medio de la política.
El mito de la salvación por medio de la política
Esta teología civil de Hobbes es la base para la moderna política. Así Schmitt, discípulo de Hobbes, no duda en admitir que toda la política en la modernidad es una teología secularizada.[30] Este nuevo mito político, de orígenes calvinistas, tiene consigo un nuevo mito escatológico: La salvación por medio de la política.
Esta salvación está en los orígenes de la concepción antropológica de Hobbes, donde el Estado es el que protege al hombre de su naturaleza de guerra. Esa naturaleza de guerra es parte de una naturaleza humana corrompida, la cual puede ser corregida por un grupo de hombres santos que conduzcan por buenas andadas a esa comunidad. En este caso el hombre santo es el soberano, porque es el único que sabe que es lo que quiere Dios para su pueblo. El soberano es el intermediario entre Dios y el pueblo. Hobbes en el capítulo XXXVIII del Leviatán, donde trata de lo que debe entenderse por salvación, ve en el Estado la Jerusalén que baja del cielo para restaurar el orden perdido entre los hombres.
“Respecto al lugar en que los hombres deben disfrutar de esta vida eterna que Cristo obtuvo para ellos, los textos recién alegados parecen situarlo en la tierra […] Como si dijeran que la nueva Jerusalén, el paraíso de Dios, a la venida de Cristo, vendría hasta el pueblo de Dios desde el cielo, y no que el pueblo ascendiera hasta aquel, desde la tierra”.[31]
Esta salvación de la comunidad por medio de lo político no es original de Hobbes, se puede ver que su origen es calvinista como subraya Walzer y Charles Taylor.[32] Sin embargo, el mito que crea Hobbes a base de la nueva teología civil que se desarrolla en el mundo protestante, es uno de los mitos más fuertes de la modernidad: El Estado. El Estado es la comunidad, la nueva Iglesia que llevara a cabo la tarea de traer el reino de Dios a los hombres.
El fin de la nueva Iglesia, inventada por Hobbes, pretende ser una sustitución de la Iglesia católica. El Leviatán no es más que el nuevo catecismo de la política moderna que pretende polemizar contra la antigua Iglesia. Todo el Leviatán es un antagonismo contra la Iglesia católica. Así si para la Iglesia católica, el fin es la salvación de los hombres desde terreno espiritual, el Estado lo hará en el mundo a base de la disciplina sobre los hombres, salvándolos del estado de guerra. La Iglesia tiene un fin trascendente, el Estado es inmanentista. La Iglesia católica es universal, el Estado particular. La Iglesia carece de personalidad propia, el Estado la tiene mediante las nacionalidades. Ambos buscan la salvación del hombre, pero desde su visión existencial del hombre. La Iglesia acepta la salvación por parte de Dios, del gran otro; el Estado es la tentación gnóstica de la auto salvación. El Estado no existiría sin la Iglesia, es su antagonista, y desde que nació ha buscado aniquilarla, no porque desacuerde con ella, sino porque pretende ocupar su lugar. Hobbes afirma en el capítulo XXIX:
“Sobre la tierra no existe Iglesia universal a la que todos los cristianos vengan obligados a obedecer, porque no existe poder sobre la tierra el cual todos los Estados estén sujetos: existen cristianos en los dominios de diversos príncipes y Estados, pero cada uno de ellos está sujeto al Estado del cual él mismo es un miembro, y, por consiguiente, no puede estar sometido a los mandatos de ninguna persona. Por tanto, una Iglesia que sea capaz de mandar, juzgar, absolver, condenar y llevar a cabo cualquier otro acto, es cosa idéntica a un Estado civil, en cuanto que los súbditos de él son hombres, e Iglesia en cuanto los súbditos de ella son cristianos”.[33]
El Estado, para Hobbes, es una sustitución del antiguo orden político establecido por la Iglesia católica, y que en ausencia de ella se busca sustituir con la nueva Iglesia intramundana que busca salvar al hombre de su misma condición humana. El Estado es el reino de Dios, y la Iglesia, como la denominaba Hobbes, es el reino del diablo. El Estado, como nueva alianza de Dios con el soberano, tiene ahora el poder espiritual y temporal en sus manos, por lo que en el Estado ya no tiene sentido hablar de división de poderes. Es la verdadera Iglesia que llevara al hombre a su salvación intramundana. En el Estado verdad y representación vuelven a fundirse y confundirse. El Estado es el nuevo cosmos y su nuevo fundamento. El mito, el Estado, sustituye a la religión trascendente.
Conclusión
La teoría política de Hobbes me parece que antes de llamarle filosofía política debería llamarse una teología civil. porque si bien es cierto que establece un nuevo método para el estudio de la ciencia política, Hobbes no hace más que un mito llamado Estado.
El Estado, permítanme definirla de la siguiente manera, es una nueva comunidad mística que emulan el cuerpo místico de Cristo, o sea, a la Iglesia. Lo importante del Estado es la Commonwealth, es decir, la unión de la multitud de voluntades que hacen una sola: el soberano. Pero el soberano no solo es un rey o parlamento con poder absoluto sobre los súbditos, sino que es una personificación de todas las voluntades unidas. Es por eso que se deben unir en un mismo pensar y sentir. Es una imitación a la concepción de la Iglesia de la unidad de sus fieles mediante la imagen del cuerpo místico de Cristo, donde Cristo es la cabeza. En la Iglesia civil, que tiene por nombre Estado, todas las voluntades se hacen una y tienen por cabeza al soberano.
Mediante la nueva Iglesia, llamada Estado, el hombre pretende alcanzar su salvación en el mundo, es decir, librar del hombre de su estado de guerra natural. Recordando que para Hobbes la salvación no se alcanza en una vida trascendente, sino en la terrenal. Por lo que el Reino de Dios llega al mundo por medio del Estado. El Estado es el Reino de Dios en el mundo. El Estado es la nueva Iglesia que es la encargada de traer la salvación del hombre en el mundo. La tentación gnóstica de la auto salvación del hombre se encuentra presente en la política moderna.
Con esto, Hobbes inicia uno de los mitos más importantes de la modernidad: El Estado y la auto salvación del hombre por medio de la política. El Estado es aquel dios mortal, el cual debemos bajo el Dios inmortal.[34]
Bibliografía
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- Lutero, Martín, A la nobleza de la nación alemana, Tecnos, Madrid, 2013.
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- Sabine, George, Historia de las teorías políticas, Fondo de Cultura Económica, México, 1981.
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- Taylor, Charles, La era secular, Gedisa, Barcelona, 2014.
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- Ullmann, Walter, Historia del pensamiento político en la Edad Media, Ariel, Madrid, 1999.
- Voegelin, Eric, La nueva ciencia de la política, Katz, Madrid, 2006.
- _______, Las religiones políticas, Trotta, Buenos Aires, 2014.
- Walzer, Michael, La revolución de los Santos, Katz, Madrid, 2008.
- Xirau, Ramón, Introducción a la historia de la Filosofía, UNAM, México, 2014.
Notas
[1] Sabine, Historia de las teorías políticas, ed. cit., pp. 141-153.
[2] Voegelin, Nueva ciencia de la política, ed. cit., p. 137.
[3] Ullmann, Historia del pensamiento político en la Edad Media, ed. cit., p. 43.
[4] Voegelin, op. cit. También puede verse a Remi Brague en su obra La Ley de Dios: Una historia filosófica de la alianza. En su obra, Remi Brague nos ilustra como en las civilizaciones antiguas el emperador o rey era el encargado de representar el cosmos para sus súbditos, incluso era el poder político aquel que movía los cuerpos celestes y toda acción cósmica dependía del emperador. Y también Pierre Manent, en su obra titulada Introducción a la filosofía política.
[5] Ibid.
[6] Celso, Discurso verdadero contra los cristianos, ed. cit., pp. 155-156.
[7] Voegelin, op. cit.
[8] Sabine, op. cit., p. 141.
[9] Voegelin, op. cit.
[10] Tomás de Aquino, Suma Teológica, ed. cit., Parte I-IIae, cuestión 91.
[11] Lutero, Sobre la autoridad secular: Hasta donde se le debe obediencia, ed. cit.
[12] Lutero, A la nobleza de la nación alemana, ed. cit., p. 17.
[13] Lutero, Sobre la autoridad secular: Hasta donde se debe obediencia.
[14] Lutero, Sobre las buenas obras, ed. cit.
[15] Walzer, La revolución de los Santos, ed. cit.
[16] Taylor, La era secular, ed. cit.
[17] Walzer, op. cit.
[18] Idem.
[19] Idem.
[20] Voegelin, Las religiones políticas, ed. cit., p. 53.
[21] Hobbes, Leviatán, ed. cit., pp. 387-388.
[22] Ibid., p. 141.
[23] Ibid., p. 388.
[24] Ibid., p. 375.
[25] Hobbes, Behemoth, ed. cit., pp. 11-12.
[26] Idem.
[27] Hobbes, Leviatán, p. 390.
[28] Ibid., p. 393.
[29] Ibid., p. 268.
[30] Schmitt, Teología Política, ed. cit.
[31] Hobbes, Leviatán, p. 372.
[32] Charles Taylor, La era secular, ed. cit. Véase en lo referente al capítulo dos de su Tomo I de “La era secular” en torno al tema de la sociedad disciplinada, donde señala el origen calvinista de esta nueva forma política.
[33] Hobbes, Leviatán, p. 388.
[34] Ibid., pp. 140-141.
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