Lo que se avecina ya estaba ahí

La Otra muerte roja, 2023. Fotografía de Mayra Nava

 

 

What is coming was already there

 

 

Resumen

Lo que sucedió en torno de la declaración de la pandemia por el Sars-Cov-2, en efecto, se convirtió en un “golpe de mundo” que aceleró procesos de control global de las existencias, que quizá aún no han sido suficientemente dimensionados, y cuyos efectos quedan encriptadas en la llamada “nueva normalidad”. Este texto reflexiona acerca de la trascendencia de ese golpe y la manera en que se articula a procesos históricos previos, que se han acelerado a partir del año 2020; asimismo, trata de llamar la atención sobre la importancia de volver la mirada al lado ominoso de lo que planetariamente está en marcha.

 

Palabras clave: Sars-Cov-2, golpe de mundo, control global, hipervigilancia, nueva normalidad, inmunidad sanitaria.

 

 

Abstract

 

What happened in the context of the declaration of the Sars-Cov-2 pandemic, indeed, turned into a “world upheaval” that accelerated global control processes of life, which perhaps have not yet been sufficiently assessed, and whose effects remain encrypted in the so-called “new normal”. This text reflects on the significance of this upheaval and the way it is connected to previous historical processes that have been accelerated since year 2020. It also seeks to draw attention to the importance of turning our gaze to the ominous side of what is globally unfolding.

 

Key words: Sars-Cov-2, word upheaval, global control, hyper-surveillance, new normal, health immunization.

 

 

Y cuando el momento llegó,

no dudó en sacrificar la salvación por la salud

Giorgio Agamben

 

La declaración de una pandemia mundial en el año 2020, junto con las medidas para enfrentarla que los poderes establecidos implementaron mundialmente, fueran los Estados-Nación y/u organismos internacionales, trastocaron la existencia social planetaria de una manera que hoy se presenta como irreversible.[1] El paso entre 2020 y 2022, aparece como una nebulosa en nuestra capacidad de situarnos en el espacio-tiempo; aparece también como una especie de puente movedizo a través del cual la vida en el planeta, particularmente la “humana”, transitó de una manera de vivir a otra, tambaleando, perviviendo,[2] shoqueadamente, acaso con una sensación espeluznante que abre la vida a la especulación y/o el suspenso inesperado, que nos lleva a cuestionarnos respecto de las fuerzas que manejan nuestra vida y su devenir.[3]

 

¿Podría considerarse que lo que ha sucedido desde aquel momento sea “…un golpe de mundo? ¿Una ofensiva de mil demonios, sin límites, fulminante, oblicua…?”[4] A la luz de lo que ha venido sucediendo, pareciera que la aproximación de la idea del golpe de mundo es, por lo menos, una hipótesis plausible. Habría que considerar, para ponderar esto, historias cercanas a la fecha de ese golpe. Las convulsiones sociales que se expandieron desde aquel terrible 2008 con su “crisis hipotecaria”, pero en particular el 2019. Hong Kong, Líbano, Chile, Colombia, Cataluña, por ejemplo, muestran el nivel de tensión mundial que se vive. ¿Habrá relación entre las revueltas de ese periodo y que uno de los saldos mundiales de la pandemia sea la hipervigilancia, por ejemplo? ¿Será que también tenga que ver con expandir planetariamente la centralidad sanitaria, como punta de lanza para imponer políticas globales? ¿Habrá alguna relación con la expansión de los diagnósticos mentales y el incremento de la medicación para los asuntos relativos a la “inadaptabilidad” ante dicho golpe de mundo?, por hablar de algunos asuntos, hoy por hoy fundamentales.

 

El tránsito entre los años referidos se ha convertido en un portal en el que, de pronto, nos topamos con la necesidad (creada por los grandes corporativos de toda índole y calaña) de pasar a una “nueva normalidad” y la urgencia de incorporarnos a ella; normalidad anclada en el miedo sanitario y el miedo generalizado como pretexto para acelerar los intereses del imperio trasnacional e imponerle su dinámica al grueso de la población mundial, como hace años viene sucediendo.[5]

 

Esa nueva normalidad, parece que no se diseña en sus fundamentos ni se vislumbra como posibilidad concreta en ese periodo de confinamiento, sino que llevaba años en marcha, gestándose con pequeñas medidas aquí o allá, como esperando la ocasión para emerger y expandirse con toda su fuerza. Por ejemplo, Mike Davis[6] relata la manera en que se fueron implementando medidas de reorganización urbana, en la ciudad de Los Ángeles, California, que poco a poco se han ido expandiendo por el planeta entero, incluidas las formas de vigilancia digital y la apropiación de datos biométricos, en las dos últimas décadas del siglo pasado: segmentación de las ciudades en “barrios de control”, planificación policiaca de zonas urbanas, la organización satelital del tránsito, la colocación de la ciudadanía como delatora de lo extraño (cuando los mismos vecinos se podían ubicar fácilmente como lo extraño), etc.

 

Al parecer, lo que ahora se vive es la intensificación de procesos en marcha desde el siglo pasado, cuando las disputas internacionales, llamadas primera y segunda guerra mundial, contenían dinámicas atentatorias a la vida humana en general, que podría considerarse como el inicio práctico y simbólico de la ruina del mundo. En este sentido, Giorgio Agamben se pregunta en plena circunstancia pospandémica, “¿Cómo dar testimonio de un mundo que va a la ruina con una venda en los ojos y el rostro cubierto, de una república que se derrumba sin lucidez ni orgullo, abyecta y temerosa?”,[7] advirtiendo el lado más perverso de lo que viene aconteciendo.

 

Este escrito busca plantear, en trazos generales, que la manera en que la vida que hoy se impone planetariamente, puede comprenderse como parte de esa ofensiva de los mil demonios, que se vino gestando históricamente; que la actualidad que se nos propone vivir sin chistar, para no ser catalogados como conspiranoicos, negativos, enemigos de la sociedad, entre otras formas de descalificación por asumir una postura frente a este mundo que nos coloca a contracorriente, tiene signos ominosos que no hay que dejar de atender.

 

¿Dónde encontrar esas señales que nos permitan reconocer esa dimensión destructiva del proceso histórico dominante, ese que habla del progreso, de la evolución inevitable, de la superación de lo humano? ¿Cómo entender aquello en lo que estamos inmersos, quienes no nos conformamos, puesto que “… ahora que ya no hay llamas, sino tan solo números, cifras y mentiras, estamos ciertamente más débiles y solos, pero sin concesiones posibles, lúcidos como nunca”?[8] Mientras nuestra casa -el planeta mismo- comenzó a quemarse hace más de cien años, hemos permanecido enceguecidos frente a la espectacularidad de los avances tecnocientíficos.

 

Acaso la potencia de los lenguajes que han dejado de lado las cifras y las estadísticas, de aquellos que han dejado de lado las ambiciones científicas y dicen su existir, su existencia, es una puerta que hay que volver a abrir, para ampliar nuestro entendimiento, expandir nuestro potencial epistémico a fin de acceder al presente volviendo por un momento al pasado, en el cual ya se nos advertía respecto de los procesos que estaban en marcha y su impacto en el vivir.

 

Lo que hoy nos invade, lo que adviene incluso, esa pretensión de la gobernanza que busca reducirnos a la vida desnuda, controlar esa vida a cualquier costo, tiene a cuestas una larga historia. Hay quienes percibieron, señalaron, y lo hicieron poesía. Solo unas pequeñas muestras entre la multiplicidad que existe. Hace cincuenta años aproximadamente, por ejemplo, Mario Santiago Papasquiaro decía:

 

“Y entonces comprendes al que quisiera sepultar bajo toneladas de plantas, edificios/ tierra negra/ el menor latido/ La taquicardia de su historia íntima te contagia el nerviosismo/ la intranquilidad de los que hacen como que respiran/ como que poseen cierto dejo de plantas carnívoras & se pasan horas esperando a la compañera Ternura, -esa call-girl que raras veces llega-, los que vienen escapando de los gases lacrimógenos y las macanas de las grandes avenidas…”[9]

 

Y, antes, Allan Ginsberg advertía lo que se avecinaba masivamente y todo lo que él iba detectando,

 

“He visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la locura, famélicos, histéricos, desnudos. Arrastrándose de madrugada por las calles de los negros buscando un colérico picotazo. Pasotas de cabeza de ángel, consumiéndose por la primigenia conexión celestial con la estrellada dinamo de la maquinaria de la noche que, encarnación de la pobreza envuelta en harapos, drogados y vacías miradas, velaban fumando en la sobrenatural oscuridad de los pisos de agua fría flotando sobre las crestas de la ciudad…”[10]

 

Atendiendo en retrospectiva todo aquello que se nos proponía como vida, propuesta que ciertamente se fue modificando, pero también orientándose de muchas formas a la configuración general del ahora que vivimos, reconocemos la ceguera, la invasión, la pasiva vida que en general quedaba envuelta en esa esperanza que lo mejor, el bien estar, ya venía, llegaría triunfante. Un cúmulo de acontecimientos envolvían nuestras existencias, muchos que dejamos pasar embelesados por las sorprendentes maneras en que nos iban envolviendo, convencidos de que lo que la humanidad requería era una vida confortable pero divertida, medida, pero con sus excesos, guiada por los expertos en hacer(nos) vivir, pero espontánea.

 

Para Arthur Kroker, la década de los 90 del siglo pasado fue particularmente importante respecto de lo que ahora se nos presente como la realidad: “todo estaba ahí”, nos dice concreta y puntualmente:

 

“Ángeles y demonios, el espíritu del ciberpunk por doquier, el sexo pánico, el auge de la clase virtual, la política de izquierda en las calles, los primeros signos incipientes del populismo de derecha, la gran explosión del vórtice que fue la incontenible creatividad humana derribando todos los viejos estandartes del género, la sexualidad humana, las divisiones raciales y étnicas, y, sobre todo, una enorme tensión haciendo metástasis en todas las cosas y en todos los lugares.”[11]

 

Se podrá considerar que esto es excesivo, que la poesía no es un referente serio, que lo que menos falta ahora es una mirada negativa, que lo que requerimos es esperanza y mirar lo bueno. No obstante, todo, lo que hoy tenemos enfrente nos tendría que llevar a considerar si esa mirada positiva es parte de la perversidad que se gestó durante el siglo, tiempo en que el fuego que ha ido quemando la vida toda se empezó a propalar.

 

Y se sigue propalando la mirada reducida, la incapacidad de advertir, preocupados como estamos de que una nueva pandemia, de las tantas que se anuncian, se concrete. Nos acecha la inquietud y nos vuelven a prometer bonaza, control de la situación, organización inmunitaria contra todo virus, incluso el de la deserción respecto de la vida que se nos tiene preparada. Ahora,

 

“La ceguera es mucho más desesperada, puesto que los náufragos pretenden gobernar su propio naufragio, juran que todo puede mantenerse técnicamente bajo control, que no hace falta un nuevo dios ni un nuevo cielo: sólo prohibiciones, expertos y médicos. Pánico y embustes.”

 

Pánico y embustes, puntualiza Giorgio Agamben.[12] Es urgente advertir las formas diversas en que el pánico envuelto en embustes toma forma de deterioro de la “salud mental”. La vida envuelta en el tránsito entre la euforia y el agobio, en emergentes formulaciones en el mundo de lo espectacular, que regularmente tiene un retorno a una realidad violenta, intransitable de diferentes maneras, miserable en sus mecanismos laborales, inquietante en el marco de la escuela de la ignorancia.[13] La educación envuelta en la fascinación frente a una vida hipertécnica tiene larga data, pero hoy esa fascinación adquiere realización constante e imparable. Para los Kroker, en el advenimiento del nuevo siglo,

 

“…pánico supone una doble caída libre: la desaparición de los estándares externos de una conducta pública (cuando la propia sociedad se transforma en el campo transparente de un poder cínico), así como la disolución de los fundamentos internos de la identidad… mientras el yo se transforma en la pantalla vacía de una cultura agotada, pero hipertécnica. ¿Pánico? Esa es la psicología dominante del yo enteramente tecnológico…”[14]

 

Incluso, la Organización de las Naciones Unidas, reconoce la complejidad de lo que ahora envuelve a la vida común y corriente, poniendo énfasis en la salud mental, una de las dimensiones en que hace síntesis el entramado de aspectos en los que la vida tiene lugar y que se ha convertido en un vector para dotar de poder capilar a la nueva gobernanza. En el 2022 reconoce que:

 

“Nunca como ahora ha sido tan necesario priorizar la salud mental. El triple impacto del COVID-19, el cambio climático y las guerras y conflictos en curso exigen un altísimo peaje a nuestra población, tanto si se ve afectada de forma directa como indirecta… La situación de la salud mental en el planeta es altamente preocupante.”[15]

 

Desde luego, muchas voces considerarían que no es dable atender únicamente lo negativo. Por supuesto. Habrá que ser sensatos. Durante el confinamiento se nos puso delante la terrible afectación que “nuestra” vida produce en el resto de las existencias. Asistimos asombrados al retorno de las otras vidas que parecían destinadas a la aniquilación o a otra suerte de confinamiento, lejos de la vida humana urbanizada e industrializada;[16] a la reaparición de aquello que hemos mantenido sometido. Volvimos a una atmósfera transparente en las ciudades contaminadas, nos prometimos que la nueva normalidad imaginada por aquellos que no gobiernan tendría que mantener esa vía. Con un optimismo discutible, Markus Gabriel plantea que el primer año de la crisis sanitaria, entre el 2020 y el 2021, ha generado una condición especular que nos muestra “quiénes somos, cómo gestionamos la economía, cómo pensamos y sentimos, y con eso se abre margen para una transformación humana positiva”.[17] Pero no ha sido así, habrá de reconocerse.

 

No es necesario gastar demasiadas palabras para captar que en todo el planeta hay inquietud y agitación. Las recientes guerras (Rusia contra Ucrania e Israel contra Palestina, en una muy esquemática enunciación) no solo no han alertado sobre lo que está en disputa efectivamente en tales conflictos (que tiene que ver con un reordenamiento geopolítico, por el control de los bienes y recursos para mantener la forma de vida apropiada para los que dominan las existencias, que nos han disfrazado con el eslogan sanitario), sino que de alguna manera oscurecen otros procesos de intensa violencia y tensión en el mundo, sea la que el llamado crimen organizado realmente organiza o como aquella que supone la violencia borrada como tal, contenida en las políticas mundiales de control y vigilancia, por ejemplo.

 

Así las cosas, múltiples crisis corren paralelas, se afectan mutuamente en el escenario pospandémico, que sigue manteniéndose como crisis sanitaria, esa crisis por el coronavirus “que no solo infecta nuestros cuerpos, sino también nuestra sociedad…”.[18] Markus Gabriel dice que la crisis por coronavirus tuvo efectos positivos: una nueva solidaridad frente a la urgencia de salvar vidas, la preservación de los sistemas de salud, la contención en cierto periodo del imperativo de mercado, por ejemplo.

 

Nos obstante, lo que es posible detectar es nuestro regreso inquieto y temeroso a las dinámicas sociales impuestas para nuestras vidas. Nuestra casa está en llamas. Agamben se pregunta: “¿Qué casa se está quemando? ¿El país donde vives, Europa, el mundo entero?” Y agrega “Tal vez las casas, las ciudades, ya se han quemado, sin que sepamos desde hace cuánto tiempo, en una única, inmensa hoguera, que hemos fingido no ver.”[19]

 

Desde luego que nos encontramos atrapados en los imperativos que plantea la sobrevivencia, en la espectacularidad del mundo que no deja de asombrarnos con sus avances, con la fascinación al hacernos uno con los chips sensibles, con las aplicaciones, con la posibilidad “al alcance de la mano” de una vida flotante en la navegación por el espacio virtual; enceguecidos por la inmediatez para acceder a informaciones, al entretenimiento, a la “personalización” de todos nuestros dispositivos y disposiciones, esa personalización que le viene bien a la hipervigilancia global.

 

Y el miedo se puede sobrellevar con un dispositivo inteligente en la mano, la movilidad hacía vidas laborales insulsas, hacia escuelas desprovistas de sentido, a relaciones enmarcadas en la fugacidad, por las calles y los espacios públicos cooptados por la gobernanza mundial, y la inquietud también se contiene si puedo acceder la imparable vida que Tik Tok ofrece. Hasta que ya no es posible. Si, como dice Markus Gabriel, “La pandemia del coronavirus es un grito de alarma; funciona como si nuestro planeta hubiera activado su sistema inmunitario para frenar el paso tan acelerado hacia nuestro exterminio y, en todo caso, protegerse temporalmente de nuevos ataques”.

 

Entonces estaríamos frente a muchas cuestiones por atender. Por ejemplo, ¿quién es el perpetrador de posibles ataques? ¿Nuestro exterminio supone que la vida que en los últimos siglos se ha llamado humana es una fuente de aniquilación? ¿será que hay que acabar con el tipo de humanidad dominante?, ¿Hay tiempo para revertir el auto exterminio? ¿Estamos preparados?

 

Quizá una de las cuestiones a debate se relaciona con la manera de entender y dotar de posibilidad práctica a la idea de que otro vivir, más allá de que sea posible, es urgente y necesario, cuando “Hay buenos motivos para que lo que tenemos delante nos amedrente: estamos ante el resultado de toda una civilización”.[20] Deshacer la ceguera en la que hemos estado envueltos, que no es ceguera individual, aunque cada quien la haga realidad, es una de las tareas que están delante de nosotros. Ese enceguecimiento que deriva de haber quedado “a merced de los cálculos del poder y de la ciencia”.[21]

 

Agamben llama nuestra atención acerca de no confundir los tiempos para el entendimiento; acerca de no dejar que el tiempo “cronos” nos avasalle y saber situarnos en “kairos”, ese tiempo inconmensurable que nos permite, al distinguirse prácticamente de aquel que se convirtió en cronómetro (el medible, que puede ser calculado), detectar la ocasión en torno a lo que está cerca, lo que se avecina. Nos lleva a saber leer en los detalles los procesos en marcha: “Porque de eso se trata en última instancia, en la vida, como en el pensamiento y en la política: saber percibir los signos de lo que se está acercando, de lo que ya no es tiempo sino solo ocasión”.[22]

 

¿Habrá dejar de creer en la existencia de los conspiranoicos y, en efecto, saber crear conspiraciones, alientos compartidos que nos convoquen a desmitificar la salud, el control y la vigilancia, la supremacía de lo tecnocientífico?[23] ¿Será que hemos de producir estéticas de choque en el mismo nudo del cuerpo digital que si no nos tragó ya nos está tragando?[24] ¿Quizá la ruta estaría en convertirnos en emanaciones emergentes de la ruptura de los entornos relacionales que se nos proponen? [25]

 

Más allá de podernos reconocer como vagabundos digitales en una navegación que no sabemos a dónde lleva; de tener una actitud positiva y esperanzada; de apostar por la bondad de quienes nos ofrecen control de la situación mediante fascinantes y novedosas aplicaciones de vigilancia de toda nuestra vida -desde nuestros latidos hasta la movilidad por todos los espacios-, más allá de todo, habrá que aprender a leer los signos y no dejarnos atrapar en el embeleso por esa “libertad” controlada que cada algoritmo nos ofrece, a colocarnos frente a la inmunidad sanitaria que nos ofrecen como destino, hay que hacer explotar la diversidad efectiva, la creación de mundos divergentes respecto de esa nueva normalidad que no es más que una gobernanza centrada en el control total, con el riesgo que suponga tal empresa. ¿Será que en los recientes años hay indicios de que tales empresas son realizables? ¿Será que estamos ya a destiempo para que las llamas no consuman nuestra posibilidad es crear existencia compartida, con algunos cuantos para empezar? Nadie se ha de salvar en soledad, aunque tenga salud.

 

 

Bibliografía

 

  1. Agamben, Giorgio, Cuando la casa se quema. Adriana Hidalgo, España, 2022.
  2. ______, “Sobre lo que se avecina” https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=2962, consultado el 30 de octubre del 2023.
  3. Gabriel, Markus, Ética para tiempos oscuros. Valores universales para el siglo XXI. Pasado&presente, Barcelona, 2021.
  4. Ginsberg, Allen, Aullido y otros poemas. Visor, Madrid, 1993.
  5. Giraldo, Omar Felipe, del Toro Ingrid, Afectividad ambiental: sensibilidad, empatía, estéticas del habitar. El Colegio de la Frontera Sur/ Universidad Veracruzana, Chetumal, 2020.
  6. Davis, Mike, Más allá de Blade Runner. Control urbano: la ecología del miedo. Virus, Barcelona, 2001.
  7. Fisher, Mark, Lo raro y los espeluznante. Alpha Decay, Barcelona, 2016.
  8. Kroker, Arthur, Kroker, Marilouise, Hackeando el futuro. Estética de choque, teoría pulp, ciberpunk. Holobionte, Salamanca, 2021.
  9. Michéa, Jean Claude, La escuela de la ignorancia y sus condiciones modernas. Acuarela & Machado, Madrid, 2002.
  10. Martín Jiménez, Cristina, Los amos del mundo están al acecho. Planeta, Barcelona, 2017.
  11. Organización de las Naciones Unidas. Estado de la salud mental tras la pandemis del Covid 19 y progreso de la Iniciativa Especial para la Salud Mental (2019-2023) de la OMS. https://www.un.org/es/cr%C3%B3nica-onu/estado-de-la-salud-mental-tras-la-pandemia-del-covid-19-y-progreso-de-la-iniciativa, consultada el 24 de octubre del 2023
  12. Papasquiaro, Mario S., Consejos de 1 discipulo de Marx a un fanático de Heidegger. Matadero, México, 2016.
  13. Ramonet, Ignacio, “Ante-lo-desconocido: la pandemia y el sistema-mundo https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2020/04/25/ -7878.html 24 de abril del 2020, consultado el 25 de octubre del 2023
  14. Sin Autor (2022) Manifiesto conspiranoico. Pepitas de Calabaza, Logroño, 2022.

 

 

Notas

 

  1. Ignacio, Ramonet, ”Nadie sabe interpretar y clarificar este extraño momento de tanta opacidad, cuando nuestras sociedades_ siguen temblando sobre sus bases como frente a un cataclismo cósmico. Y no existen señales que nos ayuden a orientarnos… Un mundo se derrrumba. Cuando todo termine la vida ya no será igual”, ed. cit.
  2. José, Natasson, citado por Ignacio Ramonet. “La humanidad está viviendo -con miedo, sufrimiento y perplejidad- una experiencia inaugural. Verificando concretamente que aquella teoría del « fin de la historia » es una falacia… Descubriendo que la historia es, en realidad, impredecible. Nos hallamos ante una situación enigmática. Sin precedentes”, ed. cit.
  3. Mark, Fisher (2016) Lo raro y los espeluznante, ed. cit., p. 75. Lo espeluznante refiere a aquella sensación que “surge… si hay una presencia cuando no debería haber nada, o si no hay presencia cuando debería haber algo…” en https://www.jornada.com.mx/ultimas/mundo/2020/04/25/ante-lo-desconocido-la-pandemia-y-el-sistema-mundo-7878.html 24 de abril del 2020, consultado el 25 de octubre del 2023.
  4. Sin Autor, Manifiesto conspiranoico, ed. cit., p. 13.
  5. Cristina, Martín Jiménez, Los amos del mundo están al acecho, ed. cit.
  6. Mike, Davis, Más allá de Blade Runner. Control urbano: la ecología del miedo, ed. cit., Incluso, en el texto señala que esto tuvo como referente científico, ciertos panteamientos generados en la década de los 30 del mismo siglo, en el entorno de los experimentos sociales impulsados por la Escuela de Chicago.
  7. Giorgio, Agamben (2022) Cuando la casa se quema, ed. cit., p. 9
  8. Ibidem., p.11.
  9. Mario, Santiago Papasquiaro, Consejos de 1 discípulo ºde Marx a un fanático de Heidegger, ed. cit., p. 26
  10. Allen, Ginsberg, Aullido y otros poemas, ed. cit., p. 11.
  11. Arthur, Kroker, Marilouise Kroker (2021) Hackeando el futuro. Estética de choque, teoría pulp, ciberpunk. Holobionte, Salamanca, p.9.
  12. Giorgio, Agamben, Cuando la casa se quema. Op. cit, p. 9.
  13. Jean-Claude, Michéa, La escuela de la ignorancia y sus condiciones modernas, ed. cit.
  14. Arthur, Kroker, Marilouise, Kroker, Hackeando el futuro. Estética de choque, teoría pulp, ciberpunk. Op. cit, p.119.
  15. Organización de las Naciones Unidas. Estado de la salud mental tras la pandemis del Covid 19 y progreso de la Iniciativa Especial para la Salud Mental (2019-2023) de la OMS. https://www.un.org/es/cr%C3%B3nica-onu/estado-de-la-salud-mental-tras-la-pandemia-del-covid-19-y-progreso-de-la-iniciativa, consultada el 24 de octubre del 2023. De acuerdo con este manejo, casi cien mil millones de personas en el mundo habían sido diagnosticados con algún tipo de trastorno mental y, luego de la crisis de la pandemia, se incrementó 25% esta cifra.
  16. Omar Felipe, Giraldo, Ingrid, Toro, Afectividad ambiental: sensibilidad, empatía, estéticas del habitar, ed. cit.
  17. Markus, Gabrie, Ética para tiempos oscuros. Valores universales para el siglo XXI, ed. cit., , p. 11.
  18. Ibidem., p.9.
  19. Giorgio, Agamben, Cuando la casa se quema. Op. cit, p.11.
  20. Sin autor, Manifiesto conspiracionista, Op. cit., p. 287.
  21. Giorgio, Agamben, Cuando la casa se quema. Op. cit, p.16.
  22. Giorgio, Agamben, “Sobre lo que se avecina” https://artilleriainmanente.noblogs.org/?p=2962, consultado el 30 de octubre del 2023.
  23. Sin Autor, Manifiesto conspiranoico. Op. cit.
  24. Arthur, Kroker, Marilouise Kroker, Hackeando el futuro. Estética de choque, teoría pulp, ciberpunk . Op. cit.
  25. Ramiro, Sanchiz, Matrix acelerada, ed. cit.