- Un primer acercamiento
El siglo XX fue, filosóficamente hablando, un siglo dominado por dos corrientes de pensamiento de capital importancia para la historia del pensamiento occidental, a saber : la Fenomenología de Edmund Husserl y Martín Heidegger, así como la Filosofía Analítica que tiene como principales actores a Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein y los miembros del llamado “Círculo de Viena”.
La Fenomenología, inaugurada por Edmund Husserl es un proyecto ontológico que tiene como objetivo la fundamentación de todas las ciencias a partir de una “ciencia de las sustancias”. Esta corriente filosófica parte del hecho de que no es factible trabajar con supuestos, los cuales necesitan ser eliminados si se pretende conseguir un conocimiento verdadero. Es por ello que el lema de la fenomenología será Zurück zu den Sachen selbst (Volver a las cosas mismas).[1]
Por el otro lado, la Filosofía Analítica retoma los pensamientos del pensador alemán Frege, el cual pretendía en sus trabajos un análisis lógico del lenguaje. Para los pensadores adheridos a esta corriente, el análisis del lenguaje es prioritario si se desea alcanzar la comprensión del conocimiento o analizar de modo congruente sustantivos como significado, verdad, sentido, etc.
La filosofía analítica se identifica plenamente con el atomismo lógico de Russell y Ludwig Wittgenstein. Esta corriente postula que el mundo esta compuesto de estados de cosas (Sachlagen) los cuales son las expresiones más simples que existen y de las que se puede darse una predicación lógica en enunciados atómicos. Los Sachlagen y los hechos que ellos conllevan tienen una relación isomórfica con la realidad, es decir, existe una relación directa y causal; el lenguaje posee el mismo orden, estructura y realidad que las cosas mismas.
Ahora bien, aunque Ludwig Wittgenstein ha sido emparentado con el Círculo de Viena y la escuela Analítica, el autor de las Investigaciones filosóficas no sólo limitó su pensamiento al análisis lógico del lenguaje o los problemas lógicos, sino que su interés intelectual fue mucho más allá de estos tópicos. La psicología, la ética e incluso la estética fueron áreas del pensamiento humano que le interesaron profundamente, así como el campo de lo “Místico”
En la obra de Wittgenstein existe una tendencia principal, que es la de “…descubrir y reconocer en toda expresión lingüística un aspecto de determinada forma de vida…”[2] Esto se vuelve un poco más claro si nos atenemos a las obras del autor posteriores al célebre Tractatus Logico-Philosophicus, ya que si bien es cierto que su pensamiento siempre estuvo ligado a la cuestión del lenguaje ello no implica que deba tratársele (al lenguaje) sólo a través de su análisis lógico. Al contrario, debajo del análisis del lenguaje subyacen cuestiones éticas y epistemológicas de gran relevancia, incluso ontológicas.
Un ejemplo de las cuestiones antes mencionadas es el estudio del sentido en las proposiciones. Es claro que toda proposición que se da posee un sentido determinado, pero ¿qué sucede cuando una proposición no posee un sentido claro o no remiten a nada existente y cuya verificación es imposible?
- Las ruedas que giran en el vacío
En el punto 4.024 del Tractatus Wittgenstein sostiene la siguiente afirmación “Entender una proposición quiere decir, si es verdadera (se puede también entender sin saber si es verdadera.) Se la entiende cuando se entienden sus partes constitutivas.”[3]
La anterior afirmación podría pasar como una de las tantas que realiza en la obra antes referia, relacionadas con el análisis lógico del lenguaje y el atomismo lógico, pero debajo de ella se esconde un tema bastante complejo que se puede resumir en lo siguiente: la respuesta a la pregunta de cuando una proposición es verdadera y cuando no.
Una de las muchas formas (más no la única) de saber si una proposición es verdadera, si posee sentido, consiste en verificar su contenido en la realidad. El mismo Wittgenstein llegó a considerar tal situación entre 1930 y 1931, cuando estuvo interesado en el verificacionismo de Schlick, el cual consistía en que “El sentido de una proposición es el método de su verificación”.[4] Ahora bien, debemos aclarar que para el autor de las Investigaciones Filosóficas “…afirmar que el sentido de una proposición era el método de su verificación significaba preguntarse por los diversos procedimientos mediante los cuales llegan los hombres a determinar la verdad o falsedad de enunciados de diverso tipo”.[5] Así mismo sostiene en el Tractatus en el punto 4.06 “La proposición puede ser verdadera o falsa sólo en cuanto es una figura de la realidad”.[6]
A partir de este breve flirteo que Wittgenstein sostuvo con el verificacionismo llegó a postular la siguiente afirmación que para muchos resulta inquietante e incluso escandalosa “A primera vista, una rueda que gira en el vacío es un enunciado que no puede verificarse en modo alguno y que, por lo tanto, carece de sentido”.[7] ¿Qué es una rueda que gira en el vacío y a que se refería Wittgenstein con esta frase?
En realidad una ‘rueda que gira en el vacío’ se refiere a todos aquellos enunciados que resultan un sinsentido al no poder ser verificados, es decir, que carecen de importancia para le lenguaje al no contener nada que resulte trascendente en la estructura del mundo y la realidad misma, más no así en el pensamiento, ya que un enunciado puede no poseer sentido al ser imposible su verificación, peor ello no impide que existan, ya que de hecho suceden, tanto así que son considerados por Wittgenstein como ‘ruedas que giran en el vacío’.
Ahondemos un poco más en la frase. El lenguaje en Wittgenstein es representativo y existen partes de él (del lenguaje) que resultan esenciales para la representación y otras que no lo son. Estas partes no esenciales son las que se denominarían ‘ruedas que giran en el vacío’ ya que “Las ruedas que giran en el vacío son indiferentes respecto de la auténtica realidad de las cosas; y en la medida en que el lenguaje goza fundamentalmente de una función representativa, las ruedas que giran en el vacío se configuran como elementos lingüísticos redundantes”.[8] Entonces, la importancia de las ‘ruedas que giran en el vacío’ radica en el hecho de que si bien son elementos lingüísticos redundantes no poseen un valor lógico determinado, lo cual implica que en el ámbito lógico no encontrarán su verdadera determinación o fundamento, sino que se le debe de buscar en uno completamente distinto.
Ahora bien, ‘las ruedas que giran en el vacío’ son proposiciones que no poseen un sentido pero cuya negación también resulta un sinsentido. No remiten a nada concreto en la experiencia, pero como hemos mencionado previamente, ello no implica que no existan o que lo que sostienen no posea un valor en el pensamiento, al menos, en la subjetividad misma. Expresan algo, lo importante es saber que es ese ‘algo’ que expresan y con que fin lo llevan a cabo, así “Las ruedas que giran en el vacío es la forma que adquiere la teoría de la separación entre enunciados con y sin sentido, en la que cabría denominar fase epistemológica en el pensamiento de Wittgenstein”.[9]
Existen enunciados cuyo sentido es innegable y que, además, poseen una referencia en la realidad, mientras otros se quedan al margen, que no aportan nada a la representación del mundo. Ahora bien, ambos tipos de enunciados existen, de eso ni dudarlo, pero sucede que mientras unos se remiten a lo que es posible verificar en la realidad y por lo tanto tienen sentido; los segundos al no poseer un contenido capaz de ser remitido a una parte de la realidad carecen del sentido propio de los primeros. Esto último no priva de una existencia a los enunciados que son un sinsentido, ya que la poseen (realidad) pero no en el plano lógico o científico, sino en un plano completamente diferente, que podría ser el ontológico, epistemológico (como mencionabas anteriormente) o incluso ético.
- Ética y Mística
En el pensamiento de Wittgenstein el ámbito de lo ético parece quedar de lado al no ingresar dentro del espacio lógico del mundo y de las proposiciones con sentido (capaces de poder representar los objetos a través de los signos). En el Tractatus sostiene, en el punto 6.421, lo siguiente “Es claro que la ética no se puede expresar. La ética es trascendental. (Ética y estética son lo mismo)”.[10]
Los juicios que llevemos a cabo sobe ética son carentes de sentido en tanto es imposible demostrar su contenido, verificarlos en la realidad. Un ejemplo de ello es que cuando decimos que una pluma es “más buena” que otra usamos el término “buena” en dos sentidos distintos, uno relativo y otro absoluto. El enunciado relativo sería aquel que nos diría algo sobre la apariencia o uso de la pluma misma, mientras que el absoluto intentaría añadirle categorías, sentidos y valores que pueden o no pertenecerle al objeto y que dependen del sujeto que emite el enunciado, es decir, a una experiencia particular. Esto se podría entender de manera más clara si nos remitimos a un ejemplo personal y es que cuando poseo una experiencia, ésta adquiere un valor absoluto, que es plenamente congruente con mis sentimientos, pensamientos o ideas. Las experiencias son hechos y por lo tanto pueden ser descritos pero no de una manera que llegue a comunicar de manera plena lo que me está sucediendo o sucedió, ya que tendría que expresar en enunciados cada una de las sensaciones que han sucedido en mí de manera clara y distinta para la persona a la cual se lo estoy haciendo saber. Sólo yo sé a lo que me refiero cuando expreso una proposición como “El libro de Heidegger es mejor que el de Descartes” ya que el mejor es dado a partir de una experiencia personal y particular cuya base se encuentra en mi experiencia personal con cada uno de los autores o con la idea que me he hecho de la obra de cada autor. Algo similar sucede con los juicios estéticos, entendiendo la estética como teoría general de la sensibilidad vg., el sabor del chocolate resulta claro para mí, pero me es imposible comunicar a qué sabe el chocolate de manera clara. Los enunciados absolutos carecen de sentido porque no poseen un valor de verdad y los enunciados relativos son enunciados de hechos y que poseen además una necesidad lógica.
Ahora bien la ética está más allá de lo cognosible, es trascendental como sostiene Wittgenstein, y el problema de ello radica en que nuestro lenguaje sirve únicamente para referirnos a cosas con significados y sentidos empíricamente comprobables y comprensibles a todos. Los enunciados éticos es que no son comprobables ni comprensibles a todos, lo cual puede resultar un lío, tomando en cuenta que no poseen un sentido claro, es decir, constituyen un sinsentido, una ‘rueda que gira en el vacío’. Aun con lo anterior, no es posible negar su existencia, ya que expresan algo que además no carece de importancia.
Los enunciados de ética carecen de sentido, pero esa carencia de sentido es su esencia misma ya que ellos (los enunciados) pretenden ir más allá del lenguaje significativo, es decir del mundo. Wittgenstein sostiene en su Conferencia sobre ética que:
La ética, en la medida en que surge del deseo de decir algo acerca del sentido último de la vida, de lo absolutamente bueno, de lo absolutamente valioso, no puede ser ciencia. Lo que dice no añade nada, en ningún sentido, a nuestro conocimiento. Pero es un testimonio de una tendencia de la mente humana que, personalmente, no puedo evitar respetar profundamente y que no ridiculizaría por nada del mundo
Queda claro entonces que las proposiciones sobre ética quedan lejos de ser conocimiento; ellas no pueden expresar una verdad a la manera científica o que pueda verificarse, pero ello no implica que dejen de existir o que no expresen algo que determine la realidad y vida del sujeto que las expresa. Son partes de nuestro lenguaje que permiten concebir ideas que rebasan los límites del lenguaje establecido o lógicamente estructurado, que es la base del Tractatus de Wittgenstein.
El que no posean sentido no quiere decir que no existan o que son meras alucinaciones. Pueden existir, pero en un ámbito diferente. Eso sucede con lo místico. Es obvio que la experiencia de lo místico se da, pero no puede verificarse en términos científicos o racionales en tanto es algo que sucede de manera subjetiva y que por lo tanto elimina toda posibilidad de comunicar en conceptos preciso, el hacerlo sería querer revelar la existencia propia en proposiciones que no llegarían a abarcar la totalidad de nuestra experiencia.
Bibliografía
- Vattimo, Gianni, El pensamiento débil, Madrid, Cátedra. 1995.
- Wittgenstein, Ludwig, Tractatus Logico-Philosophicus, Madrid, Alianza, 1979.
- Wittgenstein, Ludwig, Ocasiones Filosóficas, Madrid, Cátedra, 2005.
Notas
[1] Esta frase no significa otra cosa más que, si deseamos obtener un conocimiento válido y lejos de supuestos, debemos remontarnos a los fenómenos mismas y las vivencias de dichos fenómenos.
[2] Gianni, Vattimo, El pensamiento débil, Cátedra, p.252
[3] Ludwig, Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus, Alianza, p.75.
[4] Gianni, Vattimo, Op. Cit., p. 259.
[5] Ludwig, Wittgenstein, Op. Cit., p. 230.
[6] Ibíd., p. 79.
[7] Gianni, Vattimo, Op. Cit., p. 230.
[8] Ibíd., p. 239.
[9] Ibíd., p. 242.
[10] Ludwig, Wittgenstein, Op. Cit., p. 199.
Leave a Reply
You must be logged in to post a comment.