Feyerabend y su epistemología de la liberación

Vasili Kandinski. “Amarillo, rojo y azul”. Óleo sobre tela, 1925.

 

Resumen

En el presente trabajo se intenta demarcar la importancia de la epistemología de Paul Feyerabend como una crítica y una apuesta hacia la liberación del intelecto en pos de una emancipación ideológica. Para este epistemólogo hay un problema crucial en las sociedades contemporáneas que tiene que ver con una legitimación de la ciencia, y que pone en tensión los valores de la democracia.

Palabras clave: Ciencia, ideología, libertad, democracia, estado, pluralismo.

 

Abstract

In the present work we try to demarcate the importance of Paul Feyerabend’s epistemology as a criticism and a bet towards the liberation of the intellect in pursuit of an ideological emancipation. For this epistemologist, there is a crucial problem in contemporary societies that has to do with legitimizing science, and that puts the values of democracy in tension.

 

Keywords: science, ideology, freedom, democracy, state, pluralism

 

 

Inquietudes

 

¿Es Feyerabend un crítico imparcial de la ideología? ¿Es un defensor de la democracia en todos sus aspectos? ¿Alza la bandera de la libertad en pos de emancipar el intelecto?

 

Tal vez sean preguntas demasiado escuetas, pero su despliegue nos permitirá adentrarnos en lo que se conoce como su posición pluralista de entender la tensión entre ciencia y democracia. Ya que para este epistemólogo hay un problema que no es menor en las sociedades contemporáneas, y es que la ciencia aparece como una ideología opresiva que está en abierta tensión con los ideales o valores de la democracia. Pero entonces, ¿Qué condiciones deberían establecerse para resolver esta tensión entre ciencia y democracia o, en otras palabras, para que la ciencia vuelva a constituirse en un instrumento de liberación?

 

Para este autor la ciencia, o todo aquello que se conciba como un modo de conocimiento científico, es solo una de las tantas formas de conocimiento que existen. En esta línea, la ciencia como tal no posee ninguna característica que la haga superior a otras formas de conocimiento. Si así fuera, la ciencia no sería más que otra forma de ideología que busca imponerse a toda costa. Por ello la intención de Feyerabend es la de “defender a la sociedad y sus miembros contra sus ideologías, incluso la ciencia”[1] porque la ciencia, empotrada en prestigio, es un dogma peligroso, ya que atenta contra la libertad individual. Si bien aquí, podríamos reducir todo a la hipótesis de que la ciencia es opresora, Feyerabend se encarga de desmantelar esta postura. Porque la ciencia también nos ha permitido gozar de cierta libertad intelectual, en la medida en que ha combatido a lo largo de la historia todas las formas de pensamiento que han devenido impuestas por el poder de turno. La ciencia, dice Feyerabend, “siempre estuvo a la vanguardia en la lucha contra el autoritarismo y la superstición”.[2] Por ende, la misma ciencia ha permitido derribar las diversas formas de ideología. Notamos rápidamente la similitud con el pensamiento de Marx y Engels, ya que, si hemos de concebir una ciencia, y aquí el aporte marxiano a las ciencias sociales, ésta debe de servir a los hombres a vivir mejor. Para Marx, esto estaba bien claro cuando sentenciaba que la ideología era una forma impuesta por la clase dominante de la época. Por ello, si una ciencia determinada desafía las creencias estáticas de una época, o de un grupo determinado, “contribuye a la liberación del hombre”,[3] y de esa manera, la ciencia como ideología, es necesaria, en tanto forma de verdad que rompe la necedad de los saberes construidos bajo dogmas. No obstante, hay que cuidarse de no caer bajo el engaño de que la ciencia es la madre de todo tipo de conocimiento. En esto Feyerabend insiste, ya que si la ciencia se transforma en una ideología, y persiste como tal, corre el riesgo de convertirse en una religión, “Miren el marxismo”.[4]

 

Bajo este sesgo modelo, la ciencia se ha convertido en una forma tirana de determinismo absoluto. La ciencia se enseña como tal, incuestionable y precisa, desalojando toda posibilidad de crítica y condenando todo aquel saber que no encaje en sus moldes. Esta es una de las críticas fuertes de Feyerabend, al sostener que la palabra del científico tiene un lugar en nuestra sociedad que es incuestionable. Por ello, sostiene el autor, la ciencia se ha vuelto opresiva y no liberadora. Los ejemplos van desde el mero adoctrinamiento que se realiza en las escuelas y universidades, imposibilitando a los estudiantes a ser críticos, e inquietos con toda forma de conocimiento, para volverse meros repetidores de fórmulas y enunciados vacíos, que llevados a la crítica, fallecen como modos supremos del saber.

 

Sobre esta base se asienta la crítica de Feyerabend a los modos bajo los cuales la ciencia se presenta. En esta línea, Feyerabend es un defensor de la libertad de conocimiento, y de las diversas formas de conocimiento, entre ellas la ciencia, que son válidas o bien tienen la validez que determinado hombre quiera darle, en tanto ese conocimiento le es válido, funcional, etc. “La ciencia es solo una de las muchas ideologías que impulsan a la sociedad y debe ser tratada como tal”.[5] El hombre tiene la libertad, —o debería de tenerla—, de elegir un determinado tipo de conocimiento que sea acorde a sus necesidades individuales.

 

Vasili Kandinski. “Número Ocho”. Óleo sobre tela, 1923.

 

El rol del estado

 

No podemos dudar a estas alturas de que la propuesta de Feyerabend tiene un tinte político que es notable. Para este autor la ciencia puede influir sobre la sociedad de la misma manera que lo puede hacer un determinado grupo político. Es decir que la ciencia es un aporte entre tantos, que no es decisivo en las diversas problemáticas que un determinado Estado deba afrontar. Los juicios decisivos deben quedar en mano de lo que Feyerabend denomina como “cuerpos consultores democráticamente elegidos”.[6] La apuesta política es clara: la ciencia debe de separarse del Estado, teniendo este la facultad de rechazar el juicio científico si lo considera necesario, dando lugar a mejoras considerables gracias a la crítica, a la puesta en tensión entre saberes diversos.

 

Para ello, es necesario un cambio en al ámbito más importante que es la educación de los hombres. Sobre este eje Feyerabend sostiene que es necesaria una educación que fomente el pensamiento crítico, y que brinde las herramientas necesarias para imaginar diversos modos de adquirir soluciones. En esta línea Feyerabend sostiene que es imprescindible fomentar la imaginación; al igual que su amigo Karl Popper, quien sostenía que era imprescindible para el avance de la ciencia, la formulación ingeniosa de nuevas hipótesis que expliquen o den cuenta de los fenómenos del mundo. Popper incentivada el espíritu creador, en tanto y en cuanto, este se someta luego al método. Por ello para Feyerabend toda educación que sea dogmática es prejudicial, ya que “El progreso de la ciencia, de la buena ciencia, depende de las ideas nuevas y de la libertad intelectual”,[7] y esta libertad es la que orienta la perspectiva ético-política de este autor, o también conocida como perspectiva humanista.

 

Pareciera que la apuesta del actor se conjuga en una apología a la libertad de pensamiento. Feyerabend rescata la inocencia infantil, esa facultad de crear maravillosa que tienen los niños, la cual es cercenada luego por el modelo educativo que impone violentamente. Por ello es importante una educación que fomente la “enorme imaginación que poseen los niños”[8] porque son ellos los que tienen la capacidad de pensar más allá de lo políticamente establecido. Existe en ellos “el espíritu de contradicción”[9] y es este don el que se necesita para romper con la ilusión ideológica de la ciencia como ente superador e incondicional de la verdad errática que se esconde en el mundo. La ciencia, en tanto ideología, es solo una posición, un saber constituido y legitimado por el poder de turno. Este lugar es solo eso: “un” lugar, entre tantos espacios del saber. Por ello, la ciencia es solo un saber más dentro del vasto mundo de saberes. Por ello “la ciencia no debe recibir ninguna posición especial”.[10] por ello y sobre estas ideas se concibe la propuesta de una democracia del saber, que se gesta en una sociedad libre, en la cual conviven muchos saberes y creencias, sin legitimidad de unos sobre otros.

 

Vasili Kandinski. “Upward”. Óleo sobre tela, 1929

 

La propuesta

 

Si decimos que la ciencia es un saber más entre otros y que debe por tanto recibir la misma atención que la magia, los mitos o la astrología, cabe preguntarse si esta postura no reduce nuestro modo de concebir el mundo a cierta banalización o relativismo subjetivo. ¿Qué quiere decir esto? Que si la ciencia es solo una variable más de conocimiento, entre otros tantos, la certeza o validez de un saber no tendría un fundamento epistemológico. Incluso invirtiendo esta posición, podríamos preguntarnos, si es necesaria entonces la ciencia como tal. A estas alturas la propuesta de Feyerabend nos da la pauta para pensar en un rechazo de la ciencia como tal. Sin embargo, esto no es así; en ningún momento Feyerabend reniega del conocimiento científico, o de los grandes avances y beneficios que la humanidad ha conquistado gracias al conocimiento científico.

 

La batalla de Feyerabend está dada a la ideología de la ciencia como tal, al empoderamiento de la misma como único eslabón posible hacia el camino de la verdad. Así, los programas educativos quedan totalmente subsumidos bajo el tratamiento científico de “las relaciones humanas”.[11] Y sobre este punto en particular se asienta la crítica del autor, en que no debemos concebir la ciencia como un modelo único de saber, que se nos impone desde afuera, sino que el conocimiento debe ser sometido a una evaluación y consenso mediante una decisión democrática. Por ello en una sociedad democrática, no solo se debe tolerar las diferencias de opinión, sino que se deben de incentivar. Todas las opiniones tienen derecho a ser atendidas y escuchadas. Aquí es donde entiende la posición pluralista o pluralismo teórico en el pensamiento de Feyerabend, que vincula por decir así el pluralismo metodológico y epistemológico.

 

Dice al autor: “La ciencia es superior por dos razones: utiliza el método para conseguir resultados y existen múltiples resultados que prueban la excelencia de dicho método”,[12] lo que puede traducirse como la posibilidad de pensar de que no hay un solo método científico, sino que hay varios. La idea de un método que sea concebido como universal, es insostenible, ya que no hay en el mundo ningún procedimiento o conjunto de reglas que sean fundamentales y que garantice que una investigación es científica. Además, los resultados concebidos como científicos no son autónomos, sino que están ligados a ideas, conceptos, y tradiciones que no son científicas, y que han logrado resultados de igual tenor.

 

Esto deviene, o agrega lo que se conoce como un pluralismo ontológico y un pluralismo ético o político; y es que la realidad es mediada compleja para ser concebida como única. Por ello se habla de múltiples realidades, porque lo real está determinado por las formas de vida que se han adoptado. La realidad entonces es, o tiene que ver con una forma de esa realidad, ya que los conocimientos científicos en su diversidad son “el resultado de unos desarrollos históricos específicos y sumamente idiosincráticos”,[13] es decir, que la ciencia está determinada por el contexto en el que emerge, ya que tiene que ver en gran medida con los intereses de una época o cultura, mediada claro, por la mano del hombre. Por ello, las formas de vida en su diversidad deben de ser legitimadas; y aquí entra en juego la ética, en la medida en que orienta la elección entre las diversas formas de vida. El poder normativo que permite evaluar las diversas formas de vida “afecta a la ontología”.[14]

 

Alcances y limitaciones

 

Sin duda que la perspectiva de Feyerabend es una invitación a repensar la legitimidad del conocimiento científico, y la posibilidad de sumar a ello otras formas de conocimiento que no encajan en los formalismos académicos. No obstante, como toda perspectiva teórica, la de Feyerabend no está exenta de críticas. Tal vez la más significativa sea la que plantea  Philip Kitcher, quien sostiene que existe una tensión entre democracia y ciencia, la cual debería de resolverse a través de una revisión de la ciencia como tal, como así también de aquellos que se encargan de ordenar y legitimar el conocimiento. ¿Cómo es posible llegar a acuerdos sobre, cuando se fomenta una pluralidad de saberes? ¿Cuál es el lugar de las ciencias en una ciudad democrática? ¿Deberían estar involucrados los ciudadanos en la práctica científica?

 

Estas cuestiones se resuelven en la categoría que Kitcher introduce como “ciencia bien organizada”,[15] el cual implica la formulación de un esquema que satisface en gran medida las necesidades de los ciudadanos, en la medida en que predomina el consenso de representantes bien formados y comprometidos con la intencionalidad de acomodar las ideas de cada uno en un colectivo. Para ello, los ciudadanos deben tener una cierta formación a los fines de mejorar el trabajo en si, por lo que es una condición epistémica necesaria para alcanzar el ideal propuesto. En esta línea el autor sostiene que es necesario para concebir una ciencia bien organizada que la deliberación entre sus participantes debidamente instruidos responda “tanto a  una comprensión sintética de las oportunidades disponibles como a las necesidades que otros igualmente, informados sobre esas oportunidades expresarían”.[16] Esta es una de las condiciones necesarias para el debate en torno a una filosofía de las ciencias que dé lugar a la participación de los ciudadanos bien formados, y que tienen la capacidad de comprender, que existen necesidades diversas dentro de un colectivo y que merecen, como tales, ser tenidas en cuenta.

 

 

Bibliografía

  1. Feyerabend, Paul, La ciencia en una sociedad libre. Siglo XXI, México, 1982.
  2. Feyerabend, Paul, “Como defender a la sociedad contra la ciencia” en Revoluciones científicas. FCE, México, 1975.
  3. Feyerabend, Paul. La conquista de la abundancia. La abstracción frente a la riqueza del ser. Paidós, España, 2001.
  4. Feyerabend, Paul, “El realismo y la historicidad del conocimiento”, en Manía. Revista de pensament, No.7. Universitat de Barcelona, 2000.
  5. Kitcher, Philip. “La ciencia en la sociedad democrática”. Revista Factotum 16, 2016 www.revistafactótum.com

 

Notas

[1] Feyerabend, Paul. “Cómo defender a la sociedad contra la ciencia”. FCE, México, 1975. p. 294.
[2] Ídem.
[3] Ibid. p. 295.
[4] Ibid. p. 296.
[5] Ibid. p. 305.
[6] Ibid. p. 306.
[7] Ibid. p. 310.
[8] Ibid. p. 309.
[9] Ídem.
[10] Ibid. P. 309.
[11] Feyerabend, Paul, La ciencia en una sociedad libre. Siglo XXI, México, 1982. p. 84.
[12] Ibid. p. 114.
[13] Feyerabend, Paul, “El realismo y la historicidad del conocimiento”, en Manía. Revista de pensament No.7. Universitat de Barcelona, 2000. p. 1.
[14] Feyerabend, Paul. La conquista de la abundancia. La abstracción frente a la riqueza del ser. Paidós, España, 2001. p. 291.
[15] Kitcher, Philip. “La ciencia en la sociedad democrática” en Revista Factotum No.16, 2016. Publicación digital. www.revistafactótum.com
[16] Ibid. p. 9.