Resumen
Partiendo de las ideas vertidas por Koselleck (¿Para qué todavía investigación histórica?) y Certeau (Psicoanálisis e Historia) respecto al trabajo del historiador y a la materia de su actividad, se muestran algunas analogías entre este saber y el trabajo del psicoanalista; para ello, se reflexiona en torno a cuestiones como la pérdida, el discurso, el ejercicio del saber y su consecuente correlato del concepto de verdad y la acción del otro en lo que le es ajeno. Proponiendo analogías entre ambos saberes se subrayan las posibles similitudes entre la recreación de un pasado y el trabajo psicoanalítico, ambos en tanto que ejercicios de indagación y reconocimiento de lo que, permaneciendo oculto, no deja de mostrarse bajo las perspectivas adecuadas. Con miras al diálogo entre saberes que aporte a un acercamiento epistemológico de estos.
Palabras clave: Historia, psicoanálisis, interdisciplina, saberes, discurso, pérdida.
Abstract
Starting from the ideas expressed by Koselleck (Why still historical research?) and Certeau (Psychoanalysis and History) regarding the work of the historian and the subject of his activity, some analogies are shown between this knowledge and the work of the psychoanalyst; To do this, we reflect on issues such as loss, discourse, the exercise of knowledge and its consequent correlation with the concept of truth and the action of the other in what is foreign to them. By proposing analogies between both knowledges, the possible similarities between the recreation of a past and psychoanalytic work are highlighted, both as exercises of inquiry and recognition of what, while remaining hidden, continues to show itself under the appropriate perspectives. All of this with the intention of establishing a dialogue between this ways of knowledge that contributes to the epistemological approach to them.
Keywords: History, psychoanalysis, interdiscipline, knowledge, discourse, loss.
I
“El pasado es absolutamente pasado, es irrevocable – y al mismo tiempo no lo es: el pasado es presente y contiene futuro. Restringe las posibilidades venideras y genera otras, está dado con nuestro lenguaje, está grabado en nuestra consciencia y el inconsciente, así como en nuestras formas de comportamiento. Quien se ocupa del pasado se ve confrontado consigo mismo. O, para decirlo en términos de Hegel, lo que hacemos en tanto historiadores <<no es propiamente historia o bien es una historia que al mismo tiempo no lo es>>”[1]
-Reinhart Koselleck
La historia como ejercicio de creación intelectual precisa de una ausencia que merece ser subsanada, hablamos de lo que nos es ajeno -procesos, sociedades, fenómenos, eventos- desde un tiempo que también resulta ajeno para todo eso de lo que pretendemos hablar. A pesar de esta situación de pérdida y ajenidad, quienes observamos al pasado podemos aprehenderlo de una manera vedada para sus coetáneos. En nuestro quehacer existe cierta ficción, pero no una que signifique creación ex nihilo, sino más bien re-creación, re-hechura, un acomodo -o reacomodo- que solo es posible desde la perspectiva de un presente que, no hay que olvidarlo, es tan móvil como ese pasado que no cesa de reconfigurarse. Hablar de ficción en la labor del historiador no debe ser motivo para la polémica, pues se debe considerar que, etimológicamente hablando, ficción remite a formar antes que a crear; así, la ficción del discurso del historiador tiene que ver más con la formación que se da a todo eso que permaneciendo oculto para cierta temporalidad, se revela a través de diferentes perspectivas y lentes pertenecientes a otro tiempo que habla de lo que no le pertenece.
Ahí reside la creación/ficción de la historia, la poiesis de la historia radica en dar forma a lo ajeno mediante lo propio, a saber, los métodos o los lentes del ahora, la parte de nuestro presente que podemos (medianamente) asir. El ejercicio de historiar (más allá de sí, las fuentes o el relato que creamos son “verídicos”) representa una necesidad del presente- no tanto para encontrar sus raíces en el pasado y en función de estas explicarse- sino en tanto que idea de orden, de una tabla de valores (de un sentido) que permite a su vez dar sentido al presente. Mediante la creación de una imagen del pasado, el presente tiene una columna vertebral a partir de la cual podrá, a su vez, darse forma a sí mismo. Es una ficción necesaria, no para el pasado (este no pretende “conocerse”), sino para el presente de donde se parte: en ocasiones el historiador busca aquello que puede responder.
Esta reflexión debe ser considera no tanto desde la perspectiva de la obra del historiador – esto es, lo que dice- sino más bien desde su papel como investigador, haciendo hincapié en cómo dice lo que dice. Friedrich Schiller opinaba, por ejemplo, que la idea que mediante la historia se podía hacer de la Grecia clásica no era, de ninguna manera, la idea que los griegos clásicos tenían de sí mismos, pues mientras que ellos sentían naturalmente, nosotros luchamos por sentir lo natural.[2] Nuestro trabajo es una ficción, necesaria para quien la emprende, y para crearla se precisa de un vacío que pueda llenarse con un discurso que parece proveer aquello de lo que siempre carecerá cualquier tiempo, esto es, el poder verse con ojos propios. Esta lucha por aprehender lo oculto, lo escurridizo y lo que aparentemente revela el verdadero trasfondo de todo eso que se muestra sin ambages es la meta – ¿quizá la ilusión? – del trabajo del historiador. Partiendo de lo anterior, quizá podamos cuestionarnos respecto a si habrá algunas similitudes entre la obra del historiador y el trabajo del psicoanalista, similitudes que trasciendan tanto la polémica de la validez científica de sus respectivas epistemologías como el hecho de tener campos de acción –en el caso del historiador, el pasado y en el psicoanalista, el inconsciente- que parece que nunca logran agotarse.
II
La historia en el psicoanálisis
El psicoanálisis desde sus orígenes ha tenido una dificultad: el diálogo con otros saberes [3] y su relación con la historia no está exenta a esto. Para Freud y otros psicoanalistas el manejo de lo histórico es de vital importancia en el devenir de un análisis, siendo la historización lo que permite leer el síntoma y sacarlo de su verdad eterna.
Pero para explicar este síntoma como verdad eterna desglosemos qué es la verdad eterna y la verdad histórico-vivencial como aquella qué se historiza.
Verdad material y verdad histórica
En el dispositivo analítico los sujetos llegan y comparten su malestar, algunas veces seguido de una explicación de por qué creen ellos que les sucede eso, una forma de dar sentido biográfico al malestar, ese sentido es un saber que encubre un no saber (inconsciente). Con esto en mente, Freud elabora “Moisés y la religión monoteísta” dos elementos epistemológicos teniendo como punto de partida sus incipientes conocimientos[4] sobre la historia: la verdad material y la verdad histórica.
La primera verdad material sería aquella qué revelaría lo “sucedido realmente”, aquella qué como historiador positivista, se encuentra en el archivo y solo hay que transmitir Freud iguala esta verdad material con la verdad eterna[5] es decir aquella revelada religiosamente y la cual no puede ser puesta en duda y que nos presenta el mundo y su verdad como algo hecho, dado e inmutable similar a como en el malestar psíquico el síntoma se instaura como algo inevitable, el retorno de lo reprimido instaurado como una institución qué exige su método burocrático y que resulta en el malestar experimentado por el sujeto.
Incluso podríamos hacer la equivalencia qué esta verdad eterna guarda similitudes al manejo de la verdad que presenta el Estado en la novela de 1984, en tanto aparentemente siempre ha sido y siempre es, por muy contradictoria que esta sea, es contra esta verdad que se lleva a cabo la primera batalla en el análisis hacerle ver al sujeto qué esta verdad solo sirve para encubrir un no saber.
Esta verdad material/religiosa es perseguida por algunas ciencias incansablemente, incluso en saberes como el psicoanálisis y la historia, disponiendo de todos los medios o manteniéndola como una ilusión, para llegar a descubrir “lo sucedido realmente”, cosa que cuando menos en el trabajo analítico vemos imposible, al contrario, es tratar de dejar atrás esta verdad material[6] y hacer la construcción de una verdad histórica-vivencial.
La verdad histórica en psicoanálisis es entonces aquella que es vista desde el presente, lo que se impone como una institución, si no una lectura del pasado desde el presente (historización) que permita al sujeto la creación. Es decir, abandonar la verdad material en pro de crear un saber autobiográfico en constante devenir, en constante creación.
Por lo tanto, la creación debe ser perdiéndolo, dado que el sujeto podrá crearse una verdad que le permita lidiar con lo angustiante de otra manera diferente que lo institucionalizado, Esta verdad histórica dista entonces mucho de la material y creemos que este manejo epistemológico de lo histórico es lo que permite el acercamiento del psicoanálisis al discurso de la historia, no tratando de acceder religiosamente a la Verdad, sino a las construcciones de verdades acéfalas que permiten la creación a partir de aquello historizado.
III
Hacia un diálogo
Dentro del vaivén de la reflexión y los saberes humanísticos, la interdisciplina puede entenderse tanto como una metodología de investigación que como una oportunidad para la reflexión teórica y epistemológica. Es en este último sentido donde deben situarse los intereses del presente texto, cuyo aliento es preguntar antes que responder, sin afán descalificar o de superioridad de algún saber. Por lo tanto, el encuentro de saberes –en este caso, de Historia y Psicoanálisis- debe entenderse más como una oportunidad para proponer nuevas incógnitas que como un intento de respuesta de aliento determinante. La visión de quien investiga y aventura hipótesis no está menos condicionada que las herramientas y medios de los que se sirve para articular sus conjeturas, en este sentido, el medio es la forma y su influencia es innegable; por tanto, Historia y Psicoanálisis condicionan no solo las respuestas, sino también las preguntas que mediante estos ámbitos pueden proponerse. Gracias a la multiplicidad de enfoques, a la renuencia a establecer una única respuesta y una única visión, podemos no tanto negar una verdad como proponer varias posibilidades de sentido.
La revisión de la verdad histórica en la Historia y el Psicoanálisis es un intento de seguir construyendo la epistemología, así como de hacer acercamientos entre saberes y evitar el enclaustramiento que deviene en verdades materiales religiosas, he ahí nuestro interés, de iniciar la construcción de un diálogo, muy necesario, entre estos saberes.
Bibliografía
- Freud, Sigmund, Moisés y la religión monoteísta, Biblioteca Nueva, Ciudad de México, 2011.
- Koselleck, Reinhart, ¿Para qué todavía investigación histórica? en Sentido y repetición en la historia, Hydra, Buenos Aires, 2013.
- Schiller, Friedrich, Poesía ingenua y poesía sentimental, Editorial Nova, Buenos Aires, 1963.
Notas
- Koselleck, Reinhart, “¿Para qué todavía investigación histórica?” en Sentido y repetición en la historia, ed. cit., pp. 68-69. ↑
- Schiller, Friedrich, Poesía ingenua y poesía sentimental, ed. cit., p.75. ↑
- Un rechazo a los postulados psicoanalíticos, calificativos de pseudociencia o hermetismo de los propios psicoanalistas no está en los límites de este trabajo explicar esta dificultad. ↑
- Para Freud el aprendizaje o manejo de métodos históricos era importante al proponer que todo analista debiera estudiar entre otras cosas “historia de la literatura, la mitología, la historia de las culturas” ↑
- Freud, Sigmund, Moisés y la religión monoteísta, ed. cit., p. 3319. ↑
- Incluso en nociones caricaturizadas del psicoanálisis como: “la infancia es destino” hace creer que en el psicoanálisis se trata de dar con la verdad material. ↑