La “antipolítica” (Naím) y las redes sociales (Schettino) o de por qué el liberalismo no tiene perspectiva

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Resumen

Con un día de diferencia entre ellos y apenas al otro día de la accidentada elección presidencial norteamericana del 7 de noviembre de 2020 ganada por J. Biden contra D. Trump, Moisés Naím y Macario Schettino escribieron importantes textos evaluando el resultado. En este texto ampliamos el concepto de antipolítica avanzado por Naím y a partir de ahí rechazamos la idea de Schettino de que sería posible hacer compatibles a las redes sociales con la democracia liberal. Si nuestra tesis fuera cierta, la democracia liberal occidental no tendría oportunidad a largo plazo frente a una antipolítica que sobrepasa toda institucionalidad arrastrándola a su radicalismo característico.

Palabras clave: redes sociales, antipolítica, democracia, occidente, oriente, subjetividad.

 

Abstract

With a difference of one day between them and just the next day after the eventful North American presidential election of November 7, 2020, won by J. Biden against D. Trump, Moises Naím and Macario Schettino wrote important texts evaluating the result. In this text we expand the concept of anti-politics advanced by Naím and from there we reject Schettino’s idea that it would be possible to make social networks compatible with liberal democracy. If our thesis were true, Western liberal democracy would not have a long-term chance against an anti-politics that surpasses all institutionality, dragging it towards anti-politic’s characteristic radicalism.

Keywords: social networks, anti-politics, democracy, west, east, subjectivity

 

Como es de sobra sabido, la elección presidencial norteamericana del 7 de noviembre de 2020 fue ganada por Joe Biden y estuvo rodeada de una gran conflictividad social, repitiéndose además el fenómeno de la partición del electorado norteamericano en dos grandes bloques muy crispados emotivamente y más o menos del mismo tamaño que en la elección presidencial del 7 de noviembre de 2016, en la que en medio de una agitación electoral también muy grande salió triunfador Donald Trump. Ambas elecciones se sumaron a otros casos notables de conflictividad social occidental, como la llamada primavera árabe del 2011 y el movimiento de los chalecos amarillos de noviembre de 2018 –al otoño de 2019 en Francia, por señalar solamente los casos tal vez más notables. Ante el rol central de las redes sociales fomentando la conflictividad social en todos los casos mencionados, el economista y recientemente devenido también en teórico de la cultura mexicano Macario Schettino, cree que puede haber una “narrativa” proinstitucional, de hecho, liberal, compatible con las redes sociales. Schettino tiene razón en que tal cosa sería necesaria para lograr estabilidad en el ambiente político occidental, pero lo cierto es que dicha narrativa es imposible. Este texto está dedicado a mostrar dicha imposibilidad y para ello recurriremos al analista internacional venezolano Moisés Naím y a elementos de la mediología de McLuhan que hemos desarrollado en otros lados y que aquí solo damos por sentado[1].

 

La antipolítica o la forma del “¡Que se vayan todos!”

 

Empecemos por presentar la declaración central de Schettino en un muy breve artículo de opinión aparecido el 10 de noviembre de 2020 en El Financiero, titulado Todos al diablo, comentando la elección de Joe Biden ocurrida apenas tres días antes:

 

Reconstruir la confianza en las instituciones será un proceso muy largo y difícil, una vez que empiece. Ni en México ni en Estados Unidos estamos cerca de ese principio, mucho menos del final. Insisto en que la construcción de la narrativa que sostendrá las instituciones deberá ser compatible con las redes sociales, y por lo mismo será diferente de la que utilizamos hasta hace muy poco. Prepárese, porque va a tardar.[2]

 

En sus numerosos podcasts titulados Fuera de la caja dedicados a lo que Schettino llama “temas de largo aliento”, que en gran parte se ubican en la teoría de la cultura y la filosofía de la historia, y también en una conferencia muy importante, Repensar el liberalismo,[3] Schettino nos presenta su esbozo de filosofía de la historia consistente en identificar las grandes épocas históricas con cambios radicales generados, cada uno, por nuevas tecnologías de comunicación.[4] La crisis mundial actual que afecta al liberalismo y a la democracia proviene, según dichos materiales de Schettino, del cambio comunicativo debido a las redes sociales, las cuales, según nuestro autor, “todavía no sabemos manejar”.[5] Por nuestra parte, lo más importante para negar que el problema de la actual conflictividad política en Occidente provenga de que “todavía no sabemos manejar las redes” es justamente lo que el propio Schettino señala en alguno de esos materiales: las redes no tienen gate keepers, es decir, por la definición misma del medio que son y en principio, en ellas cualquiera puede decir lo que quiera libremente.[6] En lo siguiente veremos que la ausencia de gate keepers es un asunto ligado íntimamente a la inestabilidad institucional y la crisis democrática en Occidente debida a lo que Naím llama la “antipolítica” y que puede ser precisado mayormente.

 

En este punto, pues, echamos mano de Naím, quien en un solo texto de opinión en El Universal (09.11.2020), escrito dos días después de la elección de Biden y un día antes que el de Schettino, titulado ¿Quién ganó en Estados Unidos? La polarización, pone muchos puntos sobre las íes y para ello utiliza precisamente el concepto de “antipolítica”, pero antes a) subraya la polarización en Occidente y b) introduce en la ecuación a las redes sociales:

Las recientes elecciones en Estados Unidos confirmaron que es una democracia normal en estos tiempos. Es decir, un país políticamente desgarrado. [… ] La profunda ruptura política es el rasgo que hoy caracteriza a la mayoría de las democracias del mundo. Las divisiones son tan profundas que muchos de sus ciudadanos hasta definen su identidad política en contraste con la que marca a ‘la otra parte’. No toleran a quienes tienen visiones diferentes sobre el país, sus problemas, causas y soluciones. Con frecuencia, ni siquiera aceptan al adversario como un actor político legítimo. Naturalmente, mientras más polarizado está un país, más difícil es gobernarlo. [7]

 

Poco más adelante Naím señala agrega que

 

[l] os comicios, además, certifican y le ponen números al tamaño de la grieta política que separa a la sociedad. Las democracias polarizadas tienen dificultades para formar gobiernos, para mantenerse en el poder y para tomar decisiones necesarias pero controvertidas. Esta realidad política se ha globalizado. Hemos visto sus nefastas consecuencias en España, Italia, Reino Unido, Grecia, Israel, Polonia, Brasil, Perú, Chile, Indonesia, Malasia, Tailandia, Suráfrica, Nigeria y Túnez por solo mencionar algunos ejemplos.[8]

 

Naím señala que la polarización, que en principio no es otra cosa que el desarrollo de grupos de opinión bien definidos es algo normal en la democracia, pero ahora hay un ingrediente adicional:

 

Esto no quiere decir que la polarización es un fenómeno nuevo. Siempre ha existido y el contraste de ideas y propuestas es parte inmanente de la democracia. Pero ahora las situaciones de gran disfuncionalidad gubernamental y política que produce la polarización extrema son la norma. Las elecciones de Estados Unidos son tan solo el más reciente y revelador ejemplo de esta debilitante enfermedad política.[9]

 

Con esto, en un segundo paso, Naím llega a las redes sociales a través de una pregunta retórica:

 

¿A qué se debe esta tendencia a la fragmentación de las sociedades en pedazos que no se toleran? El aumento de precariedad económica y la sensación de injusticia son, sin duda, algunas de las causas de la polarización política. [a] La popularización de las redes sociales y [b] la crisis del periodismo y los medios de comunicación tradicionales también contribuyen a alentarla. Las redes sociales como Twitter o Instagram estimulan la comunicación a través de mensajes cortos. Tal brevedad privilegia el extremismo, ya que cuanto más corto sea el mensaje, más radical debe ser para que circule mucho. En las redes sociales no hay espacio, ni tiempo, ni paciencia para los grises, la ambivalencia, los matices la verificación de los datos e informaciones o la posibilidad de que visiones encontradas encuentren puntos en común. Todo es o muy blanco o muy negro. Y, naturalmente, esto favorece a los sectarios y hace más difícil llegar a acuerdos.”[10]

 

Justamente las redes sociales generan que lo público, a saber, lo que es de “interés de la comunidad”,[11] no esté sometido a la república de las letras como la forma característica de lo público en la Modernidad, es decir, no está sometida al intercambio a través de textos entre aquellos que son los ilustrados mediante textos, los letrados. Por el contrario, las redes “recuperan” (McLuhan) el ágora arcaica como el espacio en el que reinan los demagogos y sus seguidores, que es lo que deberían evitar los gate keepers o los “guardianes” a los que correctamente señala Schettino. Ahí, en las redes, que son el ágora moderna porque en ellas como en la vieja polis literalmente a) todo el mundo puede expresarse espontánea e instantáneamente, o sea, b) sin ningún requisito y sin ninguna preparación, sin ninguna ilustración o credencial y c) desde la emotividad más abierta, es imposible toda “narrativa” de unidad porque toda nación contemporánea —occidental u oriental— no es ninguna polis sino una sociedad muchísimo más compleja, marcada por una infinidad de diferencias ajenas a la experiencia humana de la polis griega.

 

La forma nación democrática como marco de entendimiento comunitario moderno está a) excluida por principio de las redes y eso, ciertamente, en la acción conjunta de las mismas con b) “la crisis del periodismo y los medios de comunicación profesionales”.[12] Como queda claro del último párrafo citado, Naím ve en las redes, por una parte, y el periodismo y los medios, por otra, dos factores claramente distinguibles, sobre lo que habremos de volver, pero por lo pronto veamos cómo introduce Naím el concepto de la “antipolítica”: “Pero hay más. La polarización no solo resulta de los resentimientos causados por las dificultades económicas o la pugnacidad estimulada por las redes sociales. La antipolítica, el total repudio a la política y los políticos tradicionales es otra importante fuente de polarización”.[13]

 

Nótese que Naím define la antipolítica como “el total repudio a la política y los políticos tradicionales”, pero por lo menos en el artículo de referencia la ve como un factor adicional, sin relación necesaria con “la pugnacidad estimulada por las redes sociales” y la “crisis del periodismo y los medios de comunicación tradicionales”.[14] Es decir, Naím separa entre a) el estrato de los políticos y sus instituciones y b) el de los periodistas y sus medios, al tiempo que, además, por separado, define la antipolítica la como una actitud de negación del primer factor. Por nuestra parte, pensamos que justamente la “antipolítica” como la define Naím, tiene su actual condición de posibilidad en las redes sociales (y en EU en las cadenas de TV por cable y las estaciones de radio descentralizadas).[15] Veamos como planta Naím la situación: “Los partidos políticos ahora deben enfrentar una plétora de nuevos competidores (‘movimientos’`, ‘colectivos’, ‘mareas’, ‘facciones’, ONGs) cuya agenda se basa en el repudio al pasado y en tácticas que fomentan la intransigencia. Irónicamente, para tener éxito electoral, los partidos políticos tradicionales también deben adoptar posiciones moldeadas por la antipolítica.

 

Llamemos a esta, la sumisión de los políticos y sus partidos a la antipolítica, la moldeadura o configuración de estos por la antipolítica, la succión de los políticos y los partidos por dichos agentes antipolíticos. Los succionan, los moldean, los someten, en el sentido de que tales agentes les marcan la agenda, es decir, las temáticas, pero sobre todo los rítmos y los modos, a los políticos y sus partidos. Pero eso ocurre gracias a la presencia social omniabarcante que dichos agentes ganan por estar presentes en las redes sociales. Las redes son la base, la condición de posibilidad para el ritmo y el modo de la acción de los agentes antipolíticos.

 

El ritmo de dichos actores informales en competencia con los partidos es en general el de la espontaneidad y la inmediatez, que les permiten las redes. Espontánea, literalmente de la nada, sin ninguna preparación y a partir de cualquier incidente, cualquier individuo genera la formación de uno o muchos grupos informales, transinstitucionales, incluso con cientos de miles de individuos, con alguna o varias demandas, gracias a su presencia en las redes sociales.[16] Las demandas son el tema del movimiento espontáneo, pero el ritmo no es solamente la falta de preparación, lo imprevisto y, por tanto lo espontáneo del movimiento y sus grupos en desarrollo, sino que el ritmo del movimiento se caracteriza también por la inmediatez con la que se exige la solución de las demandas: solución inmediata, perentoria, gracias a que se hacen oír de todos por estar en las redes sociales. Pero además del ritmo, la acción de los individuos devenidos en grupos de las redes está el modo del movimiento, el cual es la intransigencia, la actitud de exigir el todo o nada, gracias a que dichos actores se escenifican ellos mismos ante la sociedad toda por saber que todo el mundo los puede escuchar en las redes. Cualquiera que sea el tema, la demanda, de los grupos alternativos o no profesionales, la dinámica política de dichos grupos está caracterizada por el ritmo de la espontaneidad del origen y la inmediatez o solución instantánea de la demanda, y el modo de la intransigencia maximalista o de la satisfacción total y sin cortapisas de la demanda del caso. El tiempo real de los eventos en las redes es la condición transcendental de posibilidad del fenómeno del ritmo y el modo con los que actúan los agentes informales, quienes en su informalidad sin las redes no serían nada.

 

La antipolítica es en sí misma la forma política contemporánea dominante, consistente en a) la espontaneidad, b) la inmediatez y c) la intransigencia, y queda expresada con toda claridad en la famosa demanda “¡que se vayan todos!”, que se ha repetido en diferentes movimientos desde hace unos 20 años. ¿Cuándo?, ¡ya!, ¡ahora mismo! Y sí, sí, “¡todos!”, sin faltar ninguno. Se tiene la forma de la espontaneidad, la inmediatez y, finalmente, la completitud, la totalidad, como expresión de la intransigencia posibilitada por ser lo público en y a partir de las redes.[17]

 

Precisando el concepto de la antipolítica

 

Digamos entonces que las agrupaciones políticas informales competidoras de los políticos profesionales y sus instituciones tradicionales les marcan la agenda a las formales y sus profesionales de la política, las succionan hacia sus temáticas y sus dinámicas. Para que esto quede más claro, refirámonos, por ejemplo, en el caso de los EE. UU., a las feministas, los BLM y los colectivos LGBTI. Tales organizaciones no son instituciones partidarias, sin embargo sus temas y sus movilizaciones determinan ya sea positiva o negativamente tanto al partido demócrata como al republicano y a sus figuras.[18] En particular el partido demócrata se ha convertido, como lo señaló Fukuyama ya en 2018 en un partido de las “minorías”, lo cual se reflejó de manera clara en la elección de Kamala Harris, en tanto la síntesis personificada de diversas “identidades”, como pareja de la dupla electoral presidencial con Biden.[19]

 

Ahora bien, Naím no da ejemplos de la actitud de rechazo a las organizaciones políticas formales y sus profesionales por parte de las informales y sus espontáneos, pero un caso particularmente claro, podemos decir, paradigmático, fue el del movimiento de los chalecos amarillos en Francia, del 17 de noviembre de 2018 a fines del verano de 2019. Este caso ya lo analizamos detenidamente[20] y es especialmente interesante porque el rechazo del movimiento alternativo, espontáneo, de los chalecos amarillos a los políticos y sus partidos fue particularmente claro e incluyó no solamente a los partidos sino a todas las instituciones formales de la vida pública y republicana francesa, es decir, partidos, sindicatos obreros, patronales, profesionales, parlamento, etc., alcanzando además de manera muy acusada a los medios tradicionales de la prensa, la radio y la TV y, claro, por supuesto, también a los periodistas y personajes de los medios, incluyendo hasta los camarógrafos. Por eso arriba utilizamos la palabra profesional. La antipolítica alcanza todo lo institucional y lo profesional que le es concomitante.

 

Los chalecos amarillos detestaban y rechazaban a todo tipo de institución de la vida pública y a sus profesionales, en particular hicieron gala del rechazo a políticos y partidos, periodistas y medios formales por igual. Para ellos era tan detestable ser dirigente partidario o parlamentario como ser periodista o camarógrafo o comentarista de un medio formal. Utilizando la manera enérgica en que Naím se expresa, entre los chalecos amarillos se dio “un total repudio” hacia ellos.[21] Así cómo las “iniciativas”, “colectivos”, etc. mencionados por Naím compitieron con los partidos, los grupos de Facebook de los chalecos amarillos, sus videos en Youtube, etc., y sus influencers en dichos medios, compitieron agriamente con los medios tradicionales. El desprecio y la hostilidad frente a estos fueron realmente de antología, por así decirlo. Entonces, a diferencia de Naím proponemos que el concepto de antipolítica no se use solo para describir a) la confrontación, rechazo, rebasamiento, de los partidos y otras instituciones políticas formales como los parlamentos, así como de los profesionales de lo política, sino también b) el rechazo y rebasamiento de los medios tradicionales y sus periodistas profesionales, ambos rechazados por el movimiento de los chalecos amarillos a partir de sus grupos de Facebook, es decir, online, y adicionalmente en las movilizaciones que realizaban cada sábado, es decir, offline. Veamos pues a la antipolítica como el rechazo y la hostilidad, dirigidos contra toda institucionalidad y los profesionales correspondientes. El movimiento de los chalecos amarillos era la antiistitucionalidad pura y simple. Una antiinstitucionalidad bajo la forma radical del “! Que se vayan todos” !, es decir, al margen de los temas del movimiento de los chalecos amarillos, la dinámica con el ritmo de la espontaneidad y la inmediatez y el modo de la intransigencia, es la marca de la antipolítica gestada desde las redes sociales. La antipolítica no es simplemente lo antiinstitucional, sino antes que nada la forma de la antiinstitucionalidad: espontaneidad, inmediatez e intransigencia gracias a las redes sociales y el fenómeno del Don cualquiera actuando en ellas en tiempo real.

 

La gran ventaja que tiene el movimiento de los chalecos para clarificar las cosas tanto en la realidad como en el concepto es que la antipolítica, ahora redefinida, no es algo “adicional”, algo “además” de las redes, sino la esencia misma del movimiento de los chalecos amarillos como un movimiento surgido, centrado, dirigido, organizado, impulsado, en las redes sociales, principalmente en Facebook. En otras palabras, las redes, la antipolítica y la crisis del periodismo y sus medios no son aquí tres cosas que se pueden ver como auto subsistentes sino manifestaciones de un mismo fenómeno, a saber, el rebasamiento —y eventualmente la succión— de todas las instancias institucionales de la vida pública por la dinámica de las redes sociales. Ellas son el centro y no un factor más, adicional a otros.

 

Los guardianes y la forma ilustrada de la discursividad

 

“La república de las letras” es el título de una forma central en el dilatado proceso del surgimiento y consolidación de la Modernidad; es de hecho la forma de lo político en tanto esfera del interés público, no privado, partiendo de la tipografía alfabética y la “forma libro” (McLuhan). Al margen de las variaciones nacionales específicas del poder político, del parlamento, de los partidos, las monarquías constitucionales, de los pesos y contrapesos, la forma república de las letras se refiere al trasfondo de la existencia de un conjunto de letrados, es decir, de profesionales de las variadas instituciones concretas, gente entrenada en los valores tipográficos de la discursividad objetiva y tolerante, modelada por la habilidad para escribir y leer libros. Los profesionales de las instituciones de ese dilatado periodo que en Occidente desemboca en las naciones más o menos liberales, republicanas y democráticas, son los letrados, gente entrenada en la escritura y la lectura de libros y también de artículos de periódico. La forma en cuestión, es decir, la república de las letras es la actitud, o patrón mental cognitivo, moral y de conducta de los letrados o profesionales surgidos de la tipografía alfabética.

 

Con la aparición del telégrafo el periódico se convierte en diario, “el periódico del día” (McLuhan), el cual le da mucha mayor rapidez a la circulación de la información —Schettino habla de “aceleración”—. El telégrafo es el primer medio eléctrico y desemboca en el diario, que es una “energía híbrida” entre “lo eléctrico” (el telégrafo) y “lo mecánico” (la prensa), esto significa un cambio radical porque multiplica a los escritores y lectores, pero ya no bajo la forma pura de los verdaderos letrados, los profesionales de la escritura de largo aliento, es decir, de discursos sostenidos y unitarios en largas extensiones, los libros. Ahora se multiplican los escritores de notas informativas y artículos de opinión periodísticos. A fin de cuentas, es mucho más fácil y rápido escribir un artículo de opinión que todo un libro, por informado que sea el artículo. Sin embargo, en la transición del libro al diario se mantiene la figura del profesional, aunque la del letrado tradicional pierda lugar frente a las del articulista y el periodista. Estos son los nuevos profesionales, pero lo son porque en sus medios, los periódicos, se mantiene el ideal ilustrado de la forma discursividad, es decir, de la objetividad y la tolerancia, el cual supone la confrontación de opiniones bajo control estricto de la emotividad. En ese sentido, el paso del libro y del periódico al diario, sigue bajo el peso decisivo de la forma ilustrada república de las letras.

 

La profesionalidad de los periódicos está garantizada por las mesas editoriales. La editorialización, el control de quién escribe y cómo escribe —no de qué escribe siempre y cuando sea del interés público —, está a cargo, justamente de los guardianes o gate keepers. Ya no se trata del control autónomo y espontáneo del letrado mismo, sino del control de los periodistas por los guardianes. Estos exigen credenciales, es decir, profesionalidad al periodista. Y este remanente central de la república de las letras, la simple forma discursividad, llega hasta los nuevos medios eléctricos que son el radio y después la TV.[22] En la primera fase de estos medios existen solo unas pocas cadenas en cada nación moderna, liberal y republicana democrática, con lo que forman un punto de vista unificado, es decir, el marco mismo de comprensión común que es la forma nación, gracias a los gate keepers, quienes garantizan el carácter, la forma ilustrada, es decir, discursiva, de los contenidos verbales o textuales de radio y TV, tanto como en la prensa diaria —y, claro, en las revistas—.[23] En los medios, gracias al nivel profesional de los periodistas, se habla de lo mismo y esencialmente del mismo modo, es decir, bajo la forma ilustrada de la opinión objetiva y reflexiva aportada por especialistas y con diversidad mesurada y tolerante.[24]

 

La forma discursiva, con temas de interés general, principalmente económicos, es propia no solo de periodistas y los medios de comunicación sino también de los partidos y más aún, de la totalidad de las instituciones liberales. Toda institución tiene un carácter de permanencia declarado, fijado en principios, normativas y estatutos, y además cuenta con profesionales preparados, entrenados y, sobre todo, guiados por procedimiento y protocolos que son sedimentación de la forma discursiva de la objetividad, la mesura, la reflexividad y la tolerancia. Entonces, como lo muestra de manera paradigmática el caso del movimiento de los chalecos amarillos la antipolítica es la forma antidiscursiva por excelencia, la simple dinámica de las redes sociales, es decir de sus millones de espontáneos Don cualquiera, que actúan en cualquier momento y desde cualquier lugar; la antipolítica no se queda en atacar y rechazar a los políticos y sus partidos así como a los periodistas y sus medios, sino sin más a la institucionalidad y la forma del profesional en su conjunto. De ahí el “¡Que se vayan todos!”, así como el “Todos al demonio” o el “¡al carajo sus instituciones!” famoso en México.

 

Los Don cualquiera de la red y la forma antipolítica

 

Schettino hace en este marco muchos señalamientos con los que coincidimos, pero entre lo más importante está su señalamiento de que en las redes no hay gate keepers, es decir, en las redes no hay ningún profesional de la discursividad, ningún “guardián” preocupado por mantenerla. Hay gente hábil para la provocación, incluso pagada para ello, y hasta pueden ser letrados, sin embargo, en las redes no actúan bajo la forma de la discursividad, lo cual sería imposible por la estructura o forma misma del medio, sino bajo la forma de la antipolítica, como cualquier usuario sin credencial alguna, por el simple hecho de que, como dice Naím, según vimos arriba y es necesario retomarlo ahora

 

[l]as redes sociales como Twitter o Instagram estimulan la comunicación a través de mensajes cortos. Tal brevedad privilegia el extremismo, ya que cuanto más corto sea el mensaje, más radical debe ser para que circule mucho. En las redes sociales no hay espacio, ni tiempo, ni paciencia para los grises, la ambivalencia, los matices la verificación de los datos e informaciones o la posibilidad de que visiones encontradas encuentren puntos en común. Todo es o muy blanco o muy negro. Y, naturalmente, esto favorece a los sectarios y hace más difícil llegar a acuerdos.[25]

 

Siguiendo la descripción de Naím, es claro que se trata nada menos que de la estructura o forma del medio, la “ventana” para a) un contenido a colocar o ya con un contenido en el flujo imparable de tiempo real, que hay b) que comentar, c) calificar o d) compartir. Es esta estructura[26] la que excluye de raíz la forma discursiva, y, por el contrario, es completamente concordante con la dinámica antipolítica con su ritmo de la espontaneidad y su modo de la inmediatez y la intransigencia. Se trata de un medio diseñado para la agencia básicamente reactiva del usuario en tiempo real, bajo la presión de una sobrecarga inmensa de información[27] que no admite ni “espacio, ni tiempo, ni paciencia” para la reflexión o la tolerancia. El patrón de uso del medio se correlaciona con un patrón de conducta al que quedan sometidos los usuarios del medio; todos, incluso los profesionales de la política y de los medios tradicionales son succionados por la dinámica inmediatista e intransigente de las redes, cargada de irreflexividad y emotividad.

 

La forma o estructura del medio imponiendo una estructura o patrón moral y de conducta intransigente, lleva pues a la antipolítica, generando no solo la crisis del periodismo y de los medios tradicionales sino la crisis de la discursividad misma a nivel social. Los políticos y los partidos, los periodistas y sus medios de comunicación, son presa de la inmediatez, la emotividad y la intransigencia antidiscursiva aunque aun adopten formas discursivas.[28] En otras palabras, los contenidos textuales y verbales de los medios tradicionales caen en la radicalidad, la intransigencia y la intolerancia de las redes en tanto los medios de la antipolítica.[29] El que la forma antipolítica subordine a la forma discursiva llevándola al radicalismo emotivo y la intransigencia es un fenómeno que se puede apreciar cotidianamente en los medios norteamericanos, arrastrados a posiciones partisanas intransigentes que serían imposibles en la época en que los gate keepers salvaguardaban la discursividad en la prensa, el radio y la TV nacionales. Ahora los profesionales actúan, aun utilizando formas discursivas y reflexivas, bajo la intransigencia y la intolerancia y bajo el momentum emotivo propios de las redes. Esto es el hoy en día señalado y frecuentemente lamentado partisanismo radicalizado de los medios de comunicación norteamericanos.

 

Ocurre, pues, que la aproximación de Naím al fenómeno de la antipolítica es limitada. Todos los grupos que él mencionó como desbordando o rebasando a los partidos en la competencia política con ellos son parainstitucionales, pero las redes y los individuos y los “grupos” de activistas en ellas están realmente fuera de las instituciones, y por lo tanto, son ya con su mera existencia, el potencial mismo de la antipolítica más radical. Desbordan por completo a la institucionalidad democrática proveniente de la tipografía alfabética, de la república de las letras, y concuerdan con las subversiones institucionales realizadas por los “hombres fuertes” (los “machos alfa”, les dice Schettino) como Maduro, Ortega, López, Trump, Erdogan, etc. Así, en general, la institucionalidad democrática encarnada y dirigida por los profesionales de la política y de los medios tradicionales, queda bajo un doble ataque, “desde abajo”, desde las masas digitales, y “desde arriba”, es decir, por los demagogos que llegan a utilizar el ambiente de algarada digital y eventualmente real, para convertirse en los hombres fuertes que se imponen a la institucionalidad mandándola “al demonio”. Los chalecos amarillos con su obsesión antiistitucional son solo un ejemplo de la antipolítica de masas, pero el fenómeno se extiende a todas las algaradas virtuales (online) que llegan a convertirse en algaradas reales (offline), como los movimientos de la primavera árabe. Desde “arriba” y desde “abajo” la institucionalidad queda en jaque en la crisis general de la discursividad — que como ya dijimos, es particularmente notoria en el deslizamiento de las academias al militantismo de emotividad desbordada, que se manifiesta en la “cancelación” como forma de la intransigencia extrema antipolítica—.

 

En las algaradas callejeras como las mencionadas se realiza lo que ya existe digitalmente, y eso que ya existe digitalmente es la acción “política”, es decir, pública, espontánea, de cualquiera o, lo que es lo mismo, la política de los no profesionales. La espontaneidad anónima de los Don cualquiera de la red es lo que genera una esfera política digital en cada nación occidental, permanente en el tiempo y delocalizada en el espacio y, sobre todo delocalizada en el sentido de estar radicalmente fuera de la institucionalidad con sus órdenes, sus ritmos, sus procedimientos y protocolos. En Occidente, se tiene a masas de millones de “usuarios de las redes” generando lo “público”, es decir, definiendo aquello de lo que los políticos y analistas profesionales se tienen que ocupar, y fijando la agenda y la dinámica de lo público. Como dijimos atrás, la succión por las redes de lo público no es solamente temática, sino que es la forma partisana y radical misma, un radicalismo de la dinámica inmediatista de la solución “¡ya!, ¡ahora!”, y además, maximalista, del todo o nada intransigente, sin negociación posible. Es la e-esfera delocalizada en el espacio, pero presente en un “ahora” eterno, que define lo público para la masa de los no profesionales, los que ahora sí tienen no solo voz, sino que llevan la voz cantante, la definición de lo “público” con sus hashtags y sus “tendencias”, gracias a que no hay gate keepers ya que por definición en las redes el usuario, el Don cualquiera, sin credencial alguna, aporta los “contenidos”. Por eso no habrá forma deaprendera manejar las redes, de construir en ellas o con ellas una narrativa concordante con las instituciones, como quiere Schettino. Las redes llevan inscrita en su forma, en su arquitectura misma, la antiinstitucionalidad. Construir una narrativa institucional desde ellas sería como enseñar civilidad, racionalidad, a masas emotivas, radicalizadas; eso es imposible y es el punto que se le escapa a Schettino: en Occidente nos confrontamos nada menos que la nueva forma de la subjetividad propiciada por las redes, esa subjetividad hipersensibilizada y por eso irreflexiva, puramente volitiva y reactiva de los usuarios de las redes.

 

Estos e-actores políticos tienen sus patrones de uso del medio que son las redes, sus patrones cognitivos, morales y de conducta que se imponen a los actores institucionales (políticos y analistas y hasta académicos) y les marcan no solo los contenidos sino también los patrones morales y de conducta. Los patrones morales y de conducta definidos por las redes “saltan” a los otros medios tradicionales eléctricos (el diario, el radio, la TV) y los someten. Los actores profesionales de lo público y los otros medios quedan sometidos a los patrones, es decir, a la dinámica de las redes. El profesional de la política y del análisis se convierte en un apéndice lastimero de la voz de las redes. El sujeto político contemporáneo son las hordas de imbéciles de las redes de las que se quejaba Eco, y en eso no habrá vuelta atrás mientras las redes sean como son, y subvertirlas, es generar un nuevo medio, como en China, donde en las redes no se permite que los usuarios publiquen en la esfera de lo público, es decir, de lo político.

 

Los profesionales de la política y de los medios tradicionales con gate keeping son una herencia de la tipografía alfabética con su forma de la república de las letras, educados para la acción discursiva, es decir, ilustrada, a) basada en la objetividad, al margen de la emotividad, como fundamento de cadenas lógicas y causales de razonamiento que remite a hechos, datos, y que además es b) tolerante y pone a prueba sus tesis en la discusión ilustrada con otros. Esos profesionales son ahora desbordados desde arriba por demagogos como Trump, por los locutores y conductores de las cadenas de TV por cable y de las estaciones de radio partisanas (en EE. UU.) En Occidente ya no es extraño que simples aventureros lleguen a los medios tradicionales y a la política convirtiendo a esta en un asunto de show-men y aquellos en un asunto de reality-show. Eso es desde arriba. Desde abajo los profesionales de la política y de los medios son desbordados por los millones de los Don cualquiera, usuarios de las redes, que están ahora y siempre y en todos lados.

 

Las redes, la identidad y la antipolítica

 

Las redes como catalizador de la emotividad promovida por el entorno de medios eléctrico en su totalidad,[30] son también el transcendente o condición de posibilidad de la identidad, que es parte medular de la antidemocracia como antipolítica, lo que Naím ve muy claramente:

 

Otro factor que nutre la polarización es la identidad. La idea de pertenecer a organizaciones políticas en las que militan personas ‘como yo’ se ha vuelto un factor importante. Esta identidad puede ser religiosa, étnica, regional, lingüística, sexual, generacional, rural, urbana, etcétera. La suposición es que la identidad que une a los adherentes a un grupo político genera intereses y preferencias similares. Como la identidad suele ser más permanente y menos fluida que las posiciones políticas ‘normales’, a este tipo de agrupaciones políticas se le dificulta más el hacer concesiones en asuntos que conciernen la identidad de sus miembros. Esto naturalmente las hace más inflexibles ya que el radicalismo y la polarización suelen ir juntas.[31]

 

Por su parte, Schettino no ve la identidad como un factor más, sino, como factor esencial de la crisis de “ideas” que nosotros concebimos más bien como la crisis de la discursividad. Por otra parte, sin entrar en el asunto ahora, solamente señalándolo, esa permanencia y stasis de las identidades equivale a un neoestamentarismo, que define una pertenencia de nacimiento o esencial a un determinado grupo o neotribu. Lo que opera en dicha pertenencia es una esencia que no se puede deponer, de la que no se puede abdicar y, por tanto, se convierte en destino. Los neostamentos son estructuras totalmente antiliberales y antidemocráticas porque corporifican diferencias insalvables bajo la fórmula, bien conocida de las tradiciones europeas, de “origen es destino”.[32] Dichos neoestamentos son las actuales “tribus” que definen la política de la identidad.[33] Tal forma social, la identidad, con sus neotribus o neoestamentos, es en términos liberales y democráticos, antipolítica pura, es la negación misma del individuo abstracto como ciudadano homogéneo ante la ley y las instituciones políticas. La identidad es la negación de la nación liberal contemporánea, pero tal forma política es imposible sin el entorno eléctrico succionado por la dinámica antipolítica inherente por las redes.

 

Conclusión. Las redes y la forma social asiática

 

Schettino muestra una gran buena voluntad creyendo que “aún no” sabemos cómo manejar las redes y que las “herramientas digitales” (“el aparatito”, les dice él) serán el medio de la democracia más amplía jamás alcanzada, una sola ciudad para 8000 millones de personas basada en la idea de la libertad (Fuera de la caja 82). En su filosofía comunicativa de la historia Schettino tiene el supuesto de que siempre se aprende a manejar el nuevo medio de comunicación y eso, en los últimos cinco siglos, ha desembocado en versiones o formas del liberalismo y él espera que resolveremos el problema, aunque como él dice al final del fragmento citado al inicio, “todavía va a tardar”. Digamos que los chinos tienen ya ahora una forma muy exitosa institucionalmente de manejar las redes, pero es la no liberal en términos políticos, y a Schettino le interesa una forma liberal. De hecho, Schettino repite que hay que aprender a manejarlas para poder construir una nueva narrativa institucional, y no deja abierta la puerta a la posibilidad de que eso sea imposible en el marco liberal, no entrevé la posibilidad de que las redes y el liberalismo sean incompatibles de raíz.

 

Si se da por buena la teoría mcluhaniana de los medios, queda clara totalmente la incompatibilidad a) del medio liberalismo, con su b) democracia representativa, guiada por b) profesionales, todo lo cual son formas de la subjetividad social generada por la tecnología mecánica, por un lado y, por otro, el medio redes sociales y los medios eléctricos en general, incluyendo al diario, la radio, el cine y la TV. La teoría mcluhaniana del choque irremisible entre “lo mecánico” y lo “eléctrico”, desahucia desde la raíz la idea de Schettino de que podemos aprender a usar las redes para y en el marco liberal. La idea de Schettino equivale a que se pudiera utilizar la forma tecnológica eléctrica para que funcionara la forma mecánica de la tecnología, lo cual es una contradictio in adjecto. La solución para que las redes y la tecnología eléctrica en general no perturben de manera catastrófica a la sociedad la tienen los no muy liberales orientales. Schettino tiene perfectamente claro en su filosofía mediática de la historia que el nuevo medio de comunicación produce una crisis y una transformación social de gran alcance, sin embargo, tiene un punto ciego con el liberalismo. Schettino confunde la importancia del liberalismo económico con la del político, los identifica. Es el error común de identificar las formas capitalistas con las formas democráticas, capitalismo con democracia, cosa en la que acusadamente, por ejemplo, el economista Milanovic no cae.[34] En realidad, en la actualidad, con la presencia masiva del “capitalismo político” (Milanovic) chino, la confusión o fusión de democracia con capitalismo es un tanto extraña y solo explicable desde un sesgo ideológico, ya que ha existido y existe el capitalismo exitoso sin democracia, por ejemplo, en la España de Franco, en el Chile de Pinochet, en la Corea del sur hasta la fecha y en el mismo Japón, donde la democracia es en realidad débil, quedando sometida a fuertes tradiciones autoritarias y colectivistas, a una presencia débil de la forma individuo. Lo cierto es que ya tuvimos el liberalismo y no hay ningún punto definido en los muy ricos y aleccionadores análisis de Schettino que lleve suponer que es necesaria la continuidad social occidental como liberalismo. En dichos análisis se manifiesta repetidamente la revisión de los últimos 500 años de Occidente, así como el deseo de que de que el liberalismo se reconstituya, deseo por lo demás basado en la identificación entre economía abierta, mercado, capitalismo, por un lado, y democracia por otro. En su filosofía de la historia esbozada en Repensar el liberalismo y en una multitud de aleccionadores podcasts, Schettino afirma que la salida de la crisis comunicativa que genera cada nueva tecnología comunicativa, es una nueva forma socio política. Schettino piensa que, desde la imprenta, con cada crisis comunicativo social se sale con una nueva versión de liberalismo, una nueva forma política liberal mejorada o ampliada.

 

Desde nuestro punto de vista, el carecer en su análisis de la aportación mcluhaniana de la diferencia radical entre medios mecánicos y medios eléctricos, evita que Schettino se plantee siquiera la posibilidad de que las redes sociales succionando al entorno mediático eléctrico total, hagan imposible el liberalismo político, la forma democracia representativa. Schettino se desliza al terreno del que no toma en serio la naturaleza del medio, su forma o estructura, que en sí misma y desde el medio es, digámoslo así, indomable en este caso. Por eso es clave la parte ya citada de Naím. Solo hay un uso correcto de las redes que es el que vimos que Naím reconoce claramente, donde “no hay espacio, ni tiempo, ni paciencia”, que son las marcas de la discursividad como correlato mental del liberalismo político; las redes solo dejan lugar para el “extremismo” y el mensaje radical, mejor mientras “más radical”. En ellas “[t]odo es o muy blanco o muy negro (…)”, porque son el marco de una mentalidad mítica de lucha final del bien contra el mal.[35]

 

McLuhan lo explica muy bien, los efectos del medio cambian solo cuando cambia el medio mismo o bien cuando al mismo medio se le contrapone otro medio o bien el medio se inserta en otro entorno mediático. Ese medio y entorno mágico que neutraliza a las redes – y a todos los medios eléctricos como factores de descomposición en el caso de la sociedad liberal es, justamente, la sociedad no liberal, la autoritaria con su colectivismo correlativo con una individualidad débil.[36] McLuhan considera las formas de organización social como tecnología, como medios, y es la tecnología de la tribu, la tribu como tecnología, con su autoritarismo consubstancial, el colectivismo meritocrático ligado a una estructura jerárquica de roles, y que suprime total o grandemente la libertad política, la que puede construir la “narrativa” de legitimación institucional para las redes, de hecho les da de entrada dicha narrativa. El autoritarismo meritocrático ni siquiera da marco a la TV por cable y las estaciones de radio privadas que puedan intervenir en los asuntos públicos. El colectivismo asiático no ha dejado ya no digamos que la radicalización propia de las redes sociales, sino ni siquiera que la simple partisanización de la TV por cable y de las estaciones de radio independientes, lo desestabilice. Se trata de una tecnología, la forma social asiática, que impide tanto a) la partisanización de la TV por cable como b) la radicalización de la partisanización efectuada por las redes sociales —esa radicalización es su “efecto”, como lo diría McLuhan, más intrínseco—. Además de las cadenas de TV por cable también hay que considerar en el análisis a las estaciones de radio partisanas que son típicas de EU y que se deslizan de bravuconada en bravuconada incitada por el anfitrión o conductor.

 

Siguiendo la mediología de McLuhan y la formalización transcendentalista de la misma que hemos desarrollado, queda claro que la diferencia entre Occidente y Oriente es la diferencia entre dos formas de la subjetividad individual y social mediáticamente condicionadas.[37] Ahora bien, es claro que Occidente no se va a orientalizar, simplemente no puede. En otras palabras, Occidente, con toda su potencia está ya desde que apareció la TV como medio social de emotividad desbocada, es decir, desde mediados de los años 60 con la lucha de por los derechos civiles en los EE. —UU. y la guerra de Vietnam, en la vía irreversible de una emotivización creciente llevada al paroxismo por las redes sociales. Los EE. — UU. vive y vivirá en tensiones crecientes que, si no llegan a estallar en guerra civil, de todos modos, harán que la forma nación democrática sea un cascarón cada vez más vacío. Todo parece indicar que no hay vuelta atrás, a menos que fuera posible el inmenso tour de force de suprimir las redes sociales y los medios partisanos, volviendo a la situación de la opinión nacional unitaria con base en la prensa ilustrada de viejo estilo conviviendo con unas pocas cadenas de TV y de radio nacionales.

 

Bibliografía

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  2. Carrillo Canán, Alberto. “En la era del libro digital”, Reflexiones Marginales, https://reflexionesmarginales.com/3.0/en-la-era-del-libro-digital/ (Consultado el 22 de enero de 2022)
  3. Carrillo Canán, Alberto. “Fukuyama y McLuhan: los Estados Unidos y la destrucción de la identidad nacional por la identidad tribal”, Reflexiones marginales, https://reflexionesmarginales.com/blog/2021/11/30/fukuyama-y-mcluhan-los-estados-unidos-y-la-destruccion-de-la-identidad-nacional-por-la-identidad-tribal/ (Consultado el 22 de enero de 2022)
  4. Carrillo Canán, Alberto. “Los chalecos amarillos, Trump y la antipolítica”, Reflexiones Marginales (2021), https://reflexionesmarginales.com/blog/2021/03/29/los-chalecos-amarillos-trump-y-la-antipolitica/ (Consultado el 22 de enero de 2022).
  5. Carrillo Canán, Alberto. “Los chalecos amarillos, Trump y la antipolítica. Segunda parte”, Reflexiones Marginales (2021), https://reflexionesmarginales.com/blog/2021/05/26/los-chalecos-amarillos-trump-y-la-antipolitica-segunda-parte/ (Consultado el 22 de enero de 2022).
  6. Carrillo Canán, Alberto José Luis, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental. Las redes sociales y la decadencia de Occidente, Editores y Viceversa, UNAM, Reflexiones Marginales, Ciudad de México, 2020.
  7. Cottee, Simon. “The liberal fantasy of the Capitol coup”, UnHerd, https://unherd.com/2022/01/the-liberal-fantasy-of-the-capitol-coup/ (Consultado el 23 de enero de 2022)
  8. Haidt, Jonathan; Rose-Stockwell, Tobias. “The Dark Psychology of Social Networks”, The Atlantic, https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2019/12/social-media-democracy/600763/ (Consultado el 22 de enero de 2022).
  9. LaFrance, Adrienne. “Facebook is a Doomsday Machine”, The Atlantic (2020), https://www.theatlantic.com/technology/archive/2020/12/facebook-doomsday-machine/617384/ (Consultado el 22 de enero de 2022)
  10. McCartney, Jenny. “The dangers of Twitter”, UnHeard (2021), https://unherd.com/2021/07/how-dangerous-is-twitter/?tl_inbound=1&tl_groups[0]=18743&tl_period_type=3&mc_cid=52bf39adf2&mc_eid=651ef17610 (Consultado el 22 de enero de 2022).
  11. McLuhan, Marshall, Understanding Media. The Extensions of Man [1964], MIT Press, Cambridge, MA, 1994.
  12. Naím, Moisés. “¿Quién ganó en Estados Unidos? La polarización”, El Universal, https://www.eluniversal.com.mx/opinion/moises-naim/quien-gano-en-estados-unidos-la-polarizacion (Consultado el 22 de enero de 2022).
  13. Schamis, Héctor E. “Que se vayan todos”, El País, https://elpais.com/internacional/2016/10/22/actualidad/1477170185_920395.html (Consultado el 22 de enero de 2022)
  14. “Repensar el liberalismo” Macario Schettino”, video de YouTube, 53:17, Fundación Friedrich Naumann México, https://www.youtube.com/watch?v=CquaHzHyOuU (Consultado el 22 de enero de 2022)
  15. Sabato, Hilda. “Que se vayan todos”, Freie Universität Berlin, https://www.lai.fu-berlin.de/forschung/lehrforschung/wissenproduktion_lateinamerikanischer_intelektueller/hilda_sabato/q/index.html (Consultado el 22 de enero de 2022).
  16. Schettino, Macario. “Todos al diablo”, El Financiero, https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/macario-schettino/todos-al-diablo (Consultado el 22 de enero de 2022)
  17. Vazquez, Maegan; Sullivan, Kate. “Biden calls Georgia law ‘Jim Crow in the 21st Century’ and says Justice Department is ‘taking a look’”, CNN Politics, https://edition.cnn.com/2021/03/26/politics/joe-biden-georgia-voting-rights-bill/index.html (Consultado el 23 de enero de 2022)

 

Notas

[1] Véase sobre todo nuestro libro Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental. Las redes sociales y la decadencia de Occidente, ed. cit.

[2]Véase Schettino, Macario. “Todos al diablo”, El Financiero, https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/macario-schettino/todos-al-diablo (Consultado el 22 de enero de 2022). Las cursivas en una cita son nuestras a menos que se indique lo contrario.

[3] “Repensar el liberalismo” Macario Schettino”, video de YouTube, 53:17, Fundación Friedrich Naumann México, https://www.youtube.com/watch?v=CquaHzHyOuU (Consultado el 22 de enero de 2022) Señalemos aquí que descubrimos los podcasts de Schettino sobre temas de “largo aliento” a partir de su conferencia Repensar el liberalismo, y nos dimos cuenta de que estábamos trabajando paralelamente, con ideas muy parecidas, pero las nuestras con base en una formalización filosófico kantiana, transcedentalista, de la mediología de McLuhan. De cualquier manera, descubrir el trabajo de Schettino fue para nosotros una gran alegría porque en principio él y nosotros somos los únicos a nivel mundial —hasta donde sabemos— que pretendemos dar una teoría del presente con base en ideas de teoría de la comunicación o de los medios. También nos alegramos porque hay una importante similitud de ideas y, finalmente, porque hemos aprendido mucho de él en su aproximación, digámosle así, culturalista. De hecho, los podcasts de Schettino y su conferencia señalada son ahora materiales regulares en nuestras clases sobre teoría de medios. De cualquier manera, el trabajo de Schettino a sido un gran estímulo para el nuestro incluso en los puntos de divergencia.

[4] Schettino les llama “tecnologías comunicacionales”.

[5] El importante trabajo filosófico cultural de Schettino en sus podcasts tiene para nosotros la desventaja de que no está escrito por lo que no es fácil registrar en dónde exactamente se ubica ninguna idea o concepto, volver a un pasaje citable tiene la inconveniencia de toda grabación oral de que hay que estar escuchando y volviendo a escuchar las grabaciones, cuando ahora, en la época del libro o del texto digital, es muchísimo más fácil volver a lugares de interés en los discursos escritos. Debido a dicha dificultad, en este trabajo nos contentaremos con hacer mención a las ideas sin remitir a los podcasts y los minutos correspondientes. Véase Carrillo Canán, Alberto. “En la era del libro digital”, Reflexiones Marginales, no. 42, https://reflexionesmarginales.com/3.0/en-la-era-del-libro-digital/ (Consultado el 22 de enero de 2022)

[6] Este asunto lo hemos desarrollado puntualmente en los trabajos “Los chalecos amarillos, Trump y la antipolítica” partes 1 y 2, en Reflexiones Marginales, no. 62 y 63, https://reflexionesmarginales.com/ (Consultados el 22 de enero de 2022).

[7] Véase: Naím, Moisés. “¿Quién ganó en Estados Unidos? La polarización”, El Universal, https://www.eluniversal.com.mx/opinion/moises-naim/quien-gano-en-estados-unidos-la-polarizacion (Consultado el 22 de enero de 2022). Las negritas son siempre de Naím.

[8] Idem.

[9] Idem.

[10] Idem.

[11] Para una discusión detallada de lo “lo público” y “lo político” véase la primera parte del trabajo “Los chalecos amarillos, Trump y la antipolítica”, señalado atrás.

[12] Naím, Moisés. “¿Quién ganó en Estados Unidos? La polarización”, El Universal.

[13] Idem.

[14] Idem.

[15] Este asunto lo abordamos por primera vez en el capítulo 13, “Los medios ‘eléctricos’ y la época de la ira, la forma moral y la forma política”, sección 1, “La ira como temple del mundo occidental”, en Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, ed. cit.

[16] Tal fue el caso paradigmático de los chalecos amarillos, que hemos analizado con detalle en otra parte, por ejemplo, en el capítulo 11 de nuestro libro McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, ed. cit.

[17] El lector atento habrá notado que, curiosamente, el texto de Schettino de referencia para este trabajo se titula “Todos al diablo”, y aunque la expresión no se explica en el artículo mismo, parecería claro que se refiere a la crispación en la que hombres como Trump o López se mueven como peces en el agua. Respecto a la consigna título de la sección véase, por ejemplo “Que se vayan todos”, El País, https://elpais.com/internacional/2016/10/22/actualidad/1477170185_920395.html (consultado el 22 de enero de 2022),  y también “Que se vayan todos”, Freie Universität Berlin, https://www.lai.fu-berlin.de/forschung/lehrforschung/wissenproduktion_lateinamerikanischer_intelektueller/hilda_sabato/q/index.html (consultado el 22 de enero de 2022).

[18] Por ejemplo, Pelossi y otros altos políticos demócratas poniendo la rodilla en el piso para pedir perdón tras la muerte de G. Floyd, convertido en gran figura de los BLM y de todo el progresismo (los woke) norteamericano.

[19] Véase nuestro trabajo “Fukuyama y McLuhan: los Estados Unidos y la destrucción de la identidad nacional por la identidad tribal”, Reflexiones marginales, no. 66, https://reflexionesmarginales.com/blog/2021/11/30/fukuyama-y-mcluhan-los-estados-unidos-y-la-destruccion-de-la-identidad-nacional-por-la-identidad-tribal/ (Consultado el 22 de enero de 2022)

[20] Véase el capítulo 11, Los chalecos amarillos y Facebook, de nuestro libro McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, ed. cit.

[21] Este asunto lo examinamos con detalle en el texto mencionado en la nota de pie de página anterior.

[22] McLuhan da cuenta de esto, véase Understanding Media, ed. cit.: “[…] la frustración que mucha gente experimenta con este medio [la televisión] en sus usos políticos. Un artículo de Edith Efron in TV Guide (mayo 18-24, 1963) llamó a la TV ‘el gigante tímido’ porque es inapropiada para los temas candentes y los tópicos controvertidos claramente definidos: ‘A pesar de la libertad oficial de censura, un silencio autoimpuesto hace que los documentales televisivos sean casi mudos respecto de muchos de los grandes temas del día.’ En tanto medio frío la TV, piensan algunos, ha introducido una especie de rigor mortis en el cuerpo político. Es el grado extraordinario de participación de la audiencia en el medio de la TV lo que explica su incapacidad para abordar los temas candentes. Howard K. Smith señaló: ‘Las cadenas televisivas están encantadas si Usted entra en una controversia en un país que esté a 14 mil millas de distancia. Ellas no quieren controversia verdadera, disenso verdadero, en casa.’ Para gente condicionada por el medio cálido del periódico, el cual se ocupa con la lucha entre los puntos de vista, más bien que con el involucramiento profundo en una situación, el comportamiento de la TV es inexplicable. (UM 309).” Fragmento de Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, ed. cit.

[23] McLuhan se refiere a esto de la siguiente manera: “La dinámica natural del libro y, también, del periódico [no del diario, basado en el telégrafo] es crear una perspectiva nacional unificada sobre la base de un patrón centralizado. Toda la gente alfabetizada, por lo tanto, experimenta el deseo de la mayor extensión de las opiniones más ilustradas [objetivas y tolerantes] en un patrón horizontal uniforme y homogéneo hasta las ‘áreas más atrasadas’ y hasta las mentes menos alfabetizadas [el ‘África interior’]. El telégrafo acabó con tal esperanza. Él descentralizó al mundo de la prensa tan profundamente que los puntos de vista uniformes nacionalmente fueron imposibles por completo, incluso antes de la Guerra Civil.”  (McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 257) Por su parte, Schettino se refiere unitariamente a estos temas en su podcast Fuera de la caja 102, que es central desde el punto vista de la explicación mediática de la historia.

[24] Eso mismo de lo que se habla de manera ilustrada son esencialmente temas económicos. Véase nuestro texto “Fukuyama y McLuhan: los Estados Unidos y la destrucción de la identidad nacional por la identidad tribal”, Reflexiones marginales, no. 66. Schettino sostiene lo mismo, él señala los salarios y los impuestos.

[25] Naím, Moisés. “¿Quién ganó en Estados Unidos? La polarización”, El Universal, https://www.eluniversal.com.mx/opinion/moises-naim/quien-gano-en-estados-unidos-la-polarizacion (Consultado el 22 de enero de 2022).

[26] Hay un pequeño número de artículos seminales de teóricos anglosajones en los que se habla de la “arquitectura” del medio y su efecto sobre la democracia. Aquí solo remitimos a cuatro de ellos: “Facebook is a Doomsday Machine”, de Adrienne LaFrance (The Atlantic, https://www.theatlantic.com/technology/archive/2020/12/facebook-doomsday-machine/617384/), “The Dark Psychology of Social Networks”, de Jonathan Haidt y Tobias Rose-Stockwell (The Atlantic, https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2019/12/social-media-democracy/600763/), “How Twitter poisoned politics”, de Rafael Behr (Prospect, https://www.prospectmagazine.co.uk/magazine/how-twitter-poisoned-politics), y “The dangers of Twitter”, de Jenny McCartney (UnHeard, https://unherd.com/2021/07/how-dangerous-is-twitter/?tl_inbound=1&tl_groups[0]=18743&tl_period_type=3&mc_cid=52bf39adf2&mc_eid=651ef17610) En nuestro texto ya referido Los chalecos amarillos y Facebook ofrecemos un análsis morfólógico, es decir “arquiectónico”, detallado de Facebook.

[27] Schettino le llama a veces overload de información.

[28] Se trata de un problema social total que afecta incluso a las academias, particularmente en los países anglosajones, como lo muestran claramente Jonathan Haidt y Jordan Peterson.

[29] Sería muy instructivo y políticamente importante mostrar cómo la prensa “liberal” norteamericana, por lo menos desde 2015 se ha deslizado a un tipo de antipolítica que en México se conoce como amarillismo y que consiste en una dramatización demagógica extrema de los asuntos políticos del día. Mencionemos como ejemplo notable los lamentos por la democracia que “muere en las sombras” comunes en el NYT y en el WP con motivo de ciertas reformas electorales que, según la dramatización frecuente en dichos medios, arrebatan los derechos electorales a los negros y a los latinos y devolverían a Estados Unidos a la época de las “leyes Jim Crow”. El profesional más importante de los EE. – UU., el presidente Biden, está entre los políticos que hacen la referencia dramático demagógica a las leyes de Jim Crow. Véase Vazquez, Maegan; Sullivan, Kate. “Biden calls Georgia law ‘Jim Crow in the 21st Century’ and says Justice Department is ‘taking a look’”, CNN Politics, https://edition.cnn.com/2021/03/26/politics/joe-biden-georgia-voting-rights-bill/index.html (Consultado el 23 de enero de 2022) Por lo demás, como lo hemos examinado en el texto Los chalecos amarillos, Trump y la antipolítica, parte 1, un aspecto central de la antipolítica es que lleva, como también lo reconoce Naím, a una partición maniquea de “blanco y negro” en la forma de la lucha final del bien contra el mal, más precisamente un patrón mental o “[…] forma comunicativa cuasi mítica que es incompatible con el patrón o forma comunicativa discursiva propio de la democracia representativa.” Esto está bien documentado tanto para la tribu trumpista como para la tribu “liberal” en los EE. UU. Un texto en el que se describe tal efecto de una “lucha cósmica de proporciones maniqueas” para el caso de los “liberales” norteamericanos es “The liberal fantasy of the Capitol coup”, de Simon Cottee (UnHerd, https://unherd.com/2022/01/the-liberal-fantasy-of-the-capitol-coup/)

[30] Entorno que incluye a los medios tradicionales en su versión digital y, en especial, a los canales de TV por cable y a las estaciones radiofónicas partisanas.

[31] Naím, Moisés. “¿Quién ganó en Estados Unidos? La polarización”, El Universal, https://www.eluniversal.com.mx/opinion/moises-naim/quien-gano-en-estados-unidos-la-polarizacion (Consultado el 22 de enero de 2022).

[32] Ver nuestro texto sobre McLuhan y Hegel, de próxima publicación.

[33] Ver nuestro texto de Fukuyama y McLuhan. Schettino se refiere a las características de nacimiento o aprendidas en desde la más temprana edad, como la religión —y el lenguaje, añadiríamos nosotros—. Schettino también tiene toda la razón cuando desde su enfoque culturalista señala que al problema permanente de quién pertenece al grupo, y por lo tanto se puede confiar en él, ahora Occidente se confronta con el hecho fatal de que, como dice McLuhan, en la “época eléctrica” el enemigo está dentro de las propias puertas, es decir, es un connacional. Todo este asunto quede aquí simplemente señalado, para un análisis circunstanciado véase nuestro texto sobre McLuhan y Fukuyama ya publicado y la versión grandemente ampliada y mejorada de próxima publicación.

[34] Ver su libro Capitalism Alone: The Future of the System that Rules the World (2019).

[35] La crisis actual de la discursividad se corresponde con un pensamiento neomítico que es correlativo con la radicalidad del neotribalismo eléctrico. Ver nuestros dos textos ya mencionados sobre “Los chalecos amarillos, Trump y la antipolítica”, y nuestro texto sobre McLuhan y Fukuyama, ya mencionados.

[36] Esa es la teoría que exponemos en los dos últimos capítulos de nuestro libro McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, ed. cit.

[37] Esto lo exponemos en los dos últimos capítulos de nuestro libro McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, ed. cit.

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