FOTOGRAFÍA Y DIBUJO DE FEDERICO LEVATO TOMADA DEL SITIO REDCSUR
Resumen
Ante la mutación del neoliberal-capitalismo y sus nuevos métodos de dominación neocolonial, tecnológica y subjetiva para el control biopolítico y geopolítico, recordamos en este texto estrategias colectivas de fuga y de transfiguración en prácticas creativas utilizadas por quienes resistieron o resisten en uno de los contextos represivos más recientes, los años setenta y ochenta en Latinoamérica. Vemos la posibilidad de afirmar la escena de creación como un lugar de trabajo micropolítico, de experimentación y apelación a la transformación de la sensibilidad y la representación. Agenciamientos colectivos que surgieron en el momento de implantación del neoliberalismo que es necesario recordar, reconocer, reconsiderar en el momento actual de alianza entre las fuerzas neoliberales y conservadoras.
Palabras clave: cuerpo colectivo, Latinoamérica, prácticas creativas, resistencia, arte, afinidades.
Abstract
Faced with the mutation of neoliberal-capitalism and its new methods of neocolonial, technological and subjective domination for biopolitical and geopolitical control, we recall in this text collective strategies of escape and transfiguration in creative practices used by those who resist or resisted in one of the contexts most recent repressive, the seventies and eighties in Latin America. We see the possibility of affirming the scene of creation as a micro-political workplace, of experimentation and to the transformation of sensitivity and representation. Assemblage that arose at the time of the implantation of neoliberalism that must be remembered, recognized, and reconsidered at the current moment of alliance between the neoliberal and conservative forces.
Keywords: collective body, Latin America, creative practices, resistance, art, affinities.
Habitamos un mundo en proceso de agotamiento, un mundo que ante su inminente agonía refuerza los modos más violentos de aniquilación de lo distinto, de lo que se fuga y se refracta de los diversos mecanismos de captura de su existencia, de su potencia. Nos referimos específicamente al mundo del hombre y a su invento de humanidad: occidental, blanca, funcional, mercantil, individualista, que ha organizado su forma de vida a través del arrebato y la invención de privilegios sobre otros cuerpos y otras formas de vida que se intentan escapar de su maquinaria antropológica, esa máquina dentada que coloca en el centro de todo a la humanidad hegemónica oponiéndola a la animalidad, revestida de una masculinidad abrumadora que intenta por todos los medios devolver esas corporalidades desertoras a la dictadura de la normalidad.
Comité de Maquinaciones Defectuosas
Sucesivas mutaciones ha tenido este sistema siniestro y tóxico de colonialismo capitalístico. Hecho que ha construido en Latinoamérica procesos de resistencia dolorosos y persistentes como los ocurridos durante el proceso de instalación del neoliberalismo en los años setenta y ochenta, periodo en que brotaron agenciamientos como posibilidades alternativas a las tradicionales en la protesta. Éstas alteraron la “normalidad” de la vida represiva pública. Un ejemplo fueron las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo y Mujeres por la Vida en Chile, organizaciones sociales y de derechos humanos que se afianzaron con artistas y trabajadores culturales, que pusieron el cuerpo ante el contexto crudo de su época. Escapando de intereses individuales vemos cómo es posible encontrar afinidades y formas de contagiar a otrxs. Generación de afectos comunitarios y activismos contrahegemónicos que podemos identificar y que, en el caso particular de Chile, se repiten en el actual movimiento social llamado “revuelta o estallido” chileno, como la ola feminista chilena hace años gestada con el “Movimiento Pro Emancipatorio de las Mujeres en Chile (MEMCH), Mujeres por la vida, el mayo feminista y el actual movimiento.
En el fuego de los cuerpos agotados de colonialismo capitalístico se vuelve necesario revisar las experiencias latinoamericanas en arte y política, de los llamados que hicieron las coordinadoras culturales a poner el cuerpo frente a las dictaduras de los años 80. Sabemos que la dictadura no ha terminado y que este no es más que una continuación de esa seguidilla de violencia política estructural.
Comenzaremos situándonos desde donde escribo: Chile a 47 años del golpe de estado que introdujo por la fuerza el neoliberalismo, luego continuaremos con las referencias de la investigación de la Red Conceptualismos del Sur “Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en Latinoamérica”, investigaciones que son la base para analizar las estrategias creativas desbordadas de disciplinas ortodoxas que continúan hasta hoy.
¿Dónde estuvieron los artistas y trabajadores culturales en épocas similares a las actuales? Es una pregunta que ronda este texto constantemente al igual que el deslumbramiento de las posibilidades que nos da la creación de fugas y acuerpamientos para resistir con otrxs.
Mirando alrededor. ¿Dónde estamos desde dónde escribo?
Es marzo de 2020 en Chile. Un mes que aquí da inicio al año luego del periodo de vacaciones de verano en enero y febrero, trabajadores vuelven a su ritmo y estudiantes a la escuela, colegio o universidad. Es marzo y las familias incurren en gastos: uniformes escolares, útiles escolares, matrícula de universidad, pago de permiso de circulación y patente para quienes osan del privilegio de andar en auto. Recuerdo un spot publicitario del banco Santander que anunciaban en la televisión abierta hace algunos años y que acuñó la frase que se recuerda en esta fecha: “Llegó marzo”. Una familia de vacaciones se encuentra en un bote paseando por el lago del volcán Villarrica en el sur de Chile, el protagonista es el actor Fernando Larraín, quien lleva un gorro con la palabra marzo, es quien rema el bote y mientras pasea a la familia de turistas por el lago, les recuerda los gastos que vienen devuelta de sus vacaciones. El spot es para publicitar un crédito de consumo especial marzo. Un escape para muchas familias que no tienen más que endeudarse para partir con el consumo y la productividad asfixiante del año. El trabajo es parte de la dictadura y la escuela una cárcel de disciplinamiento para salir adoctrinada a lo que vive la mayoría de las trabajadoras en la dictadura del trabajo.
Una dictadura porque lo que cada persona hace está subordinado a la productividad de su labor y medido en el sistema por el dinero. El tirano que es el mercado controla nuestro tiempo, lo que comemos, como vestimos, nuestra corporalidad, nuestra vida sexual reproductiva. Es quien define nuestro horario de trabajo, el precio por hora de producción es una dictadura condicionada a lo que el opresor define.
Nadie está fuera del ojo que mide la productividad, incluso artistas y trabajadoras culturales, quienes intentan gestionar, producir y circular su obra y proyectos artísticos desaforadamente para estar dentro del circuito cultural artístico.
En el año 2013 el artista conceptual Santiago Sierra realiza la performance “El trabajo es la dictadura” en Ivorypress Space de Madrid. La acción comienza con la publicación de una oferta de trabajo en el Servicio Público de Empleo Estatal de España para contratar a treinta personas a quienes se les pagará el salario mínimo. Estas treinta personas, que se encontraban en situación de desempleo, en nueve días rellenan escribiendo a mano y con buena letra la frase insistente “El trabajo es la dictadura” copiada una y otra vez en las páginas de los mil ejemplares del libro titulado tal como la performance. La publicación es parte de la colección de libros de artista de la editorial Ivorypress y se vende a 24 euros.
Es marzo de 2020 en Chile, momento que aquí estábamos esperando para retomar la revuelta social que comenzó en octubre de 2019. “Nos cansamos” y “Chile despertó” fueron las consignas más apeladas en el movimiento social que se activó por la manifestación y evasión masiva de estudiantes secundarios ante el alza del pasaje del transporte público en Santiago “evadir, no pagar otra forma de luchar”. “No son 30 pesos, son 30 años” lema que dejaba en claro que la evasión no correspondía solo al alza del pasaje en $30 sino que al costo de vivir en un país como Chile luego de que las políticas neoliberales comenzaran a hipotecar nuestra vida desde la dictadura militar seguida por los gobiernos democráticos. Privatización del agua, de la electricidad, carreteras, educación, salud. El piso ético social no existe en Chile y nuestra vida está totalmente precarizada.
Los “pingüinos”, como solemos decirles a los estudiantes por los colores del tradicional uniforme, que hasta hace unos años era obligatorio, lograron unir a un país marcado por la herida y el trauma de la dictadura militar y la alienación al sistema por sobrevivencia. Así, el final del año 2019 estuvo marcado por marchas, cacerolazos, barricadas, organización de asambleas, pero también de violencia, represión y terrorismo de estado.
Perder la forma humana (o de quienes nos señalan el camino para lo colectivo)
Pensemos un contexto social, político, económico complejo, hostil, represivo, violento. Pensemos desde lo micropolítico a lo macropolítico (seguramente no necesitamos recurrir a la fantasía para visualizar el paisaje actual). ¿Cómo perder la forma humana en tal contexto?, devenir perder la forma humana en lo biopolítico desprende más de una esfera o posibilidad. Comprender este radical llamado podría significar el abandono-perdida del cuerpo por la violencia política, de masacre, de tortura, de humillación, de vejación; afectación que puede ser tan fuerte, tan traumática que podría anular por el resto de la vida la posibilidad de resistir, de crear, de comunicar, de implicarse con otrxs, o siendo incluso necesario el paso de dos o tres generaciones para retomar y volver a insistir en lo que se estaba.
Perder la forma humana podría significar volverse nada, no tener lugar, ser invisible y sin valor, caer en la sobrevivencia de alienarse al sistema para seguir existiendo con escasa fuerza vital, fuerza vital que da para operar una máquina o ser una máquina, única posibilidad de existir.
Perder la forma humana podría significar declararse animal y abandonar la especie humana para transformar la corporalidad y el modo de vida en común relación con otras seres vivas.
Perder la forma humana podría significar dejar la individualidad y el yoyoismo para transformarse en cuerpo común colectivo, radicalizar la existencia para hallarse haciendo-siendo con otras.
Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en Latinoamérica es una investigación de la Red Conceptualismos del Sur (RedCSur)[1] que luego de años de trabajo dio lugar a la exposición y un libro de igual nombre que se inauguró en el año 2012 en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, posteriormente en el año 2013 en el Museo de Arte de Lima (MALI) y en el año 2014 en el Museo de la Universidad Nacional Tres de febrero (MUNTREF) de Buenos Aires:
Perder la forma humana plantea una imagen de los años ochenta en América Latina que establece un contrapunto entre los efectos arrasadores de la violencia sobre los cuerpos, y las experiencias radicales de libertad y transformación que impugnaron el orden represivo. Entre el terror y la fiesta, los materiales reunidos muestran no sólo las secuelas atroces de la desaparición masiva y la masacre bajo regímenes dictatoriales, estados de sitio y guerras internas, sino también los impulsos colectivos por idear modos de vivir en continua revolución.[2]
La investigación es un importante registro. Recopila y activa archivos y prácticas creativas que desbordan el área del campo del arte, la sociología y el mundo académico. Son las reacciones de trabajadores del arte y la cultura, así como organizaciones sociales, políticas y de DDHH al contexto hostil de su época, ocupando lenguajes artísticos para resistirle y para lo cual el cuerpo es protagonista en nuevas formas de hacer arte, nuevas formas de vida, nuevas formas de resistencia. Protagonista no solo al ser activista sino también en la transformación del cuerpo individual.
En Chile suele decirse que en los años de dictadura cívica militar hubo un apagón cultural. Probablemente, y en este contexto, éste sea un cuento que se balbucee en otros países de Latinoamérica para decir lo mismo de su actividad creativa artística cultural. Sabemos la amenaza que significa para los estados represivos las artes y las culturas por lo que la censura, control, desaparición y muerte de medios, espacios, artistas, agentes culturales es una medida común. Sabemos también que la historia oficial es la de los vencidos y que por debajo queda la de las oprimidas. Aquí radica la importancia de investigaciones como las de la Red Conceptualismos del Sur y sus integrantes, quienes exhuman la memoria de esta periferia sureña para acuerparse entre historiadoras, investigadoras, sociólogas, artistas, activistas y unificar lo que cada quien desentierra al levantar una memoria colectiva de afinidades y contagios.
Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en Latinoamérica escarba y despolvorea prácticas diversas y dispersas, modos de acción que se repiten en diferentes espacios, ciudades, países y que trascienden en el tiempo para utilizarse en cualquier territorio en resistencia. Un panorama telúrico con deslizamientos que diluyen el arte ortodoxo para situarse como prácticas creativas al margen de disciplinas y cuerpos inmóviles, impávidos, impasibles. Un enjambre sísmico que nos remece hasta el hoy cuando reconocemos en las actuales resistencias estrategias similares.
La investigación revela un espectro de posibilidades de resistencia y de fuga, un acuerpamiento entre artistas, escritores, teatristas, folcloristas, muralistas, organizaciones de derechos humanos, sindicatos, gráficos, audiovisualistas y músicos; un cruce trans de quehaceres, de conceptos y menciones que sus protagonistas nombraron en su época y otras invenciones de lxs investigadores de la RedCSur: “Hacer política con nada”, “acción relámpago”, “overgoze”, “hazlo tú mismo”, “acción gráfica”, “estrategia de la alegría”, “p(a)nk”, “desobediencia sexual”, “socialización del arte”, entre otras nociones modo glosario que archiva experiencias latinoamericanas ante la instalación del sistema neoliberal.
Las posibilidades de perder la forma humana en esta revisión de experiencias significan las mencionadas al inicio de este apartado: formas humanas desaparecidas, afectadas por la violencia política, traumatizadas, transformadas en animalidad y también estrategias que abandonaron el cuerpo individual por prácticas de articulación colectiva por afinidades y fines comunes.
Entre la acción gráfica y la sociabilización del arte
Coinciden en las resistencias latinoamericanas de los años ochenta, y que son contagios actuales, la creación de gráficas artísticas-políticas para reproducir técnicamente múltiples copias de imágenes y consignas de denuncia, funa, protesta. Tal como dice Ana Longoni:
Una apuesta común de algunos colectivos peruanos, argentinos y chilenos durante los años ochenta es el nuevo impulso que se le da a la serigrafía como herramienta política privilegiada y, con ello, el despliegue de renovadas formas de acción gráfica como una forma distinta de socialización del arte. Sin duda, la opción de la serigrafía se engarza en una larga tradición de la gráfica de izquierdas que, en sus distintas vertientes desde el siglo XIX, prefirió el grabado antes que, por ejemplo, la pintura al óleo, con argumentos que, desde la propia técnica buscaban potenciar las condiciones de recepción y circulación. Resultan decisivos los alcances de una técnica que permite la producción de ejemplares múltiples en vez de una obra “única”, apostando así por la facilidad de difusión de un medio de producción relativamente sencillo y barato, a lo cual se suma la condición experimental de la gráfica y de la serigrafía.[3]
Estos países tienen una historia anterior al proceso dictatorial de profundización de técnicas de grabado que artistas aprendieron en Europa y que enseñaron a sus pares al retornar. Un interés fundamental, como dice Ana Longoni en la cita, tuvo relación con la potencia que la matriz permite al probar y experimentar en tanto su reproducción múltiple. Anterior a las dictaduras traían un itinerario artístico-político que volcó esta técnica a ser un importante medio de resistencia que activó la solidaridad internacional a través de redes de apoyo y colaboración.
En Chile la producción gráfica política tuvo su época de oro en la Unidad Popular[4] con la producción de afiches políticos que continuaron fortaleciéndose en el gobierno de Salvador Allende, ocupando los muros de las ciudades y que por órdenes de Augusto Pinochet fueron blanqueados por los militares.
Una característica común entre algunos talleres y grupos gráficos fue su vinculación con las organizaciones sociales, sindicatos, pobladores, obreros y de derechos humanos. Como señalan las investigaciones de la RedCSur, “[…] en Perú son las experiencias del Grupo Paréntesis (1979) y del Taller E.PS. Huayco (1980-1981) las que mejor señalan esas breves alianzas entre grupos artísticos y las demandas de sectores campesinos y proletarios, y que trazan también el ascenso de una nueva teoría social del arte impulsada por una nueva izquierda con quienes ensayan propuestas estéticas radicales cercanas a la cultura popular”.[5]
En Argentina es el colectivo GAS-TAR (Grupo de Artistas Socialistas-Taller de Arte Revolucionario), luego llamado C.A.Pa.Ta.Co (Colectivo de Arte Participativo- Tarifa Común):
[…] ambos estimulando formas de acción gráfica que van desde los talleres ambulantes de producción montados en una plaza hasta la intervención de superficies en la vía pública sobre las cuales estampa y traspasar en muros y pavimento. Iniciativas gráficas en pos de una creación colectiva que logran interpelar a un sinnúmero de personas (peatones casuales o manifestantes) para que se transformen en ejecutantes activos de las obras.[6]
En Chile el Taller Sol (1977) y la Asociación de Plásticos Jóvenes APJ (1979-1987) reformulan el cartel político, estableciendo un trabajo colaborativo con sindicatos de la construcción, textiles, gráficos y metalúrgicos, como con organizaciones juveniles poblacionales, estudiantes y comisiones de derechos humanos, dialogando tanto con la escena artística como con el malestar social. La APJ —que realiza murales, escenografías, acciones de arte además de acciones gráficas— busca en ésta última nuevas retóricas visuales produciendo un quiebre en los códigos visuales de los setenta desarrollados específicamente durante la Unidad Popular.
Para sus protagonistas como para lxs investigadores de la red, la agrupación es entendida como “guerrilla visual”:
[…] que se opone al régimen con una práctica simbólica delictual que debe hacerse cargo de la clandestinidad como escenario de su quehacer. Reuniones sin espacios fijos de contactos y direcciones memorizadas, de carteles pegados en la locomoción colectiva, de mensajes en billetes y manos cubiertas con bolsas para resguardar las huellas de sus acciones disidentes, la APJ recoge los restos de una cultura arrasada para infectar y contaminar los espacios públicos higienizados por el régimen en su cruzada de limpieza y blanqueamiento.[7]
Así las agrupaciones gráficas de Perú, Argentina y Chile organizan afiches, pasquines, panfletos, gráficas en general creadas colaborativamente, de forma participativa que impulsaron la idea de socialización del arte. Estrategias que como dicen los investigadores desvían la pureza de la técnica para generar una herramienta gráfica mixta que incorpora documentos de prensa, fotocopia documental, íconos patrios y nuevos soportes disponible para todos.
Poner el cuerpo en procesos de resistencia. Hoy igual que ayer
Es imprescindible hacer el cruce entre estas acciones gráficas y las actuales resistencias en Latinoamérica y el mundo. En un ir al pasado, venir al presente y seguir el futuro estas herramientas y métodos de denuncia y protesta siguen y seguirán estando presentes en los muros de las ciudades reprimidas, así como también en los muros de las plataformas virtuales. En el caso particular de Chile resulta emocionante la producción y reproducción de gráfica artística-política que se generó a partir de octubre del 2019 con el movimiento de la revuelta social. La “guerrilla visual” declarada contra la precarización de la vida atacó las ciudades empapelando, rayando, pintando e interviniendo los muros sin discriminar construcción ni propiedad, delincuencia visual para ellxs, guerrilla visual para nosotrxs. Creaciones gráficas que incluso toman como referencia diseños, consignas e imágenes de aquellas expandidas en los ochenta, un ejemplo es el afiche “Ninguna calle llevará tu nombre”, pieza gráfica del taller Marca de Concepción consigna enunciada hasta hoy que incluía la imagen del rostro del dictador Augusto Pinochet y que resurgió con la imagen de Sebastián Piñera.
El estallido social que vivimos encontró afinidad y contagio internacional, nuevamente igual que en los ochenta, colaboraciones, apoyo y solidaridad por Chile como el llamado internacional a manifestarse por el país en las embajadas y consulados o la iniciativa de la RedCSur de la campaña “Estallamos” de envío de gráfica que permitiera difundir y visibilizar información, a modo de piezas para ser descargadas y activadas en cada contexto ante la vertiginosidad de los hechos en plena revuelta social.
Hoy igual que en la dictadura cívico militar de Pinochet, Sebastián Piñera reacciona en los primeros días de abril de este año —ante el Estado de Excepción Constitucional de Catástrofe declarado en Santiago por la pandemia del covid-19— ordenando a los militares una limpieza e higienización de los muros y calles de la ciudad. Intentos de borradura de la memoria que ya habían pujado grupos fascistas conservadores disfrazados de trabajos cristianos voluntarios en medio de la organización social contra la precarización de la vida.
Detenciones ilegales, desapariciones, mutilaciones, muertes. Violaciones a los derechos humanos que asociábamos al periodo oscuro reciente de la historia chilena y que se volvieron a esclarecer durante el estallido social. “Para que nunca más en Chile”, la frase de la canción de Sol y Lluvia parecía convencer de que en democracia estas acciones no ocurrirían. Y nos vimos enfrentadxs a pasar por el cuerpo el terrorismo de estado, cuerpos diversos, así como las afectaciones e implicaciones que cada uno vivenció. Porque la revuelta social también ocurrió en una esfera micropolítica.
Volvieron a aparecer los impactos simbólicos de los siluetazos, acciones gráficas performáticas que realizaron las Madres de Plaza de Mayo en Buenos Aires, como una de las acciones para visibilizar la detención y desaparición de sus hijos. “Con vida los llevaron, con vida los queremos” era la principal consigna coreada por las madres durante los años ochenta, y que ha continuado enunciándose en otros procesos de masacre en Latinoamérica.
SILUETAZO DE PROTESTA CONTRA LOS FEMICIDIOS EN BUENOS AIRES, ARGENTINA (2015)
Marcar el cuerpo desaparecido tal como en una escena del crimen donde se halla un cadáver. Marcarlo sobre el pavimento con nombre y edad, dibujar la silueta de un cuerpo erguido en papel para pegar una hilera de siluetas en el muro de cuerpos iguales o similares y quienes siguen ausentes. Acción que se continuó realizando luego de la acción de las Madres de Plaza de Mayo, contagiando y reapropiándose en otros lugares. Esta acción también se compartió en Chile con la campaña “No me olvides” de Mujeres por la vida. Mil siluetas negras de cartón aparecieron en una marcha por las calles del centro de Santiago con los nombres de los detenidos desaparecidos y asesinados transcurrida la dictadura.
Los siluetazos trascendieron en el tiempo para replicarse posterior a las dictaduras en momentos de similares características, protestas contra los feminicidios en el mundo, por los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa en México, desapariciones en las primeras semanas de estallido social en Chile. Hechos que ocurren en Latinoamérica y en otros territorios en resistencia con la desaparición y/o muerte de dirigentes sociales, activistas…
Los investigadores de la RedCSur agregan a la acción de marcar silueta y el agenciamiento colectivo por el reclamo de justicia, como una doble huella diciendo: “El siluetazo se basaba en la desidentificación de los cuerpos en aquella evocación silueteada de otro que daba lugar a una doble huella a una “configuración dialéctica de tiempos heterogéneos” en la que la memoria del ausente-presente (el desaparecido) se superponía al futuro incierto del presente-ausente (el manifestante)”.[8]
Así como el siluetazo hubo otro dispositivo abierto, contagiable que surgió en los años ochenta y que es utilizado hoy y más que nunca en Chile: NO +. Una batalla simbólica que completa la frase en rayados, gritos, pancartas con los lemas más comunes actuales en Chile como:
NO + MIEDO
NO + MISERIA
NO + PSU
NO + ALZAS
NO + SENAME
NO + FEMICIDIO
NO + AFP
El Colectivo de Acciones de Arte CADA (1979-1985) estuvo integrado por lxs artistas visuales Lotty Rosenfeld y Juan Castillo, el sociólogo Fernando Balcells, el poeta Raúl Zurita y la novelista Diamela Eltit, quienes en 1983 realizan la acción NO +. Durante 15 días rayan junto a un grupo de personas convocadas, los muros de la ciudad con NO +, difundiendo y disolviendo la consigna en la protesta social para ser completada por otrxs. “Una consigna que desde los años ochenta ha servido como herramienta básica para múltiples movimientos”,[9] funcionando como un articulador de espacios y gestos simbólicos.
SOMOS +
Actualmente la Coordinadora Feminista 8M (CF8M) en Chile, utiliza estrategias de agenciamientos colectivos y activación de la memoria de quienes pusieron el cuerpo antes que nosotras. Muchas han sido las organizaciones de mujeres que se han acuerpado frente a la realidad operante, así en Chile existe una trayectoria de organizaciones desconocidas de mujeres que resistieron antes que nosotras. Una de ellas es Mujeres por la Vida. Mujeres por la Vida es/fue un “Movimiento social femenino que nace en 1983 luego de una declaración pública titulada “Hoy y no mañana”, a raíz del impacto que generó la inmolación de Sebastián Acevedo, padre de dos detenidos desaparecidos en la ciudad de Concepción en plena dictadura militar. El movimiento estuvo conformado por mujeres opositoras al régimen con diversas profesiones, afiliaciones políticas y orígenes sociales, pero que tenían la meta común de restaurar la democracia. Las actividades del grupo estuvieron centradas en actos relámpagos pacíficos y marchas públicas que buscaban generar impacto en la sociedad, usando siempre el humor como arma.”
Luego de la inmolación de Sebastián Acevedo en Concepción Chile, nace el Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo (MCTSA) y también Mujeres por la vida. Ambas/os para lxs investigadores de la RedCSur sus intervenciones podrían encajar en acciones relámpagos. Término que nace de la duración de sus acciones, fugaces “iluminaciones fulminantes” que se vinculaban a la persistencia durante los ochenta, acciones que la represión en plena dictadura se encargaba de interrumpir, disolver, detener. Lxs investigadorxs describen esta reacción desde el cuerpo y viseral como:
El deseo de escapar a las detenciones y represalias ejercidas por las fuerzas policiales debía conciliarse con la necesidad de intervenir el espaico público con el objetivo de visibiizar no sólo determinados problemas que atentaban contra los derechos humanos (la denuncia de la tortura, en el caso del MCTSA) o contra el rol social de la mujer (Mujeres por la Vida), sino de rasgar la normalidad implantada por la prolongación indefinida del estado de excepción golpista con acciones que, a modo de síntomas resistentes, impugnaran la legitimidad de régimen.[10]
Así la Coordinadora Feminista 8M retoma como referencia y homenaje a Mujeres por la Vida, reconstituyendo o derivando en nuevos síntomas resistentes que describen lxs investigadorxs de la RedCSur. Uno de ellos es el posicionamiento de la frase SOMOS +.
SOMOS + fue una acción relámpago que desarrolló mujeres por la Vida en octubre de 1985 en la plazoleta Carlos Antúnes de Santiago, para exigir la libertad de los dirigentes y pobladores detenidos hace 40 días en ese entonces. Bajo el lema SOMOS + tres columnas de mujeres avanzaron cada columna con una cinta del color de la bandera de Chile, roja, azul y blanca, cantando el himno de la alegría mientras eran fuertemente reprimidas en plena dictadura. En el año 2019, en pleno estallido social, y para el día de los derechos humanos, la CF8M convoca a una acción feminista y disidente a desarrollarse en la misma plazueleta con un cordón humano que avanzo entonando la “canción de la rebeldía” transformando la “canción de la alegría” utilizada por Mujeres por la Vida en los años ochenta y cuya letra era alterada por esta:
Escucha hermana
la canción de la rebeldía
el canto fuerte de las que esperan justicia.
Ven marcha
sigue luchando
fuerte gritando hasta el horror.
Y que los pueblos
condenen a los tiranos.
El PORQUE SOMOS + se ha transformado en un lema, una consigna y una firma al termino de los comunicados que la CF8M emite. Tal como solía hacerlo Mujeres por la Vida, a esta frase se suma el término y llamado a “Huelga General” que coreaban repetitivamente luego de un comunicado- manifiesto que Mujeres de la Vida solían leer en el espacio público antes o después de sus acciones. Estrategia que implementó la CF8M también en su agenciamiento “Esto amerita Huelga”, consigna que insiste a la huelga colectiva humana a protestar frente a las amenazas y continuidades de la precarización de la vida en palabras o políticas que nos llevan a seguir en ese camino. Vociferar la huelga como contagios a trabajadoras y colectividades.
Importante es reconocer las estrategias creativas que antes de nosotras han ocupado artistas, trabajadoras de la cultura, activistas y manifestantes para denunciar, visibilizar y acuerparse para resistirle al sistema que nos consume la fuerza vital. Entender estos procesos como continuidades así como continua es también la guerra contra el neoliberal-capitalismo y sus estrategias, que suele repetirse con políticas genocidas que clausuran brutalmente el ciclo de proyectos emancipadores y expectativas “revolucionarias”, obligándonos a transformar los modos de acción y los lenguajes de la política.
Este texto es una pincelada de agenciamientos colectivos que podrían continuar dando pistas, señales y apuntes, un vaivén entre la esperanza, la urgencia y la reflexión al llamado que sigue desde tiempos anteriores, y más actuales que siempre, llamados poner el cuerpo y transformarnos en colectivo y común.
Suely Rolnik dice que “Todo proceso de transformación política que no contemple la descolonización del inconsciente está abocado a la repetición”.[11] Tenemos que implicarnos constantemente en una multiplicidad heterogénea de procesos micropolíticos revolucionarios. Entendiendo que “micropolítica” es el nombre que Guattari dio en los años 60 a aquellos ámbitos que por considerarse relativos a la “vida privada” habían quedado excluidos de la acción reflexiva y militante en las políticas de izquierda tradicional: la sexualidad, la familia, los afectos, el cuidado, el cuerpo, lo íntimo.[12] El llamado también es entonces a actuar desde la esfera micropolítica para generar una transformación verdadera descolonizante e insurrecta.
Bibliografía
- Cristi, Nicole y Manzi, Javiera, Resistencia gráfica. Dictadura en Chile: APJ-Taller Sol. Santiago Chile, 2016.
- Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en Latinoamérica, Madrid, España, 2012.
- Rolnik, Suely, Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente, Tinta Limón, Buenos Aires, 2019.
- Varas, Paulina y Manzi, Javiera “Coordinadoras culturales: formaciones transversales en Chile durante la dictadura”. Cuadernos de Música, Artes Visuales y Artes Escénicas14 (2): 55-74. 2019
Videografía
Morandé, Josefina, Hoy y no mañana, Documental, 2018.
Notas
[1] La Red Conceptualismos del Sur es una plataforma internacional de trabajo, pensamiento y toma de posición colectiva. Esta Red se funda hacia finales de 2007 por un grupo internacional de investigadores, preocupados por la necesidad de intervenir políticamente en los procesos de neutralización del potencial crítico de un conjunto de prácticas conceptuales que tienen lugar en América Latina a partir de la década de los sesenta. Página web https://redcsur.net/es/
[2] https://www.museoreinasofia.es/exposiciones/perder-forma-humana
[3] Ana Longoni, “La conexión peruana” en Ramona ed. cit., p. 20.
[4] La Unidad Popular (UP) fue una coalición electoral de partidos políticos de izquierda que llevó a Salvador Allende a la presidencia en 1970. Estuvo formado por el Partido Radical, Partido Comunista, Partido Socialista, Partido de Izquierda Radical, incorporándose el Movimiento de Acción Popular Unitario (MAPU), MAPU Obrero y Campesino, la Acción Popular Independiente, Izquierda Cristiana, además contó con el apoyo de la Central Sindical y la Central Unitaria de Trabajadores (CUT). En cuanto a la producción gráfica, Imprimir y difundir fueron dos acciones que formaban parte de la idea emancipadora de la Utopía gráfica que artistas y diseñadores construyeron para crear gráficas artísticas políticas en la UP.
[5] Red Conceptualismos del Sur, Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en Latinoamérica, ed. cit., p. 23.
[6] Ibidem, p. 24.
[7] Ibidem, p. 32.
[8] Ibidem, p. 23.
[9] Ibidem, p. 50.
[10] Ibidem, p. 37.
[11] Suely Rolnik, “Esferas de la insurrección. Apuntes para descolonizar el inconsciente” ed. cit., p. 15.
[12] Adaptación de Paul Preciado en La izquierda bajo la piel, prólogo para Suely Rolnik.
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