Infecto corona: tramas virales, historias políticas

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Infecto corona: tramas virales, historias políticas

MÓNICA NEPOTE, “LENGUA PARASITA”

 

Resumen 

Este texto se piensa a la manera de un tejido colectivo de historias que conforman una trama donde lo biológico y lo político nos acercan a la nueva sepa de SARS-Cov-2, que nos obliga a afrontar modos colaborativos de encarar la globalización. Se explora una forma no monológica de practicar la filosofía, prestada del arte contemporáneo y sus acercamientos a las microgeografías y las historias coloniales de las relaciones entre insectos y seres humanos, finalmente, de la mano de Luciana Parisi, se abre la interrogante acerca de un nuevo tipo de gubernamentalidad que, en lugar de estar basada en el control, se ejerce sobre la aleatoriedad, las curvas estadísticas y las mutaciones algorítmicas que definen nuestras sociedades postcibernéticas.

Palabras clave: covid-19, holobionte, simpoiesis, infecto corona, biopolítica, aleatoriedad.

 

Abstract 

This paper is a collective warp of stories that makes an approach on how the latinamerican art and the theory of programming culture of Luciana Parisi allows us to think in the covid-19 pandemia. Through the experiences of simpoiesis in e.literatur, sound and pictures I want to explore new narratives on how the biological and political history let us discover the new forms of urban gobernance in a global scale. The work makes an effort on this lines for a critical theory in postcybernetic societies. 

Keywords: covid-19, holobiont, simpoiesis, infecto corona, biopolitics, randomnes.

  

No es una, soy ellas

se reproduce, de sí misma, se aísla, vuelve toma otra forma

sequedad dentro, ese fuego, esa piedra.

Mónica Nepote, Lengua parasita

De pocas coyunturas se puede decir verdaderamente que sean globales. La pandemia de SARS-CoV-2 (Covid-19, por sus siglas en inglés, o infecto corona, como lo llamaré para tratar de convertirlo en un objeto de interrogación y cuestionamiento filosófico) indudablemente es una de ellas. Ha habido, incluso, quienes opinan que la extremadamente rápida expansión de esta nueva sepa del coronavirus muestra los límites de una concepción global de la economía, la gobernanza y los modelos de salud mundiales; cuando, tal vez, sea preciso reconocerla como su consecuencia. Sea que consideremos que nos enfrentamos con el límite del capitalismo o con el inevitable ascenso del comunismo mundial,[1] hay un acontecimiento insoslayable: nuestra gubernamentalidad, la que se ha articulado a golpe de dictaduras y de gestiones empresariales en América Latina, está en crisis. Sería mejor decir: cierta concepción de nuestra gubernamentalidad ha entrado en crisis. ¿Cuál es esta concepción? Una que se levanta sobre una serie de supuestos que han conformado nuestro mundo de la vida: modelos familiares heteronormados, predominio masculinista del espacio público y el mercado laboral, modelos de explotación de los recursos minerales y energéticos del subsuelo, devastación a gran escala de ecosistemas forestales y selváticos, persecución de líderes indígenas y comunitarios que practican un comunismo ecológico radical, segregación y gentrificación de los modelos hegemónicos de urbanismo y, último pero no menos importante, retroceso en los derechos de trabajadoras y trabajadores sobre los que se funda la extracción de plusvalía de nuestras complejas y coloniales historias de poder, saber y salud.

En los recientes días, hemos sido testigos de terribles historias de desposesión, de expolio y saturación de los sistemas de salud pública en Ecuador, Bolivia, Colombia y Chile, países que han vivido una fuerte movilización popular que fue contestada con medidas antidemocráticas, a la vez que los formatos autoritarios de los “estados de excepción” han vuelto a lastimar las libertades civiles en El Salvador. Las heridas en la opinión pública causadas por los cuerpos insepultos en la ciudad de Guayaquil nos muestran que estamos obligados a pensar de éste lado de la herida colonial. Es muy probable que estas circunstancias nos impidan reconocernos, como antes sucedía con gran facilidad, en las ideas que la filosofía europea y estadounidense ha lanzado para trazar un norte en el pensamiento. Vivir la pandemia del Covid-19 de éste otro lado del sistema mundo moderno/colonial nos muestra que esa concepción de la filosofía, como un ejercicio de luminarias individuales, también ha colapsado. En lugar de continuar con esa práctica malsana, la filosofía haría bien en observar el trabajo transdisciplinario y colaborativo del arte, la ciencia y otros saberes. En ese sentido, más que hacer un mea culpa, tal vez sea más útil e interesante hablar desde una política localizada, para usar las palabras de Adrianne Rich, en la que nos preocupamos por tejer otras historias, abiertas y plurales, en lugar de plantear una visión sintética de la Historia misma, con vocación universal y eurocentrada. Quisiera hablar acerca de los aprendizajes que algunas artistas han extraído de su acercamiento a las historias biológicas de los mosquitos y los micro-organismos, de los procesos de simpoiesis y complejidad a los que los virus nos exponen en estos tiempos de hipercomunicación y conectividad. Sobre todo, quisiera hablar de cómo, dentro de las nuevas metafísicas centradas en los objetos, la atención prestada a los algoritmos, en estos cruces improbables con la biología de las alteraciones y mutaciones, ya ha conformado un modelo de gubernamentalidad que, en lugar de controlar todas las variables del cambio, se adapta aceleradamente a la incertidumbre como forma de gestión en el urbanismo contemporáneo. Hoy en día gobernar no quiere decir confinar para controlar mejor, en eso todos los planteamientos críticos se han equivocado, sino navegar en la curva de incertidumbre de las mutaciones no programadas e imprevisibles. No vivimos en sociedades de control, sino en modelos gubernamentales regidos por la aleatoriedad como criterio matemático.

“Sostén esa respiración no luches somos tú eres nuestra”: virus, bacterias y mosquitos en el arte latinoamericano 

En algún sentido, tejer historias que nos expongan al contacto con otras especies compañeras es justamente lo que requerimos, ya que la necesidad de salvaguardar nuestra capacidad respiratoria colectiva nos obliga, por el momento, al confinamiento en casa. Donna Haraway habla precisamente de esta vocación de los estudios culturales de la ciencia por mostrar el trabajo simpoiético y coevolutivo entre las especies compañeras con las que el ser humano comparte el pan: evolucionar juntos y conformar bio-organismos complejos no necesariamente es un proceso voluntario o colaborativo, conlleva muchos riesgos, incluso riesgos letales como hoy bien sabemos;[2] pero es una oportunidad para cambiar el registro narrativo que coloca la épica masculina del Hombre Nuevo como sujeto de la historia y nos lleva a poner atención en los microscópicos y modestos holobiontes[3] que producen sentido y materia, y que activan historias sobre cómo vivimos y morimos al interior de mundos con la intención de crear asimismo otros mundos.[4] Si dejamos de concebir los relatos dualistas de la Civilización y la Naturaleza, del Signo y la Vida, el sema y el soma, podemos analizar las historias políticas y biológicas de los virus y aprender de ellas para nuestra sobrevivencia junto a la de otros mamíferos que también pueden ser afectados por la nueva sepa del Covid-19.[5]

MÓNICA NEPOTE, “LENGUA PARASITA”

Esta producción conjunta, aunque de ningún modo voluntaria, es la simpoiesis como clave de los procesos narrativos implicados en nuestra historia como especie sobre la Tierra. Hoy nuestra condición es la de ser unos confinados a la Tierra, en espera de no ser condenados a la extinción. Los trabajos creativos y relacionales del arte contemporáneo así lo han puesto de manifiesto. En específico ese peculiar y hermoso holobionte conformado por los ensambles textuales de Mónica Nepote y los organismos sonoros y visuales de Canek Zapata, Leslie García y Paloma López, que han logrado una perfecta simpoiesis en torno al objeto de e.literatura que denominan Lengua parasita.[6] Se trata de un poema que, a la vez que disgrega y transforma a su narradora, transcurre sobre el fondo interactivo de un conjunto de células y fluidos orgánicos. Es a la vez una historia íntima que hace hincapié en la forma en que el agregado o ensamble de micro-organismos que somos también interroga la posibilidad del cierre de nuestra identidad. Después de todo, ¿en dónde comienza el mundo? ¿Adentro o afuera? Una endoscopía muestra que nuestro interior, en lugar de estar habitado por las fuerzas etéreas que el romanticismo legó en él, se constituye también de tejidos orgánicos, organismos bacteriales y procesos de mitosis y meiosis que hacen de nuestra piel algo más que una frontera con el mundo exterior o de una bolsa de carne que contiene nuestros tejidos internos: somos un pliegue del mundo, el mundo nos es y nos constituye de formas que tal vez no tenemos presentes del todo.

Hoy en día, pese a nuestras enormes diferencias biográficas, hormonales o bioquímicas —que tienen la mayor de las importancias, como las recientes noticias nos han hecho saber—, todas y todos somos como la narradora de Mónica Nepote en un proceso que, más que reflexivo, es endoscópico:

No es una, soy ellas

tengo que pensar en el hilo, tengo pensar que esa piedra de fuego tiene una fisura, una gota

se divide se multiplica una idéntica pronto toma otra forma

y luego otra se divide multiplica otra

con otra con otra con otra soy cada vez menos

soy mi cuerpo soy su cuerpo, su planeta

colonias, territorio renombrado

en una lengua de ritmos, de iridiscencia, de multiplicidad

soy era aire, soy turba, soy invasión, desconozco me desconozco

soy su plaza, tomada, anida, se escurren, no ventilo

El carácter proteico de esta toma del cuerpo, de esta invasión viral con su increíble y bella capacidad de replicar su código hasta tomar simbióticamente al otro se convierte en una cuestión de ritmos e iridiscencias, de la misma forma que la música es una organización de sonidos y silencios en el tiempo. La continuidad no unitaria del presente y el pasado complican la linealidad del relato, pero ¿el relato de quién? ¿de quién es la voz que podemos reconocer como la literalidad de ella? ¿del virus o de la persona? ¿Dónde empieza y donde acaban una y otra? ¿Empiezan? ¿Alguien empieza? La historia de la invasión, del cuerpo como un territorio ocupado y colonizado resuena con las historias de la propagación virales del infecto corona, que hoy se escurren en los medios y le han impedido a muchos ventilar. Es increíble la actualidad de esta pieza, que habla de la presencia viral del tiempo, y su perfecta sincronicidad con nuestras historias de pandemia y sobrevivencia, si bien fue elaborado con anterioridad por este importante holobionte colaborativo.

De otras maneras los recorridos intensos y extensos de la obra de Edith Medina también nos permiten explorar aquellas geografías microscópicas que constituyen los rasgos definitorios de nuestro ser, menos unitario y más plural de lo que imaginamos. Su trabajo Microgeografías: Paisajes Urbanos, desarrollado entre 2014 y 2015, explora los isomorfismos que se pueden hallar en los cultivos de bacterias, objetos microfotográficos, y las cartografías urbanas de las ciudades globales. Relacionar las trazas urbanas, los mapas y las representaciones geográficas en general con los motivos de la Tierra y sus inteligentes ecosistemas es uno de los méritos de este proyecto de la artista mexicana. A partir de Yo dormiré en el polvo, que parece insertar nuevas narrativas en un giro más introspectivo y exploratorio de los universos interiores-exteriores, las fronteras difuminosas del cuerpo y el espacio, la obra de Medina hace sendos comentarios sobre las Biologías cotidianas. La artista establece el sentido de su obra de la siguiente manera:

“En nuestro alrededor hay una cantidad de vida que no observamos, en los objetos, en nuestra piel y hasta en lo que respiramos. Las capacidades estéticas que nos brindan se manifiestan al subvertirlas y materializarlas a través de cultivos inoculados en agares nutritivos que fomentan el crecimiento de colonias de bacterias que aunque simples y cotidianas, se expresan en colores y formas, estructurando un nuevo imaginario de lo vivo”.[7]

EDITH MEDINA, “MICROGEOGRAFÍAS”

De este modo, la producción artística de Edith Medina transita de maneras sugerentes del trabajo de laboratorio a la exploración activa de los imaginarios urbanos, centrando su atención en la conformación de acercamientos visuales que nos otorgan sugerentes imágenes de los diseños elaborados por el crecimiento bacterial. En ese sentido, su siguiente proyecto A lágrima viva: fisiología biológico social de una lágrima plantea agudas interrogantes acerca de las historias cruzadas de las interpretaciones culturales del llanto y las historias fisiológicas de la información genética que podemos encontrar en una lágrima. Lo que me parece resaltable del trabajo artístico de Edith Medina consiste en su rotunda negación a tener que optar por una sola vía de interpretación y abordaje; nos saca de la clásica y superada disyuntiva “cultura o biología” y nos muestra la relevancia de ambos aspectos, que se cruzan e intercalan dentro de la comprensión de fenómenos más complejos que incluyen las secreciones orgánicas del cuerpo en relación activa con las interpretaciones que definen el trabajo de la cultura. Así, de algún modo, esta producción visual y matérica no sólo deja de trabajar con los soportes clásicos de la representación (como la pintura), sino que además nos muestra que la escisión entre el constructivismo de las ciencias sociales y la explicación biológica de las ciencias naturales ha dejado, desde hace bastante tiempo, de ser operativa, informativa o relevante para la comprensión política de las historias del cuerpo.

Finalmente, la artista sonora Vivian Caccuri hace una interesante reflexión acerca de las historias coloniales de los mosquitos en el particular contexto vivido por Brasil, de donde proviene. En Río de Janeiro se ha desactivado el transporte público, cuya precariedad había detonado una serie de protestas por parte del movimiento Passe livre, pero a la inmovilidad urbana se suma la segregación de las favelas. Caccuri, al igual que otros artistas jóvenes, se ha interesado por fomentar el uso de las tecnologías rústicas del DIY (Do It Yourself), aún con el riesgo de ser criticada por los puristas de anteponer la importancia del uso sobre la función estética del arte. La relación de los mosquitos con la historia de las plagas en Occidente, adquirió mayor conciencia crítica en su obra durante un viaje de residencia en Ghana, donde era muy clara la diferencia en el trato de los mosquitos por parte de las poblaciones locales y los visitantes europeos: el contraste entre la habitualidad de los locales, por un lado, y el miedo fóbico a la malaria, por el otro, mostraba dos visiones distintas de la relación con los mosquitos que estaba mediada por el pasado colonial de la enfermedad. Las historias de la malaria en el Caribe y America Latina están profundamente vinculadas con el traslado colonial de los barcos de esclavos que, paulatinamente, estructuraron los sistemas de la globalización. En ese sentido, aprender de las lecciones coloniales de la Fiebre Amarilla podría ser de gran interés para las historias globales de la pandemia del infecto corona.

“Me siento más dispuesta a pensar acerca de los impactos del Covid-19 después de todas estas lecturas sobre los mosquitos y, al mismo tiempo, me siento muy abrumada por la evolución de la información y el significado de las pandemias en la sociedad. Su significado está cambiando hora tras hora. Cualquier pensamiento, idea o intuición sobre el Covid-19 nace en la novedad de esta amenaza, en la falta de preparación que teníamos para enfrentar el problema, y ahora con la necesidad de distanciamiento social. Tiendo a evitar el sentido común de estas sensaciones como materiales para crear nuevas obras, entendiendo que al menos los artistas tienen que rasgar las superficies de la superficialidad y el consenso. Para mí el impacto más interesante de COVID-19 en la cultura, hasta el momento, no es definitivamente la cantidad de contenido que ahora está disponible para las personas que sufren hambre cultural en cuarentena (¿por qué antes no estaban disponibles todos estos bienes y producciones culturales?) ni el cambio de plataformas (de presencial a virtual) sino el reconocimiento de un fenómeno que puede cambiar el mundo de manera permanente. Cada persona, cultura y país reconocerá este hecho de una forma diferente, y debido a esto habrá otra ola de diversidad en los discursos, mucha disonancia y nuevos desafíos que se sumarán a los anteriores. Al mismo tiempo, realmente creo que las mentalidades neoliberales no parecerán tan atractivas como antes de las pandemias, que las personas confiarán y se preocuparán por la coordinación colectiva más de lo que solían hacerlo. Hablando en términos personales, realmente espero que las consecuencias de las pandemias se impriman para siempre en mi forma de pensar”.[8]

Virus, bacterias y mosquitos forman parte de la manera en que, al menos estas propuestas artísticas, conectan los sentidos de la cultura con las biologías complejas de las historias sociales y políticas del colonialismo. Al mismo tiempo, las exploraciones microscópicas o subcutáneas de sus narrativas e imágenes vinculan las tramas personales, a menudo íntimamente dolorosas, con las formas de organizar el espacio urbano, sea en México o en Brasil. Pero la atención prestada a las historias globales de los insectos, las ecologías y los holobiontes no ha sido exclusivamente artística; como la comprensión contemporánea de los medios demuestra, en cierto sentido nuevas formas de racionalidad política, de gestión gubernamental del espacio biopolítico han surgido también del análisis y estudio de las mutaciones, su incertidumbre y la comprensión matemático-algorítmica de las urbes contemporáneas. Es este paso, en modo alguno causal, de la atención dirigida a los microorganismos, presente en los procesos cooperativos entre arte y ciencia, a una nueva gestión del espacio urbano lo que me gustaría analizar a continuación.

 

Gobernar lo aleatorio: la mutación en la (bio)política

En su estudio Insect Media Jussi Parikka, arqueólogo finlandés de los medios, sostuvo que una significativa fuente de inspiración para los avances tecnológicos del siglo XIX y XX fueron precisamente los organismos y estructuras anatómicas y biológicas de los mosquitos. Lo cual ha llevado las interrogantes biopolíticas a nuevas fronteras, seguramente insospechadas por los trabajos seminales de Michel Foucault. Esta reciente extensión del campo de investigación de la biopolítica a la manera en que las arquitectónicas racionales han incluido, o se constituyeron a partir de, el análisis detallado de los ecosistemas de los insectos, arroja nueva luz sobre nuestra comprensión de la era digital.

No sólo la arquitectura ha estudiado los sistemas de construcción de las hormigas, ni la imaginación política revolucionaria se fijó en el mundo botánico para promover revoluciones moleculares y cuerpos sin órganos. También los dispositivos de poder han incursionado en las relevantes variantes ofrecidas por el mundo microcelular.[9] Si logramos ampliar nuestra escala de análisis, en cierto modo podemos descubrir nuevos hallazgos en la ontología de la sexualidad, tal como lo ha propuesta la filósofa Luciana Parisi en su importante estudio Abstract sex; ahí, la filósofa realiza un análisis de estratos geológicos en las eras del deseo, que, siguiendo las pistas ofrecidas por Deleuze y Guattari, trata de captar las fuerzas estratificadas y dinámicas de las máquinas deseantes en sus distintos registros: desde lo unicelular hasta las relaciones cibernéticas con la entropía de la información. Este sexo abstracto se define por la falta de cualificaciones y por su proliferación algorítima: en cierto modo, el mundo de las redes virtuales, en donde el alma es independiente del cuerpo, cumple con el sueño patriarcal cartesiano y define nuevas posibilidades de control de los cuerpos impensables para los sistemas panópticos y disciplinarios del siglo XIX.[10] Así, la máquina abstracta del sexo constituye, en el argumento de Parisi, el correlato de las sociedades de control deleuzianas. Si bien, es evidente —y la pandemia lo ha puesto de manifiesto— que los controles telemáticos se han robustecido, conformando una gubernamentalidad del dato, también lo es que la mayor parte de nuestras imaginaciones acerca del control son profundamente inadecuadas para dar cuenta de la manera en que la incertidumbre forma parte y es, en cierto modo, cosustancial y coextensiva al ejercicio del gobierno y la administración poblacional que la pandemia nos ha dejado ver. Cuando hablamos de control, apelamos a la imaginería del Amo capaz de influir a la distancia en las elecciones y preferencias de personas que se sueñan libres: toda metafísica del Amo implica esta fantasía del autoengaño en donde la libertad conforma la esclavitud más perfecta. Así, las analogías del control deleuziano con la fantasía distópica, demasiado anglosajona y envejecida, de Orwell, Bradbury y afines, fracasan en sus esfuerzos por describir los dispositivos de gobernanza global.[11]

El gobierno en la actualidad no se define por el control impoluto de todas las variables, ni por la fantasía tiránica de un estado de excepción perpetuo o de guerra generalizada. El tiempo de las redes sociales, las comunicaciones satelitales y el salto a los contagios digitales ha generado una nueva forma de gubernamentalidad capaz de adaptarse y, aún, de solicitar la incertidumbre como una constante en la gestión de las poblaciones y sus espacios. Esta nueva gubernamentalidad no sólo plantea la intervención del gobierno para crear artificialmente las reglas y condiciones de la competencia económica, ni es exclusivamente un modelo aplicado de la destrucción creativa de Schumpeter, sino que ha trasladado su núcleo operativo al nuevo registro de los algoritmos. Como sostiene Luciana Parisi: “El sistema de gobernanza definido por el mundo digital de los datos, por ende, ya no puede confiar en la suave programación de tareas, la exacta reproducción de reglas y la optimización de conductas, hábitos y comportamientos. La aleatoriedad se ha convertido en la condición de la cultura de programación”.[12]

VIVIAN CACCURI, “MOSQUITO SHRINE”

Desde la estética hasta la ciencia, el factor mutante de la aleatoriedad es incluido en las axiomáticas tanto del urbanismo, la ingeniería civil y la programación de los espacios urbanos desde finales de los noventa del siglo pasado. En este sentido, las imaginaciones del pensamiento crítico contemporáneo que han insistido, quizá hasta el exceso, en la generalización de la excepción han perdido de vista la versatilidad de la nueva racionalidad gubernamental que trabaja en la algoritmia de la aleatoriedad. Los modelos de contención más efectivos de la pandemia, como hemos visto, no han sido los que se basan en la certidumbre de las pruebas positivas sino en el muestreo aleatorio y el aplanamiento de la curva de contagio, como criterios estadísticos basados en la especulación matemáticamente fundamentada. Ante un nuevo virus que desafía nuestros sistemas inmunológicos, pues carecemos de anticuerpos para afrontarlo y de tratamientos antivirales para curarlo, no parecemos tener otro camino que avanzar en la incertidumbre o sucumbir al imaginario hegeliano de la muerte como el Amo Absoluto. A pesar de que las salidas tradicionalmente autoritarias de los países socialistas como China, Cuba y Corea del Norte han consistido en el repliegue intensivo de la población, los modelos de muestreos aleatorios y puestos centinela, que trabajan con márgenes de imprecisión y variabilidad, parecen extenderse dentro de las sociedades de libre mercado. Como bien dice Caccuri, durante la pandemia del infecto corona todo está cambiando hora tras hora, minuto a minuto.

Gobernar, de aquí en más, quiere decir gestionar la incertidumbre. En este sentido, los algoritmos son nuevos objetos que vale la pena pensar según han hecho los realismos especulativos y las metafísicas centradas en el objeto de Graham Harman. Para ello, Parisi propone la conformación de una mereotopología que mostraría de qué modo el diseño metacomputacional de los sistemas autopoiéticos, incluye fallas dentro de la programación de las culturas digitales; lo cual demostraría que “[…] es el tramo hacia la inclusión de variaciones temporales lo que revela el control postcibernético del poder de actuar retroactivamente, por ejemplo, actuar invirtiendo los efectos potenciales del futuro en procedimientos operativos en el presente”.[13] (xvi) Justamente en eso consiste la gestión del riesgo contemporáneo, cuyos escenarios se calculan especulativamente por medio de variaciones dentro de los patrones estadísticos, que permite a los gobiernos tomar decisiones. Las fallas, las mutaciones abruptas e inesperadas, la aleatoriedad son ya factores constitutivos de la nueva racionalidad gubernamental. Tal vez ha llegado el momento de que la filosofía trabaje colaborativamente con la matemática aplicada y la ingeniería, si es verdad que nos interesa comprender el sentido de las mutaciones vividas por nuestra experiencia.

 

Tramas terranas

Este ensayo fue un intento de cambiar la geografía y la gramática de los debates coyunturales, ya que la filosofía había transitado por vías bastante transitadas y que, por la misma razón, tal vez no nos permiten movernos en otra dirección. A menudo cambiar de registro y locación en la manera en que pensamos y habitamos el mundo nos ayuda a poner las cosas en perspectiva, en este caso en una perspectiva no necesariamente dominada por el imaginario del norte global, aunque sin la voluntad de perder la interlocución necesaria que esta época necesita. La interlocución desde nuestra región sur es fundamental para avanzar hacia una cooperación que cuestione las historias coloniales de nuestros diseños globales.

No comparto la opinión de que la pandemia del infecto corona —que, como toda corona, a la larga siempre termina por ser dañina— muestre el límite del capitalismo ni nos obligue a transitar a un mundo de comunismo postsoberano. Ambas esperanzas me parecen igualmente irreales. Por el contrario, imagino nuestro tiempo como un momento de continuidad en el quiebre más que como un quiebre en la continuidad. ¿Qué nuevos problemas enfrentará nuestra libertad durante o tras la pandemia? Es algo que no sabemos. Lo que sí podemos prever con cierta precisión es que la adaptación del arte de gobernar a las mutaciones (biológicas, informáticas, ecológicas, etc.) no es una novedad, pero pensar tejiendo historias complejas entre las sociedades postcibernéticas, la epidemiología y las imaginaciones artísticas resulta ser un trabajo más prometedor que persistir en las voces de lo universal clamando en el desierto. Después de todo, para bien o para mal, la historia de la humanidad acompaña las historias de las epidemias, de los esfuerzos de los microrganismos por perseverar en el ser, y eso define nuestra terrana condición simpoiética. Debemos aprender a vivir y morir responsablemente, esforzándonos por crear mundos donde otros mundos sean posibles. Vivir y morir nunca ha sido otra cosa que habitar y ser habitados por la multiplicidad orgánica de las tramas terranas.

Como dicen las bellas palabras de Mónica Nepote, sobre el ¿final? de Lengua parasita:

no eres tú es el látigo colonias colonias seres diminutos comunitarios

contacto comunicación expansión reflejo, aprendizaje

condición de vida de muerte desaparece

ella no es ella es el medio

somos ella somos vive te digo vive te decimos

sostén esa respiración no luches somos tú eres nuestra.

 

Bibliografía

  1. Butler, Judith, , al., Sopa de Wuhan, ASPO, España, 2020.
  2. Haraway, Donna, Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno, Edición Consonni, España, 2019.
  3. Parikka, Jusi, Insect Media. An Archaeology of Animals and Technology, University of Minnesota Press, Estados Unidos, 2010.
  4. Parisi, Luciana, Contagious architecture. Computation, aesthethics, and space, The MIT Press, Estados Unidos, 2013.
  5. _____________, Abstract sex. Philosophy, Bio-Technology and the Mutations of Desire, Continum, Londres, 2004.
  6. Preciado, Paul B., Pornotopía. Arquitectura y sexualidad en “Playboy” durante la guerra fría, Anagrama, España, 2010.
  7. Waizman, Ella, A través de los muros. Cómo el ejército israelí se apropió de la teoría crítica postmoderna y reinventó la guerra urbana, Errata Naturae, España, 2012.

 

Notas

[1] Las opiniones de Judith Butler y Slavoj Žižek, a las que me refiero aquí, han sido compiladas en la publicación de ASPO Sopa de Wuhan, que ha recibido importantes críticas tanto por su título como por el diseño (tomado de los libros de espeleología de un racista precursor del fascismo). Comparto las críticas que se han lanzado a la publicación, pues reproducen sensacionalistamente los prejuicios racistas contra la población china, a la vez que dejan incuestionada la supuesta fuente de la mutación del infecto corona por ingerir una sopa de murciélago. A la fecha esas elucubraciones no han sido comprobadas, la procedencia de la mutación del virus es aún incierta.
[2] Cum Panis, como escribe Donna Haraway en su bello libro Seguir con el problema: especies con las que compartimos la mesa, incluso de maneras involuntarias, especies compañeras en procesos imbricados de co-evolución. Sin duda la actual mutación de la familia del coronavirus es un ejemplo de esos procesos de mutación y desarrollo. Por otra parte, el documental Olanda de Bernd Schoch nos muestra a un grupo de trabajadores precarizados de los Balcanes, quienes se dedican a recolectar hongos comestibles y a venderlos en precios variables a intermediarios. Además de hacer hincapié en la cadena de explotación del trabajo en el este de Europa, Schoch muestra, en bellos pasajes líricos, la profunda imbricación de las historias de la acacia con estos trabajadores con rostros quemados por el sol y el frío húmedo del bosque: los hongos sueñan que platican con sus humanos, contándoles historias, ofreciéndose a ellos y relacionándolos con la tierra. Schoch logra crear una profunda película de la tierra en la era del Antropoceno o Capitaloceno.
[3] Holobionte: se dice del organismo global conformado por microrganismos simbiontes y huéspedes, que permiten el crecimiento de ambos.
[4] En su libro Seguir con el problema, Haraway ha mostrado la importancia de la ciencia ficción (sci-fi) en el feminismo especulativo (speculative feminism). Los relatos y las novelas, en ese sentido, dejan de ser ejemplificaciones de argumentos para ser considerados como pensamientos en sí mismos. Menciono esto porque muchxs de nosotrxs tenemos actualmente la impresión de habitar una historia de ciencia ficción.
[5] En cierta forma, los estudios integrados en lo que Jussi Parikka denomina arqueología de los medios ya lo ha hecho. Ver la fabulosa entrevista de Parikka con Paul Feigelfeld, disponible en la www: http://editorial.centroculturadigital.mx/libro/arqueologia-mediatica-desde-la-naturaleza-entrevista-a-jussi-parikka     [Consultado el 15 de abril de 2020]
[6] http://alargerreality.mx/2019/misc/monica-nepote/?fbclid=IwAR3tgnbfxmhax16GcoYA-y3A9EfORGR1joD5z9O-JYFX3Sw0A32RQ2I7wUM [Consultado el 15 de abril de 2020]
[7] https://edithmedina.com/obra/biologias-cotidianas-dinamicas-de-vidas-invisibles/ [Consultado el 15 de abril de 2020]
[8] https://www.ny-artnews.com/single-post/2020/04/03/ArtMosquitoes-an-unusual-combination?fbclid=IwAR0PFpyWJ1EFH10cCVNqnr86FqUpvs8OpGK8xIqEVvJb2UrjKrrAeqs27CM [Consultado el 15 de abril de 2020] En un registro similar, pero de una tesitura diferente, la artista sudafricana Mira Calix también realiza composiciones bio-musicales basadas en los insectos, escribí esta nota acerca de su trabajo: http://www.apocrifa.com.mx/nunu-naturaleza-y-tecnologia/?fbclid=IwAR2XcnZEHhcOnaXYoExtzTXwEnuYIGuCCFtRAdcw2r0yw9C1hTjLNwYAxsQ Por otra parte, quiero agradecer a Sebastián Lomelí por presentarme el trabajo de Félix González-Torres, artista cubano que ha trabajado sobre el virus de inmunodeficiencia adquirida, y a Cuitláhuac Moreno por recordarme el valioso trabajo de los canadienses General Idea.
[9] Eyal Waizman ha mostrado hasta qué punto las filosofías más contestatarias del siglo pasado han podido ser reapropiadas por las técnicas predatorias del Estado de Israel para aumentar la capacidad táctica y estratégica de sus incursiones coloniales en la Franja de Gaza. El hecho de que libros definitorios de la izquierda contemporánea, como La sociedad del espectáculo de Debord o Mil mesetas de Deleuze y Guattari, sean usados como lecturas obligatorias del ejército israelí tal vez no constituya un argumento en contra de estas visiones reticulares de la política, pero definitivamente muestra hasta qué punto los usos insospechados de la teoría pueden volverse contra ella misma. En lo que resta, quisiera lanzar una tesis arriesgada: sostengo que el modelo de “sociedad del control”, planteado audazmente por Gilles Deleuze, no es el mejor punto de partida para comprender las mutaciones a gran escala que hoy vive la lógica del gobierno. Creo que las lecturas del pos operaísmo italiano, a pesar de tener una gran imaginación y detalles valiosos, han convertido falsamente sucesos contemporáneos en estructuras constitutivas del capitalismo, y pienso que esa tendencia de moda en la filosofía contemporánea, hacer pasar lo más reciente por algo constitutivo de las lógicas del capitalismo, rezaga las posibilidades de elaborar una teoría crítica acorde con los problemas de nuestra época. Así, por ejemplo, Agamben hace pasar su concepción del estado de excepción por una estructura de gobernanza global, Lazzarato convierte el fenómeno de la deuda europea en una metonimia del capitalismo sin más, Braidotti ejemplifica su argumento sobre los devenires nómadas con las estructuras federativas de la Unión Europea, etc. En todos estos análisis, potentes e indispensables, subsiste el mismo problema: a pesar de su profunda erudición histórica, se plantean como relatos con vocación universal que, precisamente, excluyen el dinamismo de la historia de su configuración.
[10] En cierto modo, Paul B. Preciado comparte esta opinión, aunque realiza un análisis detallado de los dispositivos arquitectónicos desplegados por la revista Playboy en los Estados Unidos, que forman parte de los mecanismos de poder estudiados en su Testo yonqui. Aunque Pornotopía ofrece análisis de interés para las relaciones entre filosofía y arquitectura, me parece que exagera demasiado al definir una época del capitalismo a partir de una sola publicación estadounidense para varones adultos.
[11] No es de sorprender que la distopía anglosajona de Margaret Atwood y su ominoso Cuento de la criada haya atinado más en su predicción de los avances del autoritarismo de las sociedades teocráticas protestantes, al colocar la dominación de género en la base de sus instituciones neocalvinistas. En otro registro, la serie brasileña 3%, más sugerente en su desafio de la imaginación heterosexual, propone modelos alternativos de narrativas distópicas –a mi juicio, más potentes- al mostrar un régimen de apartheid continental que construye su utopía insular sobre un asesinato originario en la trieja fundadora. Ambos relatos son, quizá, más interesantes para la ficción especulativa que los modelos autoritarios de 1984 y Fahrenheit 451.
[12] Parisi, Contagious architecture. Computation, aesthethics, and space, The MIT Press, Estados Unidos, 2013, p. 9.
[13] Ibidem, p. 16

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