Haidt el “apocalíptico”, la democracia y las redes sociales. Parte 3: El choque estructural entre la democracia y el entorno digital

 

Resumen

Ahora concluimos nuestro trabajo sobre la discusión desatada por el artículo de Jonathan Haidt en The Atlantic (11.04.2020) respecto del conflicto entre las redes sociales y la democracia. En la segunda parte vimos que la “doble crisis moral y política” que Haidt asocia con las redes sociales remite al choque entre las “tecnologías mecánicas” y las “eléctricas” (McLuhan). Ahora examinamos el choque entre la democracia parlamentaria y los medios eléctricos digitales con sus dos formas eléctricas generales, a) la emotividad pugnaz asociada con los contenidos en tiempo real y b) la polarización política asociada con la forma descentralizada extrema de los contenidos digitales. El conflicto entre la democracia liberal y las redes sociales resulta una versión restringida del choque entre medios mecánicos y medios eléctricos.

Palabras clave: revolución digital, democracia, mecánico, eléctrico, tiempo real, descentralización.

 

Abstract

We now conclude our work on the discussion sparked by Jonathan Haidt’s article in The Atlantic (04.11.2020) regarding the conflict between social networks and democracy. In the second part we saw that the “double moral and political crisis” that Haidt associates with social networks refers to the clash between “mechanical technologies” and “electrical” (McLuhan). We now examine the clash between parliamentary democracy and digital electric media with its two basic electric forms, a) the pugnacious emotionality associated with real-time content and b) the political polarization associated with the extreme decentralized form of digital content. The conflict between liberal democracy and social networks is a restricted version of the clash between mechanical and electrical media.

Keywords: digital revolution, democracy, mechanical, electrical, real time, decentralization.

 

“Mi pregunta remite la necesidad intrínseca para el gobierno democrático de modos industriales de organización, y a la destructividad intrínseca de un público organizado en las redes digitales, cabalgando el tsunami de la información.”

Gurri

“El Centro no puede revivir la época industrial. Las redes no pueden engendrar una alternativa.”

Gurri

 

Este trabajo en tres parta tiene su motivación inmediata en la discusión desatada por el texto AB[1] de Jonathan Haidt en el que sostiene un efecto deletéreo de las redes sociales sobre la democracia en Occidente. En la primera parte del trabajo defendimos la tesis de Haidt contra las principales críticas recibidas, pero ahí mismo anunciamos que nuestro trabajo iría más allá no solo de la defensa de la tesis principal de Haidt sino de sus propias aportaciones al problema; anunciamos que pasaríamos a un examen mediológico que plantearía profundas razones estructurales del choque entre las redes sociales y la democracia. Para eso nos remitiríamos a la teoría adelantada hace ya casi sesenta años por Marshall McLuhan sobre el choque estructural entre los “medios” o “tecnologías mecánicas” y las “tecnologías eléctricas”, donde la democracia representativa es solo una más una de las formas de la tecnología mecánica que está bajo asedio por la totalidad de la matriz de las tecnologías eléctricas. Para mostrar tal choque, en la segunda parte recurrimos a la idea de J. Haidt y M. Goodman de que la “revolución digital” está teniendo como efecto una “doble crisis” en Occidente, a la vez “moral” y “política”, para mostrar que tal doble crisis no es un asunto correlativo meramente con la “revolución digital” sino que está prefigurada ya en dos formas propias de todas las tecnologías eléctricas, a saber, a) la “velocidad instantánea de la electricidad” y b) la “descentralización” tales tecnologías. Es decir, aceptando la tesis de la doble crisis de Haidt y Goodman rastreamos su origen estructural hasta la raíz misma, la electricidad devenida telégrafo, lo cual muestra que el problema de la democracia y el actual entorno tecnológico es mucho más profundo de lo que ambos, Haidt y Goodman entreven. En esta tercera y última parte del trabajo utilizamos la discusión sobre la forma eléctrica de la velocidad instantánea (el tiempo real) y la forma descentralización para examinar la especificación de ambas formas ya específicamente en el entorno digital, es decir, el marco de la “revolución digital” que tanto preocupa a Haidt y a Goodman. Esta discusión la desarrollamos aplicando los resultados de la parte dos del trabajo, es decir, la idea tiempo real y descentralización como formas eléctricas en general, al examen que Tim Wu, Cass Sunstein y Martin Gurri hacen sobre exactamente el mismo problema que subyace a la serie de estos tres trabajos, a saber, el choque estructural entre la democracia como tecnología de acuerdo social y las tecnologías eléctricas, en este caso como las tecnologías digitales representadas por la web y las redes sociales. Todo sugiere que la crisis estructural, algo más profundo que lo que preocupa a Haidt y a Goodman es una estaba muy elevada, tal vez final, del choque estructural abordado ya por McLuhan entre los “medios mecánicos” y los “medios eléctricos”.

 

La democracia, la libertad de expresión y el acuerdo parlamentario

 

La crítica a Haidt por el hecho de no tener una demostración causal del efecto deletéreo de las redes sociales sobre la democracia liberal sino solamente una correlación, tiene pretensión de cientificidad, pero en realidad carece de fuerza. Un ejemplo típico de que la correlación incluso de 100% no conlleva causalidad es dado por F. Dretske. Si bien las 5 hijas de Tom tienen viruela, y por tanto hay una correlación de 100 entre ser hija de Tom y tener viruela, eso no significa de ninguna manera que ser hija de Tom sea la causa de tener viruela.[2] Sin embargo, la coexistencia de unos 10 años entre redes y perturbaciones sociales, que en particular incluyen notables malfuncionamientos de la democracia, es algo mucho más complejo que el caso ideado por Dretske. Ya en la primera parte de este trabajo vimos la tesis de Nyham de las redes sociales polarizadas como simple espejo, inerme, pasivo, de una sociedad polarizada y la cuestionamos con un enfoque estructural. En un sistema estructural los nodos de este están en acción recíproca por lo que se influyen en una retroalimentación con efectos causales recíprocos sin que se pueda negar que la acción de un nodo es la causa de lo que ocurre en otro nodo ni tampoco que lo que ocurre en el otro nodo sea la causa de lo que ocurre en el primero. Ambos son causa y efecto. Lo mismo vale para sistemas estructurales complejos multinodales.

 

En nuestro caso, “la sociedad polarizada” es un sistema complejo con múltiples nodos entre los cuales están las redes sociales polarizadas y polarizantes ellas mismas.[3] Por nuestra parte, siguiendo el “enfoque estructural” de McLuhan a los medios como formas y al entorno mediático como la “vida de las formas” que incluye el caso del choque entre ellas, ofrecemos una explicación estructural del efecto de las redes sobre la polarización social que comprende tanto la noción de conformidad como la de disconformidad. Por un lado, en efecto, las redes sociales y la sociedad se influyen correlativa, mutuamente, de manera recíproca, con-formando en términos de polarización, de ánimo beligerante, tanto en la sociedad en general como en las redes. Por el otro lado la beligerancia que como polarización afecta a la democracia liberal negativamente, es otro la dis-conformidad entre la forma de acuerdo social constituida por la democracia y las redes sociales como forma comunicativa. En realidad, se trata de algo obvio, aunque sea difícilmente operacionalizable en términos de mensurabilidad causal. Después de pensarlo un momento, ¿no debería de ser obvio que la democracia es una forma social que necesita no solo de comunicación sino de una forma específica de comunicación que facilite el acuerdo? Después de todo, la estructura autoritaria piramidal de la comunicación, por ejemplo, en el ejército, es algo claramente antidemocrático pero que existe porque en ella el acuerdo no tiene lugar sino solamente se necesita la obediencia. ¿Realmente cuesta tanto darse cuenta de que debe haber una conformidad básica entre la democracia y la forma comunicativa?

 

Por supuesto, cualquiera puede argumentar que el que todo el mundo pueda participar en las redes sociales generando contenidos es lo más democrático que puede existir. Esta es la idea básica del tecno optimismo que fue característico del periodo inicial de las redes sociales, pero aún hoy en día se continúa aceptando tal idea. Así, Gershberg e Illing en su libro The Paradox of Democracy (2022), con el trasfondo del “entorno digital de las redes sociales hoy en día”,[4] abandonan la idea tradicional de las democracias maduras, es decir, estables, para pasar a la idea de que las democracias siempre son inestables, precisamente porque en tanto “cultura comunicativa abierta”,[5] nos dicen, “[l]os sistemas democráticos, por su naturaleza misma, son inestables siempre (…)”[6] ya que invitan “a la explotación y la subversión desde su interior.”[7] Es claro pues que contra lo que venimos sosteniendo en este trabajo la “apertura” de las redes sociales parece ser conforme con la democracia definida a partir de la “libertad de expresión”.[8]

 

Contra lo que sostiene Gershberg e Illing la democracia no es simplemente el campo para la libre expresión sino un medio, una tecnología de acuerdo social, lo cual significa que la libertad de expresión no es un fin en sí mismo sino un medio para el acuerdo entre partes – ya sea grupos o individuos –. Y precisamente las redes sociales están en el centro de una matriz o entorno comunicativo que, siendo abierto, el más abierto de la historia, no favorece el acuerdo sino, al contrario, necesariamente tiende a imposibilitarlo. Ahí es donde el tema de las cámaras de resonancia en las redes sociales y, más aún, el de los medios partisanos – actualmente en realidad alineados con las redes porque para empezar, como discutimos en la primera parte de este trabajo – quienes están en los medios son activistas de las redes –, cobra su relevancia.[9] Es llegados a este punto, las cámaras de resonancia como un elemento estructural de la forma comunicativa que son las redes sociales, que los trabajos de Tim Wu, de Cass Sunstein y Martin Gurri muestran su relevancia. En esencia estos trabajos apuntan a que en el entorno de la “revolución digital” – pero no solo en ella – los usuarios de los medios de comunicación eléctricos, tanto los previos como los digitales, de manera necesaria entran voluntariamente en estancos comunicativos como una estructura que imposibilita el acuerdo. Respecto de ello, las redes sociales son solo un caso de la estructura comunicativa fraccionada en estancos que en tanto fraccionada es congruente con la metáfora de la Torre de Babel.

 

Antes de pasar a un breve examen de las aportaciones básicas de los tres autores mencionados, mostrando de paso que son integrables en la mediología de McLuhan, conviene dejar claro por qué la democracia no es la forma comunicativa de la libre expresión sino una forma tecnológica en la que la libre expresión queda sometida a la necesidad de lograr un acuerdo. El acuerdo se logra ya sea por consenso o por votación, pero la esencia de la democracia es ser un medio de acuerdo general y por lo tanto de estabilidad social. Una democracia inherentemente inestable, que puede deslizarse a todo tipo de autoritarismo o a la simple desintegración (por procesos como guerras civiles), como lo plantean Gershberg e Illing es una democracia que se queda por debajo de su función de generar acuerdos para tener estabilidad social.

 

La democracia tiene dos aspectos principales, a) el funcionamiento de algún tipo de parlamento con representantes populares electos y b), precisamente, la elección de dichos representantes. Por supuesto que todavía hay una buena cantidad de aspectos e instancias, entre ellas la elección de algún jefe de gobierno y la designación de un poder judicial, pero estos dos últimos aspectos y otros más son secundarios respecto de la cuestión de la libertad de expresión —que no es lo mismo que la libertad para votar—. Así mismo, la amplitud social del derecho de votación también es secundaria a los efectos de nuestra discusión, lo mismo que si el parlamento en realidad son dos cámaras con distintos tipos de representantes o solamente una. Lo que importa es que el parlamento tome los acuerdos que se convierten en ley y dan el marco operativo para los asuntos públicos y, con ello, garantizan la estabilidad social. Sin hacer la historia de la figura del parlamento pensemos simplemente que la división tradicional y más o menos amplia en los parlamentos del mundo entre izquierda, centro y derecha, significa que los representantes populares electos se agrupan en el parlamento por similitudes como puede haberlas en las cámaras de resonancia, sin embargo, a diferencia de lo que ocurre en las cámaras de resonancia, que son compartimentos estancos, en el parlamento los diferentes grupos están reunidos para discutir entre ellos, no hay forma de evitarlo, lo cual es la antítesis del intercambio comunicativo puramente homofílico en las cámaras de resonancia. Por más profundas y graves que sean las diferencias entre los grupos parlamentarios, el parlamento es la tecnología para que discutan —justamente los parlamentarios no forman grupos estancos— y se alcance consensos, lo cual es más bien la excepción, o bien se llegue a acuerdo por votación mayoritaria, que en realidad son la expresión de la labor parlamentaria más importante y constante, que es la negociación en comisiones de parlamentarios. Pequeños subgrupos de los diferentes grupos parlamentarios negocian acuerdos preaprobándolos, acuerdos que entonces son llevados a votación en el pleno y con eso quedan aprobados definitivamente por mayoría. El respeto a la mayoría acaba siendo el paso final de la técnica de acuerdo social, y esa mayoría se constituye de caso en caso por acuerdos y negociaciones. No solo el parlamento es un centro, sino que los subgrupos que se forman para la negociación restringida son el centro de ese centro. Con ello el parlamento es un ejemplo notable de la estructura “centro – periferia” propia de los “medios mecánicos”.

 

Si pensamos en la famosa figura norteamericana de “cruzar el pasillo” como metáfora para llegar a acuerdos entre las fracciones de los demócratas y los republicanos una a cada lado del pasillo de la cámara, queda claro que la característica básica del funcionamiento de un parlamento, es que los que piensan diferente —por las razones que sea, como representar intereses divergentes— tienen que comunicarse y llegar a un acuerdo, que es lo que ocurre en las comisiones que son los subgrupos parlamentarios reunidos. Nada hay más contrario que eso al espíritu tanto de a) las redes sociales, como b) los medios de masas partisanos. En esencia la forma comunicativa constituida por la red social y la forma descentralización de la comunicación de masas a través de multitud de canales TV por cable y de estaciones de radio descentralizadas, tiene una dinámica donde lo que cuenta es la diferencia de todo tipo, empezando por cosas tan banales como la manera en la se dan las noticias en los canales de deporte, y acabando por las diferentes tendencias políticas que representan los mainstream media.

 

Con lo anterior debería estar claro que concentrar la idea de la democracia en la libertad de expresión en vez ver a dicha libertad como el medio que es el “contenido” del medio que constituye el acuerdo, su posibilitante o transcendente, deja completamente subdeterminada la idea de democracia. La libertad de expresión al margen de los acuerdos a los que debe servir no tiene sentido democrático. Justamente esto es lo que los mencionados arriba Wu, Sunstein, Gurri, e incluso Chomsky, tienen como trasfondo común en sus aportaciones a la discusión de la relación entre la forma de los medios, en especial los medios de comunicación, y la democracia como forma política.

 

La “revolución digital” y teóricos actuales

 

Recurriendo a las categorías mcluhaniana de a) la “velocidad eléctrica” como base de la forma tiempo real de la comunicación y b) el paso de la centralización como forma de la “tecnología mecánica” a la descentralización como forma de “tecnología eléctrica”, incluida aquella de la “revolución digital”, queda claro que hay una disparidad o choque estructural, una dis-con-formidad entre la estructura vital y comunicativa, es decir, los hábitos y condicionamientos psicológicos sociales “mecánicos” y los “eléctricos”.[10] Ya hemos tratado el asunto en relación directa con McLuhan. Ahora nos referiremos brevemente a Tim Wu Noam Chomsky, Cass Sunstein y Martin Gurri. Ellos, como Haidt y Goodman, se ubican no en la teorización de la “época eléctrica” en general y hacen muy escasa referencia, si alguna, al marco teórico del choque entre las “tecnologías mecánicas” y las “eléctricas”;[11] su marco explícito es básicamente el de la “revolución digital” en la que incluyen a la web y a las redes sociales, pero con ello dichos autores resultan iluminadores para la problemática de la relación entre la democracia liberal y las redes sociales.

 

El diseño de las cámaras de resonancia

 

La ya mencionada conversación entre Haidt y Goodman fue introducida mediante el texto del segundo titulado Our Technology Sickness, en el que Goodman problematiza la relación entre la elección y la libertad, concluyendo que a mayor posibilidad de elección, menor libertad y viceversa,[12] por lo que concluye que sería mejor tener “menos opciones de elección y más libertad”.[13] Lo interesante de este planteamiento en términos mediológicos es que ahí está encerrada ya la idea de que en realidad para la forma democracia liberal o representativa resulta conveniente un determinado grado elevado de centralización mediática en vez de la multitud de voces, es decir, de la descentralización sin límite que significa la “revolución digital” con la combinación de la web, con sus blogs, y las redes sociales. Lo que con-forma con la libertad en término de democracia representativa es la centralización y no la descentralización ilimitada en la circulación de contenidos. La idea, realmente simple, que plantean Chomsky, Sunstein y Gurri, a fin de cuentas, es que la multiplicidad inagotable de opciones de elección en la recepción —y generación— de contenidos digitales lleva a las cámaras de resonancia.

 

La gente, voluntariamente, sin ninguna manipulación por algoritmos o de otro tipo, escoge no exponerse a contenidos que le desagradan (emoción) o con los que está en desacuerdo (pensamiento), efectuando una “autosegregación en grupos de gente con mentalidad similar”[14] que impide lo que logra un parlamento, es decir, que los individuos estén obligados a confrontarse con los hechos que no les agradan y las ideas que con las que disienten. Esta confrontación con lo otro, con lo antipático emocional o intelectual, en vez de con lo puramente homofílico, es el resultado necesario de los contenidos mediáticos con un grado alto de centralización[15] y es conforme con la estructura o forma tecnológica democrática principal para el acuerdo que es el parlamento. En otras palabras, el vocinglerío infinito donde todos buscan, dicen, ven y leen lo que les gusta, principalmente eso, al margen de lo que sean los hechos y de las otras opiniones, da por resultado cámaras de resonancia, la fragmentación del público, con lo que las voces infinitas no son ninguna conversación general, pero tampoco conversaciones de grupo, porque la forma tiempo real en el que opera la “revolución digital” solo da margen a la forma constituida por la subjetividad moralista pugnaz que determinamos arriba,[16] de acuerdo con la cual la gente reacciona automáticamente, sin reflexión alguna, reafirmando emotivamente sus filias y sus fobias.[17]

 

Contra lo que el tecno optimismo sobre la web y las redes sociales pensó, el e-vocinglerío no es ninguna conversación, ni tampoco un conjunto de conversaciones separadas. Es la emotividad sin límite que es dis-conforme de raíz con la actitud mental o “condicionamiento psicológico” ilustrado de objetividad, tolerancia, disposición al acuerdo y respeto al acuerdo logrado en los cabildeos parlamentarios y confirmado por votación. Tal es la conclusión que podemos obtener de los autores mencionados, como veremos a continuación.

 

Una nota de Tim Wu en The Marchantas of Attention[18] es la que lleva al hilo discursivo resumido arriba. El centro del trabajo de Wu es mostrar que la digitalización de la comunicación gracias a la web lleva, a través del incremento de las posibilidades de elección, a la fragmentación de la atención, que es tan temida por Haidt como fragmentación de la nación americana. En efecto, Wu nos dice que:

 

“[l]a micro fragmentación representada por las audiencias de blogueros causó pánico a algunos pensadores como Noam Chomsky y Cass Sunstein. Chomsky argumentó que los blogs carecían del poder para limitar a actores poderosos. ‘Hay mucho que criticarles a los medios de masas, pero son la fuente de información regular sobre una variedad de temas. Eso no puede ser duplicado en los blogs.’ (…)[19] Sunstein, en la cúspide de la popularidad del blogueo, escribió uno de los escasos ataques académicos a las elecciones [choices] hechas posibles por las tecnologías como el cable o la web. Argumentó que los blogs y otras tecnologías estaban dividiendo al país en facciones informativas que prestan atención solo a lo que desean escuchar [una preferencia predecesora de las cámaras de resonancia como fenómeno específico de las redes sociales]. ‘En una democracia’, escribió Sustein, “la gente no vive en cámaras de resonancia o capullos informativos. La gente ve y escucha un rango amplio de temas e ideas.’ Esta concepción de la democracia dice Sunstein, ‘levanta serias dudas acerca de ciertos usos de las nuevas tecnologías, sobre todo la web, acerca del crecimiento desconcertante del poder de elección – de poner en la pantalla o de sacar de la pantalla.” (…)[20] Ambos, él y Chomsky prefirieron un entorno al que la nación se sintoniza colectivamente, algo como NBC o CBS o tal vez una emisora pública.”[21]

 

En el fragmento anterior la tesis de que “la gente no vive en cámaras de resonancia o capullos informativos” hay que entenderla en el sentido de que la gente no está atrapada en ellos involuntariamente, sino por su propia elección: ante una vastísima variedad de contenidos, es decir, de opiniones, de presentaciones de hechos, de materiales audiovisuales, la gente escoge lo que le gusta y lo que concuerda con sus gustos y sus propias opiniones o maneras de ver las cosas. Esa es ya una tesis central del propio Wu:

 

“Aceptando que muchos de nosotros estamos perpetuamente distraídos, pasamos mucho tiempo en las redes sociales o viendo televisión (…), el cínico pudría preguntar: ¿Acaso no es nuestra elección vivir así? Por supuesto que lo es – somos nosotros los que voluntariamente (…) aceptamos tal compromiso con la industria de la atención (…) por noticias, buen entretenimiento o servicios útiles (…)”.[22]

Este tema, la confección de un nicho de contenidos al gusto e interés del usuario de la red es un tema central para Sunstein más que para Wu. Ya en el prefacio de su libro #Republic. Divide Democracy in the Age of Social Media (2017), Sunstein dice lo citado arriba parcialmente, a saber, que en “[e]n una democracia funcional la gente no vive en cámaras de resonancia ni en capullos informativos.” Pero ya en al inicio mismo del primer capítulo de su libro refiere al hecho de que la gente construye, diseña, tales “capullos informativos”:

 

En 1995, el tecnólogo Nicholas Negroponte profetizó la emergencia del ‘Yo Cotidiano’. Con el Yo Cotidiano, sugirió que Usted ya no dependería del diario local para cuidar lo que viera, y podría evitar las cadenas televisivas. En lugar de ello, Usted podría diseñar un paquete comunicativo justamente para Usted, con cada componente totalmente seleccionado de antemano.”[23]

 

La idea es que no estamos arrojados —como diría Heidegger— en el factum pre-existente de un capullo informativo, sino que cada uno “diseña” el suyo. A continuación, Sunstein es totalmente explícito diciéndonos que

 

“[s]i Usted quiere enfocarse solamente en el basquetbol, Usted puede hacer exactamente eso. Si Su gusto es William Shakespeare, Su Yo Cotidiano podría ser todo shakesperiano, todo el tiempo. Si Usted gusta de leer acerca de romances —tal vez involucrando a sus celebridades favoritas— su periódico podría enfocarse en los más recientes amoríos, o en quién está separándose de quién.”[24]

 

Hasta este punto Sunstein se concentró en la dimensión de los gustos y preferencias como asunto privado, no público, es decir, no de la esfera de la polis o lo político, pero sin solución de continuidad pasa justamente a eso:

 

“O suponga que Usted tiene un punto de vista característico. Podría ser que sus puntos de vista sean de izquierda o de centro y desee leer relatos concordantes con lo que Usted piense sobre el cambio climático, la igualdad, la inmigración, y los derechos sindicales. O podría ser que Usted tendiera hacia la derecha, y quisiera ver la perspectiva conservadora sobre tales asuntos, o solo sobre un par de ellos, y sobre cómo reducir impuestos o reducir la inmigración. […] Tal vez lo que más le importa a Usted son sus convicciones religiosas y quiere leer y ver material con un sesgo religioso (el Suyo). (…) Lo que importa es que con el Yo Cotidiano cada uno podría disfrutar del control arquitectónico. Cada uno de nosotros sería totalmente responsable de lo que vea y escuche.”[25]

 

Por supuesto, en el caso de los medios uno puede escoger medios sesgados —“partisanos”— y en el caso de las redes sociales uno escoge participar en grupos que uno encuentra ya estatuidos como cámaras de resonancia. Lo importante no es tanto si uno mismo genera una de dichas cámaras, sino que en el diseño del “paquete” de contenidos digitales que uno consume entra tal o cual cámara de resonancia —o tal o cual medio partisano—, claro suponiendo que uno califique como posible miembro de la cámara en cuestión, por ejemplo, de feministas o de gays, etc. Pero el diseño del “paquete comunicativo” siempre es materia de elección personal, por ejemplo, la mujer que elige ingresar en una cámara de resonancia feminista, lo cual es tan personal como que la misma mujer elija ingresar a un grupo de cocina asiática, con la diferencia, claro, de que la cámara de resonancia no es un simple grupo de intereses como lo es el de cocina asiática, sino una agrupación militantes guida por la subjetividad moralista pugnaz, de “estar a favor de x (compasión) y contra y (indignación, ira)”, discutida arriba, cosa que está ausente del simple grupo de interés puramente personal relativo a simples gustos o inquietudes sin dimensión moral.

 

Sunstein es muy prolijo respecto de toda esta discusión central, pero la tesis básica ha quedado clara. Nótese que la idea de la elección personal, del “crecimiento sorprendente del poder de elección”,[26] concuerda con el tema central mcluhaniano de la “descentralización” como forma característica de la “tecnología eléctrica”. Sin embargo, según vimos atrás hubo una época, la de McLuhan, en que la TV fue “el gigante tímido” ofreciendo de manera sobria una “dieta de información”[27] de contenidos a toda la nación. A ello se refiere Sunstein al referirse a la época en la que

 

“(…) solo había tres cadenas televisivas, gran parte de lo que aparecía en la televisión habría tenido la calidad de una experiencia genuinamente común. El reportaje guía en las noticias vespertinas habría provisto el mismo punto de referencia para muchos millones de personas. Esto es cada vez menos cierto en las décadas recientes, las tres cadenas principales han perdido decenas de millones de espectadores. Como resultado de las opciones incrementadas, el programa más visto en las cadenas televisivas actuales tiene mucho menos espectadores que los quince programas más vistos en un año típico de los 70s.”[28]

Pero eso acabó con los “avances en la tecnología – en este caso, la mejora de la transmisión de señales por el cable coaxial, entre otras”,[29] como señala Wu. Con eso se pasó a la descentralización de la trasmisión televisiva y radiofónica ya en los años 80 y 90, aunque se trata de grados, por eso Sustein nos dice que

 

“[i]ncluso en una nación con opciones ilimitadas de comunicación, algunos eventos tales como un ataque terrorista serio, inevitablemente atraerán una atención amplia. En la misma web, algunas páginas, tales como newyorktimes.com y wallstreetjournal.com, desempeñan un papel especialmente prominente; se mantiene un cierto grado de centralización. Pero simplemente como un asunto de números, un universo comunicativo crecientemente diverso reducirá la cantidad de experiencias compartidas.”[30]

 

La idea de la reducción de la “cantidad de experiencias compartidas” deja expresada la noción de Haidt en AB, del “fraccionamiento” que impide que existen “relatos compartidos”.

De hecho, al final de los 90 la descentralización, ya con la computadora, se llevó al extremo con la “revolución digital” que permitió pasar al “Yo Cotidiano” de Negroponte y Sunstein con su “paquete comunicativo” de diseño propio. El mismo Wu se refiere a este último elemento, la computadora, como la aparición de “la tercera pantalla”, claro, frente a la cinematográfica y la televisiva. “Desde los 70 hasta los 90”, nos dice, “la televisión (…) permanecería como el recolector principal e indiscutible de la atención humana en el mundo occidental. (…) Durante un largo tiempo la tercera pantalla no entraría en el juego realmente. (…) Pero una vez que desarrolló sus propios modos de capturar la atención, la computadora nos enganchó (…). Como uno lo podría esperar de una tecnología verdaderamente disruptiva tales métodos fueron (…) totalmente diferentes de los de los medios de la emisión (…)”,[31] ya sea pública o privada que Chomsky y Sunstein echan de menos, la cual tiende a ser más bien centralizada. La computadora personal, por no mencionar ya a la portátil, ligada a la web, es un medio totalmente descentralizado, de hecho, individual, justamente personal, de acceder a contenidos o de generarlos en los blogs. Todo esto sin contar todavía a los dispositivos totalmente móviles como las tabletas y los teléfonos inteligentes, que son la cuarta y la quinta pantalla, respectivamente, los cuales son la realización última de la tesis de McLuhan de que la “electricidad” es totalmente descentralizada.

 

Con las pantallas móviles la expresión “revolución digital” adquiere pleno significado en tanto descentralización última con infinidad de opciones de elección de los contenidos y, en especial, de la generación de los mismos.[32] Se tiene pues que si a la web agregamos los dispositivos móviles, la tableta y especialmente el teléfono inteligente, el Yo Cotidiano totalmente singular, es decir, descentralizado, ya no es activo únicamente en la elección de contenidos sino que su actividad se potencia hasta la generación y difusión de contenidos, como queda palmariamente expresado en el nombre de las red social YouTube: Usted es el estudio televisivo, es decir, Usted mismo transmite, que es un caso intensificado del blogging.[33] Ya no hay emisoras, algo relativamente centralizado, sino que ahora cada uno “emite” o “transmite” desde su teléfono inteligente. Así vista, la “revolución digital” es la descentralización absoluta de la transmisión de contenidos, el usuario del medio es no solo receptor sino también broadcaster, es decir, emisor, ahora incluso en live streaming.[34] Nótese que la descentralización es un asunto puramente de estructura tecnológica. Son ciertas formas o estructuras tecnológicas las que llevan a un “público” que, como lo formula Gurri, es “hiper activo y ultra intrusivo” que es el resultado de “una proliferación de opciones de elección” que es “estructural”.[35] Aquí conviene recordar que son las “opciones estructurales disponibles”[36] las que condicionan la “psique individual y social”,[37] como lo enseña McLuhan.

 

El choque entre la participación ilimitada y la democracia “industrial”

 

Lo que los tecno optimistas, y también Gershberg e Illing, nos plantean como la libertad de expresión es en realidad el complemento del paquete comunicativo personal, porque la esencia de la “revolución digital” está en que el sujeto deja de ser simple receptor de contenidos para, empezando con los blogs, pasar a ser creador de contenidos mediáticos, tal facultad creativa, por simple que sea, es la que se identifica, ya sea explícita o implícitamente, con la “libertad de expresión” que equivaldría a la democracia. Sin embargo, es la recepción y producción de contenidos de manera individual, lo que Chomsky cuestiona como “micro fragmentación”. Esta es la forma suprema de la descentralización eléctrica, tema clásico de McLuhan que también cubre, según vemos ahora, a la “revolución digital” con sus elecciones infinitas y su Yo Cotidiano. Justamente, tanto Chomsky como Sunstein se inquietan por tal descentralización extrema. Chomsky y Sunstein prefieren una “emisora pública”. Con ello quedan cuestionado el tecno optimismo de supuestas bondades de la doble descentralización de a) las empresas de medios tradicionales y mediante b) la actividad digital a través de blogs y redes sociales con sus miles de millones de usuarios.

 

Los usuarios hiper activos son, precisamente los que, en el nivel no de lo privado sino de lo público o lo político, construyen las cámaras de resonancia bajo la mentalidad o subjetividad moralista pugnaz. Justamente esta forma psíquica es efecto correlativo de las formas a) tiempo real y b) descentralización. El efecto del tiempo real es la emotividad pugnaz (la “crisis emotiva” de Goodman y Haidt); el efecto de la descentralización es la polarización en cámaras de resonancia (la “crisis política” de Goodman y Haidt). Justamente ahí está el problema para la democracia representativa, el cual, como mostramos arriba, está ya inscrito necesariamente en el choque entre la tecnología mecánica y la tecnología eléctrica examinado por McLuhan en la etapa temprana de tal choque con el telégrafo. Ahora Gurri presenta esencialmente la idea del mismo choque al referirse a “(…) la necesidad intrínseca para el gobierno democrático de modos industriales de organización [justamente la forma o patrón “mecánico”, de McLuhan], y la destructividad intrínseca de un público organizado en las redes digitales, cabalgando el tsunami de la información.”[38] Gurri plantea ahí mismo incluso la pregunta de “(…) si la democracia debe permanecer industrializada para perdurar (…)” (279.iv),[39] siendo claro que la democracia industrializada es la democracia representativa y una forma tecnológica “mecánica” en el sentido de McLuhan.

 

La relación conflictiva entre la forma tecnológica de la democracia representativa y la tecnología eléctrica en su especificad como “revolución digital” se sigue de que tal “revolución” impide las dos condiciones —en realidad formas o patrones existenciales— que Sunstein ve como necesarias para un “sistema de libertad de expresión eficiente”,[40] a saber,

 

“[p]rimero, la gente tiene que estar expuesta a materiales que no han sido escogidos de antemano. Encuentros no planeados, no anticipados, son centrales para la democracia misma. Con frecuencia tales encuentros involucran tópicos y puntos de vista que la gente no ha buscado o, tal vez, totalmente irritantes, pero que, sin embargo, cambian su vida de maneras fundamentales. Tales encuentros son importantes para asegurar contra la fragmentación, la polarización y el extremismo, los cuales son previsibles en cualquier situación en la cual gente que piensa de manera similar habla solamente entre ella misma.”[41]

 

Claramente lo último son las cámaras de resonancia que la gente escoge —“diseña”, dice Sunstein— como parte de su “dieta” de contenidos mediáticos —“dieta informativa”—.[42] Casi inmediatamente Sunstein aclara que él no sugiere “(…) que el gobierno debería forzar a la gente a ver cosas que quisiera evitar (…)”, pero que sostiene “(…) que en una democracia digna de ese nombre, las vidas —incluyendo la digitales— deberían estar estructuradas de tal manera que la gente encontrara frecuéntenme tópicos que no ha seleccionado específicamente (…)”,[43] es decir, tópicos seleccionado, como Sunstein se expresa en dos de las citas hechas, “de antemano”. Sunstein pide, entonces, una estructura o condicionamiento psíquico mediante la “arquitectura de la serendipia”.[44]

 

La segunda condición para un “sistema de libertad de expresión eficiente” es que “(…) muchos o la mayoría de los ciudadanos deberían tener un rango amplio de experiencias comunes. Sin experiencias comunes, una sociedad heterogénea tendrá muchas más dificultades para abordar los problemas sociales. Para la gente puede incluso dificultarse el entenderse entre ella.”[45] Entonces viene la idea central en términos mediáticos: “Las experiencias comunes, incluyendo enfáticamente la experiencia posibilitada por las redes sociales, da una forma se cemento social (…)”,[46] lo cual es imposible “(…) si la gente se distribuye ella misma en cámaras de resonancia que ella misma diseña.”[47]

 

Dejemos de lado la idea general de que las redes sociales pueden dar el “cemento social” mencionado. En principio es claro que las redes sociales son un entorno en el que necesariamente surgen las cámaras de resonancia, y si bien la mayoría de los usuarios de las redes no está en tales cámaras sino solo una pequeña minoría, lo cierto es que las cámaras son un modo de “(…) autosegregación en grupos de gente que piensa de manera similar (…) [que] puede ser muy influyente, sobre todo por la intensidad de sus creencias.”[48] Lo central es que “(…) la gente no se distribuya en cámaras de resonancia (…)”[49] como sí que lo hace la gente influyente en las redes que es al mismo tiempo la mayoría de gente influyente en la sociedad. Aquí, entonces, es donde cobra relevancia la noción utilizada por Sunstein de “mediador del interés general”. Se trata de una figura de centralización, que, como vimos que lo explica McLuhan, signifique que “las opiniones más ilustradas”[50] sea las que se esparcen a lo largo y ancho del territorio nacional. Tal mediador no es un cualquiera de la red sino una figura de autoridad en la difusión de contenidos mediáticos. Notoriamente el mediador general caería como un caso bajo lo que Gurri llama una autoridad proveniente de la “jerarquía industrial”, una instancia centralizada propia de las formas “mecánicas” de McLuhan.

 

Sunstein nos dice que “[e]ntre los mediadores del interés general están los periódicos, las revistas y las estaciones transmisoras.”[51] En la definición de Sunstein se trata siempre de “medios [de comunicación] de masas”[52] los que serían los “mediadores del interés general” en la medida en la que “(…) proveen experiencias compartidas y la exposición de millones a diversos tópicos e ideas (…)”.[53] Retomando el interés de Haidt en los “relatos compartidos”, por nuestra parte ampliamos el concepto de tales mediadores para incluir en ellos a toda institución o figura de autoridad acreditada, como en principio puede serlo el presidente respetado de un país o una universidad o un instituto de investigación, es decir, cualquier instancia de autoridad, no solo los medios de comunicación, en la medida en que la sociedad vea a tales instancias como fuente de opiniones o informaciones respetables, “ilustradas”. Por supuesto, actualmente, como lo dice el propio Sunstein, [m]uchos de los más importantes mediadores del interés general están en serios problemas (…)”,[54] lo cual es correlativo con la polarización en tanto la “crisis política” de Occidente que tanto preocupa a Haidt (y a Goodman), pero eso no afecta al concepto mismo. Lo importante es que tales intermediarios “(…) proveían información y entretenimiento similares a millones de personas (…)”,[55] lo cual no es otra cosa que la forma de la “centralización” propia de las “tecnologías mecánicas”. Sin embargo, “(…) el mero volumen de opciones [descentralización] y el poder de ajustar al consumidor [to customize, lo que es otra forma radical de descentralización] están disminuyendo el papel de mediador del interés general.”[56] Sea como sea, resulta claro que “[e]n un sistema con foros públicos robustos tales como calles y parques y mediadores del interés general, tales como el periódico diario y las cadenas televisivas, el auto aislamiento es más difícil; es mucho más difícil crear cámaras de resonancia.”[57]

 

No nos debe extrañar, entonces que Wu diga que frente a la micro fragmentación Sunstein y Chomsky prefieran una emisora nacional. En este sentido es muy notable el que Sunstein refiera a la “(…) instructiva discusión sobre la política israelí de un canal, asegurando, por un largo periodo de tiempo, que la televisión ‘controlada por la autoridad de emisión fuera el único programa en la nación.’[58] Precisamente a continuación Sunstein da una argumentación potente en contra de la idea común, expuesta como vimos por Gershberg e Illing, de que la democracia como tal equivale a la libertad de expresión lo más amplia posible, una libertad que acaba en la descentralización eléctrica en su versión digital total que ya consideramos con el “Yo Cotidiano”. Sunstein nos dice que

“[d]esde el punto de vista de la democracia, toda política de ese corte [una emisora única] aparece como problemática y de hecho como inaceptable. Una sociedad libre no tiene una política de un solo canal. Pero lo que es menos obvio y más interesante son algunas consecuencias no buscadas de tal política: en menos de dos años desde su inauguración, ‘casi todo el mundo vio casi todo en el único canal monopolístico … Más aún, la experiencia compartida de la telespectación llevó a la conversación cruzando las fronteras ideológicas … El espacio central compartido de las noticias televisivas y los asuntos públicos constituyó la reunión en una plaza pública virtual.”[59]

 

Suponiendo que la valoración del proceso sea correcta, tendríamos que dado un mediador del interés general como una emisora nacional (el deseo de Sunstein y Chomsky, según vimos en Wu) es un cierto análogo del parlamento, obliga a gente con posiciones no solo diversas sino encontradas, a discutir sobre lo mismo con bases bastante objetivas. Con la política de un solo emisor no hay forma de ver y escuchar solo lo que uno prefiere, por lo que la gente tiene que discutir lo que recibe, le guste es o no; pero por ello mismo simplemente está impedida para diseñar su propia cámara de resonancia eligiendo que contenidos recibe y cuales no “de antemano”. En este caso ya no existe el Yo Cotidiano que significa que “(…) cada uno puede disfrutar de una arquitectura de control (…)”[60] según la cual “[c]ada uno estaría a cargo de lo que ve y oye.”[61]

Sunstein, continua como sigue, en lo que indirectamente es un crítica a la posición de Gershberg e Illing que lleva a propiciar todas las voces, por descalificadas y emotivas que puedan ser:

 

“Una lección [de la política de una sola emisora] es que una democracia ‘puede ser mejorada, más bien que dañada, reuniendo a los ciudadanos en un único espacio [centralización] diseñado para recibir y discutir reportes confiables sobre los asuntos del día.’ No es necesario pensar que una política de un solo canal es buena o incluso tolerable, para reconocer que la telespectación compartida, proveyendo experiencias comunes [por la vía de la centralización comunicativa] para la mayoría de la gente, puede ser extremadamente valiosa desde un punto de vista democrático. La razón principal es que promueve la discusión democrática [en vez del vocinglerío de las redes con sus cámaras de resonancia] (…)”.[62]

 

Se trata de un párrafo con una gran ambigüedad, porque se rechaza la aceptabilidad en términos democráticos de la política de un solo canal, pero acto seguido se acepta que su resultado, las acumulación de “experiencias comunes”, puede ser “extremadamente valiosa desde un punto de vista democrático” —señalemos que tal ambigüedad esboza las contradicciones que Occidente tendrá para simplemente intentar superar la “doble crisis, moral y política” por la que atraviesa—. Con tan notable ambigüedad en Sunstein, podemos volver a la gran pregunta de Gurri de “(…) si la democracia debe permanecer industrializada para perdurar (…)”,[63] es decir, en términos de McLuhan, en concordancia con la “centralización” propia de la “tecnología mecánica”.

 

Gurri es claro al decir que cree que es “(…) demostrable que un viejo orden social arraigado está declinando (…) – uno enraizado en las jerarquías y convenciones [las formas y patrones de centralización] de la vida industrial.”[64] En principio Gurri encuentra lo que nosotros llamamos una dis-con-formidad entre las jerarquías propias de la “democracia liberal” en tanto formas de vida industrial, por un lado, y por otro el “igualitarismo” de la “matriz de redes informales”.[65] Los “medios de masas”[66] son o eran lo que Sunstein llama los “mediadores del interés general”, y notablemente Gurri los ve como “el modo industrial, yo-hablo-Usted-escucha, de información”,[67] claramente como un modo no igualitario. Tal estructura jerárquica que proviene de la autoridad que posee el mediador del interés general, McLuhan la comprende bajo la forma de “los viejos patrones de la expansión mecánica de una vía de los centros a la periferia [y que] deja de ser relevante en nuestro mundo eléctrico. La electricidad no centraliza sino descentraliza.”[68] En cualquier caso, según Gurri se trataría de “la época industrial de la información”,[69] un época que dependía de “bloques de texto”[70] Afirmación puede ser interpretada en el sentido de que no solo los diarios con fotografías sino incluso la presentación noticiosa en televisión, y en grados variables los programas de entretenimiento, tenían que “anclar” (Barthes) sus segmentos visuales en textos o relatos explicativos o contextualizantes como fragmentos de alguna serie discursiva – los relatos centralizados sobre el acontecer nacional o mundial en todos los ámbitos – de tal manera que aún en el mundo de la imagen, la fuerza de la tipografía se hacía sentir todavía.[71] Sería apenas en “el nuevo mundo digital” que triunfa “(…) el poder de lo visual. Lo que es referido como los nuevos medios es en realidad el triunfo de la imagen sobre la palabra impresa.”[72]

 

Gracias a la centralización de la emisión, en la época de los medios de masas, todavía dominaba la forma mecánica tipográfica de McLuhan en la medida en la que la mayoría de los contenidos mediáticos – así fueran imágenes – estaba anclada por “bloques de texto” confeccionados de como partes más o menos repetitivas y continuas de relatos generales coherentes, en este caso gracias a la editorialización o gate keeping que hacía que incluso la televisión, a pesar de ser el medio de alto impacto visual, fuera “el gigante tímido”, como vimos arriba.[73] Lo interesante es que mediante su tesis de la relación existente entre “modos industriales” y “democracia representativa”, Gurri plantea a su manera nuestra tesis de la conformidad entre la forma mecánica de la tecnología y la “democracia liberal” (representativa) como forma de una tecnología de acuerdo social. Complementariamente, Gurri ve con toda claridad

 

“[…] la destructividad intrínseca de un público organizado en las redes digitales” respecto de la democracia. En otras palabas, Gurri plantea que la forma democracia liberal es disconforme con la forma eléctrica en su versión digital, y en lo que casi es una paráfrasis de McLuhan nos dice que “(…) porque todavía pensamos en categorías forjadas durante la época industrial (…) nuestras mentes son ciegas frente a muchos de los choques y bajas en esta lucha subterránea.” (RP 59.iu)[74] En cualquier caso, mientras que nosotros siguiendo a McLuhan hablamos del choque estructural entre las formas de la tecnología eléctrica, incluido el subgrupo de la “revolución digital”, con la totalidad de las formas o la matriz mediática de las “tecnologías mecánicas”, Gurri hace también una referencia a toda una matriz mediática mecánica o, como él dice, industrial, cuando habla de “los gobiernos en primer lugar, pero también las corporaciones, las universidades, y la lista completa de las instituciones de la época industrial”.[75]

 

Mientras que McLuhan habla de la psique condicionada por la tipografía alfabética, Gurri habla de la “mente industrial”.[76]

 

Como McLuhan, Gurri un choque total, pero no ve un desenlace claro. Así, nos dice que el mundo que él quiere “(…) describir no está en un empate. Las fuerzas contendientes son muy disímbolas, muy asimétricas como para lograr algún tipo de balance.”[77] Agrega que su “(…) tesis describe un mundo atrapado en una zona de combate sociopolítico, en la cual todo principio [patrón, forma] de la vida, toda institución, (…) todo evento (…) ha sido peleado y abrazado en el fuego cruzado.”[78] Afirma que tiene “dudas” sobre el que “(…) un lado prevalezca al final (…)”[79] ya que “[e]l Centro [la jerarquía industrial con sus formas] no puede revivir la época industrial [la época mecánica]. Las redes [las tecnologías eléctricas devenidas digitales] no pueden engendrar una alternativa.”[80] Como era de esperarse, la expresión “el Centro”, así, con mayúscula, remite a la forma o estructura centralista mecánica, que Gurri llama la “jerarquía industrial”, y dado que “las redes” son una forma totalmente descentralizada, reencontramos la temática mcluhaniana del choque entre centralización y descentralización, o entre el centro y la periferia, pero ahora con Gurri, como con McLuhan, en tanto una crisis estructural mucho más abarcante que la simple “doble crisis moral y política” de Haidt y Goodman.

 

Conclusión. La democracia, la “revolución digital” y las redes sociales.

 

En la primera entrega de este trabajo vimos que dos de las críticas a la tesis de Haidt del efecto deletéreo de las redes sociales sobre la democracia norteamericana son a) que la polarización política es un fenómeno que antecede a las redes sociales y b) que Haidt solo cuenta con una correlación entre redes y polarización, careciendo de una demostración causal y, por lo tanto, propia de la mensurabilidad científica. Por nuestra parte, en la segunda entrega de nuestro trabajo utilizamos la tesis de Haidt y Goodman sobre una “doble crisis”, a la vez emotiva y política, causada o simplemente correlativa con la “revolución digital”, para regresar mucho más atrás de las redes sociales y la web, pasando por la TV y el radio y llegando hasta la mismísima electricidad y el telégrafo como la primera tecnología eléctrica de comunicación de masas en tanto “contenido” o trascedente —el posibilitante no causal— de la prensa diaria. En tal regreso a los más remotos orígenes tecnológicos de la web y las redes sociales seguimos a McLuhan quien en su análisis morfológico del telégrafo muestra que hay dos formas eléctricas plenamente presentes en el telégrafo que son a) la velocidad instantánea de la electricidad o, en términos corrientes del día de hoy, el tiempo real, y b) la descentralización. Mostramos que es el tiempo real en el que viajan los contenidos mediáticos eléctricos lo que lleva a la estructura emotiva “compasión con x e ira contra y” como figura general de la “crisis emotiva” siempre presente potencialmente en la comunicación de masas mediante tecnologías eléctricas, incluidos la prensa diaria, el radio y la TV y, claro, la web y las redes sociales. Mostramos también que la descentralización de la comunicación eléctrica en cualquiera de los medios anteriores, impide el acuerdo sobre las cuestiones políticas del día – eso que concierne a la polis por su actualidad y por su gravedad – con lo que la estructura emotiva dual “compasión con x e ira contra y” deviene efectivamente una actitud mental moralista pugnaz, que es la que se materializa como la polarización presente en las democracias occidentales, es decir, en la “crisis política” de Haidt y Goodman.

 

La “doble crisis, emotiva y política” de Haidt y Goodman es, pues, en principio, una forma inherente a la tecnología eléctrica y como tal, como forma por materializarse, siempre presente de la mano de la electricidad, por lo que no tiene nada de extraordinario que la polarización se haya materializado ya a partir de 1985 – 90 con la descentralización de la del radio y la TV, precediendo a la “revolución digital”. Así mismo, a) la “velocidad eléctrica” (el tiempo real) y b) la “descentralización”, son estructuras o formas mediáticas “eléctricas” que no son conformes, que chocan, con las formas de la “tecnología mecánica”, entre las cuales está la democracia en tanto tecnología de acuerdo social. En otras palabras, la forma eléctrica de la tecnología siempre es disconforme con la forma democracia representativa porque esta es una forma mecánica. Esta se caracteriza por la lentitud, la reflexividad, la especialización y compartimentalización características de los medios mecánicos. Así, el tiempo concordante con la política democrática son los periodos multianuales de las elecciones y los periodos de duración indefinida, de meses o hasta años, pero nunca instantáneos, necesarios para los acuerdos parlamentarios en procesos legislativos complejos, todo llevado a cabo con reglas de procedimiento involucrando a instancias especializadas y en sedes separadas espacialmente. Por el contrario, “(…) la luz y la energía eléctrica (…) eliminan el tiempo y el espacio como factores en la asociación humana, exactamente como lo hacen el radio, el telégrafo, el teléfono y la TV”,[81] todo lo cual fue discutido en la segunda parte de este trabajo, y ya en esta tercera y última parte de nuestro trabajo examinamos como lo anterior se intensifica con la “revolución digital”.

 

El tiempo de la filtración periodística que llega a la TV y al radio y con ello a todo el público y, más aún, el tiempo del hashtag y la algarada en redes sociales es el instante – el ahora – que, además, involucra a cualquiera, al margen de todo lugar, de toda calificación, procedimiento y separación espacial y de funciones. En otras palabras, el ciudadano antes democrático ahora devenido en usuario de la electricidad como fuerza descentralizada de carácter instantáneo es totalmente ajeno a la forma o estructura mecánica de “[u]n lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”;[82] y el mismo ciudadano convertido ya en agente de los medios eléctricos en tanto medios digitales como web y como redes sociales no sabe ni de instancias autorizadas ni de procedimientos especializados, tampoco de tiempos parlamentarios o electorales, ni de distancias entre sedes institucionales; él exige respuestas aquí y ahora, al margen de las limitaciones institucionales, de jurisprudencias y procedimientos. Es el ciudadano propenso a la algarada, a la toma callejera y al motín, el de “¡que se vayan todos!”, porque la democracia representativa no le puede dar las soluciones totales que él exige aquí y ahora; es el ciudadano pasto de demagogo que ofrece soluciones mágicas que se darán con solo y que él, el demagogo, llegue al poder y aplique su voluntad. Tal ciudadano rijoso y su correlato, el líder mediático que ofrece las soluciones instantáneas, tienen ambos su transcendente o posibilitante, en la matriz tecnológica centrada en la web y las redes sociales pero que incluye a la totalidad de los medios eléctricos con su instantaneidad y su descentralización.

 

La ciudanía moralista pugnaz hipersensible —e intrínsecamente destructiva, nihilista, le dice Gurri[83]— es correlativa con las redes sociales como parte de la “revolución digital”, en especial porque el público deviene actor en tanto usuario delocalizado temporal y espacialmente, en el aquí y el ahora, cualesquiera que estos sean, de Facebook, Twitter, Instagram, TikTok o cualquier otra red social. Con el “condicionamiento psicológico”  en la “ahoridad[84] delocalizada de las redes convertida en la forma omniabarcante de la vida cotidiana, en principio todo el mundo queda invocado a “hacer política” en el instante,[85] con independencia del lugar y bajo la subjetividad pugnaz de “la compasión con x y la indignación contra y”, lo cual no puede conducir a ningún acuerdo general sino solo las explosiones como las de la Primavera Árabe, las de los Ocupa, los Indignados, los Chalecos Amarillos, los motines BLM de la primavera de 2020 en múltiples ciudades estadounidenses o a los conflictivos procesos electorales norteamericanos de 2016 y 2020.

En el marco digital el choque estructural entre las formas democráticas liberales y los medios eléctricos alcanza una intensidad y permanencia desconocidas bajo el radio y la TV. La forma psíquica mecánica de “un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar”, y esa cosa realizada por el especialista correspondiente, en el horario también correspondiente, forma propia de la democracia y la institucionalidad liberal y representativa, choca con la forma o actitud mental  —forma psíquica— eléctrica de que cualquiera, “sin delegación de funciones o de poder”,[86] actúa digitalmente donde, cuando y como quiere, “aquí y ahora”. Con las redes sociales se cumple de manera radical la tesis de McLuhan de que “[l]o eléctrico (…) barre con los especialismos burocráticos y los perfiles de la mente ligada a un manual de instrucciones (…)”,[87] que es justamente la forma de la institucionalidad propia de la democracia representativa, al tiempo que genera “compasión o furia”,[88] y ambos efectos eléctricos ponen en la crisis actual a la democracia liberal – y no solamente en los EE – UU –.

 

En conclusión, la preocupación de McLuhan por comprender los medios es precursora de la preocupación de Haidt con el choque entre las redes sociales y la democracia. Con Haidt se trata, “simplemente”, de una versión más de la preocupación de McLuhan por el choque histórico, epocal, entre la tecnología mecánica y la eléctrica y las “guerras que levanta dentro y fuera de nosotros”, en “nuestra sociedad y en nuestra psique”. Si bien Goodman, Haidt, Wu, Sunstein y Gurri se preocupan por la “revolución digital”, ya McLuhan había expresado su preocupación con “el campo completo de la revolución eléctrica”,[89] en el que el “patrón de descentralización”, es decir en los términos de Haidt, de fragmentación, “(…) aparece de múltiples maneras.”[90] El recurso a McLuhan tiene por resultado un planteamiento teórico comprensivo de carácter epocal que en su alcance especulativo transciende los límites de la mera operatividad cuantitativa de las teorías científicas y saca a la luz del día lo que cuantitativa, mensurablemente, no es posible plantear, a saber, la más o menos larvada crisis occidental del presente que se desliza ya sea suavemente o a trompicones, pero que es imparable, una crisis la cual es resultado de profundas, y hasta donde se puede atisbar, insalvables disconformidades estructurales entre las formas tecnológicas en las que nos desenvolvemos.[91] Específicamente se trata de una crisis de del centro —el parlamento y el Estado todo de derecho— del acuerdo social fijado en la democracia representativa en su lentitud mecánica inherente, pero ahora arrastrada por la vorágine psicológica de la velocidad instantánea y la descentralización propias de nuestras tecnologías eléctricas.

 

Bibliografía

  1. Carrillo Canán, Alberto. (2020). McLuhan y la subjetividad mediática trascendental. Las redes sociales y la decadencia de Occidente. Ciudad de México: UNAM.
  2. Carrillo Canán, Alberto. Fukuyama y McLuhan: Los Estados Unidos y la destrucción de la identidad nacional por la identidad tribal. Reflexiones Marginales (2021), https://reflexionesmarginales.com/blog/2021/11/30/fukuyama-y-mcluhan-los-estados-unidos-y-la-destruccion-de-la-identidad-nacional-por-la-identidad-tribal/
  3. Carrillo Canán, Alberto. “Los chalecos amarillos, Trump y la antipolítica. Segunda parte”, Reflexiones Marginales (2021),https://reflexionesmarginales.com/blog/2021/05/26/los-chalecos-amarillos-trump-y-la-antipolitica-segunda-parte/ (Consultado el 11 de noviembre de 2021).
  4. Carrillo Canán, Alberto. McLuhan, Hegel, el automóvil y la identidad ¿Por qué la democracia está condenada? Reflexiones Marginales (2022), https://reflexionesmarginales.com/blog/2022/05/25/mcluhan-hegel-el-automovil-y-la-identidad-por-que-la-democracia-esta-condenada/
  5. Carrillo Canán, Alberto. McLuhan,Atrapados entre la emotividad y el razonamiento estratégico. La virtuosidad digital y el vaciamiento de la democracia. Reflexiones Marginales (2022), https://reflexionesmarginales.com/blog/2022/03/27/atrapados-entre-la-emotividad-y-el-razonamiento-estrategico-la-virtuosidad-digital-y-el-vaciamiento-de-la-democracia/
  6. Damasio, A. (2003).Looking for Spinoza: Joy, Sorrow, and the Feeling Brain, Heinemann, London.
  7. Dretske, Fred I. (1979). Knowledge and the Flow of Information, Basil Backwll, Oxford, 1981.
  8. Goodman Micah (2022). Our Technology Sickness—and How to Heal It, en https://static.hartman.org.il/dev/uploads/2022/03/Sources_Spring-2022_Goodman.pdf (consultado el 25 de agosto 2022)
  9. Goodman Micah & Haidt, Jonathan (2022).Sources Presents: Can Faith and Ethics Heal our Fractured Society?, en https://www.hartman.org.il/can-faith-and-ethics-heal-our-fractured-society/?mc_cid=8af166d1af&mc_eid=072748ec8b    (consultado el 25 de Agosto 2022)
  10. Gershberg Zac & Illing Sean (2022). The Paradox of Democracy, London: University of Chicago Press
  11. Gurri, Martin. (2018).The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, San Francisco California: Stripe Press.
  12. Haidt, Jonathan. (2022).Yes, Social Media Really Is Undermining Democracy, en https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2022/07/social-media-harm-facebook-meta-response/670975/ (consultado el 25 de agosto 2022)
  13. Haidt, Jonathan. “Why the past 10 years of American life have been uniquely stupid”, The Atlantic, https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2022/05/social-media-democracy-trust-babel/629369/ (consultado el 25 de agosto 2022)
  14. Lennard Natasha (2013). https://www.salon.com/2013/12/29/chomsky_governments_are_power_systems_trying_to_sustain_power/(consultado el 25 de agosto 2022)
  15. Meyrowitz, Joshua (1985). No Sense of Place: The Impact of Electronic Media on Social Behavior, Oxford University Press, New York.
  16. McLuhan, Marshall. (1994). Understanding Media. The Extensions of Man[1964]. Cambridge: The MIT Press.
  17. McLuhan, Marshall & Fiore Quentin. (1967). The Medium Is the Massage, Gingko Press, 2001.
  18. Miroshnichenko Andrey (2014). Human as media. The emancipation of authorship. Moscow: Andrey Miroshnichenko.
  19. 19 Sunstein, Cass R. (2009). com2.0. New Jersey: Princeton University Press
  20. Taibbi Matt (2020).The American Press Is Destroying Itself. A flurry of newsroom revolts has transformed the American press, en https://taibbi.substack.com/p/the-news-media-is-destroying-itself?utm_campaign=post&utm_medium=email&utm_source=email (consultado el 25 de agosto 2022)
  21. Wu Tim (2016).The Attention Merchants: The Epic Scramble to Get Inside Our Heads. New York: Knopf Publishing Group.

 

Notas
[1] J. Haidt, Why the past 10 years of American life have been uniquely stupid, The Atlantic (11.04.2022).
[2] Véase Dretske, Fred I. Knowledge and the Flow of Information, ed. cit.
[3] Cuando los congresistas norteamericanos confiesan privadamente que en muchas ocasiones ellos quisieran “cruzar el pasillo” y votar juntamente con los congresistas del otro partido pero que no pueden darse ese lujo porque sus electores los despezarían, se refieren no a una masa de electores indefinida sino a los activistas partidarios, los cuales en principio están en las redes y desde ahí desarrollan una acción con efectos múltiples.
[4] Gershberg Zac & Illing Sean. The Paradox of Democracy, ed. cit., p. 18.
[5] Ibidem, p. 1.
[6] Ibidem, p. 5.
[7] Ibidem, p. 1.
[8] Ibidem, p. 1, 2.
[9] Tema que Haidt retoma con firmeza el tema en su más reciente artículo en The Atlantic, Yes, Social Media Really Is Underminting Democracy. https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2022/07/social-media-harm-facebook-meta-response/670975/
[10] Véase: “(…) no han sufrido el procesamiento extensivo de la imprenta con su condicionamiento psicológico en los modos de la uniformidad y la repetitividad.” (McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 136.)
[11] Gurri utiliza el concepto de “industrial”, que es cercano al de lo “mecánico” en McLuhan, quien en los contextos adecuados asimila las forma “mecánica” paradigmática de la “tipografía alfabética” a la “industria” y la “industrialización”, por ejemplo, cuando se refiere a la “época de la industria mecánica” (McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 5.). Para Gurri véase, por ejemplo, la tesis de “la colisión de dos modos de organizar la vida: uno jerárquico, mecánico, industrial y de arriba hacia abajo [centralizado o del centro a la periferia, como lo plantea McLuhan], y otro interconectado [como el entorno eléctrico de McLuhan], igualitario, de abajo hacia arriba.” (Gurri, Martin. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit., p. 24.) En buena medida esta “colisíon” dictaminada por Gurri corresponde al “choque” de lo mecánico y lo eléctrico de McLuhan, a quien en su libro The Revolt of the Public Gurri no hace ninguna referencia.
[12] Goodman Micah. Our Technology Sickness—and How to Heal It, en https://static.hartman.org.il/dev/uploads/2022/03/Sources_Spring-2022_Goodman.pdf, ed. cit., p.59.
[13] Ibidem, p. 64.
[14] Sunstein, Cass R. Republic.com 2.0. ed. cit., p. 18.
[15] Adelante nos referiremos al caso de la política israelí de un-solo-canal televisivo.
[16] La estructura dual “compasión con x e indignación o ira contra y”.
[17] Ver Carrillo Canán, Alberto. McLuhan, Atrapados entre la emotividad y el razonamiento estratégico. La virtuosidad digital y el vaciamiento de la democracia. En Reflexiones Marginales, https://reflexionesmarginales.com/blog/2022/03/27/atrapados-entre-la-emotividad-y-el-razonamiento-estrategico-la-virtuosidad-digital-y-el-vaciamiento-de-la-democracia/
[18] Wu Tim (2016). The Attention Merchants: The Epic Scramble to Get Inside Our Heads. ed. cit.
[19] Natasha Lennard, ‘Noam Chomsky, the Salon Interview: Governments Are Power Systems, Trying to Sunstein Power.” Salon, December 29, 2013. https://www.salon.com/2013/12/29/chomsky_governments_are_power_systems_trying_to_sustain_power/
[20] Sunstein, Cass. (prefacio) a Republic.com 2.0 ed. cit. Para nuestra exposición de la posición de Sunstein en este trabajo nosotros recurriremos a libro más reciente de Sunstein #Republic. Divided Democracy in the Age of Social Media (2017).
[21] Wu Tim (2016). The Attention Merchants: The Epic Scramble to Get Inside Our Heads. ed. cit., p. 288.
[22] Ibidem, p. 12.
[23] Sunstein, Cass R. Republic.com 2.0. ed. cit., p. 11.
[24] Idem.
[25] Ibidem, p. 6.
[26] Ibidem, p. 7.
[27] Ibidem, p. 84.
[28] Ibidem, p. 135.
[29] Wu Tim (2016). The Attention Merchants: The Epic Scramble to Get Inside Our Heads. ed. cit., p. 189.
[30] Sunstein, Cass R. Republic.com 2.0. ed. cit., p. 135.
[31] Wu Tim (2016). The Attention Merchants: The Epic Scramble to Get Inside Our Heads. ed. cit., p. 195.
[32] Andrey Miroschnishenko habla incluso de “la liberación de la autoría”, en su libro, Human as media. The emancipation of authorship. ed. cit.
[33] Véase: “Los espectadores de TV se convirtieron en publicadores de YouTube.” Gurri, Martin. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit., p. 98.
[34] Hoy en día las redes sociales más importantes como Twitter y Facebook, como varias otras, tienen la opción de la transmisión en tiempo real, el famoso live streaming. En el caso de Twitter la opción Spaces ha cobrado gran relevancia en este 2022.
[35] Gurri, Martin. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit., p. 98.
[36] Ibidem, p. 97.
[37] Cfr. McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 66, 63.
[38] Gurri, Martin. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit., p. 279.
[39] Idem.
[40] Gurri, Martin. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit., p. 156.
[41] Ibidem, p. 16.
[42] Ibidem, p. 84.
[43] Ibidem, p. 16.
[44] Ibidem, p. 14.
[45] Ibidem, p. 16.
[46] Idem.
[47] Ibidem, p. 17.
[48] Ibidem, p. 17. Este tema ya lo discutimos en la primera parte de este trabajo. Los integrantes de las cámaras de resonancia son influyentes en especial por quienes son. Se trata de verdaderos activistas educados que están, justamente, en las universidades, los partidos, las organizaciones civiles de todo tipo, en los medios tradicionales y las instituciones culturales. Ver Haidt, Jonathan. “Why the past 10 years of American life have been uniquely stupid”, The Atlantic, https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2022/05/social-media-democracy-trust-babel/629369/
[49] Idem.
[50] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 257.
[51] Sunstein, Cass R. Republic.com 2.0. ed. cit., p. 26.
[52] Ibidem, p. 27.
[53] Ibidem, p. 26.
[54] Idem.
[55] Ibidem, p. 27.
[56] Idem.
[57] Ibidem, p. 21.
[58] Ibidem, p. 132.
[59] Idem.
[60] Ibidem, p. 11.
[61] Idem. Sunstein utiliza otras formulaciones para tal capacidad arquitectónica – estructural – de control, como cuando se refiere a que lo que él enfatiza “(…) es la poder creciente de la gente para filtrar lo que ve (…)” (Ibidem, p. 15), o bien la fórmula “el poder de elegir – to screen in and screen out”, que arriba tradujimos como poner o retirar de la pantalla, pero que también se puede traducir como filtrar a la pantalla o hacia afuera de la pantalla.
[62] Ibidem, p. 132.
[63] Gurri, Martin. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit., p. 279.
[64] Ibidem, p. 15.
[65] Ibidem, p. 39.
[66] Ibidem, p. 27.
[67] Idem.
[68] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 36.
[69] Gurri, Martin. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit., p. 62.
[70] Ibidem, p. 42.
[71] Debe tenerse en cuenta que la forma nación moderna depende de códigos y discursos uniformes, continuos, repetitivos, lo cual depende de la centralización. En el caso de la Segunda Guerra Mundial el discurso nacional norteamericano unificado fue mantenido a través de la prensa diaria y la radio como mediadores de interés general. En el caso de la Guerra de Vietnam ya intervino como nuevo mediador del interés general la TV, pero en ambos casos la combinación de medios con las pocas cadenas emisoras que existían mantuvo la centralización, con el resultado de que a lo largo de años gracias a “bloques de texto” que anclaban las emisiones mantuvieron una coherencia esencialmente discursiva, de acuerdo con el modelo mecánico tipográfico.
[72] Idem.
[73] La función de control mediante el gate keeping en el caso de los medios de masas centralizados, tales como las cadenas televisivas o radiofónicas son mencionada por Gurri en referencia a Egipto, donde “(…) la gente que llegó al poder en la época industrial de la información (…)” (Ibidem, p. 52.) era la que decidía “(…) qué podía o no podía decirse en la prensa, lo que podía o no podía mostrarse en la televisión.” (Idem.)
[74] Ibidem, p. 59. Compárese: “Actualmente vivimos mítica e integralmente, por así decirlo, pero seguimos pensando en los viejos patrones del espació y el tiempo fragmentados de la época pre-eléctrica.” (McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p.  4.) También: “La acción recíproca entre los medios es solamente otro nombre para esta guerra civil que se propaga en nuestra sociedad y en nuestra psique.” (McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p.  48) En Understanding Media hay todavía otros fragmentos similares.
[75] Gurri, Martin. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit., p. 61.
[76] Ibidem, p. 62.
[77] Ibidem, p. 65.
[78] Idem.
[79] Idem.
[80] Idem.
[81] Cfr. McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit. 9.
[82] Ibidem, p. 171, 201.
[83] Gurri, The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit. 372.
[84] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. Cit. p. 335.
[85] Cfr. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit., “La vida cotidiana es crecientemente digital e interconectada. Desde el concertar una cita hasta llamar un taxi, la mayoría de las interacciones sociales ocurre a la velocidad de la luz. Este manera de vivir choca incesantemente con las pesadas jerarquías que hemos heredado de la era industrial.” Recuérdese aquí que en especial bajo condiciones de tipografía McLuhan asocia el concepto de los “medios mecánicos” al de la “industria”.
[86] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 256.
[87] Ibidem, p. 253.
[88] Ibidem, p. 254.
[89] Ibidem, p. 225.
[90] Ibidem, p. 255.
[91] Lo más que los humanos hemos podido desarrollar son criterios cuantitativos para las crisis económicas – como recesiones –, pero no existen criterios análogos claros para una crisis social, intelectual, moral, etc. Sin embargo, es claro que podemos hablar – y lo hacemos – de una cantidad de crisis sociales a lo largo de la historia sin que nadie se preocupe realmente por definir criterios de mensurabilidad concluyentes respecto de estas para poder demostrar que sucedieron. No hay que pedirle a la ciencia más de lo que esta puede dar. La especulación filosófica debe remitir a la plausibilidad de las grandes relaciones estructurales hipotéticas, pero no puede ser limitada a la causalidad científica con la mensurabilidad que les propia. La especulación filosófica no debe nunca transcender la plausibilidad en sus representaciones de la realidad, pero en sí misma transciende a la mensurabilidad científica.

Leave a Reply