La doble naturaleza en el concepto de anomalía en Thomas Kuhn

 

Resumen

En La estructura de las revoluciones científicas, Kuhn dice que una anomalía es una contravención a la expectativa de una teoría, así que por extensión el concepto de anomalía describe algo no explicable aún. Esta definición puede abrir paso a una clasificación de las anomalías en el terreno filosófico de dos formas posibles: una donde las anomalías se entienden como un estado de ignorancia que ayuda en el desarrollo del conocimiento científico del mundo, y otra a partir de una ontología de las mismas como fenómenos o acontecimientos perceptibles y evaluables en áreas como la física y la ciencia biológica. Este trabajo pretende abrir un espacio para la reflexión conceptual al problema de las anomalías, comprendiendo su valor y su naturaleza científica y filosófica.

Palabras clave: agnotología, anomalía, ciencia, ignorancia, Kuhn, malformación.

 

Abstract

In The structure of the scientific revolutions, Thomas Kuhn declares that an anomaly is a contravention to the expectative of a theory, thus the concept of anomaly describes something that has not been explained yet. This definition can lead us to a wider classification of the anomalies in the philosophic realm under the next two definitions: one of anomalies as a form of ignorance that helps the develop of the scientific knowledge of the world, and other one like an ontology of anomalies as observable and assessable even or phenomena in sciences like physics or biology. The present work will try to open a reflection for the concept of anomalies and its issues, giving elements to understand its values in the realm of philosophy and science as well.

Keywords: agnotology, anomaly, ignorance, Kuhn, malformations, science.

 

En La estructura de las revoluciones científicas, Kuhn afirma que una anomalía representa el incumplimiento de algo esperado por las predicciones de una teoría vigente con las siguientes palabras: “El descubrimiento comienza tomando conciencia de una anomalía, es decir, reconociendo que la naturaleza ha violado de algún modo las expectativas inducidas que gobierna la ciencia normal”.[1]

 

Tomando esta afirmación como punto de partida, se admite que las anomalías no solo representan la génesis del quehacer científico sino un momento de fractura en el avance de la ciencia establecida ya que un fenómeno inédito impulsa el cambio en los modelos de sus prácticas. Por ello, podemos referir a las anomalías como “objetos discordantes” debido a que motivan estupefacción en tanto que no pueden ser explicadas con los elementos teóricos actuales. Así entonces, si una anomalía representa un objeto discordante y desconocido, las anomalías pueden comprenderse como una forma de ignorancia dada su inadecuación a un marco explicativo vigente, lo que afecta el conjunto de prácticas experimentales y referencias teóricas poseídas por un grupo de individuos dedicados al desarrollo del conocimiento conocidos en la obra de Kuhn como comunidad científica.

 

Hasta aquí, podemos hablar de una naturaleza abstracta de las anomalías cifrada bajo la forma de ignorancia, pero en un segundo momento, también podemos señalar un análisis ontológico de lo anómalo como un conjunto de cualidades materialmente ligadas que rompen una norma, dándole un entendimiento a las anomalías como acontecimientos empíricos.

 

El propósito de este trabajo será analizar, de manera muy sintetizada, una perspectiva sobre las anomalías, primero, en lo abstracto, como una forma de ignorancia para la metodología vigente de una práctica científica que se contrae para explicar la naturaleza de aquello que compone dicha anomalía, y, posteriormente, en lo empírico a través de una propuesta a su condición como singularidad empírica, pues si entendemos lo anómalo como lo “no comprendido”, podremos alcanzar una definición de las anomalías en esta doble naturaleza a partir de la definición ofrecida por Kuhn.

 

Aportar pautas para una comprensión de las anomalías podría complementar una línea de estudios más precisos sobre el cambio conceptual en los conocimientos y las prácticas científicas, indagando en los criterios pertinentes para identificar y clasificar una anomalía, así como los criterios para prescribir su proceso de superación intelectual o empírico. Por otro lado, el tema abre un debate para entender el papel de la ignorancia en el campo de los paradigmas y las revoluciones científicas dada una notoria analogía entre las anomalías y la ignorancia, pues, si una anomalía representa una incógnita intelectual, su estudio ayudaría a comprender cómo la ignorancia influye en el desarrollo de la ciencia.

 

La ignorancia y su relación con las anomalías

 

Para comenzar, daremos una explicación simplificada sobre la ignorancia tomando como guía la obra de Robert Proctor, profesor de la universidad de Stanford[2], que dice lo siguiente: “Lo que es notable es cuán poco sabemos acerca de la ignorancia, al punto de que no tenemos ni siquiera una palabra para definir su estudio. (Sobre la ignorancia) No hay lujosas conferencias al respecto, ni radiantes sitios web”.[3]

 

No obstante, su señalamiento, el mismo Proctor sugiere un término para definir los estudios relacionados con el ignorar: agnotología,[4] que engloba los rubros relacionados con la formación deliberada de la ignorancia, así como su cualidad de estado originario. Sin embargo, a pesar de no entregarnos una definición exacta sobre lo que es la ignorancia, las observaciones hechas por Proctor apuntan al señalamiento de que dicha condición es una situación de tabula rasa creada por una combinación de distintos factores involucrados, la situación y la imposibilidad humana de omnisciencia como se lee a continuación:

 

La ignorancia posee muchos sustitutos y coincidentes interesantes bajo una infinidad de formas debido a que se genera por la secrecía, la estupidez, la apatía, la desinformación, la fe o el olvido. Las causas de la ignorancia son múltiples y diversas […] La ignorancia puede hacerse o deshacerse y la ciencia puede estar implicada en ambos procesos. Necesitamos pensar acerca del proceso estructural, consciente e inconsciente de producción de la ignorancia, de sus diversas causas y conformaciones, ya sea producida por negligencia, olvido, miopía, extinción, secrecía o supresión.[5]

 

Desde esta perspectiva, Proctor señala las diferentes ponderaciones en el abanico de la ignorancia, pero, ¿qué ocurre cuando la ignorancia es tomada como un estado originario nato? Desde un punto de vista simplificado, podría pensarse que la ignorancia es una extensión mental definida como una insuficiencia de conocimientos; un estado natural reflejo que se corrige con la adquisición de datos demostrados, legítimos, precisos y dinámicos. Al respecto de este asunto, Proctor dice lo siguiente: “En este sentido de “nativa” o estado “originario”, la ignorancia implica un tipo de déficit; un lugar donde el conocimiento no ha penetrado aun…”.[6]

 

Como cualidad “nativa” o como “estado originario”, epistémicamente la ignorancia representa una porción intacta de la mente a la que no se le ha añadido dato alguno, y los factores presentes para que dicha situación se mantenga así son variados, entre otros. Los ya mencionados (negligencia, olvido, extinción, secrecía, supresión). Sin embargo, interpretando los argumentos de Proctor, ignorar significa que la información poseída, nula o copiosa, no es la adecuada para validar inequívocamente la correspondencia verdadera de una afirmación con el objeto; así que el problema de la ignorancia, como tal, no se revierte solo con la adquisición de datos, ya que la ignorancia se hace presente por medio de esas otras limitantes; por ende la idea de este autor apunta a decir que si el conocimiento es una construcción, entonces la ignorancia también lo puede ser[7], y mientras más conocimientos elaboramos, la ignorancia crece a la par de ese desarrollo ya sea porque se extiende deliberadamente o porque con cada forma de conocimiento surge una forma de ignorancia adyacente.

 

Proctor dice que dicha forma de ignorancia es agradecida por aquellos que se dedican a impugnarla, generalmente científicos e investigadores, debido a que el conocimiento, en todas sus formas, crece a partir de lo que se ignora, y afirma, por igual, que los científicos la reconocen como una especie de conocimiento en estado de infancia o conocimiento en potencia, razón por la cual es encomiada, especialmente por los grupos mencionados, pues afirma que en el quehacer científico: “[…] la ignorancia es necesaria para mantener la rueda de la ciencia en movimiento”, de igual manera que “El poder regenerativo de la ignorancia hace que la empresa científica sea sustentable”.[8]

 

En este punto, la idea de Proctor tiene cierta analogía con el pensamiento de Kuhn, especialmente cuando se le asocia con el concepto de anomalía en tanto que es el carácter de incógnito lo que abre una puerta para para llevar a efecto el avance científico a través de la revolución y el cambio de paradigmas en la obra del historiador y físico.

 

En ese sentido, la confrontación entre una anomalía y los estados de ciencia normal representan esa parte potencial de apertura al conocimiento, ya que al trabajar de manera rutinaria la ciencia se halla en un impasse mientras no lleva a cabo descubrimientos extraordinarios que dependen de una inexorable aparición de las anomalías. En su fase normal, la ciencia simplemente es lo que es y debido a que no hay confrontaciones más complejas se mantiene en un estado fijo donde su labor pervive de acuerdo a un marco de logros establecidos, como la posesión de un conjunto de conocimientos aplicados en condiciones habituales de trabajo: “Las observaciones y la experiencia pueden y han de restringir drásticamente el abanico de creencias científicas admisibles, pues de lo contrario no habría ciencia […] La ciencia normal, la actividad en la que todos los científicos emplean inevitablemente casi todo su tiempo, se asienta en el supuesto de que la comunidad científica sabe cómo es el mundo”.[9]

 

Innegablemente la ciencia cree, conoce, sabe, pero cuando las anomalías aparecen las comunidades científicas automáticamente se vuelven ignorantes debido a que no poseen los elementos suficientes para adentrarse en tales fenómenos, cayendo automáticamente en un estado de desconocimiento materializado en una falta de respuestas o explicaciones adecuadas al marco de trabajo que dichos fenómenos exigen, relegando, así, un conjunto de teorías que en algún momento fueron útiles para describir provisionalmente al mundo.

 

De esta manera, una anomalía se extiende como una forma de ignorancia en el camino de las comunidades científicas, ya que al enfrentarse con estas en su condición de “objeto discordante”, la ignorancia surge debido a la nulidad de conocimientos y prácticas suficientes para asumir su comprensión, dando forma a una situación de crisis en la relación existente entre el fenómeno con que se pugna y las comunidades que lo investigan.

 

Cabe destacar que, en este punto, la ignorancia ocurre a un nivel abstracto debido a que la anomalía no es más que una substancia no cuantificada, no valuada, no clasificada, resumidamente incomprensible, cuya falta de asimilación cognitiva destaca por encima de cualquiera de sus disposiciones materiales, presentándose, en ocasiones, como
indetectable bajo las condiciones de estudio del objeto. Ejemplos históricos de ello los encontramos en el descubrimiento de Urano como planeta o el de ciertas partículas subatómicas, como el bosón de Higgs, planteado como suposición teórica en los años 60 y confirmado en 2012 por los experimentos realizados en el laboratorio CERN. Ambos fenómenos, remarcados como objetos no comprendidos por la falta de elementos suficientes para su clasificación.

 

A continuación, abordaremos el tema de la anomalía en su nivel de aspecto, comprendiéndola como un conjunto de cualidades que contravienen las normas regulares en la naturaleza, especialmente en el ámbito de la física y la biología. En su caso, cuando la anomalía es perceptible por observación directa se le puede referir como una alteración.  En la biología, por ejemplo, las malformaciones representan un objeto de estudio que define una ontología de lo anómalo, cuestión que puede ser evaluada, descrita y tratada. Con base en estas interpelaciones, preguntamos, por extensión, cuáles son las claves físicas de las anomalías dada su naturaleza de acontecimiento.

 

Propuesta para una ontología de las anomalías

 

En el ámbito científico hablar de anomalías es más común de lo que es en filosofía, donde no se ha categorizando con mayor extensión el tema, a no ser por intentos como el de Kuhn. Existe una falta de proyección al interior de la filosofía para acercarse a la temática, sobre todo en relación a otros saberes con diferentes significados y formas de uso en la concepción de las anomalías, como las ciencias sociales, donde la guerra o la delincuencia son consideradas como tales, dado su carácter conflictivo[10]. Por su parte, los científicos están tan expuestos al encuentro de anomalías que su presencia no siempre es significado de crisis, aunque si se relacionan con una incertidumbre epistémica. Los biólogos, por ejemplo, refieren constantemente la aparición de anomalías en sus investigaciones que, una vez clasificadas, simplemente quedan en el registro de una bitácora como parte de un caso o una investigación sin mayores consecuencias. Dichas anomalías son, de acuerdo a una definición diligente, alteraciones de una norma registradas de manera empírica.

 

Si hablamos de anomalías como fenómeno o apariencia a partir de una consideración filosófica, este afán seguramente nos llevaría a hablar de una ontología, lo cual es un empeño muy complejo. Aun así, un propósito parcial de este trabajo es abrir un examen filosófico de estas alteraciones que nos lleven a comprenderlas como una limitante, y una primera observación al respecto es que la terminología conceptual de las anomalías apunta siempre a una irregularidad expresada en nociones como anormalidad, singularidad, rareza, heterogeneidad, haciendo una referencia generalizada al error. No obstante, la connotación de estos términos engloba una serie de características donde podemos comenzar a rastrear una ontología de las anomalías, ya que, al plantearlas desde la perspectiva empírica como una alteración, podemos preguntarnos, inicialmente, si forman parte de un fenómeno inicial en que se desarrollan paralelamente, o si son fenómenos en sí, independientes.

Hechos en su totalidad que llevan a replantear la interacción de un sistema por los efectos que producen como fuerza o como cuerpo material.

 

¿Qué tipo de entidad es una anomalía en su carácter de fenómeno, un fenómeno secundario o un fenómeno en sí? Tomaremos a continuación algunas referencias concretas para matizar una respuesta a estas preguntas.

 

Por principio tenemos el señalamiento de que las anomalías existen como alteraciones, lo cual es una aceptación de que algo discordante ocurre. Cabe entonces preguntarse si la anomalía es una fractura en la estabilidad de un fenómeno determinado. Establecer esa cuestión depende en mucho del tipo de anomalía que se acusa, ya que las ciencias operan con diferentes formas y conceptos bajo diferentes contextos de conocimiento. Georges Canguilhem, por ejemplo, asocia la delineación de una epistemología con la ontología de las patologías en la historia de la medicina: “Indudablemente, la iniciativa para cualquier teoría ontológica de la enfermedad hay que atribuirla a la necesidad terapéutica”,[11] y cuando este habla de la teoría microbiana de Pasteur, recurre al curso que toma una forma de conocimiento cuando se cuentan con referentes ontológicos concretos como los microorganismos: “Al microbio, incluso si es necesaria la compleja mediación del microscopio, los colorantes y los cultivos, se lo puede ver; en cambio, sería imposible ver un miasma o una influencia. Ver un ser significa ya prever un acto”.[12]

 

Por supuesto que el pensador francés habla en términos de una ontología positivista, donde lo realmente observable era lo que se privilegiaba. No obstante, existen otros ejemplos donde las anomalías como fenómenos se hacen presentes de maneras menos perceptibles, y, por ende, el conocimiento que se desarrolla a partir de su consideración es más cautelosa. En ese sentido, podemos situar un primer ejemplo de anomalía como fenómeno independiente en el descubrimiento de la física cuántica. Cuando Max Planck propone la teoría cuántica diciendo que la emisión de la energía es un proceso discontinuo que se da en paquetes o “cuantos”, el edificio de la ciencia física osciló por completo debido a que, en apariencia, el aspecto empírico de la emisión energética[13] se suponía dentro de una consistencia y una continuidad antes del anuncio de Planck (a pesar de que algunos fenómenos de termodinámica no habían sido explicados aun):

 

Cualquier pieza material que es calentada comienza a brillar al rojo y al blanco a temperaturas aún más elevadas. El color no depende en mucho de la superficie del material y para un cuerpo negro depende solo de la temperatura. Por tanto, la radiación emitida por dicho cuerpo negro, a temperaturas altas, es un objeto idóneo para la investigación física, pero como un fenómeno simple debía tener una explicación simple en los términos de las leyes de calor y radiación… Cuando Planck entró en esta línea de investigación en 1895, trató de convertir el problema de la radiación al del átomo radiante. Este cambio no removió ninguna dificultad inherente del problema, pero simplificó la interpretación empírica de los hechos.[14]

 

Es de sobra conocido el cambió en la percepción del mundo que tuvo su planteamiento, aunque el descubrimiento no surgió de, ni era el pronóstico de una anomalía como tal, sin embargo, lo anómalo se manifestaba en el hecho de que el mundo atómico funcionara de esa manera. Descubrir dicha irrupción modificó por completo lo sabido hasta entonces de la física atómica, así como la comprensión de la realidad, causando una reforma en los modelos del conocimiento físico, un cambio de paradigma, y, en ese renglón, uno de los más importantes en la historia del conocimiento humano, al punto de que Planck ni siquiera pudo entrever las consecuencias de su propuesta:[15]

 

La idea de que la energía pudiera ser emitida o absorbida en cuantos de energía era tan novedosa que no podía encajar en el marco tradicional de la física. El intento de Planck por reconciliar su nueva hipótesis con las viejas leyes de la radiación fracasó en puntos esenciales.[16]

 

Si la imagen del mundo era medida como un conjunto de fenómenos constantes por los modelos anteriormente planteados, los primeros indicios de la mecánica cuántica hicieron ver que la anormalidad, la singularidad, la rareza y la heterogeneidad ocupaban un lugar de irrupción en el marco de nuestro conocimiento sobre la naturaleza, formando parte de lo que Reichenbach dio en llamar “contextura objetal”[17]  en referencia del aspecto de la naturaleza física perceptible. Esta singularidad trajo como consecuencia reconstruir las abstracciones del sistema del mundo y del conocimiento conceptual y teórico de la ciencia física hasta entonces obtenidos.

 

Si la percepción a esta nueva física abierta por Planck representaba una anomalía por la contextura irregular que implicaba, su estudio no podía hacerse más que en la abstracción de las evidencias registradas por él y por los que subsecuentemente estudiaron el problema, dado que el manejo de esta física no convencional se relacionaba con una capacidad de observación ordinaria dificultosa, apenas conjeturable. Los cuantos de energía y su discontinuidad no dejaban de representar una anomalía que epistémicamente se conformaría bajo una serie de principios reducidos racionalmente a un complemento matemático de ecuaciones que formalizaban la descripción del acontecimiento natural.

 

Así pues, la intermitente fluctuación de los cuantos solo podía ser comunicada por medio de una conceptualización que describía la alteración presente, incapaz de ser registrada por los sentidos en sus niveles ordinarios de percepción; caer en un instrumentalismo era inevitable, mientras que la teoría se amalgamaba paulatinamente en un camino de singularidad que llevó a plantear la dualidad partícula-onda de los cuerpos atómicos.

 

Reconocer alteraciones en la concepción del mundo atómico significaba encarar el desconocimiento de su naturaleza desde esa nueva perspectiva, aceptando una desconcertante complejidad del mundo que ontológicamente remarcaba una anormalidad en contraposición con el cuerpo de creencias científicas anteriores:

 

Desde que Planck pudo, en su trabajo más temprano, traducir su fórmula a una sencilla proposición sobre el átomo radiante, el así llamado “oscilador”, debió notar pronto que en su fórmula este oscilador parecía contener solamente discretos cuantos de energía. Para ese momento, Planck, debió tener en cuenta que su fórmula había tocado los fundamentos en nuestra descripción de la naturaleza, y que esos fundamentos un día comenzarían a moverse de su posición tradicional presente hacia una nueva y aún desconocida posición de estabilidad.[18]

 

Desde luego, esa es la manera en que funciona el mundo, aun así, durante mucho tiempo el fenómeno discontinuo significó un reto epistémico para los que lo estudiaron y que en este descubrieron una caracterización de la naturaleza a la manera de un rasgo disonante con nuestras intuiciones, pero presente como fenómeno. Este descubrimiento es lo que podríamos catalogar como una anomalía en sí, dando una primera respuesta a la pregunta realizada sobre estas como fenómenos independientes.

 

Pasemos, ahora, a otro rubro como el de la biología, donde las anomalías se advierten por la observación de rasgos que denotan un error en el proceso formativo de los organismos, en contraste con lo que se considera normal por inducción, es decir, aquellas características propias de una especie comprendidas a partir de la suma de casos donde dichas características son constantes y similares. De hecho, la biología es una de las áreas en las que se acepta que los organismos biológicos son susceptibles a sufrir anomalías, lo que incluso ayuda a prever la inestabilidad de estos organismos en relación a su composición material, entendida a partir de su composición genética. De esta manera, la episteme biológica considera que las anomalías representan una condición patológica que interfiere en el desarrollo del individuo que la padece. En su medio, es el síntoma[19] y el signo lo que se describe las anomalías en disciplinas biológicas como la medicina:

 

La distinción entre los diferentes tipos de anormalidades patogenéticas se indica por términos como malformación, disrupción y deformación. Las anomalías pueden colocarse en cualquiera de estas categorías sobre las bases del estado formativo durante el cual toma lugar la malformación, el proceso que causa dicho cambio o el resultado final.[20]

 

Resalta el lenguaje relativo a las anomalías en la ciencia biológica como un medio epistémico de señalamiento para los fenómenos registrados en su clasificación. De hecho, los autores de este mismo texto describen los diferentes enfoques de anomalía en los siguientes rangos de la medicina:

 

Una terminología permanente y universalmente aceptada para las anomalías parecería utópica. Uno de los problemas es que las prioridades de los diferentes grupos que lidian con anomalías son distintas: antropólogos, anatomistas, radiólogos y patólogos se concentran en una descripción del cambio; los terapistas en las implicaciones funcionales; embriólogos y teratólogos en los mecanismos; los clínicos en el diagnóstico, causa, tratamiento y prevención.[21]

 

Un caso extremo fue el de Joseph Merrick,[22] que padecía el síndrome de Proteus, patología que se caracteriza por un crecimiento asimétrico y excesivo de una porción del cuerpo. Este crecimiento es un ejemplo de alteración contraria a una expectativa de normalidad biológica. El Proteus se presenta como una deformación generalizada en el cuerpo del individuo que la posee.

 

Condiciones como la de Merrick, no permiten vacío empírico de evidencia alguna sobre la caracterización física de las anomalías genéticas (donde el término “contextura objetal” también cabría como referente), no obstante, patologías como la de Proteus siguen siendo incógnitas para un marco de conocimientos establecidos en campos como la medicina y la biología misma, lo que nos conduce nueva mente a considerar el tema de la anomalía como una forma de ignorancia:[23]

 

La causa de algunas malformaciones y síndromes reconocidos, simplemente son desconocidas. Tal es el caso para un aproximado del 40% de las malformaciones. De los 290 síndromes de malformación incluidos en el Recognizable patterns of human malformations de Jones Smith, 40 de estas (14%) tienen una etiología desconocida. El señalamiento en la causa de malformaciones en un individuo no es posible, aunque las mismas malformaciones hayan sido registradas en otros individuos.[24]

 

Bajo estos términos, podemos ver que dichas malformaciones o patologías, representan un fenómeno en que necesariamente se implica la presencia de un individuo para su aparición. Por tanto, las anomalías verificadas por la ciencia biológica, y bajo ciertas circunstancias, serían entendidas como condiciones directamente verificables para las que incluso existe un campo semántico y etimológico que tipifican la condición del organismo anómalo, mismo que, epistémicamente hablando, se extiende a las proposiciones de una ontología de lo anómalo:

 

Comprensiblemente los estudiantes llegan a confundirse por la mescolanza de términos utilizados con mayor frecuencia, ya que algunos de ellos proveen verdaderas descripciones de alteraciones (macrocefalia); algunos mantienen connotaciones de nacionalidad, étnicas o de rango (nariz roma); otros se colorean con la imaginería mitológica (sirenomelia, sinoftalmia); otros más implican alguna patogenia específica (secuencia de oligohidramnios); algunos implican una etiología específica (embriopatía warfarina) y algunos otros rinden tributo a su descubridor (divertículo de Meckel).[25]

 

Cada uno de estos términos semánticamente denota una condición anómala al margen teórico que busca comprender las causas y los estados general relacionados con dichas malformaciones, aun cuando muchas de ellas son aún inexplicables. De esta forma, en el plano de la biología señalamos la otra forma de anomalía como un fenómeno presente en otro inicial, abriendo una puerta a sus consideraciones ontológicas.

 

Hasta aquí se presenta una propuesta para una ontología de las anomalías, que, por una parte, está relacionada con aquellas alteraciones que se supeditan a una abstracción dado que su condición rebasa la aptitud de percepción humana en sus niveles ordinarios (o rebasa al menos los de observación directa inminente para un estudio más concreto), y por otra parte están las que se pueden identificar con mayores referencias ostensibles, dígase aquellas que no dejan vacío empírico alguno de referencia para los niveles ordinarios de percepción. Sin embargo, a la evidencia material de las anomalías se suma el reconocimiento de una falla asociada con una incertidumbre epistémica. Por tanto, en su nivel de fenómeno, podemos entender a las anomalías como acontecimientos clasificados bajo el signo de la singularidad, la rareza, la heterogeneidad, etc., o como aquellas alteraciones especificadas en la biología y la ciencia médica como macrocefalia, sirenomelia, o embriopatía, con las que se establece una clasificación del acontecimiento mismo y su irrupción epistémica.[26]

 

Materialmente las anomalías se hacen presentes como fenómenos registrables de colapso o alteración. Se hacen presentes como aquello que desequilibra la hipotética continuidad del mundo. Por una parte, a nivel abstracto y epistémico, las anomalías representan incertidumbre, y, por tanto, representan una forma de ignorancia que beneficia el desarrollo de la ciencia, como hemos visto en el primer apartado, pero no se podría hablar en su totalidad de estas si no se presentaran como un fenómeno también, de donde las entendemos como un acontecimiento captado en diferentes niveles de percepción y evaluación empírica. Así entonces, cuando hablamos de una doble naturaleza en el concepto de anomalía partiendo del concepto desarrollado por Kuhn, lo hacemos en consideración de esta relación entre la ignorancia y el acontecimiento que engloban una incertidumbre.

 

El filósofo británico Roy Bhaskar dice que la ontología ha de surgir de la siguiente pregunta: ¿cómo debe ser el mundo para que la ciencia sea posible?[27] El fondo de esta cuestión pretende motivar la identificación de los rasgos primordiales de la naturaleza que deben ser clasificados a través de la actividad científica, pero si se acepta que las anomalías forman parte de ese rasgo natural primordial, entonces existe una exigencia para establecer una ontología de las mismas que nos permita comprender que la evolución del universo y nuestro conocimiento científico del mismo se vea orientado por la clásica afirmación de que “la única constante en el universo es el cambio”.[28] En un universo desplegado y en evolución, las anomalías seguirán apareciendo como condicionantes de cambio entre una economía y otra del conocimiento; entre la comprensión de un sistema y otro de la naturaleza. De esta manera se puede ver y aceptar la importancia de las anomalías como objeto central de estudio para el desarrollo del conocimiento científico, no obstante, su señalamiento como forma de ignorancia, misma que determina nuestra posición como individuos frente a un problema no resuelto en la naturaleza.

 

Al final, las anomalías seguirán siendo objetos de estupefacción como lo “no comprendido”, pero al redondear sus componentes veremos que una anomalía se identifica como aquel acontecimiento natural que por la disrupción que causa en la continuidad de la naturaleza conlleva una incertidumbre epistémica al ser abordada como una alteración no explicada aún. Si las anomalías son objetos discordantes, su estudio se vuelve imperante de cara a su presencia, y solo hasta que se les pueda comprender de manera generalizada con respecto a un marco de conocimientos adecuados, su conflicto se verá superado.

 

Así pues, las anomalías poseen esa doble naturaleza en lo abstracto y en lo material, resaltando ambas cualidades como elementos inseparables para su definición, la cual se vio complementada en este trabajo con una propuesta ontológica que permita abrir una comprensión a la dinámica evolutiva de la naturaleza en sus expresiones de singularidad, heterogeneidad, rareza, etc., sin dejar de remarcar a las anomalías como una forma de ignorancia en la que se apoya el desarrollo del conocimiento científico del mundo.

 

Bibliografía

  1. Bhaskar, Roy, Filosofía y realismo científico, Instituto de Investigaciones Filosóficas UNAM, México, 1993.
  2. Bunge, Mario, Filosofía y sociedad, Ed. Siglo XXI, México, 2008.
  3. Canguilhem, Georges, Lo normal y lo patológico, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1971.
  4. Gattei, Stefano, Thomas Kuhn’s “Linguistic Turn” and the Legacy of Logical Empiricism, Ashgate, Hampshire, 2008.
  5. Gross, Matthias & McGoey, Linsey, Routledge International Handbook of Ignorance Studies. Routledge, New York, 2015.
  6. Hall, J. G., & Stevenson, R. E., Human malformations and related anomalies, Oxford University Press, New York, 2006.
  7. Heisenberg, Wolfgang, Physics and philosophy, Harper & Brothers Publishers, USA, 1958.
  8. Kuhn, Thomas, La estructura de las revoluciones científicas, Fondo de Cultura Económica, México, 2007.
  9. ____________, La tensión esencial, Fondo de Cultura Económica, México, 2019.
  10. Laughlin, Robert, Crímenes de la razón, Katz editores, Madrid, 2008.
  11. Newton Smith, W. H., A companion to the philosophy of science, Blackwell Publishers, Massachusetts, 2008.
  12. Proctor, Robert, The making and unmaking of ignorance, Stanford University Press, USA, 2008.
  13. Reichenbach, Hans, Objetivos y métodos del conocimiento físico, Fondo de Cultura Económica, México, 1996.

 

Notas
[1] Kuhn, Thomas, La estructura de las revoluciones científicas, FCE, México, 2007, p. 130.
[2] Desde luego, la temática ha crecido bastante desde la publicación del texto de Proctor. Algunos de los autores más representativos sobre el tema de la ignorancia en la actualidad son Nikolaj Nottelman, Rik Peels, Nicholas Rescher, Anna L. Peterson, y abarca campos como la ética, la epistemología, la ciencia, etc.
[3] Proctor, Robert, Agnotology. The making and unmaking of ignorance, Stanford University Press, USA,
2008, pp. 1-2.
[4] El término propuesto por Proctor en su original inglés es agnotology, formado por las raíces griegas a, prefijo privativo sin, falta de; gnosis, conocimiento; y logos, que denota aquello que es inteligible (palabra, pensamiento, razón, etc.).
[5] Ibidem.
[6] Ibid., p. 4.
[7] En su texto, Proctor habla sobre la ignorancia como táctica estratégica (strategic ploy) o constructo activo (pág. 3). Un ejemplo de esta definición lo ofrece el físico Robert Laughlin en su texto Crímenes de la razón, diciendo que el conocimiento se ha limitado por razones técnicas, dando paso a un tipo de conocimiento que no es público ya que poseerlo significa una forma de poder: “Los intentos, cada vez más tenaces, de gobiernos, corporaciones individuos por evitar que sus rivales sepan ciertas cosas que ellos si saben ha llevado a un crecimiento insospechado de los derechos de propiedad intelectual y fortalecimiento del poder estatal para decidir acerca de la confidencialidad de la información”.
[8] Ibid., p. 5.
[9] Op. cit., pp. 62-63
[10] Mario Bunge en su texto Delito y sociedad, aborda algunas cuestiones sobre la criminalidad como un fenómeno social anómalo. Ver Filosofía y sociedad, Ed. Siglo XXI.
[11] Canguilhem, Georges, Lo normal y lo patológico, Ed. Siglo XXI, Buenos Aires, 1971, p. 17
[12] Ibid., p. 18
[13] Al menos en la medición directa de fenómenos como la luz o la radiación, esta última ilustrada por los estudios de Henri Bequerel sobre la radioactividad.
[14] Heisenberg, Werner, Physics and philosophy, Harper & Brothers Publishers, New York, 1958, p. 30.
[15] Cuando Planck hizo públicos sus descubrimientos sobre la radiación del cuerpo negro, él mismo pensaba que sus conclusiones no eran del todo acertadas. En su texto, Heisenberg señala la conmoción personal del físico de la siguiente manera: “… un resultado tan diferente a cualquier cosa conocida en la física clásica, que, ciertamente, él rechazó creer en un principio”.
[16] Ibid., p. 32.
[17] Reichenbach utiliza el término en su texto Objetivos y métodos del conocimiento físico, donde habla de una caracterización de la verdad en el conocimiento de la física bajo una concordancia entre concepto y cosa, o como una concordancia entre proposición y “contextura objetal”. El término resulta atractivo desde un punto de vista práctico por lo explícito que es al referir la cosa como fenómeno o apariencia.
[18] Ibid., p. 31.
[19] En este caso el síntoma es el rasgo no observable del que se induce el padecimiento, mientras que el signo es lo que lo que puede percibirse sensiblemente.
[20] Hall, J. G, & Stevenson, R. E, Human malformations and related anomalies, Oxford, New York
University Press, pp. 6-7.
[21] Ibidem
[22] Ciudadano inglés del siglo XIX, que fue conocido cruel y desafortunadamente como el “hombre elefante” debido a las deformaciones provocadas por el síndrome de Proteus.
[23] Una malformación no depende exclusivamente de un proceso genético erróneo. En muchas ocasiones puede ser causada por factores ajenos al feto, pero presentes en el útero; de cualquier manera, este tipo de malformaciones representan formas anómalas consideradas por la ciencia biológica.
[24] Ibid., p. 5
[25] Ibid., p. 8
[26] Sobre la taxonomía y el cambio de terminologías dado el avance científico en las Revoluciones Científicas, ver el texto de Stefano Gattei, Thomas Kuhn’s linguistic turn, capítulo 4, Kuhn’s “linguistic turn”.
[27] Ver Filosofía y realismo científico, p. 8.
[28] Frase atribuida a Heráclito, a Confucio y de igual manera al físico atomista Wolfgang Pauli.

Leave a Reply