La guía bioética. Tensiones entre bioética, deontología, ética utilitarista y biopolítica

ID: 840465932. Agosto 2017. Foto de ClaudioVentrella.

 

 

Resumen

 

Con la publicación de la Guía Bioética para la Asignación de Recursos Limitados de Medicina Crítica en Situación de Emergencia, en abril de 2020, se abrieron un conjunto de debates que pusieron en la mira de la opinión pública a la bioética. Más allá de cuestionar o validar a posteriori los criterios del sistema de triaje adoptado en el país durante los momentos más complejos de la pandemia, en este artículo se exploran un conjunto de tensiones que en la propia Guía Bioética se hicieron manifiestas. A propósito de esta guía examinamos las tensiones –aún vigentes– entre la bioética y la deontología médica, la bioética y la ética utilitarista y, finalmente, la bioética y la biopolítica.

 

Palabras clave: Guía Bioética, COVID-19, bioética, deontología médica, ética utilitarista, biopolítica.

 

 

Abrstract

In April 2020, with the publication of the Bioethics Guide for the Allocation of Limited Resources for Critical Care Medicine in Emergency Situations, a set of debates were opened, putting bioethics in the sights of public opinion. Beyond questioning or validating a posteriori the criteria of the triage system adopted in the country during the most complex moments of the pandemic, this article explores a set of tensions that were manifest in the Bioethics Guide itself. In this guide, we examine the –current– tensions between bioethics and medical deontology, bioethics and utilitarian ethics and, finally, bioethics and biopolitics.

 

Keywords: Bioethics Guide, COVID-19, bioethics, medical deontology, utilitarian ethics, biopolitics.

 

 

El contexto de las tensiones

 

Los debates éticos sobre el derecho a la salud y al acceso efectivo y oportuno a los tratamientos médicos suscitados durante la pandemia fueron álgidos y cobraron particular relevancia entre los meses de abril y mayo de 2020, cuando la publicación de la Guía Bioética para Asignación de Recursos Limitados de Medicina Crítica en Situación de Emergencia[1] (en adelante Guía Bioética) puso en la mira de la opinión pública a la bioética en tanto ámbito de conocimiento que reflexiona, analiza racionalmente y busca dar respuesta a los dilemas éticos propios de las ciencias de la vida y la salud.

 

En aquel tiempo, las críticas hechas al borrador del documento (elaborado por algunos miembros del Consejo de Salubridad General, la mayoría de ellos, integrantes del Colegio de Bioética A.C.) hicieron énfasis en que los criterios propuestos en la Guía Bioética eran cuestionables ética y legalmente en la medida en que proponían priorizar la atención de aquellos pacientes con una “vida por completarse”, al tiempo que discriminaban a las personas que –desde esta perspectiva– habían completado un ciclo vital, es decir, a las y los adultos mayores, o incluso, a las personas que tenían enfermedades crónico-degenerativas avanzadas y cuyas expectativas de vida pudieran verse seriamente comprometidas si desarrollaban un cuadro respiratorio grave derivado de la enfermedad. Finalmente, el documento fue reelaborado y presentado para su aprobación por el Consejo de Salubridad General el 30 de abril de 2020. El resto de la historia lo conocemos. Los hospitales se desbordaron de pacientes a lo largo y ancho del país, se hicieron esfuerzos mayúsculos por contener la propagación y las muertes y, finalmente, tras la liberación de las vacunas, poco a poco se fue allanando el camino hacia la “nueva normalidad”, hasta que finalmente la OMS declaró el “fin de la emergencia de salud pública de importancia internacional” [2] por la COVID-19, apenas en mayo de 2023.

 

En las discusiones en torno al sistema de triaje adoptado en el país, pocas voces nos llamaron a reflexionar a cabalidad cómo es que habíamos llegado a ese punto. Lo cierto es que la mirada se concentró en validar o desestimar los criterios que el personal de salud debía considerar en la toma de decisiones. No cabe duda de que ellas y ellos fueron quienes durante la peor parte de la crisis llevaron sobre sus hombros la doble carga de ejercer su profesión de la mejor manera en un contexto de emergencia y en el que los recursos eran –y son todavía– escasos, al tiempo que tenían que enfrentarse cotidianamente a la frustración y al dolor de los pacientes y sus familias. Pero dentro de las críticas dadas en aquel momento, destaca la elaborada por María Antonia González Valerio y Rosaura Martínez Ruiz[3] al respecto de las condiciones económicas, políticas y sociales que hicieron a nuestro sistema de salud inoperante ante la crisis. Ambas filósofas preguntaban con determinación si es que la filosofía tenía lugar en esta discusión y si acaso la filosofía tiene algo que decir en lo que concierne a la asignación de recursos limitados y la toma de decisiones en torno a la supervivencia de los pacientes que atravesaban por la enfermedad.

 

Las preguntas lanzadas por González y Martínez en aquel momento no son menores[4], pues ponen en perspectiva la serie atrocidades que pueden suscitarse cuando se intenta usar a la filosofía como medio para justificar la toma de decisiones sobre la vida de unos por encima de otros. Por otra parte, quizá de manera tangencial, las filósofas tocaron en su argumentación un conjunto de discusiones que siguen siendo relevantes hoy en día y que giran en torno a las tensiones que existen entre la bioética y la deontología médica, la bioética y su vínculo con una perspectiva filosófica utilitarista y, finalmente, entre la bioética y la biopolítica. A más de tres años de haberse declarado la pandemia, y con la aparente sensación de haber dejado atrás lo peor de sus efectos, creemos que nos corresponde retomar esas discusiones para tratar de elucidar cómo se entretejen los discursos sobre la vida y la salud cuando se establece un estado de emergencia.

 

 

Bioética y deontología médica

 

En primer lugar, consideremos las tensiones entre la bioética y la deontología médica. Esta última consiste en el conjunto de principios y valores que rigen la profesión médica, mismos que han sido bastante estables a lo largo de la historia de la medicina en Occidente. Dichos valores y principios se remiten a la época de Hipócrates de Cos (460-370 a.C.) y han sido refrendados por el gremio médico cada tanto. La Asociación Médica Mundial (AMM), en la Declaración de Ginebra de 1948, actualizó el Juramento Hipocrático.[5] En esta versión, en el contexto de la posguerra, se puso particular énfasis en dos preceptos que no figuraban en la versión antigua: el médico no deberá utilizar sus conocimientos en contra de las leyes de la humanidad y el médico no deberá interponer en su práctica consideraciones de religión, nacionalidad, raza, partido o clase. La actualización más contemporánea (efectuada en 2017), añade otras premisas interesantes, entre ellas, cuidar de la propia salud de los médicos que prestan el juramento y no permitir que consideraciones de edad, enfermedad o incapacidad, etnia, sexo y orientación sexual (además de las de credo, nacionalidad, afiliación política, raza y clase social) interfieran en su labor.[6]

 

Por otro lado, la bioética tiene un desarrollo histórico más reciente. En tanto ámbito multidisciplinar que conjuga saberes provenientes de distintos campos de conocimiento para brindar posibles respuestas ante los dilemas sociales derivados del desarrollo científico-técnico en las ciencias de la vida y la salud, la bioética ha tenido que valerse de conceptos, teorías y discusiones que le anteceden, y entre ellas, sin duda se encuentra la deontología médica como antecesora. Así pues, aun cuando el oncólogo norteamericano Van Rensselaer Potter propuso en 1971 que la bioética sería un puente hacia el futuro,[7] ese futuro ya estaba ahí, se había hecho manifiesto décadas antes, con el descubrimiento del ADN y con la fisión nuclear, solo por mencionar un par de ejemplos. Poco tiempo después, en 1979, el Informe Belmont[8] fue un parteaguas para la configuración de la perspectiva principalista en bioética. En dicho Informe se hicieron explícitos los principios éticos para la experimentación con seres humanos; desde entonces y hasta la fecha, los principios de autonomía, justicia, beneficencia y no maleficencia son la base conceptual desde la que se analizan los dilemas bioéticos desde una perspectiva principalista.

 

Consideramos, pues, que los cruces entre la deontología médica y la bioética se hacen evidentes al situar que la medicina tiene en sus bases primordiales los principios de beneficencia y no maleficencia, y aunque poco a poco han ido integrando los principios de autonomía y de justicia dentro de sus preceptos, la deontología médica más tradicional (que en la práctica médica podríamos asociar con el modelo paternalista o sacerdotal[9]) sigue concibiendo al paciente como un sujeto moral poco competente cuando se trata de la toma de decisiones en torno a su salud, máxime cuando las circunstancias que imperan suponen la reconducción de los principios y la autonomía del paciente queda en un segundo plano. La mencionada Guía Bioética ciertamente admite que los principios que guían la práctica médica cotidiana son los de autonomía, beneficencia, no maleficencia y justicia, pero al mismo tiempo, hace énfasis en que el principio que rige a la salud pública (esto es, la ciencia que tiene como objeto cuidar la salud de las poblaciones) es el de justicia social;[10] de tal suerte, se afirma que durante una emergencia sanitaria la práctica médica cotidiana se subsume a la práctica de salud pública y, en consecuencia, los principios que orientan la actuación durante una emergencia serán los de justicia social, dignidad humana, solidaridad y equidad.[11]Habría que reconocer pues, la vocación humanista e igualitaria que subyace en los principios descritos en la Guía, no obstante, la situación se tornó compleja cuando había que plantear operativamente la convicción de “tratar el mayor número de pacientes y salvar la mayor cantidad de vidas.”[12] En ese sentido, la Guía Bioética asume como criterios a evaluar, primero, la probabilidad de que un paciente mejore y sobreviva, y segundo, el tiempo que ese paciente utilizará los recursos escasos que pueden reutilizarse.[13] A nuestro entender, ese conjunto de criterios responden de forma ulterior a un tipo de ética utilitarista.

 

 

ID: 1174952223. Septiembre 2019. Foto de peterschreiber.media.

 

 

Bioética y ética utilitarista

 

Como ya hemos dicho, la bioética entró en escena hace relativamente poco tiempo, y su arribo no ha estado exento de tropiezos. Consolidar una nueva disciplina requiere tiempo y esfuerzos, y en México, la bioética comenzó a ocupar un lugar institucional permanente apenas en el año 2005, fecha en la que fue decretada en el Diario Oficial de la Federación la creación del órgano desconcentrado denominado Comisión Nacional de Bioética.[14] Hoy en día, las instituciones encargadas de procurar la salud y las instituciones que realizan investigación con seres vivos (incluidos los seres humanos) deben contar con comités bioéticos y de investigación que idealmente deben ser órganos interdisciplinares y plurales cuya función es simultáneamente consultiva, orientadora y educativa.

 

Ahora bien, además de que la crisis sanitaria derivada del SARS-CoV-2 nos develó con mucha claridad que los sistemas de salud de prácticamente todos los países se vieron rebasados por la magnitud de la pandemia, también puso de manifiesto cuál es el sentido orientador de la bioética institucionalizada en diferentes latitudes, de tal suerte que es imposible dejar de observar que los referentes teóricos que subyacen en la mencionada Guía Bioética se encontraban estrechamente vinculados con una ética utilitarista[15] de corte anglosajón que procura el máximo beneficio al mayor número de personas calculando para ello el menor costo posible. En ese sentido, en un primer momento nos puede parecer éticamente justificable asumir criterios que le permitan a los sujetos morales tomar una decisión aparentemente objetiva con base en un cálculo de una relación costo-beneficio razonable, sin embargo, es altamente probable que una decisión de esa naturaleza repercuta en daños a otros. Lo dicho en la Guía Bioética es que, en situaciones críticas, debe prevalecer el principio de justicia social encaminado a salvar el mayor número de vidas mediante los recursos disponibles. Puestas así las cosas, de inmediato parece ser que el principio de justicia prevalece por encima del resto de los principios, aun a costa de que ello signifique causar un daño por omisión o por abandono a otros pacientes cuyos pronósticos no resultasen viables a corto o mediano plazo de acuerdo con los criterios de la medicina basada en evidencia. El dilema bioético es tremendo en ese sentido, y por lo menos desde la perspectiva utilitarista pareciese insalvable: una decisión bioética implica admitir –por lo menos tácitamente– que hay vidas que necesariamente se priorizan sobre otras.

 

Debido a la polémica que suscitó la publicación anticipada del Borrador de la Guía a comienzos de abril de 2020, el documento final trató de amortiguar el efecto discriminante de los criterios de puntuación de supervivencia que en la redacción original tendían a discriminar, por ejemplo, a las poblaciones de adultos mayores y personas con enfermedades crónicas preexistentes. Así, el documento final hace patente que la Guía no pretende excluir a ningún paciente por razones de edad cronológica o por tener alguna discapacidad,[16] sin embargo, en los hechos, particularmente durante la época previa a la implementación del Programa Nacional de Vacunación, se hizo evidente la compleja relación de factores que intervienen en la toma de decisiones sobre la vida de las personas y las poblaciones en un contexto altamente biopolitizado. Ello nos conduce a explorar la relación entre la bioética y la biopolítica de forma más puntual.

 

 

Bioética y biopolítica

 

Los movimientos sociales y políticos y las tensiones bélicas suscitadas durante la guerra fría hicieron que los años setenta del siglo pasado fueran bastante convulsos. Precisamente en esa época, en el viejo continente, emergió la noción de biopolítica en el ámbito del pensamiento filosófico. Desde que Michel Foucault introdujo el término en su trabajo filosófico[17], no hemos cesado de invocarlo y problematizarlo al interior de distintas disciplinas y perspectivas que se precian de ser críticas; pero desde los comienzos de la pandemia de Covid-19, la reiteración de la noción dio lugar a que filósofos, pensadores y opinólogos de diverso calibre hicieran gala de un saber erudito que pretendía reconocer a detalle cómo es que la vida humana estaba siendo administrada dentro de los cálculos del poder. Al inicio de la pandemia, algunas predicciones hechas por filósofos destacados sobre los efectos biopolíticos del confinamiento llegaron a rozar con el sensacionalismo y las teorías de la conspiración,[18] mientras que otras posiciones se mostraron más bien demasiado optimistas de manera incluso un poco ingenua.[19] En todo caso, es claro que la filosofía no se ha caracterizado nunca por ser un arte adivinatorio y tras los hechos que vimos ocurrir durante la época de propagación y de aparente control de la enfermedad mediante la inoculación por medio de vacunas, conviene hacer un repaso de las tensiones que se suscitan entre bioética y biopolítica.

 

En nuestra práctica docente y en nuestro trabajo académico, los autores de este escrito hemos sostenido que la bioética puede ser un bastión de resistencia ante los embates de la biopolítica; sin embargo, la crisis global de la pandemia por Covid-19 nos puso en condición de cuestionar si la bioética y la biopolítica pueden continuar pensándose por separado. En una de sus últimas entrevistas, Foucault expresó su preocupación por la manera en que el pensamiento político había renunciado a pensar en la cuestión del sujeto ético[20] y ello nos impulsa a seguir reflexionando respecto de las prácticas de cuidado de sí que requerimos procurar tras la pandemia, incluyendo en sus márgenes a la bioética.

 

Por su parte, la bioética, sin duda, apareció en un contexto en el que era necesario acotar los alcances del saber biomédico para lograr entender no solo si se podía hacer algo (como someter a un ser vivo a sufrimientos innecesarios en pos de un avance en la ciencia), sino también si se debía llegar a ese punto de inflexión ético, aún a costa de la renuncia de nuestra propia humanidad. En ese sentido es que la bioética podría apelar al sentido de lo humano por encima de cualquier criterio asociado con el poder soberano que determina quién puede vivir y quién será abandonado a la muerte, sin embargo, la discusión en torno a la Guía Bioética en su momento abrió el debate respecto de cuáles son los criterios que socialmente resultan admisibles para ponderar el cuidado de unas vidas por encima de otras. En ese orden de ideas, la bioética ya no puede renunciar a considerar desde un enfoque biopolítico cuáles son las condiciones mediante las cuales nuestra cultura ha llegado a aceptar que una vida pueda ser jerarquizada, seccionada, ponderada y matematizada a un grado tal que nos pueda llegar a parecer razonable brindar soporte vital a unos y no a otros con base en un cálculo descarnado.

 

El mismo Foucault en Las palabras y las cosas[21] advertía que todo principio de organización y jerarquización sobre las cosas –incluyendo dentro de ellas las que consideramos dentro del ámbito de “la vida”– es, en muchos sentidos, arbitrario y contingente; así pues, en un momento dado, con otros marcos culturales y epistémicos de referencia, los esfuerzos terapéuticos en medicina crítica pudieron haberse orientado a que las personas con mayor número de dependientes económicos pudieran haber sido ser atendidas antes que aquellas personas que no tenían vínculos de interdependencia con nadie. Lo cierto es que una decisión de esa naturaleza nos podría parecer igual de cuestionable porque lo ideal, lo mejor, lo más adecuado, sería que ninguna vida humana se viera expuesta al abandono, no en la pandemia que vivimos hace menos de tres años ni en ningún otro contexto.

 

Por otro lado, valdría la pena que la bioética siga ocupándose de situar críticamente –y más allá de la pandemia– los dos márgenes que acotaron la experiencia hospitalaria de los pacientes graves en el contexto de emergencia; por una parte, el encarnizamiento terapéutico y, por otra, el abandono de los pacientes y de las poblaciones. Si no se toman en cuenta los valores y las expectativas de los pacientes, fácilmente la labor médica puede incurrir en actos dañosos que responden a la obcecación de hacer vivir bajo el principio de sacralidad de la vida; en ese sentido, el encarnizamiento terapéutico suele propiciar un perjuicio mayor, sobre todo cuando los parámetros clínicos no buscan hacerse compatibles con la perspectiva de la dignidad humana. Por otra parte, el abandono de los pacientes supone el extremo opuesto del encarnizamiento terapéutico. En esas circunstancias, el abandono supone también un acto de maleficencia, pero el abandono no solamente radica en el hecho de no brindar los elementos indispensables para sostener la vida dentro o fuera de un hospital, sino que consiste también en no otorgar las condiciones para que advenga una buena muerte. El comportamiento de la Covid-19 desde sus inicios hizo sospechar a los epidemiólogos que el contagio del agente patógeno ocurría de persona a persona y, por lo tanto, las medidas de distanciamiento social y posteriormente, el uso de cubrebocas, fueron prácticas enmarcadas en una preocupación por la salud pública; no obstante, arrebatarle la posibilidad de una despedida adecuada a los pacientes, es decir, de una muerte acompañada, digna y serena, fue uno de los actos menos piadosos de la llamada medicina crítica.

 

De igual forma, el abandono de las poblaciones es un fenómeno que amerita reflexionarse desde diversos flancos. Ahí, las reflexiones biopolíticas han tenido la vanguardia en las últimas cinco décadas, pero tras el periodo crítico de la pandemia, es necesario que la bioética asuma el llamado a la reflexión sobre el modo en que poblaciones enteras han sido abandonadas históricamente a la muerte. No deberíamos esperar a que una nueva pandemia nos vuelva a colocar en una posición en la que no haya nada más que hacer que administrar los recursos escasos, no deberíamos tampoco permanecer ciegos ante el hecho de que el sistema de desigualdades que propicia el modo de producción capitalista cobraba vidas antes de que el coronavirus se tornara una amenaza y que, en última instancia, las siguientes crisis no prometen ser más benignas que aquella última, sobre la que apenas hemos comenzado a ver sus verdaderas secuelas.

 

 

Bibliografía

 

  1. Agamben, Giorgio, ¿En qué puntos estamos? La epidemia como política, Quodlibet, 9 de julio de 2020, https://artilleriainmanente.noblogs.org/files/2020/06/2020-Giorgio-Agamben-En-qu%C3%A9-punto-estamos-La-epidemia-como-pol%C3%ADtica-Final-4.pdf Consultado el 08 de octubre de 2023.
  2. Asociación Médica Mundial, Declaración de Ginebra, https://www.wma.net/es/policies-post/declaracion-de-ginebra/ Consultado el 03 de octubre de 2023.
  3. Consejo de Salubridad General, Guía Bioética para Asignación de Recursos Limitados de Medicina Crítica en Situación de Emergencia, http://www.csg.gob.mx/descargas/pdf/index/informacion_relevante/GuiaBioeticaTriaje_30_Abril_2020_7pm.pdf Consultado el 01 de octubre de 2023.
  4. Diario Oficial de la Federación, Acuerdo por el que se crea con carácter de permanente la Comisión Nacional de Bioética, https://dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=2062406&fecha=31/12/1969#gsc.tab=0 Consultado el 06 de octubre de 2023.
  5. Foucault, Michel, Historia de la Sexualidad, Vol. 1, La voluntad de saber, 2ª Ed., Siglo XXI: México, 2009.
  6. Foucault, Michel, “La ética del cuidado de uno mismo como práctica de libertad”, en Hermenéutica del sujeto, La Piqueta: Madrid, 1994.
  7. Foucault, Michel, Las palabras y las cosas, Siglo XXI: México, 33ª Ed, 2007.
  8. González Valerio, María Antonia y Martínez Ruiz, Rosaura, “Triaje. Decidir lo éticamente indecidible”, en https://www.eluniversal.com.mx/opinion/maria-antonia-gonzalez-valerio-y-rosaura-martinez-ruiz/triaje-decidir-lo-eticamente/ Consultado el 01 de octubre de 2023.
  9. Informe Belmont. Principios y guías éticos para la protección de los sujetos humanos en investigación, https://www.conbioetica-mexico.salud.gob.mx/descargas/pdf/normatividad/normatinternacional/10._INTL_Informe_Belmont.pdf Consultado el 04 de octubre de 2023.
  10. Luna, Florencia y Salles, Arleen L. F., Bioética: Nuevas reflexiones sobre debates clásicos, FCE: México, 2008.
  11. OPS, “Se acaba la emergencia por la pandemia, pero la COVID-19 continúa”, https://www.paho.org/es/noticias/6-5-2023-se-acaba-emergencia-por-pandemia-pero-covid-19-continua#:~:text=Por%20lo%20tanto%2C%20declaro%20con,amenaza%20para%20la%20salud%20mundial%E2%80%9D Consultado el 01 de octubre de 2023.
  12. Potter, Van Rensselaer, Bioethics, Bridge to the future, Prentice Hall: USA, 1971.
  13. Sánchez Salvatierra, Jazmín y Taype Roldán, Álvaro, “Evolución del Juramento Hipocrático: ¿qué ha cambiado y por qué”, en Revista Médica de Chile, Vol. 146, No. 12, Santiago, Diciembre 2018, https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-98872018001201498 Consultado el 03 de octubre de 2023.
  14. Zizek, Slavoj, “Coronavirus is ‘Kil-Bill’-esque blow to capitalism and could lead to reinvention of communism”, en: https://www.rt.com/op-ed/481831-coronavirus-kill-bill-capitalism-communism/ Consultado el 08 de octubre de 2023.

 

 

Notas

 

  1. Consejo de Salubridad General, Guía Bioética para Asignación de Recursos Limitados de Medicina Crítica en Situación de Emergencia, http://www.csg.gob.mx/descargas/pdf/index/informacion_relevante/GuiaBioeticaTriaje_30_Abril_2020_7pm.pdf Consultado el 01 de octubre de 2023.
  2. OPS, “Se acaba la emergencia por la pandemia, pero la COVID-19 continúa”, https://www.paho.org/es/noticias/6-5-2023-se-acaba-emergencia-por-pandemia-pero-covid-19-continua#:~:text=Por%20lo%20tanto%2C%20declaro%20con,amenaza%20para%20la%20salud%20mundial%E2%80%9D. Consultado el 01 de octubre de 2023.
  3. María Antonia González Valerio y Rosaura Martínez Ruiz, “Triaje. Decidir lo éticamente indecidible”, https://www.eluniversal.com.mx/opinion/maria-antonia-gonzalez-valerio-y-rosaura-martinez-ruiz/triaje-decidir-lo-eticamente/ Consultado el 01 de octubre de 2023.
  4. “¿Hay criterios éticos para guiar la decisión soberana? ¿El filósofo será el verdugo? ¿La filosofía puede construir la justificación de la decisión por principio más injusta e inmoral? No, imperativamente no. El quehacer filosófico tiene que argumentar en contra de la instrumentalización de un supuesto criterio universal para tomar la decisión de quién vive y quién muere. La tarea filosófica es cuestionar este inaceptable presente, producto de las más crueles desigualdades, donde no todas las vidas tienen el mismo valor, donde no todos los cuerpos tienen atención médica oportuna y eficiente.” Idem.
  5. Asociación Médica Mundial, “Declaración de Ginebra”, https://www.wma.net/es/policies-post/declaracion-de-ginebra/ Consultado el 03 de octubre de 2023.
  6. Además de lo anterior, “La versión inicial del juramento prohibía la realización de la eutanasia y el aborto. Sin embargo, al tener en cuenta el respeto por la autonomía de los pacientes, el respeto por los derechos reproductivos de las mujeres, y las complicaciones debido a la penalización del aborto; la versión actual del juramento solo menciona `Velar con el máximo respeto por la vida humana’.” Jazmín Sánchez Salvatierra y Álvaro Taype Roldán, “Evolución del Juramento Hipocrático: ¿qué ha cambiado y por qué”, en Revista Médica de Chile, ed., cit., 2018, https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-98872018001201498 Consultado el 03 de octubre de 2023.
  7. En el prefacio de su obra, Potter expresa lo siguiente: “El propósito de este libro es contribuir al futuro de la especie humana promoviendo la formación de una nueva disciplina, la disciplina de la Bioética. Si hay ‘dos culturas’ que parecen incapaces de hablar entre sí –ciencias y humanidades­– y si eso es parte de las razones que hacen que el futuro parezca incierto, entonces posiblemente nosotros tenemos que construir un ‘puente hacia el futuro’, usando la disciplina de la Bioética como un puente entre las dos culturas.” Van Rensselaer Potter, Bioethics, Bridge to the future, ed., cit., p. vii.
  8. Informe Belmont. Principios y guías éticos para la protección de los sujetos humanos en investigación, https://www.conbioetica-mexico.salud.gob.mx/descargas/pdf/normatividad/normatinternacional/10._INTL_Informe_Belmont.pdf Consultado el 04 de octubre de 2023.
  9. Florencia Luna y Arleen L. F. Salles, Bioética: Nuevas reflexiones sobre debates clásicos, ed., cit., p. 139.
  10. Consejo de Salubridad General, Guía Bioética para Asignación de Recursos Limitados de Medicina Crítica en Situación de Emergencia, op. Cit., pág. 3.
  11. Ibídem, p. 4.
  12. Idem.
  13. Idem.
  14. https://dof.gob.mx/nota_detalle.php?codigo=2062406&fecha=31/12/1969#gsc.tab=0 Consultado el 06 de octubre de 2023.
  15. “El utilitarismo se basa en un único principio básico: el principio de utilidad, el cual establece que debemos proceder obteniendo el máximo beneficio posible para el mayor número de personas. O, en su defecto, el menor perjuicio posible.” Luna y Salles, Bioética: Nuevas reflexiones sobre debates clásicos, op. Cit., p. 25.
  16. Consejo de Salubridad General, Guía Bioética para Asignación de Recursos Limitados de Medicina Crítica en Situación de Emergencia, Op. Cit., pág. 5.
  17. Cfr. Michel Foucault, Historia de la Sexualidad, Vol. 1, La voluntad de saber, passim.
  18. Pensamos en concreto en algunas de las disquisiciones publicadas por Giorgio Agamben durante el 2020. Hay que reconocer que muchas de sus reflexiones en la columna Una voce ameritan una revisión mucho más concienzuda, sobre todo en lo que respecta al concepto de bioseguridad, que resulta verdaderamente sugerente. No obstante, creemos que pudo haberse precipitado al hacer ciertas afirmaciones, por ejemplo, cuando expresó que “ante las medidas de emergencia frenéticas, irracionales y completamente infundadas por una supuesta epidemia debida al virus corona, es necesario partir de las declaraciones del Consiglio Nazionale delle Ricerche, según las cuales no sólo «no hay ninguna epidemia de SARS-CoV-2 en Italia», sino que igualmente la infección, según los datos epidemiológicos disponibles hoy en día sobre decenas de miles de casos, causa síntomas leves/moderados (una especie de influenza) en el 80-90% de los casos.” Giorgio Agamben, ¿En qué puntos estamos? La epidemia como política, Quodlibet, 9 de julio de 2020, pág. 76, https://artilleriainmanente.noblogs.org/files/2020/06/2020-Giorgio-Agamben-En-qu%C3%A9-punto-estamos-La-epidemia-como-pol%C3%ADtica-Final-4.pdf Consultado el 08 de octubre de 2023. Lo precipitado de su afirmación, más allá de lo que el propio despliegue de la enfermedad hizo evidente (esto es, que no se trataba de cualquier “especie de influenza”) es que él mismo se valía de la información difundida por el Consejo Nacional de la Ciencia en Italia, instancia que a su vez subestimó los efectos del virus en los inicios de la propagación.
  19. Hablamos de Slavoj Zizek, quien describió así sus anhelos a propósito de los efectos de la pandemia: “Quizás otro virus, ideológico y mucho más beneficioso, se propague y con suerte nos infectará: el virus de pensar en una sociedad alternativa, una sociedad más allá del estado-nación, una sociedad que se actualiza a sí misma en las formas de solidaridad y cooperación global”. Slavoj Zizek, “Coronavirus is ‘Kil-Bill’-esque blow to capitalism and could lead to reinvention of communism”, en: https://www.rt.com/op-ed/481831-coronavirus-kill-bill-capitalism-communism/ Consultado el 8 de octubre de 2023.
  20. “[t]engo la impresión de que en el pensamiento político del siglo XIX –y posiblemente sería preciso remontarse más allá, a Rousseau y a Hobbes– se ha pensado el sujeto político esencialmente como sujeto de derecho, ya sea en términos naturalistas, ya sea en términos de derecho positivo. En cambio, me parece que la cuestión del sujeto ético no tiene mucho espacio en el pensamiento político contemporáneo.” Michel Foucault, “La ética del cuidado de uno mismo como práctica de libertad”, en Hermenéutica del sujeto, La Piqueta: Madrid, 1994, pp. 129-130.
  21. “[n]ada hay más vacilante, más empírico (cuando menos en apariencia) que la instauración de un orden de las cosas; nada exige una mirada más alerta, un lenguaje más fiel y mejor modulado; nada exige con mayor insistencia que no nos dejemos llevar por la proliferación de cualidades y formas.” Michel Foucault, Las palabras y las cosas, Siglo XXI: México, 33ª Ed, 2007, p. 5.