Resumen
El siguiente artículo desarrolla dos perspectivas sobre el sueño. La primera sostiene que la lectura que Foucault hace a Binswanger posibilita entender al sueño como un medio necesario para conocer el interior del hombre. Considerándolo desde una interpretación positivista tendríamos que aceptar que lo onírico es la esencia propia del homo natura. Por ello, Foucault nos invita a indagar este punto de vista. La segunda perspectiva explora la crítica nietzscheana al conocimiento. En ella el fundamento es atacado, porque no logra sostener la verdad de la realidad ni la correspondencia sujeto-objeto que se exige en el lenguaje. Aquí Nietzsche revela la esencialidad de las cosas como una invención humana. En este sentido, el concepto de verdad ya no es necesario para la vida, porque una vez desenmascarado el mundo resultaría pura apariencia. De ahí que la frase “seguir soñando, sabiendo que se sueña” sea la invitación a desplegar la libertad de creatividad como forma de vida.
Palabras clave: sueño, verdad, fundamento, deseo, moral, invención, mundo.
Abstract
The following article develops two perspectives on sleep. The first maintains that Foucault’s reading of Binswanger makes it possible to understand dreams as a necessary means to know the interior of man. Considering it from a positivist interpretation we would have to accept that the dream is the essence of homo natura. Therefore, Foucault invites us to investigate this point of view. The second perspective explores the Nietzschean critique of knowledge. In it the foundation is attacked, Ie It fails to sustain the truth of reality or the subject-object correspondence that is required in language. Here Nietzsche reveals the essentiality of things as a human invention. In this sense, the concept of truth is no longer necessary for life, because once unmasked the world would be pure appearance. Hence the phrase “continue dreaming knowing that you are dreaming” is the invitation to display the freedom of creativity as a way of life.
Keywords: dream, truth, foundation, desire, morality, invention, world.
En sí, ciertamente, el ser humano despierto
tan solo tiene claro que está despierto
gracias al rígido y regular tejido conceptual y,
justamente por eso, llega a la creencia de que está soñando
sí, en alguna ocasión, el arte desgarra ese tejido conceptual.[1]
Dorian Astor
Desde sus primeros escritos, Foucault ya mostraba los signos de aquello que habría de conectarlo con Nietzsche: la historia y la interpretación. En su primer escrito amplio, Introducción a Binswanger, Foucault aprovecha el libro Sueño y existencia de Binswanger para hacer del sueño una problemática filosófica, abordándolo desde una visión histórica y, además, dando los primeros trazos de la crítica a la racionalidad.
Foucault busca aproximarse al sueño con la consideración de que este es un modo de existencia, una forma particular de vivencia del ser humano que lo ha acompañado a lo largo de la historia. Desde los textos homéricos[2] ya hay referencias a los sueños, y también los poemas de Homero cuentan sobre los intentos para interpretarlos[3]. La interpretación de los sueños, es decir, la consideración de que al dormir se tiene una experiencia legítima que habla a los seres humanos, es más antigua que la visión racional moderna que ve en el sueño una simple suspensión del juicio crítico. El cambio en la consideración del valor y contenido del sueño responde al desarrollo de las visiones y organizaciones históricas, las cuales otorgan más importancia a alguna cualidad humana según las necesidades históricas que enfrenta cada sociedad.
La época de la ciencia moderna impuso las expresiones abstractas de la razón como las formas definitivas para alcanzar el saber positivo de la realidad y desplazó a las técnicas mágicas, místicas y poéticas –relegándolas a ser saberes menores o expresiones de la cultura, pero sin tener el estatuto de conocimiento. Por este cambio, el sueño acabó como mera irracionalidad y delirio, sin ningún contenido útil para conocer al ser humano, como expresión desenfrenada de la imaginación permitida por la relajación del pensamiento moral. La ciencia moderna recoge la noción de Platón sobre el sueño, sueño como ese momento en que la parte “[…] lógica [λογιστικός[4]], civilizada y dominante se va mientras el alma duerme”. Foucault descubre que, desde Platón hasta el S. XIX, uno de los temas más recurrentes en la filosofía, la literatura y la medicina ha sido la manifestación del deseo en el sueño[5]. El deseo irracional como fondo del soñar ha sido lo que lo ha ligado al pensamiento racional, calculador y civilizado de la vigilia con la vida onírica. Por medio del vínculo entre sueño y deseo el hombre ha podido unificar sus deseos inmorales como parte de la naturaleza humana racional, pero neutralizados como algo que se expresa solo porque el velador de la vida racional necesita dormir. Cabe preguntar si tal forma de entender al sueño se debe más a los límites del pensamiento racional que a las dinámicas y contenidos de la experiencia del soñar.
En el libro de Binswanger, Foucault ve una aproximación al contenido del sueño opuesta al positivismo psicológico, heredero de la primacía de la razón sobre el alma humana. Este positivismo busca establecer un homo natura[6] que sea objeto de una ciencia descriptiva, pues solo con esta imagen es capaz de conocer al ser humano como cualquier fenómeno de la física o la química. Por su parte, Binswanger se ubica en un contexto de reflexión que no pretende objetivar al ser humano, sino reflexionar sobre el contenido de la existencia[7], concretamente el contenido de la existencia humana. Dicho por Foucault, el libro de Binswanger toma al sueño como un modo de existencia, un fenómeno que nos puede permitir entender cómo es que el ser humano es dentro del mundo: “[…] no es tanto el sueño y la existencia como la existencia tal como se aparece ella misma y tal como puede descifrársela en el sueño: la existencia en este modo de ser del sueño en el que se anuncia de manera significativa.”[8]
Ya desde estos textos tempranos, Foucault muestra que es por medio de la historia como pretende entender las vivencias humanas: “Las formas originales de reflexión se introducen por sí mismas: su historia es la única forma de exégesis que soportan, y su destino la única forma de crítica.”[9] Esto le sirve Foucault para distanciarse de una metafísica o mística del sueño, pues no lo ve como una puerta de entrada a un mundo más allá de la realidad, sino como un problema histórico, una forma de experiencia donde el ser humano se ha enfrentado a su forma de ser. En la consideración que el ser humano tiene del sueño, el hombre muestra qué considera como propio de sí mismo y qué como algo ajeno y extraño que debe subordinarse a sus acciones cotidianas, de la vida de vigilia.
Dentro de la breve historia del sueño que realiza Foucault, reconoce que Freud le dio al sueño una nueva voz como algo importante de la vida humana. Freud se encontró en un contexto donde el sueño era el simple sinsentido de la consciencia, pero él dio un giro y convirtió al sueño en el sentido del inconsciente[10]. Para Freud, la narrativa del sueño se convirtió en la expresión de todo aquello que la vigilia suprimía. El sueño ya no era un evento extraño donde las formas de vida normales se suspenden, sino que se estableció simplemente como una actividad del alma con una organización distinta a la de la vida de la vigilia, pero en realidad no era una forma de pensar en esencia diferente –ni mucho menos inferior– al pensar del hombre despierto: “Con demasiada facilidad se olvida que las más de las veces un sueño no es sino un pensamiento como cualquier otro, posibilitado por la relajación de la censura y el refuerzo inconsciente, y desfigurado por la intervención de la censura y la elaboración inconsciente.”[11] Freud comienza a cuestionar la distancia que se ha impuesto al sueño respecto de la vigilia, como si fuesen dos experiencias irreconciliables, que es casi imposible considerarlas como actividades normales del ser humano.
Para Freud es más nuestro miedo, la ansiedad de perder los límites de lo “normal” y lo “moralmente sano” lo que ha provocado que nuestra experiencia al dormir sea algo incomprensible, un suceso extraordinario que no representa nada de lo que en realidad somos o que, en el mejor de los casos, solo sea una actividad que haga patente aquello que debemos contener o eliminar de nosotros mismos. Freud abre la posibilidad de una hermenéutica del sueño[12] donde la manera en que el ser humano vive, así como el contenido de su existir, se hacen presentes: sus angustias y sus anhelos pelean contra las exigencias de su entorno, de la moral que le impera y este conflicto personal, anclado en la vida, se manifiesta en el dormir como el motor que empuja a la imaginación en el entramado de la narrativa del sueño. Esta significación que Freud encontró en el sueño no fue bien recibida, pues al darle legitimidad a lo irracional e inmoral como parte constitutiva del ser humano, sin lo cual este no podría ser conocido de forma completa. Freud se encontró con el reclamo de dar un significado e importancia inmerecidos a una actividad del pensamiento marcada por el juego de la imaginación, por el despliegue de una creatividad casi salvaje que componía narrativas aún más imposibles e inconexas que los artistas más experimentales realizaban.
La defensa de Freud es recordar que el soñar es una experiencia humana que nos ha acompañado a lo largo de la historia y que si se desprecia su importancia tendrá más que ver con nuestra ansiedad por mantener los límites de la razón que por la naturaleza del soñar: “Y opino que sería bueno recordar a veces que los seres humanos solían soñar antes que existiera un psicoanálisis.”[13] Freud entiende que es por la sobrevaloración de nuestra forma de pensar en la vigilia que el sueño parece un simple absurdo, un mero desperdicio de la energía del pensamiento, pero aun así el sueño no está del todo ausente en nuestra vida de vigilia, pues la ruptura que hay entre el sueño y la vida despierta no es muy diferente a la ruptura que hay entre nuestra propia fantasía durante el día y el ejercicio de nuestro pensamiento racional de vigilia: “[…] aparece una separación de la vida onírica respecto de la de vigilia, semejante a la segregación de la actividad fantaseadora que alimenta una continued history (un sueño diurno a modo de novela) constituye respecto del pensar despierto.”[14] La crítica de Foucault a Freud es que el sueño se agota en ser una narración que complace a dos oponentes a medias, sin ser deseo libre ni represión pura.[15]
Aunque hay expresiones legítimas de nuestra alma en el sueño, la narrativa es una mera metáfora, un efecto del conflicto entre tendencias opuestas y, por esto mismo, su significado queda cerrado a ser siempre el resultado de esta lucha. Freud puede tomar libremente elementos llamativos de un sueño porque ya sabe que lo va a llevar irremediablemente al deseo que ha estado enfrentándose a las instancias de censura. En cierta forma, Freud es como un paleontólogo que ya sabe que el fósil es irremediablemente un animal, ya puede clasificar los restos según género y especie, y en los fósiles sabe que debe buscar los signos de lucha, las fracturas y heridas que el animal recibió al cazar a otro animal o al ser presa de otro. Así, Foucault asegura que el psicoanálisis no fue capaz de hacer hablar a las imágenes.[16]
Sobre la utilidad del sueño para la vida
El ser humano es un hipócrita[17]. De otra forma, la vida privada no tendría tanta relevancia. Se ocultan intenciones y actitudes o pensamientos malsanos de odio y venganza; la lujuria explícita al hombre y a la mujer se reserva frente a miradas inquisitivas; también el menosprecio y rechazo, ya sea por racismo o prejuicio se omite por moralidad. En fin, el hombre enmascara su verdadero yo. Estas formas de actuar no son improbables de aparecer en cualquier sociedad, cuyo fundamento es el conocimiento, porque el ser humano es el mismo ayer, hoy y siempre. Por esta razón, para Nietzsche esas formas de operar son el resultado del arte de la ficción[18], cuya finalidad es alimentar la vanidad del hombre a través de la creación del conocimiento. El arte de la ficción, para decirlo tajantemente, oculta deseos y al mismo tiempo introduce un valor de verdad en los conceptos.
En el texto de juventud titulado Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, Nietzsche señala la construcción de la verdad desde la fuerza metafórica que se encuentra en la ficción y que se inserta en el lenguaje. Esta falsedad de la verdad como fundamento es lo único que se relaciona intrínsecamente con la realidad. Lo real desde la perspectiva del “loco de Turín” es múltiple, cambiante e indescriptible: en suma, es devenir indescifrable, porque si no hay un orden establecido desde el inicio, todo se torna caótico. Sostiene, al igual que Kant, el desconocimiento total por aprehender la “cosa en sí”, pero precisamente por esta razón justifica la impotencia del lenguaje al señalar la esencia de las cosas. Por ello, concebir una “cosa en sí” en la realidad representa una justificación endeble a la falta de aceptación de la existencia de la verdad. Esto quiere decir que el fundamento se desplaza a una mera construcción humana. Nietzsche expone lo que podría considerarse una teoría sobre la genealogía del lenguaje. Aquí hace énfasis en el carácter metafórico de este, es decir, en su carácter ficcional.
Al comienzo del texto se dice: “En algún apartado rincón del universo centelleante, desparramado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que animales inteligentes inventaron el conocimiento.”[19] El preludio es emblemático. El conocimiento se pone en duda y exhibe los tintes políticos que unos pocos le imponen. La propagación que tiene la intención de influir funciona bien para atraer a los demás a nuestros ideales. Efectivamente, concebir una verdad implica también pensar en nuevos métodos y formas para su esparcimiento. Por eso, para el autor del Anticristo no resulta problemático reconocer que el conocimiento es una invención de los hombres en la medida en que por acuerdo social comienza a funcionar como verdad. En este sentido, la existencia de los otros es tan necesaria como el poder de la comunicación.
Dorian Astor, en su libro titulado Nietzsche: la zozobra del presente[20], considera que Sobre verdad y mentira en sentido extramoral es el desarrollo de una posible historia de la racionalidad. En ella se apunta a un origen de la lengua y a la formación de la subjetividad. A través de esta historia, Astor considera que es importante enfatizar la aparición de la fabulación de la razón a partir de las etapas que van desde el pathos hasta el logos. La descripción consiste en remitir a conceptos griegos con los que se pueda dar sentido a un posible salto de la ficción a la razón. Dicho relato también tiene su curso en la formación de las subjetividades que se vincula con la genealogía de la racionalidad que, para Astor, tiene relación con la moral. Aquella historia de la racionalidad abarca una interpretación sobre la modernidad y aunque parezca extraño o redundante, sus propuestas permiten la aparición de la ficción como producto de la razón.
La primera fase que corresponde al pathos, es decir, al momento en que los fenómenos son percibidos por la sensibilidad, es reconocida por Astor cuando el filósofo de Así habló Zaratustra se pregunta por lo que constituye a una palabra. Es decir, Nietzsche considera la formación de aquella por un estado de excitación nerviosa que pronto se traduce en una imagen. En este curso de formación de la razón se encuentra la póiesis como momento intermedio donde se manifiesta la creatividad del uso de la intelectualidad. Finalmente, la última etapa, la del logos, menciona que el resultado es la fracción de la imagen como síntesis del mundo, es decir, de un mundo que constantemente deviene, se unifica en un concepto. De este, a su vez, nacerá el valor que es el ejercicio justificado de la razón. ¿Pero si se duda del fundamento del conocimiento, es decir, de la verdad, entonces qué le queda al ser humano? ¿Cómo puede vivir en un mundo aparente?
Una posible respuesta a esta pregunta la encontramos en una frase del aforismo 54 de la Gaya Ciencia, la cual resalto en negritas:
“La conciencia de la apariencia. – ¡En qué situación maravillosa y nueva, y al mismo tiempo terrible e irónica, me siento con mi conocimiento respecto de la totalidad de la existencia! He descubierto respecto de mí que la antigua humanidad y animalidad, que la totalidad del tiempo primitivo y del pasado de todo ser sensitivo continúa en mí creando, amando, odiando, sacando conclusiones, de pronto me he despertado en medio de ese sueño, pero solo para llegar a la conciencia de que precisamente estoy soñando y de que debo seguir soñando para no perecer como el sonámbulo debe seguir soñando para no precipitarse al vacío. ¡Qué es ahora para mí «apariencia»! En verdad no lo opuesto a algún ser, ¡qué puedo decir de cualquier ser que no sean precisamente los predicados de su apariencia! En verdad no una máscara muerta que se le podría poner, y por lo tanto también quitar, a una X desconocida. Apariencia es para mí lo que actúa y lo que vive mismo, que llega a burlarse de sí hasta el punto de hacerme sentir que aquí hay apariencia, fuego fatuo y danza de espíritus, y nada más, que entre todos esos soñadores también yo, el «hombre de conocimiento», danzo mi danza, que el hombre de conocimiento es un medio para prolongar la danza terrenal y pertenece por lo tanto a los organizadores de la fiesta de la existencia, y que la grandiosa coherencia y trabazón de todos los conocimientos es quizás, y será, el medio supremo para conservar la universalidad de la ensoñación y la omnicomprensibilidad de todos los soñadores entre sí, y de este modo, la permanencia del sueño”.
Y digo que posiblemente es una respuesta si observamos la postura de la apariencia por omisión a la verdad. Además, si la frase elude la realidad como consideración más segura para el hombre, lo hace porque la multiplicidad como carácter de todo lo que hay desplaza a la unidad como fundamento. Ya no se habla de ser, sino de devenir. Eliminar del conocimiento, la idea de verdad permite al hombre navegar por la nada. No por ello, la nada se vuelve el nuevo contenido del saber, sino que es una faceta, esto quiere decir, una perspectiva sobre cómo posicionarse frente al conocimiento. Por eso a Nietzsche le es sugerente seguir soñando, sabiendo que se sueña en la medida en que todo es aparente y no verdadero.
En el artículo intitulado Posmoderno: ¿una sociedad transparente?, Gianni Vattimo retoma la frase “seguir soñando, sabiendo que se sueña”[21] con la intención de mostrar la fragilidad del fundamento del conocimiento y la aniquilación de la verdad como explicación de la realidad donde el hombre finalmente se descubre en un mundo de apariencias. Al igual que en el aforismo anterior de Nietzsche, Vattimo sugiere un sentido liberador presente en la frase. La correspondencia entre concepto y cosa se interpreta como pura apariencia. Esto no significa que la apariencia tenga un valor pesimista, derrochador e incongruente, sino que permite considerar al no haber nada determinado la oportunidad para crear. El mundo, entonces, queda liberado de la verdad y se despliegan un sinfín de oportunidades. Con esta postura el filósofo de Aurora encamina al hombre por la vía estética, aquella en la que el hombre se vuelve un espíritu libre y donde el valor de verdad queda suprimido por el ejercicio de la perspectiva.
Bibliografía
- Astor, Dorian. Nietzsche: la zozobra del presente. Trad. Jordi Bayod. Acantilado, Barcelona, 2018.
- Foucault, Michel. ‘Introducción a Binswanger’ en Entre filosofía y literatura. Obras esenciales, Volumen I. trad. Miguel Morey. Paidós, Barcelona/Buenos Aires, 1999.
- Freud, Sigmund. Obras completas XIX. El yo y el ello y otras obras (1923-1925). trad. José L. Etcheverry. Amorrortu editores, Buenos Aires, 1990.
- Nietzsche, Friedrich. Obras completas I. Escritos de juventud. Trad. Diego Sánchez Meca. Tecnos, Madrid, 2016.
- Vattimo, Gianni. La sociedad transparente. Trad. Teresa Oñate. Paidós, Barcelona, 1990.
Notas
- Nietzsche, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, p. 359. ↑
- Por ejemplo, esta la recopilación de escenas hecha por James F. Morris, “Dream Scenes” in Homer, a Study in Variation. ↑
- Cf. Louise Pratt, Odyssey 19.535-50: On the Interpretation of Dreams and Signs in Homer, passim. ↑
- λογιστικός (logistikós): hábil, con capacidad para el cálculo; que argumenta, sensible. ↑
- Cf. Foucault, Introducción a Binswanger, p. 89. ↑
- Literalmente hombre natural, como la base de todo fenómeno donde participe el ser humano. ↑
- Cf. Foucault, Introducción a Binswanger, p. 66. ↑
- Cf. Id, p. 68. ↑
- Id, p. 65. ↑
- Cf. Id, p. 69. ↑
- Sigmund Freud, Observaciones sobre la teoría y la práctica de la interpretación de los sueños, p. 114. ↑
- Cf. Foucault, op. cit., p. 69. ↑
- Freud, op. cit., p. 118. ↑
- Id p. 113. ↑
- Cf. Foucault, op. cit., p. 70. ↑
- Cf. Foucault, op. cit., p. 74. ↑
- Uso el significado que en la antigua Grecia aludía al sujeto que sabía discernir, distinguir y separar los sueños e interpretaciones del oráculo. Esto nos hace pensar que el hombre reconoce muy bien lo que siente y piensa, pero que por presión de moral de la sociedad suele fingir ante los demás. De ahí que el hipócrita también sepa actuar frente a sus contemporáneos ocultando su verdadero ser, cuyo sentido se relaciona con el actor. ↑
- Nietzsche enlista características comunes de la vanidad por las que el ser humano logra moverse hasta el punto de considerarlas necesarias para su existencia en la sociedad. Esto es lo que el filósofo alemán considera “regla y ley” en una agrupación. Cf. Nietzsche, Sobre verdad y mentira en sentido extramoral, p. 620. ↑
- Nietzsche, op. cit., p. 619. ↑
- Cf. Astor, Dorian. Nietzsche: la zozobra del presente, p. 199. ↑
- Cf. Vattimo, Gianni. La sociedad transparente, p. 58. ↑