Resumen
Marshall McLuhan emprendió el programa enunciado mediante el título Understanding Media. The Extensions of Man (1964) para comprender las “múltiples guerras civiles” que el choque mediático “levanta dentro y fuera de nosotros”. El origen de tales “guerras dentro y fuera de nosotros” lo localizó McLuhan en el “choque” entre las viejas “tecnologías mecánicas” y las “tecnologías eléctricas”. Casi 60 años después el psicólogo social J. Haidt está alarmado por el efecto negativo de las redes sociales sobre la democracia liberal. Nosotros retrotraemos la preocupación de Haidt al antecedente de McLuhan para plantear que el conflicto entre las democracia y las redes sociales es la versión más reciente, y tal vez terminal, del choque estructural entre las tecnologías mecánicas y la tecnología eléctrica.
Palabras clave: redes sociales, democracia, estructura, cámaras de resonancia, mecánico eléctrico.
Abstract
Marshall McLuhan undertook the program enunciated by the title Understanding Media. The Extensions of Man (1964) to understand the “multiple civil wars” that the media clash “raises inside and outside of us.” The origin of such “wars within and without us” was located by McLuhan in the “clash” between the old “mechanical technologies” and the “electrical technologies.” Almost 60 years later, the social psychologist J. Haidt is alarmed by the negative effect of social media on liberal democracy. We trace Haidt’s concern back to McLuhan’s antecedents to argue that the conflict between democracy and social media is the most recent, and perhaps terminal, version of the structural clash between mechanical and electrical technologies.
Keywords: social media, democracy, structure, echo chambers, electrical, mechanic.
Parte I
Sobre la crítica a Haidt
I.1 Del espejo de la sociedad al huevo y la gallina
“(…) la acción recíproca [interplay] entre los medios es solamente otro nombre para las guerra civil que se propaga tanto en nuestra sociedad como en nuestras psiques.”
McLuhan, Understanding Media
El problema central que subyace a la preocupación de Haidt sobre las redes sociales, al igual que a la inquietud que el artículo generó, es que la democracia requiere de un entorno comunicativo, y mediático en general, que ya no existe. Por el contrario, el entorno mediático actual, “eléctrico” (McLuhan), centrado en las redes sociales, es antitético con la democracia representativa. Dicho de otra manera, de acuerdo con el “enfoque estructural” de McLuhan, la democracia representativa y el entorno mediático en su conjunto tienen que ser congruentes para que la democracia funcione adecuadamente, no pueden estar en disonancia estructural, que es exactamente lo que ocurre en la “democracia post-Babel” (AB) a la que se refiere Haidt y que es el motivo de su preocupación.
Aun cuando Haidt mismo no aborda explícitamente el problema estructural como tal y sus señalamientos son más bien puntuales que sistemáticos, el artículo generó una amplia discusión y para manejarla Haidt le propuso a Ch. Bail, autor de Breaking the Social Media Prism (2021), que ambos curaran un sitio WEB que reuniera la bibliografía acerca de los efectos deletéreos de las redes sociales sobre la democracia en tanto causante de polarización política. Por supuesto las respuestas directas a Haidt se dividen entre los que afirman la relación deletérea que Haidt cree detectar y los que de una u otra forma la niegan o por lo menos la suavizan, como hace el propio Bail. En su reciente artículo How Harmful is Social Media?[1] sobre esta discusión, G. Lewis-Kraus remite al propio Bail, quien según Lewis-Kraus suena “un poco menos apocalíptico que Haidt”[2] y quien presenta un grupo de tres objeciones a la tesis de Haidt consistente en que a) la idea de las cámaras de resonancia, lo mismo que b) la idea de la desinformación desde el extranjero y c) la de la radicalización mediante los algoritmos de las redes sociales, “todas” habrían sido “exageradas”.[3] En particular la importancia de las “cámaras de resonancia” habría sido “ampliamente exagerada”,[4] y según Lewis-Kraus, ya el propio Haidt habría sido “(…) convencido de que probablemente las cámaras de resonancia no son un problema tan amplio como él se había imaginado.”[5] Respecto de las dos últimas ideas, la tesis de la exageración es cierta,[6] pero independientemente de la posición de Haidt respecto de la tres tesis, lo importante es que la primera, la el gran efecto polarizador de las cámaras de resonancia, debe ser mantenida, como irá quedando claro – en especial en la segunda parte de este trabajo –.
Una cuarta objeción importante a Haidt, reseñada por Lewis–Kraus, pero proveniente de B. Nyhan, es que “casi toda la investigación previa”, sobre la “polarización en las redes sociales” es “correlacional”,[7] e inmediatamente aparece una idea muy interesante de Nyhan, a la que llamaremos la tesis del espejo, a saber, que “[m]uchos de esos estudios van a encontrar polarización en las redes sociales (…). ¡Pero puede suceder precisamente que la sociedad en la que vivimos sea reflejada por las redes sociales!”[8] Evidentemente Nyhan está preguntando si la causalidad no va de las redes a la política sino, a la inversa, de la política a las redes. Esto lleva a un problema de gran importancia metodológica. Para llamar la atención sobre él, diremos para empezar que la tesis del espejo nos recuerda el gracioso cuestionamiento metodológico de McLuhan, cuando en su obra cumbre, Understanding Media,[9] nos dice que “[e]n vez de preguntar cuál fue primero, si el huevo o la gallina, de pronto no parece que una gallina fue la idea del huevo para lograr más huevos.”[10] Obviamente lo que McLuhan está haciendo es cuestionar de raíz las condiciones y ámbito de aplicación del método de la seriación causal y postulando que en el ámbito de los “efectos psíquicos y sociales de los medios”,[11] precisamente el ámbito que le interesa a Haidt, el método pertinente es lo que McLuhan llama la “aproximación estructural”[12] al objeto de estudio.
Pensemos en una estructura como una red de nodos interconectados entre ellos de alguna manera, aunque se trate de solamente dos. Obviamente, en un sistema con características de estructuralidad, los nodos se afectan recíprocamente, justamente de la manera correlacional objetada por Nyhan, de tal suerte que no se puede decir que uno de los nodos sea el nodo causal y el otro el efectual. Este es un tema central que McLuhan trata a lo largo de gran parte de su obra y que aparece bajo el concepto de interplay,[13] que es lo que en su Kritik der reinen Vernunft Kant llama Wechselwirkung y que en castellano podemos traducir con completa fidelidad tanto a Kant como a McLuhan con la expresión “acción recíproca” – o “interacción”[14] –. Obviamente, no hay ninguna paradoja en el asunto del huevo y la gallina. En todo sistema estructural, una vez establecido, no existe la causalidad serial propia de sistemas físicos o químicos constituidos por elementos autosubsistentes. En una estructura ningún nodo es autosubsistente, sino que existe, adquiere su sentido estructural, en relación con otros.[15] Por eso no tiene sentido preguntar qué fue primero, si el huevo o la gallina. En la ecología donde hay huevos y gallinas ninguno se entiende, es decir, existe, sin el otro. Eso es totalmente diferente de la formalización analítica cuyo modelo es la física clásica y que siempre parte de la autosubsistencia de cada elemento de un sistema. En este caso se trata de sistemas no estructurales, como el típico del análisis del choque de las bolas de billar o de la trayectoria de la bala de cañón por efecto de la gravedad. De la misma manera, las fuerzas del análisis físico estático existen cada una por sí sola y en su conjunto tienen un efecto total como suma. Los sistemas de la física clásica, de la química, de la economía y de la sociología son tratados regularmente no como estructuras sino como conglomerados.[16] Para el enfoque estructural, la estructura tiene primacía ontológica sobre el elemento o nodo, para el enfoque mecánico causal, el elemento o nodo tiene primacía ontológica sobre la estructura. En este último caso el elemento es lo que es con independencia de la estructura, mientras que en el primero, el elemento es lo que es apenas como nodo de la estructura.
Nyhan tiene razón al recordar la bien sabida idea de que la correlación, es decir, el que dos cosas A y B ocurran en el mismo sistema, nunca demuestra causalidad. Podría ser que A fuera la causa de B y este el efecto de A o viceversa o ninguna de las dos cosas. La correlación es por lo menos ambigua, pero la ambigüedad es la esencia de la acción recíproca. Esto es el ABC de la teoría de los sistemas y de los servomecanismos. Por eso la tesis de las redes como espejo de la sociedad es unilateral: no es que las redes reflejen a la sociedad, no son un elemento pasivo, puramente efectual; son un nodo estructural. Lewis-Krause señala que “(…) los problemas que él [Haidt] describe son fundamentalmente políticos, sociales y económicos, y que responsabilizar a las redes sociales es buscar las llaves perdidas bajo la lampara callejera, donde la luz es mejor.”[17] En efecto, se trata de un sistema complejo donde hay muchos nodos, entre ellos la matriz mediática completa incluyendo la submatriz comunicativa en su totalidad y, por supuesto, entre los medios como “extensiones del hombre” (McLuhan), está la totalidad de las instituciones, incluidos los parlamentos, los partidos y los procesos electorales mismos, y por ello McLuhan puede hablar “de acción recíproca dentro de una cultura completa”[18] y también de la “acción recíproca entre la tecnología y la cultura”,[19] lo que significa que señalar la importancia de lo tecnológico nos es un mero intento de “manipulación tecnológica”[20] de una situación político social.[21]
Conviene aquí citar a McLuhan cuando premonitoriamente dice que “(…) la acción recíproca [interplay] entre los medios es solamente otro nombre para las guerra civil que se propaga tanto en nuestra sociedad como en nuestras psiques.”[22] Si en vez de poner directamente el gran término “sociedad”, ponemos “instituciones democráticas”, como “partidos políticos” y “elecciones presidenciales”, por ejemplo, parece que la experiencia reciente en los EE-UU nos permite reconocer no un “espejo” sino una “acción recíproca” entre las instituciones democráticas polarizadas y las redes sociales concordemente polarizadas.
Por lo demás, con esta “aproximación estructural” – que nunca explica un medio en sí mismo, sino en referencia no solo a otros, sino que busca hacerlo en relación con el complejo mediático total –, Haidt puede muy bien tener razón en que las redes provocan polarización a pesar de que en diferentes lugares él mismo “(…) concede que la polarización política y la enemistad facciosa preceden ampliamente el ascenso de las plataformas (…)”,[23] es decir de las redes. Con esto último queda cuestionada no solo la indispensabilidad de la relación causal sino también la validez de una de las principales objeciones a Haidt, la quinta, a saber, la precedencia de la polarización respecto de las redes, precedencia que, en el caso extremo – que les encantaría a las empresas de redes – independizaría a la polarización de las redes, aun el entorno en el que ambas son coetáneas.
Lo más importante de la presente discusión es que la objeción de la correlacionalidad de los efectos en vez de la causalidad de estos muestra su inocencia: las redes no son espejo de la sociedad, simplemente no son un simple cuerpo físico reflejando pasivamente otro cuerpo físico. Más bien ocurre que si la polarización social precedente se traslada a las redes, eso no es óbice ninguno para que en una acción o efecto recíproco las redes profundicen y exacerben la polarización llevándola a niveles de paroxismo. Cosa que, claro, todavía está por ser discutida aquí y en la que el tema de las cámaras de resonancia tiene una importancia fundamental. En todo caso, parafraseando a McLuhan podríamos decir que “la sociedad fue la idea de las redes polarizadas para conseguir todavía más polarización”.
Por otra parte, el hecho de que no existe ninguna demostración clara de la existencia de una relación causal entre las redes y el deterioro de la democracia, y que lo más que se tiene es una simple correlación entre el auge de las redes y tal mal funcionamiento de la democracia debido a la polarización, no impide a Haidt remitirse a que la situación de polarización política es de tal gravedad que basta con que haya una correlación con las redes sociales para que sea indispensable tomar medidas respecto de estas últimas[24] con base en tal correlación.[25] Adicionalmente debe señalarse que otra correlación pero esta sí sin término precedente, es que explosiones como las de la primavera árabe o bien el movimiento global Occupy (AB) por un lado, y por otro, la existencia de los demagogos u hombres fuertes, como Trump con su cuenta de Twitter, son algo que apareció con las redes. En otras palabras, la figura de un a) “movimiento que toma la cosas en sus propias manos” y de b) los “hombres fuertes”, ambos haciendo a un lado las instituciones, es algo que con la amplitud y la frecuencia actuales no parece ser precedente a las redes sociales, pero sí dependiente de ellas. Se trata de dos formas políticas que configuran lo que ahora se ve por lo menos como problemático si no directamente como “crisis política” en Occidente. Por lo menos en el caso del movimiento de los chalecos amarillos franceses el papel de Facebook como posibilitante del mismo está fuera de toda duda.[26] Nótese que con estos casos la inocencia y la falta de sentido de la búsqueda de una relación causal estricta en todos los casos queda de manifiesto. Ni Twitter causó el fenómeno Trump, ni Facebook causó el fenómeno el movimiento de los chalecos amarillos, pero ambos fenómenos son impensables sin la respectiva red social.
1.2 Las cámaras de resonancia como elementos polarizantes
“En el Reino Unido la mayoría de los votantes todavía no tiene una cuenta de Twitter. Sin embargo, el impacto de la plataforma en Westminster y en la manera en la que funciona la política es real y excepcional, no a causa de la cantidad de gente que la utiliza sino por quiénes son ellos: los políticos, sus seguidores y los periodistas que se supone que tendrían que mantenerlos bajo control.”
Behr, Rafael. “How Twitter poisoned politics”
Respecto de las cámaras de resonancia son importantes dos cosas. En primer lugar, no es la cantidad de gente que está en ellas lo que importa, sino precisamente el sector que está en ellas, que es el de lo que podemos llamar activistas políticos, aspecto que Bail no considera cuando le señala a Lewis-Krause que “[l]as cámaras de resonancia políticas han sido ampliamente exageradas. Puede ser que el tres o el cinco por ciento de la gente [usuarios de las redes] sea el que está realmente en una cámara de resonancia.”[27] La segunda cosa de importancia es el lugar social funcional en el que dichos activistas políticos se encuentran, no son activistas cualquiera, ocasionales o perdidos por ahí sin que nadie los conozca.
Los activistas políticos son por lo menos de tres tipos con claras implicaciones funcionales, a saber, a) miembros de los partidos políticos de todos los niveles, b) gente de los medios tradicionales y c) activistas de grupos identitarios; y entre estos últimos hay que contar en especial a los activistas universitarios.[28] Todos estos grupos son gente educada y si realmente son activistas presumiblemente corresponden a lo que en AB Haidt recupera del trabajo Hidden Tribes: A Study of America’s Polarized Landscape (2018)[29] como los “conservadores devotos” y los “activistas progresistas”,[30] o más generalmente, la “extrema derecha” y la “extrema izquierda”, y hay mucha evidencia que apunta en el sentido de que mientras más extrema es la gente, más influencia tiene en la redes sociales. Por eso Haidt dice en AB que “(…) las redes sociales dan más poder y voz a los extremos políticos (…)” (AB), en la misma línea de pensamiento también dice que “(…) las redes sociales le dan más poder a los troles y a los provocadores mientras que silencia a los buenos ciudadanos (…)” (AB) y eso, evidentemente al margen del peso relativo de los extremistas en el total de usuarios de las redes y, también, al margen del concepto mismo de “cámaras de resonancia”.
Una parte importante del trabajo de Haidt, digamos en los últimos 4 años, ha estado dedicada a describir el problema de la conversión de las universidades norteamericanas, especialmente las de élite, a SJ-universities, es decir, universidades militantes de la “justicia social”, abandonando en lo esencial la misión de la búsqueda de la verdad.[31] Así, en el mismo AB, Haidt dice que “[p]or ejemplo, las comunidades universitarias, que tan recientemente como en 2010 podían tolerar una variedad de oradores, en los años siguientes demostrablemente empezaron a perder esa capacidad, cuando la generación Z llegó a las aulas (…)”.[32] Es decir, las comunidades universitarias se radicalizaron, pasaron a un gran activismo político intolerante; quedaron, pues, polarizadas.
Ciertamente los activistas universitarios son una parte pequeña del conjunto de la población, pero por su entrenamiento discursivo y su posterior inserción en lugares clave de los medios, la cultura y la política, tienen una gran influencia, en particular en la red de mayor impacto político, es decir, en Twitter, pero también en otras como Facebook o Instagram, por ejemplo. El propio Haidt plantea el asunto en su conversación con Goodman al señalar que “[e]n 2018 la generación Z se graduó y empezó a llevar sus normas [sus juicios morales] al periodismo, al arte y a casi todos los lugares a los que fue a trabajar y empezó a utilizar las redes para destruir a la gente y eso es lo que llamamos la cultura de la cancelación.”[33] En otras palabras, los militantes universitarios siguieron o siguen con sus mismas prácticas de radicalismo político (moralista) ahí donde van después de la universidad, al tiempo que en realidad siguen en las mismas redes sociales y con las mismas prácticas que tenían en ellas ya en los campi universitarios. Los activistas, ya sea en las instituciones educativas o en todo nicho laboral al que llegan una vez egresados, son personas militantes con una gran influencia política. Según dijimos este grupo de origen universitario se traslapa claramente con los activistas identitarios. Se puede ser e-activista feminista, BLM o LGBT, por ejemplo, desde cualquier lugar, pero en especial se es ya desde las universidades. En conclusión, el grupo c) señalado arriba, de activistas identitarios y universitarios en tránsito a la vida pública formal, puede ser un grupo pequeño, pero es muy influyente y no solo en las redes. Las redes le sirven de magnavoz, por lo que en AB Haidt se refiere a “(…) la amplificación por las plataformas de los agresivos marginales al darles más voz que a ‘la mayoría exhausta.’” (AB)
Lo mismo ocurre con el grupo de los militantes partidarios con puestos partidarios o institucionales, y también con las gente de los medios tradicionales, cuando operan en las redes sociales. Los que en ellas son extremistas reciben el mismo tipo de amplificación favorecida por sobre la mayoría de la gente que no es extremista al que se refiere Haidt. En su texto “How Twitter poisoned politics”, R. Behr nos dice que “[e]n el Reino Unido la mayoría de los votantes todavía no tiene una cuenta de Twitter. Sin embargo, el impacto de la plataforma en Westminster y en la manera en la que funciona la política es real y excepcional, no a causa de la cantidad de gente que la utiliza sino por quiénes son ellos: los políticos, sus devotos y los periodistas que se supone que tendrían que mantenerlos bajo control.”[34] Notoriamente Behr remite a un ciclo que recuerda la “acción recíproca” discutida arriba, cuando nos dice que “(…) Twitter es el lugar donde se congrega la ira y provoca más ira en un ciclo casi perpetuo (…) reduciendo a cenizas el espacio en el que un debate político más balanceado y cívico hubiera sido posible.”[35] Behr no deja pasar la oportunidad de señalar que los radicales de Twitter, como Trump, se convierten por el solo hecho de serlo en una “fuente esencial para los medios convencionales del mundo. Pero la característica excepcional de la voz de Trump en Twitter consiste en lo no excepcional que es para la plataforma.”[36] Behr señala que lo que se dice en Twitter
“(…) probablemente es más citado en la televisión o en la prensa que cualquier cosa que se diga en el parlamento. Twitter un escenario más grande. Y atrás de él hay ejércitos de voluntarios que generan aluviones de opinión, promueven a sus favoritos y escarnecen a sus enemigos. Se da una producción 24/7 de agravio e indignación.”[37]
A continuación, Behr señala la calidad estructural del problema, es decir, al margen de los “contenidos” (McLuhan) específicos de la actividad, cuando agrega que “(…) hay una ecología comunicativa, con su propio diccionario – hastags, retweets, subtweets, pile–ons – que atrinchera la división entre las tribus políticas de la vida real (…)”,[38] que es, como en todo medio, independiente de sus “contenidos o usos”[39]
Behr describe características estructurales de Twitter que lo hacen irresistible para los políticos, al decirnos que
“[u]n método de comunicación de masas que circunviene los filtros editoriales de los medios convencionales tiene un atractivo obvio para los políticos. Algunos soñaban con un futuro igualitario donde cada uno sería su propio editor. Además, aquí estaba un lugar para auto promoverse y amasar seguidores – un bien irresistible para cualquier candidato –.”[40]
El poder decir lo que se quiera, cuando se quiera, desde donde se quiera y en el tono que se quiera, es algo invaluable para cualquier activista, pero eso solo es posible online, no offline, y es tan invaluable como tener una recepción abierta – no limitada a una asamblea, seminario, artículo periodístico, entrevista, en un lugar o un horario – en las redes, la cual significa la posibilidad de “amasar seguidores”, es decir, de ganar influjo.
Precisamente una de esas características estructurales de Twitter – y de todas las plataformas análogas – es la arquitectura de “seguido” y “seguidor”. Twitter es, en efecto, jerárquico, y tal jerarquía consiste en que necesariamente la personalidad de los medios, la farándula, el deporte y, en especial, de la política, lo mismo que el simple influencer al margen de las instituciones, conseguirá de manera natural y automática la atención del público de Twitter, atención o interés que se traduce en que los famosos o conocidos consiguen casi inmediatamente una cauda de “seguidores”, lo cual es oro molido para cualquier político. Incluso lo siguen quienes lo detestan, los cuales tienden a generar discusión sobre el político y lo hacen alguien todavía más atractivo para ser seguido, tanto para quien lo favorece como para quien lo critica, porque en sus tweets “siempre pasa algo”, siempre hay pleito – y, consabidamente, el pleito siempre es atractivo,[41] más si se puede participar en él desde la seguridad física de la pantalla de un celular y tal vez hasta de manera anónima –. Behr no deja de señalar el efecto de los algoritmos que determinan el feed de las redes, en este caso, de Twitter, al decirnos que de acuerdo con la notoriedad del usuario su
“(…) jerarquía (…) en Twitter no guarda ninguna relación con ninguna escala de confiabilidad. Los usuarios prolíficos que obtienen más aprobaciones [kudos = likes] en sus retweets son privilegiados por el algoritmo que determina qué contenidos son los que llegan a ser más vistos por los usuarios. Pero la capacidad de atraer una multitud nunca ha sido un indicador de honestidad.”[42]
Hasta este punto no hemos discutido el asunto de las cámaras de resonancia, pero ya debe ser claro que en la democracia del acceso a las redes los usuarios en tanto individuos tienen capacidades de influir que son muy diferentes las de unos de las de otros, y que los activistas pueden ser pocos, pero tienen una influencia en cada red social en la que realmente participan que no guarda ninguna relación con el porcentaje de activistas en la red correspondiente.
De los grupos de activistas señalados al principio de esta sección nos falta considerar a los periodistas y demás agentes activos en los medios tradicionales. Actualmente no solo se tiende a tener acceso a TV, prensa y radio a través de las plataformas,[43] sino que los periodistas de estos medios son asiduos participantes en un buen número de redes. Prácticamente todo periodista que se respete tiene cuenta de Twitter, para empezar, pero también de Facebook, de Instagram, de TikTok y de varias más, pidiendo a sus seguidores – que ya no simples lectores –, que lo sigan “en redes”, dando las cuentas correspondientes para hacerlo. Dada la cantidad inconmensurable de contenidos en las redes y el hecho de que todos los que “dan la nota” están en ellas antes que, en ningún otro lado, todos los periodistas no solo están en las redes sino que son usuarios empedernidos de las mismas, tanto como los políticos. Hoy en día, por ejemplo, las oficinas de prensa de los gobiernos, los políticos individuales y las cabezas de departamento y las instancia gubernamentales mismas, difícilmente llaman a una conferencia de prensa. Lo que hacen es poner un tweet. El caso de Trump es bien conocido. Durante su periodo en La casa blanca, todo el establecimiento mediático – y político, además – estaba atento ya a las cuatro de la mañana al primer tweet del día del presidente y a todos sus tweets siguientes. Justamente refiriéndose a Trump en Twitter, Behr nos dice que “[e]l presidente de los EE – UU usa la plataforma empleando, despidiendo, abusando y despotricando. Es concebible que algún día la usara para declarar la guerra.”[44] De manera natural, en el caso británico “(…) los reporteros monitorean el tablero the Twitter – una plataforma para ver simultáneamente distintos hilos de Twitter.”[45] Como resulta natural, “[l]os periodistas y los comentaristas se siguen los unos a los otros (…). Esto exacerba la tendencia a formar cárteles interpretativos.”[46] A final de cuentas, “(…) los periodistas se decantan en opiniones comunes establecidas. Twitter como un todo se organizan él mismo en regimientos basados en la opinión a una velocidad sorprendente.”[47]
Por supuesto, en las plataformas los periodistas y comentaristas, exactamente igual que los políticos, se sienten con mayor libertad de decir lo que piensan y sienten que en sus instancias y medios formales, lo que significa que en las plataformas tanto los políticos como los periodistas tienden a radicalizarse. Justamente el uso individual sin gatekeeping que define esencialmente a las redes sociales, lleva con toda facilidad a que “los servicios noticiosos convencionales – Reuters, PA, Bloomberg, AP – especializados en historias presentadas con el patrón de ser sobrias, guiadas por los hechos”,[48] en Twitter sean substituidos por “[l]os paquetes emotivos y reactivos de notificaciones sobre los eventos”.[49] Efectivamente, como ya lo señalamos arriba, en las redes los profesionales de la política y los medios, “(…) se siente libres para decir lo que piensan realmente (…)”, lo cual puede ser mucho menos moderado y sobrio de lo que dicen en las instancias profesionales correspondientes.[50] De hecho, Behr afirma que “[g]ente que en otra situación tiene maneras suaves y es razonable, en Twitter se convierte en delirantemente combativa. Ciclos de agresión surgen [ahí] de la nada.”[51] Hay que subrayar que no se trata del “contenido o mensaje” en cuestión,
“(…) la ira parece endémica a la plataforma, al margen del tema.[52] No puedes sorprender que discípulos de las ideologías radicales – tanto de la extrema izquierda como la extrema derecha – se expresen ferozmente. Pero es extraordinario ver cuántos que se auto estilizan a centristas adoptan maneras extremistas.”[53]
De hecho, un simple “(…) hashtag puede convertir a previamente sobrios y modestos (…)” sujetos “(…) en vándalos lanzadores de piedras virtuales.”
Queda claro entonces que estén o no en cámaras de resonancia, los e-activistas o militantes digitales, que siempre tienden al extremismo, se encuentran entre la gente a la que las propias redes sociales le dan más influencia. Dado que en todo lo anterior no se utilizó el concepto de cámaras de resonancia, resulta que incluso suponiendo que no existieran las cámaras de resonancia, los militantes seguirían siendo los más influyentes usuarios de las redes sociales. Como dice Behr, no se trata de cuántos sino de quiénes son – y con ello de dónde están –, y en cualquier caso ellos son polarizados y polarizantes. Si además se considera el muy real fenómeno de las cámaras de resonancia, queda claro que la objeción contra Haidt de que solo un porcentaje muy menor de los usuarios de las redes está en las cámaras de resonancia, peca de gran inocencia: con o sin cámaras de resonancia, las redes sociales son partisanas, polarizantes, por lo que los que en ellas llevan la voz cantante son a la vez extremistas influyentes, polarizados y polarizantes.
Los activistas políticos se encuentran preferentemente en los lugares de influencia pública, en particular las universidades, las instituciones de cultura, los medios masivos tradicionales y también en los partidos formales y en los movimientos y organizaciones políticas de todo orden surgidos gracias a las propias redes. Todas esas personas, son activas políticamente offline pero precisamente las mismas personas son también activistas online, es decir, e-activistas (como se ve preferentemente en el caso de Twitter). Son los agentes de la polarización al mismo tiempo en las redes y en todas las esferas públicas. Ciertamente no son la mayoría de los millones de usuarios de las redes y ciertamente son un porcentaje minúsculo de la población, pero son, en todo caso, los agentes sociales de mayor influencia. Por ello, en particular, en el caso de las elecciones, son los guías sociales y basta con que ellos estén en sus cámaras de resonancia para que se dé una profunda polarización social. Esto nos regresa a las cámaras de resonancia.
Para terminar esta sección recordemos simplemente que no están a discusión ni la existencia ni el efecto polarizador de las cámaras de resonancia. Lo que se cuestiona es si tienen un efecto más allá de ellas mismas abarcando a la sociedad en su conjunto. Eso es lo que se critica a Haidt – y a otros – cuando Lewis-Krause dice que puede ser que el influjo de las redes, específicamente de las cámaras de resonancia, “(…) no sea catastróficamente malo (…)”[54] y que se puede ser “un poco menos apocalíptico que Haidt”.[55] Lo que nosotros hemos argumentado al respecto de las dudas expresadas sobre el efecto de las cámaras de resonancia, es que dichas dudas no toman en cuenta quiénes son los que están en las cámaras, es decir, justamente los militantes offline que por su ubicación y función social son especialmente influyentes y eso no solamente en las redes. A estos militantes que no solo son militantes offline, sino que también son militantes o activistas online, es decir, e-activistas, se suma una multitud de gente que es solamente e-militante. Estos también forman parte de las cámaras de resonancia, pero, aun así, se puede aceptar que la combinación total de e-activistas sea un número pequeño de los usuarios de las redes y un porcentaje todavía más pequeño de la población adulta total, pero que, sin embargo, el efecto polarizador de las cámaras sea muy grande. Como insiste en ello Haidt, las redes sociales les dan voz y poder a los extremistas, la cual reverbera o entra en resonancia con la polarización en medios y en instituciones sociales, en particular las democráticas.
El hecho de que la gran mayoría de los usuarios de redes las utilice para cuestiones privadas sin peso político, como el entretenimiento, las relaciones personales, el compartir fotos y experiencias personales, no significa de ninguna manera que los e-activistas no puedan tener un gran efecto polarizador o entrar en resonancia con la polarización prexistente en los medios tradicionales y los partidos y en los diferentes grupos ciudadanos activos por las más diversas causas de la esfera política.
Conclusión de la parte I
En esta primera parte de nuestro trabajo revisamos cinco objeciones a la tesis de Haidt de que las redes sociales tienen un papel negativo para la democracia por generar polarización. Los críticos de la tesis se remiten a que a) el papel de la desinformación desde el extranjero, b) la influencia de los algoritmos que dirigen la atención de usuario de las redes, son dos cosas que han sido sobrevaloradas, con lo que nosotros estamos de acuerdo, pero en realidad estas dos ideas no parecen ser particularmente importantes para la tesis de Haidt, si bien otros analistas si les confieren una gran importancia. En este sentido la crítica solo tocaría a Haidt de manera suave, nada realmente significativo. Adicionalmente los críticos de Haidt sostienen que c) el papel de las cámaras de resonancia ha sido ampliamente exagerado porque es muy poca la gente que participa en ellas. Esta crítica sí es importante porque toda la idea de Haidt de las redes como un factor que genera “fragmentación” se puede llevar a que los fragmentos del caso son, precisamente, las cámaras de resonancia como agentes básicos en la polarización que deteriora la democracia liberal. Sin embargo, la crítica es muy inocente porque las cámaras de resonancia no solo existen, sino que hay mucha evidencia para mostrar su importancia porque los radicales de las redes están en la cámaras y de cualquier manera son muy influyentes en el ambiente político social.
Una crítica adicional a Haidt es que, como el propio Haidt lo acepta, la polarización ha existido desde antes de las redes sociales, pero eso no implica que las redes no puedan generar o intensificar polarización existente. Más aún, en la siguiente parte de este trabajo mostraremos que el fenómeno de las cámaras de resonancia tiene sus precedentes claros por lo menos desde que la circulación de contenidos mediáticos se descentralizó. Como veremos en la segunda parte del trabajo, cuando la oferta de contenidos mediáticos crece, ocurre que 1) las experiencias y relatos compartidos disminuyen porque 2) de la avalancha inabarcable de contenidos mediáticos la gente escoge los que prefiere – tanto en lo político como en todo lo demás–. El resultado es que tanto las experiencias como los relatos sociales se particularizan, generando la “fragmentación” que precede a las redes sociales y a las cámaras de resonancia propias de estas. Tal particularización en el terreno de lo propiamente político es ya polarización. Y lo importante es que la gente es activa, decide qué prefiere y, con ello queda ya fragmentada aún sin redes sociales. Ya con las redes sociales la gente no solo “publica” sino que especialmente escoge a quién “seguir”, qué “compartir”, qué “comentar” y también a quién tener como “amigo” o no bloquear como “seguidor” y, también, claro, a quien “bloquear” o “dejar de seguir”, que son los mecanismos estructurales para formar las cámaras de resonancia. Debe notarse que la misma estructura, es decir las mismas posibilidades formales o arquitectónicas de las redes son las que permiten a cada usuario “filtrar” lo que y quién le interesa o no le interesa o quien y que le gusta o le disgusta, y lo importante es que en el ámbito de “lo político”, es decir, de lo que enciende e indigna a la gente, es decir, de lo que la radicaliza, tales elecciones que operan como filtro, llevan tanto a las cámaras de resonancia como a los virulentos ataques entre ellas que son su forma normal de interrelación.
Una importante objeción adicional a Haidt es de carácter metodológico y consiste en señalar que Haidt no dispone de evidencias causales para sostener con seguridad que las redes generan polarización social que entorpezca el funcionamiento democrático. Por nuestra parte sostenemos que la demanda de causalidad clara y definida está fuera de lugar porque el ámbito de “los efectos psíquicos y sociales de los medios” es estructural, es decir, lo que se tiene son “acciones recíprocas” o “interacciones” entre nodos estructurales que tienen su papel y su sentido no en sí mismos sino solo en sus relaciones recíprocas, por lo que hay ciclos de polarización de la sociedad a las redes y viceversa, y con eso basta para que Haidt tenga razón en que las redes sociales tienen un papel deletéreo para la democracia liberal.
Bibliografía
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- Carrillo Canán, Alberto José Luis, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental. Las redes sociales y la decadencia de Occidente, Editores y Viceversa, UNAM, Reflexiones Marginales, Ciudad de México, 2020.
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- Hawkins, Stephen, et al., Hidden Tribes: A Study of America’s Polarized Landscape, More in Common, New York, 2018.
- Lewis-Kraus, Gideon. “How Harmful is Social Media?”, The New Yorker, https://www.newyorker.com/culture/annals-of-inquiry/we-know-less-about-social-media-than-we-think (Consultado el 9 de julio de 2022)
- McLuhan, Marshall, Understanding Media. The Extensions of Man [1964], MIT Press, Cambridge, MA, 1994.
- Sustein, Cass, #Republic, Princeton University Press, Princeton, 2018
Notas
[1] Lewis-Kraus, Gideon. “How Harmful is Social Media?”, The New Yorker, https://www.newyorker.com/culture/annals-of-inquiry/we-know-less-about-social-media-than-we-think (Consultado el 9 de julio de 2022)
[2] Idem.
[3] Idem.
[4] Idem.
[5] Idem.
[6] A este respecto el texto “Misinformation on Misinformation” (2021) nos parece concluyente y por nuestra parte abordamos el problema en el texto de próxima aparición La manipulasción vs. la espontaneidad. Las burbujas filtro y las cámaras de echo. Véase Altay, Sacha; Berriche, Manon; Acerbi, Alberto. “Misinformation on Misinformation. Conceptual and Methodological Challenges”, Brunel University Research Archive, http://bura.brunel.ac.uk/handle/2438/23732 (Consultado el 11 de julio de 2022)
[7] Lewis-Kraus, Gideon. “How Harmful is Social Media?”, ed. cit.
[8] Idem.
[9] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit.
[10] Ibidem, p. 12.
[11] Ibidem, p. 11.
[12] Ibidem, p. 13; p. 289.
[13] Ibidem, p. 256.
[14] Ibidem, p. 248.
[15] En Understanding Media, McLuhan, parte de la aproximación estructural a cada medio, la cual “(…) es necesaria para el estudio de los medios puesto que ningún medio tiene su significado o su existencia aislado, sino solamente en acción recíproca [interplay] con otros medios.” (Ibidem, p. 26) Los medios son posita solamente como objetos del estudio físico técnico, pero son correlata unos de otros en el estudio mediológico mcluhaniano. En la cita anterior las cursivas son nuestras. En todos los casos el énfasis mediante cursivas al interior de una cita será nuestro a menos que expresamente se indique que es del autor.
[16] Una fuga de petróleo causa, sin lugar a duda, una mortandad de peces bajo ciertas condiciones, un balazo causa la muerte de un hombre, también bajo ciertas condiciones, ¿pero las balas que mataron al archiduque y a su esposa fueron además de la causa de la muerte de ambos la causa de la Primera guerra mundial?
[17] Lewis-Kraus, Gideon. “How Harmful is Social Media?”, ed. cit.
[18] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 241.
[19] Ibidem, p. 270.
[20] Lewis-Kraus, Gideon. “How Harmful is Social Media?”, ed. cit.
[21] Lewis H. Lapham, el editor para el MIT de Understanding Media capta muy bien la novedad estructural, de origen tecnológico, con la que se enfrenta McLuhan: “Al eliminar las dimensiones del espacio y el tiempo, las formas electrónicas de comunicación también eliminan la presuposición de la causa y el efecto. [Fue] el hombre tipográfico el que asumió que A sigue a B (…)” (McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 23), asunto al que volveremos en la segunda parte de este trabajo.
[22] Ibidem, p. 48.
[23] Lewis-Kraus, Gideon. “How Harmful is Social Media?”, ed. cit.
[24] Cfr. Idem.
[25] Véase: “Dados los efectos transformadores de las redes sociales, Haidt insistió: es importante actuar ahora, incluso en ausencia de evidencia dispositiva [causal]. ‘Los debates académicos se desenvuelven a lo largo de décadas y con frecuencia nunca son resueltos, mientras que el entorno de las redes sociales cambia de año en año’, dijo. ‘No nos podemos dar el lujo de esperar cinco o diez años para una revisión de la literatura.’” (Idem) Es claro que Haidt mantiene su sentido de urgencia respecto de las redes y sus efectos, no solo políticos, sino también sobre la salud mental de los jóvenes, que es un tema central para Haidt en varios de sus trabajos, aunque en tiene una presencia menor.
[26] Ver el capítulo Los chalecos amarillos y Facebook, en Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, ed. cit., p.203.
[27] Lewis-Kraus, Gideon. “How Harmful is Social Media?”, ed. cit.
[28] Véase a Sunstein: “(…) existe el riesgo de que para los académicos de cualquier campo Twitter tenga cámaras de resonancia justamente para ellos.” (#Republic, Princeton University Press, Princeton, 2018)
[29] Véase Hawkins, Stephen, et al. Hidden Tribes: A Study of America’s Polarized Landscape, More in Common, New York, 2018.
[30] Haidt: “Los activistas progresistas son, con mucho, el grupo más prolífico en las redes sociales (…). Los conservadores devotos los siguieron (…)” (AB) en ser prolíficos.
[31] Además de varias conferencias bastante famosas se tiene su libro conjunto de Haidt con Lukianoff, The Coddling of the American Mind (2018), en el que los autores examinan el abandono universitario sistemático de la misión de encontrar la verdad.
[32] Lewis-Kraus, Gideon. “How Harmful is Social Media?”, ed. cit.
[33] La conversación virtual entre M. Goodman y J. Haidt propiciada por el Shalom Hartman Institute está recogida en una grabación a cuyo contenido referimos en este trabajo utilizando el minuto aproximado de la misma en la que algo se dice. En este caso la paráfrasis casi textual de Haidt se encuentra en el minuto 9:21 de la conversación. Goodman, Micah; Haidt, Jonathan. “Sources Presents: Can Faith and Ethics Heal our Fractured, Technology-Soaked Society?”, 2022, Vimeo, 58:58, https://www.hartman.org.il/can-faith-and-ethics-heal-our-fractured-society/ (Consultado el 20 de junio de 2022)
[34] Behr, Rafael. “How Twitter poisoned politics”, Prospect (2018), https://www.prospectmagazine.co.uk/magazine/how-twitter-poisoned-politics (Consultado el 12 de noviembre de 2021). Resulta convemiente remitir aquí a Sunstein, cuando (2017) dice que “[e]n los EE – UU la polarización política (…) se agrava por la autosegregación de los votantes en grupos de gente que piensa de manera similar (…). Incluso si la autosegregación involucra una parte pequeña del electorado, se puede tratar de gente altamente influyente, no solo por la intensidad de sus creencias.” (Sustein, Cass, #Republic, ed. cit.)
[35] Behr, Rafael. “How Twitter poisoned politics”, ed. cit.
[36] Idem.
[37] Idem.
[38] Idem.
[39] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 9
[40] Behr, Rafael. “How Twitter poisoned politics”, ed. cit.
[41] McLuhan insiste en que “las verdaderas noticias son las malas noticias”, en particular todo lo “turbio”, “sórdido”, “el lado obscuro de las cosas”, es lo que justamente por su atractividad es la fuente del escándalo. Véase Carrillo Canán, Alberto. “Los chalecos amarillos, Trump y la antipolítica. Segunda parte”, Reflexiones Marginales (2021), https://reflexionesmarginales.com/blog/2021/05/26/los-chalecos-amarillos-trump-y-la-antipolitica-segunda-parte/ (Consultado el 11 de noviembre de 2021).
[42] Behr, Rafael. “How Twitter poisoned politics”, ed. cit.
[43] Haidt, Jonathan; Rose-Stockwell, Tobias. “The Dark Psychology of Social Networks”, The Atlantic, https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2019/12/social-media-democracy/600763/ (Consultado el 18 de marzo de 2021).
[44] Behr, Rafael. “How Twitter poisoned politics”, ed. cit.
[45] Idem.
[46] Idem.
[47] Idem.
[48] Idem.
[49] Idem.
[50] Véase Behr: “No hace mucho que la tecnología digital podía utilizarse (…) para imponer disciplina declarativa a los parlamentarios. Esa transmisión de arriba hacia abajo se ve obsoleta ahora. Los políticos que tweetean con fidelidad la línea de la oficina de prensa del partido que debe ser asumida aparecen ridículos. Los parlamentarios individuales se sienten libres para decir lo que realmente piensan.” (Idem)
[51] Idem.
[52] Behr nos recuerda a McLuhan cuando desde el principio de “How Twitter poisoned politics” nos dice que “[l]o que sobresale es el medio y no su mensaje.” (Idem) El tema o asunto de la discusión es irrelevante respecto de los patrones de la subjetividad cognitivos y pragmáticos de los usuarios del medio.
[53] Idem.
[54] Lewis-Kraus, Gideon. “How Harmful is Social Media?”, ed. cit.
[55] Idem.
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