Resumen
La presente ponencia analiza el tema de la pasión desde el psicoanálisis freudiano, a partir del estudio de referencias derivadas de elementos como el amor, el odio, la pulsión de vida y de muerte, el enamoramiento y también el propio detrimento del yo. Para ello, se examinan definiciones del término pasión y sus implicaciones, los elementos característicos de la pulsión y el instinto, así como las clases y tipos de pulsiones planteadas por Freud.
Palabras clave: Freud, pasión, pulsión, psicoanálisis, amor, odio.
Abstract
This presentation analyzes the topic of passion from the perspective of Freudian psychoanalysis, through the study of references derived from elements such as love, hate, the life and death drive, infatuation, and also the detriment of the self. To do so, definitions of the term passion and its implications are examined, as well as the characteristic elements of drive and instinct, and the different types of drives proposed by Freud.
Keywords: Freud, passion, drive, psychoanalysis, love, hate.
Como lo apunta la propuesta de este diplomado, se han abordado desde la perspectiva de la filosofía, el psicoanálisis, también en el cine y algunas aproximaciones desde la cínica, el difícil tema de la Pasión. Todos los intentos por describir esta noción consisten en el planteamiento de evidencias pragmáticas —de experiencias individuales— y de inferencias derivadas de un imaginario colectivo.
En el psicoanálisis freudiano, no hay una bibliografía específica, un artículo, una nota que trabaje y nos ayude a comprender de otra manera el tema de la Pasión, es por ello por lo que tenemos que interpretarlo y nombrarlo a partir de las referencias derivadas de varios elementos: del amor y del odio, de la pulsión de vida y de muerte, del enamoramiento y también del propio detrimento del yo.
Pasión proviene del latín passio onis y del griego pathos, que señala la acción de padecer, de sufrimiento, y aquí es donde el psicoanálisis tiene mucho que decir. La dimensión del pathos nos aparece a partir de las formaciones que surgen y se revelan al sujeto, con frecuencia a manera de metáforas que toman diversas y asombrosas vías de expresión acompañadas de lo que llamaríamos “sensibilidad”, el espacio de las pasiones. Finalmente poseen un sentido y una significación que se inscribe no sólo en la propia historia, sino en el conflicto, el entramado de los deseos y los vínculos que el sujeto establece con los otros. Por ello, es necesario un acercamiento a esta dimensión de sufrimiento, donde la escucha tiene un lugar privilegiado al constatar que es en la producción discursiva de la experiencia singular donde puede revelarse todo el complejo de imaginarios sociales.[1]
¿Cómo se explica la pasión en la cultura? Como referencia a un campo muy limitado y cerrado, hagamos una rápida revisión de algunas definiciones dadas al término pasión.
El diccionario de Psicología de Warren[2] anota que la pasión es la expresión emotiva, fuerte e incontrolada, por su parte el de la Real academia española de la lengua[3] señala que es la acción de padecer —por antonomasia la pasión de Cristo—, es lo contrario a la acción y corresponde a un estado pasivo del sujeto, pero por otro lado, es la perturbación o afecto desordenado del ánimo, inclinación o preferencia muy viva de alguien a otra persona, apetito de algo o afición vehemente a ello.
Tenemos que hacer un gran esfuerzo para arrancar un concepto como el de la pasión del dominio de lo común, de la experiencia vivencial, de lo coloquial y del anhelo de concebir lo romántico y amoroso como algo trascendental. Hemos considerado a la pasión como un estado afectivo, a veces demoniaco, pero esencialmente bueno y que hay que procurar; como un afecto y expresiones de las cuales hay que cuidarse, pero al mismo tiempo es deseable y reconocida como valiosa y positiva. En otras palabras, Raimundo Mier,[4] nos dice en la revista Tramas de la UAM que las pasiones suelen referirse a las propiedades dinámicas de la existencia: modalidades de acción y pensamiento enlazadas a sensaciones y afecciones.
Creemos comúnmente que en el amor debe haber pasión, ser pasional para no ser falso o superficial y trascender así lo propiamente genital. Debe haber pasión por el trabajo, por el estudio, pero también reconocemos que hay pasión en el dolor, el sufrimiento, la devoción por algo superior que implique el sacrificio, o por un principio que para lograrlo se dé la vida “ese amor apasionado anda todo alborotado por tu amor” dice una canción popular.
En cuanto al dolor, podemos ejemplificarlo, a sugerencia de la RAE, con la pasión de Cristo, —lo veremos más adelante—, pero también lo podemos observar en la acción del guerrero que se inmola por una causa como el mito de Juan Escutia, cadete que se lanza con la bandera mexicana para no ser capturada por los invasores estadounidenses, mitos que además contribuyen a la creación del “imaginario colectivo” y de la cultura en consecuencia.
Además de la pasión en el amor o la pasión por el dolor, hay otras pasiones que suelen ser reguladas por una condición o contexto social y que, por ejemplo, pueden movilizar a la población para una guerra “justa” o “patriótica”, o bien la pasión por la religión en sí, pero también por el arte, el deporte, por una actividad determinada sea senderismo, ciclismo, veganismo, y donde se puedan combinar la pasión amorosa y la dolorosa como en la literatura —la Ilíada es un ejemplo—, o en las punciones de auto castigo con agujas de maguey en los mexicas, el sílice de los frailes, etc. Todas ellas son permitidas e incluso aplaudidas, pero si la pasión se desborda y sobrepasa la contención social o los límites impuestos por la autoridad, están fuera de lugar y serán sancionadas.
En psicoanálisis y particularmente para Freud, el término es poco recurrente, y cuando aparece en escena, no deja de dársele un significado tradicional. En el caso de los neuróticos, Freud lo utiliza para hablar de una transformación cualitativa del amor en una devoción hacia el objeto amado, y en las psicosis como parte de un proceso patológico y afirma que a partir de lo patológico pudo comprender el movimiento y desarrollo libidinal que propicia la elección del objeto de amor y el retiro de la libido de ese mismo objeto al yo.
Pero el amor no va solo, el odio juega un papel fundamental, lo que significa la presencia tanto de las pulsiones sexuales como las de autoconservación, es decir ya en la segunda tópica de las Pulsiones de Vida y las de Muerte. En otras palabras, a partir de estos elementos podemos apreciar un proceso que va desde los orígenes de lo psíquico a la constitución del yo, a la elección de objeto, es decir, su libidinización o amor hacia él pero también su destrucción. En otras palabras, las vivencias del enamoramiento, la pasión por el objeto y la muerte del yo o el borramiento del sujeto como tal al volcarse en el objeto y perder toda libido para sí. Este movimiento constituye la singularidad del sujeto que surge a partir de sus propias pasiones.
En términos psicoanalíticos tenemos que hablar de la Pasión en términos pulsionales y de sus relaciones de objeto. Quizá sería mejor decir que el abordaje debemos hacerlo a partir de la historia libidinal de las pulsiones.
Sabemos que entre los participantes de este diplomado hay personas que se aproximan al psicoanálisis desde otras disciplinas, me parece oportuno reseñar de manera sucinta que es una pulsión.
Una manera sencilla es describirla a partir de la diferencia con el instinto, que por cierto en algunas traducciones al castellano e incluso al inglés, la pulsión es transcrita por la palabra instinto, aun cuando Freud utilizaba el término Trieb y no Instinkt al referirse a ella.
Pues bien, tanto la pulsión como el instinto tienen cuatro elementos que los caracterizan, y que son: Fuente, Fuerza, Meta y Objeto, aunque algunas escuelas psicoanalíticas como la francesa afirman, no sin razón, que la pulsión no tiene objeto.
En lo general la Fuente se refiere a su origen, la Fuerza a la intensidad, la Meta a la satisfacción buscada y el objeto como un recurso para llegar a la meta.
En el intento y en la pulsión encontraremos similitudes y algunas diferencias, por lo pronto, la fuerza y la meta coinciden, es decir, en intensidad singular y la satisfacción como meta, pero habrá grandes diferencias en la fuente y el objeto. En cuanto a la fuente, evidentemente será orgánica como en el instinto, pero la pulsión es a la vez psíquica, de modo que, a decir de Freud, la pulsión es un concepto límite entre lo psíquico y lo somático. En cuanto al objeto, éste podrá ser variable, intercambiable, no fijo como en el instinto.
Tomemos como ejemplo un instinto y una pulsión básica; el hambre. En un animal depredador, la fuente del instinto consiste en la disminución en los niveles de glucosa principalmente, esto acciona el mecanismo de caza. La fuerza marcará la intensidad que dará lugar a la acción en busca de la meta. Fija como objeto una presa elegida por determinadas características, e inicia la cacería. Si lo logra, la meta será alcanzada, la satisfacción estará asegurada, pero si por alguna razón la presa se le escapa, el depredador regresará al punto de partida aun cuando en su retorno se tope con otras presas socarronas que no perseguirá; el objeto es entonces fijo. Elegido un nuevo objeto, nuevamente se lanza a la caza, hasta lograrlo.
La pulsión es diferente. Hagamos una novela y supongamos que alguno de nosotros tiene hambre en este momento, además de la baja de azúcar que la ocasiona, quizá también sea ocasionada por haber pensado en el compañero o compañera de al lado originando una fantasía de tomar un café con él o con ella. Entonces aparece un acto psíquico: nos presentamos o representamos la situación y algo que comer, pensamos en un plato, digamos de espagueti, pero quizá también surja la representación de un corte de carne y luego una copa de vino, en otras palabras, la meta y la necesidad de satisfacción ya está atravesada por el placer, algo muy diferente a lo instintivo. Sin embargo, por más que la fuerza de la pulsión y el “deseo” de comer estén presentes, tendremos que esperar a que termine el seminario para poder ir a comer, es decir, hacemos valer la capacidad del yo para manejar la temporalidad y posponer el cumplimiento de la meta. Ahora bien, si la fuerza del hambre es hiperintensa, abandonaremos el espagueti y cambiaremos el objeto de la satisfacción, es cuando quizá nos levantemos para tomar agua, un café, una galletita de la mesa de cortesía, en otras palabras, el objeto lejos de ser fijo fue variable. El placer obtenido aplaca la necesidad fisiológica de comer. Pero en nuestra novela nos representamos una copa de vino, y eso tendrá otras implicaciones, es decir, la necesidad de satisfacción de un deseo más allá de solo llegar a una meta pulsional básica: era un vino en pareja, algo con otras implicaciones, y ese “antojo” permanecerá incluso por días hasta conseguirlo, aunque sea tomando una copa de vino en la soledad de nuestra cocina.
Ahora llevémoslo al terreno de lo sexual, Instintivamente, el tigre saltará sobre la tigresa cuando detecte las feromonas en el ambiente y la tigresa se tornará receptiva. No importa si su objeto es bello o no lo es, o simpático o trabajador, algo que tampoco le importara al macho. El cumplimiento de la meta es una mera satisfacción instintiva de corte reproductivo. Pensemos ahora en la pulsión, en primer lugar, es claro que la fuente no surge de la percepción de las feromonas, sino de un tipo de atracción que si bien como mera concesión podemos considerar que pueda tener algún rasgo de origen fisiológico, tendrá que ver sobre todo con las fantasías, con un deseo que va más allá de la persona propia y del otro. Si andamos “tocados o tocadas” por ese deseo, a diferencia de las galletitas del ejemplo anterior, en este caso no dejaríamos todo para ir a hacer el amor —como en las películas— sino que recurriremos a un objeto diferente para llegar a la meta, que en esencia facilite disminuir el displacer generado por la fuerza pulsional, y entonces sí, nos levantamos a comer una galletita, un té, un café, un vaso de agua y nos perdemos en una ensoñación con el objeto anhelado hasta que “la conciencia moral” nos hace caer en cuenta que estamos en un seminario. Es notable como en los adolescentes, si su plan con la pareja fracasa, se van con sus amigos o sus amigas a comer o a beber, de ahí a la cama, y si sigue la tensión, la fantasía onanista entra en escena o puede sublimar, quizá escribiendo una carta, una canción o un poema.
Freud plantea varias clases y tipos de pulsiones, fue hasta 1920 que las ordena en el par Pulsión de Vida-Pulsión de muerte.[5]
Freud señala que el bebé al nacer solo concibe un mundo, aquel que está constituido por él mismo y por todo lo que lo rodea, incluyendo a la madre. En esos momentos, la pulsión está conectada a la satisfacción de las necesidades como el alimento y el afecto, a través de un objeto que para el observador sería considerado como fuera de su cuerpo propio, pero no para el bebé, para él solo hay un mundo. Si hablamos de satisfacción sexual, recordemos lo que Freud escribe en su autobiografía.[6] En primer lugar, la sexualidad es postulada como una función corporal más amplia que aspira al placer y que sólo secundariamente entra al servicio de la reproducción; en segundo lugar, se incluyen entre las mociones sexuales todas aquellas meramente tiernas y amistosas para las cuales el lenguaje usual emplea la multifocal palabra «amor». En otras palabras, hablamos del registro de las vivencias de placer a partir de la satisfacción de las necesidades y del afecto asociado, que en su origen sería de corte autoerótico. La libido que carga la pulsión circula de manera libre en lo que llamamos proceso primario. Estamos considerando un verdadero narcisismo, un narcisismo originario o primario donde todas las impresiones, todas las sensaciones quedarán registradas en la psique del bebe no como representaciones sino como huellas de memoria o mnémicas que como en las cuevas de Altamira darán cuenta de una historia a través de un pictograma, según la atinada descripción de Piera Aulagnier.
Freud nos dice en Tres ensayos para una teoría sexual, que esa primerísima satisfacción sexual conectada al placer derivado de la nutrición marca el paradigma de los futuros vínculos de amor.[7] El pecho materno se pierde en algún momento cuando el niño puede formarse la representación global de la persona quien pertenecía el órgano que le brindaba satisfacción, constituye así una pérdida de objeto propio que habrá que encontrar, digamos que surge el deseo por recuperar ese objeto perdido y Freud nos dice que cuando es hallado tendríamos que hablar de un reencuentro. A este modo de elección de objeto de amor, Freud lo llama por apuntalamiento basado en estas experiencias de la temprana infancia, otro modo de elección de objeto de amor es el narcisista, que busca al yo propio, ese yo que se supone completo, sin pérdidas, que reencuentra en otros.
Al hablar de elección de objeto, ya sea narcisista o por apuntalamiento, ya estamos considerando un narcisismo diferente, uno que elige al objeto creyéndolo propio y lo llamamos Narcisismo Secundario o Narcisismo propiamente dicho. La libido que originalmente era narcisista, ahora se le llamara de objeto y se deposita en un ente, cuerpo u objeto externo reconocido como tal, pero con atributos relacionados con aquel objeto perdido. Observen ustedes como en estos procesos la repetición está presente de manera constante, no es un nuevo objeto, es un reencuentro, se repite la intención de vivir experiencias previas al surgimiento del yo para lo cual solo sería posible destruyendo a ese yo, se repite la intención de disminuir el displacer, la búsqueda de esa satisfacción originaria. Hay una verdadera compulsión a la repetición en esta búsqueda, y esta compulsión como lo podemos deducir, queda bajo el dominio de la Pulsión de Muerte.
Recordemos que el ser humano es de los pocos seres vivos que nace con un sistema nervioso que no ha terminado de madurar. La maduración concluye en el tiempo del control de esfínteres (etapa anal del desarrollo), de modo que, por más de un año, el bebé dependerá del auxilio de un otro que lo socorra en la satisfacción de sus necesidades y en la resolución de todas o casi todas sus dificultades. Pero ese otro auxiliador, que desde el punto de vista del observador llamamos madre o quien ejerza esa función, comienza a ausentarse, al bebe le crecen los dientes, comienza la ablactación, entra a la guardería, el objeto ya no está presente en el momento que surge la necesidad, ese acceso al placer, o a un supuesto goce queda acotado, es el propio auxiliador quien de alguna manera ya no lo permite a plenitud. Es verdad que para la madre el bebé se torna un objeto pasional derivado de la resolución de su propio Edipo, pero la función padre ocupa un lugar estelar también, privando, frustrando, procurando la renuncia a la madre. Estamos hablando de una violencia primaria, necesaria para desarrollarse como sujeto, de la constitución del yo y para el surgimiento de este deseo que desde ese momento se establece como edípico: recuperar al objeto y eliminar lo que lo obstaculiza.
Ante ello el niño vive el desamparo que se repite cuando en el nacimiento constata su fragilidad, y llora. Pero si esta ausencia se prolonga, se produce lo que Freud llamara una alucinación primaria, es decir, una primera alucinación que dará pie luego a la generación de otras como la fantasía del niño y el adulto, es por ello por lo que se la considera como el primer acto psíquico del ser humano.
La alucinación consiste en presentarse un pecho imaginario del que empieza chupetear, alcanzamos a ver en los bebes en ese momento como hacen los movimientos de succión con su boquita. Este acto psíquico satisface por un momento, aunque sea temporalmente, una necesidad fisiológica por el hambre y psicológica por el desamparo. Pero claro, si esto dura mucho tiempo, la necesidad fisiológica se impone y el nene comienza un llanto profuso y desgarrador hasta que el objeto vuelve. Pero cuando ese pecho regresa, el bebé ya no lo chupetea, lo devora canibalísticamente. Teorías como la de Melanie Klein hablan de un pecho malo que es devorado agresiva y sádicamente con un placer que va más allá de la meta inicial para evitar que vuelva desaparecer, es decir, para mantenerlo fusionado con él para que en este narcicismo primario que comienza a diluirse frente a la imposición de una realidad sea vencida. Sin embargo, la instauración de un mundo interno y otro externo o de un yo y un no yo queda establecida.
A partir de ese momento, la percepción de todo objeto externo va a ser tomada como peligrosa, es lo desconocido en sí mismo, y el niño volverá a la experiencia del desamparo y la fragilidad. La primera reacción ante este desvalimiento nos dirá Freud, da pie a la puesta en acción de la llamada Pulsión de Apoderamiento o de Dominio. El objeto extraño le perturba, pero lo agarra, se apodera de él, lo domina de forma sádica igual que hizo con aquel pecho ausente, llegando incluso al canibalismo, y como antes, no con la intención de destruirlo, sino que luego de considerarlo como propio también en un juicio de atribución volver a incorporarlo a sí mismo. La relación del bebé con su madre a través de la parcialidad de los objetos identificados con ella se inaugura de manera apasionada, es decir, pulsional, la relación es ya cuerpo a cuerpo, en el que la madre lo conforma y el niño la procura.
En este tránsito del Narcisismo Primario al Secundario, es decir en el proceso de constitución de yo, Freud nos habla del complejo del Prójimo, un concepto poco estudiado pero importante para entender muchas cosas. Ya en el proyecto de psicología para neurólogos[8] hablaba de este grado de indefensión que como lo mencionamos, requiere de un otro que sin ser otro para él todavía por no haber aun la separación, se irá convirtiendo en un semejante que tiene función auxiliadora estructurante y cuya misión es permitir el acceso al narcisismo secundario y a la constitución del yo en el que el grado de aceptación o de erotización, por parte de la madre juega un papel fundante. De no ocurrir esto, el sujeto no logra constituir su yo “a plenitud” y queda instalado en una suerte de autismo. Ya instaurado un Yo realidad definitiva y un Yo como instancia, Freud afirma que ese prójimo será vinculado a un semejante, a algún personaje similar a él en edad o en características dando origen a las identificaciones de carácter.
El vínculo pasional para el sujeto que queda atado al poder del otro se establece no a través de la conquista de un ser amado, de una relación de par, sino llegar a la fusión en el uno.
Para la teorización del amor normal, Daniel Gerber en la misma revista mencionada antes,[9] nos recuerda que Freud apela al relato de Aristófanes en el banquete de Platón, el mito del andrógino que explica como cada individuo busca incansablemente reencontrar su mitad perdida para recuperar su supuesta unidad primera, digamos que en el amor son dos ocupando un mismo espacio. Pero cuando se trata el enamoramiento es diferente, Freud, para señalar el componente pasional del amor como una locura transitoria, hablara de sobrestimación sexual del objeto o idealización. En este caso, el objeto ha absorbido al yo o como lo hemos mencionado, la libido de objeto supera la reserva de libido narcisista despersonalizándose y anulando al yo.
Ahora bien, en la clínica psicoanalítica el lugar de las pasiones estará presente en la dinámica de la transferencia. El analizante manifestará su pasión dirigida al analista en función a su discurso de la historia, pero es una historia no dicha, una historia que tiene que ver con aquellas relaciones pasionales fundentes con relación a los primeros vínculos de objeto. Aquí quiero mencionar a otro autor, Ulises Valdez[10] también del CPM, afirma que es la vivencia de desamparo ya señalada, la que orilla al analizante a ir al analista a quien percibe como ese otro auxiliador y con quien ejercerá o intentará hacerlo, la pulsión de dominio sobre aquel objeto perdido, o bien, someterse a ese dominio esperado desde el analista desde una perspectiva masoquista. Pero nos dice también que no debemos de dejar de lado el hecho de que el propio analista también ha vivido esa situación de desamparo y de apoderamiento del objeto por lo que su propio análisis es fundamental para evitar ejercer esa pulsión de manera perversa sobre el analizante.
Para terminar, así como Freud recurre a Aristófanes para dar cuenta del amor, intentaré explicar la pasión a partir de la Pasión de Cristo que sin ser una interpretación la utilizo metafóricamente para ilustrar lo que aquí se ha planteado. Espero que si hay creyentes de esta historia en este espacio, que lo tomen así, como una figurabilidad y concedan así la oportunidad de ejemplificar el tema en cuestión.
Partamos de la idea de que el origen, es decir el Narcisismo primario está representado por el reino de los cielos.
Que el objeto perdido es la representación del Dios Padre (encajaría mejor Dios Madre, pero ni hablar así es la heteroparentalidad). Que el deseo está orientado a recuperar el objeto perdido (volver al reino de los cielos). Que la vida en soledad implica sufrimiento, pero al mismo tiempo la oportunidad de visualizar a ese otro (como en el episodio del desierto). Que el vía crucis y la propia pasión de Cristo de los evangelios es el camino para reencontrar definitivamente al objeto y la completud en la muerte (el retorno a los orígenes previos al nacimiento del yo).
A diferencia del enamoramiento que puede ser pasajero y que por momentos puede ser erótico y genital, la pasión en este caso implica darle al objeto de amor el poder de lo imprescindible, de lo verdaderamente sensible y por lo tanto el poder de provocar tanto el máximo placer como el máximo sufrimiento con la esperanza de diluir un cuerpo, un yo, que sea absorbido por el otro.
A partir de esto podemos hacer la lectura de la Pasión de Cristo, hay una entrega a la voluntad y el misterio de Dios, una aparente pasividad frente al entorno amenazante y la vivencia terrible del dolor y sufrimiento. Nuestro personaje paulatinamente se despersonaliza y diluye su yo, la libido narcisista se deposita, bajo el criterio de elección narcisista de objeto, en un objeto sujeto a identificación como un todo, algo superior a él mismo, hay omisión del paso de la libido de objeto, vive el sufrimiento, el dolor, la humillación, el castigo, confiando siempre en un objeto de amor de un solo sentido, yo lo amo con pasión, representa todo mi ser y mi existencia, obedezco y muero (en nuestro caso, muerte del yo) que le garantizará el retorno a lo originario, a la simbiosis con la divinidad (lo originario) y el acceso al reino de los cielos donde el miedo, el desamparo, el displacer, el dolor desaparece. Esto es una verdadera Pasión.
Bibliografía
- Flores Leticia, José Luis González, et al., “Introducción al octavo Modulo de la carrera de Psicología”. En “Conflicto Psíquico” http:// Conflicto Psíquico, Salud Mental y Sociedad: Introducción al Módulo. Consulta marzo 2021
- Freud, Sigmund, “26ª Conferencia. La teoría de la libido y el narcisismo”. Obras Completas Vol. XVI. Amorrortu editores, Buenos Aires. 1917/1979. Pp. 375-391.
- ___________, “Más allá del principio del placer”. Obras Completas Vol. XX. Amorrortu editores, Buenos Aires. 1920/1976. Pp. 36-38.
- ___________, “Presentación autobiográfica”. Obras Completas Vol. XX. Amorrortu editores, Buenos Aires. 1924/1979. Pp. 7-66.
- ___________, “Proyecto de psicología para neurólogos”. Obras Completas Vol. I. Amorrortu editores, Buenos Aires. 1895/1976. Pp. 361-363.
- ___________, “Tres ensayos de teoría sexual”. Obras Completas Vol. VII. Amorrortu editores, Buenos Aires. 1905/1976. Pp. 117-222.
- Gerber Weisenberg, Daniel. “La pasión, un empuje a la pérdida” en Tramas. Subjetividad y procesos sociales. Junio, 2019. Núm. 51. Publicación de la UAM-Xochimilco. Ciudad de México. Pp. 97-118.
- Mier Garza, Raymundo. “Configuraciones pasionales: hacia una dialógica de la experiencia afectiva” en Tramas. Subjetividad y procesos sociales. Junio, 2019. Núm. 51. Publicación de la UAM-Xochimilco. Ciudad de México. Pp.175-214.
- Real Academia de la Lengua. “Diccionario de la lengua española”. Espasa Calpe. Madrid 1992.
- Valdez Ruiz, Ulises. “Notas sobre el funcionamiento del poder al interior del psicoanálisis”. En http:// – Círculo Psicoanalítico Mexicano (cpmac.org). Consulta marzo 2021
- Warren, Howard C. (Comp.). “Diccionario de psicología”. Fondo de Cultura Económica. Ciudad de México. 1989. P.259.
Notas
[1] Leticia Flores, et al., Introducción al octavo Modulo de la carrera de Psicología, ed. cit.
[2] Howard C. Warren, (Comp.). Diccionario de psicología, ed. cit., p. 259.
[3] Real Academia de la Lengua. Diccionario de la lengua española, ed. cit.
[4] Raymundo Mier, Configuraciones pasionales: hacia una dialógica de la experiencia afectiva, ed. cit., p. 176
[5] Sigmund Freud, Más allá del principio del placer, ed. cit., pp.36-38
[6] Sigmund Freud, Presentación autobiográfica, ed. cit., pp. 7-66.
[7] Sigmund Freud, Tres ensayos de teoría sexual, ed. cit., pp. 117-222.
[8] Sigmund Freud, Proyecto de psicología para neurólogos, ed. cit., pp. 361-363.
[9] Daniel Gerber, La pasión, un empuje a la pérdida, ed. cit., pp. 97-118.
[10] Ulises Valdez, Notas sobre el funcionamiento del poder al interior del psicoanálisis, ed. cit.