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Resumen
En este ensayo me propongo hacer un breve análisis sobre la privacidad ante el panorama del capitalismo de la vigilancia para responder la pregunta ¿es la defensa por la privacidad un frente efectivo? Presentaré dos argumentos para defender que, si queremos contrarrestar las consecuencias de la vigilancia, la recuperación de la privacidad no es efectiva: en primera, la distinción entre lo público y lo privado en la era digital posee muchos problemas para delimitar lo que es privado; en segunda, la propuesta de la defensa por la privacidad no consigue reconocer la relación que existe entre el capitalismo de la vigilancia y la constitución de prácticas cotidianas, llevando el problema de la privacidad y la libertad de los individuos a una esfera meramente jurídica.
Palabras clave: Privacidad, tecnología, capitalismo de la vigilancia, anonimato, público, Inteligencia Artificial
Abstract
In this essay, I intend to do a brief analysis of privacy in the context of surveillance capitalism to answer the question: Is privacy advocacy an effective front? I will present two arguments to defend that, if we want to counter the consequences of surveillance, restoring privacy is ineffective: firts, the distinction between public and private in the digital age presents many problems when it comes to delineating what is private; second, the proposal for privacy advocacy fails to recognize the relationship between surveillance capitalism and the constitution of everyday practices, shifting the issue of privacy and individual freedom into a purely legal sphere.
Introducción
La idea de estar siempre vigilados es abrumadora. En los últimos diez años ha habido una serie de casos que han puesto en evidencia que nuestros datos no están seguros. No solo de delitos como la usurpación de la identidad o el robo de datos, sino también de empresas y gobiernos que utilizan nuestra información para propósitos cuestionables[1]. Con el pretexto de los supuestos beneficios de la personalización de los servicios, se ha perfeccionado la influencia de los medios tecnológicos en la toma de nuestras decisiones como nunca antes.
No es que la publicidad y el almacenamiento de datos sean algo propio de la era digital[2]. Lo que se modificó son las maneras en las que se almacenan y utilizan estos datos, y cómo el capitalismo se ha aprovechado de ello. Shoshana Zuboff acuñó el concepto de capitalismo de la vigilancia para explicar esta mutación[3]. Todo inicia cuando el usuario introduce sus datos básicos. Dependiendo de la aplicación o la red social, de acuerdo con su edad, sexo y ubicación se cataloga al usuario y se le muestra contenido que estadísticamente personas con sus mismas características ven −lo cual incluye publicidad. Poco a poco, conforme exista una interacción con los dispositivos, las catalogaciones irán cambiando, adaptándose. Así no es que se imponga algo, sino que se dirige y forja nuestros hábitos en la red.
Ante este panorama abrumador la pregunta que muchos han hecho es: ¿Qué hacer? Carissa Véliz en el 2020 expone la problemática de la vigilancia y sus efectos más inmediatos en el libro “Privacidad es poder”. En él, expone que lo que se ha perdido con la economía de la vigilancia, como ella la llama, es la privacidad y por ende, lo que hay que hacer es recuperarla para poder tener el mando de nuestra vida y de nuestra sociedad[4]
Actualmente, la privacidad es un concepto que ha gozado de atención y ha sido un motivo de preocupación. Por esta razón, es pertinente preguntarse, ¿es la defensa de la privacidad un frente efectivo contra el capitalismo de la vigilancia? Lo que defenderé en las siguientes líneas es que, si queremos un cambio verdaderamente profundo que socave el problema del capitalismo de la vigilancia y sus consecuencias, es importante ir más allá de la defensa por la privacidad. En primer lugar, por la dificultad que existe en el escenario actual para definir los límites entre lo público y privado. En segundo lugar, porque la defensa de la privacidad no posee un alcance profundo en los modos de existencia −costumbres, formas de ser y de conducirse de las personas− que ya han sido influenciados por las grandes empresas que lo que buscan es la exhibición de los usuarios.
La línea entre lo público y lo privado
Carissa Véliz define que “La privacidad consiste en no compartir con otros ciertas cuestiones íntimas: nuestros pensamientos, nuestras experiencias, nuestras conversaciones, nuestros planes. […]”[5] La privacidad definida en este sentido tiene que ver con lo individual. Se trata de proteger lo que se considera como propio; lo que nos conforma como personas. De esa manera, piensa Véliz, nos libraremos de la influencia y los abusos.
Los seres humanos no siempre han considerado la privacidad como algo valioso ni tampoco se ha definido igual. Hablar de lo privado y de sus elementos nos lleva a hablar de su concepto en oposición: lo público. En esta dicotomía se entretejen relaciones con otros conceptos. Es decir, la discusión público-privado se puede entender en diferentes definiciones como lo que atañe a lo colectivo y a lo individual, o como la relación entre lo visible y lo oculto y, por tanto, la cuestión de la apertura-clausura, este último más bien en relación con el espacio concreto[6]. Situando la discusión en la definición de Véliz sobre la privacidad, la dicotomía con lo público se puede tejer con la sociabilidad-intimidad: Lo público tiene que ver con la manera en la que se es socialmente y, en ese sentido, es lo visible. En tanto que el ámbito privado trascurre a puerta cerrada, por tanto es lo oculto.
¿Qué tan vigente a partir de los desarrollos tecnológicos de las últimas décadas es el concepto de privacidad entendido como intimidad? ¿O es acaso que el modo en que operan estas nuevas tecnologías anula la posibilidad de esta privacidad? El modo en que operan los dispositivos y plataformas necesitan dos elementos fundamentales: que las personas estén conectadas la mayor cantidad de tiempo posible y que estén dispuestas a compartir su información. Por ello, se hace una sutil pero constante invitación a exponerse a través del discurso del ser uno-mismo, siempre y cuando se muestre. Se exalta la identidad —es decir, aquello que ancla al sujeto a elementos de identificación— a través de la idea de un supuesto ser-libre de ser quien se es y de mostrarlo al mundo, pues “[…] según las premisas básicas de la sociedad del espectáculo y la moral de la visibilidad, si nadie ve algo es muy probable que ese algo no exista”[7]. Se crea un círculo. El sujeto se expone, su identidad se afirma, se personalizan sus dispositivos digitales y lo ancla a su propios gustos e intereses para invitarlo a seguirse exponiendo.
Por tanto, la privacidad a partir de la era digital ha tomado dos caras que siguen estando muy presentes hoy en día. Desde el 2006 Paula Sibilia ya lo apuntaba:
“[…] las tendencias de exposición de la intimidad que proliferan hoy en día no evidencian una mera invasión de la antigua privacidad, sino un fenómeno completamente novedoso. […] en vez de resentirse por temor a una irrupción indebida en su privacidad, las nuevas prácticas expresan un deseo de evasión de la propia intimidad, ganas de exhibirse y hablar de uno mismo. “[8]
Al mismo tiempo, parece existir una preocupación y un llamado a una defensa por ciertos datos como datos bancarios o datos de identificación que vuelven vulnerable al usuario. Sin embargo, el modo de existencia exhibicionista, se publique la vida entera en redes sociales o no, ya es parte de la vida.
Entonces, ¿Cuál es la línea entre lo privado y lo público? “La respuesta se intuye más compleja, sugiriendo una imbricación e interpenetración de ambos espacios, capaz de reconfigurarlos hasta volver la distinción obsoleta.” (PS 93) El límite de lo íntimo en la era digital es fino, por lo que la defensa por lo íntimo y lo no-visible debe buscarse en alternativas que superen el uso común de los dispositivos.
Subjetividad y privacidad
Si insistiéramos en ahondar en marcar la línea entre lo público y lo privado, la pregunta que es necesario responder es, ¿Qué datos se pueden considerar públicos y qué datos privados? Fuera de los datos bancarios, datos de salud y datos sobre actividad económica -que se podría argumentar que en todos los escenarios deberían de permanecer ocultos para la mayoría de las personas- es difícil trazar con claridad qué otros datos deberían de pertenecer a la esfera de lo oculto. En la medida en que desconocemos el procesamiento de datos y que cada vez más se vuelve más oscuro el funcionamiento algorítmico[9], los datos que podrían considerarse públicos por la manera en cómo se procesan, tiempo después se podría obtener de ellos información íntima. Incluso datos que para una empresa no son usados para extraer información personal, para otras sí podrían serlo. Es decir, lo datos no son estáticos, ni poseen un único significado que puede clasificarse. Por otro lado, ¿Qué dato no habla sobre nuestro modo de existencia en mayor o menor medida? ¿Qué dato no podría ser personal?
Las grandes empresas que controlan las redes sociales no se meten en esta discusión cuando hablan de la privacidad. A ellos no les importa la distinción con lo público ni clasificar cuáles datos son íntimos y cuáles no. La privacidad es “[…] mostrarte anuncios relevantes y útiles sin revelar tu identidad a los anunciantes […] No compartimos información que te identifique directamente, a menos que nos des tu permiso expreso.”[10] No revelar la identidad, no identificarte, es simplemente no asociar el nombre, domicilio, DNI, entre otros según sea el caso a otros datos; “anonimizarlos”. Sin embargo, la identidad no es solo un nombre, con un domicilio y un número de identificación. Es algo mucho más complejo, que también ha sido objeto de muchas discusiones, pero que se puede englobar en costumbres, pensamientos, comportamientos, sentimientos.
Al perseguir esta propuesta de privacidad, lo que se podría considerar es que una manera posible para defender la privacidad podría consistir en permitir que los usuarios tengan el control sobre sus propios datos. Esto significaría que, así como solo se comparte el nombre del usuario y de ciertos datos de identificación solo si se tiene permiso, todos los datos deberían ser controlados por el propio usuario y solo ser compartidos con su consentimiento. No obstante, en la medida en que la propia operación de las aplicaciones móviles y los propios dispositivos inteligentes parece basarse en este almacenamiento y procesamiento de nuestra información[11], tener el control de nuestros datos implicaría una redefinición del funcionamiento de todos los dispositivos como los conocemos.
Y aún si pudiéramos acceder al control absoluto de nuestros datos, queda una problemática. Un aspecto que está en juego es la constitución de los modos de existencia. Es decir, como se ha dicho, no solamente se trata de los servicios y de los productos, sino la posibilidad de direccionar los afectos, el pensamiento y el actuar a partir de la información y de la personalización de los dispositivos. No se trata de forzar a un individuo a que haga algo, sino anticipar qué podría hacer para facilitar que lo haga. Por ello, el modo de existencia exhibicionista es fundamental. Si nuestras prácticas cotidianas se basan en la exposición de nuestra vida íntima −ya sea una foto, un estado, un reel o una consulta personal a Chat GPT− la discusión entre lo público y lo privado queda obsoleta porque se olvida que el problema del capitalismo de la vigilancia está sostenido por modos de existencia que llevan años gestándose.
Conclusión
De manera muy breve, he expuesto dos argumentos principales: en primer lugar, la distinción sobre lo público y lo privado en la era digital es problemática debido a la contradicción que se ha creado entre la invitación a exhibirse y proteger datos personales. En segundo lugar, las propuestas para hacer efectiva la defensa de la privacidad requerirían un análisis y una redefinición de los dispositivos que, aunque pudieran llevarse a cabo, estas no tratan el problema de los modos de existencia actuales que se basan en la exposición. Por tanto, ante la preocupación por el capitalismo de la vigilancia y sus consecuencias no podemos tomar un solo frente de lucha, ni pretender que estas no deben buscar una transformación profunda tanto de los dispositivos, de las instituciones[12] y sobre todo de los modos de existencia.
Ya Tiqqun -tomando a Foucault- en su texto “¿Cómo hacer?” apuntaba la importancia de desplazar la pregunta del “qué” al cómo. La cuestión no es “qué hacer frente al capitalismo de la vigilancia”, sino “cómo hacerle frente”. Ante este panorama de la exhibición y la vulnerabilidad ¿Cómo hacerle frente no será deviniendo anónimo? ¿Qué pasaría si el modo de existencia se volviera anónimo?
“Dejar ser. Dejar ser la abertura entre el sujeto y sus predicados. El abismo de la presencia”[13]
Bibliografía
- Bump Philip, “¿Cómo Cambridge Analytica utilizó los datos de los usuarios de Facebook en la elección de Trump?”, en El economista, 25 de marzo de 2018, ¿Cómo Cambridge Analytica utilizó los datos de los usuarios de Facebook en la elección de Trump? Consultado el 29 de enero de 2021
- Comité invisible, ¿Cómo hacer?, Ediciones Crimental, Santiago, Mayo 2001.
- Griggs Mary Beth, “Google reveals ‘Project Nightingale’ after being accused of secretly gathering personal health records”, en The verge, 11 de noviembre de 2019, https://www.theverge.com/2019/11/11/20959771/google-health-records-project-nightingale-privacy-ascension Consultado el 18 de enero del 2022
- Koopman Colin, How we became our data, University of Chicago Press, Chicago, 2019, pp. 158-163
- Políticas de privacidad de meta: cómo Meta recopila y usa los datos de usuarios, https://es-la.facebook.com/privacy/policy/ Consultado el 31 de junio del 2024
- Rabotnikof Nora, “Público/privado” en Debate feminista, Vol. 18, 1998, México, pp. 2-13
- Sibilia Paula, La intimidad como espectáculo, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2013
- Véliz Carissa, Privacidad es poder, DEBATE, Barcelona, 2021
- Zuboff Shoshana, La era del capitalismo de la vigilancia, Paidós, Barcelona, 2020
Notas
[1] Véase el caso de Cambridge Analytica: Bump Philip, “¿Cómo Cambridge Analytica utilizó los datos de los usuarios de Facebook en la elección de Trump?”, ed. cit. Y el caso Nightingale: Griggs Mary Beth, “Google reveals ‘Project Nightingale’ after being accused of secretly gathering personal health records”, ed. Cit.
[2] Al respecto, Colin Koopman hace un análisis genealógico de cómo los datos han sido almacenados para tener un mejor control demográfico desde 1930 y cómo se ha utilizado en el caso de los red line maps. Véase: Koopman Colin, How we became our data, ed. cit., pp. 158-163
[3] ShoshanaZuboff , La era del capitalismo de la vigilancia, ed. cit. pp. 99
[4] CarissaVéliz, Privacidad es poder, ed. cit. p. 11
[5] Ibidem, p.2
[6] Nora Rabotnikof, “Público/privado”, ed. cit. p. 4
[7] Paula Sibilia, La intimidad como espectáculo, ed. cit. p. 130
[8] Ibidem. p. 92
[9] Por ejemplo, la Inteligencia Artificial Generativa cuyo procesamiento de datos se vuelve cada vez más complejo.
[10] Políticas de privacidad de meta: cómo Meta recopila y usa los datos de usuarios, ed. cit.
[11] Hay que recordar que una de las justificaciones para el registro y el cúmulo de datos es “mejorar el servicio”. Con ello, las empresas se refieren a poder anticipar necesidades y deseos. Entre mejor conocen al usuario, mejor servicio pueden ofrecer, según sus argumentos. Así uno de los objetivos es hacer más eficiente la publicidad, que también ha sido aprovechado por gobiernos en sus campañas políticas. No solo es el famoso caso de Cambrigde Analítica, en donde se hizo uso directo de datos. Es un hecho que las campañas políticas utilizan tanto publicidad dirigida, como de creadores de contenido para promocionarse. Debido a que el algoritmo está diseñado para que aparezca contenido relevante para el usuario, el mismo algoritmo termina descartando toda posición contraria del usuario creando una burbuja a su alrededor.
[12] Puesto que “Todo esfuerzo dirigido a interrumpir o desmantelar el capitalismo de la vigilancia tendrá que enfrentarse a ese paisaje institucional más amplio que protege y sostiene sus actividades y su modo de operar.” Shoshana Zuboff, Capitalismo de la vigilancia, ed. cit. p 81
[13] Comité invisible, ¿Cómo hacer?, ed. cit. p 18