La educación en Cuba y sus estrategias para ejercer un poder disciplinario. Un análisis desde la óptica foucaultiana

Tomada de https://www.publico.es/internacional/educacion-cuba-educacion-gallina-huevos-oro-cuba.html

 

Resumen

El objetivo del presente trabajo es confrontar algunos de los principios del sistema de la educación cubana con el concepto de poder disciplinario, desarrollado por Michel Foucault; de esta manera se pretende evidenciar el modo en que las instituciones de enseñanza cubanas en todos sus niveles, responden al sistema político imperante en la isla, mediante un poder y control que viene de manera silenciosa desde los estamentos más altos del gobierno y se manifiesta abiertamente en cada centro de formación docente.

Palabras clave: educación, poder, sistema, disciplina, panoptismo, Foucault.

 

Abstract

The objective of this paper is to confront some of the principles of the cuban education system with the concept of disciplinary power, developed by Michel Foucault; In this way, it is intended to show the way in which cuban educational institutions at all levels respond to the prevailing political system on the island, through power and control that comes silently from the highest levels of government and is openly manifested in each teacher training center.

Keywords: education, power, system, discipline, panopticism, Foucault.

 

A modo de introducción

 

El gobierno de la República de Cuba concede la mayor importancia a la plena realización del derecho a la educación de sus ciudadanos. Desde sus primeros días, incorporó como una de las primeras prioridades en el desarrollo de políticas y programas, la superación de los obstáculos estructurales e institucionales al pleno disfrute de este derecho en el país. Una de las primeras medidas revolucionarias fue la erradicación del analfabetismo y la creación de las condiciones para garantizar la educación universal y gratuita en todos los niveles de enseñanza.

 

El estado cubano, con la participación y respaldo de las organizaciones sociales y no gubernamentales es el encargado de la estructuración y funcionamiento de un sistema nacional de educación orientado al desarrollo y formación de las nuevas generaciones en un proceso docente educativo integral, sistemático, participativo y en constante desarrollo, que se apoya en un conjunto de principios y que forman un sistema íntimamente desarrollado.

Para Michel Foucault, los orígenes del establecimiento de la disciplina como mecanismo de control individual y social son aquellos que dan lugar a lo que denomina poder disciplinario. Este análisis parte de las características y construcción de dicho poder dentro de los ámbitos y contextos que dieron lugar a su desarrollo, a través de profundos procesos de individualización y sujeción. Dado que el poder es ejercido sobre los tiempos del sujeto, delineando sus aspiraciones y deseos, es viable que la concepción misma del tiempo esté sujeta a los rasgos de ese poder anónimo, tal como fue caracterizado por Foucault, dentro de un contexto histórico y social determinado. El poder disciplinario se propaga por todo el esqueleto social, con centro de reclusión y domesticación para subyugar al individuo ya sea en escuelas, cárceles, fábricas, etcétera, al mismo tiempo que crea subjetividades.

 

En este artículo serán abordados dos temas recurrentes en Foucault; el primero es el poder disciplinario y el segundo la teoría del panóptico. Veremos la forma de presentarse en algunas instituciones educacionales en Cuba para ejercer un control disciplinario total, no solo en el cuerpo, sino además en la ideología de los estudiantes cubanos.

 

La forma en que actúa el poder disciplinario sobre algunos principios básicos de la educación en Cuba

 

En este punto se destacarán algunos de los principios básicos del sistema educacional en Cuba y paralelamente se analizarán desde la óptica foucaultiana del poder disciplinario.

 

El primer principio que cabe mencionar es aquel que aboga por el carácter masivo y con equidad de la educación. La educación como un derecho y deber de todos es una realidad en Cuba. Ello significa las posibilidades reales de educación sin distinción de edades, sexo, raza, religión o lugar de residencia. Presupone el deber de preparar a todos para la vida en un sentido amplio. Se ha alcanzado, de forma masiva, con equidad y calidad, el objetivo de la universalización de la enseñanza, inicialmente de la escuela primaria y posteriormente de la secundaria básica, correspondiente al nivel medio, así como el establecimiento de un sistema que abarca todos los tipos y niveles de educación para los niños, jóvenes y adultos, incluyendo a aquellos con limitaciones físicas o mentales.

 

Si bien es cierto que la educación es de libre acceso para todos y que la misma se ha logrado universalizar en las enseñanzas primaria y secundaria, el panorama interno y el funcionamiento de estas instituciones, serviría para ilustrar con claridad cómo se ejerce un poder disciplinario que busca, además de fomentar en los niños el amor a la patria, a sus héroes, a sus símbolos, a sus atributos, etcétera; fomentar en las nuevas generaciones, desde edades muy tempranas, una conciencia que esté dirigida a continuar la línea en el horizonte de ideas que defiende el sistema socialista cubano.

 

Algunos ejemplos servirán para explicar este planteamiento. Desde el propio uniforme que deben usar los escolares del nivel primario en Cuba, se evidencia un estricto control disciplinario en la manera de vestir, además de una intencionalidad ideológica de fondo. Los colores empleados en sus uniformes son el rojo y blanco, acompañado de una pañoleta azul o roja; no son tonalidades seleccionadas al azar, pues las mismas representan los colores de la bandera nacional.

 

Los pioneros en las escuelas primarias son llamados moncadistas[1] y, de manera, masiva, en un acto público se les coloca su pañoleta azul o roja y se les comienza a hablar de la historia del Moncada, de Fidel y la revolución cubana. Todos los niños de la enseñanza primaria (y esto es válido para cada nivel de enseñanza en Cuba) deben llevar una flor cada 28 de octubre y arrojarla al mar.[2] Los infantes desde edades muy tempranas, cuando aún no entienden ni conoce nada del proceso electoral cubano, son convocados a cuidar las urnas durante el periodo de elecciones municipales, provinciales y nacionales.

 

Una de las consignas más repetidas por los estudiantes de primaria y secundaria es: pioneros por el comunismo, seremos como el Che. Los más pequeños deben gritarla bien fuerte, aunque desconozcan los preceptos básicos del comunismo y de la figura del Ernesto (Che) Guevara de la Serna. Aquellos que se quedan callados durante el canto de los diversos himnos de índole patriótica que existen en Cuba (dígase el himno nacional u otros), o de las diversas consignas revolucionarias, son castigados por sus maestros y, en ocasiones, llevados ante el director de la escuela para que tome medidas más severas.

 

Las reuniones con los padres de los estudiantes son otro elemento importante para ejercer el control, vinculado en este caso, directamente con la familia. En estas reuniones los maestros tienen la obligación de informales a los padres sobre el rendimiento académico de los alumnos, y se les brinda una detallada pesquisa sobre el desempeño de sus hijos en las diversas actividades políticas que se realizan de manera diaria en los centros educativos.

Otro de los principios que defiende la educación en Cuba es el vínculo del estudio con el trabajo. En el sistema educacional cubano la combinación del estudio con el trabajo, variante fundamental del principio de vincular la teoría con la práctica, la escuela con la vida y la enseñanza con la producción tiene profundas raíces en las concepciones de nuestro Héroe Nacional, José Martí,[3] sobre la educación, quien resumió lo más progresista del ideario pedagógico cubano.

 

Martí, al igual que sus predecesores, no solo defiende la enseñanza científica, sino que además proclama la necesidad para nuestra América, la América Latina, de una enseñanza científica que se sustente, como punto de partida, en la problemática económica de países como los nuestros, cuya riqueza y recursos son eminentemente agrícolas.

 

La aplicación de dichos principios en los diferentes niveles educacionales aúna dos objetivos fundamentales para la educación, uno es formativo y el otro es económico.

 

El objetivo formativo busca desarrollar una conciencia de productos de bienes sociales; ir creando las condiciones para eliminar los prejuicios que se derivan de la división entre el trabajo intelectual y manual, eliminar el intelectualismo en la enseñanza y fomentar el interés por el mundo circundante.

 

El objetivo económico se propone integrar a la producción y al trabajo social la capacidad de centenares de miles de escolares que, dosificando adecuadamente el tiempo de estudio regular y la participación en la producción y en actividades culturales, estéticas, deportivas y recreativas, aporte de manera concreta a su propia subsistencia alimentaria y a la producción de bienes materiales para la sociedad.

 

Ahora bien, es pertinente adentrarse en este punto con elementos muy concretos sobre el funcionamiento y la vinculación del estudio con el trabajo, existente en algunas instituciones docentes. De este modo se podrá comprender cómo actúa el poder disciplinario y cómo se ejerce un control sobre los estudiantes de edades comprendidas entre los 15 y 18 años. Un claro ejemplo resulta ser los preuniversitarios o escuelas en el campo (como suelen llamarse), que fueron creados por la revolución en la década del setenta del pasado siglo, para así poder vincular a los estudiantes con las labores agrícolas y de producción del país.

 

Dichos centros de educación forman parte de aquello que Foucault llama “sociedades disciplinarias”. “Entramos así en una edad que yo llamaría de ortopedia social. Se trata de una forma de poder, un tipo de sociedad que yo llamo sociedad disciplinaria… Es la edad del control social”.[4]

 

Los jóvenes que matriculan en estos centros permanecen ahí durante cinco días de la semana y reciben un permiso de salida para poder convivir con sus familiares los sábados y domingos, aunque algunos pueden ser castigados por haber tenido un comportamiento incompatible con las exigentes reglas disciplinarias que impone la institución. Durante la semana que los estudiantes se encuentran internados, desempeñan una jornada completa de trabajo en el campo y otra de estudio. Los horarios de comida, de sueño, de trabajo y de estudio, entre otras actividades, son muy exactos y deben ser cumplidos estrictamente. Los dormitorios están divididos por género, es decir, los varones duermen separados de las hembras y los estudiantes del mismo sexo comparten con otro compañero (a) una cama de dos pisos, conocidas comúnmente como literas.

 

Los preuniversitarios responden a la idea del famoso panóptico al que Foucault hace referencia, esto debido a la forma en que están organizados y el modo en que son controlados y vigilados los estudiantes. “El panóptico era un sitio en forma de anillo en el medio del cual había un patio con una torre en el centro. El anillo estaba dividido en pequeñas celdas que daban al interior y al exterior, y en cada una de estas pequeñas celdas había, según los objetivos de la institución, un niño aprendiendo a escribir, un obrero trabajando…”[5]

 

Lo que despierta la atención de la idea del panóptico, donde las personas se encuentran todo el tiempo vigiladas y controladas y deben cumplir con las normas establecidas, es precisamente que vale aplicarse para cualquier institución que responda a un orden disciplinario, dígase una fábrica, una prisión o una escuela; en todos estos casos, el obrero, el prisionero o el estudiante permanecen bajo una custodia total. “El panóptico es la utopía de una sociedad y un tipo de poder que es, en el fondo, la sociedad que actualmente conocemos, una utopía que efectivamente se realizó. Este tipo de poder bien puede recibir el nombre de panoptismo: vivimos en una sociedad en la que reina el panoptismo”.[6]

 

Como parte de este sistema disciplinario que les corresponde acatar a los estudiantes durante tres años, periodo previo al ingreso a los estudios superiores, por otra parte, en los preuniversitarios una de las asignaturas que se imparten es la Preparación Militar Integral (PMI). Esta asignatura que dedica horas a la marcha, la infantería, las técnicas de combate y la preparación para la defensa del país, es el preámbulo del Servicio Militar Activo (SMA), una etapa obligatoria que deben pasar todos los jóvenes cubanos al arribar a sus 18 años.

 

El Servicio Militar Activo es sin dudas, la forma más rígida de control disciplinario de la educación en Cuba. Los jóvenes que obtienen carreras universitarias se ven obligados a interrumpir sus estudios durante un año para acudir al llamado de la patria,[7] y aquellos que no van a continuar estudiando cumplen entonces un periodo de 2 años y medio de servicio militar. En este sentido se presenta el poder como una relación de fuerzas, como bien lo nombra Foucault.

 

Una acción sobre una acción… eso es una relación de fuerzas o de poder… una relación de poder se articula sobre dos elementos que le son indispensables para ser, justamente, una relación de poder: que el otro sea reconocido y mantenido hasta el fin como sujeto de acción; y que se abra, frente a la relación de poder, todo un campo de respuestas, reacciones, efectos…[8]

 

Durante este tiempo los jóvenes cubanos son uniformados con trajes verdes de campaña que representan el color de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Inicialmente son reclutados cuarenta y cinco días, en los que reciben una preparación militar intensa. Posteriormente son ubicados en las distintas unidades militares distribuidas a lo largo y ancho de la isla. Las funciones que desempeñan en estos lugares los jóvenes son diversas. Deben aprender a manejar las armas de fuego, los tanques de guerra, la artillería pesada, participar en maniobras de guerra, etcétera, todo bajo el lema: preparación para la defensa de la patria.[9] El régimen disciplinario que impera en las unidades militares es muy fuerte, pues los jóvenes estudiantes, convertidos ahora en soldados, quedan al pleno sometimiento de las órdenes de los jefes militares, muchos de ellos con una larga trayectoria en el cumplimiento de misiones internacionalistas. Existe una “Vigilancia permanente sobre los individuos por alguien que ejerce sobre ellos un poder”.[10] Estos jóvenes, aunque no hayan optado por una carrera militar, tienen que cumplir con un elemental deber: servir a la patria según el tiempo que se establece para cada caso.

 

Como tercer principio dentro del sistema educacional en Cuba se ha de señalar aquel que defiende la atención diferenciada y la integración escolar. La educación cubana trabaja, a partir de un diagnóstico profundo del niño o niña, de su familia y entorno y de cómo interactúa con él, por la atención diferenciada a los escolares, de acuerdo con sus necesidades y posibilidades, tomando en consideración las ayudas y estimulaciones oportunas que cada uno requiere, promoviendo siempre su máximo desarrollo y nunca la exclusión o la segregación en la atención educativa.

 

En la escuela, que es lo más importante de la comunidad, se produce la acción de las diferentes agencias educativas que velan por atenuar los efectos sociales ajenos al fin de la educación y promover las condiciones educativas más favorables para el pleno desarrollo de cada individuo, en su contexto y realidades.

 

Cada vez más, en la escuela cubana, se promueve el tratamiento a los niños con necesidades educativas especiales; en el caso particular de aquellos con discapacidades, se trabaja de manera que estos se eduquen en el contexto natural de la escuela primaria y que solo estén en instituciones educativas especializadas, por el período de tiempo requerido para su integración a otro centro común.

 

En este punto referido a las escuelas especiales destinadas a los niños con discapacidades físicas o motoras en Cuba, salen a la luz algunos temas que aborda Foucault en el texto El poder psiquiátrico. El problema parece ser muy evidente, resulta necesario para el Estado de cualquier nación, dar a estos niños una atención diferenciada en el plano de la educación y no mezclarlos en las instituciones docentes con niños normales de su edad, dado que aquellos requieren de un tratamiento y un control especiales.

 

Foucault se refiere específicamente en este caso, al poder psiquiátrico, a la psiquiatrización de la infancia y a la idiotez en el niño. Muchas veces en Cuba, el niño con cierro retraso mental aún no identificado, comienza sus estudios de manera normal. Es, en primera instancia el maestro, quien se percata del comportamiento de estos niños en el aula. Algunos síntomas, tales como la falta de atención a la clase, atraso en el aprendizaje y comportamientos muy agresivos hacia el resto de los compañeros, despiertan la atención de los maestros. Inicialmente se les informa a los padres, pero es el psiquiatra quien dictamina el estado del niño.

 

Cuando el psiquiatra, después de realizar los estudios pertinentes confirma que se está en presencia de un niño con síntomas de idiotez, entonces es trasladado a las escuelas especiales y no puede continuar mezclado con los otros niños. Señala Foucault que:

 

El idiotismo, en consecuencia, no es de ningún modo esa suerte de fondo primordial y elemental a partir del cual pueden desarrollarse otros estados patológicos, más violentos o más intensos, por el contrario, es la forma absoluta, total de la locura. Es el vértigo de la locura, y gira tan rápido sobre sí mismo que ya no puede percibirse ninguno de los elementos, de las creencias del delirio; es la ausencia de color, por el remolino de los colores sobre sí mismo.[11]

 

Bibliografía

  1. Deleuze, Gilles, El Poder. Curso sobre Foucault, Editorial Cactus, Buenos Aires, 2014.
  2. Foucault, Michel, El poder psiquiátrico, Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2014.
  3. ______________, La verdad y las formas jurídicas, Gedisa Editorial, Barcelona, 2011.
  4. Martí, José, Nuestra América, Editorial Arte, Caracas, 2005.

 

Notas
[1] De este modo se está haciendo alusión y es un homenaje de los pioneros cubanos a la Generación del Centenario, aquella que, liderada por Fidel Castro, reunió a un grupo de jóvenes revolucionarios para asaltar con las armas el Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, dando inicio con este hecho a la última etapa de la lucha armada en Cuba.
[2] Es un homenaje que hacen los estudiantes en Cuba para recordar la desaparición física del comandante Camilo Cienfuegos, quien perdió la vida el 28 de octubre de 1959 cuando la avioneta en la que volaba cayó al mar.
[3] Consulado en Nuestra América, un ensayo político y filosófico escrito por José Martí.
[4] Michel Foucault, La verdad y las formas jurídicas, Gedisa Editorial, Barcelona, 2011, p.103.
[5] Op. cit., pp. 103-104.
[6] Op. cit., p. 104.
[7] De este modo se les hace ver a todos los jóvenes cubanos para que cumplan con el servicio militar, que tiene un carácter obligatorio en Cuba, haciéndoles saber que es un llamado de la patria. Hay que destacar en durante este período los jóvenes, civiles convertidos en soldados, pasan a ser propiedad del estado cubano, algo que los propios jefes militares les informan a sus subordinados.
[8] Gilles Deleuze, El Poder. Curso sobre Foucault, Editorial Cactus, Buenos Aires, 2014, p. 69.
[9] Este es tan solo un ejemplo de los muchos lemas de carácter militar que deben repetir los soldados cada mañana y durante toda su preparación.
[10] Gilles Deleuze, El Poder. Curso sobre Foucault, Editorial Cactus, Buenos Aires, pp. 104-105.
[11] Michel Foucault, El poder psiquiátrico, Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2014, p. 236.

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