Los Moches no es una simple historia de romance entre un joven pobre y una joven millonaria, ni una simple historia de dos jóvenes involucrados en procesos de movilización social. Los Moches, desde mi lectura, cumple con al menos con tres interesantes objetivos:
- Complementa literariamente las múltiples reflexiones de Pablo Lazo, particularmente, las dedicadas al tema de la “resistencia” que culminan en su reciente libro “La Lucha en las fracturas”.[1]
- Da cuenta de la crudeza y contradicciones que traman la complejidad de la movilización social, más allá de esquemas que dicotomizan o simplifican posturas.
- Realiza una crítica a la vida que hace del deseo de dominación, discriminación y humillación su Dicho en otras palabras, la novela nos da elementos para una crítica al devenir fascista.
Para desarrollar estos puntos identifico siete imágenes y momentos que considero estratégicos.
- Amor desterritorializante
Alonso es un joven de 24 años de estrato popular que, al principio, pertenece a un pequeño colectivo de resistencia política y es una suerte de discreto agente ministerial. Él logrará enamorar a Judith, una joven de 18 años perteneciente a una clase social acomodada, estudiante de preparatoria y bailarina. Judith, por su parte, está cansada de su forma de vida y ve en Alonso, en sus amigos y en el colectivo, la oportunidad para desplazarse vital y políticamente hacia otra configuración vital y afectiva.
Cito una expresión de Judith que da cuenta de su hartazgo respecto de su vida acomodada pero sin partición política ni compromiso terrenal: “ (…) me tiene harta: a mis compañeros de clase, estúpidos y sin conciencia de nada; a mis amigas, que nada más les interesa el shopping y casarse lo más pronto posible; a mi papá, que no deja de joder con que deje mis clases de danza y estudie una de esas carreras fáciles MMC, mientras me caso”.[2]
Por su parte, la relación entre Judith y Alonso nos recuerda al análisis de Lazo de la novela de Coetzee Esperando a los Bárbaros, en donde un magistrado se enamora de una plebeya[3] permitiendo el mutuo desplazamiento en una suerte de “hospitalidad sin condición”; sin embargo, en Los Moches, en un tono más trágico, nos enfrentamos a una dialéctica incompleta o mochada, pues será Judith quien se desplazará rizomáticamente de manera imaginaria, corporal y política, pero no Alonso, quien aparecerá como un personaje atrincherado en una misma posición desplegando un “eterno retorno de lo mismo”, o bien, un despliegue de lo que Pablo Lazo denomina “resistencia cíclica”,[4] entendida como aquella que insiste y persiste en la mismidad reproduciendo repetitivamente la voluntad de dominación. Por otra parte, en contraste con la posición de Alonso, se encontrá la resistencia intersticial de Judith quien, acrobáticamente, podrá burlar los dispositivos de fijación corporal, de la repartición de roles y de la asignación de gestos hasta lograr resemantizar su vida.[5]
2. Diferencia y excepción
En este punto me detengo en el asombro de Alonso por la forma de vida de Judith y en las consecuencias de la discriminación hacia Alonso, tanto por parte de los guaruras de Judith, como de sus compañeros, sus amigas y por el padre mismo de Judith. Cabe señalar que la en la selecta escuela de Judith, cito a Pablo, “había otro escrito con letras garigoleadas que decía: el trabajo nos hace libres”.[6] Dicha frase nos remonta al campo de concentración, y en la pluma de Pablo, evoca sus lecturas de Agamben y del estado de excepción,[7] las cuales nos permiten, tanto criticar al sistema educativo como productor de sumisión como, por otra parte, dar cuenta de los espacios gestionados por cierta teología política la cual, desde una forma mentís soberana (en el esquema de Agamben), produce pequeños soberanos al tiempo que disemina la cualidad del homo sacer sacrificable. Dicho en otras palabras, el nexo agambeniano, en la narrativa de Pablo Lazo, nos ayudará a explicar el vínculo erótico con el poder de dominación de la servidumbre voluntaria que se provoca en los sujetos así formados como, por otra parte, la interesante resistencia intersticial o danzante de Judith para burlar al dispositivo teológico-político que produce y administra campos de concentración difusos que no aparecen como tales ante los ojos.
Por el contrario, los efectos de tal forma mentís soberana que produce campos de concentración podrán ser identificados en Alonso, pues a pesar de ser un extranjero del colegio-campo, él es, en su goce por la destrucción y en su deseo de cortar flujos emancipatorios, un pequeño soberano que decide arbitrariamente sobre la vida de los otros y, al mismo tiempo, un homo sacer que siempre está a expensas de los campos de concentración soberana de la policía o de los guaruras del padre de Judith.
3. Encuentro feminista
En algún momento de la novela, Judith se involucra con un grupo de feministas, las cuales, cito en palabras de un personaje, la “Tetona Leona”: “Lo que hacemos es burlarnos de todas las estupideces patriarcales y les damos la vuelta”.[8] Uno de los puntos de la agenda feminista es el aborto. Aquí Pablo introduce la potente y original “oración de la virgencita abortera”[9] como muestra de otro desvío más de determinado dispositivo teológico que da cuenta del tono subversivo de la novela:
“Santa madre abortera, no permitas que tus hijas acepten un hijo no querido, vela por todas nosotras, que tu vientre se colme de rabia y sea voluntario su fruto por siempre. Amén”. Luego de que leyó esto, la Tetona le arrebató el micrófono y repitió un estribillo bastante peligroso: Abajo el patriarcado, se va a caer, se va a caer. Ahora que vamos juntas se va a caer se va a caer”.[10]
4. Lo Moche como concepto y disposición subjetiva
En este momento de la novela se revela el carácter Moche y mochado de Alonso. Alonso está mochado, está incompleto, y por eso mocha, corta flujos, vínculos y rompe marchas, las que sean. En Alonso transita un puro goce por romper, por ofender, por dominar y humillar sin importar las consecuencias.
En algún momento Alonso conoce a un grupo llamado los Moches, los cuales se encargan de infiltrase en las marchas para “reventarlas” con violencia. Los Moches se encargan de hacer el trabajo sucio de alguien que les paga para disuadir momentos de politización para lograr normalizar y disciplinar. De este modo son capaces de todo, desde romper una marcha vandalizando, o de inculpar a un par de jóvenes inocentes de violación a una menor en un pueblo para que al final sean linchados y asesinados, o hasta engañar a unos migrantes que también terminarán muertos. No hay límites para los Moches y lo que sea necesario para cumplir el objetivo se tendrá que hacer. En palabras de Alonso:
“Entendí por qué se les conocía como el grupo “Los Moches”: materialmente “mochaban” las manifestaciones insertándose entre la gente: primero se hacían pasar por uno de los marchistas, bien portaditos sólo caminaban junto con los demás, hasta gritaban las consignas de la marcha en cuestión, mimetizados, invisibles. Pero luego, cuando llegaban al punto en el que los puercos estaban muy cerca, se ponían paliacates y pasamontañas en la cara, insultaban a la gente a su alrededor o empezaban a lanzar petardos al aire y piedras contra las uniformados. (…)”.[11]
Conviene detallar a través de dos magníficos párrafos a los Moches para entender lo que yo denomino como “lo moche” ahora como adjetivo calificativo de una manera de ser. Cito a Alonso: “Rompo, me infiltro, reviento. Ya no sé hacer otra cosa. Quizá nunca he sabido hacer otra cosa. Quiebro, me encajo y me confundo con ellos. Ya adentro, reviento la burbuja en la que viven. A todos esos ingenuos, ¡les reviento su burbuja! ¡Hago mochadas! No sé explicarlo de otro modo”.[12]
En esta imagen se despliega con mayor claridad lo moche como adjetivo y los Moches como sustantivo.
5. Goce perverso
Alonso en un arranque de celos e ira piensa que su “amigo” el Negro, quien trabaja con sus padres en la fonda llamada “La Balsa de la Suerte”, está teniendo relaciones con Judith. Y lo peor, que el Negro, es el supuesto autor intelectual de una detención policiaca que padece Alonso.
En un acto inmediatista, iracundo y controlador, Alonso junto con sus nuevos amigos de los Moches, incendia la Balsa de la Suerte y golpea al Negro. Terminado el acto, Alonso sale corriendo gritando de placer. En palabras de Alonso: “Corro (…) como un endemoniado. Mi corazón salta de alegría. (…) Pero la falta de aire no es a causa de la corretiza, no, sino de la risa loca que no puedo contener”.[13]
6. Terror radical
En una interesante e intensa escena de la novela Judith es detenida en una marcha feminista, como explica Alonso a un amigo:
“(…) La cosa se puso violenta cuando una Drag Queen se abrió el vestido y les exhibió sus asuntos a los policías. La empezaron a jalonear para subirla a la patrulla y Judith intervino. Se les puso en medio alegando no sé qué derechos del cuerpo, no sé qué derechos de género, y como no le hicieron caso, se quitó la ropa también. ¡Se quitó la blusa que llevaba sólo por un segundo y la levantaron también![14]
En un principio, Alonso hace hasta lo imposible por encontrarla sin éxito, hasta que de pronto descubre en qué Delegación podría estar. Lo que hace para encontrarla en su celda es “charolear”: “Soy el comandante Alonso J.O., de la Dirección de Servicios de Inteligencia. ¡Rápido, pareja, llévame con la detenida!”.[15]
Cuando la encuentra en una celda la escena es radicalmente atroz. Cito: “Levanta los ojos y veo que los tiene enrojecidos e hinchados de tanto llorar. Quiero abrazarla, pero ella hace el cuerpo hacia atrás y entonces veo en sus ojos algo que nunca había visto: odio puro”.[16]
Ella ha sido violada por los policías y queda embarazada.
7. Resistencia danzante a pesar de todo
Judith danza en una suerte de performance en una protesta feminista como “ángel rebelde”, “a pesar de todo”.[17] En el medio de la marcha comienzan a circular unos papeles con la declaración de Judith y en donde se lee lo siguiente:
“Yo soy X, la que ya no juega. Yo soy X, pero podría ser tú, podría ser cualquiera. Mujer ajada, mujer chingada, mujer sangrad. Yo soy X, la que no juega más- Soy la que han penetrado entre varios después de arrancarle la ropa, entre insultos y empujones y jalones de greña- Soy una más, la que entre cinco cerdos abrieron y jodieron y mancharon. Hicieron de mí una coladera, penetrada por todos sus hoyos. ¡una más! Soy X, la que ya no juega. Mujer chingada, mujer que no vale nada ya. Eso dicen ellos. Puta a la fuerza, sin palabra, sin nombre, sólo gritos de impotencia. Yo soy X, la que ignora las palabras porque no le dicen nada ya, porque hasta las palabras enmudecen después de lo que le hicieron. Yo soy X, la tachada, la negada, la que ya no juega. ¡Pero ahora baila!”[18]
Ante tal escena, Alonso se pregunta si es culpable: ¿Soy culpable de lo que le sucedió, al menos en parte, al menos en lo que me toca como hombre?[19] Una pequeña oportunidad de salida de su condición y posición se deja entrever, pero siempre su pulsión de muerte es mayor y, desafortunadamente, se finitiza la posibilidad y de nuevo se estanca en su lugar de siempre.
Judith por otra parte, en un gesto que recuerda a la novela Desgracia de Coetzee, se despide para siempre de Alonso y le anuncia que tendrá al niño. Para Judith tener al niño es su “verdadera resistencia”.[20] En sus palabras: “Lo voy a tener, no me importa quién sea el padre”,[21] y más adelante llega a afirmar: “La justicia que quiero es de otra clase, de otra clase por completo. Los que me hicieron esto son hijos de esta tierra, ¡y ésta es su justicia!” [22]
Judith a pesar de todo, resemantiza su vida, es decir, configura una nueva vida enamorándose de una mujer, despidiéndose finalmente de su familia y de su antigua forma de vida. De este modo adquiere otra forma a través de un proceso de desterritorialización. Con el tiempo, inaugurará una pequeña academia de danza que se llamará “Nueva Vida” y seguirá danzando, es decir, persistirá en su desplazamiento y en su nihilismo activo, desviante y constructor. Por el contrario, Alonso insistirá en su condición de moche-macho que raja, somete y escupe a la potencia vital creativa.
8. Conclusión
La novela de Pablo pone en escena algunos de los rasgos más siniestros de nuestra contemporaneidad mexicana: discriminación, corrupción, excesos de pulsión de muerte, patriarcalismo, disciplinamiento político y estados de excepción violentos. Por otra parte, se trata de una novela para pensar la subversión emancipatoria o la resistencia instersticial como una habilidad danzante con la capacidad de burlar dispositivos de dominación. Y, como lo indicaba al principio, en esta novela se cifra una crítica a la vida producida por el deseo de dominación, humillación y destrucción. Me atrevería a decir que la crítica a lo Moche, en tanto posición de sujeto, es una crítica a la derecha como cultura del sometimiento, del corte violento, de la violación, de la censura y del punitivismo.
Esto me permite pensar a lo Moche como un adjetivo que da cuenta de una forma de vida a criticar, es decir, un rasgo cultural que nos atraviesa a todxs y que, de no hacerse explícito para ser pensado críticamente, es capaz de adquirir suficiente intensidad como para producir un devenir fascista. Pienso que en este preciso sentido es posible hablar no solo del moche narco, del moche-macho, de la moche inquisitorial, o de la moche arrogante, sino, de igual manera, del moche universitario, del moche académico, del moche profesor, del moche político, del moche estudiante o del moche policía. Se trata, insisto, de lo Moche como el rasgo que nos atraviesa a todxs y que puede gobernarnos cuando lo que nos define es la pasión por destruir, por despotenciar lo emancipatorio, por humillar y por dominar. Se trata de lo moche negativamente nihilista, lo cual, en una intensidad narcisista, soberbia e infantilizada, se goza desplegando crueldad en sus múltiples manifestaciones.
Por ello, la novela de Pablo es una invitación a pensarnos y trabajar con nuestros moches: los que padecemos, los que efectuamos y los que habitamos, pero para no demorarnos más en esos lugares y para aprender a desviarnos danzantemente ante los abismos y sin horror.
Referencias
- Lazo Briones, Lucha en las fracturas. Por una resistencia intersticial, México: Gedisa, 2021.
- __________Los Moches, México: Libros del Marqués, 2024.
- __________M. Coetzee: Los imaginarios de la resistencia, México: AKAL, 2017.
- ___________Palabras-clave de otro léxico político: Revolución versus Resistencia. En Revista Metapolítica, Once Maneras de Leer a Giorgio Agamben, Volumen 15, número 74, julio-septiembre de 2011.
- ___________Crítica del multiculturalismo, resemantización de la multiculturalidad. Argumentación imaginaria sobre la diversidad cultural, México: Plaza y Valdés, 2010.
Notas
[1] Pablo Lazo Briones, Lucha en las fracturas. Por una resistencia intersticial, México: Gedisa, 2021.
[2] Pablo Lazo Briones, Los Moches, México: Libros del Marqués, 2024, p. 29.
[3] Pablo Lazo Briones, J.M. Coetzee: Los imaginarios de la resistencia, México: AKAL, 2017, p. 139.
[4] Véase Pablo Lazo Briones, Palabras-clave de otro léxico político: Revolución versus Resistencia. En Revista Metapolítica, Once Maneras de Leer a Giorgio Agamben, Volumen 15, número 74, julio-septiembre de 2011.
[5] Hago referencia aquí al libro de Pablo Lazo Briones, Crítica del multiculturalismo, resemantización de la multiculturalidad. Argumentación imaginaria sobre la diversidad cultural, México: Plaza y Valdés, 2010.
[6] Pablo Lazo Briones, Los Moches, ed., cit., p. 36.
[7] Véase Pablo Lazo Briones, Lucha en las fracturas. Por una resistencia intersticial, ed., cit., p. 323-326.
[8] Pablo Lazo Briones, Los Moches, ed., cit., p. 91.
[9] Ibid., p. 95.
[10] Idem.
[11] Ibid., p. 144.
[12] Ibid., p. 141.
[13] Ibid., p. 201.
[14] Ibid., p. 212.
[15] Ibid., p. 219.
[16] Ibid., 220.
[17] Ibid., p. 227.
[18] Ibid., p. 227-228.
[19] Ibid., p. 229.
[20] Ibid., 233.
[21] Ibid., p. 231.
[22] Ibid., p. 232.