McLuhan, la democracia y entorno electrodigital. ¿De la decadencia o de la debacle de Occidente?

 

 

Resumen

 

Aquí retomamos elementos de una investigación amplia ya publicada sobre la subjetividad mediática, integrándolos para exponer cómo es que en Occidente el efecto psíquico de los medios electrodigitales cumple con la explicación mcluhaniana de la decadencia civilizatoria. Se trata de una perturbación social generada por un gran cambio de la forma tecnológica que lleva a que la stasis propia de toda la forma política choque con una nueva subjetividad correlacionada con la aceleración del ritmo social, efecto de la innovación tecnológica. Con esos fundamentos en Understanding Media. The Extensions of Man McLuhan examina el cambio psíquico y social del Oriente y del Occidente. Nosotros retomamos su exposición y de cara a la rapidez del cambio psíquico en Occidente llevado al extremo por los medios electrodigitales efecto de la WEB 2.0 y las redes sociales planteamos que lo que ocurre en Occidente más que mera decadencia es una verdadera debacle son visos de colapso.

 

 

Palabras clave: extensiones del hombre, forma política, psique, velocidad, redes sociales, debacle.

 

 

Abstract

 

Here we take up elements of an extensive investigation already published on media subjectivity, integrating them to expose how it is that in the West the psychic effect of electrodigital media complies with the McLuhanian explanation of civilizational decadence. It is a social disturbance generated by a great change in the technological form that leads to the stasis of the entire political form colliding with a new subjectivity correlated with the acceleration of the social rhythm effect of technological innovation. With those fundamentals in Understanding Media. The Extensions of Man McLuhan examines the psychic and social change of the East and the West. We take up his exposition and facing the speed of psychic change in the West taken to the extreme by the electrodigital media, the effect of WEB 2.0 and social networks, we propose that what is happening in the West, more than mere decadence, is a true debacle with traces of collapse.

 

 

Keywords: extensions of man, political form, psyche, speed, social media, debacle.

 

 

“Después de tres mil años de (…) tecnologías mecánicas, el mundo occidental está haciendo implosión.” McLuhan, primera frase de la introducción a su obra magna Understanding Media. The Extensions of Man.

“La apuesta norteamericana a la alfabetización o la uniformidad aplicada a cada nivel de la educación, del gobierno, la industria y la vida social está bajo la amenaza total de la tecnología eléctrica. La amenaza de Stalin o de Hitler fue exterior. La tecnología eléctrica la tenemos puertas adentro, y estamos adormecidos, sordos, ciegos, respecto de su choque con la tecnología de Gutenberg [la tecnología mecánica], sobre la cual y a través de la cual se formó el American way of life.”

 

McLuhan, en el primer capítulo de la misma obra. [1]

 

 

1. La forma política y la matriz tecnológica

 

A partir del estallido del movimiento de los chalecos amarillos en Francia en noviembre de 2018, hemos desarrollado una investigación en la filosofía de la subjetividad sobre el tema de las redes sociales y la decadencia de Occidente, tema con el que cierra nuestro libro McLuhan y la subjetividad mediática transcendental. Las redes sociales y la decadencia de Occidente (=MS) [2] En términos conceptuales, el tema de dicha decadencia se enmarca en el problema más amplio de la correlación entre la forma política y la forma mediática o tecnológica. Por su parte, la forma política misma es un asunto tecnológico en cuyo núcleo se encuentran todas las instituciones que sirven ya sea para alcanzar el acuerdo social o para garantizar la ejecución de este. Tales instituciones, como todas, y sean las que sean, son, precisamente en los términos de McLuhan, “extensiones del hombre”, es decir, nada más que medios o tecnologías, [3] y como tales, operan en matrices tecnológicas definidas, porque, como lo explica McLuhan, una tecnología nunca opera sola. [4] En otras palabras, toda tecnología opera siempre en la estructura constituida por todas las tecnologías en uso en una sociedad en un momento dado, y esa estructura puede oscilar de la estabilidad (equilibrio) a la inestabilidad (desequilibrio). [5] En realidad, en toda matriz tecnológica el cambio tecnológico introduce una perturbación de las correspondencias o concordancias tecnológicas previamente alcanzadas. [6] Dado que la tecnología y las formas políticas no son esferas separadas, sino que las formas políticas mismas son formas tecnológicas, un subtipo de estas, pero tecnologías al fin, se tiene que la innovación o cambio tecnológico afecta en particular a las formas o tecnologías políticas dada la tendencia inherente de estas a la stasis, con su inercia que se resiste a los cambios. [7] Como ilustración se puede remitir al caso de la imprenta y la perturbación que produjo en las formas o tecnologías políticas basadas en la institución de la fe, como la institución de la monarquía hereditaria. Hoy en día estamos frente al efecto perturbador de las redes sociales sobre la tecnología política constituida por la democracia liberal, un problema cuya comprensión demanda una secuencia de pasos discursivos.

 

 

2. La decadencia social y la disonancia entre la psique y la matriz tecnológica

 

Mediológicamente el requerimiento básico para abordar las concordancias o bien discordancias en la matriz tecnológica total y en particular las concernientes a las tecnologías o formas políticas, es la tesis central de McLuhan de que la “tecnología”, todo “medio”, tiene “efectos psíquicos”, conlleva “condicionamientos psicológicos” de alcance social, es decir, que afectan a todos los individuos que dependen del uso de una tecnología dada, sin que, por lo demás, eso ocurra a un nivel consciente. El condicionamiento psíquico como efecto del uso de una tecnología es, nos los enseña McLuhan, “subliminal”. El hombre inventa tecnologías, pero estas “contraatacan” [8] cambiando subrepticiamente la psique humana o, en términos del transcentralismo de origen kantiano, la subjetividad misma como condición de posibilidad de la experiencia. [9] El hombre es consciente de sus experiencias, pero no de su psique o subjetividad como, en términos kantianos, condición de posibilidad de las experiencias. El hombre sufre a trasmano los efectos psíquicos de sus tecnologías, por eso McLuhan nos enseña que “el medio es lo que cuenta”, the medium is the message, no su “uso o contenido”.

 

La decadencia endógena de una sociedad suele tener como su causa una disonancia persistente en su matriz tecnológica, particularmente entre las formas políticas y otras formas tecnológicas, pero lo importante para el transcendentalismo mediológico es que tal disonancia opera como una profunda alteración o transformación de la psique dominante. La disonancia que nos ocupa no tiene ninguna otra forma de operar. Así, los subversores del orden existente, los impulsores de su decadencia o su colapso sean los que sean, propongan lo que propongan, sean sus metas y sus acciones las que sean, son ellos mismos un fenómeno psíquico, una perturbación en la psique social, antes que otra cosa. La sociedad en cuestión empieza a decaer porque la psique “efecto” de la nueva tecnología pasa a ser profundamente discordante con la psique previamente dominante, la cual concordaba con las formas políticas hasta entonces dominantes, y tal discordancia psíquica pasa desapercibida por completo. [10] En nuestro caso, los activistas políticos en Occidente, que precisamente son los activistas de las redes sociales, corporifican una psique que choca de manera frontal con la psique que es concordante con la democracia liberal; su activismo rebasa en todo sentido a las instituciones y procedimientos de la democracia liberal erosionando de raíz la funcionalidad de esta. Como siempre en toda constelación social con la misma forma, la psique de los activistas es potente en la medida, y solo en ella, en la que concuerda con la nueva psique social en desarrollo. Usando una expresión de Carl Schmitt, podemos decir que lo que es “evidente” en el marco constituido por la psique de los activistas es, sin más, la “evidencia” [11] en términos sociales; ese es el caso en que los activistas realmente son influyentes. Su psique tiene dimensiones verdaderamente sociales.

 

 

3. El Oriente, el Occidente, el cambio tecnológico y la decadencia social

 

El activismo político con base en las redes es un fenómeno occidental y alcanza un grado y tiene una amplitud y profundidad tales, que resulta posible hablar de la decadencia de Occidente. De hecho, resulta apropiado preguntarse si incluso no es necesario hablar del posible colapso de Occidente, más que de una simple decadencia que se puede extender décadas y más décadas. En cualquier caso, podemos hablar de una profunda y amenazante perturbación política en Occidente. Esta perturbación tiene como su aspecto más visible, más superficial, la crisis de sus instituciones o formas políticas que se expresa hoy en día como la polarización política que azota a diferentes países, en primer lugar, a los EE – UU, y que se recoge en la discusión contemporánea bajo el título del retroceso de la democracia liberal y el ascenso del autoritarismo, en particular como “democracias iliberales”. [12] Por nuestra parte, desarrollando la mediología mcluhaniana, sostenemos que se trata de una decadencia general de Occidente como deterioro de la psique occidental como efecto del cambio tecnológico.

 

En realidad, el problema fue abordado ya por el propio McLuhan, quien en especial en su obra cumbre, Understanding Media. The Extensions of Man (1964), examinó el asunto análogo de la decadencia de la sociedad oral como resultado de un cambio tecnológico profundo. No solo eso, sino que también en la misma obra, McLuhan consideró aspectos capitales de lo que en realidad era ya, real y formalmente, la decadencia de Occidente, aunque él mismo no formuló así el problema. El hecho es que McLuhan examinó la decadencia del Oriente y también la decadencia de Occidente en términos de “efectos psíquicos (…) de los medios” [13] o de “las consecuencias psíquicas de cualquier tecnología nueva”.[14] Para que esto sea claro, debemos partir de la noción formal de McLuhan de que el Occidente es en esencia la sociedad resultante de las “tecnologías mecánicas”, en primer lugar, el alfabeto. El surgimiento de Occidente como forma de existencia que implica la totalidad del ser del hombre, empezando por su psique, es justamente la decadencia del Oriente, entendido este de manera igual y puramente formal como la sociedad oral en general, es decir, como el conjunto de todas las sociedades orales, sin importar la ubicación geográfico temporal o la cultura específica de las mismas. Las nociones puramente formales del Oriente y del Occidente son la clave para la explicación mediológica transcendental de la decadencia civilizatoria entendida como crisis de un tipo de subjetividad o, como McLuhan la llama, “psique” como efecto del cambio tecnológico.

 

La decadencia del Oriente es un proceso que se ha extendido con avances y retrocesos durante más de 2500 años, un periodo comparativamente corto si se toma en cuenta que el mundo oral se remonta al pasado, muchos miles de años, hasta la noche de los tiempos. En la actualidad este proceso presenta complejidades de gran profundidad y magnitud por el hecho señalado reiteradamente por McLuhan de que al tiempo de que la tecnología mecánica aún disuelve la “oralidad”, la nueva forma tecnológica, la “eléctrica”, disuelve ya la tecnología mecánica, en una especie de, digámoslo así, karma tecnológico. [15] Por el momento baste con apuntar que la decadencia de la sociedad oral – formalmente el Oriente – ha sido el efecto acumulativo del surgimiento de diferentes “tecnologías mecánicas”, entre las que hay que contar además del alfabeto, la numeración, los precios de mercado, las vías pavimentadas, los ejércitos, el reloj y la imprenta. Pero la disolución de la oralidad, la decadencia de la misma, se aceleró con la tipografía alfabética – más precisamente, con “la extensión tipográfica del hombre producida por el nacionalismo, el industrialismo, los mercados de masas y la alfabetización universal” [16] –, la cual se convirtió en el principal “condicionamiento psicológico en los modos de uniformidad y la repetitividad” [17], que son aspectos constitutivos, es decir, que conforman o configuran la mente occidental que surge de la descomposición de la psique del hombre oriental, envuelto en la familia extendida, la horda, el clan la comunidad, la aldea y un conjunto de formas corporativas como las castas, los gremios, los estamentos, las iglesias, los feudos y los reinados, dando lugar al individuo “moderno”, precisamente, occidental.

 

Las formas corporativas mencionadas eran de facto o de jure instituciones políticas, es decir, formas políticas correlativas o en correspondencia con la psique oral expresada en los códigos y tradiciones de honor y lealtad al grupo y a la autoridad en las jerarquías correspondientes. Ciertamente las formas sociales colectivas y corporativas eran la tecnología de acuerdo social y de ejecución de este conforme con la oralidad como tecnología dominante del conjunto de la vida social y fueron perturbadas y destruidas por el ascenso del individualismo como nueva psique social. La famosa lucha del lógos contra el mythos cuyos activistas más destacados fueron los filósofos griegos, manifestó el primer ascenso del individualismo, el cual llevó a la democracia directa ateniense y en general minó las formas políticas corporativas tradicionales basadas en la psique colectivista y autoritaria ligada al mythos, las tradiciones y las lealtades operando en capas jerárquicas. El ciudadano griego libre, condicionado psíquicamente por el alfabeto, era un sujeto uniforme y homogéneo cuya forma principal de existencia era ser parte, un fragmento, de la milicia ciudadana organizada en la secuencia estandarizada y repetitiva de la falange. Es en la polis griega en donde por primera vez se logra la “unidad política” [18] que no es la de las “aldeas tribales”, [19] la “unidad tribal” [20] garantizada por la “lealtad tribal”, [21] tampoco la de las tribus ligadas por un lazo sagrado a un hombre Dios, sino “la unidad política por la vía de la homogeneización” [22] que caracterizó a los polites, los ciudadanos guerreros. [23]

 

Ahora bien, hay que insistir en que para el transcendentalismo mediológico Oriente y Occidente no son lugares o zonas geográfico-temporales ni tampoco tradiciones culturales específicas, sino dos formas mentales o dos psiques, en términos kantianos formas de la subjetividad como condición de posibilidad de las experiencias, que son correlativas con las formas tecnológicas dominantes en cada caso. Desde la Grecia arcaica hasta mediados del siglo XX lo que se vivió, con vaivenes, fue la decadencia del Oriente, es decir, del hombre con una psique comunitaria y corporativa, decadencia que a la vez fue el ascenso del Occidente, del hombre con una psique individualista, fragmentaria y homogeneizadora. Precisamente, la decadencia del Oriente y el ascenso del Occidente son dos aspectos del mismo proceso histórico mediático, el cual es examinado ampliamente por McLuhan como la disolución de la forma tecnológica centrada en la oralidad por la forma tecnológica mecánica, especialmente la tipografía alfabética, además del simple alfabeto. [24] Sin embargo, la aparición y desarrollo de las tecnologías eléctricas desde mediados del siglo XIX empieza a “erosionar” las tecnologías mecánicas cuando estas todavía ejercían su impacto disolvente de lo corporativo en las zonas orales del mundo. Se puede decir que la decadencia del Oriente y la del Occidente empiezan a empalmarse con el bizarro resultado de una muy peculiar reconstitución del Oriente que en parte hemos tratado ya en los capítulos finales de nuestro libro MS ya mencionado.

 

Así, también en Understanding Media, McLuhan aborda, ya desde la introducción de la obra, el otro tema central de la misma, a saber, el “choque” entre las tecnologías o medios mecánicos y los nuevos “medios eléctricos” a partir del telégrafo empezando en la década de los 40 del siglo XIX. [25] Se trata de la decadencia del Occidente como decadencia de la psique generada por las “tecnologías mecánicas” debida a que la “forma eléctrica instantánea” [26] de los “medios eléctricos” destruye la psique condicionada por la forma tipográfico alfabética materializada en la industrialización y los mercados y la democracia liberal. Cuando no solo ya en la mismísima Introducción a Understanding Media McLuhan habla del “retroceso” de la “época mecánica”, sino que en la primerísima cláusula de dicha Introducción McLuhan nos dice que “[d]espués de tres mil años de (…) tecnologías mecánicas y fragmentarias, el mundo occidental está haciendo implosión (…)”, lo que McLuhan está haciendo es abordar ya la decadencia de Occidente, de la psique que lo define como forma subjetiva de la experiencia. El texto de McLuhan tiene que ser reconocido como obra premonitoria de la actual crisis de la institucionalidad democrática, una crisis que es equivalente a la crisis de la psiquemecánica”. Se trata de que el examen de retroceso de “lo mecánico” [27] como avance de la forma tecnológica eléctrica – “lo eléctrico” [28] – es el otro gran hilo conductor de Understanding Media.

 

 

4. La “aldea global” como mundo orientalizado cibernéticamente sin democracia

 

Sin embargo, la decadencia de Occidente adquiere en Understanding Media un notable sesgo positivo porque la idea de la “aldea global”, también explícita ya en dicha introducción, centra la atención de McLuhan en un mundo unificado “eléctricamente”, de tal manera que la connotación de un Occidente geográfico cultural – ya no el Occidente simplemente formal de la mediología mcluhaniana – en decadencia escapa a su atención. La convicción de McLuhan en ese momento (1964) se acerca más bien a la de la integración de Occidente a un mundo global unificado en el que Occidente recobra características de la oralidad propia del Oriente, mientras que el Oriente se alfabetiza, es decir, se occidentaliza hasta cierto grado. [29]

 

Si recordamos la idea o el supuesto liberal, occidental, de la “convergencia” entre el Occidente y el Oriente geográfico culturales en una globalización uniformizadora, podemos ver por oposición que la “aldea global” que McLuhan entreve es algo muy diferente. No se trata, como en la imaginación homogeneizadora propia del Occidente, de que el mundo se vaya a occidentalizar – “civilizándose” por fin por medio de la democracia liberal y todos sus adjuntos ideológicos como los “derechos humanos” –. No, de ninguna manera. La integración de Occidente en la aldea global conceptualizada por McLuhan no era la occidentalización del mundo, sino la tribalización global, es decir, la orientalización de Occidente en el mundo convertido enaldea” –, lo cual, dicho sea de paso, no concuerda ni en lo más mínimo con la democracia liberal como forma política porque, para empezar, la democracia es la “unidad política” en la manera de la uniformidad, por lo que es radicalmente contrapuesta a una sociedad altamente diferenciada, heterogénea en infinidad de sentidos como por definición sería la “aldea global” posibilitada “eléctricamente” –. Ninguna aldea ha sido nunca una sociedad homogénea, uniforme, sino una sociedad corporativa con una diversidad deroles” (McLuhan) estamentarios y jerárquicos complementarios, y lo cierto es que, como todo autor serio, McLuhan es muy consciente en el uso de sus términos. [30]

 

En 1964 McLuhan supuso una verdadera integración “global” en la que Occidente adquiriría rasgos psíquicos “orientales”, es decir, propios de la oralidad y su naturaleza corporativa, no homogénea ni democrática. Con la noción de la “aldea global” no se trata en lo absoluto de que la tipografía alfabética y la matriz tecnológica correspondiente se impondrían al mundo. Precisamente la noción del “retroceso” de la “época mecánica” frente a la “época eléctrica” en ascenso, la noción de la “implosión” de Occidente, suponen que las tecnologías mecánicas, occidentalizadoras, no solamente pierden preeminencia, sino que son completamente desplazadas por la cibernetización del mundo. El mundo cibernético no es Occidente, no es compatible con la psique tipográfico-alfabética de la homogeneidad, la estandarización y la uniformidad. Sin embargo, en una demostración impresionante de lo que McLuhan llama el “idiotismo tecnológico”, hasta la fecha, casi 60 años después de la obra cumbre de McLuhan, las élites occidentales suponen ciegamente que pueden occidentalizar al mundo, en especial democratizarlo, a pesar de las crecientes perturbaciones de las que es presa el Occidente histórico geográfico y la descomposición de su democracia liberal por el fenómeno de la “identidad”. El “idiota tecnológico”, [31] que es “el hombre de la cultura de la imprenta”, [32] nos dice McLuhan, es incapaz de “notar ningún hecho de la forma de un medio nuevo”. [33] En particular es incapaz de comprender sus “implicaciones políticas”, [34] no entiende cómo “todos los órganos del cuerpo político de la humanidad” [35] responden “automáticamente” a un nuevo medio porque este “(…) exige un arreglo (…) para mantener la capacidad de permanencia y el equilibrio”. [36] Dicho de otra manera, el “idiota tecnológico” cree que es posible introducir innovaciones tecnológicas indefinidamente y mantener la democracia liberal, cuando lo cierto es que “[t]oda innovación amenaza el equilibrio de la organización existente.”

 

El “retroceso” de la “época mecánica” y la “implosión” de Occidente como consecuencia de las “tecnologías eléctricas” son vistos por McLuhan como un periodo muy acelerado, de grandes conflictos, de “guerras dentro y fuera de nosotros”.[37] Sin embargo esta visión cede su lugar a la noción de que la “[l]a computadora (…) promete mediante la tecnología una condición pentecostal de entendimiento y unidad universales.” [38] Sucede aquí que McLuhan escribió Understanding Media con “una fe profunda” [39] en la “armonía última de todo lo que existe (…)” [40] a ser alcanzada precisamente con base en los medios eléctricos devenidos la cibernetización del mundo – a la que él también llama la “automatización”[41] como “interrelación orgánica de la electricidad” [42] –. Es este optimismo histórico ligado al nivel todavía atenuado de la disonancia o choque entre las tecnologías eléctricas y la democracia liberal, entre la forma tecnológica en ascenso meteórico y la forma política petrificada en tres o cuatro siglos, lo que permite el optimismo mcluhaniado de la “aldea global” en una especie de geopolítica de la armonía universal cibernéticamente mediada.

 

 

5. La cibernetización integradora

 

Con la ventaja del nacimiento tardío – como podrían decir los alemanes cuando alguien queda exculpado del ascenso del nazismo y sus consecuencias y simplemente por haber nacido o ser un infante durante el mismo – respecto de McLuhan, nosotros estamos experimentando el desarrollo de los medios electrodigitales a un nivel que McLuhan mismo no experimentó. Si bien McLuhan conoció efectos de la interconexión satelital global, atisbó el “software personalizado”, que ahora conocemos como “aplicaciones”, [43] y también atisbó formas de la telecomunicación audiovisual personalizada, [44] no conoció la muy peculiar digitalización negativa, entrópica, constituida por la triada de a) la WEB 2.0, b) los teléfonos inteligentes y c) las aplicaciones, todos como el “contenido” de las minicomputadoras que son los chips de alto poder. Tal triada tecnológica es la que se ha materializado como redes sociales. McLuhan concibe la cibernetización a la manera tradicional como una totalidad de procesos que se retroalimentan de una manera orgánica. Pero la tríada tecnológica devenida en redes sociales y generación “libre”, “democrática”, de contenidos, es todo menos orgánica. De hecho, es entrópica, disolvente … en el Occidente geográfico cultural.

 

En nuestro libro ya mencionado, McLuhan y la subjetividad mediática transcendental. Las redes sociales y la decadencia de Occidente, con la ventaja dada por nuestro nacimiento tardío respecto de McLuhan, nosotros emprendimos el examen de la gran violencia de los “efectos psíquicos y sociales de los medios” constituidos por la triada de la WEB 2.0, las aplicaciones y los teléfonos inteligentes. Señalamos que tales efectos son diferentes en el Occidente y en el Oriente geográfico culturales, de tal manera que en lugar de la convergencia o unificación y entendimiento universales entrevistos por McLuhan en una “aldea global”, el Occidente geográfico cultural ha entrado en una profunda decadencia que amenaza con una violencia interna impensable hace un par de décadas – McLuhan: “el enemigo lo tenemos puertas adentro”–. [45] Conceptualmente abordamos el tema basándonos en el formalismo mediático introducido por McLuhan e investigamos la correlación entre la forma política y la forma mediática, considerando la forma política, además, en términos psíquicos, es decir, examinando los “efectos de la tecnología en la formación psíquica”, [46] en la “psicología social”. [47] Complementariamente, concluimos que la hibridación de las tecnologías mecánicas y las eléctricas, [48] que tiene efectos desastrosos en Occidente, no los tiene en el Oriente geográfico cultural, porque ahí las nuevas tecnologías eléctricas entran en resonancia con las viejas tecnologías orales subsistentes hasta hoy en día en ese espacio social – cosa, dicho sea de paso, que McLuhan también atisbó en Understanding Media [49] –. En este sentido, la tesis de McLuhan de que las tecnologías eléctricas recuperan formas psíquicas propias de las sociedades orientales – orales – encuentra una confirmación inesperada. Las formas mentales orales, que incluyen la diferenciación corporativa, el colectivismo y el autoritarismo, se refuerzan en el Oriente geográfico cultural mediante la interrelación eléctrica, lo cual incluye tanto a la triada de la WEB 2.0, el teléfono inteligente y las aplicaciones devenidas redes sociales. Eso aparece todavía más claro para el caso de la IA ya que en el Oriente geográfico cultural, la IA tiende a la cibernetización en el sentido tradicional, positivo, en el que la concibió McLuhan como automatización de las interrelaciones que genera un todo “orgánico” –. [50]

 

 

6. La digitalización centrífuga

 

Contrariamente a lo anterior, en el Occidente formal y también geográfico cultural las redes sociales se suman al efecto de los medios eléctricos, que empezaron con el telégrafo, en la generación de una psique pugnaz, la cual es irreflexiva y profundamente emotiva y, por tanto, meramente reactiva, no discursiva. [51] La psique pugnaz es la forma mental, la subjetividad, que es correlativa con la generación de contenidos en las redes sociales, a su vez hechas posibles por la WEB 2.0, mentalidad en la que se puede distinguir tres momentos que son efecto de la forma eléctrica consistente en la “descentralización”, [52] la cual al margen de la forma “orgánica” a la que hicimos referencia arriba, desemboca en una dispersión centrífuga de la acción social que culmina en la polarización política que mina la democracia liberal. Se trata de formas de la descentralización que chocan con la psique propia de dicha democracia.

 

 

6.1 La dispersión por las simples preferencias

 

En un primer momento, las redes sociales llevan de manera natural a la formación de grupos unitarios de simple preferencia sobre cualquier asunto. [53] La razón de esto es muy sencilla. A la gente le gusta agruparse con base en preferencias de cualquier tipo, culinarias, deportivas, musicales, decorativas, etc. La gente gusta de estar, de comunicarse, con gente que tiene las mismas tendencias y gustos, hasta por los gatos o los perros o las plantas, por ejemplo. La razón es que eso es muy fácil y evita las tensiones de estar con gente de tendencias diferentes, evita la cautela, el esfuerzo, el estrés cognitivo y moral que demanda la conciliación de esas diversidades. Las redes sociales son un espacio donde tales agrupaciones por simples preferencias y gustos se construyen espontáneamente. El adolescente que tiene gustos diferentes a sus padres y hasta de los de sus hermanos o compañeros de la escuela, encuentra en las redes gente “simpática” porque tiene las mismas preferencias, aunque nunca esté en contacto offline con ella. Online el adolescente puede formar sus grupos de preferencias por cualquier cosa, y la investigación realizada por diferentes académicos muestra que tales grupos forman “cajas de resonancia”, es decir, espacios de comunicación digital autosuficientes y estancos, es decir, separados por completo los unos de los otros y que se multiplican en una dispersión sin límite definido. [54]

 

 

6.2 La heterogeneidad ideológica

 

 

La dispersión como separación en grupos partisanos

 

En un segundo momento o nivel más delicado, digámoslo así, las preferencias son ya opiniones morales, políticas, religiosas, etc., en este caso se trata de asuntos que tienen más peso porque influyen en la orientación vital de las personas de un modo existencialmente denso. Sin embargo, si en la familia dos personas tienen tendencias políticas o morales divergentes, también en las redes pueden encontrar gente con la misma orientación, como en el caso de los simples gustos musicales o por las mascotas o la decoración. Este nivel es existencialmente más denso porque atañe a la identidad ideológica como un tipo de identidad social, no meramente personal del individuo y está presente en sociedades ideológicamente heterogéneas. Normalmente, la ideológica de una persona la compromete, le importa mucho más que el gusto por cierta música o comida o decoración. En este nivel existencialmente denso, opera el sesgo cognitivo moral conocido como sesgo de confirmación. Se trata de que la gente no solo gusta, sino que necesita, busca, ser confirmada por otros en sus posturas políticas, morales, religiosas. Esto concierne asuntos en los que la gente tiene una convicción y también la sensación de que quien no la comparte está equivocado, mientras que ella está bastante segura de saber “cómo son las cosas”. Por eso, al chocar con gente que con la misma seguridad piensa de manera diferente, se perturba precisamente de que sea posible ver las cosas de otra manera y por ello necesita la autoafirmación mediante el contacto con otros ideológicamente similares a ella. Nótese que la heterogeneidad ideológica no necesita ser una heterogeneidad sociológica, como muestra el ejemplo de las familias o grupos étnicos en los que hay elementos con diferentes ideologías. La heterogeneidad ideológica es un caso del fenómeno más amplio de la heterogeneidad psicológica, es decir, de gente que sociodemográficamente es homogénea, pero con mentalidad divergente, heterogénea.

 

Si al nivel de los simples gustos y orientaciones existenciales puramente electivos y por lo tanto, opcionales – no identitarios – opera ya un sesgo de la comodidad que proviene de la simple simpatía, en el nivel existencialmente denso de la ideología opera el sesgo de confirmación como un asunto identitario, definitorio de lo que a la gente más le importa, donde la gente necesita y encuentra, digámoslo así, correligionarios. En este nivel, el de los correligionarios, las cámaras de resonancia despliegan un gran potencial al ya no ser grupos inofensivos de gente con las mismas preferencias, sino grupos militantes, de activismo digital por alguien o algo y contra alguien o algo, de toma de partido. Como en el caso de las meras preferencias, aquí la gente también se encierra en el espacio digital de los que piensan y sienten igual que ella, pero ahora hay una variante muy importante: los otros, los diferentes ideológicamente, ya no resultan simplemente indiferentes, sino que ahora son en principio antipáticos, se trata de “los otros” que se niegan a entender “cómo son las cosas”, por ejemplo, por ciertos intereses más o menos obscuros. Correlativamente, los correligionarios resultan revestidos por una simpatía más intensa que en el caso de las meras preferencias, el vínculo con ellos es más fuerte porque es un cierto apoyo existencial, justamente, confirmatorio.

 

Lo importante del caso es que las “cámaras de resonancia” en las redes sociales funcionan en términos del tiempo real – es decir, a “la velocidad instantánea de la electricidad” –, lo cual impide toda discusión articulada como tal dado que esto es substituido por tomas de posición bajo la presión del tiempo real, de la “ahoridad”, [55] es decir, no pueden ser reflexivas – no hay tiempo para ello – sino que son meramente reactivas, y además de irreflexivas son altamente emotivas dada su densidad existencial de toma de partido, [56] y su orientación, sea la que sea, es “confirmada” por los contenidos que comparten los otros participantes en la misma “cámara de resonancia”. A diferencia de los medios tipográficos y sus derivados como las mesas de discusión, los seminarios y los artículos de fondo o académicos, las cámaras de resonancia ideológicas devienen en entidades de militancia pura, sin ningún interés en la discusión abierta y objetiva de nada, son, pues, núcleos partisanos en el sentido estricto de la palabra. Con ello la simple antipatía se transforma en enemistad en un sentido profundo que remite al enemigo y, correlativamente el correligionario es el amigo – en un sentido schmittiano, como veremos ahora –.

 

“[L]a aceleración llevada más allá de cierto punto”, [57] en este caso hasta el tiempo real de las “formas eléctricas instantáneas”, [58] tiene el efecto de que la psique emotiva irreflexiva condiciona que la gente ni siquiera pueda concebir que las cosas sean diferentes a como ella las piensa pero, además, tampoco ve a “los otros” como alguien que está en un error sino como a alguien por lo menos con intereses inconfesables, de hecho, como malvados, como moralmente reprobables. La discrepancia ideológica deviene con seguridad no un asunto de puntos de vista, sino un asunto directamente moral. Los “otros”, en tanto malvados, son alguien con quien no se puede negociar. En su maldad devienen una forma vital que, como diría Carl Schmitt, es, sin más, la “negación del tipo de existencia propio”; [59] por ello no resultan meramente indiferentes sino una verdadera amenaza existencial. Esta es la psique que da la orientación cognitiva y moral, es decir, la subjetividad, que lleva a experimentar a los demás divididos bajo la dupla (amigo, enemigo), con intensidades variables, pero en la cual la dimensión emotiva de (simpatía, antipatía) se intensifica deviniendo la dupla (compasión, ira), que es el complemento psíquico emotivo indispensable de la forma psíquica cognitiva moral (amigo, enemigo). Esta dupla, no la simple dispersión y agrupación por meras preferencias, sino la oposición y la unión existencial densas, es inevitable en a) una sociedad heterogénea ideológicamente b) cuando en ella impera la pugnacidad c) efecto necesario de los medios electrodigitales. Por supuesto no tiene nada que ver con la forma de la cibernetización como interdependencia e interrelación complementariamente integradora y, por tanto, armónica, sino que la dupla en cuestión es la forma de una digitalización negativa, desintegradora, entrópica.

 

La forma tecnológica eléctrica, dominada por la generación y el acceso de cualquiera a contenidos en tiempo real gracias a la tecnología de la WEB 2.0, lleva a que en las redes se imponga la dimensión mental que J. Haidt llama el “elefante”, es decir, un impulso a afirmar públicamente las posturas más profundas de las personas, aunque no tengan manera alguna de justificarlas más allá de su emoción negativa o positiva. [60] La circulación instantánea y abrumadora de contenidos electrodigitales y la participación en su creación y su difusión, equivale a una amplísima interacción social como retroalimentación positiva / negativa bajo el signo de la autoconfirmación identitaria – en este caso ideológica, por ejemplo de blancos ecologistas contra blancos no ecologistas, uno de muchos casos de heterogeneidad ideológica no sociológica – en pugna con los que tienen otra posición respecto de cualquier tema existencialmente relevante para el individuo. El resultado de esto es la imposibilidad de acuerdo porque “el elefante” de Haidt simplemente corre en la dirección en la que ya está lanzado y ningún pinchazo del manejador, es decir, ningún argumento – la dimensión racional –, puede desviarlo de su dirección. En la dimensión de lo público, es decir, de lo que realmente importa a la comunidad, el individuo que mora en las WEB 2.0 tiene una psique pugnaz por necesidad, siempre está con alguien en contra de alguien o algo. Más específicamente, a) la dupla emotiva (simpatía, antipatía) acompaña a b) la dupla cognitivo moral (amigo, enemigo) y deviene c) la dupla emotiva intensificada (compasión, indignación o ira). Tal retroalimentación digital pugnaz es una cibernetización negativa, forzando el concepto de cibernetización para entenderlo como una interrelación generalizada automática pero pugnaz. Se trata de la generación, afirmación y generalización de una mentalidad reactiva y emotiva militante que es lo contrario de la forma psíquica de la negociación, la tolerancia y la búsqueda del acuerdo y también del respeto al acuerdo en contra, aspectos psíquicos, actitudes mentales, todos estos, de la forma política en la que consiste la democracia liberal como tecnología de acuerdo social y de su ejecución.

 

 

6.3 La heterogeneidad real, sociodemográfica

 

 

De la separación partisana a la dispersión en tribus identitarias de víctimas y victimarios

 

A las anteriores dos dimensiones de bloqueo comunicativo propio de una interrelacionalidad automática pugnaz hay que agregar el problema de la heterogeneidad social real, sociodemográfica. No solo se tiene que los medios electrodigitales propician la forma política amigo / enemigo correlativa con la forma psíquica simpatía / antipatía especificada como compasión / furia, [61] sino que en una sociedad realmente heterogénea en términos étnicos, religiosos, sexuales, lingüísticos, etc., es decir heterogénea sociológica y psicológicamente, y esto último incluye la heterogeneidad ideológica, la forma política amigo / enemigo tiene la especificación moral víctima / victimario, que es justamente lo que viene imponiéndose en Occidente, sobre todo en los EE. UU., con la famosa “política de la identidad”, la cual es tanto ideológica como real, sociológica. Esta política se ha convertido en el factor que permea transversalmente todo asunto público en los EE. UU., desde la enseñanza en todos sus niveles, de la primaria a los postgrados, pasando por las contrataciones y las promociones empresariales e institucionales, hasta el conjunto de las discusiones en el congreso y en la cámara de representantes. Todo asunto público, educación, inversión en infraestructura, reestructuración militar, investigación científica, salud pública, ecología, planificación urbana, vivienda, publicidad, entretenimiento, deporte, lenguaje, etc., está marcado y dividido de manera irreparable por la política de la identidad esencialista. Los recién señalados han sido tradicionalmente los asuntos públicos, pero actualmente han recibido el giro identitario esencialista porque en principio toda diferencia sociodemográfica, sexo, raza o etnia, lengua nativa, edad, capacidad física, aspecto corporal, incluso religión, permea “transeccionalmente” los asuntos públicos tradicionales. Todo puede ser abordado desde las diferencias identitarias con un enfoque victimista. Así se ha llegado a que, por ejemplo, la vivienda o la inversión en infraestructura urbana ya no puedan ser discutidas sin referencia a los asuntos identitarios como la raza, los asuntos laborales sin referencia a la raza, sexo, preferencia sexual, etc.

 

Nótese que la identidad ideológica es una opción, puede ser depuesta, se puede cambiar de partido o de interés. Por el contrario, el sexo, la raza, la etnia, la lengua nativa, la edad, la capacidad o discapacidad física, entre otras muchas, no son opciones, son en cada caso el ser esencial de la persona; se trata de una identidad no elegida y que tampoco puede ser despuesta, origen y destino, lo cual también es el caso con la fe religiosa, la cual, dista mucho de ser una mera ideología. En resumidas cuentas, lo que generalmente se llama la “identidad” en el entorno político occidental contemporáneo es, básicamente, la identidad esencial, no elegible y no deponible, original y destinal. Se trata de verdaderas heterogeneidades sociodemográficas que quedan en un nivel muy distante de otras heterogeneidades sociológicas como las del nivel de ingreso o de educación o profesión – que suelen ser conceptualizadas como diferencias de “clase” –, que en general son variables. Las identidades esencialistas son lo que hoy en día se suele llamar las tribus o el tribalismo. [62]

 

En todo caso, los ideólogos identitarios tribalistas han llevado las cosas tan lejos como para no solamente querer que el ejército norteamericano sea “diverso”, sino hasta el punto de generar una enconada la pugna por reescribir la historia de los EE. UU. como la del esclavismo y sus pretendidas consecuencias a partir de 1619. [63] El resultado es que los EE – UU ya no son una nación ni siquiera administrativa ni institucionalmente. Los EE – UU están en términos reales irremisiblemente divididos como nación no en términos de identidad partisana – ideológica o bien sociológica – sino en términos de identidad sociodemográfica devenida identidad tribal esencialista. En otras palabras, los EE. UU., son presa de la heterogeneidad real, sociodemográfica, de sus ciudadanos – los que básicamente son meros portadores de un mismo tipo de documento de identidad – devenida heterogeneidad psíquica que se expresa en actitudes de pertenencias y exclusiones de grupo y la cual lleva a que en todo impere la confrontación a partir de las identidades tribales que se autoproclaman víctimas.

 

Las “víctimas históricas” están a la ofensiva y los medios electro digitales predeterminan que se impongan de manera automática en el ánimo público, que es el de la “compasión” o “simpatía” irreflexiva para con cualquier “víctima”, no importa si es histórica o circunstancial, parte de un grupo – “tribu” – o puramente individual. Las “víctimas” colectivas e históricas – grupos de negros, hispanos, mujeres, LGBT, discapacitados, migrantes y otras muchas – y sus simpatéticos aliados quieren “ajustar cuentas” con los “victimarios”, que son más o menos la mitad de los norteamericanos. La confrontación entre presuntas víctimas y presuntos victimarios, que es la figura actual de la “polarización política”, no es simétrica, como pretenden casi todos los investigadores del fenómeno. En un movimiento retórico conocido, estos investigadores podrían decir que hablar de asimetría señalando quién está a la ofensiva y quien básicamente reacciona defensivamente, es no reconocer quién es el “victimario” y, con ello, “revictimizar a las víctimas”.

 

Las dos últimas elecciones presidenciales norteamericanas han sido tan accidentadas como lo han sido precisamente por la polarización política que han impulsado las “víctimas” – aunque lo “políticamente correcto” sea presentar la dinámica ofensiva de las “víctimas” de manera invertida, desde algo así como la lucha “histórica de las víctimas contra los supremacistas”, los “fascistas”. Las “victimas” estarían, pues defendiéndose, cuando en realidad ellas están a la ofensiva. La elección del 2024 promete ser más de lo mismo. La democracia liberal como tecnología de acuerdo social ha perdido su funcionalidad. Las “víctimas” y sus aliados quieren ajustar cuentas con los “victimarios” a como dé lugar, por lo menos, convirtiéndolos en parias sociales a través de la “cancelación”. [64] Lo cual lleva incluso a que el Estado de derecho – the rule of law –, en tanto la tecnología ejecutoria para imponer acuerdo social en la democracia liberal, sea cada vez más débil. Los tribunales de todo nivel tienen cada vez más problemas para funcionar normalmente en todo asunto que involucre alguna “identidad” sociodemográfica – “tribal”, no partisana – porque están atravesados “transversalmente” por el odio de las “víctimas” y sus “aliados” contra los “victimarios”, así como por la ira defensiva de los declarados y perseguidos como “victimarios”. Así, en un conflicto entre un blanco y un negro, o entre un hombre y una mujer, con gran facilidad el odio identitario en los medios encabezados por los activistas de las redes puede dejar de lado al negro o a la mujer individuales para convertirlos en muestras genéricas de “víctimas históricas”, “tribus”, y a sus contrapartes judiciales como “victimarios”. Se trata de que estos, los “victimarios”, son, como es bien sabido, los hombres estadounidenses blancos heterosexuales, los “supremacistas” o “fascistas” – en tanto no sean “aliados” de las “víctimas”, como ocurre con muchos blancos en las universidades, la prensa, las empresas tecnológicas y el gobierno de Biden y sus instituciones –, y representan a la mitad perseguida de la nación. Si bien el marco legal, el Estado de derecho sigue ahí, los asuntos identitarios son enarbolados constantemente en pugnas digitales en las redes y en los medios de manera tal que todo procedimiento institucional relacionado con dichos asuntos está siempre bajo una fuerte presión proveniente de la polarización política identitaria tribal y con facilidad pasa de lo online a los disturbios offline paralizando o por lo menos perturbando el procedimiento institucional correspondiente.

 

En tales condiciones no puede haber acuerdo nacional y, más bien, como lo señalamos en el epílogo de nuestro libro MS, se decanta la forma social de la guerra civil tribal, como la estructura psíquica que no solo impide el acuerdo nacional, sino que lo mina sistemáticamente a partir de la dualidad amigo / enemigo devenida forma psíquica cognitivo moral, es decir, en actitud para orientarse en el mundo juzgando a los demás. La polarización política tribal es la tendencia dominante en todo el Occidente no meramente formal, mediológico, sino real, geográfico cultural, porque en él la descentralización digital permite que las “víctimas” publiquen y circulen contenidos explotando sistemáticamente su “diferencia” – heterogeneidad sociodemográfica – en la esfera de lo público. Digamos finalmente, aunque ahora estamos investigando el tema, que la inteligencia artificial no parece ofrecer ninguna salida para el acuerdo democrático en Occidente en las condiciones tecnológicas del dominio del ecosistema mediático por la dinámica pugnaz victimista de las redes sociales. La IA como nueva tecnología eléctrica se perfila, más bien, como el arma para que una de las partes de las sociedades occidentales polarizadas someta a la otra, “ajuste cuentas” con ella, por lo menos “cancelándola” por medio del deplatforming, es decir, de sacarla de las plataformas de medios, [65] lo cual, claro, sería la bancarrota total y la desaparición de la democracia liberal y con ello no meramente la debacle del Occidente liberal sino simple y llanamente su derrumbe, en lo que J. Robb llama el “fascismo” “intraconectado” ejecutado por el “enjambre”. [66] Por lo pronto, dado el “enjambre” de universidades, instituciones públicas y empresas financieras y tecnológicas como “extensión” de las “víctimas” identitarias, todos ellos actuando en la WEB 2.0, parecería que más bien se constituiría el “fascismo intraconectado” ejercido contra los “victimarios”. Sin embargo, ahí está la posibilidad de la guerra civil, a reserva del resultado la elección presidencial del 2024.

 

 

7. Conclusión

 

La psique de la dispersión tribal identitaria es la debacle de Occidente

 

En el parágrafo 6 vimos cómo en Occidente la descentralización digital va de la mano con el efecto psíquico consistente en que las naciones occidentales, en primer lugar, los EE – UU tienden a una potenciación de toda diferencia sociodemográfica y psicológica en el estado de pugnacidad social que ahora es conocido como polarización política. Occidente reboza de activistas, ya sea partisanos o tribales, con una mentalidad o psique pugnaz que, justamente por su pugnacidad, es incompatible de raíz con la democracia liberal. Estos activistas representan una “psicología social” por lo que en realidad el estado de cosas no es la simple decadencia de Occidente, sino más bien de su debacle. En el caso de simple decadencia, el proceso podrá durar décadas todavía, pero la democracia liberal parece haber alcanzado ya, desde por lo menos el inicio del presente siglo, sus límites de posibilidad. Cada paso de las tecnologías eléctricas solo parece avanzar en el cincelado del epitafio de la democracia liberal, con todas las posibles consecuencias sociales y geopolíticas que esto pueda tener.

 

Nuestra investigación empezó por una formalización de tipo kantiano de la mediología mcluhaniana. La reducción mediológica transcendental de la subjetividad occidental apunta justamente a la liquidación electro tecnológica de tal subjetividad de una manera no prevista por McLuha en Understanding Media, a saber, no como la de la unión y comprensión universales en la “aldea global” sino, muy por el contrario, como una serie de catástrofes generadas por la subjetividad identitaria victimista efecto de los medios electrodigitales en el marco de la heterogeneidad sociodemográfica devenida heterogeneidad psicológica, catástrofes las cuales, en el peor de los casos, pueden ir más allá de la mera fractura de naciones occidentales, en una “implosión” del Occidente con consecuencias ahora inimaginables. Experimentamos un Occidente que no percibe que el cambio tecnológico lo ha superado como Occidente y, por ello, en la aceptación plena de la tribalización progresiva, en una ceguera sorprendente, continúa autoconceptuándose como liberal democrático.

 

Señalemos para concluir, que el carácter subliminal de los efectos psíquicos de los medios, el que impere el “idiotismo tecnológico”, conlleva suponer que los medios o tecnologías y nuestros patrones mentales, psíquicos, nuestra subjetividad, son dos realidades separadas, que cognitiva y moralmente somos sujetos impenetrables por la tecnología. La manifestación más palmaria del idiotismo tecnológico es que en medio del asombro y la alarma por la polarización política tribalista que azota con intensidad creciente al Occidente geográfico cultural, se aduce todo tipo de razones en realidad banales o cuando mucho, marginales para explicar dicha polarización. [67] Solo unos cuantos ponen en el centro de la problemática de la polarización a los medios electrodigitales en su relación con la democracia liberal; solo unas pocas voces apuntan al choque en el que la forma política que es la democracia liberal está siendo no erosionada sino arrasada por los efectos psíquicos de la tecnología electrodigital en las naciones occidentales con su heterogeneidad interna. Una vez que se reconoce ese choque y su dinámica, es imposible dejar de ver que el Occidente, como lo hemos conocido, está en curso hacia la debacle y, en el mejor de los casos, a una decadencia que durará algunas décadas. No se puede cambiar la tecnología de manera radical con impunidad para la forma política. En Occidente, los medios eléctricos han dado lugar a una digitalización entrópica, disolvente; en Oriente pueden conducir a las formas orgánicas de la cibernetización entrevista por McLuhan. Una duda que apunta a un peligro global es si el Occidente anglosajón en colapso no estaría dispuesto a arrastrar al mundo entero a la ruina en un Armagedón nuclear.

 

 

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Notas

[1] Los énfasis en cursivas son siempre nuestros a menos que se indique otra cosa.

[2] Carrillo, Alberto José Luis. McLuhan y la subjetividad mediática trascendental. Las redes sociales y la decadencia de Occidente. 2020. Ciudad de México: Editores y Viceversa, UNAM, Reflexiones Marginales.

[3] Es importante cerciorarse de que McLuhan entiende a todas las instituciones, incluyendo a los usos y costumbres, como tecnologías o medios para la convivencia, y las específicamente políticas serían aquellas para el acuerdo de la comunidad o sociedad en su conjunto y para la ejecución del mismo. Por ello, en el capítulo de Understanding Media significativamente titulado “Los juegos. Las extensiones del hombre”, aparece esta proposición de importancia teórica sistemática capital: “Las prácticas sociales de una generación tienden a ser codificadas como el ‘juego’ de la siguiente.” McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 219. Es decir, el conjunto institucional de una sociedad sea el que sea, es el “juego” de esa sociedad como una “extensión del hombre”.

[4] Véase, “(…) ningún medio tiene su significado o existencia solo, sino únicamente en interrelación constante con otros medios.” Ibidem, p.26.

[5] Véase: “(…) los medios, como extensiones de nuestros sistemas físicos y nerviosos, constituyen un mundo de interacciones (…) que siempre deben buscar un nuevo equilibrio cuando ocurre una extensión nueva.” Ibidem, p.202. De hecho, “[c]ualquier innovación amenaza el equilibrio de una organización existente.” Ibidem, p.251. McLuhan dice, incluso, que “[l]a guerra puede ser vista como un proceso para alcanzar el equilibrio entre tecnologías desiguales [de diferentes formas] (…)” Ibidem, p.344.

[6] McLuhan insiste en que este es el caso siempre que el nuevo medio, cualquier innovación tecnológica, opere a una velocidad dispar con la que impera los otros elementos de la matriz tecnológica existente. La matriz tecnológica es una estructura y las estructuras se desajustan, necesitan nuevos equilibrios, cuando uno de sus nodos funciona a mayor velocidad que los otros. Esa es la parte central de la teoría de sistemas de McLuhan contenida en Understanding Media. The Extensions of Man y por la cual el tema de la “velocidad” es medular en dicha obra. Véase: “Es un tema persistente de este libro el que todas las tecnologías son extensiones de nuestros sistemas físicos y nerviosos para incrementar el poder y la velocidad. De nuevo: a menos que existan tales incrementos de poder o de velocidad, no ocurrirían nuevas extensiones de nosotros o serían descartadas.” Ibidem, p.90. Sin embargo “(…) cualquier incremento de poder o de velocidad en cualquier tipo de agrupación de cualesquiera componentes es él mismo una perturbación que causa un cambio de organización.” Ibidem, p.90. En otras palabras, el objetivo de una innovación es siempre el “incremento de poder o de velocidad” en lo que hacemos, pero el resultado colateral, generalmente no buscado, es una “perturbación” en las estructuras existentes. En el mismo sentido McLuhan nos dice que “[l]a falta de homogeneidad en el movimiento de la información crea diversidad de patrones de organización. (…) Donde hay grandes discrepancias en velocidad de movimiento, como entre el transporte aéreo y el carretero o entre el teléfono y la máquina de escribir, ocurren conflictos serios en las organizaciones.” Ibidem, p.91. El tema es central en el paso de las “tecnologías mecánicas” a las “eléctricas” porque estas operan a la velocidad de la luz, el máximo incremento posible de velocidad de un proceso, por lo que cualquier tecnología eléctrica perturba de raíz a las matrices tecnológicas integradas por tecnologías mecánicas.

[7] Obviamente ocurre lo mismo con las “prácticas sociales” que son los usos y costumbres presentan la misma rigidez o stasis que las instituciones específicamente políticas.

[8] Cfr., Flusser, V. (2002). Medienkultur. Frankfurt am Main: Fis- cher Taschenbuch.

[9] Para una discusión detallada de esto, ver el ya mencionado volumen

[10] Esto es muy claro en el Occidente actual, donde en cuanto uno reconoce a otro como humano, automáticamente, sin darse cuenta de lo problemático del asunto, tiende a creer que ese otro piensa como uno, que tiene las mismas actitudes básicas que uno, por diferente que sea su aspecto, por ejemplo, su atuendo. Este es el famoso asunto del sesgo de los universitarios occidentales WEIRD estudiado por H. Henrich y sus colegas. El occidental WEIRD (occidental, educado, industrializado, afluente y democrático), en lo que es una ceguera alarmante piensa que todos piensan como él, y que, por tanto, todos deben amar la libertad individual, los derechos humanos, la democracia, etc., siendo que en realidad él es pare de una minoría ínfima incluso en sus propios países. Para una buena exposición de esto ver Gil-White, Francisco, ¿Where the Greeks Any Good? WEIRD Morality, Democracy, and the Semiotic Paradox of Classical Historiography (April 23, 2020). Available at SSRN: https://ssrn.com/abstract=3583957 or http://dx.doi.org/10.2139/ssrn.3583957. Consultado el 31 de agosto 2023.

[11] Schmitt, Die geistige Lage des heutigen Parlamentarismus p.31.

[12] Ver las referencias en la Introducción a Gershberg & Illing, The Paradox of Democracy …

[13] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p.11.

[14] Ibidem, p.67.

[15] Véase McLuhan: “Nuestras anteriores áreas industrializadas, habiendo erosionado automáticamente sus tradiciones orales, están en la situación de tener que redescubrirlas para poder enfrentarse a la época eléctrica.” Ibidem, p.27. En el mismo sentido McLuhan dice que “[n] estamos más preparados para enfrentarnos al radio y la TV en nuestro entorno alfabético que el nativo de Ghana es capaz de lidiar con la alfabetización que lo arranca del su mundo tribal colectivo y lo deja varado en el aislamiento individual Estamos tan entumecidos en nuestro nuevo mundo eléctrico como el nativo involucrado en nuestra cultura alfabética y mecánica.” Ibidem, p.16.

[16] Ibidem, p.172.

[17] Ibidem, p.136.

[18] Ibidem, p.91

[19] Ibidem, p.91.

[20] Ibidem, p.106.

[21] Ibidem, p.236.

[22] Ibidem, p.91.

[23] Véase: “Como lo señala el mito griego de Cadmo, el alfabeto fonético fue el mayor procesador de los hombres para la vida militar homogeneizada que se conoció en la antigüedad.” Ibidem, p.72.

[24] Véase, por ejemplo: “Muchos siglos de ejercicio ideográfico no han amenazado el tejido sin fisuras de la familia y las sutilezas tribales de la sociedad china. Por otra parte, una sola generación de alfabetización es suficiente en África, como en Galia hace dos mil años, para liberar al individuo incipientemente, al menos, del tejido tribal.” Ibidem, p.83 Más contundentemente aún, “(…) la alfabetización hace explotar la unidad tribal o familiar.” Ibidem, p.50.

[25] Más adelante McLuhan dice que “[e}l incremento de velocidad de lo mecánico a la forma eléctrica instantánea invierte la explosión en implosión. En nuestra presente época eléctrica las energías implosivas o contractivas de nuestro mundo chocan ahora con los patrones de organización tradicionales expansionistas.” Ibidem, p.35.

[26] Ibidem, p.35.

[27] Ibidem, p.35.

[28] Ibidem, p.253.

[29] Véase: “Parece que hoy estamos ubicados entre dos épocas: una de destribalización una de retribalización.” Ibidem, p.344.

[30] Sobre la relación entre la tecnología mecánica y la democracia, véase, por ejemplo Carrillo Canán, A. J. L:, McLuhan, Hegel, el automóvil y la identidad. ¿Por qué la democracia está condenada. Consultado el 31 de agosto 2023.

[31] Ibidem, p.18.

[32] Cosa que no podemos explicar en este texto.

[33] Ibidem, p.251.

[34] Ibidem, p.99.

[35] Ibidem, p.99.

[36] Ibidem, p.99.

[37] Ibidem, p.16.

[38] Ibidem, p.80.

[39] Ibidem, p.5.

[40] Ibidem, p.5.

[41] Ibidem, p.248.

[42] Ibidem, p.247.

[43] En 1972, ¡antes de que existieran computadoras personales!, McLuhan predijo lo que hoy llamamos aplicaciones al referirse al software personalizado: “Es en esta dimensión del ‘diseño de software’ que la diferencia entre la vieja industria mecánica y los nuevos circuitos electrónicos se hace manifiesta. Es una diferencia no solo de velocidad y varie- dad, sino también de conocimiento y de la programación para necesidades personales, especiales” McLuhan, M., Nevitt, B. (1972). Take Today: the executive as dropout. New York: Harcourt Brace Jovanovich., p.87

[44] Véase: “Los empresarios del sector alimentario prevén desde hace mucho tiempo la posibilidad de comprar mediante televisión bidireccional o videoteléfono.” McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p.218.

[45] Cfr., Ibidem, p.17.

[46] Ibidem, p.16.

[47] Ibidem, p.19.

[48] Ibidem, capítulo 5.

[49] Véase: “Muchos siglos de densa organización tribal ahora les vienen muy bien a los japoneses en los oficios y el comercio en la época eléctrica. (…) El trabajo cercano en equipo y la lealtad tribal demandados de nuevo ahora por la intercomunicación eléctrica coloca a los japoneses en una relación positiva con sus tradiciones ancestrales.” Ibidem, p.236.

[50] Véase McLuhan: “La electricidad unifica estos fragmentos una vez más porque su velocidad requiere un elevado grado de interdependencia entre todas las faces de cualquier operación. Es esta aceleración eléctrica la que liquidó la línea de montaje en la industria. [ ] Esta misma necesidad de interrelación orgánica, introducida por la velocidad eléctrica de la sincronización, requiere ahora que ejecutemos, industria por industria y país por país, exactamente la misma interrelación orgánica que tuvo efecto primero en la unidad automatizada individual. La velocidad eléctrica requiere la estructuración orgánica de la economía global (…).” Ibidem, p.353. (cursivas nuestras) Esta es la imagen básica que McLuhan tenía sobre la “aldea global”.

[51] Sobre este problema, además de nuestro libro MS véase, por ejemplo, Carrillo Canán, Alberto. “Atrapados entre la emotividad el razonamiento estratégico. La virtuosidad digital y el vaciamiento de la democracia”, en Reflexiones Marginales, 2022. https://reflexionesmarginales.com/blog/2022/03/27/atrapados-entre-la-emotividad-y-el-razonamiento-estrategico-la-virtuosidad-digital-y-el-vaciamiento-de-la-democracia/. Consultado el 31 de agosto 2023.

[52] Véase: “La electricidad no centraliza, sino que descentraliza.” McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p.36. Ese es un efecto de “la velocidad instantánea de la electricidad” Ibidem, p.25., ya que “(…) más allá de cierto punto la aceleración (…) genera descentralismo en medio del viejo centralismo.” (UM 185.io) Es por eso que “[t]odas las formas eléctricas sin importar cuales tienen un efecto descentralizador, atravesando los viejos patrones mecánicos (…)” Ibidem, p.185. Para una discusión amplia de esto véase Carrillo Canán, Alberto y Navarro, Mariano, “Haidt el “apocalíptico”, la democracia y las redes sociales. Parte 2: El choque estructural entre la democracia y el entorno eléctrico”, en Reflexiones Marginales, 2022, https://reflexionesmarginales.com/blog/2022/10/01/haidt-el-apocaliptico-la-democracia-y-las-redes-sociales-parte-2-el-choque-estructural-entre-la-democracia-y-el-entorno-electrico/. Consultado el 31 de agosto 2023., y la continuación Carrillo Canán, Alberto y Navarro, Mariano, “Haidt el “apocalíptico”, la democracia y las redes sociales. parte 3: el choque estructural entre la democracia y el entorno digital”, en Reflexiones Marginales, 2022, https://reflexionesmarginales.com/blog/2022/10/01/haidt-el-apocaliptico-la-democracia-y-las-redes-sociales-parte-3-el-choque-estructural-entre-la-democracia-y-el-entorno-digital/. Consultado el 31 de agosto 2023.

[53] Sobre esto véase Haidt el apocalíptico 2 y 3 Wu, Tim (2016) The Attention Merchants: The Epic Scramble to Get Inside Our Heads. New York: Knopf Publishing Group; Sunstein, Cass R. (2009) Republic.com 2.0. New Jersey: Princeton University Press y, finalmente, Gurri, Martin. (2018). The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, San Francisco California: Stripe Press.

[54] Ver, por ejemplo, Menczer & Hills: https://www.scientificamerican.com/article/information-overload-helps-fake-news-spread-and-social-media-knows-it/. Consultado el 31 de agosto 2023.

[55] Ibidem, p.335.

[56] Véase Carrillo Canán, Alberto José Luis, Los medios electro digitales, la indignación y la polarización política en Occidente. Consultado el 31 de agosto 2023.

[57] Ibidem, p.185.

[58] Ibidem, p.138.

[59] Ibidem, p.27.

[60] Véase Haidt, The Righteous Mind, y Carrillo Canán, Alberto José Luis, Atrapados entre la emotividad y el razonamiento estratégico. La virtuosidad digital y el vaciamiento de la demcracia.. Consultado el 31 de agosto 2023.

[61] Ibidem, p.254.

[62] Para una discusión detallada de esta problemática ver Carrillo Canán, Alberto José Luis, Fukuyama y McLuhan: los Estados Unidos y la destrucción de la identidad nacional por la identidad tribal. Consultado el 31 de agosto 2023.

[63] Véase, https://www.washingtonpost.com/outlook/2021/11/19/1619-project-book-history/ . Consultado el 31 de agosto 2023.

[64] Véase, por ejemplo, Gessen, Masha (2020). “Why America Needs a Reckoning with the Trump Era”, en The New Yorker, https://www.newyorker.com/news/our-columnists/why-america-needs-a-reckoning-with-the-trump-era Consultado el 31 de agosto 2023. Tambien Serwer, Adam (2020). “The Crisis of American Democracy Is Not Over”, en The Atlantic, https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2020/11/the-crisis-of-american-democracy-is-not-over/616962/. Consultado el 31 de agosto 2023.

[65] Entre los ejemplos más significativos del deplatforming está el debanking, que en principio puede mandar al afectado a la indigencia. Véase: “Desde 2014 se hadado un incremento alarmante en de individuos y compañías a los que se les ha cerrado abruptamente su cuenta de banco. (…) El aumento del debanking constituye un precedente peligroso para la libertad de expresión y el aceso a los servicios bancarios.”, Sobiecki, M., https://www.bindmans.com/knowledge-hub/blogs/debanking-an-explanation/. Consultado el 31 de agosto 2023.

[66] Véase, Robb, J., The Networked State, y Robb, J., Gleichschaltung, https://johnrobb.substack.com/p/gleichschaltung. Consultado el 31 de agosto 2023.

[67] Véase, por ejemplo, Illing, Sean (2017). “20 of America’s top political scientists gathered to discuss our democracy. They’re scared”, en Vox, https://www.vox.com/2017/10/13/16431502/america-democracy-decline-liberalism. Consultado el 31 de agosto 2023.