¿De qué modo acercarse a la obra seudónima kierkegaardiana según el mismo Kierkegaard?

¿De qué modo acercarse a la obra seudónima kierkegaardiana según el mismo Kierkegaard?
Post Scriptum no científico y definitivo a “Migajas filosóficas”, 1846, de
Johannes Climacus. Editado por S. Kierkegaard [Borrador para la portada]
Manuscrito del Archivo Søren Kierkegaard de la Biblioteca Real

 

Resumen

Motivado por la confusión que existe alrededor de los seudónimos de Kierkegaard –en seminarios y revistas se remite una y otra vez al pensador mencionando lo que dice en uno y otro libro seudónimo como si fuese de su propia autoría–, el presente texto busca a partir del mismo autor solucionar tal dilema. Con la ayuda de tres momentos permeados por obras fundamentales que se tiene la certeza son escritas por el filósofo danés –la Colección de papeles, “Mi primera y última explicación” y Mi punto de vista–, este escrito indaga a Kierkegaard sobre su actuar seudonímico y a partir de esto concluye que los seudónimos se deben tomar como pensadores independientes y citar sus palabras con sus respectivos nombres.

Palabras clave: Kierkegaard, seudónimos, duplicidad, religión, diarios, literatura.

 

Abstract

Motivated by the confusion that exists around the pseudonyms of Kierkegaard ‒in seminars and magazines he refers again and again to the thinker mentioning what he says in one and another pseudonymous book as if it were his own authorship‒ the present text seeks from the same author to solve such dilemma. With the help of three moments permeated by fundamental works that are certain are written by the Danish philosopher –Søren Kierkegaard’s Journals and Papers, “My first and final explanation”, and The Point of View for My Work as an Author‒ this writing inquires Kierkegaard about his pseudonymic action and from this concludes that pseudonyms should be taken as independent thinkers and quote their words with their respective names.

Keywords: Kierkegaard, pseudonyms, duplicity, religion, diaries, literature.

 

 

“Después de mi muerte, nadie encontrará en mis papeles

la más mínima información (éste es mi consuelo)

sobre lo que en verdad ha llenado mi vida

nadie encontrará ese escrito en lo más profundo de mi ser

que lo explica todo y que a menudo hace que aquello

que el mundo consideraría como bagatelas

se transforme en acontecimientos de enorme importancia para mí,

algo que yo mismo juzgaría insignificante

si omitiera esa nota que lo explica”

 

Cuando un autor mediante la palabra escrita deja una idea o una guía acerca de su obra, lo más correcto por parte del lector sería abordar tal obra a partir de esa guía, porque como bien lo menciona Kierkegaard: “[…] es natural que yo posea una interpretación más exacta y puramente personal de mi vida”[1]. Solo que alrededor del filósofo danés se han tejido toda una serie de hipótesis por el actuar seudonímico en su escritura, y aunque algunas de ellas resaltan una y otra característica que las hacen verificables y posiblemente correctas, no se logra unificar un solo argumento que sea contundente y que permita darle luz a la manera como se debe abordar esta problemática a lo largo y ancho de la obra kierkegaardiana.

Teniendo en cuenta esto, lo que se pretende realizar mediante este escrito es abordar el problema desde el mismo autor, interrogar a Kierkegaard acerca de cómo sus lectores deberían acercarse a sus obras. Para ello se estableció una pregunta clave que ocupa el título de este escrito y que conforma su propósito principal. Para responderla, en primer lugar, se debe mencionar que las obras que conciernen al tema que trabajamos aquí especialmente son tres: la Colección de papeles de Kierkegaard, el libro Mi punto de vista y el texto titulado “Mi primera y última explicación”, firmado por su propio nombre, que a modo de epílogo cierra una obra seudónima, el Post Scriptum… Aunque vale la pena resaltar que se deben diferenciar matices respecto al modo en que aparece la seudonimia en estas obras, ya que también se tendrán en cuenta en este escrito.

En cuanto a la Colección de papeles de Kierkegaard, se puede decir que las menciones que allí se hacen acerca del filósofo y sus seudónimos no son directas, ya que lo que el autor escribe en los papeles y en los diarios es lo que día a día llega a su pensamiento. Lo que se hace aquí es traerlas a discusión para mostrar cuál es la relación que el filósofo teje con este tipo de escritura y cómo los seudónimos hacen meollo en su vida diaria, ya que como bien menciona el profesor Jordan en una de sus intervenciones en los diarios: “Naturalmente tampoco podemos decir que los diarios constituyan el espejo que refleja el interior de su autor. Pero es lo más cercano que tenemos”[2]. De modo tal que, para ambientar un poco la relación de Kierkegaard con la escritura seudonímica, se dialogará alrededor de algunos de los apartados de esta obra.

Donde sí directamente el autor se refiere a los seudónimos y los trabaja es en Mi punto de vista y en “Mi primera y última explicación”, es decir que serán estas dos últimas obras las más contundentes para la discusión. En ese orden de ideas, en un primer momento se presentará lo que el filósofo danés vivenció y plasmó acerca de sus seudónimos primero en la Colección de papeles o, más específicamente, en sus diarios. Después, cuando tengamos la reunión de alusiones completas y comentadas, daremos paso al trabajo hecho por el danés en Mi punto de vista, que es, junto con “Mi primera y última explicación”y aprovechamos aquí para mencionar que este texto es el que ocupará el tercer momento‒, el que trata por excelencia el tema que nos compete. Con la reunión de todos estos elementos que se podrán observar a lo largo del escrito y, por supuesto, con su análisis, podremos llegar al punto nodal que buscamos, es decir a la respuesta a la pregunta que formulamos como propósito desde el principio. O sea que habrá llegado el momento de saber: ¿cuál es la manera más acertada de acercarse a los seudónimos en la obra kierkegaardiana según el mismo Kierkegaard? Conociendo entonces lo que se realizará y de qué manera, vamos a darle paso al desarrollo.

Las primeras referencias que se traen aquí acerca de los diarios quieren mostrar desde las entradas que hace Kierkegaard en sus escritos cómo es que desde lo más profundo de la naturaleza él mismo tiene una inclinación hacia la ambivalencia o la seudonimia, Observemos el primero que menciona en lo que se conoce como sus primeros diarios:

 

“Cada vez que quiero decir algo, otro lo dice en el mismo instante. Es como si yo fuera un doble pensador y mi otro yo constantemente se anticipara a mí, o como si cuando estoy hablando, la gente creyera que soy otro, de manera que con toda razón yo podría preguntar lo mismo que el librero Soldín le preguntó a su mujer: ‘Rebeca, ¿soy yo el que habla?’”[3].

 

Se puede ver claramente cómo el mismo autor experimenta en su pensamiento un mismo problema desde diversas formas de pensar y con distintas voces: hay en él una inclinación precisa para ser de esta manera. Esto también se manifiesta en una entrada que ocupa su diario número tres, donde el filósofo danés menciona lo siguiente:

 

“Lo triste de mí es que mi vida y mi estado espiritual se dirigen constantemente hacia dos declinaciones en las que no solamente las terminaciones son distintas, sino que toda la palabra cambia.”[4].

 

Pensado en esa contienda que se genera entre dos formas de pensar distintas en base a una misma idea, podemos recordar las discusiones que se generan alrededor de la vida estética y ética, por ejemplo, en los escritos y en las cartas entre los autores A y B recogidos y trabajados por un tercero, el presunto editor seudónimo llamado Victor Eremita que firma O lo uno o lo otro, o la discusión que en torno a la fe construyeron Johannes Climacus, autor seudónimo de las Migajas filosóficas y del Post Scriptum, y Anti-Climacus, seudónimo que firma La enfermedad mortal y Ejercitación del cristianismo. Es decir que no sería tan descabellado pensar que la misma personalidad del autor tenía de por sí esa manera de pensar, esa duplicidad y esa naturaleza.

Aparte de este factor que al parecer viene de la misma naturaleza del autor, también encontramos referencias sobre la escritura con seudónimos, solo que esta vez ligada no a su propia forma de ser, sino a la literatura misma. El autor teje una serie de afirmaciones que muestran la importancia que le da al poder afirmar argumentos o sentires desde otro nombre, o también la poca diversidad de la escritura donde los conceptos son universales y no propiedad de una persona particular y, por lo tanto, no tendrían por qué apropiarse de ellos, ya que el conocimiento es algo que pertenece a todos y cada uno de los hombres. Observemos:

 

“Con todo, una ventaja que yo tengo sobre la mayoría de los autores es que mis ocurrencias están extendidas, no al portador, sino al nombre de alguien, a pesar de que yo permanezco anónimo.”[5].

 

Kierkegaard también afirma acerca de la escritura que:

 

“La mayoría de sus autores escriben de forma tan poco singular que prácticamente cualquier hombre del reino podría ser considerado como el autor de sus escritos, y en ese sentido el nombre se convierte en algo totalmente inútil y accesorio, con lo cual uno se convence de que el anonimato tiene su validez también en un sentido poético, por lo demás desde una perspectiva inversa, los autores que poseen una individualidad no tienen necesidad alguna de firmar con su nombre.”[6].

 

Solo que al parecer no fue partidario de esta afirmación en toda su cabalidad, ya que como bien se sabe todas sus obras de corte religioso, entre ellas los Discursos edificantes, se dieron a conocer al público con su nombre estampado en las solapas. Lo cierto es que a partir de estas entradas se puede entrever que Kierkegaard tiene una naturaleza que lo inclina hacia este tipo de escritura y que, por lo demás, también lo considera una ventaja en la literatura por diversas razones de opinión y de la universalidad del conocimiento. Ya para cerrar este apartado, se puede ver este reconocimiento desde sus diarios hacia los seudónimos en la siguiente entrada: “Yo tengo el valor para dudar; creo en todo; yo tengo el valor para luchar, creo en contra de todo. Pero no tengo el valor para reconocer nada, no tengo el valor para tener, para poseer nada”[7]. Y esta entrada termina con una alusión a la relación del escritor con sus seudónimos:

 

“Yo únicamente lucho en contra de esas nocturnas figuras pálidas sin sangre y longevas a las cuales yo mismo les he dado vida y existencia”[8].

 

Hasta aquí, dejamos entonces algunas referencias que trajimos a discusión para dilucidar un poco las menciones que acerca de sí mismo y de sus seudónimos da Kierkegaard; seguiremos entonces con los textos que sí fueron creados para que el autor se explicase puntualmente acerca de la escritura con seudónimos. Empezamos primero con Mi punto de vista. De este texto que bien sabemos es póstumo podemos decir que está estructurado para brindar una guía al lector acerca de la escritura del autor, y que el filósofo danés expresó su deseo de que solo se conociera después de su muerte, ya que allí se condensaban las intenciones que movían su obra. Este libro es escrito en un punto de la carrera del escritor donde él puede divisar desde lo alto toda la cantidad de obras que ha creado, e incluso él mismo lo manifiesta de la siguiente manera:

 

“He alcanzado un punto de mi carrera de escritor desde el que resulta permisible hacer aquello a que me siento fuertemente impulsado de acuerdo con mi deber, o sea, para decirlo de una vez por todas, lo más directa y francamente posible: lo que yo como escritor declaro ser.”[9].

 

Es precisamente en este texto donde el filósofo danés manifiesta que fue un escritor religioso desde el comienzo de su carrera, ya que solo las obras religiosas tienen su nombre, y como necesitaba ayudar a los demás a que alcanzaran su estado de paz con Dios, debía atacar la ilusión mundana y para ello necesitaba una estrategia, algo que le ayudara a ponerse al nivel de las personas y poder llegar a mostrarles desde su mismo pensamiento a qué camino deberían llegar. De ahí que necesitara seudónimos para llevar a cabo esta tarea, ya que como él escribe: “Pocas cosas requieren un trato tan cuidadoso como una ilusión, si es que uno quiere disiparla, si algo obliga a la futura presa a oponer su voluntad, todo está perdido.”[10]

Así es como el escritor religioso debe empezar a entablar una conversación desde lo estético, y dado que esto último no representa su pensamiento, no podría poner su nombre en lo que sobre esto se escriba: las obras seudónimas son solo un medio y el fin es que cada persona encuentre su camino religioso. El filósofo reafirma esto de la siguiente manera: “[…] desde el punto de vista de toda mi actividad como autor, concebida íntegramente, la obra estética es un engaño, y en eso estriba la más profunda significación del uso de seudónimos”[11]. Así es que, ya para cerrar esta parte del escrito, se puede decir que a partir de él se ve claramente que escribir con seudónimos es una necesidad al servicio del camino de un escritor que desea que todos lleguen a ser, desde sus distintos puntos de partida, cristianos.

La columna vertebral de la obra kierkegaardiana es el Post Scriptum. Es tanta la relevancia de este texto para su literatura que el pensador se atrevió a ser uno de los editores de los seudónimos que lo escribió, siendo la única obra de corte no religioso en la cual al menos en el papel de editor aparece Søren Kierkegaard. Allí especialmente se encuentra escrito el pequeño texto final donde el autor se sincera con sus lectores acerca del grado de responsabilidad y familiaridad que tiene con las obras seudónimas. Para comenzar recuerda a uno por uno y menciona algo que se puede descubrir inmediatamente cuando se acerca uno a su obra, y es que cada seudónimo tiene su propia concepción psicológica y argumentativa acerca de determinada esfera del mundo. La pluma de Kierkegaard es pues solo un medio para que otros, desde sus propias facultades, puedan hablar, y es por eso que el filósofo danés menciona:

 

“Así pues soy el indiferente, es decir que, lo que yo sea y cómo yo sea es indiferente, precisamente porque, a su vez, la pregunta de si en mi más profundo interior también es indiferente lo que yo sea y cómo yo sea es absolutamente irrelevante en cuanto a esta producción.”[12].

 

Cada seudónimo debe ser trabajado y considerado bajo las propias características que refleja ser en la obra que gracias a él haya surgido, no existe una responsabilidad de Kierkegaard sobre las palabras allí plasmadas, y él es “[…] como uno que ha cooperado de modo que los seudónimos pudieran llegar a ser autores”[13]. O También, al querer trabajar sobre el filósofo danés, se debe pensar lo que en esta explicación acerca de sus seudónimos menciona: “Mi papel es doble, al ser secretario e irónicamente el autor dialécticamente reduplicado del autor de autores”[14].

Ahora bien, con lo visto a partir de algunas entradas de los diarios, se puede ver que desde la misma naturaleza personal de Kierkegaard hay una inclinación a pensar un mismo tema desde distintas variantes y a tener una riqueza de pensamientos, también que él ve cómo es una ventaja el hecho de escribir con otros nombres en la literatura por la universalidad que tiene el conocimiento, que no debería pertenecer a nadie. Así mismo, con lo que se menciona en Mi punto de vista; que toda la obra seudónima fue producto de lo que el autor como cristiano se vio obligado a hacer en su labor hacia los demás, y por último, lo dicho por el autor en el texto explicativo que presentamos al final, en donde explícitamente muestra cómo se debería abordar a los seudónimos, se puede plantear la pregunta que ha sido nuestra guía: “¿De qué modo acercarse a la obra seudónima kierkegaardiana según el mismo Kierkegaard?” Atendiendo al pie de la letra las palabras que dice el filósofo danés, no hay necesidad de hacer conjeturas alrededor de su escritura ni buscarle explicación alguna más allá de la que él da a sus seudónimos, ya que como bien lo dice el autor: “[…] una mera protesta a este respecto por parte del mismo autor sería más que suficiente, ya que seguramente él es el único que sabe lo que pretende”[15]. Es decir que la manera correcta para el autor de acercarse a los seudónimos es tomándolos como seres independientes que tienen sus propias ideas y son los únicos responsables de lo dicho por cada uno. No se debe pensar en Kierkegaard cuando se aborda una obra seudónima, este solo debe ser citado en el momento en que se utilizan los Discursos edificantes, donde precisamente encontramos su nombre. El mismo autor menciona la respuesta directa a nuestra pregunta:

 

“[…] si a alguien se le ocurre querer citar un pasaje particular de los libros, es mi deseo, mi ruego, que sea tan amable de citar los respectivos nombres de los autores seudónimos, no el mío; es decir separarnos de tal manera que el pasaje femeninamente pertenezca al autor pseudónimo, la responsabilidad civilmente a mí.”[16].

 

Bibliografía

  1. Hannay, A., Kierkegaard una biografía, Universidad iberoamericana, México, 2010.
  2. Kierkegaard, S., Mi punto de vista, trad. de José Miguel Velloso, Sarpe, Madrid, 1985.
  3. Kierkegaard, S., Post Scriptum no científico y definitivo a las migajas filosóficas, trad. directa del danés de Jaime Teira y Nekane Legarreta, Ediciones Sígueme, Salamanca, 2010.
  4. Kierkegaard, S. Los primeros diarios. Volumen I (1834-1837), trad. directa del danés de María José Binetti Milanesi, Universidad iberoamericana, México, 2011.
  5. Kierkegaard, S. Los primeros diarios. Volumen II (1837-1838), trad. directa del danés de María José Binetti Milanesi, Universidad Iberoamericana, México, 2013.
  6. Kierkegaard, S. Diarios. Volumen III (1837-1839), trad. directa del danés de Federico Nassim Bravo Jordán, Universidad iberoamericana, México, 2015.

 Notas
[1] S. Kierkegaard, Mi punto de vista, ed., cit., p.134.
[2] S., Kierkegaard, Diarios. Volumen III (1837-1839), ed., cit., p. 31.
[3] S. Kierkegaard, Los primeros diarios. Volumen I (1834-1837), ed., cit., p. 156.
[4] S. Kierkegaard, Diarios. Volumen III (1837-1839), ed., cit., s/p.
[5] Ibidem., p.69.
[6] Ibidem., p.78.
[7] Ibidem., p.125.
[8] Ibidem., p.126.
[9] S. Kierkegaard, Mi punto de vista, ed., cit., p. 29.
[10] Ibidem., p. 53.
[11] Ibidem., p. 69.
[12] S. Kierkegaard, Post Scriptum no científico y definitivo a las migajas filosóficas, ed., cit., p.604.
[13] Ibidem., p. 604
[14] Ibidem., p. 605
[15] S. Kierkegaard, Mi punto de vista, ed., cit., p.161.
[16] S. Kierkegaard, Post Scriptum no científico y definitivo a las migajas filosóficas, ed., cit., p.606.