Resumen
Esta es la segunda parte de nuestro trabajo motivado por la discusión que desató el artículo de Jonathan Haidt en The Atlantic (11.04.2020) señalando conflicto entre redes sociales y la democracia. Ahora examinamos cómo la “doble crisis moral y política” que señala Haidt está enraizada en el choque entre las “tecnologías mecánicas” y las “eléctricas” (McLuhan), de las cuales las digitales son una versión. El choque entre redes sociales y democracia tiene su origen ya en el telégrafo. El funcionamiento del telégrafo a la velocidad de la luz genera una emotividad moralista pugnaz consistente en “compadecer a X contra Y”. Agregando a dicha emotividad pugnaz la forma descentralizada de la electricidad, que opera contra relatos nacionales unitarios, resulta ya la polarización como crisis política potencial.
Palabras clave: redes sociales, democracia, mecánicos, eléctricos, tiempo real, descentralización.
Abstract
This is the second part of our work motivated by the discussion sparked by Jonathan Haidt’s article in The Atlantic (04.11.2020) pointing out the conflict between social networks and democracy. We now examine how Haidt’s “double moral and political crisis” is rooted in the clash between “mechanical” and “electrical” technologies (McLuhan), of which digital ones are one version. The clash between social networks and democracy already has its origin in the telegraph. The operation of the telegraph at the speed of light generates a pugnacious moralistic emotion consisting of “pitying X against Y”. Adding to this pugnacious emotionality the decentralized form of electricity, which operates against unitary national narratives, polarization already results as a potential political crisis.
Keywords: social media, democracy, mechanical media, electric media, real time, decentralization.
“La electricidad no centraliza, sino que descentraliza”
McLuhan.
“Mi pregunta remite a la necesidad intrínseca para el gobierno democrático de modos industriales de organización, y a la destructividad intrínseca de un público organizado en las redes digitales, cabalgando el tsunami de la información.”
Gurri.
“El Centro no puede revivir la época industrial. Las redes no pueden engendrar una alternativa.”
Gurri.
Hasta ahora hemos considerado las críticas más comunes al texto de Haidt AB[1] en el que señala a las redes sociales como causantes de un profundo deterioro de la democracia norteamericana: 1) La supuesta amplia exageración del papel polarizador de las cámaras de resonancia, 2) que la polarización precede a la existencia de las cámaras de resonancia, 3) que no se dispone de demostraciones causales de un efecto polarizante de las redes sociales (lo que equivale a decir, de las cámaras de resonancia) sobre la sociedad, sino que solo se dispone de correlaciones entre las redes sociales y la polarización política. En principio se ha mostrado que tales críticas no se sostienen y hemos contestado a esas críticas dando la razón a Haidt.[2] Sin embargo, ahora es necesario pasar a un examen realmente estructural de la discordancia entre las instituciones democráticas y las redes sociales, de hecho, entre la democracia, por un lado y, por el otro, las redes sociales y todo el entorno mediático que McLuhan llama de las “tecnologías eléctricas”, la cuales, más allá de la simple electricidad, empiezan con el telégrafo. La idea básica, en esta segunda parte de las tres del trabajo completo, será ahora siguiendo a Haidt y Goodman que, en Occidente, pero sobre todo en los EE – UU, hay dos crisis simultáneamente, una emotiva y una política. Por nuestra parte veremos que esa dupla corresponde, se correlaciona, con dos momentos estructurales de la forma tecnológica propia de los “medios eléctricos”,[3] a saber, el tiempo real o la “velocidad instantánea de la electricidad” (McLuhan), por un lado y, por otro, con la “descentralización” (McLuhan) como estructura de relaciones generada por las “tecnologías eléctricas”.[4] Desde este nivel puramente morfológico de la problemática mediática actual de Occidente, tendremos luz adicional sobre la limitación de la metodología científica de la relación causal y reivindicaremos la pertinencia de la aproximación estructural por medio de correlaciones o conformidades estructurales o bien, por el contrario, las disonancias o disconformidades también estructurales entre medios, particularmente entre el entorno mediático eléctrico, con su tiempo real y su descentralización, por un lado, y por el otro, la democracia representativa. Es esta disconformidad lo que da lugar a la doble crisis estructural de Occidente, a la vez emotiva y política. En la tercera parte y final del trabajo recurriremos a T. Wu, C. R. Sunstein y a M. Gurri, para dejar clara la causa estructural de dicha doble crisis diagnosticada por Haidt y Goodman, causa consistente en la falta de conformidad entre la estructura mediática y comunicativa actual y la forma de la democracia representativa, con todas sus instituciones, las cuales corresponden a otra forma o estructura mediática, cada vez más debilitada, a saber, la que constituyen lo que McLuhan llama los “medios mecánicos”.[5]
Haidt, Goodman y la doble crisis emotiva y política
En su conversación reciente con Micah Goodman, Can Faith and Ethics Heal our Fractured, Technology-Soaked Society?,[6] Haidt y Goodman abordan el problema de los efectos de las redes sociales en Occidente y comparten la idea de que las redes o, más ampliamente, la “revolución digital”, tiene un efecto doble, por un lado una “crisis emotiva” y, por otro lado, una “crisis política”, consistente justamente en la polarización política que afecta a Occidente, al tiempo que Haidt acepta que la polarización precede a las redes sociales. Por nuestra parte sostenemos que la precedencia de la polarización política respecto de las redes se puede entender claramente si se recurre al concepto clave de McLuhan de “medios eléctricos”, el cual es más amplio que el de “revolución digital” y, por supuesto, incluye a esta con todo y las redes sociales.
McLuhan y la crisis emotiva y la crisis política
Empecemos por subrayar que la emotividad convertida hoy en día en hipersensibilidad social remite a la estructura “psíquica” (McLuhan) dual de “compasión con x e indignación contra z”,[7] donde x es lo que se percibe socialmente como “víctima(s)” y z como “victimario(s)”.[8] Esta estructura es particularmente clara en las campañas fulminantes de la así llamada “cancelación”, que es a lo que se refiere Haidt cuando señala que “(…) una sola palabra proferida por un profesor, un líder o periodista, incluso dicha con una intención positiva, podría llevar a un vendaval de fuego en las redes sociales, desatando el despido inmediato (…) por parte de la institución (…)”[9] porque el despedido es percibido como el victimario que agrede u ofende a cierto individuo de una tribu identitaria (o a la tribu misma) que, correlativamente, es percibido como la víctima. Esto se conoce como la “cultura del agravio” y el agravio recogido por la “virilidad potenciada”[10] de las redes sociales provoca el despido, la “cancelación del “victimario”. Este “castigo” juega la función cuasi ritual de un “desagravio”.[11] Por supuesto, hay casos particularmente virulentos de la dupla “compasión con x e indignación contra z” como el de G. Floyd o el de K. Rittenhouse, que muestran la misma estructura emotiva, la cual lleva directamente a una “crisis política”, en tanto evento mucho profundo y perturbador que una mera “cancelación.”[12] Esos fueron dos casos típicos en que la crisis “crisis emotiva” siempre flotante como hipersensibilidad social desemboca en “crisis política”. Ciertamente quienes percibieron a Floyd, o bien a Rittenhouse, como víctima estaban en diferentes “tribus” o “cámaras de resonancia”, de hecho, en “tribus” confrontadas radicalmente y con explosiones de violencia callejera, sin embargo la forma psíquica de “compasión e indignación” fue la estructura emotiva común. Es innegable que las redes sociales estuvieron presentes de una manera central en ambos casos,[13] y lo importante de los mismos es que fueron eventos de intensa polarización político social y que cuando eventos de tal magnitud se deslizan hacia el pasado perdiendo su actualidad, permanece la “fragmentación” (AB) a la que se refiere Haidt, su ahora conocido “después de Babel”, en tanto incapacidad profunda de mantener un punto de vista unitario en el todo social que es un país en principio democrático como los EE. – UU.[14] Por supuesto, no se trata solamente de un problema de opiniones o posiciones militantes respecto de un tema (el aborto, la portación de armas, la ecología, la inmigración, etc.), sino de una animadversión profunda entre “tribus” – los dos partidos norteamericanos están, de cualquier manera, alineados tribalmente, socavando profundamente la funcionalidad democrática de los EE. – UU.[15] –, animadversión que a cada nuevo incidente aflora abiertamente en las redes sociales y alcanza a los medios formales, también partisanos, polarizados.[16] Se tiene, entonces, una dinámica pugnaz que incluye violentas explosiones de ira y odio tribales abiertos en las calles, y episodios menores de indignación tribal más o menos amplia pero más bien en las redes sociales que en las calles, e incluye en especial la hipersensibilidad como social animadversión permanente entre las tribus manifiesta en las redes sociales. Todo lo cual se corresponde con la actitud partisana de los políticos profesionales en el congreso y también en la toma de postura más o menos “fraccionada” — partisana— del establishment mediático formal. Esa dinámica pugnaz —en la que en todo instante las redes sociales con sus cámara de resonancia son un factor principal, permanente— es la forma específica de la “crisis política” a la que se refieren Haidt y Goodman y es justamente un modo del efecto de los “medios eléctricos” que McLuhan llama “descentralización”, la cual es una “forma” característica de la totalidad de los “medios eléctricos” y que, por tanto, precede a la “revolución digital” y a las redes sociales como parte de esta. No es, pues casual, que McLuhan refiriéndose al telégrafo ya hablara del “campo total de la revolución eléctrica”.[17] La problemática de Haidt y Goodman tiene su raíz ya en el telégrafo. Precisemos.
El telégrafo y la crisis emotiva
En la dinámica recién descrita, que entrelaza la doble crisis emotiva y política postulada por Haidt y Goodman, es evidente tanto la presencia catalizadora de las redes como su interrelación con el conjunto de los medios formales, pero como señalamos al principio de la sección, las estructuras o formas en juego, particularmente la dupla de “compasión e ira”, no solo preceden a la “revolución digital” sino que remiten al surgimiento mismo de los medios eléctricos, exactamente hasta el telégrafo.
En su obra magna Understanding Media (1964) McLuhan postula como primer “medio eléctrico” —más allá de la propia electricidad— al telégrafo. Con este medio se inaugura la situación en la que un contenido mediático, es decir, una noticia o una opinión, puede viajar, para efectos prácticos, a la “velocidad instantánea de la electricidad” o,[18] más simplemente, a la “velocidad eléctrica”,[19] y eso es en principio lo que ahora llamamos tiempo real, aunque, inocente y unilateralmente, solo se le piense como característico de la “revolución digital” —sesgo teórico muy limitante al que volveremos más abajo—. Por supuesto, los impulsos eléctricos viajando telegráficamente se convierten en eventos noticiosos y opiniones para el gran público apenas cuando el telégrafo deviene el “contenido” del periódico diario. McLuhan localiza el origen tanto de la estructura dual “compasión e ira” (correlativa de la “crisis emotiva”) como de la estructura “descentralización” (correlativa con la “fragmentación” o “polarización” y, por tanto, con las “crisis política”) justamente en el diario, es decir, en el telégrafo como contenido de la prensa diaria.[20]
El primer caso de la emotividad dual “compasión e ira”, que es el precedente de la hipersensibilidad contemporánea característica de la época de las redes sociales con los “agravios” y las “cancelaciones” correlativos, McLuhan lo localizó en la Guerra de Crimea, cuando el diario The Times de Londres informó en tiempo real del sufrimiento y la muerte de los soldados británicos y sus monturas, héroes de Balaclava, a causa del descuido y el burocratismo de la cadena de mando inglesa. El efecto resultante de la noticia en Londres fue el primer caso en la historia de la dupla “compasión e ira” como emotividad o “psique social”[21] en tanto efecto mediático en tiempo real.[22] Ahí está el antecedente más remoto de la crisis de emotividad contemporánea señalada por Haidt y Goodman (este último, por cierto, se refiere explícitamente a la importancia de la idea de McLuhan del efecto de los medios). Como este asunto ya lo desarrollamos antes[23] con amplitud y formalidad suficientes, nos conformamos con citar aquí fragmentos de nuestro trabajo de referencia sobre el tema:
Es claro que la estructura o forma ‘(…) siente compasión por (…) e ira contra (…)’ no tiene que ver en principio con los medios ni con ninguna comunidad particular, sino que representa ya la forma psíquica de un simple individuo testigo de un evento en el que hay una víctima de algo o de alguien, un victimario. Pero McLuhan aborda la forma en cuestión en el marco de lo que él llama los ‘medios de comunicación de masas’,[24] es decir, de aquellos que presentan eventos a muchos individuos simultáneamente, lo cual empieza a ocurrir por primera vez con el telégrafo. Es claro que la simultaneidad tampoco tiene por qué estar mediada, simplemente un grupo de personas puede coexistir espacialmente con un evento negativo que le sucede a alguien, ser testigo directo de que alguien es víctima de alguien más, de un victimario. Entonces la forma bajo análisis será una forma psíquica compartida, colectiva, pero no mediada tecnológicamente. Sin embargo, es claro que la forma dual que discutimos adquiere una verdadera dimensión social cuando es efecto, reconfiguración de la subjetividad o psique colectiva, por parte de un medio de comunicación de masas.[25] Tal es el diario o periódico del día, hecho posible por el telégrafo en tanto ‘medio eléctrico’ que era capaz, dada la velocidad de la luz, de informar de eventos ‘actuales’ [sin importar su distancia]. De hecho, McLuhan introduce la forma subjetiva bajo consideración recordando los ‘horrores’ ocurridos a los soldados británicos y sus monturas en la Guerra de Crimea ‘transmitidos por cable [telegráfico] al The Times’. William Howard Russell, como autor de tales reportes, ‘(…) fue el primer corresponsal de guerra, porque el telégrafo les dio a las noticias la dimensión inmediata [el tiempo real] e inclusiva [masas] del “interés humano” (…)’.[26] McLuhan agrega que eso ‘(…) es la dimensión electrónica o profunda del involucramiento inmediato en las noticias.[27]
Y en el lugar de referencia inmediatamente continuamos como sigue:
Poco más abajo llegamos a la idea de la forma psíquica de la que venimos hablando desde el principio de esta sección. McLuhan afirma que “[l]o eléctrico les da voces poderosas a los débiles y sufrientes (…)”,[28] y en la siguiente oración añade que “[l]a dimensión del ‘interés humano’ es simplemente la de inmediatez de la participación en la experiencia de otros que ocurre con la información instantánea (…)”,[29] y agrega que “[t]ambién la gente deviene instantánea en su respuesta de compasión [con …] o de furia [contra …] cuando tiene que compartir la extensión común del sistema nervioso central [los medios de comunicación de masas, que son eléctricos por definición] con la totalidad de la humanidad.”.[30]
En este punto cerramos la exposición como sigue:
Todas las consecuencias o “efectos psíquicos y sociales”[31] asociados con la forma en cuestión se intensifican con el radio y la TV, pero con las redes sociales se radicalizan a extremos cercanos a la histeria colectiva, según lo hemos experimentado repetidamente por lo menos a partir del año 2010.[32]
Los reportes de Russell generaron en Inglaterra una “gran tormenta de furia”[33] contra los oficiales responsables. Es importante resaltar que la dupla emotiva formal “compasión con (…) e indignación o ira contra (…)” caracteriza un temple público moralista beligerante, pugnaz, y por lo mismo debe ser vista como un patrón de una verdaderas “crisis emotiva” puesto que es un temple que es contrario a la estabilidad social.
McLuhan aporta todavía otro elemento central para la caracterización de la estructura de la psique social pugnaz que acabamos de considerar cuando señala que los “desgarradores reportes telegráficos de Russel desde Crimea crearon la imagen y el papel de Florence Nightingale (…)”,[34] es decir, la reacción a tales reportes convirtió al lamento y la queja en el modelo o patrón o actitud mental en tanto efecto reactivo de los estímulos o contenidos mediáticos que, al viajar en tiempo real, afectan a los receptores con toda su actualidad en cualquier lugar.[35] Precisamente el modelo de la dupla emotiva de compasión e ira es actualmente omnipresente ya ahora como “condicionamiento psicológico”,[36] como forma o actitud o hábito mental, y con base en ese modelo que remite a Russell, devino “Florence Nightingale la primera cantora de la aflicción humana por el cable telegráfico”.[37] Se puede afirmar que mediante el patrón mediático eléctrico consistente en la difusión en tiempo real de la congoja, la aflicción por el infortunio, la calamidad, el mal, F. Nightingale “(…) descubrió la nueva fórmula para la época electrónica (…)”[38] en su conjunto.
A fin de cuentas, la dupla “compasión con (…) e ira o indignación contra (…)” es la forma psíquica, nada menos que la psique moralista pugnaz que es efecto de los medios eléctricos, ya desde el telégrafo, pasando por el radio, la TV y llegando hasta la “revolución digital” con su retoño más conspicuo, las redes sociales. Los medios eléctricos con su presentación en tiempo real del sufrimiento y el agravio, reales o solo percibidos, son el transcendente o condición cuasi kantiana de posibilidad del moralismo pugnaz contemporáneo, la righteouss mind de Haidt convertida en “mente de masas”. La righteous mind de los que están por algo y contra algo más (Haidt) se ha convertido en la subjetividad pugnaz de hoy en día y es exactamente la “crisis emotiva” del presente.
Con lo anterior concluimos la explicación morfológica o estructural del origen de la “crisis emotiva” diagnosticada para la actualidad por Haidt y Goodman. Queda claro que es un efecto mediático que efectivamente precede a la “revolución digital” porque es intrínseco a la mucho más amplia y vieja “revolución eléctrica”. Ahora debemos abordar el telégrafo como factor también precedente de la actual “crisis política”.
El telégrafo y la crisis política
“La electricidad no centraliza, sino que descentraliza. Es como la diferencia entre un sistema ferroviario y la red de un sistema eléctrico: el primero requiere estaciones ferroviarias y grandes centros urbanos [centralización]. La energía eléctrica, igualmente accesible en la alquería y en la suite ejecutiva, permite que cada lugar sea un centro, y no requiere de grandes conglomeraciones [descentralización].”[39]
Marshall McLuhan, Understanding Media
“Todas las formas eléctricas, las que sean, tienen un efecto descentralizador, atravesando los viejos patrones mecánicos (…)”[40]
Marshall McLuhan, Understanding Media
Complementariamente a la forma o estructura emotiva dual “compasión con x e ira contra y”, en la misma obra, Understanding Media, McLuhan se refiere también a la crisis política, a la intensa polarización social como el evento de la Guerra Civil Norteamericana, un caso extremo de lo que Haidt llama “fragmentación” en tanto falta de unidad nacional, y donde McLuhan ve la imposibilidad de un punto de vista centralizado, “uniforme”, imposibilidad que McLuhan remite también al telégrafo actuando en tiempo real a través de la prensa. Se trata de la polarización en la que el diario, es decir, el conjunto de diarios convertidos en variedad de opiniones– el antecedente de las actuales cámaras de resonancia digitales – juega un papel central. Dada la importancia teórico-sistemática del asunto es necesario hacer un análisis del texto de McLuhan.[41]
Partamos de que la democracia liberal es democracia representativa o parlamentaria y el conjunto de instituciones que la componen son conformes con lo que McLuhan llama las “tecnologías mecánicas”;[42] con esto en mente analicemos el texto. McLuhan nos dice que “[l]a aceleración es una fórmula para la disolución y la descomposición [breakdown] en cualquier organización (…)”,[43] y considera explícitamente una relación entre la aceleración y la política cuando al inicio del Understanding Media nos dice que “[m]ediante la aceleración del ritmo del transporte, el aeroplano tiende a disolver la forma ferroviaria de la ciudad, de la política y la asociación, con total independencia de para qué se usa el aeroplano.”[44] Conceptualmente lo importante aquí ahora es que McLuhan supone explícitamente que ciertas formas o estructuras tecnológicas se correlacionan con ciertas formas o estructuras políticas. Nótese, se trata de formas o estructuras tecnológicas, por eso McLuhan considera los efectos, por ejemplo, sobre la política y la asociación, “(…) con total independencia de para qué se usa (…)”[45] la tecnología o medio en cuestión, en este caso la “forma ferroviaria”. Para ir adelantando en la problemática, en lugar del aeroplano, podemos ir pensando en el acelerador máximo, “[l]o eléctrico”[46] en tanto forma tecnológica, dada la cual “[n]o es posible ninguna aceleración adicional de este lado de la barrera de la luz.”[47] De acuerdo con los presupuestos de McLuhan es claro que el paso a “lo eléctrico” como aceleración máxima posible, debe producir una descomposición en las formas políticas previas, esas correlativas con la forma tecnológica ferroviaria. De hecho, McLuhan dice que “(…) el cambio mediático acelerado es una especie de masacre de los inocentes (…)”,[48] y sin solución de continuidad refiere a los “efectos de la tecnología en la formación y manifestación psíquica”,[49] lo cual podemos asociar con la idea conjunta de Haidt y Goodman de la “crisis emotiva” que ellos ven como causada por la “revolución digital” y, en particular por las redes sociales, pero por el momento dejamos esto último solamente apuntado. Así que volvamos a la correlación entre la forma o estructura tecnológica y “la forma (…) de la política y la asociación”.[50]
Como estamos hablando de la aceleración máxima, nos encontramos ahora en el terreno formal o estructural del tiempo real propio de todos los medios eléctricos, no solo de los digitales. Para retomar el hilo expositivo vale la pena recuperar la cita inicial del párrafo anterior:
“La aceleración es una fórmula para la disolución y la descomposición [breakdown] en cualquier organización. Desde que la totalidad de la tecnología mecánica del mundo Occidental fue desposada con la tecnología eléctrica, ha sido presionada hacia velocidades más elevadas. Todos los aspectos mecánicos de nuestro mundo parecen tender hacia la autoliquidación.”[51]
Recordemos que la democracia parlamentaria y sus instituciones, incluidas las elecciones presidenciales, son “aspectos mecánicos de nuestro mundo”, y simplemente el avión ya había puesto bajo presión a la “forma [ferroviaria = mecánica] de la política y la asociación”.[52] Ahí mismo McLuhan continúa diciendo que
“[lo]s Estados Unidos habían desarrollado un grado elevado de controles políticos centrales a través de la acción recíproca del ferrocarril, el correo y el periódico [tres formas tecnológicas mecánicas]. En 1848 del director general de correos escribió, en su reporte, que ‘siempre se consideró’ a los periódicos ‘de una gran importancia para el público, como el mejor medio de diseminar la inteligencia entre la gente, y por ello se ha cobrado la tarifa más baja con el propósito de estimular su circulación.’”[53]
Inmediatamente aparece en el texto el vuelco tecnológico debido a la nueva forma eléctrica:
“El telégrafo debilitó rápidamente este patrón [forma o estructura] del centro al margen y, todavía más importante, mediante el incremento del volumen de noticias, debilitó enormemente el papel de las opiniones editoriales.”[54]
Para ir reuniendo las piezas de nuestro análisis adelantamos ahora la referencia al trabajo seminal de Gurri, The Revolt of the Public (2018), en donde nos dice que de acuerdo con su experiencia, “(…) cuando la cantidad de información de la que disponía el público creció, la autoridad o credibilidad de cada fuente de información decreció.”[55] Complementariamente también es válido lo contrario, a saber, que “(…) en condiciones de escasez de las fuentes de información, estas se convierten en fuentes acreditadas.”[56] Volviendo a McLuhan, es evidente que la idea de que “(…) el incremento del volumen de noticias debilitó enormemente el papel de las opiniones editoriales (…)” se refiere justamente a que se debilitó su credibilidad en tanto autoridad.[57] Es notable que McLuhan dice prácticamente lo mismo que Gurri, pero en su libro este no toma en absoluto nota de aquel. Por otra parte, es importante que Haidt mismo refiere a Gurri quien en otro lugar, reporta Haidt, afirma que una “característica constructiva de la era pre-digital”, que habría sido la de una “(…) autoridad centralizada”, consistía en que había “una sola ‘audiencia de masas’ consumiendo toda el mismo contenido, como si toda ella estuviera mirando en el mismo espejo gigante la reflexión de su propia sociedad.”[58] A continuación Haidt cita a Gurri, quien dice que “[l]a revolución digital hizo trizas ese espejo, y ahora el público habita esos fragmentos de vidrio roto. Así, el público no es una cosa, está altamente fragmentado, y básicamente es mutuamente hostil.”[59]
Como puede verse, desde McLuhan (1964), pasando por Gurri (2017), llegamos a Haidt (2022). La estructura o forma mecánica propuesta por McLuhan de “centro a margen”, es decir, la “centralización” de McLuhan, equivale al “mismo espejo gigantesco” de Gurri. Obviamente, la “descentralización” de McLuhan, en tanto forma eléctrica, corresponde a la “fragmentación” de Haidt y Gurri.[60] Retengamos que McLuhan tiene como elementos centrales de su análisis mediático las dos parejas (mecánico, centralización), (eléctrico, descentralización) y que estamos destacando la influencia de la forma eléctrica descentralización sobre la forma política.
Volvamos al pasaje de McLuhan, quien a continuación dice que
“[l]as noticias han superado constantemente los puntos de vista como conformadores de las actitudes públicas (…). Y sin embargo nada ha sido tan mal entendido como el papel del telégrafo en esta materia. La dinámica natural del libro y, también, del periódico es crear una imagen nacional unificada [el un mismo espejo gigantesco, de Gurri – Haidt] siguiendo un patrón centralizado.”[61]
Antes de continuar vale la pena recordar aquí que en Why The Past 10 Years Of American Life Have Been Uniquely Stupid, Haidt remite continuamente a los opuestos de la “fragmentación” de “una democracia” como la norteamericana, por un lado, y por otro a “la confianza, la creencia en las instituciones y a relatos compartidos”, que serían la argamasa de dicha democracia.[62] Así, por ejemplo, Haidt nos dice que “[c]uando la gente pierde la confianza en las instituciones, pierde la confianza en los relatos contados por dichas instituciones.”[63] El tema central es, pues, el mismo en Haidt, en Gurri y en McLuhan: “una imagen nacional unificada” o los “relatos institucionales compartidos”, o bien lo contrario, su ausencia. Sigamos ahora con McLuhan, quien a continuación de la expresión “patrón centralizado” dice que
“[t]oda la gente alfabetizada, por tanto, experimenta el deseo de que las opiniones más ilustradas se extiendan en un patrón horizontal homogéneo y uniforme hasta las ‘zonas más atrasadas’ y las mentes menos alfabetizadas. El telégrafo puso fin a tal esperanza. Descentralizó el mundo del periódico tan completamente que las visiones nacionales uniformes devinieron totalmente imposibles, incluso antes de La guerra civil.”[64]
Este último fragmento requiere de tres puntualizaciones. La primera es que la referencia a la “gente alfabetizada” puede parecer extraña a quien no está familiarizado con McLuhan. Nuestro contexto mcluhaniano es el de la acción recíproca (interplay) —en este caso conflictiva, disonante— entre las “tecnologías mecánicas”, como el ferrocarril, el periódico, el correo, por un lado, y la “tecnología eléctrica”, en este caso el telégrafo, por el otro. Pero la forma tecnológica mecánica por excelencia la da la “tipografía alfabética”, de ahí que los patrones cognitivos, morales y de comportamiento de la gente alfabetizada sean uno de los tres grandes temas de McLuhan en Understanding Media.[65] Justamente, el deseo ilustrado de una visión nacional unificada, con “relatos compartidos”, que tan claramente expresa Haidt, es un remanente de una matriz mediática “ahora en retroceso”, como lo es la mecánica.[66]
La segunda puntualización es que McLuhan utiliza indistintamente las expresiones “patrón”, “forma” y “estructura”. Por ello, la “aproximación estructural” a los medios utilizada por McLuhan es al mismo tiempo un análisis morfológico de los mismos, poner en claro sus formas o patrones, por lo que McLuhan puede decir cosas como que él se ocupa del “análisis y la comprensión de la vida de las formas, y las estructuras creadas por la tecnología eléctrica”[67] –—aunque en realidad eso lo hace también para toda tecnología—.
Finalmente, la referencia a la guerra civil norteamericana lo es a un periodo extremo de falta de una “imagen nacional homogénea y uniforme” o de la “fragmentación” de una nación democrática que tanto preocupa a Haidt. Por lo pronto, el examen de McLuhan de la diferencia entre centralización (tecnologías mecánicas, “homogeneidad, uniformidad y continuidad”,[68]) y descentralización (tecnologías eléctricas, “máxima discontinuidad y diversidad”[69]),[70] es un ejemplo de que “[l]a acción recíproca entre los medios es solamente otro nombre para esta guerra civil que se propaga en nuestra sociedad y en nuestra psique.”[71] Precisamente, dicha “guerra civil” propagándose “en nuestra sociedad y en nuestra psique”, es el motivo que llevó a McLuhan a escribir Understanding Media, y el libro está plagado de ejemplos de ese tipo de “acción recíproca” conflictiva, por ejemplo, “(…) las casas de venta por correo originalmente sintieron no solo la fuerza centralista del ferrocarril y de los servicios postales, sino también, y al mismo tiempo, el poder descentralizador del telégrafo.”[72]
Así, pues, el choque entre la tecnología mecánica y la tecnología eléctrica y sus efectos eran la preocupación de McLuhan que llevó a la escritura de Understanding Media en tanto el programa consistente en comprender los medios.[73] McLuhan dice literalmente que “(…) podemos moderar la ferocidad de este conflicto comprendiendo los medios que nos extienden [understanding the media that extend us!] y provocan esas guerras dentro y fuera de nosotros.”[74] Con esto queda clara la preocupación de McLuhan al escribir Understanding Media. The Extensios of Man. El simple vocabulario de “conflicto” y “guerras” hace patente que la obra toda de McLuhan es un magno antecedente de la preocupación actual de Haidt por la “fragmentación” norteamericana en la correlación entre las redes sociales y la democracia. Sin embargo, a diferencia de Haidt, McLuhan tiene un diagnóstico muy claro del origen estructural de la problemática, a saber, se trata de la disonancia, de la dis-conformidad, entre la forma centralista de la tecnología mecánica y forma descentralista de la tecnología eléctrica. Con ello debe quedar claro que la “acción recíproca” entre las formas mediáticas puede ser tanto concordante como discordante.[75] En el caso discordante una nación puede resultar totalmente fragmentada, más que simplemente descentralizada.[76] La “fragmentación”, apuntando hacia la guerra civil, es el salto cualitativo de la simple idea general de “descentralización” sin mayor determinación.[77]
Centralización y descentralización en la TV
“Puesto que la energía eléctrica es independiente del lugar y el tipo de operación laboral, crea patrones de descentralización y diversidad (…)”[78]
Marshall McLuhan, Understanding Media
“El público, en el sentido de un gran consenso (…) ya no existe. [ ] Está surgiendo una nueva forma de ‘política’, y de maneras que todavía no notamos. La sala de la casa se ha convertido en una casilla de votación. La participación vía televisión en marchas por la libertad, en la guerra, la revolución, la contaminación y otros eventos lo está cambiando todo.”[79]
Marshall McLuhan, Understanding Media
En otros lugares hemos examinado los efectos de la TV y la radio sobre la emotividad y la política norteamericanas,[80] resaltando el hecho de que hubo un tiempo en que la TV (al igual que el radio) fue, como lo dice McLuhan, un “gigante tímido”[81] que recurriendo al “silencio autoimpuesto”[82] se guardó de exacerbar la emotividad propia de la dupla “compasión con x e ira contra y”. Tal periodo correspondió a la época de las grandes cadenas nacionales de radio y TV, es decir, al radio y la TV centralizados, los cuales lograban presentar al público norteamericano un único y “mismo gran espejo”, según la expresión de Gurri. Tal fue la época en que, a pesar de fuertes convulsiones sociales internas, los demócratas y los republicanos lograron iniciativas bipartidistas que impidieron que los picos de emotividad y polarización por la cuestión de los Derechos Civiles y de la Guerra de Vietnam devinieran falta de funcionalidad de la democracia porque se evitó la fragmentación, es decir, simplemente se logró acuerdos entre los partidos. A pesar del poder emotivo de los medios audiovisuales en tiempo real del radio y la TV, la centralización de ambos medios impidió que el espejo se rompiera. El hecho es que se mantuvo el relato común, compartido, de los norteamericanos.[83]
Gurri ilustra el efecto unificador de la situación estructural dominante consistente en la centralización, al relatar que
“[h]ace cuatro décadas Walter Cronkite concluía sus transmisiones de las Noticias nocturnas de la CBS con las palabras ‘Y así fue.’ Pocos de sus espectadores consideraban extraordinario que los conflictos y tormentas de miles de millones de vidas humanas, habitando miles de ciudades y organizados como docenas de naciones, pudieran ser captados en tres o cuatro reportes principalmente visuales con duración total de menos de 30 minutos. No tenían acceso a lo que faltaba – las otras dos cadenas reportaban las mismas noticias, solo que menos majestuosamente –. Cronkite fue electo como el hombre más confiable en los EE – UU (…). Cronkite emanaba autoridad.”[84]
Esta es una ilustración del lema de Gurri considerado arriba de que la escasez de fuentes de información reviste de confiabilidad y autoridad a las que existen. Pero la escasez de fuentes es la centralización de la información o, si se prefiere, de los contenidos mediáticos, sean informativos o simplemente de entretenimiento. La televisión de la era de las pocas cadenas nacionales era “el gigante tímido” (McLuhan) porque los profesionales que la dirigían mantenían la sobriedad incluso respecto de los temas más conflictivos, como queda claro complementando la parte final del fragmento recién citado: “Cronkite fue electo como el hombre más confiable en los EE – UU (…). Cuando él dudó respecto de la Guerra de Vietnam, en los palacios de mármol de Washington se sintieron ondas sísmicas. Cronkite emanaba autoridad.”[85] En otras palabras, Cronkite no agitaba, ni siquiera criticaba, simplemente dudaba y las preguntas contenidas en sus dudas eran en sí mismas una autoridad cuestionando a la dirigencia en Washington. Cronkite era, entonces, la voz del “gigante tímido”, ofreciendo el modelo de objetividad y sensatez y, por tanto, confiabilidad.
McLuhan, en efecto, destaca la
“(…) la frustración que mucha gente experimenta con este medio en sus usos políticos. Un artículo de Edith Efron in TV Guide (mayo 18-24, 1963) llamó a la TV ‘el gigante tímido` porque es inapropiada para los temas candentes y los tópicos controvertidos claramente definidos: ‘A pesar de la libertad oficial de censura, un silencio autoimpuesto hace que los documentales televisivos sean casi mudos respecto de muchos de los grandes temas del día. En tanto medio frío la TV, piensan algunos, ha introducido una especie de rigor mortis en el cuerpo político. Es el grado extraordinario de participación de la audiencia en el medio de la TV lo que explica su incapacidad para abordar los temas candentes. Howard K. Smith señaló: ‘Las cadenas televisivas están encantadas si Usted entra en una controversia en un país que esté a 14 mil millas de distancia. Ellas no quieren controversia verdadera, disenso verdadero, en casa. Para la gente condicionada por el medio cálido del periódico, el cual se ocupa con la competencia entre los puntos de vista, más bien que con el involucramiento profundo en una situación, el comportamiento de la TV es inexplicable.”[86]
Recordemos que el “medio frío” es para McLuhan aquel que involucra a la audiencia o usuario, por ejemplo, un chiste logrado o un acertijo, mientras que el medio cálido es el que no lo hace, por ejemplo, una proposición objetiva, simplemente descriptiva, y la tesis de McLuhan es que a diferencia del patrón mental correlativo con una opinión editorial, el cual consiste en la tendencia a evaluar reflexivamente y con referencia a datos la opinión en la “competencia” con otras opiniones, en el caso de la imagen y sonidos televisivos el receptor, queda involucrado emotivamente ya desde lo meramente sensorial, es decir, automáticamente, por la calma o la violencia de la imagen, la sonrisa o el porte de quien ahí aparece, el tono de su voz, etc., y todo esto al margen de los contenidos semánticos explícitos en el contenido audiovisual televisivo.[87] Más aún, no es lo mismo leer la opiniones editoriales sobre un asunto cualquiera en un periódico, que escuchar y ver el reporte de algún “tema del día” en la TV, que sí en verdad es un “tema candente”, entonces es algo capaz de despertar la emotividad —asombro, compasión, indignación, ira[88]— etc., de la comunidad. Justamente por el potencial emotivo del medio directamente sensorial a diferencia del medio conceptual de las posiciones articuladas semánticamente y sin acompañamiento sensorial, las grandes cadenas televisivas norteamericanas se imponían una autocensura respecto de todo asunto capaz de perturbar al público, más aún a nivel nacional. Tal autocensura en el tema y la manera de su presentación fue lo que hizo de la TV norteamericana el “gigante tímido” evidenciado por el estilo de Cronkite. Tal timidez y autocensura, objetividad y sobriedad, era lo que podía garantizarse con la centralización en unas cuantas cadenas de TV —o de radio—[89] Esa autocensura es lo que hoy en día se conoce como el gate keeping o control de entrada al medio de que se trate de cada contenido que aparece en el. La centralización mediática garantizó pues, durante mucho tiempo, que el “espejo” mediático en el que se veía toda la nación no se fraccionara, a pesar de que los medios eléctricos, en particular el radio y la TV pueden generar con gran facilidad el patrón de la subjetividad pugnaz expresada en el patrón o forma mental “compasión con x e ira contra y”.
Recordando el lema de Gurri sobre la relación inversa entre la cantidad de fuentes de información y la confiabilidad de la información, resulta claro que la información centralizada tiene mayor autoridad, mientras que el aumento de las fuentes, es decir, la descentralización informativa, equivalente a un incremento en los contenidos mediáticos presuntamente informativos los desacredita tendencialmente. La razón de esto está implícita en el fragmento ya visto en el que McLuhan dice que “[t]oda la gente alfabetizada (…) experimenta el deseo de que las opiniones más ilustradas se extiendan en un patrón horizontal homogéneo y uniforme hasta las ‘zonas más atrasadas’ y las mentes menos alfabetizadas.”[90] Tal deseo encontraba todavía su satisfacción en la TV como “gigante tímido” donde el “silencio autoimpuesto” o gate keeping quedaba encarnado en la figura de Cronkite: él era la autoridad de la voz televisiva porque él era la “opinión más ilustrada”. Es claro, entonces que la multiplicación de voces o contenidos informativos aparece automáticamente como el “patrón de diversidad”,[91] bajo el cual, mientras más opiniones diversas existan, aspirando todas a tener la razón, el resultado es que menor autoridad tiene cada una de ellas. Se replica el lema de que cada cabeza es un mundo y, claro, bajo las condiciones de la “revolución digital”, cada influencer o cada participante en la red, es en principio tan válido, es decir, tan carente de autoridad como todos los demás. La pluralidad de voces equivale a que en principio ninguna tiene ningún valor especial. Cada opinión es tan relevante, es decir, tan irrelevante como todas las demás.
Nótese que la diversidad de voces antecede a la “revolución digital” de Haidt, Goodman y otros porque empezó con la descentralización de las emisiones por la vía la TV por cable y las estaciones de radio locales. La limitación de centrarse en la “revolución digital” es que se pierde de vista que los gérmenes de la “doble crisis emotiva y política” están ya en la simple “energía eléctrica” devenida telégrafo. Y cerrando la brecha hasta aquel origen, nos encontramos que la descentralización informativa y la “explosión o sobrecarga”[92] de contenidos informativos, nos dice Gurri, “(…) se retrotrae a los años 60s (…)”,[93] pero
“[l]a explosión informativa empezó verdaderamente en los 90s, inicialmente a causa de la TV más que de la internet. La TV, restringida durante años a uno o dos canales [i. e., centralizada] en unos pocos países desarrollados, se convirtió en un símbolo de civilización (…). Después vinieron la TV por cable y la todavía más intrusiva TV satelital. CNN (fundada en 1980) y Al Jazeera (1996) transmiten noticias 24 horas diarias. Un habitante de El Cairo, que en los 80s solo podía mirar aburridamente uno de los dos canales estatales mostrando a Mubarak todo el tiempo, ya en los 2000s tenía acceso a más de 400 estaciones nacionales e internacionales.”[94]
Tal sobrecarga de todo tipo de contenidos, como es natural, cruza todas las esferas circunscritas y especializadas y dificulta los “relatos compartidos” Why the past 10 years of American life have been uniquely stupid, en particular, los nacionales, como queda claro cuando a continuación Gurri nos dice que “[l]as películas norteamericanas, mostrando la idea hollywoodense del sexo, brotaron en los hogares de los países puritanos como Saudi Arabia.”[95] Debe quedar claro que no se trata que los contenidos mediáticos sobrepasen fronteras nacionales, el asunto es mucho más radical, como cuando ya en 1967 McLuhan nos decía que
“[e]l público, en el sentido de una gran consenso (…) ya no existe. [ ] Está surgiendo una nueva forma de ‘política’, y de maneras que todavía no notamos. La sala de la casa se ha convertido en una casilla de votación. La participación vía televisión en marchas por la libertad, en la guerra, la revolución, la contaminación y otros eventos lo está cambiando todo.”[96]
En realidad, el señalamiento de McLuhan sobre la televisión en la sala de la casa, introduciendo al mundo en ese viejo corazón de la convivencia en el domicilio – una sobrecarga de información –, apunta al hecho de que ya la TV divide, “fracciona”, diría Haidt, a la mismísima familia,[97] mucho antes de la “revolución digital” que ha llevado a los miembros de la familia a estar ocupados cada uno en la mesa familiar con su propio teléfono inteligente. Este último fenómeno estuvo prefigurado también por otro “medio eléctrico”, como lo señala McLuhan al decirnos que “[a]hora, para el teenager, el radio depara privacidad al tiempo que le da el fuerte lazo tribal con el mundo del mercado común, de la canción y la resonancia (…)”,[98] ya que el “(…) teenager se retira del grupo televisivo a su radio privado.”[99]
De hecho, a diferencia de la TV con su grupo familiar televisivo ya dividido entre adultos y teenagers —“(…) desde la TV (…) todo hogar estadounidense tiene su muro de Berlín (…)”[100] —con el radio, el fraccionamiento de la familia al que alude Haidt prefigura las “cámaras de resonancia” con integrantes delocalizados, unidos solo “eléctricamente”,[101] dado que el radio tiene una fuerte tendencia a la descentralización comunicativa de las audiencias. Por ello McLuhan se refiere al retiro del teenager del grupo televisivo como el
“(…) sesgo natural del radio a establecer un vínculo estrecho con grupos comunitarios diversificados (…). Platón, que tenía anticuadas ideas tribales sobre la estructura política, sostenía que el tamaño adecuado de una ciudad estaba indicado por el número de personas que podían escuchar la voz de un orador. Ya el libro impreso [por su alcance], para no decir la radio, hace totalmente irrelevantes para efectos prácticos los presupuestos políticos de Platón. Sin embargo, el radio, debido a la facilidad con la que genera relaciones estrechas descentralizadas con comunidades tanto privadas como pequeñas, podría realizar fácilmente el sueño político platónico a escala mundial.”[102]
Así pues, el establecimiento de vínculos “electrónicos” o “eléctricos” tan descentralizados que ni siquiera la familia resiste su poder fraccionador, no es nada nuevo, si bien la “revolución digital” intensifica el fraccionamiento inherente a la descentralización como estructura o forma de la tecnología eléctrica en general.
Conclusión de la parte 2
La discusión anterior retomó la tesis de Haidt y Goodman de una “doble crisis” de la democracia en Occidente, particularmente en los EE – UU, para enmarcarla en la mediología de McLuhan. Haidt y Goodman asocian tal crisis doble con lo que ellos —entre otros— llaman la “revolución digital”. Nuestro recurso a McLuhan sirve para mostrar que tanto la “crisis moral” como la “crisis política” en la doble crisis de Haidt y Goodman no son algo que corresponda solamente a los medios digitales, sino que corresponden a elementos formales, estructurales, de la totalidad de las “tecnologías eléctricas”, empezando con el telégrafo. En otras palabras, es limitado pensar la problemática que aqueja a la democracia liberal, representativa, como correlativo sola o básicamente con las tecnologías eléctricas en su versión digital. En esta segunda parte del trabajo mostramos que la “crisis moral” está ya prefigurada por la subjetividad moralista pugnaz que se desarrolló ya con el telégrafo como primera tecnología eléctrica de comunicación de masas. Tal subjetividad es ya el efecto de la operación de las tecnologías eléctricas a la velocidad de la luz. Mostramos también que la “crisis política” es el efecto de la descentralización inherente a la operación de la electricidad, nuevamente empezando ya con el telégrafo. La forma o estructura tecnológica consistente en la velocidad de la luz es correlativa con la subjetividad moralista pugnaz; la forma o estructura tecnológica consistente en la descentralización es correlativa o tiene como efecto que dicha subjetividad pugnaz se desemboque en polarización política, aunque en el periodo predigital todavía no se trate del choque entre las “cámaras de resonancia” propiamente dichas. Tales fueron nuestros resultados en esta la segunda parte de nuestro trabajo. Como todo se retrotrae hasta el telégrafo, los problemas contemporáneos de la democracia están ya preformados como choque estructural entre las formas de la democracia liberal en tanto tecnología “mecánica” de acuerdo social y las formas de la tecnología eléctrica. Pero tal choque de formas tecnológicas es nada menos que el tema central de la obra de McLuhan Understandig Media. Luego entonces, la obra de McLuhan ofrece un marco mucho más amplio y preciso para emprender la problemática que preocupa a Haidt y a Goodman. Se trata de un choque tecnológico estructural de largo plazo y su radicalidad y profundidad son mucho mayores que todo lo que esbozan Haidt y Goodman. En la tercera parte y última de este trabajo mostraremos el choque tecnológico estructural ya en el terreno de la “revolución digital”, utilizando las categorías formales de McLuhan para enmarcar y justipreciar los resultados de los teóricos recientes, Noam Chomsky, Tim Wu, Cass Sunstein y Martin Gurri, básicamente. La explicación de tales teóricos sobre la problemática relación actual entre la democracia y la forma comunicativa digital, es en lo esencial conforme, compatible. con la teoría mcluhaniana en su conjunto, según veremos en la tercera parte del trabajo. La mediología formal cuasi transcendental de McLuhan se convierte entonces en un marco conceptual sistemático que no solo sirve para explicar las preocupaciones de Haidt y Goodman, sino también para valorar en su profundidad las aproximaciones estructurales o formales de Sunstein y Gurri a la problemática relación entre la democracia y los medios digitales radicalizándolas.
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Notas
[1] J. Haidt, Why the past 10 years of American life have been uniquely stupid, The Atlantic (11.04.2022).
[2] Mientras tanto Jonathan Haidt ya dio una primera respuesta sosteniendo su tesis general en la misma revista The Atlantic, vease Yes, Social Media Really Is Undermining Democracy, en https://www.theatlantic.com/ideas/archive/2022/07/social-media-harm-facebook-meta-response/670975/.
[3] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 5.
[4] Ibidem, p. 110.
[5] Siguiendo a McLuhan usaremos indistintamente los expresiones “medios mecánicos” o “tecnologías mecánicas”, o bien “medios eléctricos” o “tecnologías eléctricas”, Ibidem, p. 155.
[6] Véase Goodman Micah & Haidt, Jonathan, Sources Presents: Can Faith and Ethics Heal our Fractured Society? en https://www.hartman.org.il/can-faith-and-ethics-heal-our-fractured-society/?mc_cid=8af166d1af&mc_eid=072748ec8b
[7] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 254.
[8] Esto está suficientemente desarrollado en el texto, Atrapados entre la emotividad y el razonamiento estratégico. La virtuosidad digital y el vaciamiento de la democracia. en Reflexiones Marginales, número 68 del 27 de marzo del 2022.
[9] Cfr. Haidt, Jonathan. Why The Past 10 Years Of American Life Have Been Uniquely Stupid, en https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2022/05/social-media-democracy-trust-babel/629369/
[10] Idem.
[11] No en balde McLuhan dice que en la época eléctrica “(…) vivimos míticamente (…)” McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 25. Señalemos que con los “códigos de ética institucionales”, o las “misiones inclusivas” de las instituciones, que definen los tipos de “agravio” y las “víctimas” del mismo, el “agravio” adquiere la forma para legal de un para delito, al tiempo que el código de ética deviene una para legislación. La abreviatura c. a. significa que las cursivas son del autor del texto citado.
[12] Ver https://www.nytimes.com/2020/05/31/us/george-floyd-investigation.html, y https://www.nbcchicago.com/news/local/shootings-arrest-trial-and-more-the-kyle-rittenhouse-story-explained/2684756/
[13] Cualquier estudio de tráfico digital, por ejemplo, en Twitter, lo puede mostrar irrefutablemente.
[14] Véase: “Sin quererlo Facebook, Twitter, YouTube, y otras pocas grandes plataformas disolvieron la argamasa de la confianza, la creencia en las instituciones y los relatos compartidos que habían mantenido unida a una gran democracia secular y diversa.” Cfr. Why The Past 10 Years Of American Life Have Been Uniquely Stupid, en https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2022/05/social-media-democracy-trust-babel/629369/
[15] Véase Fukuyama y McLuhan: Los Estados Unidos y la destrucción de la identidad nacional, en Reflexiones Marginales, número 66 en noviembre de 2021.
[16] Cabe señalar aquí que el efecto fragmentador de las redes sociales en el caso de los medios formales tiene en gran parte un carácter que podríamos llamar caníbal o también el síndrome de Robespierre, según lo cual los que se consideran a sí mismos progresistas no solo combaten a los conservadores sino también y con especial celo a los impuros entre los propios progresistas. Véase el texto Taibbi Matt. The American Press Is Destroying Itself. A flurry of newsroom revolts has transformed the American press, enhttps://taibbi.substack.com/p/the-news-media-is-destroying-itself?utm_campaign=post&utm_medium=email&utm_source=email.
[17] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 255.
[18] Ibidem, p. 25.
[19] Ibidem, p. 12.
[20] Utilizando un encadenamiento cuasi transcendental, que no discute como tal, McLuhan sostiene que “(…) el ‘contenido’ de todo medio siempre es otro medio. El contenido de la escritura es el habla, como la palabra escrita es el contenido de la prensa, y la prensa es el contenido del telégrafo.” Ibidem, p. 8. Ciertamente el habla es la condición de posibilidad tecnológica —el cuasi trascendente— de la escritura, y está, a su vez, es la condición de posibilidad de la prensa, y esta es la condición de posibilidad del telégrafo, pues sin la prensa el telégrafo no tiene sentido como medio de comunicación de masas y no solamente restringido, pero en este paso la prensa deviene de simple periódico —mensual, quincenal, semanal— a periódico diario, es decir, el telégrafo, con su “velocidad instantánea” (Ibidem, p. 12.) es la condición de posibilidad de las noticias concentradas en el instante, las cuales son lo que aparece en el diario. El telégrafo como condición tecnológica de posibilidad del diario, es nada más y nada menos, que el “contenido” o transcendente del diario. Sin aquel este es imposible. Para una discusión más amplia de esto véase el texto de próxima aparición de A. Carrillo Canán La forma comunicativa y la forma política.
[21] Ibidem, p. 63.
[22] Cfr. Ibidem, p. 253.
[23] Véase la primera sección Carrillo Canán, Alberto. McLuhan, Atrapados entre la emotividad y el razonamiento estratégico. La virtuosidad digital y el vaciamiento de la democracia. Reflexiones Marginales, https://reflexionesmarginales.com/blog/2022/03/27/atrapados-entre-la-emotividad-y-el-razonamiento-estrategico-la-virtuosidad-digital-y-el-vaciamiento-de-la-democracia/.
[24] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 349.
[25] Para un examen destallado de esto ver el capítulo 13, sección 2.1 de nuestro libro Carrillo Canán, Alberto. (2020). McLuhan y la subjetividad mediática trascendental. Las redes sociales y la decadencia de Occidente. Ciudad de México: UNAM. También véase la segunda parte de nuestro texto Carrillo Canán, Alberto. “Los chalecos amarillos, Trump y la antipolítica. Segunda parte”, Reflexiones Marginales (2021), https://reflexionesmarginales.com/blog/2021/05/26/los-chalecos-amarillos-trump-y-la-antipolitica-segunda-parte/.
[26] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 253.
[27] Idem.
[28] Idem.
[29] Ibidem, p. 254.
[30] Idem. Es claro que McLuhan usa la conjunción “o” en vez de la conjunción “y”, pero la diferencia formal es menor.
[31] Ibidem, p. 11.
[32] Recuérdese la muy notable indignación que corrió como reguero de polvora por numerosas ciudades norteamericanas por el caso de G. Floyd, en Minneapolis, en la primavera de 2020, pero todo eso tuvo un antecedente muy famoso en 1963-64 durante los disturbios de la lucha por los derechos civiles y las reformas legales a las que condujo. Sobre este tema ver nuestro tratamiento detallado en Carrillo Canán, Alberto. Fukuyama y McLuhan: Los Estados Unidos y la destrucción de la identidad nacional por la identidad tribal. Reflexiones Marginales, https://reflexionesmarginales.com/blog/2021/11/30/fukuyama-y-mcluhan-los-estados-unidos-y-la-destruccion-de-la-identidad-nacional-por-la-identidad-tribal/.
[33] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 253.
[34] Ibidem, p. 200.
[35] Un caso paradigmático fue el ataque a las Torres gemelas en Nueva York, visto televisivamente en todo el mundo en tiempo real, por ejemplo.
[36] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 136.
[37] Ibidem, p. 252.
[38] Idem.
[39] Ibidem, p. 36.
[40] Ibidem, p. 185.
[41] Debe ser claro que si bien nuestra investigación remite directamente a los problemas más apremiantes de la actualidad occidental, nuestro abordaje de los mismos no solo no es empírico cuantitativo sino que es sistemático, en el marco de una amplia teoría mediológica de alcance histórico que sigue las huellas de la mediología cuasi transcendental de McLuhan. La referencia sistemática a McLuhan tiene, por supuesto, una dimensión especulativa que permite transcender los límites de la visión teórica centrada en la operatividad de las teorías centrada en la mensurabilidad, con el objetivo de esbozar grandes relaciones estructurales que son plausibles, aunque estén fuera del alcance de la mensurabilidad y arrojen un marco conceptual amplio para pensar los problemas del presente en desarrollo.
[42] Ibidem, p. 3.
[43] Ibidem, p. 256.
[44] Ibidem, p. 8.
[45] Idem.
[46] Ibidem, p. 253.
[47] Ibidem, p. 58.
[48] Ibidem, p. 16.
[49] Idem.
[50] Ibidem, p. 8.
[51] Ibidem, p. 256. Manténganse en cuenta estas ideas formales para el momento en que en la tercera parte de este trabajo examinemos a teóricos contemporáneos como Tim Wu, Cass Sunstein y Martin Gurri, en los que reconoceremos variaciones actualizadas de este tema mcluhaniano de la descomposición o liquidación de las formas “mecánicas”.
[52] Ibidem, p. 8.
[53] Ibidem, p. 256.
[54] Idem. Lo último adelanta en cierta medida el tema de la centralización a través de los “intermediarios del interés general” de Sunstein, que discutiremos hacia el final de este trabajo.
[55] Gurri, Martin. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit.
[56] Idem. Ambos fragmentos utilizan la expresión authoritative, que es la cualidad de las fuentes de información o de la información misma de ser acreditada y por tanto creíble, sin embargo, la misma expresión inglesa tuvo que ser traducida de maneras diferentes en los dos fragmentos por razones del sentido en castellano.
[57] La traducción de authoritative correcta en nuestro contexto es, justamente, autoridad. Digamos de una vez que en el caso de los medios de masas lo que en Sunstein son los “intermediarios del interés general”, en Gurri son las instancias con autoridad.
[58] Cfr. Haidt, Jonathan. Why The Past 10 Years Of American Life Have Been Uniquely Stupid, en https://www.theatlantic.com/magazine/archive/2022/05/social-media-democracy-trust-babel/629369/
[59] Idem. No descartamos que la importancia conceptual del término “fragmentación” en el texto Why The Past 10 Years Of American Life Have Been Uniquely Stupid provenga, por lo menos parcialmente, de la impresión que pudo haber hecho sobre Haidt el texto de Gurri, quien lo usa en llamativas formulaciones como “la fragmentación de la identidad nacional” (Gurri, Martin. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit. 337) o bien “[l]os tiempos favorecen la fragmentación, si no la desintegración.” (Ibidem, p. 379.) Sin embargo, Haidt tiene multitud de elementos para utilizar el término “fragmentación”. En Why The Past 10 Years Of American Life Have Been Uniquely Stupid nos recuerda que “(…) Babel no es un relato sobre tribalismo, es un relato sobre la fragmentación de todas las cosas. Se trata de la destrucción [shattering] de todo lo que ha parecido sólido, la división [shattering] de la gente había sido una comunidad. Es una metáfora para lo que está pasando no solo entre los rojos y los azules, sino al interior de la izquierda y al interior de la derecha, tanto como dentro de las universidades, las compañías, las asociaciones profesionales, los museos, e incluso las familias.” (Cfr.) Recién hace unos días (el 28.07.2022), en su nuevo texto Yes, Social Media Really is Undermining Democracy, como es evidente ya desde el título, Haidt retomó en la misma revista, The Atlantic, el tema del papel negativo de las redes sociales respecto de la democracia y ofrece una buena cantidad de referentes de la destrucción y división, de la fragmentación a la que se refiere. Tal vez entre los textos más impactantes están los siguientes 4: 1) https://taibbi.substack.com/p/the-news-media-is-destroying-itself?utm_campaign=post&utm_medium=email&utm_source=email, 2) https://www.theatlantic.com/international/archive/2020/07/cancel-culture-and-problem-woke-capitalism/614086/, 3) https://theintercept.com/2022/06/13/progressive-organizing-infighting-callout-culture/ y 4) https://www.economist.com/briefing/2021/09/04/how-did-american-wokeness-jump-from-elite-schools-to-everyday-life
[60] En realidad, también Sunstein utiliza intensamente la noción de “fragmentación”, pero Haidt no hace referencia a él, sino solamente a Gurri. Por eso posponemos las referencias a Sunstein para la parte final de este trabajo.
[61] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 256.
[62] Cfr. Why The Past 10 Years Of American Life Have Been Uniquely Stupid.
[63] Idem.
[64] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 257.
[65] Los otros dos son los patrones mentales y pragmáticos en las culturas orales y también en la “época eléctrica”. En general, McLuhan estudia las “consecuencias” o “efectos psíquicos y sociales” de las tecnologías.
[66] Cfr. Ibidem, p. 4.
[67] Ibidem, p. 65.
[68] Ibidem, p. 87.
[69] Ibidem, p. 36.
[70] Para un análisis puntual de la diferencia tecnológica y la relación de los “medios” o “tecnologías mecánicas” con la democracia, con el individuo formal de los códigos y las legislaciones nacionales, ver el texto Carrillo Canán, Alberto. McLuhan, Hegel, el automóvil y la identidad ¿Por qué la democracia está condenada? En Reflexiones Marginales https://reflexionesmarginales.com/blog/2022/05/25/mcluhan-hegel-el-automovil-y-la-identidad-por-que-la-democracia-esta-condenada/.
[71] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 48.
[72] Ibidem, p. 200.
[73] Véase el capítulo 10. McLuhan y el programa de comprender los medios, en el libro Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, ed, cit.
[74] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 16.
[75] Justamente Understanding Media está plagado de ejemplos de esa “guerra civil, en nuestra sociedad y en nuestra psique”, con base en la discordancia mediática.
[76] Señalemos de pasada que el caso chino es el de una concordancia entre las tecnologías mecánicas y las eléctricas, tema que no podemos desarrollar aquí. Por eso mientras los EE – UU se fragmenta, China se mantiene cohesionada. Véase los dos últimos capítulos Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, Ed, cit.
[77] Hoy en día son frecuentes los reportes acerca de los temores de una guerra civil en los EE. – UU., por ejemplo https://www.science.org/content/article/half-of-americans-anticipate-a-us-civil-war-soon-survey-finds
[78] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 359.
[79] McLuhan, Marshall & Fiore Quentin. The Medium Is the Massage, ed. cit., p. 22.
[80] Ver el capítulo 13 Los “medios eléctricos” y la época de la ira. La forma política en el entorno digital, en Carrillo Canán, Alberto, McLuhan y la subjetividad mediática trascendental, Ed, cit. Véase también Carrillo Canán, Alberto. Fukuyama y McLuhan: Los Estados Unidos y la destrucción de la identidad nacional por la identidad tribal. En Reflexiones Marginales https://reflexionesmarginales.com/blog/2021/11/30/fukuyama-y-mcluhan-los-estados-unidos-y-la-destruccion-de-la-identidad-nacional-por-la-identidad-tribal/.
[81] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 308.
[82] Ibidem, p. 309.
[83] Sobre esto ver la versión ampliada, de próxima aparición, del texto Fukuyama y McLuhan: Los Estados Unidos y la destrucción de la identidad nacional por la identidad tribal
[84] Gurri, Martin. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit. Era un “mediador del interés general”, en términos de Sunstein.
[85] Cfr. Idem.
[86] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 309.
[87] Tal automatismo es el de las “emociones” en la definición de A. Damasio, las cuales “se despliega[n] en el teatro del cuerpo” sin pasar por el “teatro de la mente [el pensamiento]” es decir, de la reflexión. Las emociones son simples “reacciones regulatorias del cuerpo” Damasio, A. Looking for Spinoza: Joy, Sorrow, and the Feeling Brain, Heinemann, ed. cit., p. 28, 79.
[88] Los recién nombrados no son emociones, son sentimientos, en la terminología de Damasio, lo que equivale a decir que son actitudes proposicionales, o sea, respecto de pensamientos. Los sentimientos si “se despliega[n] en el teatro de la mente [del pensamiento]” y no solamente del cuerpo. En general hablamos aquí más bien de los sentimientos que de las emociones, pero usamos el único término envolvente de “emotividad”. Ver Damasio, A. Looking for Spinoza: Joy, Sorrow, and the Feeling Brain, Heinemann, ed. cit.
[89] Como era de esperarse de acuerdo con el concepto de “tecnologías eléctricas”, McLuhan habla no solamente del “poder descentralizador del telégrafo” (McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 200), sino del “patrón de descentralización” (Ibidem, p. 255) característico del “campo total de la revolución eléctrica” (Idem), por lo que, consecuentemente nos dice que “[e]l radio es (…) una fuerza descentralizadora, pluralística (…)” (Ibidem, p. 306) la cual “(…) permite la máxima discontinuidad y diversidad en la organización espacial.” (Ibidem, p. 36)
[90] Ibidem, p. 257.
[91] Cfr. Ibidem, p. 357.
[92] Gurri, Martin. The Revolt of the Public and the Crisis of Authority in the New Millennium, ed. cit., p.16.
[93] Idem.
[94] Idem.
[95] Idem.
[96] McLuhan, Marshall & Fiore Quentin. The Medium Is the Massage, ed. cit., p. 22. Ya en 1967 McLuhan dudaba del gran consenso de un público nacional y apenas el 27 de febrero de 1968 Cronkite transmitió el Report from Vietnam: Who, What, When, Where, ¿Why?, cuyas preguntas sobre la guerra cimbraron a Washington.
[97] Este tema lo desarrolla J. Meyrowitz siguiendo a McLuhan en No Sense of Place: The Impact of Electronic Media on Social Behavior. Más recientemente T. Wu nos dice que “[h]ubo una época en la que, ya sea por convención o por limitación tecnológica, muchos aspectos de la vida – el hogar, la escuela, y entre ellos las interacciones sociales – eran santuarios, protegidos de la publicidad y el comercio.” (Wu Tim. The Attention Merchants: The Epic Scramble to Get Inside Our Heads. ed. cit., p. 10.) Con la TV – y el radio – el hogar dejó de ser un “santuario” y podemos decir que con la sección de fotos en Facebook los intestinos del individuo se volvieron públicos, más aún con el “muro” de Facebook la interioridad emotiva e intelectual del individuo pasa también al dominio público. Este es un caso paradigmático de la idea de McLuhan de que “[h]oy en día, después de más de un siglo de tecnología eléctrica, hemos extendido nuestro sistema nervioso central mismo en un abrazo global (…)” (McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 3). Ya Facebook por sí solo es el abrazo global de sus más de 2000 millones de usuarios que extendieron su sistema nervioso central haciendo públicos a todo el mundo su sus emociones, sentimientos y pensamientos. El abrazo de intensifica y ramifica en la totalidad de las redes sociales.
[98] McLuhan, Marshall, Understanding Media, ed. cit., p. 302. En este mismo lugar McLuhan distingue entre el teenager y el adolescente, aquel como un efecto de la tecnología eléctrica, este como “un fenómeno de la alfabetización” (Idem.)
[99] Ibidem, p. 306.
[100] Ibidem, p. 70.
[101] Ibidem, p. 59.
[102] Ibidem, p. 306.
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