Coronavirus, alimentación y consumo. Repensar la cultura alimenticia en tiempos de confinamiento

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Coronavirus, alimentación y consumo. Repensar la cultura alimenticia en tiempos de confinamiento

 

Resumen

La actual situación provocada por la pandemia de la COVID-19 ha originado un impacto en los mecanismos en que las diversas sociedades llevan a cabo sus relaciones de consumo y ha venido a replantearnos aquello que conocemos como normal, en tanto nuestros hábitos alimenticios. Por esta razón, nos hemos visto obligados a cambiar las formas de interactuar con productores, cocineros, chefs, vendedores y todo el cúmulo de personas que hacen posible llevar los alimentos a nuestros hogares, además de enfrentarnos a las diferencias culturales en este mismo aspecto. Realizaremos un breve recorrido sobre los eventos acontecidos en las últimas semanas -con énfasis en el contexto mexicano- y analizaremos algunas de las consecuencias que traerá consigo el momento tan complejo en el que nos encontramos.

Palabras clave: COVID-19, alimentación, consumo, desigualdad, relaciones sociales, México.

 

Abstract

The current situation caused by the COVID-19 has had an impact on the mechanisms in which the different societies carry out their consumer relations and has come to rethink what we know as normal, in terms of our eating habits. For this reason, we have been forced to change the ways of interacting with producers, cooks, chefs, vendors and all of people that make it possible to bring food to our homes, in addition to facing cultural differences in this same aspect. In the following lines we will make a brief overview of the events that have occurred in recent weeks -with emphasis on the Mexican context- and analyze some of the consequences that will bring with it the very complex moment in which we are.

Key words: COVID-19, consumption, fedding, inequality, social relationships, Mexico.

 

Un breve acercamiento bio-ecológico al coronavirus

El Coronavirus, la pandemia, el confinamiento, el miedo a lo que está por venir, la incertidumbre y todas esas etapas que hemos estado atravesando desde que comenzó esta situación han servido de impulso para reflexionar sobre asuntos que, si bien no son recientes, sí vinieron a agudizarse a propósito de lo que estamos viviendo al día de hoy.

Quizás, el primer paso para tratar de comprender las causas y las posibles soluciones de un problema como el que hoy enfrentamos, sería preguntarnos sobre la naturaleza del virus mismo. Por supuesto, este cuestionamiento debe ser rápidamente escalable, permeando a todos los niveles en el que se encuentra en desarrollo, ya que de esto dependerán las acciones a tomar en el futuro inmediato.

Entonces, ¿qué es un virus? Existe un arduo debate en la comunidad científica sobre su identidad biológica, ya que al no poseer mecanismos propios de replicación (depende completamente de la maquinaria molecular de las células que infecta), no puede ser considerado como un organismo vivo. Las implicaciones de dicha identidad le confieren enormes ventajas adaptativas, por lo que se encuentra biológicamente “enfocado” en el proceso infeccioso: se adhiere a una célula, introduce su material genético, el cual sirve como base para construir nuevas unidades virales, siendo sintetizadas por la célula infectada. Una vez que ha agotado los recursos de ésta, las nuevas unidades virales rompen las membranas celulares de su host y son liberados al ambiente, donde infectarán a otras células.

Estos infectan todo tipo de vida, desde bacterias y plantas, hasta mamíferos, y aunque el espectro de infección de cada uno de ellos es selectivo (un virus de humanos, solo infectaría humanos), es frecuente encontrar casos de zoonosis, es decir, que un virus que infecta un animal puede mutar y encontrar como host a otro tipo de animal. Estos brincos, lo vuelven en principio, un problema de nivel ecológico.

El caso del origen de SARS-CoV-2, causante de COVID-19, aunque sigue siendo debatido, se ha situado en murciélagos. Sin embargo, se ha detectado que otros animales pueden funcionar como intermediarios o amplificadores del virus, como lo sucedido con la gripe aviar o porcina. Algunos datos de secuenciación de genomas apuntan al pangolín como uno de los posibles intermediarios de SARS-CoV-2.[1] Este caso, resultaría delicado en el sentido de que el pangolín ha sido una especie severamente traficada de manera ilegal en los últimos años.

Dicho esto, puede ser fácil apuntar al tráfico de animales silvestres como la gran causa de la actual pandemia, ignorando que, como ya fue mencionado, es un problema de nivel ecológico. El pasado 28 de Marzo, en un artículo de The Guardian,[2] se culpa a la ganadería intensiva como uno de los principales responsables en el desarrollo de estos brotes patogénicos. Una de las motivaciones para dicha acusación, quizás refiera a la constante expansión de las granjas masivas hacia los bosques y probablemente éste sea uno de los principales factores de riesgo. Es aquí donde da inicio a un ciclo vicioso: la granja invade lo que recientemente fue un bosque; murciélagos o animales portadores de potenciales patógenos entran en contacto con el ganado. El ganado, al ser un grupo de animales altamente homogéneo a nivel genético, se vuelve una especie de cultivo biológico para el desarrollo de patógenos. Una vez en contacto con el humano, y lo cual vuelve difícil el rastreo del origen de estos fenómenos, entran en un periodo “críptico” de cultivo, es decir, estos primeros humanos infectados muestran síntomas mínimos o nulos. Una vez finalizado este periodo, algunos virus mutan y terminan adaptándose completamente al sistema inmune del humano, como lo fue el caso de SARS-CoV-2.

Además del incremento desmedido de granjas en China y en otras partes del planeta, el uso del suelo de conservación también se ha visto dañado por la producción de un sistema agrícola basado en los monocultivos, lo que ha causado en las últimas décadas una saturación y contaminación de los terrenos debido a los agro pesticidas y abonos químicos que se usan en la actualidad. Por ello, el desequilibrio ecológico no solo se presenta a nivel local sino como un problema que se debe de atender a nivel global.

Con estas ideas de base, proponemos reflexionar acerca de la forma en la que la actual pandemia da nueva luz al problema de las desigualdades del abasto alimentario y expone de manera clara la jerarquía moral y de importancia social en la que nos movemos los seres vivos ante una crisis. Primero, por la fuerte reacción que se ha tenido internacionalmente hacia las costumbres culinarias de china; segundo, por cómo eso se relaciona con la idea que tenemos sobre los animales y su valor ante la especie humana. En ese sentido, buscamos proponer la posibilidad de construir nuevos modelos de consumo y de relación con nuestro entorno.

 

De los platillos exóticos al asco social

La famosa sopa de murciélago fue señalada como una de las posibles causas de la transmisión del virus de animales a humanos, aun no existe evidencia alguna que nos permita asegurar que la supuesta sopa fuera la primera fuente de contagio pero dejó entrevisto no solo el uso amarillista y de estigmatización de una especie animal sino el estigma hacia las prácticas de consumo alimentario de los ciudadanos chinos. Lo cual destapo uno de los mejores ejemplos de la clasificación de mal gusto culinario visto desde una óptica occidental –al igual que les resulta a muchos repugnante los platillos con chapulines o escamoles.

Desde hace unos meses, se ha generado una creciente ola de quejas en torno al consumo de animales exóticos en el territorio chino. No sólo se ha señalado a la ingesta de un murciélago infectado como origen de la pandemia, sino también al mercado en donde se adquirió como un lugar que lo propició. Sin embargo, resulta necesario expandir esa información, repensar si no acaso es todo nuestro sistema de consumo el que hay que modificar.

El mercado de Wuhan, lugar donde presuntamente inició la propagación del nuevo Coronavirus, es uno de los muchos mercados “húmedos” que se encuentran en el territorio de China. En él, además de venderse suministros de primera mano, tales como frutas y verduras, carne fresca y demás productos básicos para el consumo humano, también se llevaba a cabo el comercio de diversas especies silvestres.

Hablemos un poco de las particularidades de estos mercados. Se les conoce como “húmedos” o “mojados” debido a que, originalmente, se encontraban al aire libre y el suelo de estos se mantenía regado con agua todo el día. Estos mercados forman parte esencial del sistema alimentario de distribución chino; significa la posibilidad de tener alimentos más frescos y económicos que en los supermercados, además, generalmente se encuentran tanto en grandes ciudades como en localidades más pequeñas en donde, en ocasiones, fungen como el mayor distribuidor.[3]

Por otro lado, también poseen un significado mucho más simbólico y cultural. El intercambio comercial da pie a un intercambio de palabras, de saberes y de experiencias. Al establecer un contacto directo con la gente que asiste al mismo tiempo a hacer las compras se crea un ambiente de comunidad y pertenencia, algo que difícilmente pasa con prácticas más modernas. En los supermercados no hay un relación lineal entre cliente y vendedor, no hay a quien consultar por su expertise en algún producto, y muy difícilmente encontraremos con quien intercambiar el nuestro.

El mercado de Wuhan, era un espacio así. No era un lugar exclusivo para la compra-venta de animales salvajes. Se vendían muchos otros artículos de primera necesidad. Sin embargo, este servicio, efectivamente, se combinó con la venta de animales silvestres, lo cual se volvió en una práctica recurrente.

Desde que se popularizó la teoría de que el virus tenía origen en este lugar, aumentó la presión social que exige el cierre de ese y demás establecimientos.[4] La demanda viene principalmente de Estados Unidos y organizaciones que repudian el maltrato y la violencia hacia los animales.

En la coyuntura actual se ha señalado al consumo de animales exóticos como si fuera exclusivo de China. Habrá que puntualizar que en diversas partes del mundo es más habitual de lo que se cree. Sin ir más lejos, en el sur de Chiapas existen criaderos de iguanas, cuya remuneración principal es aquella que viene del consumo de la carne de estos animales. El comercio mundial de tráfico y consumo de animales silvestres tiene como principales clientes a Estados Unidos y países de Europa. China, a pesar de ser un eslabón importante en este ejercicio, tiene además un factor cultural que propicia el mercado animal: su amplia tradición de medicina ancestral, de la que los animales forman parte esencial.

Existe la creencia, por ejemplo, de que las escamas de los pangolines, bien molidas, ayudan en la lactancia y sirven para tratar problemas de artritis, o que la bilis de ciertos osos funciona contra males del hígado. Estas y muchas otras creencias también han desatado la caza masiva de múltiples especies, lo cual ha incentivado las presiones por la regulación del tráfico animal.

Lo anterior demuestra a cabalidad la hipótesis de la conformación de gusto en Bourdieu,[5] en la cual los sistemas clasificatorios de gustos que van de lo refinado a lo vulgar en la alimentación no solo navega entre una composición de clase sino también entre una distinción de nacionalidad. En otras palabras, nada es más intolerable que la proximidad de gustos alimentarios de personas que son socialmente distantes. Lo anterior puede incentivar y perpetuar discursos racistas y de sinofobia tal como documentó en estaciones de transporte público y restaurantes en ciudades como Nueva York, Londres y París.[6]

El rechazo está estrechamente ligado, precisamente, al hecho de que en China se coman animales silvestres, fauna que comúnmente no se come en Occidente, al menos no sin ser tabú. Es decir, gran parte de lo que aceptamos o repudiamos (deseamos o nos produce asco) está condicionado por lo que entendemos como “normal”. Estas diferencias culturales condicionan la idea que tenemos de otros y cómo nos percibimos a nosotros mismos como parte de una pirámide en la que se mide el grado de moralidad, pues en muchos casos asociamos lo que hacemos cotidianamente con lo que creemos correcto. En palabras de Carolina Peláez González:

El asco es una emoción que coadyuva a la reproducción de categorías clasificadas como inferiores que tienen ciertas cosas o personas, las cuales se consideran asquerosas o despreciables. Es una emoción que ayuda a mantener el orden social al estar anclada a una noción de contaminación y peligro moral (…) Incumplir las normas sociales entraña ponerlas en peligro, y el asco es una emoción que intenta recuperar el orden.[7]

Por otro lado, resulta interesante darse cuenta de que, al hablar de animales, el consumo de unos es mal visto mientras que el de otros no tanto. No sólo en el plano social, es decir, lo que conlleva a pensarse o sentirse respecto a quien lo hace, sino también en tanto animales como seres vivos que son explotados.[8] El hecho de que la creencia más popular del origen del Coronavirus sea la de la transmisión por consumo de murciélago, materializa la idea de que, para sociedades enteras, es más desagradable o aberrante consumir carne de ciertos animales que de otros. Sería interesante pensar en casos distintos, pues el consumo cotidiano de otras especies también ha derivado en caso de zoonosis, pero no han tenido ese efecto social.

Tomemos el ejemplo de la gripe aviar, enfermedad infecciosa de las aves que en ocasiones ha infectado al ser humano, si bien esta enfermedad no se transmite únicamente por consumo directo, es sin duda una de las más representativas, pues en diferentes ocasiones ha tenido un alcance mundial en su propagación. La gripe aviar se contagia por estar en contacto directo con las secreciones de aves infectadas o con objetos y alimentos que se hayan contaminado, así como por vía aérea. No obstante, sus riesgos no supusieron un cuestionamiento importante acerca del consumo de la carne de aves, mucho menos de las prácticas culinarias de la población que la consume.

Así mismo, la encefalopatía espongiforme bovina, popularmente conocida como la enfermedad de las vacas locas, es una enfermedad que ataca el sistema nervioso de los bovinos y puede afectar a humanos, principalmente a través de la ingesta de productos infectados. Al día de hoy, se continua bebiendo leche y comiendo carne de res en todo el mundo.

Tanto con la gripe aviar, como con la enfermedad de las vacas locas, se tomaron medidas oficiales que incluían matar a los animales infectados ¿Por qué?, por una cadena de sucesos relacionados entre sí. La población existente de ganado bovino y de aves de consumo es tan grande que la matanza masiva no supone un riesgo para la existencia de cada especie. Eso se debe a que el consumo de ganado y de aves está regulado, son animales domesticados, de tradición Occidental, y cuyo mercado forma parte de la lógica capitalista de explotación y sistematización.

Esto también podría poner en tela de juicio la demanda por la regulación del comercio de otras especies ya que finalmente su consumo seguiría existiendo. Es aquí donde debemos tener prioridades claras, ¿qué buscamos cuando no queremos que se continúe con ciertas prácticas? ¿Se puede lograr un consumo responsable dentro de la lógica actual del sistema de producción? ¿O es que es este último el que debe cambiar?, de ser el caso, habría que comenzar a ver que no sólo son ciertas especies las que son explotadas, pues es el mismo sistema que genera la sobreproducción, la desigualdad y la consecuencia de que, en tiempos de pandemia (y ya desde antes) no todos tengamos las mismas oportunidades.

Nuestros hábitos alimentarios están estrechamente ligados al consumo y a lógicas de mercado de las que no logramos desprendernos, además de a una herencia de costumbres y tradiciones con las que nos identificamos. A nivel global, la ingesta de pollo, res, cerdo y otro tipo de animales responden a una práctica gastronómica histórica que, hasta muy recientemente, ha sido realmente cuestionada. El veganismo y los movimientos antiespecistas han aportado al debate del consumo y el consumismo referentes de los que tendríamos mucho que aprender.

La idea, más allá de reprobar o no las decisiones individuales, es proponer revisar comunitaria y socialmente nuestro hacer en el sistema de explotación, que no queda únicamente en el abuso hacia animales silvestres, el murciélago, los pangolines o las iguanas, sino que se expande a todos aquellos que han venido sobreviviendo en un mundo en el que, con o sin crisis sanitaria, se sobre consumen especies animales.

 

Desabasto, hiperconsumo y desigualdad alimentaria  

A partir del aumento de casos confirmados por la pandemia de la COVID-19, algunos países como Estados Unidos, España, Italia y México impulsaron una serie de medidas de restricción social en el cual se hacía un llamado a quedarse en casa y no salir a lugares públicos durante los días de cuarentena.

En el caso mexicano, a partir del 28 de febrero, con la difusión de los primeros casos de COVID-19, las compras fomentadas por el pánico ante el inevitable encierro se hicieron presentes. El desabasto (tal como si fuera una prueba de la profecía autocumplida)[9] fomentó la compra masiva de cubre bocas, gel antibacterial, toallas húmedas, desinfectantes en aerosol, cloro y papel del baño. A lo anterior, se añadió con el paso de los días, una compra desmedida de alimentos como enlatados, frijoles, arroz, pasta, aceite, congelados y agua embotellada. Los videos y fotografías en redes sociales demostraban los altercados en tiendas de conveniencia para lograr conseguir productos.

Algunos supermercados optaron por limitar la compra a tres productos[10] para lograr un abastecimiento más equitativo entre la población. Lo mismo ocurrió con el desabasto en Suecia y Francia en donde se implementó el aumento en el precio de insumos sanitarios, por ejemplo, una botella de gel antibacterial tenía un costo de 2 euros pero en caso de llevar más de dos botellas, el precio ascendía a 50 euros. La medida intentaba promover un abastecimiento basado en comprar lo necesario para permitir una mejor distribución de bienes.

En esta lógica de abastecimiento observada a partir del anuncio de las medidas de aislamiento social, la desesperación y el llamado síndrome FOMO (Fear of missing out) causado por conseguir alguno de los productos. A propósito de este fenómeno de compra desmedida de alimentos, la chef Mariana Orozco en su cuenta de Twitter, propuso una serie de recomendaciones alimentarias para sobrellevar el encierro de la cuarentena. Mariana propone la medición consiente de las porciones, ya que debido a la reducción de movilidad y el aumento de los estilos sedentarios, debemos de buscar que la alimentación pueda ser equilibrada y saludable por ello nos menciona que: “un litro de aceite alcanza para por lo menos un mes en una familia de cinco personas; un par de kilos de harina de trigo o maíz; un par de kilos de pasta, frijoles, habas, lentejas y arroz, quesos grasosos, verduras congeladas, grenetina y latas” podrán ser suficientes para sobrellevar algunos días de encierro.

Un segundo fenómeno que responde al síndrome FOMO es el aumento –en algunos casos excesivo- de los precios de productos como lo son el huevo, los cereales, el aceite y los cárnicos. El engaño y la estafa comercial se convirtieron en los mejores aliados de los grandes almacenes.

Lo anterior resulta incongruente al comparar los precios establecidos por los supermercados con el índice de precios de alimentos de la FAO (2020) publicado a principios de marzo. En dicho informe presentan una serie de alimentos que bajaron los precios en el primer trimestre del año. Entre ellos se encuentran los aceites vegetales, los cuales bajaron un 10.3 por ciento, las carnes (res, cerdo, pollo y oveja) con una disminución del 2 por ciento, al igual que los precios de cereales (trigo y maíz), en donde hubo una disminución del 0.9 por ciento. El arroz fue el único cereal que registró un aumento debido a la poca producción y gran demanda en el Lejano Oriente y en África occidental.[11] De igual manera, los lácteos y el azúcar fueron de los pocos alimentos que aumentaron en un 4.5 por ciento vinculado a la reducción de producción en Australia debido a los incendios y a la demanda de azucares y edulcorantes en todo el planeta.

Un segundo fenómeno de cambio en las prácticas alimentarias de la población mexicana observado en las últimas semanas, es la disminución de comensales en las calles. En México, el 58 por ciento de la población come cada día en un puesto de la calle.[12] Con las medidas sanitarias de cierre de comercios y de aislamiento social, la reducción de las ventas de restaurantes y puestos de la calle ha impactado en la reducción de ingresos y comensales. Con ello, el entramado alimentario –formal e informal- conformado por puestos y carros de café, panaderías, taquerías, torterías, cafeterías, fondas y restaurantes se verían dañados en su ingreso económico.[13]

En Ciudad de México, día a día, cada vez más restaurantes anuncian el cierre temporal de sus puertas, incluyendo el servicio para llevar o a domicilio (estrategia inicial para mitigar las pérdidas). La derrama de dichas decisiones tiene afectación tanto a la propia economía del establecimiento y sus empleados, como al de la red de proveedores involucrados en la producción de insumos básicos. En un artículo por la revista Hoja Santa Castro (2020), se menciona que las ventas de algunos de los productores han bajado en un 95%, cuestionándose el tiempo que podrán solventar dicha situación.

En este sentido, la nueva situación social y económica ha permitido visibilizar las condiciones de precariedad y desigualdad en la que se encuentran inmersas las y los agentes que componen la red alimentaria mexicana a través del proceso de producción, distribución, abastecimiento, preparación y consumo. Según datos del INEGI (2016), la tasa de informalidad en México asciende a más del 60 por ciento de la población ocupada. Esta informalidad en el caso mexicano se ha caracterizado en los últimos años por un modelo de subcontratación en el cual impera la carencia de contratos, prestaciones de ley, salarios competitivos, ingresos regulares y seguridad social. Esta informalidad y carencia en la regulación del trabajo alimentario ha provocado en tiempos del COVID-19 tres fenómenos interesantes de enunciar. El primero de ellos es la reducida capacidad de “quedarse en casa” por parte de comerciantes, vendedores, chefs, cocineros y repartidores debido a la falta de salarios estables y con ello, un incremento en la vulnerabilidad sanitaria y económica de diversos sectores.

El segundo fenómeno de desigualdad se sustenta en el caso de los consumidores, ya que los tipos de abastecimiento alimentario atraviesa por una posición de clase en la cual se ubiquen los consumidores. Mientras que existen sectores sociales como describimos en páginas previas que pueden comprar en almacenes, grandes cantidades de alimentos e insumos de higiene, también existen sectores menos privilegiados y más vulnerables económica y socialmente en donde impera una lógica de abastecimiento parcial y segmentado de alimentos. En este sentido Duhau y Giglia (2016) exponen a través de un fragmento de entrevista a una mujer del municipio de Chalco las lógicas y prácticas que constituye ir de compras para alguien de escasos recursos. A continuación se presenta un fragmento de dicha entrevista:

Hay gente que, digamos está recibiendo 300 pesos o 200 pesos a la semana; o a veces no tienen trabajo formal, digamos un albañil o uno de esos peones o cargadores que van a trabajar a la Central de Abastos […] Pues a veces les van pagando al día ¿no?, o se van a emplear, y ganan al día, si es que los emplearon y si no, pues no. Entonces, no tienen el dinero suficiente para ir y comprar un frasco de café de 30 pesos, pues van a la tiendita y comprar un sobrecito de dos pesos” [Mujer, 35 años, maestra, Valle de Chalco][14]

Con el ejemplo anterior podemos observar que la campaña de cuidado que ha difundido la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura de México (FAO, por sus siglas en inglés)[15] resulta alejada y fuera de contexto ante las lógicas de abastecimiento que mantiene un grueso de la población en la cotidianidad y que sigue persistiendo aún en tiempos de contingencia sanitaria.

Por último, queremos destacar el papel de plataformas sociales como un tercer fenómeno que se ha visibilizado y fortalecido en el campo de la alimentación ante las medidas de distanciamiento social y la disminución de comensales en la Ciudad de México. Es así como algunos restaurantes, locales y cocineros han promovido en los últimos días algunas propuestas para fomentar nuevas dinámicas de consumo y adquisición de alimentos. La FAO (2020) ha mencionado que “nos encontramos ante una crisis económica y alimentaria inminente y a menos que se adopten con rapidez medidas para proteger a los más vulnerables, mantener operativas las cadenas mundiales de suministro de alimentos y mitigar los efectos de la pandemia en todo el sistema alimentario”.[16]

En este sentido, las plataformas digitales y las redes sociales han fungido como una alternativa de la difusión de servicios. Para ello, comerciantes, organizaciones de agricultores, mercados públicos y restauranteros han planteado la necesidad de planificar redes que puedan mantener el abastecimiento alimentario y la venta de productos en las ciudades. En este sentido se han formulado varias iniciativas de micro, mediano y macro impacto. Entre ellas destacan: #ComeCDMX, la cual se ha formulado entre comerciantes, restaurantes, chefs y el apoyo de la Secretaría de Turismos de la Ciudad de México. Dicha iniciativa ha planteado una renovación del consumo en dos ejes, el primero, “si vas a cocinar en casa, compra en tu recaudería o mercado local” y si no quiere o no puedes, pedir comida a domicilio ya sea por medio de plataformas digitales como Rappi, Uber Eats o Didi Food o bien, por medios propios. Esta iniciativa ya cuenta con más de mil comercios los cuales planean que con dicha medida se trate de aminorar las pérdidas, los restauranteros no tengan que recortar personal, o bien, tiendas y puestos cercanos no tengan que cerrar debido a la carencia de consumidores.

En los últimos días las plataformas Facebook y Twitter también se han convertido en mercados digitales en donde podemos encontrar anuncios y publicaciones referentes al apoyo a los comercios aledaños a cada una de las colonias a través de grupos vecinales. Ejemplo de ello lo encontramos en el siguiente post retomado de la página de Facebook. “En medio de la cuarentena, amigos de la Balbuena y aledaños sino sabe qué comer, llamen al Staff, son los mejores taquitos de la zona y los quesos fundidos son una delicia, estos señores son súper trabajadores, ayudemos entre todos”.

Por último, el periódico El Universal, dio a conocer el caso de un microbús que se transformó en una verdulería móvil en la Alcaldía de Xochimilco. El autotransporte modifico su utilidad de trasladar personas por el de ser un comercio itinerante, para ello al autotransporte le fueron sustituidos los asientos por anaqueles en los cuales se ofertan verduras y frutas frescas. Si bien en estos casos podemos vislumbrar las tendencias de consumo alimentario que se están reformulando y que en la mayoría se han tenido que adaptarse ante la situación de contingencia y a las exigencias de los habitantes de las diversas zonas de la Ciudad.

 

La incertidumbre que se avecina. Consecuencias buscadas y no buscadas del coronavirus

Ante los pronóstico económicos y sociales que plantean el inicio de una crisis –no solo causada por el COVID-19- sino por un modelo económico que sigue priorizando el bienestar del 1% de la población. El virus nos demostró que probablemente sea pertinente y necesario reflexionar y cuestionar algunos de nuestros ideales y comportamientos de consumos que hemos venido desarrollando hasta el día de hoy. ¿Quiénes son los culpables? ¿Los cazadores furtivos? ¿La ganadería? Desafortunadamente, la respuesta a esta pregunta involucra a un sistema de consumo compuesto de múltiples actores, desde los cazadores de pangolín, las deplorables condiciones bajo las que se encuentran la gran mayoría de los animales de ganado, hasta los propios consumidores.

Dada la complejidad de este problema, su solución, más allá de la “inmediata” que sería una vacuna, requiere de la acción de una comunidad completa, comenzando por los consumidores directos de los alimentos con potenciales riesgos sanitarios.

La realidad, es que este sólo es el comienzo de un periodo de transformación, en el que debemos replantear nuestra relación con los alimentos que producimos, considerándolos como partes importantes de un delicado ecosistema. Las pruebas y especulaciones sobre el papel de nuestro consumo desmedido en el génesis de pandemias son inquietantes, y responden a una serie de acciones y omisiones que favorecen la aparición de virus como lo ha sido el COVID-19, sin embargo, como menciona el artículo de The Guardian[17] (Spinney, 2020): “we have been lucky with Sars-CoV-2. It appears to be far less lethal that either H7N9 – which kills around a third of those it infects – or H5N1, which kills even more. This gives us an opportunity […] to question our lifestyle choices – because chicken isn’t cheap if it costs a million lives – and vote for politicians who hold agribusiness to higher standards of ecological, social and epidemiological sustainability. “Hopefully, […] this will change our notions about agricultural production, land use and conservation.” Es primordial situarnos en un contexto más allá del humano, donde nuestra posición sea reconsiderada con respecto a un bienestar holístico.

Probablemente en los próximos días la paranoia y la demanda observada en los primeros días de la contingencia decaerá en ciertos sectores debido a la insuficiencia económica de mantener el prolongado consumo de sobre abasto que se había observado hasta ahora. Las personas probablemente deban pasar a una etapa de cautela en la adquisición de alimentos ante la incertidumbre laboral que prevalecerá en el mundo durante los próximos meses. Con ello, probablemente la seguridad alimentaria de mucha población se vea afecta en algunos casos ante la incapacidad de adquirir alimentos.[18]

Al final no éramos del todo inmunes, el virus logro destapar lo mejor y lo peor de la humanidad, y ha permitido visibilizar la vulnerabilidad y desigualdad en la que viven ciertos de hombres y mujeres. El reto se convertirá en trasladar las desigualdades a demandas y agendas políticas que permitan imaginar nuevos modelos no solo alimentarios sino de gobernabilidad y económicos. Lograr imaginar un modelo alimentario en donde tratemos de romper el consumo excesivo de alimentos importados y suntuarios por un modelo que priorice las necesidades alimentarias básicas a través del consumo local y de temporada basado en la disponibilidad de productos y en la reducción de desperdicios. A su vez, exigir e impulsar programas y políticas gubernamentales que aseguren el acceso y distribución de alimentos a los sectores menos privilegiados a través de la reducción de costos y el apoyo económico y protección social de las y los actores que componen el sistema alimentario. Desde lo individual fomentar un consumo responsable, cambiar los hábitos alimentarios y redes de solidaridad para reducir los desperdicios y reajustar los costos de acceso a bienes alimentarios.

Hoy existen múltiples proyectos que ya enfrentan estas preocupaciones. La Royal Society for Arts del Reino Unido, por ejemplo, se encuentra en el desarrollo de una iniciativa que busca establecer nuevos vínculos con productores para enfrentar el cambio climático: Our Future in The Land.[19] En el estado de Veracruz, el proyecto Nuestra Pesca, comenzó como una exigencia de un mejor producto. En el camino, Erik Guerrero, su fundador, se encontró con que la solución para tener un pescado de alta calidad, era necesario replantear el sistema de pesca hacia uno más responsable, menos invasivo y empático con los propios peces. Las soluciones no solamente contemplaron la mejora de un sistema por un mejor “producto”, sino el desarrollo de mejores condiciones de pesca, incremento en las ganancias de los pescadores, y hasta técnicas para aminorar el sufrimiento animal al momento de ser capturado. Si bien, inició como una búsqueda de carácter hedonista, su derrama promete tener fuertes implicaciones ambientales. Y así, como Nuestra Pesca, comienza a surgir una miríada de nuevos productores que ofrecen mejores condiciones para el ambiente. Haciendo extremo énfasis en que la naturaleza de dicho cambio debe ser vista como un problema de un ecosistema, evitando caer en falacias del tipo Green Wash, los consumidores debemos comenzar por exigir mejores condiciones para la producción de lo que consumimos pero también fomentar un compromiso real en pro de cambiar las condiciones actuales de alimentación.

Un ciclo virtuoso debe funcionar como un amortiguador para frenar el daño que está siendo causado; nuevas exigencias traerán nuevas condiciones, renovación de políticas de consumo y conservación, soluciones a problemas de gran escala como el calentamiento global y las pandemias. Hacer este tipo de aseveraciones en cualquier momento puede ser trivial, pero esta ocasión no es así, estamos en medio de una emergencia de salud pública, nos encontramos encerrados, cerrando nuestros negocios, temiendo por el bienestar de los menos privilegiados y por ello es el momento de reflexionar.

En conclusión, la alimentación se han convertido en una ventana de oportunidad –que se justifica por sí misma- para analizar ecológica, social, económica, política y culturalmente los diversos procesos y fenómenos que acontecen y reproducen las y los individuos en este convulso siglo XXI.

 

Bibliografía

  1. AFP, “Ciudadanos chinos sufren racismo y discriminación” en La Jornada,

(https://www.jornada.com.mx/2020/02/03/mundo/020n2mun).

  1. Bourdieu, P., La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Taurus, Madrid, 1998.
  2. Castro, C., “Coronavirus: El caso de los productores”. En Hoja Santa Retrieved

(https://revistahojasanta.com/tentempie/2020/3/26/coronavirus-el-caso-de-los-productores), Consultado el 27 de marzo de 2020.

  1. Duhau, E., & Giglia, A., Metrópoli, espacio público y consumo, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México: 2016, pp. 256.
  2. FAO, “Los precios mundiales de los alimentos bajan en febrero”,

(http://www.fao.org/news/story/es/item/1264919/icode/), consultado el 20 de marzo de 2020.

  1. Harris, M. Bueno para comer, Editorial Alianza, Madrid, 2016.
  2. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, “Nueva enfermedad por coronavirus (Covid-19)”, (http://www.fao.org/2019-ncov/q-and-a/es/), consultado el 25 de marzo de 2020.
  3. Peláez González, Carolina, “Un mar de emociones: experiencias laborales de limpiadoras de pescado”. Resumen en línea basado en el capítulo “Un mar de vergüenza y asco: experiencias laborales de limpiadoras de pescado” del libro Emociones, afectos y sociología: Diálogos desde la investigación social y la interdisciplina. Marina Ariza (coord.). México: UNAM-Instituto de Investigaciones Sociales, 2016.

(https://xiiireuniondemografica.colmex.mx/images/resumen-extenso/RE_7.1.2.pdf) consultado el 14 de abril de 2020.

  1. Redacción, “Reportan desabasto en supermercados por compras de pánico en la CDMX”, en Diario de México, (https://www.diariodemexico.com/reportan-desabasto-en-supermercados-por-compras-de-panico-en-la-cdmx), consultado el 7 de abril de 2020.
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  3. Spinney, L., “Is Factory Farming to Blame Coronavirus?” en The Guardian.

(https://www.theguardian.com/world/2020/mar/28/is-factory-farming-to-blame-for-coronavirus), consultado el 28 de marzo de 2020.

  1. Cavish, Christopher, “Comentario: No, los mercados de alimentos frescos de China no causaron el coronavirus”, en Los Ángeles Times,

(https://www.latimes.com/espanol/internacional/articulo/2020-03-15/comentario-no-los-mercados-de-alimentos-frescos-de-china-no-causaron-el-coronavirus?fbclid=IwAR2jA_Wm9PoA_ZpheOdB8uZq_KN158Jh49-MhM3tOu0wlWvK2ihzAwXT5Z) consultado el 14 de abril de 2020.

  1. Temkin, B., & Cruz Ibarra, J., Determinantes subnacionales de la informalidad laboral en México. En INEGI: https://www.inegi.org.mx/rde/2019/08/20/determinantes-subnacionales-de-la-informalidad-laboral-en-mexico/ Consultado el 1 de abril de 2020
  2. Warde, A., The practice of eating, Polity Press, Cambridge, 2016.
  3. YouTube, “Coronavirus pone en “cuarenta” a negocios de la CDMX”, publicado por Forbes México, (https://www.youtube.com/watch?v=tK_LR2UdJGc), consultado el 2 de abril de 2020.
  4. Zhang, Y. & Holmes, E.,“A Genomic Perspective on the Origin and Emergence of SARS-CoV-2.” en Cell. (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0092867420303287), consultado el 26 de marzo de 2020.

 

Notas

[1] Zhang, Y. & Holmes, E.,“A Genomic Perspective on the Origin and Emergence of SARS-CoV-2.” en Cell. (https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0092867420303287), consultado el 26 de marzo de 2020.
[2] Spinney, L., “Is Factory Farming to Blame Coronavirus?” en The Guardian.
(https://www.theguardian.com/world/2020/mar/28/is-factory-farming-to-blame-for-coronavirus), consultado el 28 de marzo de 2020.
[3] St. Cavish, Christopher, “Comentario: No, los mercados de alimentos frescos de China no causaron el coronavirus”, en Los Ángeles Times, (https://www.latimes.com/espanol/internacional/articulo/2020-03-15/comentario-no-los-mercados-de-alimentos-frescos-de-china-no-causaron-el-coronavirus?fbclid=IwAR2jA_Wm9PoA_ZpheOdB8uZq_KN158Jh49-MhM3tOu0wlWvK2ihzAwXT5Zc) consultado el 14 de abril de 2020.
[4] En realidad, hay un uso indiferenciado del concepto de mercado húmedo con el de tráfico de animales. Parecería que no está del todo claro que el problema de la compra-venta de fauna salvaje no recae meramente en la existencia de los mercados. La función social de estos, como ya se dijo, trasciende esta práctica.
[5] Bourdieu, P., La distinción. Criterios y bases sociales del gusto. Taurus, Madrid, 1998.
[6] Véase. AFP, “Ciudadanos chinos sufren racismo y discriminación” en La Jornada,
(https://www.jornada.com.mx/2020/02/03/mundo/020n2mun). En este mismo sentido, la Red de Diáspora China en España saco el 31 de marzo un comunicado en donde hacia un llamado a la Editorial ASPO y al director de arte, diseño y edición Pablo Amadeo retirar el título y diseño del libro Sopa de Wuhan, el cual compilo una serie de textos y reflexiones de pensadores como lo son Giorgio Agamben, Slavoj Zizek, Jean Luc Nancy, Judith Butler, Byung-Chul Han, entre otros. Para la Red de Diáspora China en España y otros colectivos, consideraban que el título del texto podría promover y perpetuar discursos encaminados a la sinofobia.
[7] Peláez González, Carolina, “Un mar de emociones: experiencias laborales de limpiadoras de pescado”. Resumen en línea basado en el capítulo “Un mar de vergüenza y asco: experiencias laborales de limpiadoras de pescado” del libro Emociones, afectos y sociología: Diálogos desde la investigación social y la interdisciplina. Marina Ariza (coord.). México: UNAM-Instituto de Investigaciones Sociales, 2016. (https://xiiireuniondemografica.colmex.mx/images/resumen-extenso/RE_7.1.2.pdf) consultado el 14 de abril de 2020.
[8] Un ejemplo popular en este sentido es el del famoso Festival de Carne de Perro de Yulin, un espacio en el que se consumen miles de perros con motivo del solsticio de verano. Ha habido fuertes iniciativas para prohibirlo, argumentando que puede dar paso a contagios e infecciones así como una fuerte crueldad hacia estos animales. No obstante, otro tipo de festivales de carne de res pueden llevarse a cabo sin mayor problema.
[9] La profecía autocumplida proviene del principio formulado por William I. Thomas, el cual para la sociología se llamaría “El teorema de Thomas”, el cual consiste en la siguiente frase: “Si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias”.
[10] Redacción, “Reportan desabasto en supermercados por compras de pánico en la CDMX”, en Diario de México, (https://www.diariodemexico.com/reportan-desabasto-en-supermercados-por-compras-de-panico-en-la-cdmx), consultado el 7 de abril de 2020.
[11] FAO, “Los precios mundiales de los alimentos bajan en febrero”, (http://www.fao.org/news/story/es/item/1264919/icode/), consultado el 20 de marzo de 2020.
[12] Para ver más. Consultar https://www.prnewswire.com/news-releases/mccann-worldgroup-unveils-truth-about-street-discoveries-164468896.html
[13] YouTube, “Coronavirus pone en “cuarenta” a negocios de la CDMX”, publicado por Forbes México, (https://www.youtube.com/watch?v=tK_LR2UdJGc), consultado el 2 de abril de 2020.
[14] Duhau, E., & Giglia, A., Metrópoli, espacio público y consumo, Fondo de Cultura Económica, Ciudad de México: 2016, pp. 256.
[15] Bajo una lista de pasos para llevar una alimentación “sana” durante la contingencia por el Covid-19. Los pasos que propone la FAO son: 1. “comer verduras, frutas, legumbres, frutos secos y cereales integrales”; 2. Reducir el consumo de almidones, azucares, grasas y sal; 3. Sustituir los alimentos refinados con opciones integrales. 4. Entender las diferencias entre grasas insaturadas, grasas saturadas y grasas trans. Fuente. Twitter FAO México.
[16] Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, “Nueva enfermedad por coronavirus (Covid-19)”, (http://www.fao.org/2019-ncov/q-and-a/es/), consultado el 25 de marzo de 2020.
[17] Spinney, L., “Is Factory Farming to Blame Coronavirus?” en The Guardian.
(https://www.theguardian.com/world/2020/mar/28/is-factory-farming-to-blame-for-coronavirus), consultado el 28 de marzo de 2020.
[18] Actualmente, unos 820 millones de personas en el mundo padecen hambre crónica, es decir, no consumen suficiente energía calórica para llevar una vida normal. De ellas, 113 millones se enfrentan a una grave inseguridad alimentaria aguda, un hambre tan grave que supone una amenaza inmediata para su vida o sus medios de subsistencia y les hace depender de la ayuda externa para salir adelante. Estas personas no pueden permitirse ninguna otra interrupción de sus medios de vida o del acceso a los alimentos que el COVID-19 pueda conllevar. En Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, “Pandemia del COVID-19, su impacto en la alimentación y la agricultura”. (http://www.fao.org/2019-ncov/q-and-a/impact-on-food-and-agriculture/es/), consultado el 7 de abril de 2020.
[19] RSA, “Our Future in The Land”. (https://www.thersa.org/discover/publications-and-articles/reports/future-land), consultado el 28 de marzo de 2020.

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